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II.


¡Tin, tin! ¡Tin, tin!

(Volvió a advertir el reloj).

Son 28 °C... yo, estoy muerto.

Aquí estábamos de nuevo, el sueño de Michelle se repetía incesante y sin cambios como cada noche. Tirado en el suelo de los vestidores de la piscina, esperaba la muerte, frio e inmóvil, rogando por ayuda cuando, a lo lejos, se escuchan unos pasos rápidos acercándose.

—¡¿Pero qué?! Oye, ¿estas bien? ¿Me escuchas? —se escuchó la femenina voz de una mujer. Y esta, hincándose en el suelo, tocó su espalda—. ¡Que frio! ¡Oye, reacciona!

Y fuera por la luz de esperanza que esta desconocida le dio o porque por un momento creyó que era una bestia de sangre caliente, apenas sintió su temperatura, tan cálida a sus 38.5 °C, se aferró a ella y no la soltó. Abrazándola por la cintura tan fuerte, que aun inconsciente, sintió una calidez como nunca antes.

No me importa lo que sea, pero este calor... —pensó— ...es mío —murmuró con los ojos cerrados.

—Oye, ¿tú estás bien? —escuchó de pronto.

—¿Qué? —dijo, confundido—. ¿Por qué no estoy despierto todavía?

Ya no era su sueño usual, ya no abrazaba a la desconocida, la tenía encima y la sujetaba por los hombros desnudos.

—¿Por qué?

¡PAF!

Sonó el golpe que le volteo la cara.

Perdido, le dio un último vistazo a la mujer que tenía en frente, su cabello era lacio y negro, sus ojos eran grandes y amarillos, sus cejas eran pobladas, pero definidas y sus hombros eran delgados y cálidos, como su cuello de cisne.

Con esos rasgos tan únicos, de seguro era hermosa cundo sonreía, pero la expresión que le mostro antes de salir corriendo eran de vergüenza, rabia y frustración. Estaba tan roja, que creyó que era un tomate.

Así despertó Michelle, en su cama y arropado hasta arriba, como de costumbre. Llevaba la pijama gruesa de invierno, a pesar de apenas ser comienzos de otoño.

Y, aunque esa mañana no era diferente de todas las ultimas mañanas de los pasados 5 años, Michelle, lleno de frustración y culpa, en vez de fumar su acostumbrado cigarrillo y beber su prometida taza de café expreso, se quedó sentado al borde de la cama con la mirada perdida en la alfombra afelpada que había comprado en internet apenas estuvieron en oferta el invierno anterior.

Pasada la hora del desayuno, escucho a su hermana llamando a su puerta:

—Nii-san, ¿te quedaste dormido? Vas a llegar tarde si no te levantas. —Frente al silencio, Rei insistió una segunda vez—. ¿Nii-san?

¡Tin! ¡Tin!

(Sonó el reloj en su muñeca).

36°C —leyó Michelle, más por habito que por interés—. Soy un estúpido —dijo finalmente—, cómo me odio.

......................

Tarde, 2 horas tarde, Michelle iba en el vagón acostumbrado, solo que por la hora, iba tan vacío que se vio obligado a colocar parches de calor bajo su ropa para mantener el calor.

El monótono traqueteo resaltaba al oído sin la acostumbrada masa de gente a su alrededor, apretujándolo y brindándole una perfecta temperatura de 41°C. Quizás fuera por esto que su mente voló a lo que había pasado la tarde anterior.

Tras desmayarse en el pasillo, Daichi se asustó y llamó a Rei mientras corría a la enfermería cargando a Michelle como si fuera un bulto al hombro.

Su ligera hipotermia ceso en cuestión de minutos, fue cosa de que la señorita Fuyu, que estaba enterada de la condición de Michelle, subiera la calefacción y lo arropara con un par de cobijas térmicas para que despertara.

Cuando Rei llegó corriendo a la enfermería azotando la puerta y preguntando por su hermano, Michelle ya estaba consciente, aun que permanecía recostado, atónito.

—¡¡¡Nii-san!!! Fuyu-san, ¿Cómo esta nii-san? —Se apresuro Rei.

—Acaba de despertar, esta vez apenas estaba a 34°C. Más que su temperatura, creo que el desmayo fue por la conmoción mental —dijo, señalando la camilla a sus espaldas con el pulgar.

—¿Conmoción?

—No entendí muy bien la historia, pero tú encárgate desde aquí, voy a fumar. —Tanteando la cajetilla en el bolsillo de la bata de laboratorio—. Vámonos grandulón, dejemos que Rei-chan se encargue del hipocondriaco de su hermano —llamando a Daichi.

Con un saludo sencillo, Daichi salio cargando su mochila al hombro, y aunque preocupado, hizo caso a Fuyu-san y fue a su clase sin reprochar.

Ya solos, Rei aparto la cortina que rodeaba la camilla y sentándose en el banquillo acostumbrado, preguntó:

—Nii-san, ¿estas bien? ¿Qué paso esta vez? Sé que apenas es otoño, pero siempre eres precavido, en especial en estas fechas.

