Capítulo 24
Había pasado más de un mes, y las cartas que había enviado a sus amigos y novio a la aldea de los Chahiwas, habían retornado de vuelta, ya que, según la indicación de correos, la dirección no fue encontrada.
Aquello asusta a Eleonora, que pensaba en lo peor, y creía que el sueño que había tenido, fue algo premonitorio, así que había decidido retornar a Colombia, independiente de lo que dijeran sus tíos.
Su angustia se calma después de dos días, al llegar carta de su familia. Su madre le comentaba que todos estaban bien y con buena salud. Los Chahiwas, habían vendido sus tierras y se trasladaron a los valles cordilleranos, por lo cual, no tendría respuesta de sus amigos en bastante tiempo, hasta que se asienten en aquel lugar.
Ya más calmada, Eleonora esperaba todos los días el recibir la correspondencia de los Chahiwas, las que nunca más volvieron a llegar.
Era el verano de 1887, el Conde de Valcáliz ya había regresado a su mansión, e impartía algunas clases de finanzas a los estudiantes más avanzados en la escuela Fortunato, y dando por finalizado el año escolar, el que era el último de Danilo y Alberto.
Luciana, en aquel tiempo era feliz, a pesar de la partida de su secreto novio a los bosques de Sanabria, en donde se encontraban los aserraderos de los Burgos, ya que antes de marcharse, él le había obsequiado un hermoso anillo, junto con su promesa de que su amor, siempre le pertenecería y que espere por él, ya que volvería para hacerla su esposa.
La alegría de la joven rubia, no dura por mucho tiempo, ya que, al cabo de un mes, deja de recibir la correspondencia de su enamorado, y ahora, ella y Eleonora, eran dos jovencitas que esperaban las ansiadas correspondencias que no llegaban, pero al igual que la pelirroja, Luciana recibe respuesta de una segunda fuente de información.
—¿Me mandó a llamar tía? —pregunta Eleonora al ingresar en el despacho privado de los señores Fortunato.
—Querida Eleonora, me ha llegado esto y necesito que me ayudes a darle esta noticia a Luciana —Emelina le entrega una carta a la joven.
Al tomar en sus manos aquel parte matrimonial, Eleonora explota en un cúmulo de desagradables emociones.
Alberto Burgos, el amor de su querida prima Luciana, se casaría con otra, y aquella traición, había llegado en forma de una invitación a su boda.
—Pero esto ¿es posible?
—Me mortifica tanto, ya que comprendo que ellos tenían una relación sentimental.
—Pero ¿Cómo lo sabe? —pregunta Eleonora asombrada.
— Mi querida niña, soy su madre y le conozco, que actúe como desentendida para respetar sus secretos, no quiere decir que no sepa —Emelina da un suspiro triste — es por eso que te pido que le des tú esta noticia, ya que eres en quien más confía.
—Oh tía, qué gran peso has dejado sobre mí —los ojos de Eleonora se llenaron de lágrimas, pero las contiene y eleva la cabeza con decisión —Yo le informaré de esto a Luciana.
— Te lo agradezco, no puedes imaginarte cuánto.
Antes de que la pelirroja se marche con aquella triste noticia, Emelina le informa todo lo que pudo descubrir de Alberto.
Al salir del despacho, Eleonora camina por el pasillo, llena de una profunda amargura. Sabía que, al darle esta noticia, borraría para siempre esa alegre sonrisa que la acompañaba en su triste soledad en España, pero ella, merecía saber quién era ese canalla que estaba jugando con sus sentimientos.
Cuando las primas se encuentran en la privacidad del dormitorio de Luciana, Eleonora informa por qué las cartas de Alberto habían dejado de llegar.
Tal como lo imaginaba, el rostro de Luciana pierde su bonito color sonrosado y la desilusión aparece en sus ojos.
—Quizás no es Alberto y sea solo un alcance de nombres — dice Luciana, al negar esa realidad.
— No Luci, es Alberto — dice con una mirada de angustia Eleonora.
