III.
—¡Hokkaidō en septiembre! —exclamaron asombrados Rei y Daichi.
No era una sorpresa menor, y vaya que se la había ganado.
Luego de ser echado de la oficina de la señora Fujiwara, Michelle se topó con que Rei y Daichi lo esperaban fuera. Ambos estaban un tanto asustados, lo habían visto ser llevado por el guardia con los administrativos, eso nunca era algo bueno.
—Nii-san, realmente lo siento —se disculpó Rei agachando la cabeza.
Solo en ocasiones como esas volvía a actuar como su hermana pequeña, cuando sabía que la había liado, aun si fue sin intención.
—Está bien, no hay nada que hacer, yo tampoco reaccione muy bien. —Michelle recordaba bien sus palabras: flaca, tabla, perra. Tenía la triada perfecta—. Solo espero no estarme equivocando...
Con esa última frase lanzada al aire termino la conversación.
Tras enterarse del viaje forzado a Hokkaidō, tanto Rei como Daichi corrieron a anotarse como voluntarios para acompañar a Michelle al campamento, pero resultó que, para meter a los dos conflictivos al viaje, el sempai que organizaba todo tuvo que sacar a otros dos de la lista.
Lo más que Daichi pudo hacer fue hablar con un amigo que iba al campamento para cuidar a su prima que estaba en primer año, que por favor, favor, estuviera al pendiente de su amigo anémico.
Del jueves al lunes los días pasaron volando, y para cuando se enteraron, Michelle ya estaba en camino a Hokkaidō y en el asiento del lado iba Aiko, que básicamente se durmió todo el viaje.
Que privilegio era ese, porque Michelle no pudo pegar el ojo al tener la mirada clavada en el termostato del avión, que no paraba de oscilar entro los 32°C y 35°C, tres grados que él no podía perder.
Al llegar, después de 3 horas y media de vuelo, la azafata despertó a todos lo que iban durmiendo anunciando la llamada por los altavoces. Luego de reunirse con el supervisor de viaje, reclamaron el equipaje y subieron a un bus que los llevaría hasta las residencias del campamento, esa fue otra hora y media de viaje.
—Loughty-san, Loughty-san —escuchó Michelle que al fin había podido descansar al ver que el interior del bus se mantenía en unos cómodos y estables 36°C—, acabamos de llegar, todos deben bajar, por favor despierte a Yamamoto-san.
Era increíble, casi 6 horas de viaje si contaba la espera por el bus en el aeropuerto, y ella se las había mandado durmiendo tan profundo que hasta daba envidia.
—Que lindo debe ser.
Michelle no tenía muchas ganas de despertarla amablemente como lo haría un caballero, seguía molesto con ella y razones le sobraban, por lo que bajo su mochila del guarda equipajes sobre los asientos y fingió que accidentalmente se le caía.
Aiko despertó de golpe al sentir el impacto contra el asiento de Michelle.
—Al fin despiertas, YA-MA-MO-TO-SAN —fingiendo educación—. Ya llegamos, tenemos que bajar y ayudar al supervisor, me adelanto.
Si las miradas mataran... Michelle habría estado en problemas, pero el mundo real ya se encargaba de dejárselo difícil. Estaba soleado, pero el viento frio le golpeo la cara apenas bajo del bus.
¡Tin! ¡Tin!
(Sonó la alarma de su reloj).
—35.5°C, no espero que se ponga mejor.
Colgándose la mochila al hombro trotó ligeramente hasta donde estaban todos y fue directo hacia el supervisor, Igarashi Makoto-san.
—Igarashi-san —dijo mientras se acercaba.
—Loughty-san, ¿y Yamamoto-san? —pregunto dando un vistazo alrededor.
—Ya despertó, debe estar bajando en cualquier momento —desinteresado.
Frente a la ligereza de su comentario, Igarashi levanto una ceja disconforme por la respuesta. Él ya había sido informado por la señora Fujiwara del conflicto entre ambos, y por lo que veía, no estaban mejor.
—Bien, bueno, tengo entendido que Loughty-san no puede permanecer mucho tiempo a la intemperie, por lo que les asignaré a ambos trabajos de interior. Aquí tienes la lista de habitaciones, pueden repartírsela y ayudar a los de primero con eso, luego ayudaran con la cocina y...
—Es-espere un poco, Igarashi-san, dijo ¿ambos? —preguntó incrédulo Michelle.
—Sí, ambos. Fujiwara-san fue clara, dijo que esto era su sanción por pelearse a medio campus.
«Permanecerán juntos todo el tiempo y aprenderán a llevarse bien lo quieran o no». Parafraseo Igarashi.
Michelle no se lo creía, estaba convencido que una vez llegara al campamento estaría lo suficientemente ocupado como para no toparse con Aiko hasta que todo terminara.
