Capítulo 18
Los días avanzaban, y los rumores que rondaban a Luciana y el joven matrimonio Burgos, después de la fiesta del Club de Inversionistas, se volvieron cada vez más insoportables y odiosos.
Si bien, fue Alberto quien ocasionó aquella escena de celos y fue el culpable de la situación en la que ahora se encontraban, la sociedad siempre culpaba a las mujeres y buscaban justificaciones al actuar del varón. Es por eso que se decía, que Luciana era la amante del joven Burgos, que tenían encuentros secretos a escondidas de Ana María, siendo llamada, una rompe hogares.
Por su parte, se decía que Ana María era estéril y una mujer frígida que no lograba complacer las necesidades de su esposo, ya que tenían casi un año de matrimonio y la joven aún no estaba en cinta, es por eso que comprendían que Alberto busque a una nueva conquista, y de tan buen apellido, puesto que se corría el fuerte rumor de que él abandonaría a su esposa para contraer nupcias con la señorita Fortunato, y por eso actuó con celos ante las propuestas de otros varones que deseaban cortejar a la dama durante la fiesta.
Luciana no deseaba salir a la calle, puesto que no quería ser apuntada como la amante de Alberto y tampoco que le culpen de destruir el matrimonio de los Burgos.
Cuando ya había pasado una semana desde el incidente, llega Ana María al palacio Fortunato, solicitando poder hablar con Luciana. La señora Fortunato atiende a la joven, ya que no deseaba que aquella muchacha pueda perturbar a su hija por exigirle explicaciones, pero Ana María venía en paz, solo quería hablar de manera calmada sobre lo ocurrido.
Se le informó a Luciana que la señora Burgos estaba en el salón de invitados, a lo que ella acepta inmediatamente el recibirla.
Ambas se saludaron al verse y Luciana podía ver que los ojos de Ana María estaban hinchados por haber llorado tanto, con una mirada melancólica que conmovió a la joven rubia.
— Por favor, me gustaría que nos dejasen a solas para charlar en privado — Pide Luciana a los criados que estaba al servicio en aquel salón, los que se retiran rápidamente.
Apenas todos se marchan, Ana María rompe en llanto.
— Lo lamento tanto por venir a importunarla señorita Fortunato. Pero los chismes de la gente son tan grandes e insoportable, que no sé a quién recurrir para poder hablar de ello y calmar esta angustia que me está ahogando.
— Ana María, lamento tanto lo que ha pasado. Quiero que sepa, que yo jamás he tenido una relación romántica con su esposo desde que se han casado.
— Yo lo sé, también sé que Alberto está encaprichado con usted desde hace tiempo, puesto que yo sabía que él le enviaba cartas y notas, pidiéndole citas a las que usted jamás respondió — Ana María se seca las lágrimas y da un suspiro, bebiendo un poco de té para aclarar su garganta — Es una imprudencia lo que le pediré, pero necesito saber cuál era su relación antes de que nos casáramos, lo necesito para aclarar todo lo que ha ocurrido, para saber a qué me enfrento y como poder seguir adelante.
Luciana le cuenta sobre su relación cuando estudiaban en la Escuela Fortunato y sobre el engaño sufrido, cuando solo le llega la carta de invitación a la boda, sin tener explicaciones de antes.
— Luego de eso, nuestra relación sentimental se terminó. No tengo intención de un romance con él después de eso, ya que me causó mucho dolor y además que jamás intervendré en un matrimonio que ha unido Dios.
— Debo pedirle disculpas, puesto que le juzgue mal. Cuando descubrí una de las cartas que mi esposo le enviaba, la odié, detestaba pensar que usted quería intervenir y destruir nuestra vida juntos, luego comprendí que el único culpable era Alberto.
— Lo sé, y ese mismo sentimiento ya lo había vivido el día de su boda, así que también debo disculparme con usted, puesto que hasta último minuto tenía esperanzas de que no contraiga nupcias. A pesar de que su matrimonio ha sido distante y carente de afecto romántico, créame que yo no he intervenido después de la boda.
La mirada de Ana María cambia a sorpresa al escuchar a Luciana.
— ¿Él le dijo que nuestro matrimonio era distante y sin amor?
