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Mirar el techo es de las cosas que más entretienen, o al menos a la joven quien sueña con los ojos abiertos. Sueña cosas del pasado y con un futuro que no sucederá. Todo esto lo hace mientras mira el agrietado techo de su "hogar". Un apartamento de apenas una habitación cuya basura esparcida cubría casi en su totalidad el suelo y contaba con restos de comida debajo de la cama, haciendo que el olor que emergía de aquél pequeño espacio fuera repugnante. Es de extrañar ver a una joven vivir en sitio en condiciones tan deplorables, pero ella estaba satisfecha con el lugar donde habita.
Estar acostada era su rutina del día a día, apenas se levantaba para ir al baño o buscar algo de comer en la cocina. Su energía se mantenía en intentar continuar viva, aunque no era como si deseara mucho vivir. Su verdadero anhelo era poder estar junto a esa persona, pero ya no era posible. Su único acompañante era el peluche de charmander que él le regaló antes de dejarla sola, el cual abrazaba en los días en que la opresión en su pecho era más de la que podía soportar.
El sonido de su celular le impide seguir con su rutina diaria de sentir nostalgia y arrepentimiento, sus dedos tantean por las sábanas hasta dar con el provocante del sonido y, sin mirar la pantalla, contesta con poco ánimo la llamada entrante.
—Aló —Dice la mujer en un tono apenas audible.
—Estoy afuera, ábreme—Responde una voz masculina
Queriendo ahorrarse las molestias cuelga la llamada, pero el chirrido de la puerta le advierte que aquella persona que la llamó entró al apartamento.
—No deberías dejar la puerta abierta, podría entrar alguien peligroso y hacerte daño.
—Si me mata me haría un favor —Responde la joven con un encogimiento de hombros, restándole importancia a sus palabras.
—Aria, no juegues con algo así. —Pide el chico colocándose frente a la cama para ver a la chica, en el fondo sabe que no es una simple broma.
La aludida se quita las sábanas de encima y se sienta en la cama para poder tener una mejor conversación con el hombre, quien nota la apariencia de la mujer con creciente preocupación. Su cabello color azabache está despeinado y los nudos en él se dan a relucir, sus ojos grises son opacados por las ojeras debajo de ellos las cuales demuestran que no ha descansado en absoluto, sus labios gruesos se encuentran pálidos y resecos seguramente por falta de hidratación, su pálida piel blanca quién sabe cuánto tiempo llevará sin recibir sol. De ella también emana un mal olor, es notable que lleve días o incluso semanas sin tomar un baño. La sucia pijama que tiene desde hace más de quince días le queda grande, sus muñecas se ven esqueléticas demostrando que perdió mucho peso.
Su apariencia demacrada es igual al entorno donde vive, los restos de comida debajo de la cama están llenos de insectos alimentándose de ellos, las paredes están llenas de suciedad y moho. Ni siquiera hay bombillos que lo iluminen en la oscuridad. Un apartamento tan destruido como la persona que lo habita.
—No es un juego —Responde Aria sin ánimo alguno—. Vayamos al grano. ¿A qué viniste, Theo?
Es desconcertante ver una figura brillante en aquél lugar lleno de zozobra, la apariencia del hombre era un contraste con la de Aria. Cabello plateado capaz de iluminar la habitación, nariz perfilada, pómulos marcados, labios rosados y gruesos en aquella piel blanca como la nieve junto a unos ojos azul cual cielo despejado. Todo aquello en un cuerpo tonificado por entrenar arduamente y con una altura de 1.80. Para la mayoría de los habitantes en su país Theo es un sinónimo de perfección, pero no para ella.
—Como no le contestas a tu representante ni le hablas cuando viene a verte la agencia me pidió que hable contigo —Explica el hombre detenidamente— Es hora de que regreses.
—No quiero volver, quiero quedarme aquí —Niega la chica de inmediato.
—Ya han pasado dos años, debes continuar con tu vida.
—Quizás tu hayas podido, pero sin él yo no quiero volver a vivir —La pierna de Aria se mueve con rapidez de arriba hacia abajo, denotando el incremento de su ansiedad— Ya no hay un lugar para mí.
El peliblanco nota que Aria debe estar sintiéndose ansiosa por la dirección que está tomando la conversación, Theo se acerca a ella cuidadosamente evitando pisar la mugre e insectos que se encuentran en el suelo y se agacha frente a la chica de mirada vacía para poder tener contacto visual con aquellos iris grisáceos. Aria al notar sus intenciones desvía rápidamente su visión hacia las palmas de sus manos, evitando a toda costa los orbes azules del chico inundados en preocupación. Ambos quisieran evitar hablar de ese triste tema, pero no es posible.
—A todos nos afectó, pero él jamás hubiese querido vernos triste —Comenta el chico de cabello plateado conteniendo el nudo que se forma en su garganta— Jamás hubiese querido ver a la persona que más amó vivir de esta manera —Theo toma con delicadeza las manos de Aria logrando que la mujer eleve la mirada y tenga lugar el encuentro entre el gris y el azul— Y claro que hay un lugar para ti. Tus fans aún esperan ansiosamente tu regreso, los miembros aún desean verte y, además, yo estoy aquí para ti, así que tienes un lugar en nuestros corazones.
—No estoy lista, Theo —Admite la chica con una lágrima cayendo por su mejilla— Todo en ese mundo me recuerda a él. Tampoco quiero escuchar a las personas hablar de lo ocurrido porque no sé cómo reaccionaré a ello y es muy probable que me hagan un montón de preguntas para conseguir alguna portada. Quiero seguir acá, no estoy preparada para volver a ese lugar.
