35. Serpientes, vikingas y un mal tercio
Brenda:
Son casi las seis de la tarde. Acabamos de llegar al hotel en el micro que nos estaba esperando antes de aterrizar, nos llevará y traerá del hotel al club dónde será el partido y viceversa.
A medida que bajamos y esperamos nuevamente los bolsos, la entrenadora nombra por quinta vez desde que llegamos a La Rioja los grupos de tres que estarán en la misma habitación con el número de ella para que en la recepción pidamos la llave.
Yo: llegamos
Escribo en el grupo que tengo con mamá y Luca, y mando una foto del hotel visto de afuera que saqué minutos antes de que me dieran la valija.
Má: Abrigate a la noche que refresca
Má: Cuidate. Te amamos ❤️
Salgo del chat grupal y sin pensarlo entro al chat con Diego.
Yo: holaaa
Yo: llegué
Yo: ahora voy a dormir un rato pq me cansó el viaje
Yo: si querés organizamos para algo más a la tarde
Yo: mañana a la mañana tenemos el día libre también
Yo: a la tarde no, tenemos entrenamiento en la cancha donde vamos a competir
Tal y como lo imaginé antes de que Juliana cierre la puerta de la habitación que nos tocó yo ya estoy acostada en la cama más cerca a la ventana.
—Podemos ir a conocer un poco la ciudad, ¿no? —pregunta Gala.
Es su primer viaje con el grupo.
Incluso tengo una leve sospecha de que es su primera vez lejos de casa.
Con Juliana nos miramos para saber qué piensa la otra.
—¡Sí! Pero que sea un poco más tarde, yo estoy cansada. Estoy muy cansada —respondo—. Por las horas de viaje y espera en el aeropuerto —explico.
Juliana solo asiente y acuesta la cabeza en la almohada mirando el techo en la cama que quedó para ella.
—Entonces a la noche podemos ir a recorrer.
—O mañana temprano —responde Ju—. Siempre la primera noche hacemos una pequeña fiesta en una de las habitaciones.
—Entonces… Mañana. Mañana temprano, será… —Se nota el desánimo de Gala.
—Yo quiero ir hoy —comento al ver la cara de tristeza de mi compañera. Y podría jurar que los ojos de Gala se iluminan por una milésima de segundos—. Si querés nos escapamos de la fiesta para conocer la ciudad… siempre hacemos lo mismo, aburre un poco. Y no sabemos cuándo vamos a volver a viajar acá.
Corre desde la puerta del baño donde iba a dejar su neceser hasta mí y me abraza.
No esperaba ningún tipo de reacción explosiva y menos esta.
—Gracias, Bren.
Juliana me mira desde su cama y mueve la cabeza negando, a la par que hace mímica con los labios, pronunciando en claro «¡Nooo!», como si hubiera cometido un gran error.
—Entonces te dejo dormir. —Termina de abrazarme con una sonrisa.
—¿Qué hiciste? —pregunta en un susurro Juliana cuando Gala vuelve a guardar el neceser al baño.
—Tampoco exageres. Me dio lástima, seamos buenas con ella, es la primera vez que viaja con nosotras. Hay que incluirla.
—Para eso está la fiesta. —Revolea los ojos.
—A vos tampoco te gusta la típica fiestita. Habría que pensar algo más.
—No me gustan tanto, pero ya es una tradición en nosotras. Si no le gusta que no sea parte del grupo.
—Las tradiciones a veces se rompen.
—Esta no. Y menos estando a días del partido.
Y con eso damos la conversación por terminada. En cierta parte porque sé que tiene razón y por la otra porque sabemos que no vale la pena pelear por una fiesta o por alguien más.
—Tendré que pensar que le digo.
—Va a ser lo mejor. —Cierra los ojos.
Yo hago lo mismo.
—Podemos dar una vuelta después de la fiesta —le digo a Juliana para saber qué opinan.
—Sí, podemos —responde, somnolienta.
—Estás invitada. —Abro un ojo para ver su reacción. Ella sigue con la cabeza apuntando al techo y con los ojos cerrados.
—Puedo… —parece pensarlo por unos segundos— Pero prefiero dormir, si querés paseamos mañana. Las tres.
—Si cambias de opinión, la invitación sigue en pie.
—Dudo. Gracias, igual.
︱ღ︱
Cuando me despierto las luces de la habitación están apagadas, ya no entra luz exterior, aunque las persianas estén por la mitad y las cortinas no sean tan gruesas.
El único hilito de luz que encuentro a mi alrededor es el que pasa por debajo de la puerta del baño.
—Cuando salga Ju de bañarse entrá vos así en una hora bajamos a comer —me habla Gala desde su cama.
Asiento.
Sonríe y vuelve a ver las publicaciones de famosos en su celular. Por la luz de la pantalla que le ilumina la cara noto que tiene la cara un poco roja y una toalla en la cabeza en forma de turbante. Seguramente salió de bañarse hace menos de veinte minutos.
Tomo el teléfono mientras espero a que Juli salga del baño. Al desbloquear la pantalla me encuentro con varias notificaciones, entre ellas mensajes de Diego.
