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Capítulo 5: Relación

La noche había sido larga, pero, teniendo en cuenta los acontecimientos que se dieron horas atrás, parecía que en un solo suspiro el tiempo hubiese avanzado en tan solo un pestañeo. Tanto Kleyn como Loretta habían invertido su tiempo juntos para apoyarse el uno sobre el otro, mirar a las estrellas y dejar que la magia del ambiente y el calor del momento los envolviese en un estado de bienestar, a la vez que de letargo mental. Fue por eso que, en cierto momento, mientras Kleyn se perdía en sus pensamientos, enumerando las veces que había pensado en Loretta, en decirle algo, pero no atreverse por la clara condición de edades y factores raciales que los distanciaban, recordó las ocasiones en las que Lina se había entrometido para confesarle que sabía lo de él y lo de sus sentimientos por su hija. Fue ese pensamiento que, sin darle tiempo a desarrollarlo más, lo llevó a recordar que tenía que volver a casa antes de que se hiciera más tarde.

Sumida en sus pensamientos, al igual que su compañero, Loretta disfrutaba del calor que desprendía Kleyn, y de poder estar más cerca de él de lo que nunca lo había estado, apoyada en su hombro. No esperaba ser perturbada por el hombre a su lado, quien la meneó de forma ligera para que despertara de su trance. Giró la cabeza y miró al tipo a los ojos, entre perdida y obtusa, parpadeó un par de veces para intentar despejar la mente.

― ¿Qué ocurre? ―preguntó con voz susurrante, relajada y un tanto apagada por el sueño.

― Es tarde, tenemos que volver a casa, o Lina me matará.

Loretta dio un largo bostezo y luego apretó sus ojos con fuerza, para despertarse por completo, o, al menos, intentarlo. Sacudió la cabeza también para intentar ayudarse en su tarea.

― Perdón, me he adormilado bastante. Sí, deberíamos volver, pero no creo que debas preocuparte tanto, a estas horas es probable que esté dormida.

Kleyn la miró dudoso de sus palabras.

― No sé yo si estar tan seguro de eso.

― Bueno, también puedes llevarme a mi habitación usando uno de tus portales, así no haremos tanto ruido como si utilizásemos la puerta de entrada.

Aun así, Kleyn seguía mostrándose dudoso de ello. Rememoró cierta noche en la que ellos vinieron al mismo lugar, y también se habían quedado más tiempo del esperado. Por si aquello no fuera suficiente, el plan que Loretta estaba proponiendo para regresar a escondidas, también era el mismo que había utilizado él, pero no había funcionado.

― No sé si sea buena idea. La última vez que intenté hacer algo similar, ella me sorprendió mientras intentaba hacerme el dormido tras dejarte en tu cama.

― Ya veo. ―dijo, pensativa― Pero tampoco tenemos otra opción, ¿verdad?

Este intentó pensar en alguna otra forma de eludir la percepción de la madre de la chica, mas no se le ocurría nada mejor que lo anterior mencionado. Resignado ante la imposibilidad de otro método, decidió apostar lo que tenían a la esperanza de que aquel plan funcionase en esta ocasión.

El albino se puso de pie y suspiró de manera profunda.

Aparecieron en la habitación de Loretta, la puerta estaba cerrada, así que el resplandeciente portal no iluminaría más allá de la puerta de madera, así evitaría una posible irrupción al sueño de Lina. El portal se cerró y ambos pegaron la oreja a la puerta para oír si Lina había despertado. No hubo ruido alguno, por lo que pensaron que no habían sido escuchados. Pasados un par de segundos en los que no oyeron nada de nada, se alejaron de la puerta un tanto más tranquilos.

― Ves, ―comenzó Loretta, susurrando― no ha habido problema alguno.

― Sí, puede que tengas razón y yo solo estuviera exagerando. ―concordó este, también susurrando― Bueno, hasta aquí llega la noche. ―concluyó― Creo que debo volver a mi habitación también. Mañana tendremos que seguir trabajando, y ya es tarde.

― Sí.

Kleyn tomó una de sus espadas y abrió un portal para ir a su habitación.

― Buenas noches. ―se despidió cuando introdujo un pie en el portal.

― Espera. ―dijo ella precipitándose hacia él.

Lo tomó del cuello y obligándolo a agacharse, y se puso de puntillas para buscar sus labios. Este se dejó llevar y la tomó por la cintura, atrayéndola un poco a sí mismo. Disfrutaron ambos de ese pequeño momento de intimidad, el cual acabó en el momento en el que Kleyn apoyó su mano en la mejilla de Loretta y la separó de sí de forma lenta. Ella abrió los ojos de forma calmada y los posó sobre los de Kleyn.

― Ahora sí. ―concluyó― Buenas noches. ―se separó de él dando un par de pasos atrás.

Aquello provocó una sonrisa tonta en el rostro del pelirrojo, quien se metió en el portal lentamente mientras miraba a Loretta.

― Buenas noches. ―repitió, algo atontado.

La chica rio por lo bajo y, cuando el portal se cerró, se metió en la cama hasta apoyar la cabeza sobre la almohada y cerró los ojos con una notable sonrisa en el rostro.

Por su parte, Kleyn también se metió a la cama después de desvestirse. Dejó sus espadas a un lado y se cubrió con su manta.

― Puede que Loretta tuviera razón, creo que esta vez Lina no nos descubrió. ―dijo para sí, en voz baja. Hay que admitir que, a veces, hasta tú tienes que tener un poco de suerte.

De pronto, la puerta de su habitación se abrió de forma contundente, sin llegar a golpear la pared. Esta no es una de esas veces.

― Solo quería pasarme un momento para decirte que sí me di cuenta de que ustedes llegaron tarde, y tranquilo, no hace falta que me digas nada, sé que me estás escuchando. Y eso para mí es suficiente, porque mañana te voy a dar un largo sermón. ―advirtió alargando la primera silaba de la penúltima palabra.

No hubo respuesta alguna, pues sabía que de nada servía decirle algo. Ambos habían sido atrapados con las manos en la masa, y ahora tendrían que cargar con ello.

Lina abandonó la habitación y cerró la puerta. Desde la cama, Kleyn oyó como la mujer también abría la puerta de la habitación de su hija.

― Y tú también, jovencita. Ahora tienes diecisiete años y eres igual de culpable que Kleyn por llegar tarde a casa. Así que también vas a recibir el sermón. ―dejó un momento de pausa en el que no hubo respuesta de la otra parte, ni falta que hacía― Buenas noches. ―y cerró la puerta.

Esa noche fue la primera en la que ambos habían sido atrapados. Tal vez el sermón sería más corto ahora que se dividiría en dos, o ahora que su hija era mayor y que, por ello, no hacía falta decirle ciertas cosas que a una niña pequeña sí le harían falta.

Se equivocó.

Por la mañana, justo antes de salir, Lina estuvo esperando a ambos sentada en una de las sillas de la mesa del comedor. Kleyn había sido el primero en darse cuenta cuando asomó la cabeza por la rendija entre la puerta de su habitación y el marco. La vio allí, de cara, y vio que ella lo había visto al asomar el ojo. Eres el maldito forjador, ¿de verdad vas a decirme que después de los milenios que has vivido, una mujer adulta va a atemorizarte? En lo que a él respectaba, Lina podría ser una mujer adulta común y corriente, pero también era una madre, y eso era algo que cualquiera en su sano juicio tendría que tener en cuenta.

El tipo sabía que no podría resguardarse tras la puerta de su habitación de forma indefinida, así que hizo acoplo de sus agallas y salió de su habitación para enfrentarse a su destino. Saludó a Lina de forma cordial, pero ella no dijo nada. Estaba sentada, de brazos cruzados y con una expresión seria. Kleyn tomó asiento, a la espera de recibir el sermón prometido. Fueron pasando los segundos, y Lina no parecía mostrar interés alguno por decir nada. Más su porte no cambiaba en lo más mínimo. El pelirrojo miró a ambos lados, algo confundido.

