Capítulo 4
Sus largos cabellos mojados venían en forma de cascada, cubriendo sus senos, su piel mojada y blanco brillaba con las gotas de agua sobre sí, su silueta bien diseñada, su barriga lisa, su ombligo, sus piernas largas y lisas y su triangulo de pelos negros.
Yo la miraba sin percibir que miraba, sin darme cuenta de que ella ya estaba a medio paso de mí, con la mirada penetrando en mí. Una mirada de desafío, provocación.
No conseguía dejar de encarar el cuerpo de ella, era absurdo!
Mis ojos estaban atentos a los detalles, las pecas que ella tenía en los hombros donde la piel era blanca... Yo quise decir algo, yo quise salir corriendo, llevando sus ropas para concluir mi venganza, pero cuando hice mención de moverme, ella, en un movimiento con las manos, llevó los cabellos para tras, distraídamente... Y yo vi sus senos redondos y sus pezones rosadas, duras, y la piel erizada.
Aquella visión me causó un shock, yo sentí una descarga eléctrica dentro de mí de manera avasalladora! Mi estómago se contraía y yo tenía dificultades en controlar mi respiración.
- Estás ruborizada, señorita - dijo ella extendiendo los brazos y cogiendo las ropas de mi mano, no ofrecí la más pequeña resistencia, sólo dejé mis brazos caer.
Ella tomó las ropas y las tiró en el suelo. Continuó a encararme en los ojos y se aproximó más, quedamos a sólo algunos milímetros de distancia, yo casi podía sentir su cuerpo, sentía su olor.
Me ericé entera y con shock percibí que mi íntimo comenzaba palpitar violentamente. Cerré los ojos y trinqué los dientes con tanta fuerza que temí quebrarlos.
Con los ojos cerrados y paralizada, sentí sus labios rozaren mi oreja y susurrar:
- Quieres nadar conmigo?
Yo me vi derritiendo delante de la propuesta y del toque sus labios, ya no respiraba más. Abrí los ojos asustada, perturbada.
Entonces salí corriendo hecho un niño aterrado.
*********
"Oh Dios, oh Dios, que fue lo que me pasó?"
Fui haciéndome esa pregunta durante todo el trayecto hasta la casa, yo temblaba incontrolablemente, transpiraba y aún no había conseguido controlar mi corazón.
Fui directo para el cuarto, ignorando todos los que estaban por allí en la sala de estar conversando animadamente. No procesé siquiera una palabra de lo que dijeron cuando me vieron.
Cuando di por mí ya me apoyaba en la puerta del cuarto, cerrando los ojos e intentando respirar hondo.
"Que fue lo que ocurrió allá?"
Me asusté con el toque de la puerta:
- jen, está todo bien contigo? - fue la pregunta preocupada de Marie.
Respiré hondo más una vez antes de abrir la puerta:
- Por qué esa preocupación? - hablé ya recompuesta:- Y sabes que no me gusta que me llames jen.
- Disculpa, es que pasaste sin hablar con nadie, estabas pálida y...
- Estoy perfectamente bien, Marie, ahora, por favor, déjame en paz, sí?!- Dije cerrando la puerta.
Pasé el resto de la tarde esquivándome de todo y de todos, participé de un encuentro a la noche, sabía que todo era mejor de que quedar sola. Si quedara, yo corría el riesgo de pensar en lo que había ocurrido en aquella cascada. Pero yo no paraba de pensar en aquello, en aquella mujer, en el cuerpo de aquella mujer, en la reacción de mi cuerpo a aquella mujer.
- Estoy quedando loca!- me vi diciendo en un susurro vez u otra.
Durante la cena yo hasta conversé un poco con el resto del grupo, percibí que tenía hambre y no podía negar que la comida hecha por la mujer rubia era muy sabrosa.
- Entonces jennie, que te está pareciendo éste fin de semana inusitado? - preguntó krystal.
- Inusitado - respondí secamente sin siquiera mirarla.
Nunca fui simpática, y en aquel momento entonces yo no hacía la más pequeña cuestión de forzar algo gentil.
Percibiendo que todos me miraban ahora de manera inquisitiva, me levanté:
- Buenas noches.
Salí a pasos firmes, sin embargo, en vez de dirigirme a sala o a mi cuarto, fui a la cocina.
- Necesito de un café - dije recostándome en un mostrador de madera rústica.
La mujer robusta de nombre Clara se volvió para mí con una sonrisa amable.
- Te lo preparo en un minuto, mi hija - dijo entonces estrechó los ojos sobre mí:- Está todo bien, querida?
- Mira, sólo hágame el café, sí!- dije impaciente.
Ella rió:
- Ustedes jóvenes son todos igualitos. Hija mujer es un bicho difícil de lidiar - ella hablaba mientras quedaba de espalda con los preparativos de mi café.
Yo me acordé de la chica rubia que vivía a las vueltas con la señora, sentí cierto remordimiento con la manera fría con la cual yo trataba la chica. A fin de cuentas, era sólo una niña.
- Tu hija no me parece una persona difícil de lidiar, está siendo injusta con ella - dije más para intentar hacer pasar mi mal estar.
Ella me miró espantada:
- Conoces a Lalisa? - preguntó curiosa.
- Claro - hablé impaciente. - No es la chica que está siempre ayudándote?
Ella rió:
- No, cariño - dijo volviéndose para el mostrador. - Mi hija es una...
- Dulce chica - oí la frase venida del otro lado de la cocina.
Di gracias a Dios por estar recostada en la otra extremidad del balcón al verme con la ojiverde allí, en medio de la cocina. Tenía los cabellos presos en una coleta bien en lo alto de la cabeza, usaba una camiseta blanca y un jeans oscuro.
- Que haces aquí criatura? - preguntó Clara antes de ser abrazada y besada en el rostro por Lalisa
- Vine a tomar tu café! Crees que ese olor no llega hasta mi cuarto? - habló acariciando el rostro de la señora.
Clara entonces me miró, yo aún estaba paralizada:
- Ésta es Lisa, mi hija. La razón de mis cabellos blancos.
Lisa me miró con aquellos grandes ojos verdes y traviesos:
- Ya nos conocemos - habló. - No es así?
Yo la fusilé, odié su mirada burlona, y odié a mí misma por las recordaciones inmediatas.
- .... Ya tuve el azar de conocer su hija - dije intentando controlar el temblor en la voz.
Clara se rió con gusto.
- Más una amiga para tu colección, hija?- preguntó mientras me extendía la taza de café humeante.
- No, mamá - habló ella con su taza próximo a los labios y los ojos clavados en los míos. - No en éste caso - entonces ella tomó el café.
Clara se rió nuevamente.
- No lleves ésta niña a serio, querida, ella es una boba, salió igual al padre.
Yo ya no soportaba más los ojos de ella sobre mí, me hacían sentir contracciones, dolores en el cuerpo y falta de aire.
Sólo podía ser odio.
- Buenas noches.
Fue todo lo que dije antes de voltearme y dejar la cocina.
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