Capítulo 5
Ya las fiestas navideñas habían pasado y junto con ellas la celebración de cumpleaños de Luciana y Eleonora, quienes ahora tenían 17 años, pero en este momento se celebra otro acontecimiento, el funeral de la Condesa de Valcáliz.
Cuando se informó esta noticia y la causa de muerte de aquella mujer, tanto Luciana como Eleonora presionaron sus labios para no reír, clavando la mirada al piso y empuñando sus manos en los vestidos, algo que no pudo controlar Danilo, quien explotó en carcajadas, a lo que sus padres le reprenden severamente y castigan por burlarse de una noticia tan delicada como esa.
Don Sergio Fortunato, al ser el amigo más cercano del Conde de Valcáliz, lo acompaña junto a toda su familia y suspenden esos días las clases en la Escuela Fortunato, para estar presentes en un momento tan doloroso como aquel.
Después de darle sus respetos como familia y cada uno al dar sus condolencias al viudo, Luciana se sentía mal y despreciable por burlarse de aquella pareja, puesto que el Conde de Valcáliz tenía un semblante triste, pero calmado, con ojos hinchados que demostraban que había llorado, pero a pesar de eso, a cada uno de los hijos Fortunato por más pequeño que sea, cuando se acercaban para saludarle, él le tomaba las manos de manera tierna y les agradecía que estuvieran ahí, acompañándolo en su pesar. Esto fue una lección para todos y en especial para Luciana, ya que ahora comprendía que los sentimientos no respetaban apariencias ni edad, solo se llevaba muy dentro de cada quien, eso era el verdadero amor.
Sergio Fortunato no deseaba que su amigo estuviera solo después de regresar del cementerio, puesto que le conocía y sabía que él era un hombre muy sensible, así que insiste en que pase unos días con ellos en un ambiente familiar.
Emelina y Sergio les informan a sus hijos sobre la estadía del Conde en el Palacio, para que todos sean amables con su invitado, lo que no fue para nada difícil, ya que aquel hombre era educado y sencillo, puesto que agradecía hasta las más pequeñas cortesías, así que era fácil sentir aprecio por él y se entendía por qué su padre le tenía en alta estima.
En aquel período, el Conde de Valcáliz dio clases sobre finanzas y economías a los estudiantes de la Escuela, como un pasatiempo que le agradaba, además de ayudar en matemáticas a los hijos Fortunato. Después de estar un mes con ellos, retorna a su mansión y a su vida cotidiana, pero ahora como un viudo y un soltero muy cotizado por su dinero y sobre todo, por su título nobiliario.
***
Un nuevo año escolar terminaba y este sería el último de Danilo y Alberto, ya que ambos iniciarían el trabajo de administración en las empresas que dirigían sus padres y aprenderían de los negocios familiares.
Ese año, Eleonora no le correspondía viajar a Colombia, hasta el próximo, que sería su último año escolar, pero Luciana estaba más que segura que su prima, ya jamás abandonaría España, porque sabía que sería la esposa de Danilo. A pesar de esto, Luciana estaba triste, ya que Alberto viajaría a los bosques que estaban en los límites de Portugal para revisar con su padre el funcionamiento de los aserraderos y ya le había advertido que estaría afuera por varios meses.
— Me encantaría que puedas ir conmigo, también odio el no poder verte por tanto tiempo — comenta Alberto de manera triste.
Ese día se encontraban en un prado cerca de un estanque de patos que estaba en los grandes jardines del palacio Fortunato, sentándose en la hierba, alejados de Danilo y Eleonora, quienes le dieron espacio para que la pareja pueda charlar en privado.
— Te extrañaré, pero sé que lo haces para comenzar a aprender sobre la administración de los aserraderos, pero aun así, espero que no te vayas.
Alberto miraba en dirección al lago y da un suspiro.
— Cuando te conocí, algo dentro de mí comenzó a florecer como si fuera una hermosa primavera, pero a medida que pasaba el tiempo, aquello se volvió más fuerte, hasta que cautivaste todos mis sentidos y ahora, solo puedo pensar en ti, puesto que no me imagino una vida en la que no estés apoyándome.