― ¿Estás esperando algo para comenzar a hablar? ―preguntó, ya por mera curiosidad.

― Sí, estamos esperando que mi hija, quien, por cierto, está espiando por la puerta, ―en ese momento, Loretta cerró su puerta de forma rápida y, sin darse cuenta, produjo más ruido del que hubiese querido― venga aquí también. ―acabó la frase.

Después de ese absurdo intento por eludir a su madre y al discurso que estaba a punto de darles a ella y a Kleyn, decidió salir a afrontar sus miedos. Saludó a ambos, dándoles los buenos días, y se sentó junto a Kleyn. Solo entonces, Lina apoyó sus brazos en la mesa y entrelazó los dedos de sus manos. Así dio comienzo el sermón a ambos, en el cual hacía mención que ambos ya eran personas mayores como para no percatarse de cosas tan simples, que ni siquiera preguntaron si podían estar fuera más tiempo, aunque sea para avisarle a ella que volverían más tarde de lo esperado, y que lo que había pedido tampoco era algo complicado. Así fue como la charla unilateral se extendió por un periodo de veinte minutos, en los cuales, tanto Kleyn como Loretta solo podían escuchar y asentir o negar, según lo requiriese el contexto del tema.

Cuando todo acabó, Lina dio un suspiro, y procuró por ambos que los dos hubiesen aprendido la lección. Dio un cierto suspiro y luego volvió a sonreír, como siempre lo hacía.

― Bueno, dicho todo eso, ―su tono ya se había vuelto suave― quiero saber qué fue lo que ocurrió anoche cuando ambos se fueron, y el por qué tardaron tanto.

Los dos, quienes habían estado bastante rato con la cabeza agachada, levantaron la mirada de golpe al oír esa pregunta y se miraron el uno al otro durante un momento, esperado que alguno se ofreciese a decirle a Lina lo ocurrido la noche anterior. Por el amor de dios, ustedes son un par de cobardes que temen tomar responsabilidad de sus actos y demostrar una posición seria en referencia a sus elecciones. Solo díganselo y ya. Nunca era del agrado de Kleyn tener que escuchar a la irritante voz en su cabeza, sabía que Loretta no podría escucharla, y que eso sería mejor para ella, porque la voz tenía razón en lo que decía, y esa verdad dolía, porque le hacía recordar a Kleyn a todos aquellos enemigos a los que abatió el mismo, y que debería de sentirse avergonzado por siquiera plantearse eludir esa situación.

Un gesto en el rostro del albino le indicó a la chica que sería él quien hablaría, ella asintió, conforme con la elección que el tipo había tomado.

― Lina, anoche, al final, decidimos no ir a bailar, resulta que nosotros... ―comenzó él.

― Kleyn y yo nos besamos. ―interrumpió Loretta de golpe. Esa no me la esperaba, parece que alguien tiene más pelotas que otro que yo conozco.

Al momento, Kleyn se giró hacia ella con los ojos bien abiertos, sorprendido por la repentina confesión de la chica. A decir verdad, ella también se había sorprendido a sí misma. No se esperaba que aquello saliera de sí misma de forma tan directa y, incluso, agresiva.

― Perdón, ―dijo al ver la mirada de Kleyn al lado suyo― me dejé llevar sin querer. ―su cara se había puesto roja de golpe.

― ¡Por fin! ―exclamó Lina― No saben lo aliviada que me siento al poder oír que finalmente decidieron dar el paso.

― Espera, ¿sabías que sentía algo por mí? ―dijeron el tipo y la chica a la vez, apuntándose el uno al otro.

― Por favor, se veía a millas que entre ustedes iba a surgir algo. ―miró a Kleyn― Cómo no voy a ser capaz de conocer a mi propia hija y aquello que quiere, cuando se le ve en la cara que daría todo lo que estuviese en sus manos para estar a solas contigo. ―Kleyn miró un momento a la chica, sonriendo, y esta no pudo evitar sonrojarse al escuchar como su madre decía ese tipo de cosas embarazosas. Luego, Lina dirigió su mirada hacia su hija― Y cómo no voy a conocer al tipo con el que trabajo cada día y al que veo observar a mi hija cuando se va a vender panes, que parece que tiene miedo de que se pierda por el camino, y que espera con ansias a que ella vuelva solo para contemplar su sonrisa mientras le da el pan para que recargue la cesta. ―en esta ocasión, fue Kleyn quien se sonrojó, mientras Loretta lo miraba con una sonrisa de burla― No saben el gusto que le da a esta mujer el saber que por fin van a ser sinceros el uno con el otro y con sus sentimientos.

Aquello había dejado pasmados a ambos al saber el control que ella tenía sobre la situación, y así lo percibió Lina al ver los rostros de ambos.

― No sabía que estarías tan contenta de que algo como esto ocurriera, ni que estuvieras tan interesada en ello. ―comentó Kleyn al observar lo mucho que esa mujer se había interesado por el tema.

― Créeme, cuando era mucho más joven, me di cuenta de que yo le gustaba a Joe, y él me gustaba a mí, pero él no se había dado cuenta de ello. Me tardé varios meses en que pudiera verlo. Casi le tuve que escribir un cartel para decírselo, pero, al final, todo salió bien. Es porque yo veía esta misma situación en ustedes dos, solo que ninguno sabía que el otro lo quería. Y que el desenlace se haya producido es muy gratificante. Pero bueno, tenemos que ir a la panadería, que a este paso abriremos tarde, así que vamos. ―dijo levantándose de su silla.

Cómo de costumbre, los tres fueron a la tienda para abrir y realizar las preparaciones cotidianas que solían realizar antes de tener listos los panes para vender. Loretta estaba llenando la cesta con panes para salir a venderlos, pero, para su sorpresa, su madre la detuvo un momento y tomó la cesta.

― A partir de hoy, yo me encargaré de vender pan en las calles. Ahora que ustedes se han confesado, puedo dejarlos solos sin temor a que los sentimientos de ustedes los pongan en una situación incómoda.

Kleyn asomó la cabeza por el borde de la puerta de la cocina, con rostro extrañado, y Loretta se giró un momento hacia él, también con expresión similar. No sé dijeron nada, pero ambos comprendieron que estaban pensando lo mismo.

― Pero, mamá, antes también podíamos estar los dos solos durante un largo rato sin que ocurriera nada ni nos sintamos incómodos.

― Tal vez, pero ahora es seguro que no ocurrirá nada incómodo entre ustedes dos, después de todo, solo acaban de descubrir los sentimientos del otro hace unas cuantas horas. ―dichas aquellas palabras, la mujer tomó la cesta y se fue a rondar por la ciudad.

La tienda ya estaba abierta al público. Loretta sabía que tenía que tomarse su nueva posición de forma seria. Le agradaba la idea de estar a solas con Kleyn, y más ahora que ambos se habían declarado, pero no se dejaría distraer por ello. Sabía que su madre esperaba que tomase responsabilidad de su nueva tarea, y se dijo a sí misma que así sería.

Los primeros clientes aparecieron. Estos se mostraron sorprendidos al ver a la joven en lugar de su madre, pero ya la conocían, así que no les supuso un rostro desconocido para ellos. Al principio, varios le preguntaron el motivo de su presencia, en lugar de la de su madre. Les explicó que, al parecer, ella quería que se su hija adquiriese experiencia dentro de la tienda para que algún día pudiese ocuparse de ella. Otros ya sabían acerca de ello, pues Lina les había dicho a algunos clientes que aquella idea estaba rondando su cabeza.