Diego alias Ratoncito 💻🧪: Holaa!
Diego alias Ratoncito 💻🧪: Sí, si querés y no estás cansada, hacemos algo. Me encantaría.
Diego alias Ratoncito 💻🧪: No recorrí mucho la ciudad, pero cuando estaba llegando a la zona vi un lugar muy lindo, no queda lejos. Podemos ir.
Diego alias Ratoncito 💻🧪: Si estás de acuerdo.
Diego alias Ratoncito 💻🧪: Te diría para hacer el martes, pero jugás al día siguiente.
Giro a ver a Gala que sigue con el teléfono.
Suspiro a la par que veo nuevamente mi teléfono con el chat de Diego abierto. Solo le presto atención a su segundo mensaje.
«Si querés y no estás cansada, hacemos algo».
Sé muy bien que estoy entre la espada y la pared. Quiero ver a Diego, pero ya quedé con Gala en hacer algo y posponer la salida no es una opción; también podría invitarlo a ir con nosotras si ella está de acuerdo —obvio que lo estará—, pero conociéndola… No creo que sea una buena idea.
Solo tengo tres opciones:
1. Dejar la salida con Diego para otro día (con todo lo que implica eso por la poca disponibilidad horaria. No estoy de vacaciones, vine a competir).
2. Cancelarle a Gala (sin decirle la verdadera razón para no herir sus emociones).
3. Invitar a Diego a salir con las dos (no sin antes preguntarle a Gala).
Con miedo y lo más similar a una punzada en el estómago me dirijo a Gala.
—Ga… ¿Gala? ¿Te acordás de Diego? ¿El chico que estaba con mi familia en las gradas; el castaño oscuro?
—Sí, el bonito. ¿Qué pasa con él?
Ni yo sé.
Giro la cabeza queriendo ahuyentar ese pensamiento.
Me quedo callada, arrepentida de hablar.
—¿Están saliendo? —pregunta, intrigada.
Perfecto…
¡Sí, estamos saliendo! ¿Por qué la pregunta? ¿Te interesa?
—No, no es eso. —Se queda callada esperando a que le diga algo. Durante estos segundos que permanezco callada prende el velador que hay entre nuestras dos camas—. Vino a ver el partido, me escribió para salir, y… Y yo me preguntaba si querés que venga con nosotras.
Por favor decí que no. Que solo salga con él.
—Sí. ¡Claro! Me cae re bien. —Ríe nerviosa.
—Buenísimo. —Finjo mi mejor sonrisa.
—¡Genial! —responde también sonriendo.
—Entonces le escribo.
—Aja.
Yo: pensaba salir con una de las chicas del equipo
Yo: con Gala
Yo: te acordás de ella?
Yo: si querés venir con nosotras estás invitado, no hay ningún problema en que vengas
Antes que responda busco rápido un sticker sonriente. Miro un par de opciones y me decido el de un pony rosa animado con los ojos cerrados y sonriente, que de él sale una burbujita de diálogo con el símbolo de una carita sonriente; :3.
No tarda en llegar una respuesta de él.
Diego alias Ratoncito 💻 🧪: Segura?
Diego alias Ratoncito 💻 🧪: No quiero arruinar la noche de chicas.
Yo: tranquilo, no arruinas nada
Diego alias Ratoncito 💻 🧪: Les salvé la noche aceptando.
Diego alias Ratoncito 💻 🧪: Qué ganador que soy! Voy a salir con dos chicas jajaja.
Manda un sticker de un gato con traje.
Una sensación horrible me invade el cuerpo. Pienso rápido para responder como lo haría en cualquier otra situación o con cualquier otro chico.
Yo: o tenés muchas vibes de gay
E inmediatamente mando el sticker de un cantante sonriendo al frente con una mano en la coronilla de la cabeza.
Diego alias Ratoncito 💻 🧪: Está entre las posibilidades jajaja.
La conversación termina ahí. No hay nada más que decirle al otro, al menos no hasta que nos organicemos y estemos listos para pasear a quién sabe dónde.
La sensación horrible sigue instalada en mí, con la novedad que ahora también es rara, la siento parte de mi cuerpo.
No sabría decir bien qué sentimiento es, pero es más que claro que es una mezcla de varios. Arrepentimiento. Bajón. Celos. Decepción. Envidia. Fragilidad…
Minutos después de que Juliana sale del baño y yo me aseguro que el agua está lo suficiente caliente, entro a bañarme.
Mientras las gotas calientes de la ducha caen sobre mi espalda, pienso en qué ponerme. La fiesta con mis compañeras del club no es para nada formal, y lo más probable es que la mayoría vaya con el pijama puesto para no cambiarse nuevamente, no está entre mis opciones porque después salgo con Diego —y para mi desgracia—, Gala viene con nosotros.
Una hora después de comer en el comedor del hotel, Juli está conmigo buscando entre nuestras valijas algo abrigado para ponerme, pero que al mismo tiempo sea acorde para pasear por la ciudad.
—¿Estás segura de que no querés ir? —pregunto una vez más.
—Segura. No necesitan un mal cuarto. —Ríe y señala con la cabeza hacia la puerta del baño.
