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Capítulo 26

Una criada había despertado a Eleonora temprano para desayunar por órdenes de doña Emelina, ya que habían llegado algunos pretendientes a presentar sus respetos a la familia, con intención de cortejar a las jóvenes Fortunato.

La pelirroja se viste rápidamente y corre hasta la habitación de su prima, quien miraba aturdida, sentada en la cama, mientras las criadas abrían las cortinas de la habitación para permitir que entre la luz.

Eleonora salta alegre en la cama y pregunta emocionada.

—Dime ¿Quién fue aquel soltero que te acaparó durante toda la noche y que me impidió verte?

—El Conde de Valcáliz.

—Estás jugando conmigo ¿Verdad? —dice Eleonora con una mirada sorprendida.

—Realmente pase la velada con el Conde, pero no por la razón que te imaginas. Alberto volvió a hablarme durante la fiesta, e insistió en que le conceda un baile, mi padre y el Conde me ayudaron a escapar de su acoso. Fue muy amable, me acompaño de regreso para poder salir de aquel horrible baile.

—Bueno, debes vestirte, porque llegaron en fila a pedir cortejarte.

—Han venido por ti, yo no conocí a muchos.

La señora Fortunato ingresa rápidamente a la habitación, y mira asombrada a las jóvenes que charlaban en la cama.

—¿Pero qué hacen? Prepárense, las quiero listas en diez minutos.

Diciendo esto, cierra la puerta tras de sí.

Eleonora había llamado la atención de los solteros en la fiesta de la noche anterior, llegando una gran cantidad de carruajes que aparcaban en la entrada del palacio Fortunato, con intención de dar sus respetos a la Familia y esperanto tener una oportunidad para cortejar a la dama que les había cautivado, ya que Eleonora, es agradable, graciosa e inteligente, además de su indiscutible belleza.

Para desgracia de quienes fueron, ella los rechazó de manera amables y cortes, puesto que, no deseaba un compromiso con nadie.

Por el contrario, debido al incidente de la noche anterior con Alberto, Luciana solo recibió una propuesta, la cual aceptó, cumpliendo la promesa que le había hecho a su prima de aceptar a todo quien viniera a cortejarla.

Mientras las jóvenes charlaban con doña Emelina, esperando que llegue el siguiente pretendiente a presentarse en el salón, aparece por la puerta don Sergio, acompañando al viudo Conde de Valcáliz, quien deseaba cortejar a Luciana. Tal vez, la velada que pasaron juntos, creo sentimientos en aquel hombre, siendo ahora un nuevo pretendiente de la joven rubia.

Al terminar esa mañana, las damas ríen, ya que Eleonora no tenía ningún pretendiente por haberlos rechazado a todos, pero en cambió, su prima Luciana, ya tenía dos propuestas, pero de las cuales, ninguna le agradaba.

Después del almuerzo, doña Emelina informa a su ahijada que, debía acudir nuevamente al salón de invitados, puesto que un nuevo pretendiente se presentaría.

Eleonora estaba confundida, ya que le habían dejado sola en aquel lugar para esperar a un nuevo pretendiente.
Ella miraba por las grandes ventanas en dirección a los jardines, esperando ver algún carruaje que trajera a quien estaba causando tanta expectación.

Alguien toca a la puerta, a lo que Eleonora le invita a pasar, sorprendiéndose al ver a Danilo aparecer por la puerta.

—Hola ¿Qué haces aquí? ¿Me acompañarás a esperar a otro aburrido pretendiente? —pregunta sonriente Eleonora.

Danilo ingresa bajando la vista, con una ligera sonrisa en los labios, sosteniendo un arreglo floral.

De manera sutil, Eleonora comienza a comprender lo que estaba ocurriendo, agitando su corazón con violencia, lo que provoca que desaparezca su sonrisa.

