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33. Secretos de mellizos

Brenda:
Diego alias ratoncito 💻🧪: Estoy yendo a cargar nafta.

Diego alias ratoncito 💻🧪: Mucha suerte mañana en el viaje.

Diego alias ratoncito 💻🧪: Yo viajo hoy por las horas de viaje que tengo.

Yo: graciass

Yo: suerte, avísame cuando llegues

Yo: tenés dónde quedarte?

Diego alias ratoncito 💻🧪: Sí, eso ya lo resolví.

Yo: ves? hombre que resuelve jajaja

Yo: gracias por viajar

Yo: es muy importante tener cerca a mis amigos y familia cuando del vóley se trata. más siendo en otra provincia

Yo: gracias. no era necesario que viajes pero estoy feliz de que lo hagas. gracias

Le mando el sticker del corazón con pies y manos unidas y como si estuviera a punto de llorar de la emoción.

Diego alias ratoncito 💻🧪: Lo sé, tranquila. Todo va a salir bien.

Diego alias ratoncito 💻🧪: Además, alguien tenía que dejar tranquila a tu mamá de que no te ibas a mandar ninguna.

Yo: hablaste con ella? qué te dijo???

Y deja de responder.

Cuando veo que se desconecta dejo el celular a un lado y sigo guardando ropa en la valija sobre la cama.

A los veinte minutos Diego vuelve a escribirme.

Diego alias ratoncito 💻🧪: Recién estamos saliendo de la estación de servicio, te aviso antes de llegar a la ruta.

Yo: estamos? con quién vas?

Me manda una selfie vertical de él sonriendo en el asiento del conductor del auto.

Está sonriendo mientras sostiene con los dientes uno de los cordones del buzo blanco que tiene puesto, dejando a la vista sus dientes rectos. Por encima de él tiene una campera grande completamente negra, dejando en claro el frío que hace afuera.

Gran parte de su pelo castaño oscuro está tapado por la capucha del buzo; solo se asoman algunos mechones despeinados sobre su frente.

Ninguna de sus dos manos salen en la foto. La derecha porque es con la que sostiene el celular, eso se nota muy bien por el ángulo en el que fue tomada la foto y la izquierda pareciera que se encuentra sobre el volante por como está estirado su brazo hacia delante.

La foto no tiene la mejor luz de todas; recién está amaneciendo. Miro la ventana de mi habitación y veo el cielo grisáceo, tan gris que sé que si lo miro por mucho rato y desprevenida la nostalgia me podría atacar hasta comerme viva. Los rayos de sol apenas atraviesan las nubes que cubren todo el cielo.

En lo único que puedo pensar es en lo agradecida que soy de tener a Diego en mi vida.

El clima pide a gritos quedarse acostado sin hacer nada hasta la hora del almuerzo, y, sin embargo, él está viajando a otra provincia, a una provincia de la cual no conoce nada de nada y solo para acompañarme por los siguientes días.

Al no ser parte del equipo —ni chica— no puede viajar con nosotras y la entrenadora, por lo que buscó la forma de viajar por su cuenta.

«Hombre que resuelve», la idea recorre en mí desde que se lo comenté en la biblioteca.

Diego alias ratoncito 💻🧪: No podía quedarse en mi depto, tenía que venir como lo hizo en cada partido.

Ahí caigo en cuenta que lleva puesto el collar de mosaicos amarillos que hizo para usar en cada uno de mis partidos.

Me quedo viendo la foto más tiempo del necesario, y no precisamente veo el collar colgando en su cuello.

Reaccionó a la foto con un corazón rojo.

No sé qué responderle. Escribo y antes de terminar la oración borro todo, empiezo otra vez el mensaje con el mismo principio y borro una vez más. Me quedo viendo como mis pulgares se mueven en el aire mientras decido qué tecla tocar primero para responder.

Yo: sabía que no lo ibas a olvidar

Yo: y si lo hacías ya te sabías el camino de regreso jajaja

Diego alias ratoncito 💻🧪: Conociéndote, estoy casi seguro de que me harías volver a buscarlo y no me molestaría en lo más mínimo.

Sonrío leyendo por quinta vez su mensaje.

«Y no me molestaría en lo más mínimo.».

Sonrío. Y le doy un significado más profundo de lo que realmente es.