Gala se está maquillando. Quiere impresionarlo, es bastante obvio que le interesa y que quiere generar lo mismo en él.
Intento no pensar mucho en eso porque probablemente me haga decidir en no ir, en quedarme a hacerle compañía a Juliana, aunque ella probablemente duerma una vez que sus pies queden descalzos.
—No creo que le interese.
—¿Te parece? —pregunto con esperanzas de que esté siendo sincera mientras aparto en la cama una polera de cuello alto blanca.
—Sí. Bren, ni siquiera creo que quiera salir con ella, lo hace porque lo invitaste. Incluso dudo que se acuerde de ella.
Finjo una sonrisa.
—¿Trajiste el cargo crudo? —pregunta mirando la prenda que aparté hace unos minutos.
—Sí, ¿por?
—Creo que te quedaría lindo con esa polera. Y arriba te ponés la campera de cuero.
—Puede ser —afirmo visualizado las dos prendas juntas.
—Fijate cómo te quedan juntos. Sino tengo un jean azul para prestarte.
Le agradezco con una mueca.
Giro a ver la puerta cerrada del baño.
Gala…
Suspiro, y me quedó mirándome las uñas cortas mientras espero a que salga.
—¡Gala! —El grito de Juliana me sorprende y levanto la cabeza para verla—. ¡No sos la única que necesita el baño, eh! Hace más de una hora que entraste, ¡salí o te tiro la puerta abajo!
—¡Que malhumorada que sos!
—¿Viste? Y eso que te estoy teniendo paciencia.
—Ya termino.
—¡Terminás en el espejo de acá!
—Sos re pesada —bufa, saliendo del baño.
—Y vos una egoísta.
—¿Egoísta? Si no vas a salir.
—Yo no, pero Brenda sí. No sos la única.
El aire queda tenso. Espero dos minutos para entrar al baño y probarme la polera con el pantalón y unas zapatillas clásicas.
Frente al largo espejo del baño me doy cuenta de que Juliana tenía razón sobre la combinación de ambas prendas. Para levantar un poco más el outfit decido ponerme una vincha de tela como accesorio.
Salgo del baño y busco rápido una bolsita transparente de plástico llena de vinchas de tela de diferentes colores que estoy segura de haber guardado en un compartimiento de la valija. Cuando la encuentro ni me percato en todas, voy decidida por la azul petróleo para que haga juego con la campera de cuero que pienso ponerme.
La regla de tres colores.
Gala vuelve a encerrarse en el baño.
Frente al espejo de pie que hay en una esquina sobre una de las paredes, me pongo la headband en la frente, tapando la primera parte de la raya que divide el pelo a la mitad. Por detrás Juliana me halaga como me queda la ropa.
—Te dije que iba a quedar lindo.
—Una vez más tenías razón —bromeo.
—¿La vincha azul es por…? —la interrumpo, ya sé lo que me va a preguntar.
—Sí, para que combine con la chaqueta.
Asiente con una sonrisa dando su punto bueno.
Me siento en la cama esperando a que alguna de las chicas de la habitación 305 escriba en el grupo del equipo —sin la entrenadora— que podemos ir.
No pasa mucho hasta que La Magaz escribe dando luz verde para ir a su habitación.
—Gala, ahí avisaron en el grupo que hayamos —le comento para que se apure.
—Nos vamos sin vos —le grita mi amiga. Le codeo a un costado del cuerpo por ser desconsiderada— ¿Qué? —pregunta en un susurro con mala cara.
—¿Te falta mucho? —pregunto frente a la puerta del baño cerrada.
—Ya terminé —responde saliendo con una sonrisa reluciente.
Sabía que se estaba produciendo, pero nunca pensé que tanto.
Realmente quiere impresionarlo.
Después de todos estos meses pensé que se había olvidado de Diego, que no lo intentaría, principalmente después de la poca importancia que él le había dado el día del accidente. Si bien se han visto un poco más en los siguientes entrenamientos y partidos a los que él me ha acompañado, nunca la situación pasó de un «Hola» y un «Adiós».
Una parte de mí estaba segura de que iba a intentarlo, al fin y al cabo es Gala, y aunque no la conozca de hace años como al resto del equipo, creo que la forma en la que la apodó su equipo anterior habla más allá de la cancha… De cómo ella es en su día a día.
Se ve absurdamente bonita.
Tendría que haberme esmerado un poco más en mi elección…
La vincha seguro que me hace ver aniñada.
El pantalón y la remera combinarían mejor con otra cosa. Por separado.
Un poco de corrector no me vendría mal; últimamente me salieron un par de granitos y ojeras por el estrés.
—¿Bren? Estás bien.
—Sí —le respondo a Juliana a mi lado—. Como siempre.
Y dicho eso, tomo la chaqueta azul que había dejado sobre la cama y salgo al pasillo del hotel.
—¿Creés que Diego se fije en mí? —Gala me pregunta a la par que caminamos al ascensor.
«Es una nena, ¿qué se te pasó por la cabeza para pensar que me pudo haber atraído?».
«Es una nena.».
«¿Y pensaste que podía haberme atraído un poco? ¿Tan mala imagen tenés de mí?».
