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Capítulo 6

En la tarjeta se podía leer sobre el enlace matrimonial, invitando a los Fortunato al feliz acontecimiento para celebrar las nupcias entre Alberto Burgos y Ana María de Astorga.

Como si su cuerpo fuera golpeado por miles de espinas en la espalda, Luciana trataba de conservar la calma ante esto.

— Quizás no es Alberto y sea solo un alcance de nombres — dice apresuradamente Luciana.

— No Luci, es Alberto — dice con una mirada de angustia Eleonora.

— Quizás lo están obligando, por eso no podía escribirme, porque les dijo a sus padres que me quiere a mí y por eso se lo han llevado hasta los bosques de Sanabria, engañándolo para que se case con esta mujer — vuelve a dar una explicación Luciana.

— Luci... Alberto está aquí hace más de un mes, ha llegado con la familia Astorga, viajó a Sanabria para ir por su prometida... nunca fue para ir a ver los aserraderos.

— ¿Cómo sabes todo lo que me estás diciendo?

— Estaba con tía Emelina cuando llegó esta correspondencia, me dijo que era amigo de nosotras y pensaba que estaríamos feliz por él... ella me contó todo lo que te he dicho — Eleonora trata de ocultar que su tía ya conocía la relación que tenía Luciana con Alberto — le pedí darte esta noticia, para que no lo anuncié en la cena y te enteres de esa forma.

Luciana tomaba sus manos y presionaba el anillo que Alberto le había obsequiado antes de irse. Sabía que debía de existir una explicación y no caería en la desesperación, puesto que ella confiaba en las promesas que le hizo.

— Iré a verlo

— No creo que eso sea buena idea Luci...

— Necesito explicaciones, iré ahora —Luciana busca un bolsito de mano que hacía juego con el vestido color plata y celeste que estaba usando y sale del dormitorio para caminar por el pasillo.

— Te acompañaré, no quiero que estés sola pasando por tan desagradable momento — camina Eleonora al lado de su prima.

— Por favor, necesito hacer esto sola... si me acompañas me será más difícil

Eleonora respeta la decisión de su prima, así que la ve marcharse en el carruaje en dirección a la mansión Burgos.

Cuando Luciana llega a casa de Alberto, pide verlo al mayordomo que la recibe, pero en vez de bajar él, aparece su madre con una mirada recelosa.

— Buenos días, señorita Fortunato ¿A qué se debe tan simpática visita?

Luciana sabía que estaba en un terreno peligroso, pero ella era alguien racional y debía moverse con cuidado en las circunstancias en la que se encontraba.

— Estimada señora Burgos, a mi familia le ha llegado una invitación sobre el matrimonio de Alberto. Como hemos cultivado una amistad en el tiempo que estudiaba con nosotros, quería venir personalmente a saludarlo por tan feliz noticia — miente, mirando si aquella mujer le había creído.

La señora Burgos sonríe satisfecha y se acerca a la joven que estaba de pie en la entrada.

— Claro, mi querida niña, por favor acompáñame. Es agradable saber que Alberto tiene tan buenos amigos, lamentablemente su prometida no se encuentra ahora, habría sido agradable que se presentaran, para que puedan ser amigas, ya que ella no conoce a nadie en esta ciudad y eso es muy difícil para una jovencita.

La madre de Alberto seguía conversando sobre su nueva nuera que venía desde Sanabria y que después del matrimonio se quedarían a vivir en la ciudad Capital.

Cuando llegan a un despacho bien iluminado, Luciana ve a Alberto con una camisa de mangas largas, la cual no había abrochado los primeros dos botones, mirando de manera concentrada unos papeles y dibujaba trazos.

— Alberto, la señorita Fortunato, ha venido para felicitarte por el compromiso.

Ante aquellas palabras, Alberto palidece, abriendo muchos los ojos sin ocultar la sorpresa y levantando la vista para ver a Luciana junto a su madre.

— Alberto, me he enterado de la feliz noticia, pero, en nombre de nuestra amistad, debiste de decirnos personalmente, ya que nos alegramos tanto por ti — disimula Luciana, al hablar, pero por dentro quería llorar.

— Les pediré a las sirvientas que traigan algunos bocadillos. Espero se quede a almorzar señorita Fortunato, para que así pueda conocer a Ana María — sonríe la señora Burgos.

— No se preocupe por mí, puesto que tengo otros asuntos que tratar y solo pasé a saludar.

— Madre, por favor, solicita a los sirvientes que traigan algo para servir a nuestra invitada — responde Alberto, acercándose rápidamente, cuando nota que Luciana deseaba marcharse.

La señora Burgos vuelve a agradecer a la joven por la visita, ya que era conveniente tener amistades de buen nombre y más con una familia tan influyente. Cuando ella cierra la puerta, inmediatamente, Alberto se acerca para tomar por los brazos a Luciana, pero ella se aparta con una mirada de disgusto.

— ¿Así que te vas a casar con otra? ¿Qué pasa con tus juramentos y el amor que decías tener por mí? ¿Todo era mentira? — Interrogada de manera ofendida Luciana.

— Por supuesto que no... te amo con locura...

— Pero no lo suficiente, si te has comprometido con otra mujer ¿Por qué no me lo dijiste antes? Era para jugar conmigo y reírte de mí ¿Verdad?

— No, definitivamente no. Mi intención es que seas mi esposa...

— Entonces, ¿no te cansarás con esa mujer? — pregunta esperanzada Luciana.

— Me casaré con ella... debo hacerlo por mi familia...