En las primeras ocasiones, Loretta se sintió un tanto nerviosa, solo por ser aquella su primera vez sola detrás del mostrador. Sin embargo, desde fuera no se la veía nerviosa, ya conocía a la mayoría de clientes, y, además, era buena ocultando sus nervios.

Acercándose el medio día, hubo un momento en el que no había nadie. Había pasado un cuarto de hora, y la joven no había visto un solo alma entrar por la puerta. Fue por ello que decidió asomar un momento la cabeza por la puerta de la cocina para ver qué hacía el pelirrojo. Kleyn se encontraba dándole pequeños cortes a unas barras de pan para meterlas en el horno, cuando notó la mirada indiscreta de la chica.

― ¿Qué tal va tu primer día como vendedora? ―dijo con una sonrisa, pero sin dejar de centrarse en la acción que estaba realizando.

Ella se apoyó de espaldas en el marco de la puerta, para poder ver a Kleyn y también la entrada de la tienda.

― Pues no he tenido ningún inconveniente por el momento. Ahora mismo no hay nadie, así que quise mirarte un rato.

― Ya veo. Pues deléitate conmigo, entonces.

Se fijó en el detalle que ponía en cada una de las barras que hacía, parecía estar centrado en su tarea, o, simplemente, le gustaba ser detallista.

― Veo que te has entregado a la labor de ser panadero.

― Hay que ser dedicado para que a la gente le gusten nuestros panes.

― Me alegra saber que esperen que hagamos un buen trabajo. ―alagó la chica― Oye, Kleyn, hay algo que quería preguntarte. ―este se giró hacia la chica, a la espera de oír sus palabras― ¿Cómo es que mi madre sabía lo que sentías por mí?

Este acalló una pequeña carcajada.

― Pues, resulta que en más de una ocasión acabó por fijarse en la forma en la que te miraba. Un día vino a decirme eso, y que sabía lo que esa mirada significaba. Cómo era de esperarse, reaccioné un poco alarmado por la idea de que ella sacase conclusiones precipitadas. Pero, al parecer, se lo tomó de buena forma. Me dijo que así era como Joe la miraba a ella, y que por eso sabía que el cariño que te tenía se había convertido en algo más. ―aquello hizo que la joven desviase la mirada un momento, un tanto sonrojada― Me alegró saber que a ella no le molestaba eso, pero desde ese día comenzó a insistir en que te dijese algo, a pesar de que pudiese recibir una respuesta negativa. Aun así, nunca me atreví.

La joven no pudo evitar aguantarse una pequeña risita al pensar que Kleyn también se había sentido inseguro, le resultó irónico que ambos estuviesen en la misma situación.

― Es curioso. ―comentó, retomando la compostura y llamando la atención del pelirrojo― Es como si mi madre hubiese estado planeando esto desde las sombras sin que ninguno de los dos sospechase nada.

― La verdad es que sí. A veces tu madre llega a sorprenderme bastante en muchos sentidos. Aunque me sigue resultando curioso que ella nos incitase a estar juntos, es decir, soy mucho mayor que ella, llevo viviendo milenios, soy casi un desconocido para ella.

― Kleyn, ―dijo esta, llamándole la atención― llevas viviendo con nosotras poco más de siete años, eso sin mencionar que nos veíamos todos los días desde que tenía cinco años. Hace mucho que dejaste de ser un desconocido para mi madre.

― Lo sé, lo sé, es solo que es la primera vez en mi vida que tengo una relación así.

― ¿Qué quieres decir? ¿Con una chica mucho más joven que tú?

― No, me refiero a que nunca antes había tenido una relación tan cálida. Eres la primera chica con la que he pasado más de cinco años de mi vida a su lado, y se siente extraño confesar un sentimiento que ha ido germinando con el paso de los años, es... ―miró a la chica a los ojos, sentía que podía perderse en ellos― realmente agradable.

Ella se rio y se acercó hacia él para darle un pequeño empujoncito en el pecho, luego apoyó su cabeza en él, mientras seguía sonriendo. Kleyn quiso abrazarla en ese momento, pero sus manos estaban llenas de restos de masa y harina, así que hizo un gesto raro con ellos sin llegar a tocarla con las manos.

― No sabes lo feliz que me hace saber que también te sientes de la misma forma que yo. ―dijo en voz baja.

― A mí también. ―correspondió este.

Loretta levantó la mirada hacia el tipo, el cual le estaba sonriendo, y se dejó llevar por la mirada de este, sumergida en aquellos profundos ojos rojos que parecían las llamas del mismísimo sol. Se colocó de puntitas y cerró los ojos, amagando con besarlo. Este hizo lo mismo y se acercó a sus labios, ya casi podían sentir la respiración del otro sobre su piel, cuando el sonido de la campanita de la puerta de la tienda los hizo separarse un par de centímetros. Afortunado, como siempre.

― Creo que tenemos un cliente. ―dijo sonriendo, pero con una clara expresión de disgusto en sus ojos por ser interrumpida― Debo ir a atender.

― Claro. ―correspondió este.

Estuvo a punto de irse a atender, pero antes de hacerlo, dio un pequeño brinco, tomando a Kleyn del hombro, y dándole un beso fugaz en la mejilla. Luego se fue rápida a tomar atención al cliente, dejando de nuevo solo al tipo en la cocina, con una sonrisa tonta en su rostro.

Desde ese día, Loretta y Kleyn comenzaron a tomar cargo de la tienda. Lina se acostumbró a volver a las calles, ya casi se había olvidado de lo bonito que era salir a estirar las piernas y ver a la gente paseando por la plaza del pueblo, ver correr a los pocos niños que habían en Mathel y saludar a los más conocidos. Mientras tanto, los otros dos disfrutaban de su tiempo juntos en la tienda, comentaban los chismorreos que algunos de los ciudadanos les contaban cuando venían. Uno de ellos en particular, la señora Cleotilde, una mujer mayor, quien le decía cosas como que su nieto le robaba algún huevo de su gallinero para llevárselo a escondidas a una chica que veía por el campo, cosa que le pareció tierna a la mujer, pero algo cómica a la vez, porque el chico tenía cinco años, y la chica tenía trece, y aquello parecía ser un amor imposible. Sonriente, Loretta le dijo que, a lo mejor, el día de mañana, su nieto podría llegar a sorprenderla. Ella no entendió muy bien a qué se refería la joven, pero Kleyn, que había escuchado desde la cocina, sí que lo entendió.

En varias ocasiones, ambos se iban temprano a abrir la tienda, antes de que Lina se despierte, así podían disfrutar de un pequeño momento sin clientes y sin la madre de la joven. Pero aquello no significaba que perdían el tiempo. Se ponían a preparar masa juntos, uno al lado del otro, y, a veces, se daban algún que otro empujón de caderas, de forma cariñosa. Aunque aquello no hacía más que desatar el comienzo de pequeñas guerras de masa o harina. En una ocasión, Lina llegó antes de que ellos se pudieran dar cuenta, y fueron sorprendidos con los rostros llenos de harina, aunque a Kleyn no se le notaba tanto. Ante esa escena, la mujer sacudía la cabeza, negando con una sonrisa en el rostro, pero en el interior aquello le agradaba, pues le recordaba días mejores en su pasado, cuando ella y Joe hacían lo mismo.

Durante las tardes libres de los sábados y los domingos, Kleyn y Loretta solían salir a pasear al bosque al que iban cuando la joven no era más que una niña pequeña. Allí se encontraban con Folsworf, quien los recibía a lametones. Aunque, a veces, no era aquel lobo el que los recibía, sino algún que otro animal salvaje los sorprendía y, ante esta situación, Kleyn los asustaba usando su fuego o haciendo bailar sus hojas. Aquello le hizo pensar que su compañera necesitaba mejorar las habilidades con las armas que, tiempo atrás, habían comenzado.