—Brenda.
—Eh… Bueno…
Si no lo hizo alguna de las tantas veces que lo buscaste, ¿por qué pensás qué ahora se fijaría en vos? Sos una nena, él mismo lo dijo.
Porque está linda…
—No sé —opto por responder.
Me adelanto unos pasos de las chicas para la habitación y tocar la puerta.
—No sé —susurro para mí.
¿No sabés o no querés ver una posibilidad?
«Me presentas a tus compañeras.».
«Alguna chica podría interesarse en mí.».
«¿No te importaría presentarme con él?».
«No voltees, pero me está mirando.».
«Tenía el recuerdo que en el jardín siempre jugabas con uno de las princesas de Disney.».
«Si él lo recuerda es por algo, ¿no creen?».
La puerta de la habitación 305 se abre y los recuerdos se esfuman, dejando que la canción de fondo sea la protagonista para mis oídos y mi mente.
—¿Las chicas? —pregunta una de las chicas, asomándose al marco de la puerta— Ah, ahí vienen. ¡Pasen!
Gala es la primera en pasar. Entra a la habitación con aires de grandeza, supongo que es porque está más linda que de costumbre y lo sabe. Además de que se lleva elogios, resalta entre todas con lo que lleva puesto y el maquillaje.
Yo espero a Juliana que se queda en el medio del pasillo mandando un mensaje. Cuando camina el tramo faltante pasamos juntas; atrás nuestro pasan otras tres compañeras más.
Cuando llega el último grupo de chicas, el temporizador de las tres horas empieza a descontar segundos.
Dos horas, cincuenta y nueve minutos y cincuenta y nueve segundos.
Otra reunión a menos de setenta y dos horas del partido en un hotel que no conocemos.
Otra cábala para nosotras.
Otra jugadora siendo por completo una más de nosotras. Gala.
—¿Estás preparada para el bautismo, Gala? —pregunta una de las chicas prendiendo un sumerio en el balcón para que no salte la alarma de humo.
—Nací preparada. ¿Acaso no lo notaron?
Un par de risas inundan la habitación. Otras solo hacemos una mueca demostrando que nos causa diversión.
Una de las chicas de la habitación saca de su valija un pequeño maletín de tela con bandejas en su interior y dos bolsillos a los costados. El mismo maletín que nos causó dolor, gritos, risas y satisfacción a cada una de la habitación.
—Es de mi hermano —da la misma explicación de siempre mientras lo apoya en la cama—. Me lo prestó otra vez.
Todas vemos de reojo a Gala, atentas a cada uno de sus movimientos, sin importar que tan insignificantes sean estos.
Todas pasamos por lo mismo en el pasado. Las primeras en crear esta especie de ceremonia —por suerte— lo hicimos juntas; eran más nervios que ganas de reírnos de las otras porque sabíamos que pronto nos tocaría estar en la misma situación. A medida que fueron entrando chicas nuevas al club, y una vez sabido que su estadía sería definitiva en el club y que ya era una de nosotras, decidimos plantear un día especial para hacerles el bautismo. Discutimos mucho sobre qué día sería, queríamos que las siguientes en ser bautizadas como una más de nosotras tuvieran un día y que no fuera al azar, pero sin la necesidad de que se tenga que esperar un año. Así que después de pensarlo por un tiempo, la fecha estaba decidida: a tres días de un partido, con el detalle que ese partido sería en otra provincia para hacerlo más emocionante y significativo, ya que las primeras Vikingas en iniciar esto lo hicimos lejos de casa.
—¿Me das el placer de hacer los honores? —pregunta, riendo, mientras saca objetos de los estuches sobre una de las camas.
Gala hace una mueca de desconfianza.
—Tranquila, ¿sí? Yo se lo hice a todas. No duele nada —Estefanía intenta tranquilizarla.
Gala suspira fuerte y cierra los ojos de a poco.
—¿Empezamos?
—Empezamos —afirma aún con los ojos cerrados.
Estefanía no puede contener su grito de emoción. Aunque haya hecho cada una de las perforaciones en este tipo de ceremonia, cada vez que le toca a la nueva se emociona como la primera vez.
—Te voy a tener que poner uno de bolita, pero cuando se cure vas a poder cambiarlo, y si querés a una serpiente, como nosotras. —Se corre el pelo dejando su oreja al descubierto para que se vea el piercing—. Es por la serpiente de Midgard, la misma que se ve representada comiendo su propia cola en forma de círculo, porque de lo larga que era podía rodear el mundo.
—¿Una serpiente?
—Sí, es hijo de dioses vikingos, Loki y Angrboda —explica vagamente Juliana.
—Simboliza el ciclo infinito. La vida eterna, la lucha, el esfuerzo y el amor, por eso la elegimos —explico, sentándome frente a Gala en una de las camas—. Aunque también representa al mismo tiempo todo lo contrario a la creación y a la vida: la destrucción y la muerte eterna. Comía lo que encontraba en el mar, hasta que llegó el punto de no le bastó para calmar el hambre, por lo que empezó a comerse. Se comía y crecía a la par; constantemente veía su nacimiento y muerte. —Cuento la parte más cruda de la historia nórdica—. Si bien el piercing es una serpiente normal y sencilla, decidimos elegirla por el significado positivo de que simboliza esa serpiente.