Los ojos de Luciana se abren de sorpresa, al igual que Ana María.
— Sí, él me dijo que su matrimonio era solo un acuerdo y que no tenían una relación romántica.
Ana María no sabía cómo hablar y nuevamente comienza a derramar lágrimas.
— Puede ser que no me crea, ya que debe imaginar que se lo digo para que vea a nuestro matrimonio fuerte...
— No importa como lo vea yo, puesto que he expuesto el distanciamiento que tengo con su esposo, ya no existe relación sentimental entre ambos — Responde Luciana con un nudo en la garganta, porque deseaba saber lo que tenía que decirle, pero a su vez, no lo quería escuchar.
— Alberto siempre ha sido muy dulce y me ha tratado con cariño. No fuimos cercanos mientras vivía en Sanabria, podría decirse que nuestra relación era nada más cortesía, pero tenía esperanzas de que nos amemos al estar casados. Nuestra luna de miel fue maravillosa y él me profesó su amor, en ese momento fui muy feliz, ya que nos queríamos y para mí, él era mi mundo — Ana María se sonroja para hablar — Nosotros consumamos nuestro matrimonio, planificamos una vida con hijos, pero estoy preocupada por no quedar en cinta, temo ser estéril... deben ser las preocupaciones, por saber que los pensamientos de mi marido los comparto con otra mujer y el miedo de que él se marche y saber que todo fue una mentira.
Aquello destruyó por completo el pequeño fuego de amor que Luciana sentía por Alberto. Siempre él le dijo que su relación con su esposa no era romántica. Él era un mentiroso, y ya no sabía que le dolía más, si aquella traición, el sentirse un juguete que manipularon, haciendo que perdiera su autoestima o el sentirse tan tonta en este momento y no darse cuentas de las intenciones egoístas que él siempre ha tenido.
— Señora Burgos, quiero hacerle una pregunta.
— Dígame, señorita Fortunato.
— ¿Usted le preguntó por las cartas que él enviaba? ¿Le pregunto por mí cuando tenía sospechas?
— Sí, lo hice.
— ¿Qué le respondió?
— Él la niega, dice que es solo una amiga, que la quiere como a una hermana y que yo soy su verdadero amor, por eso se ha casado conmigo. Por lo ocurrido en la fiesta, únicamente nos dijo a mí y mis suegros, que le preocupa que contraiga nupcias con alguien que pueda lastimarla, ya que es su preciada amiga y no le gustaría verla envuelta en un matrimonio que la hará sufrir.
— Lo lamento por usted Ana María, por este tormento que está viviendo y ahora tratar de llevar una vida matrimonial con quien le ha provocado tantas penas.
— Tengo fe en que todo mejorará, no será fácil, puesto que perdonar no lo es, pero daré lo mejor de mí para que nuestro matrimonio perdure. Solamente deseo pedirle una cosa señorita Fortunato.
— ¿Qué desea?
Ana María vuelve a llorar de manera amarga y no podía articular las palabras, hasta que trata de controlarse y habla entre gimoteos.
— Ya sé lo que usted me ha dicho... que no tienen una relación sentimental... pero, por favor... por favor se lo ruego, no me quite a Alberto. Ser abandonada por el esposo, es un golpe muy duro para una mujer... la sociedad siempre me apuntará por ser repudiada, como ahora lo hacen... no podría soportar más humillaciones al saber que valía tan poco para alguien que me ha desechado a mí y a mi cariño como basura.
Luciana presionaba sus puños en su vestido, sentía que por primera vez veía quién era Alberto en realidad. Ella siempre se consideró una mujer inteligente, pero cayó en el juego de un canalla, ¿cómo podría confiar en alguien nuevamente desde ahora?
— No se preocupe por mi señora Burgos, muy pronto contraeré nupcias, para así dejar atrás los chismes que nos rodean y solo seré un mal recuerdo para ustedes.
— Se lo agradezco sinceramente, sus palabras me alivian.
Ana María se despide de Luciana después de su conversación, pero ambas mujeres se quedan con un sentimiento de vacío interno, ahora debían de curar sus heridas, para poder continuar con sus vidas, pero superar el desamor, siempre era algo difícil que requería mucho tiempo.
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