Lo primero fue conseguirle un arma que se adaptase a sus capacidades, así podían centrarse por completo en el adiestramiento de su uso. Así fue como, por primera vez, Kleyn llevó a la chica a su armería personal. Allí se encontrarían con un número casi ilimitado de armas colgadas sobre ganchos en paredes extensas y casi interminables. Como estaba claro para él que Loretta no destacaba por su fuerza, fueron directos a los pasillos donde se encontraban las armas ligeras. Kleyn examinaba con curiosidad algunas espadas cortas, como las espadas toledanas de hoja corta, o las cimitarras, o tal vez una gladius. Tomó una espada corta de doble filo común y corriente y fue a ver a la chica, la cual había estado paseando por la armería. Cuando llegó hasta ella, quiso ofrecerle la espada que le había buscado, pero se encontró con una grata sorpresa.

― Kleyn, mira esta. ―dijo la chica, mostrándole una espada ropera, o estoque. Una hoja recta y larga, muy ligera, y especialmente eficaz para atravesar a los adversarios.

Al verla con esa hoja en mano, Kleyn pensó que, tal vez, ella misma había dado con el arma indicada. Tiró la espada corta al suelo y le dijo a la joven que esperase ahí un momento. Salió corriendo a una velocidad sobrehumana, una que la joven nunca antes había visto. Volvió de la misma forma, y en sus manos traía una especie de daga.

― Ten, toma esta daga con la mano opuesta a la que esgrimas tu hoja.

Ella hizo caso, y con su mano izquierda tomó la daga que el albino le había entregado, esta era un poco larga y similar a la hoja de la espada ropera. Su guarnición mantenía la forma de una cruz, Kleyn le había llamado daga de bloqueo, y le aseguró que, junto con su espada, podría desarrollar un estilo de combate bastante completo.

Antes de comenzar a enseñarle los puntos básicos de la espada o, en este caso, la esgrima, Loretta tuvo que realizar entrenamiento físico para aumentar su aguante y resistencia. Así que, desde ese día, comenzaron a salir a correr alrededor del pueblo después del trabajo. Los primeros días fueron los más duros para la chica, pero no estaba sola, Kleyn la acompañaba y la animaba a seguir desde delante.

― Vamos, sigue corriendo, que yo a tu edad me recorría más de veinte kilómetros diarios. ―decía este mientras corría de espaldas, para poder ver a Loretta.

Esta parecía querer decir algo, pero la falta de aire se lo impedía.

― ¿Qué? ―preguntaba colocándose una mano al lado de su oreja para escuchar mejor― No te oigo. ―de nuevo, la chica intentó gesticular sus labios para expresar algo, pero era incapaz, solo emitía algún gemido por la falta de aire― Yo también te quiero.

Justo después de burlarse, Kleyn se tropezó con una piedra que estaba en su paso y que no había visto por ir de espaldas. Loretta consiguió dejarlo atrás. En una situación normal se habría reído, pero ni para eso tenía aliento.

Sin duda fue duro, pero consiguió sobrellevar esa etapa, hasta adaptarse al ritmo de trote y mejorar su aguante. Pero esto no significaba que tuviese que dejar de hacerlo, sino que podría reducir la frecuencia con la que repetía estos ejercicios. Así podría mantener su estado y hacer que su cuerpo permaneciese activo. Solo entonces comenzaron las lecciones de esgrima por parte de Kleyn. Lo primero fue mostrarle a Loretta la postura que debía de adoptar a la hora de enfrentarse a su oponente. Espalda recta, pie derecho al frente, junto con la mano que empuñaba la espada, en este caso, la derecha, mientras que con su pie izquierdo formaba un ángulo de noventa grados con respecto al pie derecho, y con su otra mano debía de sostener la daga por encima de su cabeza y detrás, con el brazo flexionado, listo para apuñalar en caso de que la situación lo requiriese.

Después de la postura, vinieron los movimientos básicos, como el ataque, la marcha, o los toques. A todos ellos se los hizo practicar una y otra vez. Para él, la postura era la parte a la que siempre dio mayor importancia, pues, según explicaba este, desde la postura es de donde nacen el resto de movimientos. Y si esta no se aprende de forma adecuada, debilitará el resto de acciones. La chica se mostraba bastante concentrada en sus prácticas, se notaba que le ponía empeño a su entrenamiento. Incluso entrenaba en aquellos momentos muertos en la tienda, cuando no venía nadie. Una vez, fue sorprendida por un cliente mientras sujetaba una barra de pan como si esta fuese su espada, se sintió bastante avergonzada cuando ocurrió, y Kleyn no ayudó mucho a resolver esto, porque se reía desde la cocina por su metedura de pata.

Los meses fueron pasando, y Loretta fue adquiriendo una postura sólida, sus movimientos eran naturales y fluidos, mas que antes. Para entonces, Kleyn ya le había enseñado los movimientos necesarios para poder luchar y defenderse. Así que ahí comenzaron las batallas de entrenamiento. Kleyn creaba clones para que estos le diesen a la chica un oponente con quien luchar, y a quien no tendría que tener el miedo de herir. Como era de esperarse, estuvo nerviosa al principio, al ser sus primeros combates, pero luego se animó a seguir y seguir, aprendiendo, combatiendo y entrenando.

Pasado un año entero desde el día que todo aquello comenzó, Loretta ya podía mantener una pelea prolongada con alguien. Aún tenía mucho por pulir, pero aquello era algo que solo la práctica resolvería. Desde entonces, Loretta siempre llevaría consigo su espada ropera, la cual disimulaba ser un complemento más de su vestimenta, debido a la funda y a la guarnición del arma, los cuales le daban a la joven un toque elegante, el cual destacaba por la simplicidad de sus ropajes.

Las siguientes ocasiones que fueron al bosque, Loretta pudo plantar cara a los animales salvajes que se enfrentaban a ella, al menos a los de tamaño medio, como los lobos hostiles, jabalíes y serpientes. Y siempre conseguía abatirlos sin tener que matarlos, pues no le gustaba la idea de quitarle la vida a un animal.

Pese a todo, aún era muy arriesgado para ella entablar un enfrentamiento contra un oso o un gorila, por lo que, cuando esto ocurría, Kleyn intervenía para encargarse de la situación. Aun así, ambos tomaban aquello como una victoria, pues, hace tan sólo un año, era impensable que Loretta intentase hacer nada contra cualquier animal. Pero ahora la historia era otra.

Cierto día, decidieron celebrar el progreso de la joven tomando una cita después de ir a trabajar. Lina estaba encantada con ellos, así que les ayudó a preparar la comida que se llevarían en una cesta de mimbre para después del mediodía. Cómo no podría ser de otra forma, los dos decidieron ir al mismo lugar que había visto varios de los momentos más importantes en la vida de ambos, aquel pico en el barranco que tenía hermosas vistas al bosque de abajo. Desde allá arriba, ambos podían disfrutar de un bonito sol y una agradable brisa.

La primera que se emocionó al llegar allí, fue la joven, quien fue directo al pico en donde se habían sentado en más de una ocasión, y se posó justo en la punta, a varios centímetros del borde. Cerró los ojos y abrió los brazos, dejando que la inmensidad del momento y el viento la abrazasen.

― Curioso, hace tan sólo un año no te habrías acercado ni dos metros del borde de ese barranco, y ahora te plantas ahí como si nada a disfrutar del aire.

Esta giró la cabeza con gesto alegre mientras que con una mano se apartaba el pelo de la cara, culpa del viento que provocaba que este se meciera.