Gala se queda sorprendida por el trasfondo de unas perforaciones tan diminutas e insignificantes para los demás, pero a su vez creo que le fascina por sus ojos; estos están más abiertos de lo que nunca llegué a verlos y tengo la sensación de que brillan encantados.
—Después me pasan la dirección de donde los compraron.
Aunque le cueste adaptarse solo quiere ser parte de nosotras…
—De eso no tengas dudas —le responde una compañera—. Podríamos ir juntas, yo tengo ganas de cambiarme la argollita de la nariz.
Gala asiente sonriendo.
︱ღ︱
—Nos vemos. Recuerden que tenemos entrenamiento mañana.
Con Gala bajamos a la recepción y cuando salimos del edificio le escribo a Diego que ya estamos libres.
—¡Qué frío! —se queja Gala.
Finjo no escucharla leyendo la respuesta de Diego.
—Bren, ¿tenés frío? —Se lleva las manos a los brazos.
—¿Vos tenés? —pregunto lo obvio. Ella asiente—. Si querés subí por un abrigo; si viene te esperamos.
—Es que no traje nada —responde mirando a la esquina esperando a que llegue Diego.
Suspiro tan bajo como puedo.
—Tomá.
—¿Segura? —Gira la cabeza hacia mí.
—Sí… Yo estoy bien —En parte es verdad, y en parte mentira.
—Gracias.
Le sonrío.
A lo lejos vemos a Diego cruzando hacia nuestra vereda. Sonrío al verlo y empiezo a recordar que viajó por mí, para verme jugar el miércoles.
Trece horas en auto por mí.
Veo de reojo a Gala que sonríe tanto como yo a la par que ve como se acerca con cada paso que da. La sensación de hoy temprano reaparece y la sonrisa que segundos antes había aparecido en mi cara se esfuma.
—¿Cómo están?
—Hola… Diego, ¿no?
La primera jugada de Gala está hecha: hacerse la desinteresada en él en no recordar su nombre.
—Sí, él mismo. —Ríe, tímidamente—. Bren, ¿cómo estás?
—Bien. Muy bien.
Diego se acerca y me da un beso en una de las mejillas.
—¿Y bien? ¿A dónde vamos?
—Cerca hay un bar. Podemos ir —propone Gala.
—Mañana tenemos entrenamiento —respondo, cortante.
—Pero a la tarde.
—No vamos a tomar, Gala. Al menos no hasta el partido.
—Qué aguas fiestas —se burla de mí de una forma tan sutil que no puedo exponerla.
Diego parece notarlo porque enseguida me mira serio.
—Si me dejan opinar sin que se provoque la tercera guerra mundial; Brenda tiene razón —comenta pasando una de sus manos por la nuca—. Faltan pocos días para el partido y el último entrenamiento es mañana, tienen que tener el mejor rendimiento físico posible.
Una energía de alegría me recorre por todo el cuerpo.
—Sí… Bueno, es un buen punto, pero solo iba a ser un trago, nada más… Bueno… Entonces, ¿a dónde quieren ir?
—Cerca, como a dos cuadras, hay una plaza; si quieren vamos.
—Vamos donde quieras —responde Gala tocando su hombro.
—¿Bren?
—Sí. Vamos. Sí.
Mientras Diego hace de guía turístico y nosotras nos dejamos guiar por él como turcos en la neblina, él se pone a mi lado.
—¿Estás bien? Te noto muy callada.
—Estoy bien.
—¿Segura?
—Sí. —Río—. ¿Qué pasa? ¿Además de tener complejo de mamá tenés complejo de príncipe?
—Digamos que lo desarrollé en el último tiempo.
Sonríe de lado e inmediatamente veo como baja el cierre de la campera y se la saca, y con un solo movimiento la pasa por delante de sí mismo para después pasarla por detrás de mí y apoyarla sobre mis hombros.
—Soy consciente que cuando nos encontramos esa noche te dije que no te daría mi abrigo en ninguna circunstancia, pero cambié de opinión.
Se queda mirándome y comienzo a creer que el tiempo se detiene. Que Gala se cayó por un agrietamiento geológico del que ya es muy tarde para ayudarla, que nunca podremos sacarla. Que la farola de la calle que nos ilumina es la luna y el sol unidos por un eclipse…
Pero una parte de mí es más que consciente de que eso es una mentira, un invento creado por mi imaginación… Y también sé que si no lo alejo ahora no podré hacerlo nunca más.
Si no lo aparto haré una locura.
Un papelón. Un papelón delante de Gala.
Y no solo eso, sino que perderé la amistad que me costó volver a construir después de que me aparté.
—Esa noche también dijiste que no sos un romántico empedernido, y nosotros somos amigos. Mejores amigos.
—Sí… Mejores amigos. —Se aclara la garganta.
—Así que es de un lado de protección, ¿no? Por el partido y seguramente porque mamá te hizo prometerle que me ibas a cuidar… ¿Cierto?
—Cierto —afirma.