— Quizás lo están obligando, por eso no podía escribirme, porque les dijo a sus padres que me quiere a mí y por eso se lo han llevado hasta los bosques de Sanabria, engañándolo para que se case con esta mujer.
— Luci... Alberto está aquí hace más de un mes, ha llegado con la familia Astorga, viajó a Sanabria para ir por su prometida... nunca fue para ir a ver los aserraderos.
— ¿Cómo sabes todo lo que me estás diciendo?
— Estaba con tía Emelina cuando llegó esta correspondencia, me dijo que era amigo de nosotras y pensaba que estaríamos feliz por él... ella me contó todo lo que te he dicho — Eleonora trata de ocultar que su tía ya conocía la relación que tenía Luciana con Alberto.
Luciana presionaba el anillo que le había dejado su novio antes de marcharse, creyendo en esa promesa, y negándose a la realidad, hasta que finalmente decide hablar con él para esclarecer la situación, declinando la oferta de su prima de acompañarla, puesto que debía resolver esto sola.
Ahora Eleonora tenía una nueva preocupación dentro de su vida, y camina por el corredor en el que Luciana se marchó, hasta encontrarse con el resto de sus primos, que le invitaban a jugar en los jardines.
—Te ves como alma en pena ¿Has recibido malas noticias? —pregunta Danilo, al acercarse en donde se encontraba Eleonora, que miraba cómo jugaban sus hermanos pequeños.
—Ay Danilo, es Luci...
—¿Qué le ha pasado?
Eleonora le cuenta de manera resumida todo lo ocurrido con Alberto.
—Ustedes eran amigos ¿Él te comentó algo? —pregunta la joven con preocupación.
—Nada. Él no es mi amigo, éramos cercanos por Luci —responde Danilo —Maldito bastardo, espero por su bien que tenga una buena excusa para esto.
—Yo igual lo espero. Oh, Danilo... pobre Luci —dice Eleonora, volviendo a llorar.
Ella recibía el consuelo de su primo, pero ya estaba cansada de siempre llorar, de siempre vivir con preocupaciones y de sentir que su existencia fuera tan deprimente.
***
Las esperanzas desaparecieron para Luciana, ya que el hombre que amaba, por años estuvo comprometido con otra mujer, siendo ella la que sobraba.
A pesar de esto, Alberto le había prometido a Luciana, que él la amaba, y que aquel compromiso era en contra de su voluntad, debido a acuerdos que realizaron sus padres con los Astorga. Pero esto, no quitaba que él se uniría en santo matrimonio con otra mujer.
Eleonora trataba de consolarla y ayudarle a no flaquear, ya que su voluntad era débil y había perdido su autoestima, todo lo había dejado de lado, con tal de mitigar el dolor de aquel engaño, guardando las esperanzas de que todo podía cambiar, pero esto no ocurrió.
El día de la boda de Alberto, Luciana decidió acudir junto a su familia, para cerrar aquel capítulo en su vida. Se había mostrado firme, hasta llegada la fiesta, en donde los novios junto a sus padres, saludan a sus invitados.
Eleonora deseaba golpear y escupir en la cara de Alberto, por haberlos engañado a todos, con aquella actitud agradable y su cara de hipócrita. Pero se contiene, aunque no logra disimular su descontento cuando saluda a la novia, dejando escapar un ácido comentario, lo que fue poco en comparación a lo que le dijo su tío Sergio a los Burgos, ganándose una reprimenda discreta de su esposa.
Luciana había soportado toda aquella tortura de manera estoica, algo que su familia admiró de ella, pero ya no lo soporta más cuando inicia el baile, marchándose en compañía de Eleonora y Danilo.
Durante esa y muchas noches, las primas dormían juntas, para no sentir la soledad y recibir el cariño que se compartían.
Eleonora al escuchar llorar de manera silenciosa a Luciana, se preguntaba nuevamente por Aarón, como estará él, Isaac y Magdalena. Ya había pasado bastante tiempo en el que podrían haberle escrito para informarle sobre su nueva dirección, y quizás no lo hacían, porque le olvidaron, tal vez, Aarón había encontrado un nuevo amor y lo más fácil para los dos, era desaparecer.
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