Michelle no sabía que responder. Ni siquiera él sabía la respuesta a esa pregunta, por lo que, humillado por el compasivo tono de voz de su hermana, se levantó y tomando su chaqueta, salió de la enfermería diciendo que iría a casa a dormir.

—Ve a comer con tus amigas hoy, no voy a cenar esta noche.

—Nii-san... está bien.

......................

Ya en la estación, Michelle caminó directo hacia la universidad, y esperando no coincidir con esa mujer hasta el próximo miércoles, fue directo hacia el salón. Sin embargo, a su mala suerte, se le sumaron las "buenas intenciones" de Rei y sus amigas.

......................

Rei, como siempre, llego a la hora justa para su clase de administración. Odiaba la materia, pero había hecho coincidir su horario con sus amigas, lo que la hacía sobrevivir al aburrimiento.

—¡Rei-chan, aquí estamos! —la llamó Nozomi alzando la mano.

—Nozomi-chan, Saori-chan, buenos días —saludo algo desanimada.

Rei se sentó al lado de sus amiga en silencio, no podía dejar de preocuparse por su hermano. Al llegar a casa Michelle se había encerrado en su habitación, y en la mañana ni siquiera se levantó para desayunar.

—Rei-chan, ¿está todo bien? —preguntó Nozomi inquieta.

—¿Tú hermano sigue mal por lo de su anemia? —indago Saori.

Anemia. Pensó Rei, esa era la excusa que había dado a todos en la universidad. Era perfecta para esconder la condición de su hermano a las personas y justificar sus constantes recaídas repentinas.

Lo sabía bien, pero la hería que todos vieran a su hermano como un hombre enfermizo y arrogante, cuando el nii-san que ella conocía hasta hace 4 años era un hermano alegre y amable, un tanto apático, pero quién no lo sería dado su padecimiento.

—No lo sé, ha estado encerrado desde ayer y hoy no lo he visto, siempre es el primero en despertar, pero creo que ni siquiera se ha levantado de la cama. Además no me contesta los mensajes. —Arrojando el móvil en la mesa.

—¿Crees que venga hoy? Si estuviera en su situación no me atrevería a salir de casa por al menos una semana.

—Sí, los rumores de lo que paso están a pedido de oído, siento un poco de pena por tu hermano, pero tambien creo que se lo tenía merecido —chismeo Saori.

—Sí, pero esa chica es conocida por tener mal carácter, y el hermano de Rei-chan es más tranquilo que una hoja, sé que se le fue un poco la lengua, pero golpearlo tan fuerte como para dejarlo en la enfermería —replicó Nozomi.

Rei, perdida entre la conversación, apabullo a sus amigas dando un salto desde la silla en cuanto las escucho hablar de una golpiza.

—¡¿Una mujer le pegó a nii-san?! El estúpido apático no me habla desde ayer. ¿Qué demonios paso?

Así, Rei descubrió de sus amigas, que tenían a una sempai en la clase de Michelle, que todo empezó por la temperatura del aire y un drama por el control del mismo.

—La chica se paró a voz de grito contra el hermano de Rei-chan, y cuando él salio del salón, la muy loca lo persiguió por el pasillo.

—No sabemos muy bien que paso después, pero los que tenían clases en esas salas dicen que tu hermano estaba en el piso y que mientras intentaba quitársela de encima le gritó: Tabla flaca y fea. O algo así.

—Ella, hirviendo en rabia, le voló de una cachetada la cara a tu hermano y se fue, después solo lo vieron ahí tirado y su amigo, Daichi-sempai, se lo llevo corriendo a la enfermería.

Rei no se lo creía. Su hermano era un tanto irascible con lo que tenía relación directa con su temperatura corporal, pero no era de los que armaran escándalo.

Sí era suelto de lengua cuando lo cabreaban, pero no para decir estupideces tan infantiles como esas, y decirle tabla a una chica de pecho plano...

—Nii-san —suspiró—. ¿Con quién te metiste ahora?

Esas cosas no se dicen. Pensó Rei.

A la hora del almuerzo, las amigas de Rei señalaron a la chica de los rumores. Estaba sentada sola en una mesa para seis, comiendo de su bandeja mientras escuchaba música y procurando ignorar las miradas sobre ella.

Con un gesto y un suspiro, Rei les dijo a sus amigas que intentaría hablar con ella. No pretendía arreglar los problemas de su hermano mayor, pero no terminaba de entender cómo es que todo había terminado de la peor forma posible y si podía ahogar un poco ese fuego, lo intentaría.

......................

Las "mejores intenciones" de Rei se desperdiciaron apenas se sentó en la mesa, y la repercusión de sus palabras provoco que todo explotara en la cara de Michelle, otra vez.

Casi como si lo hubiera buscado adrede, en el preciso momento en que Michelle cruzaba el lobby, camino a la biblioteca, esa mujer se le apareció de frente como una estampida.

—¡Oye, tú, flacucho! —vociferó.

—Mierda —fue lo único que alcanzó a pronunciar Michelle al reconocer la voz.