Quiso convencer a Igarashi de que era algo innecesario, pero fue llamado por otro voluntario y lo dejo allí parado con sus mil razones sin decir.
Fue entonces que Aiko bajó dando bostezos y estirándose como si acabara de levantarse de una agradable siesta de 15 minutos. Fresca como una lechuga, camino hacia Michelle y pregunto:
—¿Ya hablaste con el sempai? ¿Qué dijo para que tengas esa cara de piedra?
Ni siquiera en un castigo obligatorio media sus palabras esa mujer.
—Como estamos pagando penitencia trabajaremos adentro toda la semana, lo primero es ayudar a todos a encontrar su habitación asignada —dijo monótono mientras le daba la mitad de la lista sin voltear a verla.
—¿Adentro toda la semana? Veo que ni siquiera nos dejaran divertirnos un poco. Bueno, voy por ello. Y recuerda que sempai de seguro nos observa, si no mejoras esa actitud tuya no convenceremos a nadie —dijo Aiko ofreciéndole una media sonrisa, se veía extrañamente emocionada.
Claro, no quiero escuchar eso de alguien que solo... Michelle no alcanzo a terminar de quejarse mentalmente, pues de la nada, como si se tratara de otra persona, Aiko fue directo hacia los de primero que conversaban a un lado del bus y, dando aplausos sobre su cabeza para llamar la atención, llamó a todos amigablemente.
—¡Muy bien, chicos, vengan aquí! Como todos ya tienen sus maletas quiero que presten atención a la lista. Todos los que nombre deben seguirme adentro para que acomoden sus cosas en las habitaciones designadas. El resto irá con el sempai gruñón de por allá a las habitaciones del otro lado del edificio.
No podía creerlo. ¿Cómo podía ser la misma? Actuaba toda alegre y extrovertida, sonriendo como una niña y atrayendo la mirada de todos.
Michelle se quedó en blanco el tiempo que le tomo a Aiko terminar de nombrar a los de su lista e irse con su grupo.
El resto, un tanto perdido por su silencio, se acercaron a él y preguntaron algo tímidos a donde tenían que ir. Solo así Michelle salió de su sorpresa y serio como siempre nombró a los de su lista y asegurándose de que estaban todos, tomó sus maletas y los guio a los cuartos.
Con todos listos, rebusco una última vez en la lista y fue a su habitación. A diferencia de los cuartos de los de primero, que eran camarotes para cuatro personas, las habitaciones de los voluntarios eran solo de dos camas individuales.
Viendo que el acomodo para Aiko y él eran de último minuto, lo más seguro era que tuviera que compartir cuarto con el supervisor, que usualmente quedaba solo, u otro de los voluntarios hombres, ya que las chicas preferían quedar juntas en el otro edificio.
Con eso en mente, al encontrar su número de habitación, no se lo pensó mucho y simplemente abrió la puerta sin tocar.
—Con permiso... ¿Eh?
Es difícil decir lo que vio primero, ya que sus ojos recorrieron la habitación yendo desde el bolso de lona azul, que ya había visto antes, abierto sobre la cama de la izquierda, para luego dar un vuelco hacia el suelo a las zapatillas Komverse de media caña con cordones disparejos que lo habían estado molestando todo el viaje en bus, para luego subir devuelta por los pantalones de mezclilla gastados que llegaban hasta la cadera, para así seguir subiendo y ver un torso femenino a medio descubrir y el purpura de su brasier.
—Tú, maldito —palabreo Aiko—. ¡¡¡¿Qué acaso no te enseñaron a tocar antes de entrar?!!! —Arrojándole un estuche, que fue lo primero que alcanzo a agarrar.
El estuche voló por media habitación y dio con precisión milimétrica en la cara de Michelle, el cual, por la sorpresa, cayo de espaldas al suelo.
—¡¿Qué carajo haces en mi habitación, maldito mirón?! —gritó dando pisotones rápidos en dirección a la puerta mientras acomodaba su ropa devuelta en su lugar.
—¿La tuya? —preguntó confundido en lo que se frotaba los ojos y el tabique de la nariz—¡Esta es mi habitación!
—¡¿HA?! —exclamó Aiko al mismo tiempo que escucho un crujido en el suelo.
¡CRAC!
—¿Crac? —dijo Aiko y viendo sus pies, se encontró con un marco de lentes bajo su zapato.
—¡AH! —exclamó Michelle—. ¡Mis lentes!
...........................
¿Podía ser peor? Apenas empezaban y ya estaba todo jodido. Habían hecho tanto escándalo que muchos salieron de sus habitaciones a ver que sucedía.
Igarashi, que fue uno de los últimos en llegar, tuvo que encargarse de calmar las aguas y resolver el malentendido, les explicó a ambos que como no tenían más espacio, les tocaba compartir, a menos que alguno quisiera dormir en el suelo de otra habitación.
