El día del viaje había llegado, estaba emocionada pero a la vez nerviosa, no sabía que esperar de toda esta situación, tal vez hasta le diría a mi mamá que quería quedarme, tal vez no me gustaba para nada Los Ángeles y mi tiempo allá se volvería una pesadilla... Lo único que sabía es que debía ser agradecida y estar feliz pues fue Cory quien planeo el viaje, ¿acaso otra persona tiene un amigo tan especial como él?

Cuando al fin estaba en el aeropuerto, mis tíos, mis amigos, Sophia, en fin todos mis seres queridos habían ido a despedirme, menos alguien.

Si, esa persona era Cory.

Me sentía triste y sola a pesar de estar rodeada de gente solo porque él no estaba a mi lado... sé que él es del tipo de personas a quien no le gustan las despedidas y lo acepto, pero solo por ese día quería que las cosas fueran diferentes.

Espere hasta último momento para abordar el avión, al ver que hacían el llamado final, tuve que ir a la zona de embarque para así poder marcharme.

Ya cuando estaba a punto de poner un pie en el primer escalón de las escaleras del avión, escuché a la voz más dulce del mundo, la voz que más quería escuchar ese día llamándome...

—¡Enna!, ¡Enna!, ¡no te vayas aún!

Me detuve enseguida y me di vuelta, solo para ver a Cory corriendo para alcanzarme con una caja de bombones y una rosa en la mano.

No se pueden imaginar lo feliz que me puse, pero lo que más me alegró fue lo que me dijo cuándo me entregó los regalos...

—¿Sabes que no soy una persona amante de las despedidas, verdad?

—Claro, por eso ya se me habían quitado las ilusiones de que vinieras a despedirte de mí —dije, poniendo cara de tristeza.

—¡Pues no debiste ponerte así mi amiga bonita!, jamás, óyeme bien, jamás podré irme a ninguna parte sin despedirme de ti...

—¿Ni el día que te mueras? —dije en tono de broma.

—Ni el día que me muera , mi bonita, es más, a la única persona que quiero tener a mi lado cuando eso ocurra, es decir, dentro de sesenta años, es a ti...

—¿Me estás hablando en serio?

—Es lo más serio que he dicho en mi vida... Enna, te quiero y te quiero en mi vida para siempre... Ahora ve, te va a dejar el avión...

Solo le di un abrazo, le dije que lo quería y él me dijo en el oído muy despacio...

—Yo te adoro mi cielo, te adoro y quiero estar contigo el resto de mis días. Por favor, lee la tarjeta que tiene la rosa cuando estés dentro del avión.

En ese momento deje de abrazarlo y lo miré confundida, él me sonrió y me hizo señas para que abordara el avión, así que me subí al avión con una sensación extraña.

En cuanto el vuelo despegó, hice lo que mi amigo me había pedido y leí su nota.

Escrita con la caligrafía descuidada que podía llegar a reconocer aunque me diagnosticaran con Alzheimer, estaban escritas estas palabras:

«Enna, el día que comencé a buscar regalos para Sophia te dije que me había encontrado con el regalo de tu sonrisa, ¿cierto? Pues bien, esa no era del todo la verdad.

La verdad era que, si bien amaba tu sonrisa, más amaba la idea de poder besar tus labios.

Sé que esto te parecerá una locura, pero no puedo seguir ocultándolo: Te amo, Enna Smith y sé, o al menos quiero creer que lo sé, que tú sientes lo mismo.

Hoy me demoré en llegar porque anoche decidí terminar mi relación con Sophia. No era justo estar con ella si no la quería. No era justo hacer de lo nuestro un amor imposible cuando no era necesario.

Espero que, cuando vuelvas de Los Ángeles estés dispuesta a lanzarte, tomada de mi mano, a la aventura que significaría nuestro romance.

¿Qué me dices?, ¿te arriesgas a dejar atrás un amor imposible?

Espero que tu respuesta sea un gran y rotundo si».

Cory no había ido al aeropuerto tan solo a despedirse de mí.

Había ido para marcar el comienzo de algo nuevo, algo hermoso, lleno de confusión y de incertidumbre, pero hermoso...

Había ido para marcar el comienzo de algo que ni en el mejor de mis sueños pensé que sucedería...

Esa despedida, la despedida de Cory, fue el comienzo de nuestra historia de amor.