― Me he atrevido a hacer muchas cosas este último año, no veo porque disfrutar de este sitio no pueda ser una de esas.

Kleyn la escuchaba mientras colocaba el mantel que había en la cesta y dejaba sus espadas y su mazo en los extremos para que no saliese volando.

― Eh, Kleyn. ―llamó la joven, quien le había lanzado su espada y daga.

Este había atrapado ambas en el aire. Las colocó también en una esquina del mantel. Cuando se quiso dar cuenta, la joven había bajado corriendo y había dado un salto hacia donde él estaba. También tuvo que atrapar a la chica en el aire, pero esta provocó que ambos cayeran al césped y rodaran por la inclinación de la tierra. Cuando se detuvieron, Loretta estaba arrodillada encima de Kleyn, y se le acercó sin previo aviso para darle un beso. Sintió como la enorme mano del tipo le acariciaba el cabello mientras que la otra la apoyaba en su cintura, todo fundido en ese momento de disfrute y de intimidad.

Poco a poco, la joven se fue separando de los labios del albino, y abrió los ojos para mirar los del tipo. No pudo evitar reírse tras ese beso. Se quitó de encima y comenzó a saltar en el césped y dar giros sobre si misma con los brazos abiertos, tanto su pelo como su vestido seguían la dirección del giro junto con ella.

Desde el césped, Kleyn se apoyó sobre sus hombros y se deleitó con la visión de la joven bailando. Se veía alegre disfrutando del momento.

Loretta se detuvo un momento para ver a Kleyn, le dedicó una sonrisa y apuntó su mano hacia él.

― Baila conmigo, Kleyn. ―Sí, baila con ella.

A decir verdad, no esperaba la intromisión de la voz de su cabeza, y de elegir, habría preferido que no hubiese dicho nada, pero no iba a arruinarle ese momento. De un brinco se puso de pie, se acercó hacia ella y se quitó sus botas para no pisarla por error con las suelas de acero y, de paso, estar más cómodo. Ella imitó al tipo y también se quitó su calzado. A modo de juego, ella se acercó a él y con la punta de sus pies acarició los de este. Ambos se rieron y se tomaron de la mano, mientras apoyaban la otra en el hombro de él y la cintura de ella. El viento dio comienzo a su baile, y este guiaba los pasos de los dos, a la vez que hacía ondear el cabello de la chica y hacía temblar la llama del tipo. Movían sus pies a la par, hacia delante, hacia atrás, a los lados y en direcciones opuestas. Giraban en torno a su centro mientas se tomaban de ambas manos, cuando Kleyn decidió tomarla de la cintura y alzarla con sus manos, haciéndola girar en torno a él. Ella se rio hasta que él la atrajo para sí y la abrazó, apoyando el rostro en su pecho. Ella sopló la llama de la cabeza del tipo para que no la quemase, y le rodeó la cabeza con sus manos, abrazándolo también, mientras le acariciaba la cabeza enterrándole su mano en el cabello.

Permanecieron un rato en esa posición, ambos se sentían a gusto, hasta que Kleyn oyó el rugido del estómago de la joven. La apartó un poco y la miró a los ojos.

― ¿Comemos? ―sugirió ella.

Se sentaron en el mantel y dejaron la comida encima de este. Había pan, queso, piernas de pollo, tomates y algo de pastel de postre. Llevaron una onza de agua para cada uno y unos cubiertos. Kleyn cortó el queso en cuadrados y los dejó sobre un plato. Loretta cortó un par de tomates en rodajas y los puso junto al queso. Comenzaron a comer sin ningún reparo. Kleyn hizo uno de sus pequeños trucos, tomó un cuadradito de queso y lo fundió encima de una rodaja de pan, luego se lo entregó a la joven.

― Gracias. ―dijo ella, tomando la rodaja de pan.

De un solo mordisco se tragó el pan con el queso. Al principio emitió un sonido de gusto al notar el queso derretido, pero, al momento, dio un pequeño quejido de dolor porque se había quemado. Comenzó a soplar rápido, esperando que el aire aliviase su quemazón. Por su parte, Kleyn comenzó a reírse sin parar. Molesta, la chica tomó un cuadradito de queso y se lo lanzó a Kleyn en la boca mientras se reía; dio justo en el blanco. Este comenzó a toser por la repentina intromisión del queso, y, por el contra parte, fue Loretta quien comenzó a reírse en esta ocasión. Lo tienes merecido. Cuando Kleyn se tragó el queso y consiguió recuperar el aliento, miró a la chica de forma desafiante, pero a los pocos segundos se echó a reír junto con ella.

Después de comer, se echaron sobre el mantel para dormir un rato. Loretta apoyó su cabeza sobre el pecho de Kleyn, y reclinó un poco las piernas. Mientras que el tipo permaneció de espaldas, con una mano detrás de su nuca, y con la otra rodeando a la joven, hasta dejarla en el hombro.

Al cabo de unas horas, Loretta despertó, lo primero que vio fue a Kleyn dormido y a una mariposa encima de su nariz. Ella contrajo su rostro en una expresión de ternura y acercó un dedo para que el insecto dejase la nariz del albino. Para su sorpresa, lo hizo, cambió a la mano de la chica segundos después de acercar su dedo a la nariz de él. Sin dejar de estar recostada en el pecho de Kleyn, se acercó a la mariposa para verla mejor, y fue entonces que Kleyn dio un fuerte estornudo, el cual provocó que la mariposa huyera volando, mientras Loretta veía como se alejaba poco a poco hasta perderse entre los árboles. Por su parte, el albino se desperezaba a la par que bostezaba para acabar de despertarse.

― Bienvenido, dormilón. ―saludó la joven desde el pecho de este.

Pero, al parecer, aún seguía algo somnoliento.

― Eh, qué... oh, buenas... ―respondió este.

Ella se rio y volvió a recostar su cabeza mientras disfrutaba del agradable calor corporal del tipo.

― Se siente bien. ―dijo, con los ojos cerrados mientras se dejaba llevar por el gusto de estar con el hombre al que quería― Podríamos quedarnos así por horas.

― No me quejaría de ello.

El sol no daba mucho calor en ese momento del día, sino que solo se dedicaba a iluminar, pero una nube lo tapaba y resguardaba a ambos bajo su sombra. Mientras que el viento de antes había amainado un poco, convirtiéndose en una brisa suave, la cual parecía acariciar la piel de ambos y los sumía en un estado de placer y tranquilidad.

― Aunque, tal vez, deberíamos volver.

Kleyn emitió un quejido al oír esa sugerencia.

― Vamos, ―persistió― nos hemos divertido bastante, pero ya es hora de volver.

Otro quejido fue lo que recibió por respuesta.

― Kleyn, ―repitió, alargando su nombre― ya volveremos. Pero ahora debemos irnos, vamos.

Tomó iniciativa y se levantó de su cómodo sitio para intentar que Kleyn también lo hiciera. No le resultó fácil, pero su terquedad hizo que el forjador la siguiera.

Aparecieron debajo del árbol que estaba a las afueras de Mathel. Querían caminar hasta casa, así se despejarían un poco de aquella siesta.

― Me gustó mucho nuestra cita, fue muy agradable.

― A mí también me gustó mucho. ―concordó― La próxima vez podría llevarte a algún lago para que nos bañemos juntos. ―comentó, picaresco, levantando una ceja.

Ella se rio y le dio un empujoncito al tipo.

― Oh, Kleyn.

Esperaba una respuesta por parte de este, pero se había parado de golpe y su rostro se había convertido en uno de estupefacción.

― ¿Kleyn? ¿Ocurre algo?

