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Capítulo 38

Mishki y Piara estaban afligidas charlando en la cocina, siendo interrumpidas por Ishku, que había vuelto a casa.

—¿Cómo está?

—No quiere comer —Responde Mishki.

—Deberías enviarla de regreso con su familia, ella está sufriendo —advierte Piara.

—Dame la comida, se la daré yo. —pide Ishku.

—¿Me has escuchado? Regrésala con su familia...

—¡Basta madre! Ella no se irá —Responde con enfado. —Deberían salir a desollar a esas liebres, antes que la carne quede amarga.

Sin esperar respuesta de su madre y hermana, ingresa a la habitación en donde se encontraba Eleonora.

La noche en la que cayó por el acantilado, había rodado por la pendiente que tenía tierra húmeda, aterrizando sobre árboles de palma que amortiguaron la caída, para llegar finalmente a la abundante vegetación.

Ishku había corrido hasta aquel sitio, siendo guiado por los lamentos de Eleonora, ya que se había arañado los brazos y el torso, además de tener su pierna izquierda una forma extraña, seguramente una fractura.

Rápidamente Ishku la llevó de regreso, donde se le dio un tratamiento inicial por el sabio de la aldea y volvieron a dejar su pie en su posición normal con masajes, pues no tenía huesos rotos, pero sí un esguince bastante doloroso.

—He traído tu comida. Debes alimentarte para poder sanar rápido —Dice Ishku, pero no recibe respuesta.

Eleonora estaba acostada en la cama en posición lateral, dándole la espalda a la puerta, así que él no podía ver su rostro, acercándose y sentándose en el borde, para acariciar su espalda.

—¿No me hablarás? No lo hagas, si no quieres.

Él deja el cuenco en un mueble y se recuesta al lado de ella, abrazándola por la espalda y apoyando su mejilla sobre su cabello rojizo, dándole pequeñas caricias sobre su brazo, que tenía algunos vendajes.

—Cuando estaba en España, mi primo Danilo me confesó su amor —dice Eleonora con voz neutral.

Ante aquello, Ishku eleva la cabeza para verle, ya que estaba desagradablemente sorprendido.

Eleonora continúa.

—Yo le rechacé, más de una vez, pero él insistía en que le diera una oportunidad. Me disculpé, pero él ya estaba dolido y decepcionado, perdí su cariño y atenciones, e incluso, no se despidió de mí cuando me marche. Yo me culpaba porque le había dañado y buscaba mi error por haberle dado esperanzas que no quería alimentar, pero después entendí, que él nunca me amo, solo estaba enamorado de una ilusión, porque cuando se quiere a alguien, no le odias por no corresponderte, solo aceptas su decisión y le deseas lo mejor.

Ishku vuelve a descansar su cabeza sobre la almohada, con una amarga sensación en la garganta, mientras escuchaba cómo Eleonora seguía hablando.

—Cuando se ama de verdad, existe confianza, no se necesitan de pruebas y no se piensa lo peor de esa persona. Estoy cansada de pedir perdón, de sentirme miserable creyendo que el sufrimiento de otros es mi culpa, en cambio, se creen con el derecho de lastimarme en nombre del amor. Son tan hipócritas.

Ishku le abraza con mayor fuerza, respirando sobre el cabello de Eleonora, sin decir palabra, hasta que tímidamente contesta.

—Perdóname, te ruego que me perdones...

Ella deseaba herirlo para que le deje sola, pero no lo hizo, se mantuvo con ella hasta que se durmió.

Al despertar, ya estaba atardeciendo, así que Eleonora se gira en la cama, encontrándose con Ishku que estaba sentado al borde de la cama, observándola.

—¿Te sientes mejor? —pregunta con preocupación.

Ella estaba sorprendida de que él continuará ahí, pero no le responde, solo sale de ella un rugido de tripas.

Rápidamente Ishku sale de la habitación, regresando con un cuenco con sopa de verduras y una pata de conejo asada. El caldo estaba caliente, así que él lo sopla, para luego estirar la cuchara y acercárselo a los labios.