Y el trago amargo baja por mi garganta.
Su respuesta fue una patada inesperada en los dientes.
Algo dentro de mí se rompe en mil pedazos. En pedazos de todos los tamaños habidos y por haber; grandes, medianos, pequeños y minúsculos, de esos que no se ven tan bien a simple vista, pero que si te los clavas duelen más que cualquier cosa.
Lo peor de todo es que sé muy bien que ese algo no es nada más ni nada menos que mi corazón.
Gala le empieza a hablar a Diego sobre el piercing, creo que él no la está escuchando, tiene la mente en otra parte. Me gustaría que la tenga en mí, pero está muy lejos de eso… Al menos de la forma que quiero.
Y yo por mi lado opto en hacer casi lo mismo que Diego; silenciar todo a mi alrededor: el viento golpeando las ramas de los árboles, las voces de un grupo de chicos que juegan a la pelota un poco más adelante de nosotros, las bocinas de los vehículos y, en especial la voz de Gala que sigue intentando llamar la atención del chico que va con nosotras.
Soy solo yo con mis pensamientos.
Con mi decisión.
Con las mil y una posibilidades que tenía para hacer y decir, y cómo él hubiera reaccionado ante ellas.
Nos sentamos los tres en una de las bancas de la plaza y nos quedamos mirando el cielo mientras hablamos de lo poco que vimos de la ciudad, de cómo nos preparamos para el partido o el entrenamiento de mañana, de los estudios, de un poco de todo… En algún momento de la conversación aprovecho para contarles cómo me siento sobre el partido que jugaremos en los próximos días.
—No podemos perder otra vez. No me lo perdonaría nunca, y en el fondo la entrenadora tampoco… Ella confía en mí. Ustedes también. —La miro a Gala dando a entender que me refiero a las chicas del equipo—. Mi familia. Vos, Diego; vos también lo hacés. No nos podemos dar el lujo de perder. Es la última oportunidad. ¡La última! —grito, frustrada.
—Traje tu amuleto —me recuerda Diego codeando mi brazo para animarme—. Todo va a salir bien. ¿Sí?
—No deberías de ponerte todo sobre la espalda. —Gala parece reflexionar en voz alta—. Somos un equipo, si los logros son de todas, los… —No se anima a terminar la oración.
No necesito que diga nada más para entender a lo que se refiere. Yo tampoco me animo a nombrar al fracaso en estas circunstancias, menos que menos si estuviera en la mira después de haber sido incluida como una más de grupo y menos aun a días del enfrentamiento.
Le sonrío con amabilidad. Dando a entender que comprendí sus palabras aunque no haya terminado la oración. Ella me devuelve la sonrisa del mismo modo.
—Así que amuleto, eh… —Retoma las palabras de Diego— ¿Cuándo me darán el mío?
Con Diego intercambiamos miradas, perplejos, sin saber qué decirle.
—No, solo tiene Bren —responde Diego.
—¿Por ser la capitana? Es una tradición algo rara, ¿no creen? —Ríe.
—No es una tradición. Fue una idea de Diego. Se hizo un collar con mi número para usarlo en cada partido —explico—. Un juego entre nosotros —suavizo la situación.
Su semblante de ser divertido e iluminado pasa a ser completamente serio. En completo silencio asiente un par de veces. No dice nada al respecto, pero puedo percibir que aquel gesto de Diego hacia conmigo cada vez que está en las gradas le llega a molestar. De repente noto como le sonríe sensualmente a Diego.
—Al collar le podés agregar mi número. también. —Le guiña un ojo coqueteando—. Me calientan los chicos que usan collares, rompiendo con la masculinidad frágil.
Él tarda un poco en reaccionar, pero cuando lo hace es de una forma muy cortante.
—No. No me interesa que haya otro número que no sea el once.
Nuevamente el rostro de Gala se transforma una vez más, esta vez de coqueto y algo provocativo a serio y duro como si el de una estatua se tratara.
—Diego, ¿notaste el piercing que me hice? —Intenta retomar una conversación con él.
—Está lindo. Cuidátelo. —Le responde. Gala le sonríe, pero antes de decir algo más, Diego habla nuevamente, está vez dirigiéndose a mí—. Vos tenés uno en el mismo lugar, ¿no?
—Sí. —Sonrío y siento como mis mejillas toman calor. Nunca pensé que se hubiera fijado en él—. Es por el equipo, Gala se hizo el suyo por la misma razón. Ya es una vikinga al cien porciento.
—Qué bueno. Felicitaciones, vikinga bebé.
—Vikinga joven —corrige, seria—. No bebé.
—Bueno, está bien. —Ríe Diego—. Vikinga joven… Joven bebé.
Me doy cuenta de que a Gala no le hace mucha gracia el comentario de Diego, pero elige dejarlo pasar.
Nos quedamos en silencio mirando el cielo. De reojo veo a Diego acomodando el collar de su cuello para que sea visible.
El corazón empieza a bombear cada vez más rápido y fuerte de felicidad, tan así que tengo miedo de que Diego o Gala puedan llegar a escuchar los latidos.
