Carolina con las lágrimas que no cesaban se fue de la casa, se dirige primero a la casa de Edward. Tenía que encarar a todas las personas que sabían de su enfermedad.  Pasan diez minutos para llegar al hogar de Edward, se para junto a la puerta y toca infinidades de veces el timbre hasta que uno de los padres de él abre.

— ¡Hola querida! ¿Deseas algo? — dice con amabilidad la madre de Edward.

— No se preocupe, vine hablar con su hijo ¿está en casa?

— Sí, ya le digo que baje pero entra, acomódate y siéntete cómoda.

— Gracias, no voy a durar mucho.

La madre Edward lo llama, como está duchándose (es amante de las duchas por la tarde) tarda un poco en bajar, es un hombre que se da su tiempo en su aseo personal y pasados los quince minutos desciende a la sala viendo a Carolina con la vista abajo.

— ¡Hey! ¿Qué pa...? — Carolina lo interrumpe dándole una fuerte cachetada.

— ¿Qué paso? Pasa que todos son unos imbéciles, pero... ¿Cómo me ocultaste tú también que yo tenía cáncer?

— Eso le correspondía a tus primos, perdóname — dice Edward a punto de llorar.

— ¡A un demonio! Si tú lo sabías debiste habérmelo dicho, eres un imbécil cobarde. No quiero estar con una persona así. Terminamos.

— Carolina por fa...

— ¡Suéltame!

Carolina se va, cerrando con fuerza la puerta para ahora dirigirse a donde Alejandra, no puede aún creer que su mejor amiga le ha ocultado algo tan grave. Ella vive a unas cuadras atrás, prácticamente son vecinas así que llegó en diez minutos. Al llegar toca la puerta.

— ¡Abre Alejandra! — dice Carolina golpeando sin cesar la puerta.

— Pero... ¿Qué pasa Carol?

Carolina pasa a la sala principal de la casa.

— ¡Eres una traicionera! ¿Cómo carajos me pudiste ocultar que tenía cáncer? Me voy de seguro a morir y nadie tenía pensado decírmelo.

— Escúchame por favor, Jesús me dijo que te lo iba a decir.

— Jamás lo hizo, ¿sabes cómo me enteré Alejandra? Por una imbécil conversación telefónica de Miguel y ¿sabes qué? Me voy.

— Ya va, espera ¿te mencionaron la operación?

— No sé de qué operación me estás hablando, me voy a mi casa y a mi cuarto. No te atrevas aparecer más nunca en mi vida, los odio a todos — dice Carolina mientras se va de la casa de Alejandra.

Carolina no para de llorar, tiene mucho miedo y siente que va a morir en cualquier momento. Llega a la casa pasado los cinco minutos para enfrentar a sus primos. Ya son cerca de las seis de la tarde.

— Vengo de la casa de Alejandra... ¿Alguien me puede explicar de una tal operación? Quiero la verdad, basta de mentiras.

— Sí, cuando te diagnosticaron la enfermedad dijeron que es necesario operarte, aún no tenían la fecha exacta pero ahora sí. Este jueves es la operación y tienes que quedarte hospitalizada desde el miércoles — cuenta Jesús sin poder ver a Carolina a los ojos.

— ¿Pretendías decírmelo cuando estuviese entrando al quirófano? Eres un asco, te odio y tú ¡deja de lloriquear Miguel! Tú también lo sabías, ninguno de los dos fue hombre para decírmelo — responde ella mientras sale corriendo a su cuarto y se encierra.

La muchacha está muy mal, no puede con el dolor, la está consumiendo y solo está a dos días de entrar a un quirófano que ni sabe si va a volver a salir. Sumergida en la depresión nota alguien en su ventanal.

— ¡¿Quién anda allí?! — exclama mientras agarra un bate.

— ¡Soy yo! ¡Alex!

— ¡Deja de hacer eso! Casi me matas de un susto — dice mientras baja el bate y abre el ventanal de su cuarto.

— ¿Estás bien Carol?

«Si idiota, solo me estoy lavando los ojos» piensa Carolina antes de contestarle.

— No, no estoy bien. Me siento patética.

— ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

— Hoy descubrí que tengo cáncer y todos lo sabían. Me siento mal, decepcionada de todos — dice estallando en llanto — mi vida se fue al caño, mañana tengo que ir al instituto a buscar el estúpido examen final para ver si me gradúo, pero quizás no llegue.

— ¡Hey! No hables así ¿vale? No te vas a morir, ánimos.

Mientras tanto en la casa de Edward.
« ¿Quién puede estar tocando a esta hora? »

— ¿Qué haces aquí a estas horas?