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CAPITULO 5

Anteriormente

—Usted. —Tosió fingidamente, odiaba que le hablara de usted, pero la costumbre era más grande que mis ganas de hablarle de tu — Tú... Alex, también te ves muy... elegante esta noche. — Se inclinó, haciendo una reverencia y tomo el dorso de mi mano para besarlo lentamente sin despegar su mirada de mis ojos. — No tiene porque...

—Me agrada aparentar ser un príncipe cuando veo a una princesa. — ¿YO? ¿Una princesa? ¿Para el ser más encantador y lindo sobre la faz de la tierra?, seguro estaba soñando, las cosas en mi vida, jamás suceden así.

— ¿Princesa?... Se ha equivocado de chica.

—Veamos. — Puso mi brazo debajo del suyo y acaricio mis dedos uno a uno mientras bajábamos los escalones de su mansión hasta su automóvil. — ¿te llamas Amelia? — Asentí, abrió la puerta del lado del copiloto y me ayudo a entrar. — ¿Estas sobre mi auto y a ti te dije princesa? — Reí por lo bajo y él me secundo, asentí. —Alexander Micheletti jamás se equivoca, así que... obviamente eres una princesa. — Se puso de pie y beso mi mejilla, cerró la puerta y allí experimente por vez primera lo que era tener taquicardia, trataba de respirar normalmente, pero era imposible, Alex abrió la puerta del conductor y encendió el auto, no sin antes verme de nuevo y curvar tiernamente la comisura de sus labios. Quería parar mi corazón, me daba pena que lo pudiera escuchar, latía tan rápido y tan fuerte que me sentía incomoda de que no se parara de una vez por todas.

—Jov... Alex, ¿a dónde nos dirigimos?

—Creí que jamás lo preguntarías. —Me contesto sin despegar la mirada de la calle. — vamos a un restaurante, la comida es exquisita, seguro te encantara. — Trate de sonreír ¿un... restaurante?, no era la mejor yendo a lugares con clase, pero intentaría no dejar a Alexander en vergüenza.

Me preguntaba cosas sin importancias para evitar el silencio entre ambos, aunque para mí no era malo, al contrario, así podía verlo sin tener que hablar, como me iba en la universidad, cuantos años me faltaban para terminar, de que quería trabajar, fueron una de las preguntas que me hizo al principio. Llegamos antes de lo imaginado a aquel lugar.

— Llegamos. — Anuncio mientras estacionaba el auto, se bajó y abrió mi puerta. —¿Me permites? — Tomo mi mano y me ayudo a salir, puso mi brazo bajo al suyo y caminamos hasta la entrada. El lugar se veía realmente elegante, todo era de cristal, empezando por las puertas, eran enormes y había mucha luz. Un chico nos abrió la puerta para pasar y llegamos hasta donde se encontraba la persona que nos llevaría hasta nuestros lugares, era un señor de edad madura, que inmediatamente nos vio saludo a Alexander con gusto.

—Señor Micheletti, hace tiempo que no lo veíamos por aquí. — Saludo con una sonrisa en sus labios. — Se extrañaba su honorable presencia.

—Gracias Julián, yo también extrañaba tus bienvenidas. — Ambos dieron una pequeña risa, yo solamente sonreí, Alex no me soltaba del brazo

— ¿Mesa para dos, señor?

—Por supuesto, la mejor que tengas, tengo a una hermosa dama a quien impresionar. — Me miro y sonrió tiernamente.

—Ya veo señor ¿me acompañan?, por aquí por favor. — Nos guio hasta el final del largo pasillo lleno de pinturas con colores claros, no demasiado bellas para mí, me gustaba más el color fuerte que aquello, pero eran muy elegante. Las personas nos observaban al pasar, me sentía algo incomoda de que todas las miradas se posaran en mi persona, en cambio Alexander saludaba con un solo gesto en su rostro. El señor Julián, separo una silla y me indico que me sentara, lo hice y me acomodo hasta que estuviese en el lugar correcto, por ese espacio no había mucha gente, era un lugar demasiado reservado, estábamos al lado de una ventana y en medio de la mesa una hermosa rosa, una música lenta empezaba a tocar. — Enseguida viene alguien a tomar nota de lo que pedirán, si necesitan algo... no duden en ordenarlo.

—Gracias Julián. — Contesto Alexander.

—Con su permiso. — Dio una leve reverencia y se fue de nuestra mesa.

— ¿Y qué te parece el lugar, Amelia? — Tomo la rosa y la beso, después me la dio y sonreí.

—Hermoso, jamás había venido a un sitio parecido, parece que te conocen aquí, ¿no es cierto? —Se encogió de hombros.

—Solíamos venir mucho mis hermanos y yo, o sino mis amigos, la comida es deliciosa, no más que la que tu preparas, pero se le parece. — Un chico llego con dos cartas y nos la dio, Alexander enseguida ordeno yo... trataba de imaginar lo que aquellas palabras querían decir, era un restaurante francés, ¡todo estaba en francés!, apenas dominaba el inglés.

— ¿Y usted señorita? — Lance una mirada de auxilio a Alexander.

—Lo mismo para la dama. — El chico sonrió y retiro las cartas, se fue. Y nos quedamos de nuevo solos. — ¿Tienes idea de lo que pedí? — Negué, el solamente sonrió. — si no te llega a gustar solamente házmelo saber.