Este no respondió, solo apuntó hacia adelante con su mano derecha. La joven miró hacia esa dirección, y sus ojos no dieron crédito a la imagen que se encontraron. Mathel estaba sumida en el caos, gente huía por la salida del pueblo. Varios campesinos estaban corriendo lejos de las puertas, pero alguien los persiguió. Hombres de armadura con toques naranjas iban montados a caballo, persiguiendo a estos. Cargaban contra ellos con sus lanzas y los empalaban. Uno de ellos tuvo la fuerza suficiente para atravesarle el pecho entero a un anciano y elevarlo en el aire para luego deshacerse de su cuerpo con un simple movimiento de su lanza.

Loretta contempló horrorizada el panorama, y de inmediato pensó en su madre.

― Kleyn, tenemos que hacer algo. ―dijo con desesperación en su voz.

Este la miró, presuroso.

― Son muchos.

― ¿Y eso que importa? La gente va a morir.

El albino desató sus dos espadas y las tomó con decisión. Alzó una de ellas, apuntando al cielo. A su espalda comenzaron a aparecer decenas de clones, todo ellos en formación de flecha, justo después de Kleyn. Este abrió un portal a su derecha, y otro a su izquierda. Apuntó con sus hojas al de la derecha. Rápido, los clones se apresuraron a entrar en el portal indicado, uno a uno. Al cabo de unos segundos, uno a uno comenzó a salir por el otro portal. Ahora portaban armas consigo: espadas, lanzas, martillos y hachas. Cuando todos tuvieron un arma en mano, los portales se cerraron y Kleyn miró a Loretta de nuevo.

― Sí ellos son muchos, entonces, habrá que equiparar la balanza. ―se giró y observó al pequeño ejército de alter egos que había creado. Con sus espadas abrió dos portales delante de ellos― Bien, cubriremos las dos entradas al pueblo, así evitaremos estar en el medio del asunto y bloquearemos sus vías de escape. Si deben eliminar a alguien, ―hizo una pausa― no duden en hacerlo. ―apuntó a los portales con ambas espadas― ¡Adelante!

Al instante, los clones comenzaron a correr hacia esos portales. Varios clones pudieron atravesar los portales a la vez, pues estos eran más grandes que los anteriores. Kleyn se preparaba para luchar, iba a dirigirse al portal de la izquierda, cuando alguien haló de él. volteó para ver, y allí estaba la joven, con rostro serio.

― Kleyn, ¿estás pensando en dejarme aquí? ―este frunció el ceño, extrañado, y continuó observando a la joven― Es mi pueblo también, debo defenderlo. ―desenvainó sus dos armas― Tú me entrenaste, estoy lista para...

― Loretta, ―interrumpió él― ¿quieres venir conmigo o prefieres cubrir la otra entrada? ―ella le sonrió al oír eso.

― Cubriré la otra entrada e iré abriéndome paso lo mejor que pueda.

― De acuerdo. ―se acercó a ella para darle un beso mientras sujetaba su mejilla, sin soltar su espada. Ella correspondió el gesto, y le devolvió el beso al instante. Después de un momento, se separaron― Ten cuidado. Esta vez, no será contra un clon con quien pelearas.

― Sí, lo sé. ―comprendió― Tú también cuídate.

Kleyn asintió con la cabeza, y ambos se fueron al portal al que habían decidido ir. Ambos se colocaron en su respectiva fila hacia el portal. Justo cuando estaban por entrar, se dedicaron una última mirada con medio rostro dentro del portal, mirando por última vez a la persona que querían, hasta que el panorama cambió de forma súbita para ambos. Kleyn se encontraba en la calle principal. Cerca de él había varios guardias peleando contra sus clones.

Por su parte, Loretta había aparecido en la otra entrada, alzaba su espada ropera y mantenía la daga firme ante la aparición de cualquier enemigo. Solo veía a gente corriendo y gritando y algunos cadáveres de los ciudadanos a los que veía a diario. Sintió deseos de vomitar, pero sabía que no había tiempo para eso. Examinó a su alrededor en busca de algún enemigo. Al parecer, la entrada estaba limpia, pero, mas hacia adelante, vio a dos de los clones de Kleyn manteniendo una pelea contra dos guardias, cuando un tercero salió de una de las calles, preparado para atacarlos por la espalda. Decidida, corrió hacia él para evitar que eso ocurriese.

Sus enemigos se encontraban delante, estos estaban luchando contra dos de sus compañeros, iba a matarlos por la espalda y así continuar con el asalto al pueblo. Iba a cargar contra ellos, pero el sonido de algo acercándose lo hizo girarse. Tuvo que interponer su espada porque una mujer joven le había lanzado una estocada. Consiguió desviarla usando el filo de su espada, pero la hoja le rozó el rosto, provocándole un leve corte en la mejilla. Miró a la chica sorprendido de que esta quisiera hacerle frente, pero los ojos de esta no parecían mostrar duda, iba a luchar.

El hombre había detenido el golpe que le había lanzado. Loretta recogió su estoque rápidamente y se puso en guardia. Había apuntado al hombro, justo en el hueco entre la pechera del tipo y las hombreras, pero aquel desvío casi provoca que lo mate. Su oponente fue a arremeter contra ella preparando para descargar su espada desde arriba. Se hizo a un lado y movió la daga en su mano, trazando un arco desde la derecha hacia la izquierda, el cual se interpuso en el camino de la espada que venía hacia ella y la desvió, haciendo que esta cayera al suelo. En el mismo momento en el que el cuerpo del hombre se inclinó por la fuerza del ataque, ella clavó su espada en lo más profundo de su hombro, hasta atravesarlo. Este soltó un chillido al sentir el metal perforando su carne. Por inercia, soltó la espada con la que había atacado. De inmediato, Loretta sacó la espada de su hombro con su daga le perforó el otro, colocó su pie en el pecho del tipo y de un empujón lo dejó tirado en el suelo. Observó como apretaba los dientes y los ojos por el dolor, reprimiendo un grito de agonía. Tomó la espada que el tipo había dejado en el suelo y la tiró encima del tejado de una casa cercana. Una vez comprobado que él no sería capaz de usar sus brazos, y aunque pudiera, que no pudiese recuperar su arma, continuó corriendo hacia adelante para ayudar a los clones.

Mientras tanto, en la otra entrada al pueblo, Kleyn se encontraba cargando hacia un par de guardias que estaban a punto de atacar a uno de sus clones, el cual se encontraba ocupado manteniendo una batalla con un tercero. El primero de los dos guardias que vio al pelirrojo, interpuso su espada en el medio del camino para evitar ser rebanado por las hojas del albino. Al momento de interceptar el ataque, sus brazos flaquearon. La cantidad de presión ejercida por la carga de Kleyn fue mayor que la resistencia de los brazos de aquel tipo, lo cual provocó que su cuerpo desequilibrara y cayese al suelo. En ese mismo momento, Kleyn le dio una patada en el estómago al tipo y lo envió varios metros hacia la izquierda. El caballero que quedaba se quedó sorprendido al ver lo rápido que habían acabado con uno de sus compañeros. Tragó saliva, colocó la espada al frente e intentó que los brazos no le temblaran tanto. El albino podía ver claramente el miedo en los ojos de su oponente, no era de extrañarse al ver de primera mano como había derrotado a su compañero. Dio un pisotón en el suelo e intimidó al tipo, el cual reaccionó dando un paso hacia atrás. A su espalda apareció un clon que le atizó en la nuca con la empuñadura, lo cual lo dejó inconsciente, haciendo que su cuerpo cayera al suelo. Kleyn levantó la mirada y la dirigió hacia su clon.

― Buen golpe.

― Gracias.

― Ve hacia la plaza principal. ―apuntó hacia adelante, siguiendo el camino ligeramente serpenteado que llevaba a la plaza del pueblo― En algún momento deberías de encontrarte con Loretta. Yo iré por aquí, ―señalo al camino de su derecha― Iré a despejar la zona en donde se encuentra nuestra casa. Sí sobrevives para encontrar a Loretta, guíala hasta allá.