—¿Por qué tengo que dormir en el suelo solo porque este no sabe tocar? Me niego.
Michelle no tuvo palabras para defenderse, y aunque tampoco se le apetecía compartir con ella, no podía dormir en el suelo sin morir en el intento.
—Yo tampoco quiero dormir en el suelo. Y lo lamento, fue mi culpa —se disculpó a regañadientes—. Aunque tampoco vi nada que justifiqué el griterío.
—¡Si serás!
Aiko iba ir de vuelta al ruedo, pero el supervisor los detuvo allí aclarando la garganta a modo de advertencia. Lo que la obligo a bajar sus humos.
—Yo también lo siento por pisar tus lentes... —la mirada inquisidora de Igarashi la obligo a terminar como correspondía— y por arrojar el estuche, y levantar la voz.
Dando un aplauso, Igarashi zanjo el asunto y habló.
—Muy bien, con eso acordado, tienen 5 minutos para ponerse cómodos e ir a la cocina. Tenemos que preparar la cena y terminar de organizar todo para que mañana comencemos temprano con las actividades. —Igarashi ya iba de salida cuando recordó algo y volteo hacia Michelle—. Loughty-san, ¿estarás bien sin tus lentes?
Aiko no lo había pensado, si el mirón no podía ver tendría que hacer todo el trabajo por su cuenta. Sin embargo, en cuanto lo pensó e intento darle una mirada de desprecio, notó como Michelle desviaba la mirada a la izquierda y tocándose la nuca respondió.
—No hay problema, mi vista no es tan mala. Te acompaño ahora, solo necesito dejar mis cosas aquí.
—Ok, sígueme —animó Igarashi—. No pierdas el tiempo Yamamoto-san, estaremos en la cocina.
Aiko no pudo evitar presentir que algo andaba mal. Pero no tuvo tiempo para preocuparse por sus intuiciones, apenas termino de cambiarse corrió a la cocina en donde tuvo que lavar y pelar vegetales mientras Michelle se encargaba de rebanarlos y guisarlos mientras vigilaba el arroz.
Siendo el hermano mayor, Michelle cocinaba desde los 12 años, no tuvo problemas encargándose de la cena, Aiko en cambio, su mayor logro culinario era aguantarse 3 minutos para que los fideos instantáneos estuvieran listos y no comérselos crudos.
El curry de Michelle fue un éxito, más de uno pidió un segundo plato tras apenas terminar devorar el primero, incluso Aiko se sorprendió, jamás imagino que un arrogante apático como él tuviera tan buena mano para la cocina. No quería admitirlo, pero ella también quería repetir plato, aunque se contuvo para mantener en alto su orgullo.
En el tiempo libre tras la cena muchos de primero fueron directo a la cama, satisfechos y rellenos hasta arriba, otro par salió a dar una vuelta y fumar uno que otro cigarrillo, mientras tanto, un par de voluntarios se ofrecieron a lavar las ollas y los platos a modo de agradecimiento.
Ellos, sin embargo, todavía tenían trabajo que hacer junto a Igarashi para organizar las alianzas y ver que los materiales estuvieran listos para mañana. Después de todo, como no saldrían ni participarían en las actividades de exterior, les tocaba hacer el trabajo tras bambalinas.
Eran cerca de las 1:00 de la mañana cuando terminaron, Igarashi dio por terminada las preparaciones y envió a todos a dormir.
—Yo daré una vuelta para ver que no quede nadie afuera e iré a la cama, descansen todos, recuerden poner las alarmas a las 7:00 am. para tener el desayuno listo a las 8:00 am. Nos vemos.
Cansados a morir, tanto Michelle como Aiko se trastabillaron hasta su habitación entre bostezos. Solo querían tumbarse a dormir, pero Michelle aún tenía que desempacar sus cosas y Aiko necesitaba ponerse la pijama.
Apenas entraron Aiko se tumbó de cara en la cama, agotada. Michelle, en cambio, se sentó en el borde de la cama y dando un largo suspiro se cubrió el rostro con las manos. Quería quedarse así un rato, pero su reloj sonó por centésima vez ese día.
¡Tin! ¡Tin!
(Marcó la alarma).
—34.9°C, me estoy helando —pensó Michelle.
—¿Eso no para de sonar en algún momento? —preguntó Aiko sin quitar el rostro de la almohada—. Ha estado sonando cada 30 minutos todo el día, ¿qué tanto necesitas saber la hora?
—No es la hora lo que marca, y no es tu problema lo que signifique —contestó Michelle, más molesto por que debía desempacar antes de perder más temperatura que por la pregunta de Aiko.
—Es mi problema si tenemos que dormir en la misma habitación.
Michelle no contesto, tenía cosas más importantes que hacer, pero con el sueño no paraba de frotarse los ojos y bostezar.
