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CAPÍTULO 34

Anteriormente

—Estoy lista, ¿nos vamos? — asentí, salimos y yo seguía con Tyler, quería decirle que me perdonara que su padre era yo, pero no lo haría hasta que Amelia me lo permitiera, hasta que ella decidiera.

Lo puse en la parte trasera de la camioneta y abroche su cinturón, me pase al volante y arranque.

—Tyler. — llame viéndolo por el retrovisor. — Te llevare a un parque muy lindo, el más bonito de todos, ¿quieres?

— ¡Si! —Grito gustoso, Amelia y yo nos miramos sonriendo de oreja a oreja. Me sentía en una película donde éramos la familia perfecta, la más hermosa familia feliz...

— ¿Ya mero llegamos? —Contando era la décima segunda vez que preguntaba desde que salimos de casa. Puse los ojos en blanco y reí.

—Faltan unos minutos más. — Respondí. — La espera valdrá la pena. —Amelia se encontraba pérdida viendo por la ventana de cristal, me recordaba la ocasión que salimos por primera vez y la lleve a aquel restaurante, del que casi ni siquiera ingirió alimento. Reí. —Ya llegamos, Tyler. —Dio un gritito y estacione la camioneta. Baje y abrí la puerta de su lado para desabrochar el cinturón y ponerlo en la banqueta. Me puse en cuclillas y despeine su cabello negro y ondulado, su sonrisa ahora era más grande observando los enormes árboles y el quiosco que estaba justo en medio— Ahora si, a jugar. — Susurre justo al lado de su oído.

— ¿Puedo ir allí? — Apunto al centro. Voltee y sonreí afirmándolo, el corrió todo el umbral para poder así llegar más rápido a su destino.

Me puse de pie junto a Amelia, quien veía detenidamente cada detalle de aquel lugar que seguramente reconocía.

—No creí que nos trajeras aquí. —Murmuro con los brazos haciendo una cruz. — Este lugar trae demasiados... recuerdos.

—Lo sé. — Confirme devorando su mirada. — Y también tiene parte de nuestro futuro. —Negó riendo.

—No lo creo.

—Amelia. —Dije en un suspiro. — Cuando entenderás que te amo.

—Alexander. —Cerró sus parpados fuertemente y puso la palma de su mano tapando mi boca. — No digas eso, yo... ya perdí el significado de ese sentimiento hacia a ti. — ¿Alguna vez se han caído de la montaña Everest?... Bueno más o menos eso creí sentir cuando ella menciono esas palabras. —ya estoy madurando, ya deje de hacer aquella niña atrabancada e ilusa que solía hacer las cosas sin pensar, ya deje de ser Amelia la chica soñadora y...

—Mi princesita que me enamoro... ya no está, ¿cierto? — Casi escuche el pasar de su saliva por la garganta, volteo a ver un punto muerto con los brazos aun haciendo una cruz en su pecho. — Vamos Amelia, sé que aún sigue mi princesita aquí dentro. — Puse mi palma justo en su corazón, inmediatamente volteo la mirada hacia mí y sus latidos fueron aumentando considerablemente, era como el tocar de un tambor, se escuchaba bastante bien y se sentía aún mejor allí como estaba. La ponía nerviosa, buena señal.

—Alexander, trato de estar dentro de mis estribos...

— ¿Ves? Porque no dejas que estemos juntos, que formemos una familia. —Rio con ironía y negó la cabeza varias veces, quito mi mano de su pecho y se puso frente a mí.

— ¿Aún crees en esas cosas?

— ¿Tú no? — Se encogió de hombros. — ¿Qué te pasa Amelia? —Pregunte con el ceño fruncido.

—Me pasa que después de cinco años vengas aquí a pedirme matrimonio. — Negó. —Y todo lo que sufrí yo... ¿dónde queda?

—Yo también sufrí, no eres la uncía víctima. — Conteste de igual manera. —Yo te amo Amelia.

— ¿Después de tanto tiempo? — Asentí. — Me parece ilógico.

—Jamás he dejado de quererte Amelia, y me duele pensar que mi princesita ya no está aquí...

— ¡Mamá! —Grito Tyler desde arriba del quiosco. Amelia volteo a verlo— Mamá, ¡ven aquí! —Pidió de nuevo. — Está muy bonito. — sonrió y agito su mano.

— ¿Cuando le dirás que soy su padre? — Su sonrisa desapareció y me observo con miedo— ¿No tiene derecho a saberlo?

—Sabe que tiene un padre y siempre le he dicho que lo ama, pero jamás quien es.

—Hasta hoy supe que era su papá pero ya lo amo, no crees que ambos tenemos derecho a reconocernos. —Bajo la mirada. —Amelia, tienes que entender.

—Lo se Alexander, pero es difícil... no sé cómo vaya a reaccionar, es muy pequeño aun, no entiende muchas cosas.