El clon asintió, pero, entonces, una espada salió de su pecho, haciendo que este bajase la mirada hasta ella, luego miró a Kleyn y desapareció. Tras la cortina de humo que dejó el clon al morir, se vio la figura de un caballero. Este se mostraba más fuerte y decidido que los otros dos anteriores. Miró a Kleyn con gesto desafiante, mas fue noqueado de la misma forma que el anterior por otro clon, el cual dirigió su mirada al original.

― No te preocupes, ya he oído lo que le dijiste al otro clon, ya me encargó yo.

Kleyn solo asintió y dobló en la izquierda, en dirección a la casa de Lina.

Loretta prosiguió con su camino, ayudó a los dos clones que tenía delante suyo, inhabilitando las extremidades de sus adversarios a base de estocadas. Estos dos se le unieron en su avance, y continuaron camino recto. Más adelante, vieron a un caballero que estaba intentando atacar a un clon que peleaba contra uno de sus compañeros. Al instante, uno de los clones que acompañaba a Loretta se lanzó por el tipo y le dio un martillazo lateral, el cual mandó al tipo a volar hacia un edificio y se quedó tirado en el suelo, inmóvil.

Sin decir nada, Loretta le dio un vistazo rápido al cuerpo del enemigo y luego continuó avanzando. El clon de delante, consiguió abatir a su oponente y se unió al pequeño grupo que se acercó a él. Juntos avanzaron sin problemas, mas el camino estaba lleno de cuerpos tirados por las calles, Loretta los veía con pesar a todos y cada uno de ellos. Personas que solía ver a diario en la tienda desde que había comenzado a ser ella quien se quedase allí, personas a la que saludaba cuando en su día libre los veía por las calles, personas cuyos nombres recordaba y que deseaba que hubiese alguien de sus familiares que también los recordase ahora que sus vidas se habían apagado.

Llegaron a la plaza, donde había varios caballeros amontonados, la chica contaba ocho de ellos y, bajo sus pies, muchos cadáveres de gente a la que conocía. Pero, esta vez, fue peor. Tirados en el suelo vio los cuerpos pequeños de aquellos tres niños que había conocido tiempo atrás, los únicos niños de Mathel en ese entonces.

Los caballeros los vieron al llegar por la calle en frente de ellos para entrar a la plaza. Se pusieron en guardia y avanzaron caminando. Loretta no se movía, solo estaba parada allí, mirando los cuerpos de los niños.

― ¿Loretta? ―preguntó uno de los clones al ver que los enemigos estaban acercándose y ella no respondía.

Sus oponentes ya estaban encima de ellos, los tres clones tuvieron que avanzar un poco para interceptarlos y evitar que llegasen a la chica, la cual parecía estar en shock. Un segundo caballero apuñaló al clon del martillo con su espada cuando este forcejeaba con otro, haciendo que se esfumasen y su arma cayera al suelo. Ambos miraron a la joven armada, pero también inmóvil y ausente. Sonrieron. Uno de ellos se acercó con su espada lista para realizar un corte en caída, seguro del miedo de la chica.

― ¡Loretta! ―gritó otra vez el clon para que esta reaccionara, pero la espada ya estaba por cernirse sobre su cráneo.

El caballero descargó su acero contra la joven, y, justo cuando este iba a caer sobre ella, un sonido de metales chocando y las chispas sobre sus cabezas cortaron el momento. Con un movimiento rápido de su daga, Loretta había desviado la espada del caballero. Este se mostró sorprendido ante aquella reacción rápida e inesperada. Aprovechándose de ese pequeño momento de incertidumbre, la chica recogió su espada y lanzó una estocada que atravesó el hombro derecho del tipo, provocando que este gritase de dolor. No contenta con ello, empujó su hoja hacia abajo ayudándose con la daga y apoyando el peso de su cuerpo sobre la ropera. Su hoja se liberó del cuerpo de su oponente, cortando carne y tendones. Lleno de dolor, el tipo se dejó caer al suelo, llevándose una mano al hombro.

Los otros caballeros se mostraron impactados al ver la escena, pero, aquel que estaba más cerca de la chica, no se dio ese lujo. Corrió directo a ella para atacarla con su espada. De nuevo, los metales chocaron. Loretta había cruzado su daga y su espada, formando una cruz y evitando que a la hoja enemiga la alcanzase. Mientras sostuvo el arma enemiga con la daga de bloqueo, su otra arma se sirvió de la hoja del enemigo si fuera un puente para deslizarse sobre esta hasta llegar a la mano de su oponente. El tipo soltó su arma, dio un grito, retrocedió y se tomó de la muñeca que le habían cortado. Con una expresión de dolor en el rostro, alzó la mirada y se fijó en la joven que lo había derrotado, los ojos de esta estaban enrojecidos y mostraban humedad, pero también mostraban un deseo de venganza en lo más profundo de sus pupilas. Cargó contra su enemigo, perforando el hombro de su mano ilesa y luego lo tiró al suelo de una patada en el pecho, recuperando su espada.

Tanto los clones como los hombres que forcejeaban contra ellos volvieron a mirar a la joven.

― ¡Salvemos Mathel! ―gritó esta, alzando su espada con gesto decidido en su rostro.

Los clones sonrieron al oír eso y llenaron sus cuerpos de llamas. El calor del fuego hizo retroceder a los caballeros.

― ¿Habéis visto eso? ―dijo uno de ellos.

― Son demonios. ―aseguró el otro, asustado.

Aquellas palabras, junto con aquella imagen de fuego, mermó la voluntad de los caballeros, los cuales dieron un par de pasos hacia atrás.

― Corred, insensatos. ―anunció uno de los de atrás.

De pronto, todos ellos dieron media vuelta y comenzaron a correr hacia la calle más próxima, justo en dirección opuesta a sus oponentes. Sin embargo, a sus espaldas solo hallaron a tres oponentes más exactamente iguales a los anteriores, a excepción de la chica. Dieron un paso atrás, alarmados. En eso, a uno de los presentes se le iluminó el pensamiento.

― No puede ser, ahora me he dado cuenta, esos hombres no son demonios, ―señaló a uno de los tipos de la llama en la cabeza― son clones del forjador.

Como si aquello fuese la plegaria para un mal presagio, los hombres volvieron a retroceder, esta vez, con mayor temor en sus corazones.

― Ríndanse. ―oyeron desde atrás, pronunciado por una voz femenina. Se giraron para ver a la chica, quien había avanzado un par de pasos al frente― Ríndanse ahora, ―colocó su espada apuntando al frente― o prepárense para luchar.

Estos tragaron saliva, se miraron los unos a los otros, buscando confirmar las intenciones que todos ellos tenían, y asintieron. Todos tomaron sus aceros y los dejaron caer al suelo en señal de rendición. Uno de los clones que había aparecido de la otra calle tomó una cuerda que traía consigo en la cintura y, junto con el resto, ataron a los caballeros de las manos, unos con otros para que no hicieran nada extraño. Loretta se calmó un poco al ver aquellos hombres atados.

Los clones que habían venido informaron al resto que el camino por el que habían venido había sido limpiado. Uno de ellos se acercó a Loretta para decirle algo.

― Kleyn fue camino a casa para limpiar la zona, me pidió que te lo dijera.

Ella cerró los ojos un momento y suspiró, necesitaba parar un segundo.

― ¿Cómo está la gente por el camino por el que vinieron? ―quiso saber.

El clon tornó su semblante serio.

― Hay varios muertos, ―hizo una pausa― bastantes. Pero hay sobrevivientes.