Viéndole tan serio y cansado, Aiko no pudo evitar sentirse culpable, fue por ella que Michelle no desempaco antes, y había trabajado como loco en la cocina, además ese último comentario suyo no había sido muy amable.
—Iré a cambiarme al baño —dijo Aiko poniéndose de pie y tomando su pijama del bolso de lona—. Ordena tus cosas, como tengo que lavarme los dientes tardaré un rato.
Lo entendiera Michelle o no, esa era la forma de Aiko para ser considerada con él.
Caminó por el pasillo hasta el baño de mujeres, no tardó en cambiar su camiseta por un camisón de tirantes y sus jeans por un viejo short deportivo. Quería darle tiempo a su compañero de habitación, por lo que se quedó un rato frente al lavabo viéndose al espejo y pensando.
Aiko recordaba su pelea con Michelle, que una riña por el aire acondicionado terminara en un viaje de campamento compartiendo habitación con el mismo tipo con el que había reñido era una locura. Pero no solo eso ocupaba su mente, en su última discusión Michelle había dicho que pertenecía a la familia Asashōryū, un apellido bastante único e inusual.
«Has sido bendecida con la protección del dragón azul del amanecer, querida niña, tu desgraciada vida acabó, una nueva vida llena de fortuna te espera, pero todo lo que obtengas tendrás que retribuir. El juramento del dragón lo obligará a cumplir su promesa hasta que lo prendado sea devuelto y tus dones le sean compensados».
Esa fue la fortuna que recibió Aiko de una vieja adivina cuando aún estaba en la escuela, jamás volvió a verla, pero sus palabras aun podía recordarlas, no solo por lo extraña de la adivinación, sino más bien por su precisión.
—Estoy segura de que nunca he visto a un dragón en mi vida, pero... Asashōryū, ¿eh? Además, sin esos feos lentes, se parecen...
Aiko pretendía darle unos minutos más de tiempo a Michelle, pero escucho unas risas en el pasillo que llamaron su atención a la puerta.
—¡Ah! Yamamoto-san, eres tú —dijeron unas chicas al entrar al baño.
—¿Qué hacen aquí? Ya es tarde y mañana empezamos temprano —las regaño Aiko.
—Solo queríamos lavarnos los dientes antes de dormir, nos quedamos conversando y cuando nos dimos cuenta ya eran las 1:30 de la mañana.
—Bueno, pero lávense rápido y vayan a dormir, o mañana no darán una. Además, no quiero que Igarashi-san me regañe a mí también.
—Por supuesto. Buenas noches, Yamamoto-san.
Aiko recogía sus cosas para volver cuando escuchó a una de las chicas.
—¡Que lindo! Nunca había visto un tatuaje como ese, siempre me han gustado, pero si me hiciera uno mis padres me matarían.
—¿Eh? Ah, eso —respondió Aiko viendo su espalda en el espejo—. Bueno, lo he tenido un tiempo, a veces incluso olvidó que está allí, ese tatuaje —dicho esto soltó su cabello para cubrirlo y salió del baño—. Descansen chicas.
Tatuaje... me alegro de que no parezca algo más feo.
Las marcas en la espalda de Aiko también habían aparecido al poco tiempo de que la adivina le leyera su fortuna, eran sutiles al principio, pero en el último año se habían vuelto más claras, un ligero patrón de escamas crecía en el centro de su espalda y aunque todas parecían un ligero tatuaje de líneas, solo una, la escama central, desde donde emergía el patón, era de un bello color turquesa.
Aiko pensó que las marcas en su espalda llamarían la atención de Michelle si llegaba a verlas, y creyó que si tenía que comprobar sus sospechas, no había mejor forma, pero al entrar en la habitación, en vez de ver a un chico dormido, vio a un tipo apático envuelto como un rollo de sushi en 6 capas de cobijas bajo el edredón.
—Vaya, no era broma lo que dijo tu hermana —en ausencia de una respuesta, fue a su cama y lo vio acostado de lado viendo hacia la pared—. No está tan frío, ¿de verdad necesita todas esas cobijas?
—Si no las necesitara crees que me habría dado el trabajo de traerlas todo el camino desde mi casa hasta acá, ¿solo por tres noches?
—Bueno, supongo que no —fue lo último que dijo Aiko antes de dormir.
Luego de solo 5 horas de sueño, las alarmas marcando 15 minutos para las 7:00 de la mañana sonaron por todo el edificio. Y Aiko se topó con la inesperada sorpresa de que su compañero de cuarto ya no estaba en la cama de al lado, de hecho, ni siquiera se veía su mochila o zapatos.
—¿A dónde fue a esta hora? Ese tipo.
Galería de imágenes capitulo III:
1. Aiko durmiendo en el bus.
2. Igarashi-sempai.
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