—Ely... anoche te dije, que existía una dama que me mantenía enamorado ¿Lo recuerdas? —Danilo da un suspiro para liberar el temblor de su voz —He reunido todo el valor que poseo, para presentarme hoy ante ti.

—Por favor... no lo hagas, no lo digas... —susurra entre dientes Eleonora, lo que no logra ser audible para él.

—Sé que esta confesión es precipitada, pero, deseo saber, si sientes lo mismo por mí.

La joven no podía causarle aquel dolor a quien siempre le cuido en aquel tiempo, no deseaba ser la causa de su desdicha, pero pensar en él de manera romántica, la causaba rechazo, puesto que siempre le vio como a su hermano. Sin controlar más aquella situación, comienza a derramar lágrimas, mientras pensaba como responderle.

El llanto de Eleonora, trata de no preocupar a Danilo, esperando que aquellas lágrimas, fueran de felicidad.

—Perdóname si esto fue sorpresivo.

—¿Por qué yo? —dice de forma poco audible Eleonora.

—Porque eres preciosa, cariñosa, tierna, y logras hacer que mis días se vuelvan luminosos y llenos de...

—Por favor, no sigas... no puedo escucharte decir eso...

Danilo no sabía cómo tomar aquello, puesto que Eleonora siempre había sido un misterio. Se aproxima y toma asiento en el sofá donde ella estaba.

—Dime lo que sientes. Quiero saberlo.

—Esto me duele, porque yo te quiero como a mi hermano, no puedo verte de otra manera, y sé que mi rechazo te hará sufrir.

—Pero, no somos hermanos.

—Perdóname —vuelve a llorar.

Danilo mira las flores que tenía en sus manos, viendo cómo un pétalo se caía, así mismo sentía cómo sus esperanzas se derrumban.

—Yo esperaré, sabré esperarte. Quizás ahora no me quieras, pero te aseguro que lograré enamorarte.

—No Danilo. Yo te quiero, pero no de esa forma.

—No es justo, no me has dado la oportunidad.

—Perdóname, te ruego que me perdones.

—No me pidas perdón, solo quiero cortejarte. Me esforzaré, te enamoraré todos los días, haré lo que tú quieras, seré lo que tú esperas, y así dejarás de verme como a tu familia.

—No puedo... no quiero, yo solo... no quiero crear más ilusiones en ti.

—Y ¿Es mejor romperlas?

Eleonora se levanta del sofá, ya que no podía ver el rostro de Danilo, pero lo más acertado era ser honesta, porque él se merecía todo su respeto.

—Yo no puedo estar contigo, porque no te quiero de esa manera. Además, quiero regresar con mi familia.

—Ely, si es porque tu familia es de Colombia, viajaré contigo y podremos formar una vida.

—No insistas Danilo, que el corazón se me rompe.

—Pero, te daré el respeto que tú mereces, te cuidaré como un tesoro y por siempre te amaré. Ningún otro hombre te dará todo lo que puedo ofrecerte...

—Danilo, por favor... no continúes.

Danilo no podía creer que fuera rechazado y miraba a la joven que estaba de pie junto a la ventana y le daba la espalda, viéndose tan linda y perfecta, pero no importaba cuáles fueran sus atenciones con ella, él jamás llegaría a tocar su corazón.

Silenciosamente, él deja las flores en el sofá y se marcha de aquel salón.

Al sentir cómo la puerta se cerraba, Eleonora explota nuevamente en llanto, sintiendo que era una desgracia que había llegado a aquella familia, puesto que todos los que amaba, tenían el corazón roto.

Rápidamente ingresa por la puerta Luciana, corriendo donde ella para consolarle, invitándola salir de aquel salón, ya que había algunos ojos curiosos por el lugar, y ella deseaba que su prima estuviera en paz, así que caminaron por los pasillos, hasta llegar al dormitorio, cerrando la puerta con llave para poder charlar en privado.

Las jóvenes hablaron sobre lo ocurrido, a lo que Luciana insistía sobre el porqué rechazaba a todos los que le pretendían, hasta que Eleonora, finalmente le confiesa que, era porque amaba a otro.