—Estaré para apoyarte —Interviene el peliblanco, logrando que la mente de Aria se detenga durante un momento ante sus palabras. Theo le da un suave apretón a las manos de la chica antes de romper el contacto visual entre ambos y dirigir su mirada a las sábanas que reposan junto a ella— Además, el presidente dijo que si no vuelves te demandará por incumplimiento de contrato.
Theo no se siente bien presionándola, pero debe ser sincero y advertirle lo que hará su jefe antes de que termine sumergida en una gran deuda. Los contratos que firmaron de jóvenes no son muy favorables para ellos.
—Ese viejo sabe como presionar a los demás —Exclama con frustración. No había forma en que pudiera pagar la demanda que haría la agencia, a duras penas sobrevive.
—Dijo que te esperará mañana a las nueve en la agencia, que si no llegas tendrás que pagar por incumplir.
—No lo sé... No quiero.
—Estaré ahí mañana, la decisión que tomes la apoyaré —El ojiazul hace una breve pausa regresando su mirada hacia ella— No estás sola, Aria.
La chica no responde, los orbes grises que instantes antes observaban a los azules habían decaído nuevamente hacia un punto en el suelo. La mente de Aria se siente agobiada y puede sentir como sus latidos aceleran de velocidad ante el saber que la están orillando a un regreso forzado. Cada día lucha por abrir los ojos y no sumergirse en la tristeza, ¿Ahora debe pensar en que adquirirá una deuda? ¿Debe hacer algo que no quiere para sobrevivir?
Theo observa el cambio de semblante en Aria y deshace con delicadeza el agarre de sus manos, el peliblanco se levanta dando un breve recorrido con su mirada por la habitación de su amiga e inevitablemente suelta un suspiro. No quiere seguir viendo a su amiga viviendo entre la mugre e insectos, ya no quiere visitarla y ver como siempre se encuentra postrada en su cama, no quiere continuar viendo a Aria tan apagada. El hombre vuelve a posar la mirada sobre su ex compañera y sabe que es el momento de darle espacio para que analice lo que hará de ahora en adelante.
—Me iré por ahora, espero verte mañana.
No obtiene respuesta, así que con pesar se marcha del apartamento. La chica al ver como él cierra la puerta se levanta con poco ánimo de la cama y le pasa el seguro a la puerta para no recibir más visitas. Aria vuelve a sentarse en la cama mientras toma de su mesa de noche un retrato, observándolo fijamente.
—June, ¿Qué debería hacer? —Pregunta mientras acaricia el rostro del chico de la foto con anhelo, sintiendo una presión en su pecho— Solo han pasado dos años de tu muerte... No merezco volver a vivir mi vida sin ti.
De sus ojos comienzan a salir lágrimas sin cesar, con la vista nublada coloca el portarretrato en su sitio el cual contiene una fotografía de ella siendo abrazada por un hombre, hombre que alguna vez amó, pero que la abandonó.
Aria toma las sábanas y se cubre con ellas por completo mientras se acuesta nuevamente. Las lágrimas que aún transcurren por sus mejillas mojan el cuello de su franela sin poder detenerlas, no puede parar de sollozar mientras se siente agobiada por tener que tomar una decisión, solo tiene dos opciones: tener que pagar una gran cantidad de dinero por no cumplir el contrato o volver al mundo del entretenimiento, el mundo que le arrebató a la persona que más ha amado en su vida. A su primer y único amor...
Aria no desea volver a cantar, modelar o actuar. No quiere subirse a un escenario porque en el público ya no estará la persona que siempre la animaba. Prefería vivir observando en su celular los recuerdos juntos a June, esos recuerdos que son lo único que la mantienen con vida.
June, el hombre de su vida y quien se suicidó hace dos años debido a los horribles sucesos del pasado. Hombre que la abandonó y la condujo a estar en esa situación, pero también es hombre al que no puede culpar.
La pelinegra baja su visión hacia su mano derecha en donde se deslumbra un anillo en su dedo anular, el sentimiento de remordimiento la inunda haciendo que la opresión en el pecho sea insoportable.
— ¿Podré volver al lugar que nos unió pero también nos separó? —Pregunta a su anillo, imaginando que habla con su amado.
Aria no culpa a su novio por haberse suicidado, se culpa a sí misma por no haberlo ayudado, por no haber estado cuando más la necesitaba. Nunca se dio cuenta de la tristeza de su pareja y no pudo evitar su muerte. Volver al mundo del entretenimiento es tener que hacerle cara a los fans de June, explicarles por qué ella sigue viva y por qué él no. Para expiarse decidió vivir en las sombras, en un lugar desagradable y sumergida en la depresión. La chica considera que es la vida que merece por no haber evitado la muerte de su amado.
Theo, por su parte, observa el conjunto de apartamentos que acaba de abandonar. Aquél edificio que en una de sus habitaciones alberga a la sombra de lo que solía ser su amiga. Durante dos años él había intentado convencerla de ver a un profesional, de mudarse a otra zona y de continuar con su vida, pero Aria desechó cada uno de sus intentos. El chico de ojos azules ha sido espectador de como su preciado amigo decidió acabar con su vida y también de cómo su amiga está muerta en vida. Lo único que puede hacer es seguir siendo un espectador y esperar al día de mañana para conocer la decisión de Aria.
Un corazón destrozado es capaz de detener la vida de alguien, el claro ejemplo de eso es Aria. El luto de su amor ha durado dos años ¿Seguirá deteniendo su vida o podrá continuar con ella?
NOTA DE AUTOR:
¡Hola! He vuelto y esta vez con otra historia que se que les gustará, esta es diferente a la anterior pero aún así la escribí con mucho amor para ustedes. Los quiero mucho y gracias por su apoyo.
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