Eleonora tenía intenciones de mantenerse firme en su decisión de no probar bocado, pero él seguía insistiendo, sin apartar la cuchara de sus labios. Ella vuelve a mirar aquellos ojos tiernos y esa actitud inocente de parte de él, recordándole al Aarón de 14 años. Sin pensar en ello, y sumergiéndose en aquella mirada que siempre le hacía latir su corazón, abrió los labios para recibir el alimento, provocando una inmediata sonrisa en él, que continúo alimentándole.

Por esos días, Ishku era quien se preocupaba del cuidado de Eleonora, expulsando a su madre o hermana cuando deseaban ofrecer algún tipo de atención.

Pasaron un par de semanas y ella ya podía caminar y realizar tareas pequeñas, pero Ishku deseaba que se recuperara completamente, así que le impidió hacer cualquier tarea que fuera extenuante, encargándose de solo preparar los almuerzos, aprendiendo de Piara, quien se había transformado en una madre para ella en la aldea Chahiwa.

Después de regresar de cosechar hortalizas, Ishku ingresa a casa para ver a Eleonora, preguntándose qué sabroso platillo tendría ese día, ya que la cocina le sentaba muy bien, pero ella no estaba ahí. Aquello le preocupa, puesto que temía a que trate de escapar nuevamente, respirando aliviado al verla regresar con algunas cebollas.

—¿Cómo te sientes como la nueva cocinera de esta casa?

—No me quejo —Responde ella con naturalidad, dejando las cebollas sobre la mesa.

Ishku la toma por la cintura al pasar cerca de él, arrastrándola para tenerla de frente.

—Te he domesticado bien, ya no eres tan agresiva como antes.

—No eres mi dueño.

—Lo eres. Eres mi propiedad, y haré lo que me plazca.

Él le acaricia el cabello, mirando su tierno rostro, con aquellos ojos color almendra tan grandes y expresivos.

—No por mucho, pronto regresaré a casa de mis padres.

—¿Estás insatisfecha?

—Eventualmente regresaré a casa. Que yo esté aquí, es peligroso para ustedes.

—¿Por qué lo dices?

—Porque estoy segura de que mi familia me está buscando, es cuestión de tiempo para que lleguen a este lugar.

—Eso no pasará.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque tus padres no te están buscando y, además, tú tampoco deseas marcharte.

—Este pie torcido dice lo contrario —Eleonora se aleja para regresar a revisar el pollo asado que tenía sobre el fuego de la cocina de barro.

—Pero ya está sanado, no solo tu pie, sino que nuestra confianza y lo que más importa, nuestro corazón.

Ishku había tomado de la mano de Eleonora para apoyarla sobre su pecho, volviendo a tener aquellas miradas coquetas y ocultando una pequeña risita picaresca, haciendo que se erice la piel de ambos, con una profunda necesidad de besarse por estar tan cerca.

Eleonora se aparta abruptamente, al escuchar que Mishki regresaba, ya que reía al charlar con un amigo, pero que todos estaban seguros de que era algo más que eso, ingresando con la canasta de la ropa limpia.

—¿Qué te pasa a ti que estás tan nervioso? —pregunta Mishki al ver como su hermano tomaba asiento en una de las sillas de la cocina y jugaba de manera torpe al tocar con sus dedos la madera de la mesa.

—No me pasa nada.

Mishki le mira con sospecha y vuelve a mirar a Eleonora que giraba el pollo que estaba en las brasas.

—Le hiciste algo a Eleonora ¿Es eso? No te atrevas a molestarle, ya mamá te lo ha advertido...

—Ya detente enana, no me faltes el respeto, o preguntaré por qué tienes tantas risitas con ese ojo chueco.

—No le digas así, eres tan cruel.

Los hermanos seguían discutiendo como dos niños, hasta que su madre regreso para reprenderles, mientras Eleonora ocultaba una risa al escucharles cuando servía los platos.

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