Luciana explota en rabia y sin seguir escuchando, comienza a tratar de sacarse el anillo que él le había regalado para tirárselo en la cara, pero Alberto le toma las manos para impedir que lo haga.

— Detente, no te lo quites, por favor... déjame explicarte

— No quiero escuchar a alguien que hace promesas vacías y que trata de engañarme.

— No te engaño, por favor escucha lo que tengo que decirte y trata de entender... tengo un plan.

Luciana se suelta y levanta las manos para que no la toque.

— Habla rápido, porque solo te daré unos minutos para que puedas explicarte — responde Luciana apretando los dientes por la rabia.

— Por favor... no me mires con esos ojos, estoy sufriendo al ver que me odias...

— Si no vas a decir nada más que lo mucho que sufres, entonces me iré.

Luciana se gira para marcharse, pero Alberto la vuelve a tomar por los hombros para impedírselo. Él da un suspiro y le mira afligido.

— Cuando mi familia presentó la crisis financiera, los Astorga nos ayudaron, porque nuestras familias son amigos desde hace años y así no recurrir a tener deudas con el banco. Se volvieron en nuestros acreedores y fueron flexibles en los pagos, ya que cualquier otra institución financiera habría dado remate a nuestras propiedades, a cambio de eso, ellos solo pidieron que me case con una de sus hijas, así que me comprometieron cuando solo tenía 10 años.

— Pero si es por dinero, mi padre puede ayudarles a pagar la deuda que tengan con esa familia, no será necesario que te cases con su hija.

Alberto niega con la cabeza.

— Mi familia firmo acuerdos con los Astorga, dejando como garantía los títulos de propiedad de los aserraderos, si no me caso con Ana María, ellos pueden tomar represalias en contra de nosotros e incluso arrebatarnos los aserraderos. Mis padres dieron su palabra, así que no solo es dinero, está incluido el honor de mi familia.

— Pero, ¿dónde queda tu palabra? Ya sabías que estabas comprometido con otra mujer y, aun así, jugaste con mis sentimientos.

— No es verdad, yo no esperaba enamorarme de nadie, había aceptado mi destino sin cuestionar, pero llegaste a mi vida y no pude controlar lo que sentía por ti, por eso sé que te amo, porque, aunque he luchado contra el sentimiento, este fue mucho más fuerte que los compromisos o el deber que tengo con mis padres.

— Pero no has hecho nada por luchar por este amor que dices tener por mí.

— Si lo he hecho, comenté a mis padres si podía romper ese compromiso, si encontraba a una señorita de mejor familia... pero ellos solo me dieron una mirada amenazante y una advertencia, recordándome la gratitud que les debemos a los Astorga.

— Si has aceptado entonces ese matrimonio porque no existe otra salida, ya no tenemos nada más que hablar... lo que tuvimos, se termina hoy — Luciana ya no podía contener su pena y comienza a llorar, secándose las lágrimas apresuradamente con las manos.

— No Luciana, no quiero que esto se termine, mis promesas y mi amor son verdaderos...

— ¿De qué me sirven promesas de amor vacías? No seré tu amante...

— No quiero que lo seas, realmente quiero que seas mi esposa

Luciana lo mira de manera ofendida y enojada.

— Pero que descaro insistir con eso... ya no puedo seguir escuchando más...

— Espera, lo que digo es real... solo dame un par de años, haré lo que todos esperan de mí, yo cumpliré con mi familia y ellos terminaran de pagar la deuda que aún mantienen y que falta muy poco para concluir. Cuando los aserraderos estén nuevamente en nuestro poder, me divorciaré de Ana María y podré ser libre.

— ¿Ese es tu ingenioso plan? Los divorciados son mal vistos en sociedad, tu familia te dará la espalda, además que estarán en enemistad con sus amigos que le ayudaron.

— Claro que no, si pido el divorcio, la única que saldrá perjudicada es ella, puesto que la culpa siempre recae en la mujer, independiente de cuál sea el motivo, la ley me protege y mis padres me apoyaran, así que no te preocupes por eso, yo lo solucionaré. Pero los Astorga, en ese tiempo, no tendrían el poder que aún tienen sobre mi familia y que nos subyugan a sus deseos.

Una sirvienta toca a la puerta y trae unos bocadillos con té que sirve en una mesita. Luciana, al ver cómo la sirvienta colocaba aquello en la mesa y al retirarse con una inclinación de cabeza, baja la mirada y volvía a tocar el anillo de su dedo.

— No, yo no puedo ser parte de tu plan, ya que es vil y sucio.

— Ya lo sé, pero no sé de otra manera en la que salir de esto, solo te pido que por nuestro tierno amor me esperes.

— ¿Cuánto debo esperar?

— Cuatro años, cinco máximos.

— Pero yo no gano nada, puesto que los Astorga preguntarán por hijos y les exigirán tenerlos, ¿lo habías pensado?

— No tendré hijos con ella, te lo aseguro. Nada más espérame, por el amor que sientes por mí, confía en mí y compréndeme.

— Te comprendo, pero te casarás con otra mujer y si lo haces, ese es el fin de nuestra historia.

Lucina retrocede y se gira para llegar a la puerta, pero antes de salir, Alberto vuelve a hablar.

— No te lo dije antes por qué, no quería verte llorar, no quería que me odiaras y desconfíes de mí... solo quiero que me sigas queriendo y esperes, porque esto nunca se terminará, es solo una desagradable circunstancia para poner a prueba nuestro amor...

Luciana escuchaba cómo Alberto al hablar estaba llorando, pero no quería voltearse para verlo, así que sale del salón sin decir nada. Lo mejor era abandonar ese sentimiento y enterrarlos muy en el fondo.

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