Raíces en Tierra Frágil
Nili despertó antes del amanecer, con el estómago revuelto y un peso extraño en el cuerpo. Llevaba semanas sintiéndose así, pero siempre lo había achacado al estrés y al cansancio. Con tantos problemas en su vida, no tenía tiempo de detenerse a pensar en su salud.
En la pequeña cocina, su abuela revolvía una olla de avena mientras su hermano, Kai, terminaba de enviar algunos correos en la mesa. Nili intentó actuar con normalidad, pero el olor de la comida le revolvió el estómago, obligándola a apresurarse al baño.
—¿Estás bien, hija? — preguntó la abuela en lengua de señas, preocupada.
—Sí, solo es el cansancio — respondió Nili, forzando una sonrisa al regresar. Pero en el fondo sabía que no era solo eso.
Más tarde, mientras caminaba de regreso del mercado, recordó el retraso que había ignorado durante semanas. Un pensamiento helado se coló en su mente, y por un momento, sintió que el aire la abandonaba. "No, no puede ser..." murmuró, acelerando el paso hacia casa, el viento fresco acariciaba su rostro, pero su mente no podía dejar de regresar a esa tarde. -"Hace tanto tiempo..." pensó, su corazón aún palpitando fuerte ante la escena que, aunque remota, nunca había dejado de dolerle.
[Flashback]
Era un día común, uno de esos en los que la rutina parecía ser todo lo que existía. Nili salía del trabajo cuando lo vió, tan guapo como siempre, con su chaqueta de repartidor y esa sonrisa que la hacía sentir mariposas en el estómago. "Ian", pensó, y por un momento todo lo demás desapareció.
Se acercó con la familiaridad de siempre, sintiendo cómo la calma invadía su pecho al verlo. Las tardes que pasaban juntos, riendo, olvidando el peso de sus responsabilidades, se sentían como un refugio. "La vida no había sido tan agitada entonces," pensó, como si todo tuviera sentido en su compañía.
Pero aquella tarde, algo fue diferente. Al caminar por el parque, vio algo que no esperaba: Ian, con el rostro tenso, abrazado por una mujer que le susurraba algo al oído. Nili se frenó de golpe, el corazón se le detuvo por un instante.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, su voz quebrándose mientras observaba la escena con los ojos llenos de confusión y miedo.
Ian la miró, desconcertado al principio, pero luego se separó rápidamente de la mujer, mirando a Nili con una expresión que era difícil de leer. Su respiración estaba agitada, y su ropa... había algo extraño en ella.
—¿Qué haces aquí? —respondió él, con un tono que sonaba frío y distante.
Nili sintió como si el suelo bajo sus pies desapareciera. El joven que alguna vez había creído su compañero, el que pensaba sería su futuro, ahora la enfrentaba en una escena que no podía comprender. Miró su rostro, su cuello, su pecho... todos marcados con huellas de lápiz labial rojo. Las pupilas dilatadas, los ojos rojos, y la sensación de traición apuñalándola en el pecho.
—Solo pasaba por aquí.
El dolor la invadió por completo. Intentó contener las lágrimas, pero la rabia era más fuerte.
—Adiós, Ian.
En ese momento entendió que ella nunca había estado en el corazón de aquel hombre
Se giró sin mirar atrás, pero antes de irse, sus ojos se clavaron una vez más en el rostro de él. Todo había cambiado en un segundo.
Al llegar a su casa, Nili aún no había podido calmar el nudo que sentía en el pecho. La visión de Ian con otra, de lo que su relación había sido... Todo la estaba destruyendo, la angustia de aquel momento la seguía como una sombra. Al entrar, encontró la figura del hombre que menos deseaba ver: el dueño de la casa de apuestas.
En ese instante, la desesperación se apoderó de ella. El dolor del amor perdido no era nada comparado con el terror que sentía al enfrentarse a él.
—¿a quién tenemos aquí? —gritó el hombre, acercándose a ella con rapidez. Nili intentó apartarse, pero sus manos se aferraron a su rostro con brutalidad. En un impulso, levantó la mano y golpeó su estómago, pero en cuanto lo hizo, supo que había firmado su sentencia. El dolor que sintió cuando él respondió con violencia no fue solo físico, sino emocional.
¿Qué más podía perder?
Las sombras del pasado y del presente se entrelazaban mientras que golpe tras golpe la dejaba tendida en el suelo. Y al igual que en ese día, todo lo que había conocido se desmoronaba a su alrededor.
Un estruendo la devolvió al presente, había sido el sonido de una maceta caer, miró la ventana un gato color negro frente a ella se acicalaba
Nili recordó esa noche como si hubiese sido ayer: el momento exacto en que su mundo cambió. Hace tanto tiempo... pero ahora, tres meses después, su cuerpo comenzaba a revelarle algo que hasta ese momento no había querido aceptar. El mareo de aquella mañana y la constante sensación de náuseas finalmente la hicieron caer en cuenta. No era solo el estrés del trabajo con Rowan o los ecos de aquella traición
En la soledad de su habitación, se sentó en el borde de la cama con una prueba que había comprado apresuradamente en el camino. Las manos le temblaban mientras esperaba el resultado. Dos líneas. Positivo.
—Dios mío... — Susurró mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. La confirmación era como una tormenta que acababa de estallar.
Nili se abrazó las rodillas, sentada en el suelo de su habitación. Las preguntas comenzaron a invadir su mente, una tras otra:
- ¿Cómo voy a cuidar a un bebé?
- ¿Qué va a pasar con mi abuela? ¿Y con Kai?
- ¿Y si el dueño de la casa de apuestas me encuentra?
Pensó en su padre, que había dejado a la familia sumida en deudas y peligro antes de desaparecer. —Siempre me juré que no cometería los mismos errores, — se reprochó.
La culpa y el miedo eran un nudo en su garganta. Sintió que no tenía derecho a traer una vida al mundo cuando su propia vida estaba en ruinas.
Apenas había conseguido un trabajo y ahora, con un bebé quién la iba a querer contratar, no podía fallarle a más personas, suficiente era su abuela y su hermano como para también fallarle al único hombre que la había ayudado en un momento tan vulnerable Rowan
Mientras intentaba calmarse, escuchó voces afuera. Espió por la ventana y vio a dos hombres que hablaban con su vecino. Uno de ellos llevaba una chaqueta negra que reconoció de inmediato. Era uno de los hombres del dueño de la casa de apuestas.
El corazón le latió con fuerza mientras cerraba las cortinas apresuradamente. "Nos encontraron..." pensó.
En ese momento, decidió que no podía quedarse en ese lugar por mucho tiempo. Pero, ¿a dónde podría ir? ¿Cómo protegería a su familia?
Esa noche, mientras ayudaba a su abuela a acostarse, esta le tomó la mano y le dijo:
—Eres fuerte, Nili. Siempre lo has sido. No importa lo que pase, sé que saldrás adelante. —
Lo dicho por su abuela golpeó su mente mientras se sentaba sola en la mesa de la cocina. Acarició su vientre sin pensar y sintió una chispa de algo distinto al miedo.
—Si debo enfrentar esto, lo haré. Por mí, por ellos... y por esta vida que ahora depende de mí. —
Cerró los ojos, respiró profundo y decidió que, aunque el camino fuera incierto, no se rendiría.
***
Uy uy uy!
Que tenemos?
= un bebé!
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