— ¿Le conocemos?

— No, él está en Colombia. Yo quería regresar para volver a verlo.

— Por eso estabas tan deprimida cuando tus padres llegaron a España un año atrás, porque no podías regresar ¿Verdad?

— No lo he visto por casi cuatro años...

— ¿Por qué no me hablaste de él? ¿Por qué guardaste eso por tanto tiempo? ¿No confías en mí?

— Confío en ti, es solo que no lo entenderías... no quiero escuchar que me digas que eso está mal o que es incorrecto, porque hace mucho traté de hablarte de él, pero solo te burlaste y le menospreciaste.

— Perdona si fue así, ya no lo recuerdo.

Luciana trataba de preguntarle más sobre su secreto novio, pero Eleonora decide que es mejor no contarle sobre Aarón, ya que podría crear un resentimiento en su contra, por preferir a un nativo en vez de a su hermano, y ya no podía soportar que alguien más le odie.

— Lo lamento tanto Ely, tú siempre me has aconsejado y has estado para mí... pero yo, no puedo aconsejarte y no soy el apoyo que tú necesitas — Luciana sin aguantar, comienza a derramar lágrimas.

— No llores Luci, yo siempre te he considerado mi apoyo... es solo que este es mi secreto y ahora tú eres la primera que sabe sobre esto, pero ya no puedo decir nada más.

— Lo comprendo y respetaré tu silencio, te agradezco que me hagas partícipe de tu sentir.

Ambas charlaron durante bastante tiempo. Luciana había pedido a los criados que llevarán la cena a su habitación, puesto que Eleonora, no deseaba ver a Danilo por miedo a su reproche.

Durante la noche, en el comedor de los Fortunato, el ambiente se volvió tenso y silencioso, al ver el semblante deprimido de Danilo, que escasamente comió bocado.

Al ver el estado que se encontraba su hijo, don Sergio decide ir a hablar con Eleonora, pero es detenido por su esposa al adivinar sus intenciones, atajándolo en el pasillo de camino a los dormitorios.

—¿A dónde vas?

—A hablar con esa muchachita mimada e insensible. —contesta de manera rabiosa Sergio.

Doña Emelina mira en todas direcciones, preocupada que el desagradable comentario de su esposo, fuera escuchado por alguien. Rápidamente ella lo toma por el brazo y lo arrastra a una de las habitaciones que se encontraba vacía.

—¿Cómo se te ocurre hablar así? —reprocha indignada en voz baja —la decisión de Eleonora es respetable, aunque no nos guste.

—Solo hace sufrir de forma innecesaria a nuestro hijo. Está esperando que le ruegue. Me dirás que acaso, ¿eso no lo hace alguien malcriado e insensible?

—Crees que ella lo rechazo ¿solo para hacerlo sufrir?

—¿Por qué otro motivo lo haría?

—Porque ella no lo ama.

—Pero tiene a un joven, que le quiere y la cuida, además de ser bien parecido. Si sabe lo que le conviene, lo escogerá.

—Comprendo tu pesar, porque a mí también me duele ver a nuestro hijo así, pero no podemos hacer nada.

—Podemos convencerle de que cambie de parecer, estoy seguro de que está confundida, luego se dará cuenta de su error.

—Te prohíbo que intervengas, odiaría que Eleonora se sienta presionada, y que escogiera a Danilo, solo por agradar a la familia, eso solamente provocaría más desdicha.

Don Sergio baja la vista y lanza un suspiro afligido, puesto que odiaba ver como sus hijos, Danilo y Luciana, tenían el corazón roto por un amor no correspondido, algo en lo que él, no les podía ayudar, haciéndolo sentir frustrado.

Varios esa noche en el Palacio Fortunato no pudieron dormir, preguntándose ¿Qué continúa desde ahora? Solo algo era seguro, ya nada sería como antes.

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