—Sí, gracias Alex. — Me quede viendo hacia la ventana y sentía su mirada en mi rostro, sabía que si volteaba me encontraría con sus ojos y no quería perder la memoria como lo hacía cada vez que me observaba fijamente.

— ¿Y... tienes novio, Amelia? — Volteé y sonreí, en ese momento llego el mesero con los platos y los puso en su lugar, vi mi platillo y se me quitaron las ganas de comer, aunque olía bien... se veía...extraño. El mesero sonrió después de dejar una botella de vino al lado y desapareció de enfrente nuestro.

Me quede viendo la comida por unos segundos, no me apetecía en lo más mínimo, pero tendría que comerla. Tome uno de los 3 tenedores que estaban a mi lado y lo observe, ¿sería ese el correcto?

—Sé que se ve raro, pero sabe delicioso. — Vi como él tomaba un bocado con facilidad y lo disfrutaba en su boca. Trate de imitarlo, pero estaba duro. Seguí comiendo, aunque a mi estómago no le había gustado mucho la forma de empezar esta cena. — No me contestaste Amelia.

—Disculpa, pero... ¿qué me habías preguntado? — Claro que lo recordaba, pero me gustaba ver que su seriedad avanzaba al momento de pensar en chicos para mí, era gracioso. Suspiro y sus ojos se miraron sin facción alguna.

— Que si tienes novio... ¿lo tienes? — Me encogí de hombros. — Oh Vamos, como no vas a saberlo. —dejo salir de sí mismo una especie de enojo. Aunque aún así se veía hermoso.

—Bueno pues... No, jamás he tenido novio y mucho menos salir con un chico.

—Pero... tienes amigos en la Universidad, ¿no? —Asentí

—Son chicos agradables, pero jamás he dado pie a una relación. —Quisiera describir el cambio en su rostro, parecía relajado, contento, hasta sus ojos habían brillado, ¿Que tan importante era que yo tuviese novio?, lo dejaría en ese mismo segundo con el simple hecho de estar con él —De lo que se pierden. — Continúo hablando. No hice mucho caso, seguí comiendo, pero no más de la mitad del plato, me sentía extraña comiendo aquello así que decidí dejarlo así.

— ¿Te molesta si dejo esto? — Mire el plato y rio un poco.

— ¿No te gusto? — Negué. — Ok. — Llamo al mesero y pidió que retiraran los platos y trajeran la cuenta, el tampoco había terminado.

—Alexander, puedo esperar a que termines, no es necesario irnos.

—Si no estás a gusto aquí, te llevare a otro sitio. — Saco de su cartera varios billetes y los puso sobre la mesa, era demasiado para dejar en un restaurante donde la comida se veía fea. — ¿Nos vamos? — Afirme y me puse de pie con su ayuda, tome la rosa, era la primera que me daba y no la dejaría allí. Salimos y un chico traía el auto de Alexander. — Gracias. — Dijo cuándo el chico le dio el auto encendido y el mientras tanto me ayudaba a entrar, aunque podía sola, me gustaba sentirme protegida por Alex. Emprendimos el viaje, no sabía a donde iríamos, pero no importaba estando con él.

— ¿Vamos a casa? —Negó.

—Me quedo algo de hambre y sé que a ti también, ni siquiera te comiste la mitad, así que iremos a un lugar que se te encantara. — Sonreí, era tan lindo. Aunque eso había dicho antes de que llegáramos al restaurante francés, esperaba no me llevara ahora a uno japonés.

Minutos más tarde nos encontrábamos enfrente de... una ¿pizzería?

— Una pizza hawaiana grande para llevar, con dos Coca-Cola... ¿Quieres algo más Amelia? — Aun no entendía lo que pasaba. Sonrió. — Es todo. — La señorita que atendía no tardó mucho en darnos el paquete que el paso hasta el asiento trasero del auto.

Manejo un poco más hasta llegar a un parquecito en el cual no había mucha luz, y no era necesaria, detuvo el auto y saco de la parte trasera la caja de pizza, me bajé de igual forma y me senté en el cofre.

—Wow. — Exclame divertida, abrió las Coca-Cola y me dio una, después la enorme caja de pizza y respiro profundamente, seguramente amaba ese olor de queso derretido tanto como yo.

— ¿Qué pasa? — Tomo un gran pedazo con el queso semi-derretido y la puso en una servilleta, me la dio y sonreí.

—Gracias... no sabía que todavía te gustara la pizza, hace años que no pides a domicilio.

Carcajeo y tomo la suya. Se sentó a mi lado y dio un mordisco a su pedazo de pizza con piña.

—Ya sabes, a mamá nunca le gusto que comiéramos pizza. — Reí y también mordí mi pedazo, sabia mil veces mejor que aquel platillo en ese elegante restaurante.

— ¿Te digo algo? — Voltee a verlo devorar cada pedazo con desesperación, volteo a verme y asiento. — La hawaiana sigue siendo mi favorita. — Rio por lo bajo. — Y esta noche la estoy pasando de maravilla... y... no era necesario que pensaras impresionarme pues, siempre lo has hecho, ahora mismo estoy impresionada de la persona con la que estoy. — exclame al recordar lo que le había dicho a Julián, el señor del restaurante, vaya que había hablado bastante, pero quería que lo supiera. —Gracias Alex.

Sin despegar la mirada de mis ojos beso mi mejilla con ternura y sentíuna descarga eléctrica recorrer todo mi ser..0,"pr��(�l�

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