Desde dentro de su chaqueta, Alberto saca un pequeño saquito de terciopelo y lo abre con delicadeza, haciendo que el corazón de Luciana se detenga, cuando del interior saca un anillo con una pequeña gema en forma de corazón.
— Este es un pequeño obsequio muy modesto, simboliza que tienes mi corazón en tus manos y viene incluida una promesa. Mi amor te pertenece, ahora y siempre, no importa lo que pase o lo distanciados que estemos, solo espera por mí, que yo llegaré para quererte.
Diciendo esto, Alberto toma la mano derecha de Luciana y coloca el anillo en su dedo anular, lugar que está destinado para los anillos de compromiso. Ella sonreía y mordisqueaba su labio inferior por la emoción.
— Yo esperaré, porque confío en ti y estoy orgullosa de este amor.
Los ojos de Alberto brillaban por la emoción, mostrando sus profundos sentimientos y besa la mano de su amada.
— Cuando pueda hacerte mi esposa, te daré un anillo digo de una reina, pero por favor, espera por mí, no importa lo que pase, nunca desconfíes de este dulce y sincero sentimiento que siento por ti, porque te amo... Oh Luciana Fortunato, te amo con mi alma.
— Y yo te amo Alberto Burgos. Solo sueño con el día en que pedirás mi mano, para ser eternamente tuya.
Ambos jóvenes brillaban ante la ilusión de una vida llena de promesas de felicidad, lo que les hinchaba el pecho y llenaba el espíritu.
Los días pasaron, y Alberto ya se había marchado. Cada tanto llegaba carta de él, que Luciana esperaba con ansias, sintiendo que no estaban tan distanciados. Al cabo de 40 días, ya no llegaron más cartas y a pesar de que Luciana seguía enviando correspondencia a la finca en donde se estaba quedando Alberto, estas no tuvieron respuesta.
Luciana pensaba lo peor, pero su pensamiento catastrófico aumentaba a medida que pasaban los días en el que no sabía nada de él. Ya su angustia llegó a un punto máximo, pero pronto sus preguntas tuvieron respuestas.
Doña Emelina llama en privado para hablar con su ahijada en el salón de lectura.
— Querida Eleonora, me ha llegado esto y necesito que me ayudes a darle esta noticia a Luciana — Emelina le entrega una carta a la joven, lo que ella la lee rápidamente, sorprendiéndose al ver lo que era.
— Pero esto, ¿es posible?
— Me mortifica tanto, ya que comprendo que ellos tenían una relación sentimental.
— Pero ¿Cómo lo sabe? — pregunta Eleonora asombrada.
— Mi querida niña, soy su madre y le conozco, que actúe como desentendida para respetar sus secretos, no quiere decir que no sepa — Emelina da un suspiro triste — es por eso que te pido que le des tú esta noticia, ya que eres en quien más confía.
— Oh tía, qué gran peso has dejado sobre mí — los ojos de Eleonora se llenaron de lágrimas, pero las contiene y eleva la cabeza con decisión — Yo le informaré de esto a Luciana.
— Te lo agradezco, no puedes imaginarte cuánto. — Emelina le da más información a su ahijada de lo que averiguo sobre Alberto, para que pueda contárselo a su hija.
Con gran pesar, Eleonora se dirige a un salón en donde se encontraban sus primos haciendo distintas actividades y llama a Luciana para poder hablar con ella en las habitaciones.
— ¿Qué ha pasado? — pregunta Luciana al estar solas en su alcoba.
— Es que, ha llegado una carta — responde Eleonora sin saber qué más decir, pero no fue necesario, ya que, al mostrárselo a su prima, está inmediatamente la toma y saca rápidamente su contenido.
— ¿Es de Alberto? Oh, Dios mío, ¿está bien?
Luciana, al solo ver de qué se trataba, le regresa una mirada asustada y triste a su prima y vuelve a mirar aquel parte de matrimonio sin convencerse de que el nombre del novio era el de Alberto Burgos.
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