― De acuerdo. ―dijo, pensativa― Llévame a donde está Kleyn.

No había perdido el tiempo tras derrotar a esos hombres en la entrada, Kleyn avanzó corriendo por la calle hacia el vecindario en donde vivían. Encontró a tres clones luchando contra tres caballeros, y otros tres venían desde atrás. Por si aquello no fuese suficiente, otros cuatro más venían detrás de esos tres. Uno de ellos parecía venir de la casa de Lina. Se temió lo peor.

Apretó con fuerza, las empuñaduras de sus espadas y comenzó a correr a una velocidad sobrehumana.

― Kindal, Kodius, Kernel. ―gritó, refiriéndose a sus clones― Acabemos con esto rápido. ¿Entendieron?

Rebasó a los clones con su gran velocidad y cargó llamas en sus espadas. Apareció tan rápido delante de sus enemigos, que estos se sintieron anonadados ante aquella muestra de velocidad. Este dio un impulso hacia adelante haciendo un torniquete con sus dos piernas, y realizó un giro de remolino con sus espadas desplegadas. Las llamas se extendieron más allá de los metales e impactaron a los tres caballeros de detrás de los que luchaban contra sus clones. Kleyn se encontraba justo detrás de ellos con sus espadas cruzadas y con restos de llamas desapareciendo de estas. El calor incesante que generó en un momento con sus llamas fue más que suficiente para hacer caer a los caballeros. Los cuales habían salido despedidos por las llamas.

Los tres clones que mantenían a los otros tres guardias sonrieron. Uno portaba una alabarda, el otro un mandoble, y el otro, dos hachas. Todas las hojas se imbuyeron en llamas. Los caballeros se sintieron intimidados y vacilaron ante la muestra de estas habilidades. En ese momento los clones acabaron con ellos de un solo movimiento de sus hojas llameantes. El resultado fue el mismo que con los otros tres guardias a los que Kleyn había atacado.

― Estamos contigo. ―respondió el clon del centro.

Kleyn asintió. Entonces, todos giraron la mirada hacia los cuatro caballeros restantes en la calle. Estos dieron un pequeño brinco, sobresaltados por la situación. Se habían sentido confiados por estar en superioridad numérica. Pero, ahora que habían presenciado la forma en la que sus compañeros fueron abatidos en un abrir y cerrar de ojos, sentían como sus piernas les flaqueaban y que el sudor de su piel caía a borbotones por sus rostros, metiéndose en la armadura. Estaban paralizados, sabían que una batalla inminente se produciría en cualquier instante, pero deseaban que aquello nunca ocurriese. Más sus pesadillas se convirtieron en realidad en el mismo momento en el que un brillo carmesí se cruzó por los ojos de todos los pelirrojos que estaban delante de ellos, y lo último que vieron fue a estos cuatro abalanzándose sobre ellos como lobos hambrientos. Lo único que pudieron hacer fue gritar antes de que todo se volviese oscuro.

Kleyn abrió la puerta de la casa de forma precipitada. Buscó a Lina con la mirada de forma rápida. Pero no la vio. Corrió directo a la habitación de ella, mas no la vio allí. Divagó en su mente, fue a la de Loretta, y luego a la que solía ser la habitación de Dorothy, pero no estaba en ninguna. Comenzó a desesperarse. No estaba cansado, pero su respiración se había tornado pesada y rápida. Pensó que a lo mejor no estaría en casa. Kleyn, mira detrás. Se giró en seguida al oír aquel consejo. Se había olvidado de su habitación. No creyó que estuviese ahí, pero la puerta semiabierta lo hizo dudar. De allí se filtraba la luz anaranjada de una llama. Caminó apresurado hacia la puerta, tomó el pomo y se paró por un segundo. Respiró hondo y dio un soplo rápido, en ese instante abrió la puerta en un movimiento rápido y se encontró con una escena sobrecogedora. Cerca de la puerta estaba tirado el cuerpo de un caballero, y debajo de este un charco de sangre. Más adelante se veían varias sombreas meciéndose. Eran las sombras varios clones que estaban ahí reunidos, de rodillas, y en el medio de ellos, recostado sobre el regazo del de en medio, estaba el cuerpo de Lina. Tenía una enorme mancha de sangre proveniente del estómago, su cuerpo estaba inmóvil y sus ojos estaban cerrados. Sus clones lo miraron a la vez.

― Entró aquí de golpe, pidiendo ayuda. Vinimos tan rápido como pudimos y matamos a este hombre, pero, para cuando habíamos llegado, ya era demasiado tarde. ―explicó el del medio― Lo siento. ―dijo resignado.

No dijo nada ante las palabras de su clon, solo se quedó observando al cuerpo de Lina. El clon que lo estaba mirando, desvió la mirada más allá de Kleyn y torció el gesto en una expresión de lamento. El original se percató de ello, y se giró. Justo detrás de él, a unos cuantos pasos, estaba Loretta, parada e inmóvil. Kleyn agachó la cabeza, y se hizo a un lado para darle paso a la chica. Cuando esta vio el cadáver de su madre, soltó su espada y daga, y corrió directo hacia ella. Se arrodilló junto al cuerpo y lo tomó en brazos. Lo sentía pesado, mas pesado de lo que podía ser una roca del tamaño de un caballo, mas pesado que levantar un yunque con tus propias manos, era un peso que no distinguía los músculos de quienes cargaban con él, sino que era un peso que casi ningún ser vivo es capaz de sostener por mucho tiempo, el peso de una pérdida, la vida de un ser querido arrebatada. Loretta rompió en lágrimas mientras abrazaba el cuerpo de su madre. Enterraba la cara en su hombro, deseando que en cualquier momento ella le palpase la nuca y le dijese que todo estaba bien, pero nunca ocurrió. Solo sintió el frío del cuerpo que sostenía, un frío desagradable, un frío imposible de combatir, el frío de la muerte.

En un intento por hacer más ameno aquel dolor, Kleyn abrazó a ambas, esperando que el calor de su cuerpo pudiese ayudar a Loretta a soportar un poco más aquella horrible sensación que él tanto conocía, pero sabía que eso no era algo fácil de conseguir. Aun así, nada la separaría de ella.

Varias horas después, los clones de Kleyn le informaron a este que aquellos caballeros eran soldados que habían huido de una guerra que se había producido en el norte contra los caballeros del reino de Wilnevar, y que ahora estaban asaltando Mathel para ocultarse y recuperar sus fuerzas. Kleyn comprendió la situación. Mandó a sus clones a llevar a todos los caballeros derrotados a la ciudad de Wilnevar, donde serían juzgados por sus actos. En cuanto a Loretta, se reunió con Kleyn después de un rato a solas con su madre.

― ¿Estás bien? ―preguntó en voz baja y calmada, pues sabía que no era el momento idóneo para ella.

Esta asintió sin decir nada. Tenía los ojos rojos, el vestido manchado de sangre, y sus espadas estaban guardadas y enfundadas.

― ¿Qué querrás hacer ahora?

Loretta dio un vistazo a su alrededor, los caballeros ya no estaban, todos ellos habían sido retirados de la ciudad. Pero los ciudadanos muertos seguían allí, Kleyn no había querido tocarlos porque sabía que sus familiares querrían llorarlos. Con pesar en su corazón, Loretta observó a varios de los ciudadanos tirados en el suelo, junto a sus familiares fallecidos, llorando y gritando de dolor, el mismo dolor que ella sentía ahora en su pecho.

― Kleyn, ―comenzó ella, con voz quebrada― enterremos a los muertos, ayudemos a todos a reconstruir Mathel, ―tuvo que cerrar los ojos un momento y sacudir la cabeza― y cuando acabemos ―se giró hacia él― llévame a vivir contigo, por favor.


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