Nos quedamos un rato más mirando las estrellas en silencio. Es el mismo cielo que hemos visto un millón de veces, pero en un lugar diferente, y no sé si estoy loca, pero parece ser más mágico que nunca.
—El once es por mí, ¿no? —La voz de Gala nos saca del trance en el que nos encontramos.
Cuando la busco para verla la encuentro acariciándole el brazo al chico que está entre nosotras.
Diego alza una de sus cejas sin comprender su pregunta.
—Eso. Si el número es por mí —retoma la pregunta. Esta vez deja de acariciar su brazo para pasar a tocar el collar.
¡Mi Collar!
La impotencia se apodera de mí. De mi interior. No puedo decir ni hacer nada y eso es lo que me da más bronca.
¡Una cosa es que coquetee con Diego, y otra muy diferente es que use la excusa de mi collar para eso!
Siento como desde el vientre hasta la garganta comienza a crecer un monstruito rojo con cuernos que no tiene problema en salir a pelear. Mamá lo llamaría enviada, la abuela, problemas de ira, mi lado racional en otra circunstancia le estaría dando alguno de esos nombres y regularizando mis emociones. Pero hoy me gusta más la versión del abuelo y Luca: justicia.
No voy a hacerle nada, pero hoy ese monstruito está bajo el nombre de justicia.
—Eh... No —responde quitándole el collar de sus manos y dejándolo sobre su cuello nuevamente—. No es por vos. Es... Es por Bren.
El monstruito así como creció, disminuye su tamaño con el gesto y las palabras de Diego.
—Ah. —Voltea a verme—. Pensé que era por mí, como fui la última en ser parte del equipo... La número once. —Ríe.
Ríe como si hubiera hecho el mejor chiste de la historia.
Con Diego nos miramos.
Noto su sonrisa burlona.
Yo le sonrío.
—No, no. —Diego finge una risa—. Es por Brenda. Este es el collar. Su amuleto. Nuestro… Nuestro amuleto.
«Nuestro amuleto.».
—Claro… Me lo imaginaba más… Más lindo.
Diego mira el collar sobre su cuello dudando.
—A mí me gusta. —Hablo por primera vez en esta conversación—. Me encanta.
Diego sonríe mientras palmea la madera del asiento para encontrar una de mis manos. Y cuando lo hace me da un pequeño apretón en forma de agradecimiento.
—Creo que lo importante es que nos guste a nosotros —sigo—. A él. Y a mí. A nadie más. Y eso sin tomar en cuenta la parte sentimental que tiene como historia ese gesto.
Gala queda completamente en silencio.
Los tres volvemos a ver el cielo.
Diego sigue sosteniendo mi mano. Tengo miedo de moverme y que me suelte.
—Hoy fue mi bautismo en el equipo —le comenta Gala a Diego.
—Lo del piercing. Sí, lo sé.
—Sí —afirma con una sonrisa.
—Nació una vikinga —bromea.
—Podría decirse que sí. —Gala ríe más alto de lo que en verdad causaron las palabras de Diego.
—Sos una vikinga bebé.
La risa de Gala se detiene de golpe.
—¿Cómo?
—Eso mismo. Sos una vikinga bebé.
—Vikinga joven —corrige.
—Vikinga joven bebé —sigue bromeando con lo mismo de hoy temprano.
Me mira disimuladamente para que Gala no lo note y guiña con el ojo derecho. Y como de sí un rompecabezas se tratara la situación comienza a dibujarse delante de mí. La está rechazando de una forma sutil. Le está dando a entender sin lastimarla que aunque lo intente, él no se fijará en ella por la diferencia de edad.
—Idio… —masculla mi compañera.
—Fue un chiste. No te enojés.
Gala se para de la banca y camina dos pasos hacia delante. Diego rodea su mano en la muñeca de ella y se para delante de ella.
—Ey, no te vayas. Fue un chiste. Perdón, ¿sí? No quise que te enojaras.
—Mmm… Okey, estás perdonado. ¿Abrazo?
—¿Qué?
—Abrazo de tregua.
¡¿Tregua?!
¿De qué tregua habla?
Que no la abrace. Que no la abrace. No. Por favor. No, No, No…
Veo como Diego se queda quieto en el lugar ante aquellas palabras y sé que lo va a hacer. Cierro los ojos, pero de inmediato los abro por una pequeña esperanza dentro de mí de que no lo hará.
Gala toma la iniciativa, es quien corta la distancia entre ellos y la primera en pasar una de sus manos por su cuello, acariciándolo, su cabeza la apoya en un hombro de él, y es ahí donde Diego envuelve la espalda de ella con sus brazos. Gala es quien quedó frente a mí, por lo que aprovecha a guiñar un ojo sonriendo triunfante, y aunque no puedo ver la cara de Diego porque está dándome la espalda puedo imaginarme que debe estar casi igual con solo ver lo cómoda que está Gala.
Y todo el rompecabezas que armé hace unos minutos, lo desarmo al darme cuenta de que estaba uniendo piezas que no iban juntas y haciendo que encajen a la fuerza.
Es su forma de chamuyar con ella, no de rechazarla.