—Si vas a disculparte con alguien, —señalándolo con el índice como un matón de caricatura—, deberías tener las bolas suficientes como para hacerlo de frente y no enviar a tu hermanita a hacer el trabajo sucio, puto cobarde.

Rei. ¿Qué carajos hiciste ahora? Tonta metiche. Pensó Michelle.

Todo seguía haciéndose más y más grande, y la pequeña esperanza que tenía de no encontrársela hasta que tuviera la cabeza un poco más despejada se hundió en lo profundo de ese lago de lamentación.

Sabía que debía disculparse primero si quería terminar con todo e intentar quedar en buenos términos, pero Michelle no era el único con la lengua floja.

—De seguro que la llevas fácil con esa fachada de niño enfermo que tienes —en un tonito burlesco—. Todos sienten tanta lástima por ti que nadie te reprocha nada. Si que debe ser lindo vivir así.

—¡¿HA?! —increpó Michelle, encabronado—. Sí, claro, se me da de maravilla no poder salir a la calle en invierno sin parecer un oso polar, tener que cargar 20 parches de calor en la mochila y 10 bajo la ropa, y me puto encanta que mi hermana menor se convirtiera en mi tercera madre y me trate como un niño. Mira que lindo me va, estoy que doy saltitos de alegría.

—Ahí va otra vez la víctima, llora más fuerte, que tú japonés es una mierda y a penas te entiendo.

—Más japonés que tú seguro que soy, perra flaca. Llevaré el nombre de mi abuelo y me veré así, pero puedo asegurar que la familia Asashōryū es una de las más viejas de todo Japón.

Asashōryū, se escuchó cuchichear entre los espectadores que habían formado un círculo alrededor de ellos, buscando no perderse nada.

—¿Asashōryū? —murmuró la mujer entre dientes—. ¿Eres el dragón azul del amanecer?

Michelle, que no alcanzo a oírla, solo se detuvo al verla pasmada de pronto. ¿Acaso se le había pasado la mano otra vez? No lo sabía, no siempre media todas sus palabras cuando enfurecía.

Rebobinó mentalmente su conversación hasta caer en que le había dicho perra flaca frente a todos.

—Oye, no quise...

Ya era le segunda vez que la insultaba abiertamente arruinándolo todo. Quiso disculparse, pero la conmoción había sido tan grande que llegaron los guardias y parte del personal del departamento de Relaciones Estudiantiles a detener el escándalo.

—¡Ustedes! ¿Qué está pasando aquí? —Intervino el guardia—. ¿Qué es esto, un jardín de niños? Caminen señores, ya son adultos, no pueden esperar que los mayores les solucionen todo. Y ustedes dos, síganme, que el departamento de Relaciones Estudiantiles quiere hablar con ustedes dos.

Como niños atrapados peleando por el inspector de patio, fueron llevados por el guardia a las oficinas administrativas. Allí los esperaba la mujer más aterradora de toda la universidad, la trabajadora social de recursos humanos.

—No sé qué creen que hacen, pero esto se acaba aquí y ahora. Ya son mayores, y esta es una institución de prestigio como para andar soportando estos escándalos en pleno lobby. Tú —señalando a Michelle—, señor Michelle Loughty, ya lo llevas bastante mal jugándote la asistencia de 2 de tus ramos de carrera. ¿Tienes tiempo de sobra para perderlo discutiendo? Yo creo que no. Y tú —apuntando ahora a la mujer—, señorita Aiko Yamamoto, los adultos no solucionan sus problemas dando gritos y recriminando a las personas, mucho menos golpeándolas y tirándolas al suelo. Si quieren manejar sus problemas de esa manera, háganlo donde mis ojos no lo vean. ¿Entendido?

—Sí, señora Fujiwara —respondió Michelle intimidado.

—Sí, señora Fujiwara, no se repetirá —dijo Aiko, evadiéndole la mirada.

Dando por entendida la poca sinceridad de ambos, Fujiwara-san decidió darles un ultimátum que, bajo la recomendación de Itō-san, el psicólogo escolar, era la mejor opción que tenían hasta que consiguieran un remplazo.

—Bueno, eso espero. De momento, por normas de convivencia de la institución, deberían de atender una cita con el psicólogo escolar y programar una sesión, pero Itō-san esta de postnatal con su esposa y su bebé. Por lo que tendrán que atender sus problemas por medio de convivencia forzada y esfuerzo físico, los he apuntado a ambos como voluntarios para ser asistentes del campamento escolar de integración de los de primer año. Preparen maletas, irán a Hokkaidō la semana que viene por 4 días y 3 noches, suerte llevándose bien.

—¡¿QUÉ?! —reprocharon a unísono Aiko y Michelle mientras eran obligados a salir de la oficina.

No puede ser. Moriré, esta vez, definitivamente moriré. ¡Hokkaidō en otoño es peor que Tokio en pleno invierno! Gritó Michelle en su mente.


Galería de imágenes capitulo 2:

1. Rei en la cafetería.

2. Michelle llevando un día de mierda.

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