Aun sabiendo que la comida picante la hacía llorar, ella la necesitaba para sacar todas esas lágrimas retenidas. Algunos le dedicaron miradas de pena ajena y otro no les importaba en absoluto lo que le pasaba.

- Señora otro kimchi picante por favor -alzo un poco su voz-. ¿Por qué ellos lo permitieron? -se preguntó a sí misma-. Hay muchas maneras de ayudarlos -tomó el último trozo de kimchi y lo miró-. El casamiento no es una opción kimchi -y se lo comió de un bocado-. Genial, ahora estoy loca.

Y una pequeña risita llamó su atención. Al voltear vio a un chico parado a su lado sonriéndole.

- Aquí está su orden señorita -dejó sobre la mesa el plato con el kimchi picante sin borrar la sonrisa de su rostro.

Sun hee sintió un poco de vergüenza, el chico la había oído hablar.

- Gracias -bajo su mirada-. ¿oíste lo que dije hace rato?

- Si -fue sincero

- Oh -se regañó internamente por ser tan tonta-. Perdón

- No tienes por qué disculparte -la miró por unos segundos-. Todos pasamos por ese momento. Es bueno desahogarse...así sea con trozo de kimchi -nuevamente volvió a reír-. Disfruta de tu comida.

- Gracias nuevamente -le regaló una sonrisa.

Sun hee se desahogó por completo, miro su teléfono dándose cuenta de las miles de llamadas y mensajes de sus padres. Tomó una gran bocanada de aire y salió de aquella tienda preparándose mentalmente para el gran regaño que le darían en cuanto pusiera un pie en casa. Sabía que no podía esconderse el resto de su vida.

Caminó para tomar un taxi pero por la hora casi no había. A lo lejos pudo ver uno acercándose y no dudo en hacerles seña. Ya estando dentro del taxi le dio la dirección al conductor pero al verlo pudo ver nuevamente al chico de la tienda.

- Eres tú -y una sonrisa apareció-. ¿eres taxista?

- Si y tienes mucha suerte de que te vi -sonrió dulcemente-. A esta hora es muy difícil conseguir un taxi

- Lo sé -se sintió aliviada. No se explicaba como ese chico le inspiraba mucha confianza-. Creo que siempre te daré las gracias

- Eso creo -ríe-. Bueno, es hora de dejar a la hermosa princesa en su castillo -eso provocó que sunhee riera.

En el camino, ella le contó todo, fue relajante quitarse ese peso de los hombros, no pensó que necesitaría tanto a alguien que la escuchara. El sin duda lo hizo atentamente, además darle algunos consejos.

- Es aquí -indicó sunhee

- ¿aquí? -soltó un silbido por lo hermosa que era esa gran casa-. Es increíble

- Sí que lo es -se quedó un rato más en el auto. Estaba indecisa de entrar

- No tengas miedo -él se dio cuenta de su indecisión-. Solo sé fuerte y firme con tu decisión.

- Tengo que hacerlo -se animó.

- Eso es ¡fighting! , por cierto aquí tienes mi tarjeta -la sacó de su billetera y se la entregó-. Es para cuando necesites que alguien te escuche.

- Enserio muchas gracias -observó la tarjeta como si fuera lo más valioso.

Abrió la puerta pero antes de poner un pie afuera se devolvió hacia él.

- ¿sucede algo? -preguntó confundido

- No -negó sonriendo-. ¿Cómo te llamas?

- Ah -ríe leve ante la pregunta-. Soy jimin...Park Ji Min

- Yo soy Kim Sun Hee.

Unos minutos después bajó del auto, no si antes de despedirse de jimin. Empezó a dirigirse a la puerta de su hogar, suplicando al cielo que al instante de abrir aquella puerta, no se encontrara a sus padres.