— ¡Vengan! — Grito de nuevo. Sonreí y tome de la mano a Amelia, corrí con ella hasta estar en el quiosco.

—Hace tiempo que no corría. —Se quejó Amelia tratando de controlar su respiración. — ¿Que ves Tyler? —Pregunto Amelia al ver al pequeño Tyler entretenido viendo como un niño jugaba con sus padres. Se puso en cuclillas y lo abrazo.

— ¿De verdad me contaras un cuento? — Menciono cuando lo puse en el suelo del living de la casa.

—Claro que sí, me se muchos. Pero antes debemos de cambiarte, ¿cierto Amelia? — Asintió. — Puedo...

—Adelante. —Dio su autorización para que después de cinco años por fin pudiese ver a mi hijo dormir tranquilo a mi lado.

Tyler tomo mi mano y me mostro el camino, su recamara estaba en la planta alta, el pequeño se encontraba emocionado de mostrármelo, era tan extraño tener a un niño tan cerca de mí y sonreír todo el tiempo por el simple hecho que él lo hacía que no podía expresar con palabras mis sentimientos.

—Esta es mi pijama favorita. —La tome en mis manos y la vi asombrado.

—Es genial, yo quiero una igual. — Trate de sonar sincero, aunque más que eso se veía chistosa.

—Cuando vayamos al mall buscamos para ti.

Puse los cinco y el choco con la palma de mi mano, su manita era pequeña en comparación. Lo ayude a cambiarse mientras me contaba lo que hacía en la oficina con su madre, me tenía riéndome como un loco, era grandioso saber las grandes aventuras de un niño en una oficina, vaya que hacia sufrir a la pobre de Martha. — Y mañana es mi cumpleaños. — Termino cuando le abotone la camisa de algodón.

—Mañana tendrás un gran obsequio de mi parte.

— ¿De verdad? — Asentí. — ¿Qué será? — pregunto curioso.

—Mañana lo sabrás, ahora duerme. — Lo puse bajo las sabanas y lo tape hasta más arriba de la cintura. — ¿Quieres que te cuente sobre la historia de una princesa? — Asintió, me acomode sobre la cama estando frente a él para no molestarlo. Sonreí, apague la luz alargando mi mano y deje la lamparita que estaba a su lado prendida. — De acuerdo. — Me aclare la garganta y empecé a hablar. —Esta es la historia parecida a la de la Cenicienta, ¿la sabes? —Asintió gustoso varias veces. —Solamente que esta vez la princesa era más hermosa y más buena que la Cenicienta.

— ¿Cómo se llamaba? — pregunto curioso con los ojos muy abiertos.

—Amelia. — Dije en un suspiro, y el grito fuertemente.

— ¡Como mi mamá! — Sonreí.

—Ella era una chica que trabajaba en una mansión muy grande, allí había cuatro hermanos que la querían mucho, pero una señora malvada. — Trague saliva al hablar así de mi madre, pero él no lo sabía, eso era lo mejor. — Allí había un príncipe. — Casi llegue a carcajear al llamarme a mí mismo de esa forma, y negué varias veces. — Ese príncipe estaba muy enamorado de la princesa que habitaba en su casa, aunque ella no sabía que era una hermosa princesa.

— ¿Porque? — Me encogí de hombros.

—A veces las personas no saben lo que son en realidad. Continuo. —Avise. — Entonces una tarde el príncipe y la princesa fueron a cenar pizza.

—A mí me gusta la pizza hawaiana. — Grito emocionado. Reí, "igual a su madre" Pensé.

—A la princesa también. —Ensancho más su sonrisa. — el príncipe le dijo a la princesa en un hermoso parque que la amaba, que quería estar siempre con ella, a pesar del tiempo, los hechizos, las personas malvadas y monstros que los quisieran separar. Porque muchas veces en el amor hay que luchar contra todo. —Me perdí en la historia, era MI historia y ahora se la contaba a mi hijo. Seguí al escuchar un sonido de su garganta. — Después el príncipe cometió un error, se fue de la mansión a una batalla muy grande y no llevo a la princesa, entonces los monstros quisieron apoderarse de ella, mientras que el amor de ambos seguía, pero un día el hechizo mayor entro en su corazón.

— ¿Qué hechizo?

—El hechizo de la duda, los hechiceros hicieronque ella creyera que el príncipe no la amaba más, pero él siempre la quiso. — Empezaba a bostezar, se veía tan débil. — Mucho tiempo después el príncipe llego de nuevoa buscar a la princesa. Ella tenía un hijo, un pequeño principito, ambos seamaban y el príncipe le quito el hechizo de la duda con... — Volví a verlo y ya dormíaplácidamente, apague la luz de al lado y bese su frente. —Con su amor. —Susurre. Me dirigí a la puerta y vi la silueta negra apoyada en la puerta de larecamara de Tyler.0a

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