«Estoy casi seguro de que me harías volver a buscarlo».

Me conoce.

Realmente no haría que vuelva porque es un viaje de muchas horas, tardaría más en tiempo en ir y volver que en buscar en su departamento el collar; pero sí estaría algo insegura de que no lo tenga porque creo mucho en las supersticiones. Es probable que recorrería todo el centro, a pesar de no conocerlo, para conseguir todos los materiales y que pueda hacer uno en el momento.

O al menos eso les diría a todos. Principalmente a él. A Diego.

La realidad es que me encanta que vaya a verme jugar —sea a los entrenamientos o a los partidos— con ese collar. Con mi número de camiseta. Con el número once.

Diego no me pertenece, pero se siente muy bien que tenga algo que solo me represente a mí, y no al equipo. Se siente más que bien. No solamente porque lo usa para demostrar su apoyo incondicional hacia mí, sino porque lleva algo mío con él; el once es parte de mí y yo soy parte del once.

Es el número con el que empecé a jugar de forma profesional cuando me uní al equipo.

Es mi número de la suerte.

Además de que también es el número del día de mi cumpleaños, 11 de julio.

Faltan pocos días para mi cumpleaños —por ende para el de Luca también—. Justo es el día que vuelvo del torneo con el club, así que mamá se encargará de organizar todo junto a mis amigas y a los amigos de Luca para la fiesta. Algo que puede salir o muy bien o muy mal.

Con Luca nos encanta festejar juntos nuestro cumpleaños, por eso siempre lo hemos hecho así, desde que mamá organizó el del año junto con el bautismo de los dos hasta el del año pasado; ya es una tradición para nosotros.

Una tradición que nos encanta tener y que por nada del mundo rompemos.

Hace dos días terminó el cuatrimestre, si bien hubo materias que terminaron antes del día previsto, oficialmente terminaban el viernes. Aprobé todas las cursadas, incluso en algunas tuve que dar el integrador y me fue bien por lo que me salvé de tener que dar el final en esas —que es lo que me da un poco de miedo—; así que por esa parte voy a competir tranquila.

—Voy a extrañar que me molestes.

Dejo la remera que estoy doblando sobre la valija y volteo hacia la puerta. Luca está sobre el marco de la puerta abierta.

—¿Que yo te moleste? Creo que es al revés.

—Mmm… Digamos que voy a extrañar que me molestes y molestarte.

Río y me acerco a abrazarlo.

—Diego me escribió hace un rato —dice rozando su pera en mi frente—. Está viajando para verte a vos. Es más que obvio que le gustas.

Me separo de él y vuelvo a guardar ropa en la valija.

—No, Luca. ¿Qué decís? Solo somos amigos.

—Amigos que se gustan… ¿O me vas a decir que no te pasan cosas con él?

—Es mi amigo. No me gustan mis amigos. Para mí son como vos. Mis hermanos. Mis mellizos.

—Claro… —Entra a la pieza y empieza a tocar cada uno de los perfumes que hay sobre el tocador—. Siempre hay alguna excepción, ¿no creés?

—¿Cómo vos con Meg? —contraataco.

Deja el perfume que tiene en las manos y lo deja en su lugar.

—Te estás confundiendo. ¡Además! No me cambies de tema. —Se pone nervioso—. Estamos hablando de vos —retoma el tema—; No de mí —baja el tono.

—Pero podemos empezar a hacerlo.

—No. Soy tu mellizo, te conozco desde antes que mamá. —A ambos se nos escapa una sonrisa ante esas palabras.

—¿Tanto se me nota?

—¿Querés la verdad o la mentira? —pregunta risueño y apoya sus manos en el tocador detrás de él.

—¡Ey! —Tomo mi almohada y se la tiro. Él la ataja en el aire y la tira bajito y sin mucha fuerza para dejarla nuevamente sobre la cama—. ¿Soy obvia?

—No, Bren. No lo sos, al menos no cuando Diego viene a estudiar, no sé cómo actuás cuando están solos.

—¿Entonces? ¿Por qué supones?

Antes de responder, ríe bajo y toma uno de los esmaltes de uñas que hay detrás de él.

—Me doy cuenta, no me podés mentir, no cuando somos tan parecidos… y ya te he visto enamorada.

—Vos tampoco me podés mentir.

Y como si leyera mi mente habla.

—Lo sé. La lista. «Entre mellizos no hay secretos».

Asiento.

Luca suspira y camina hasta mi lado.

—Haceme un lugar, por favor.

Dejo la valija en el suelo y él se acuesta mirando al techo.

—Acostate —dice jugando con el frasquito del esmalte sobre sí mismo.

—Te gusta.

—¿Meg? Sí.

—Desde hace años —digo lo que me guardo desde hace tiempo.

—No hace falta que te diga nada —bromea.

—¿Qué pasó entre ustedes?

—Nada. Nada de nada.

—No me refiero a eso, Lu… Hablo de la noche que salimos todos juntos.

—No sé. Realmente estoy confundido. Muy confundido.

Decido cambiar el tema porque no tiene ganas de hablar sobre el tema.

—¿Viste la cajita que tengo sobre el tocador? —Señalo el mismo.

—Mhjm… —Asiente esperando a que cuente de qué se trata.

—Me lo regaló él. Diego. Para que pueda distraerme después del partido contra las riojanas.

—¡¿Diego?! —Se sorprende tanto que se sienta en la cama de un movimiento.

—Sí… Me dijo que tenía el recuerdo de verme jugar con uno en el jardín.

—Está muerto con vos —afirma.

—¿Te dijo algo?

—No necesito que me diga. Solo tengo que ver cómo se comporta cuando estás cerca y cómo te trata.

—Sí, pero…

—Brenda —me interrumpe—, yo también soy hombre y estuve enamorado.

—Estás —corrijo con una sonrisa—. Estás enamorado.

Lo hago para dejar de tener el foco de la conversación.

—Sí, estoy enamorado. —Suspira, deja a un costado el esmalte y se tapa la cara.

Empiezo a carcajear y Luca me sigue por detrás.

—¿Quién lo diría? Los dos Acostas enamorados al mismo tiempo. Ni que fuéramos mellizos, ¿eh?

—Y de sus amigos. —Suspiro.

—Megui no es mi amiga.

Volteo a verlo tan rápido que me sorprende no haberme roto el cuello.

—¿Qué? Es la verdad. No es mi amiga, sino la tuya. Cada tanto hablamos porque viene seguido a casa, pero nada más.

Giro los ojos dejándole en claro que sé la verdad. Si bien al principio no eran amigos, a medida que Megara venía a casa y se hacía más cercana a mí, ella y Luca fueron tratándose —por obligación más que por cuenta propia—, pero luego comenzaron a ser amigos; lo mismo pasó con Kira y Vanesa.

Soy consciente que si no fuera porque yo soy la hermana de Luca y ellas mis amigas desde el jardín no se tratarían como lo hacen. Pero también hay que reconocer que Megara tuvo mucho que ver en eso; ella está enamorada de Luca desde siempre, aunque él sea muy ciego para darse cuenta.

Este sería un buen momento para decirle, pero estaría traicionando a Meg por lo que no digo nada y espero a que el tema cambie.

—Como digas… —me limito a decir, nuevamente manifestando mi contradicción con su afirmación.

—¿Enamorados del amigo y amiga de nuestro melli? —Trata de buscar un punto medio, aunque ambos sabemos que no es tan así.

—Si eso te hace sentir menos culpable, digámosle así.

Y esta vez la que recibe un almohadazo soy yo.

—Lu, ¿te puedo pedir un favor?

—Sí, ¿cuál?

—No le digas a nadie… Lo que te dije de Diego.

Asiente.

—Vos no le digas a nadie lo de Megui.

—Tu secreto está a salvo conmigo. —Sonrío, dándole seguridad.

Nos quedamos en silencio viendo el aburrido techo de mi habitación por unos segundos hasta que los dos nos giramos para ver al otro.

—¡A mamá ni una palabra! —decimos al mismo tiempo, para después empezar a reír.

Luca me abraza aun riendo y yo rodeo mis brazos a la altura de sus pectorales.

_______________ღ_______________

Bren y Luca enamorados al mismo tiempo y de sus amigos, cómo creen que termine todo??

Les dejo mis redes sociales. A veces dejo algún adelanto del próximo capítulo en Instagram y Twitter [X], también hago dinámicas con ustedes.

Instagram/Tiktok/Twitter [X]: @enuntulipan.

Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.

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