Su forma de rechazar es como lo hizo conmigo. En darme la razón de que solo somos amigos que se llevan bien. Mejores amigos. Y que me cuida porque mi mamá se lo pidió.
Cada unos de los pensamientos de hoy vuelven a invadirme, esta vez más fuerte.
«No voltees, pero me está mirando.».
«Alguna chica podría interesarse en mí.».
«Me presentas a tus compañeras.».
«¿No te importaría presentarme con él?».
«Diego alias Ratoncito 💻 🧪: Qué ganador que soy! Voy a salir con dos chicas jajaja.».
Se separan y vuelven a sentarse conmigo. Ya no estoy de humor y sé que no voy a poder fingir que no me molesta en lo absoluto lo que acaba de pasar, por lo que decido mentirles con la excusa de que estoy muy cansada. Por suerte Diego comprende la situación —aunque sea falsa— y se ofrece a acompañarnos al hotel.
De camino al hotel, noto como Diego se mantiene al lado mío en todo momento y casi no responde lo que Gala le pregunta o comenta, por lo que tiene que volver a preguntar nuevamente. No quiero ser mala, pero no puedo negar que muy en el fondo me alegro de esto.
No sé en qué momento, pero Diego pasa un brazo sobre mis hombros. Yo giro a verlo feliz.
—¿Qué? —pregunta como si tal acto no hubiera provocado algo dentro de mí.
—¿Estás bien? —pregunto en un tono más bajo que de costumbre.
—Perfecto. ¿Vos?
—Perfecta. —Una sonrisa se me escapa.
Nos quedamos un rato en silencio caminando —menos Gala que está a un costado nuestro tomando fotos del paisaje—. Con Diego nos miramos fijamente. Recorro su rostro, fracción por fracción, extremo por extremo, de ida y de vuelta. Cuando mis ojos se desvían hacia abajo me doy cuenta de que tiene la nariz rosita.
—¿Querés la campera?
—Estoy bien.
—Tu nariz no dice lo mismo —respondo, seria, decidida a bajar el cierre para quitármela.
Él pone sus manos sobre las mías que están en mi pecho para que no me saque el abrigo. Deslumbrada por él, me quedo dura como una piedra, no soy capaz de pestañear, ni de liberar el aire frío que empecé a retener en este momento, ni de mover los dedos del pie para que no se me congelen. Noto que él me recorre con sus ojos como segundos antes yo lo estaba haciendo con él, de una forma bastante descarada y sin rastros de algún escrúpulo.
—Estoy bien. —Su aliento cálido con olor a chicle de menta fuerte choca contra mi cara y viaja por mis fosas nasales—. Es… Solo es alergia.
Asiento sin ser capaz de decir alguna palabra, aunque no le haya creído del todo.
Seguimos caminando hasta el hotel cuando Gala termina de sacar fotos a cada cosa que nos rodea. Gala apenas se despide de Diego entra al hotel y sube las escaleras corriendo hasta nuestra habitación. Yo me quedo en la entrada mirando hacia el interior esperando a que la nueva vikinga desaparezca por las escaleras para estar segura de que no nos espiara.
Nos quedamos en silencio mirando al otro, esta vez de una forma más tímida e incómoda que antes. Cuando Diego se decide a ser el primero en hablar se interrumpe para estornudar, dos veces, lo que me da la seguridad para ser yo la primera en saludar.
—Nos vemos.
—Antes prometeme que vamos a pasear. Solos. Los dos. Sin ella. —Señala con la cabeza hacia el interior del hotel, aunque este esté vacío—. Y sin ninguna de las demás.
—Te lo prometo.
—Chau, Bren. Descansa.
—Vos también.
—Te quiero.
Yo a vos.
Sonrío con timidez.
Entro al hotel y salgo a los dos segundos al darme cuenta de que tengo su campera puesta; él sigue en el mismo lugar que estaba antes de girarme, algo que me hace sonreír involuntariamente. Le doy la campera y antes de volver a entrar —esta vez en un trote—, le doy un beso efímero en una de las mejillas.
Y en lo único que puedo pensar desde que subo las escaleras que llevan a mi habitación hasta que llamo a la puerta para que Gala me abra es en la promesa en la que Diego me hizo prometerle.
«Vamos a pasear. Solos. Los dos. Sin ella. Y sin ninguna de las demás.».
«Te quiero.».
_______________ღ_______________
Esto no es una falsa alarma. Repito, NO ES UNA FALSA ALARMA!!! También tendremos nuevos capítulos los viernes ☺️
AAAAAAAAAAAA LA TENSIÓNNN, POR FAVORRR 💗✨💗✨💗✨
A quién más le desespera que no se besen? (falta poco, falta poco) (y para el final también, pero yo les aviso cuando queden como 5 caps para que vayan preparando los pañuelos)
Bren dudando de si misma me destruye, pero Diego dejandole en claro q no hay nadie más y defendiéndola ME DESTRUYE MÁS 🤏🏻🥺
Les dejo mis redes sociales. A veces dejo algún adelanto del próximo capítulo en Instagram y Twitter [X], también hago dinámicas con ustedes.
Instagram/Tiktok/Twitter [X]: @enuntulipan.
Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro