27. Dos corazones rotos
Brenda:
08:08 hs:
Pasaron casi tres meses desde que Diego fue a la casa de mis abuelos con mi familia. Casi tres meses desde que tuve unos de mis peores entrenamientos. Casi tres meses desde que decidí alejarme de Diego.
Él no hizo nada para que yo tomara esa decisión. Fue completamente mi decisión... Y en parte me arrepiento de eso. Cada día; desde que me levanto hasta que me acuesto. Fui una tonta. Perdí un gran amigo por no escucharme como debía.
Al día siguiente de esa noche hablé con las chicas sobre Diego. Les conté de principio a fin lo que había pasado el día anterior, desde que me fue a buscar a casa hasta que vi como se alejaba su auto, haciendo hincapié en la sorpresa que me dio en la salida del hospital y en el chiste del casamiento.
El chiste del casamiento...
Cuando las chicas se fueron de casa pensé que lo correcto era alejarme de él, no porque ellas me lo hayan dicho, sino porque las vi felices de que me estuviera olvidando de Joaquín.
«Se te ilumina la cara cuando hablás de él.», me dijo Vanesa cuando les conté que estaba esperando afuera del hospital para ir a tomar helado juntos.
«Entre joda y joda la verdad se asoma.», bromeó Megara cuando comenté de principio a fin el tema de que quiere ser cura y por eso jodimos con casarnos en el lago.
Kira no dijo nada hasta que terminé de contar todo, y cuando lo hizo sus palabras hicieron eco en mí cuando me acosté.
«Me alegra mucho que estés conociendo a Diego, parece ser un buen chico, y se nota que te hace feliz. Muy feliz... Creo que estás olvidando al idiota.».
Pensé que inconscientemente estaba usando a Diego para olvidar a mi ex, no quería hacerle daño, así que desarmándome comencé a no abrir sus mensajes, en su momento creía que era la mejor opción.
A decir verdad, las primeras dos semanas fueron las más fáciles, por culpa del esguince tenía que hacer reposo; apenas me movía por el departamento. Los primeros días mamá y Luca me llevaban la comida a la cama porque no podía caminar sin ayuda. Antes de que se cumplieran las veinticuatro horas, el pequeño hematoma se extendió y se había vuelto negro, demostrando la acumulación de sangre por la ruptura del tejido del ligamento.
De a poco comencé a responder tarde los mensajes de Diego, aunque tuviera el celular conmigo; hasta que terminé de ignorarlo por completo sin darle una explicación.
Las prácticas con el equipo me ayudaron a estar entretenida y cansada, por lo que tampoco le respondía por esa razón, pero tengo que admitir que varios días estuve con mucho tiempo de sobra. Se cansó de insistir y dejó de escribirme, supongo que el curso de ingreso a la facultad de exactas lo mantenía lo suficiente ocupado para pensar en mí, en su amiga que le dejo de hablar de la noche a la mañana, literalmente. Por lo que yo hice lo mismo, concentrarme en los entrenamientos y en los estudios de mi carrera.
El tiempo no ayudó a que mis ideas y sentimientos se aclararan —al menos no de la forma que esperaba—, con el pasar de los días lo extrañaba más y más.
Basto alejarme de él para entender que no lo estaba convirtiendo en el clavo que saca a otro clavo, sino que lo quería cerca porque realmente lo que sentía era verdad.
Joaquín no tenía nada que ver con lo que empezaba a sentir por Diego. Nunca estuvo entre nosotros dos, pero por algún motivo yo creía que sí, tal vez eso se debió a la cercanía de los hechos; corté con él y a la semana me reencuentre con Diego, aunque no fue ese mismo día que comencé a sentirme atraída hacia él fue todo muy rápido... Una vez leí que algunas personas se cansan de las actitudes de su pareja por lo que hacen el duelo durante su relación, creo que eso me pasó con Joaquín, y solo me di mi tiempo para llorar lo que no había podido hacerlo en su momento porque una pequeña pizca de ilusión había dentro de mí.
Cuando apareció Diego nuevamente en mi vida, además de ser lindo, era todo lo que quería en una relación. Tardé, pero al fin comprendí que lo quería... Lo quiero y mucho, pero ya es tarde para responder sus mensajes o ir a su casa con la cabeza agachada y pedirle las disculpas que se merece. Las disculpas que se merecía desde el segundo cero.
Intento dejar de pensar en todo esto saliendo de la cama. Me paro frente al espejo y el reflejo delante de mí me recuerda que no fue mi mejor noche; el no poder conciliar el sueño y que cuando finalmente lograba dormirme me despertaba son los principales motivos de mis ojeras.
Entre todas las veces que me desperté recuerdo dos con mucha claridad, ambas por pesadillas, por la misma. Diego odiándome por todo, mamá y los abuelos preguntando por él, Luca echándome la culpa de estudiar en la biblioteca y no en la comodidad de casa porque su nuevo amigo no tenía en sus planes poner un pie dentro del edificio; y por supuesto que como frutilla del postre no podía faltar Selena llorando a patalear a su alrededor porque Diego había dejado de aparecer lo que implicaba que no jugaba con ella... Nada que no funcione mejor que un largo suspiro y pasar mis manos sobre el rostro para espantar esos recuerdos.
Ni me preocupo en cambiarme el pijama antes de salir de la habitación porque después de desayunar me daré una rápida ducha antes de ir a clases.
—Bren... No sabías que estabas despierta —dice Luca cuando nos cruzamos saliendo de nuestras habitaciones.
—Tenía otros planes para hoy —admito—. Pesadilla —explico rápido.
—Veo... ¿Desayunamos juntos?
Acepto y lo sigo por detrás.
—¿Querés hablar de la pesadilla?
—Prefiero no arruinar el día con algo que no tiene importancia. —Muevo la mano despreocupada.
—Si en algún momento tenés la necesidad de hablarlo... O de cualquier cosa, sabés que yo siempre estoy.
—Lo sé.
Toma dos tazas de la alacena y yo busco la licuadora. Luca calcula dos tazas de leche y las vierte junto con cuatro cucharitas de chocolate en polvo.
—¿Vos vas a estar todo el día en la pieza?
—No todo el día, pero un rato, sí, voy a estudiar.
—Ah, buenísimo.
—¿Por? —Los segundos que le doy para que responda no los usa—. ¿Por qué preguntás?
—Solo preguntaba.
Ambos nos quedamos en silencio, uno frente al otro, a diferencia de mí que estoy sentada en la mesada, Luca está de pie a mi lado.
De la nada nos quedamos sin tema de conversación.
—¿Querés que haga panqueques? —pregunto.
—Sí. Hacé para Sele también.
—¡Obvio! Yo cuando cocino hago para todos; no soy como vos —lo peleo.
—Bueno, bueno —se hace el ofendido—. Después me critican, así no da ganas de cocinar para ustedes.
Carcajeo.
Nos quedamos unos minutos en completo silencio, lo único que se escucha son los sonidos de los ingredientes chocando contra ellos o el bol.
—Che, Bren... A la tarde vienen unos compañeros a estudiar.
—¿Y con eso? ¿No puedo salir de la pieza?
—No, no dije eso. Solo te recordaba, cuando la vea a mamá también le voy a decir.
—¿Les está yendo bien?
—Sí, solo tenemos que estudiar, pero sí nos va bien.
—¿Y a tus amigos?
¿A Diego?
—Son mis amigos los que vienen hoy.
—Sí, bueno... pero me refiero, en general, a todos tus amigos.
Se toma su tiempo para pensar y dar una respuesta.
—Sí, a todos les va bien, a algunos les fue mejor y a otros, peor en el parcial. Pero apenas es el primero.
Me decepciona su respuesta. No fue vaga, pero tampoco fue la que esperaba.
—Claro, entiendo —respondo.
—Sí, en general nos va bien. Es cuestión de organizarse con horarios.
—Eso es verdad —reconozco—. Por eso me hice el horario que tengo en la pared de mi pieza.
—Me acuerdo de que habías hecho dos; el que tenés en la pieza y uno para la heladera, ese estaba hasta que Sele lo sacó para hacer lugar para sus dibujitos.
—Sí, lo sé —reconozco sonriente.
—Hablando de Roma...
Volteo hasta donde señala Luca con la cabeza y me encuentro con una Sele soñolienta con el pelo todo enredado y con los puños sobre sus ojitos para quitarse las lagañas.
—Buen día, princesita —la saluda Luca con un beso en la mejilla—. ¿Querés chocolatada?
—Sí, quiero.
—¿Como licuadito?
—Ajá.
—Sentate, cuando termine de prepararlo te lo traigo y Bren está haciendo panqueques para que comamos todos —le habla muy suave.
—¡Panqueques! —festeja.
Escuchamos los pasos de mamá caminando por su habitación mientras se cambia para ir a trabajar. Para hacerla ganar tiempo Luca le prepara su té favorito mientras termino de cocinar los últimos panqueques, Sele ya empezó a comer algunos que le llevamos en un platito para que pueda acompañar con la chocolatada.
—Buen día —saluda mamá al entrar a la cocina, le devolvemos el saludo—. ¡Qué rico olor!
Con Luca llevamos el té para ella y el plato con los demás panqueques, junto con el dulce de leche, miel y el chocolate líquido para el que quiera agregarle a los suyos.
Una bocina suena; Es Diego. Sé que es él porque dos veces a la semana pasa por casa para llevar a Luca a clases, por lo que mi hermano ha comentado, sé que también lo pasa a buscar a Tiago, el resto de los días se toman el colectivo, tratando de calcular el tiempo para tomarse el mismo... muy pocas veces pasa eso.
Yo nunca voy con ellos porque no tenemos los mismos horarios, pero cuando coincidimos por A o por B tampoco vamos juntos. Diego no me viene a buscar a mí —yo tampoco lo haría después de haberme ignorado durante todo este tiempo—, así que voy a la parada y me tomo el colectivo con Kira y con una amiga con la que coinciden en algunas materias; aunque no compartimos carrera, nos cruzamos en las paradas de ida y vuelta porque tenemos los mismos horarios. En el camino nos cruzamos con una compañera de vóley, Juliana, estudiamos la misma carrera, Licenciatura en actividad física y deporte, pero no coincidimos en horarios; para el próximo cuatrimestre vamos a ponernos de acuerdo para cursar juntas.
—No vemos —dice luego de dejarle un beso a cada una.
—¡Cuidate!
Cuando termino de desayunar entro a bañarme para ir a clases, antes de entrar a la ducha escucho a mamá y a Selena eligiendo la ropa de ella.
Como Luca y yo no estamos a la mañana porque vamos a la facultad y mamá va a la oficina, Sele se queda con los abuelos hasta la hora del almuerzo, que es cuando generalmente estamos con Luca. Hay días en los que los abuelos vienen a cuidar a mi hermana y otros en los que mamá de camino al trabajo la lleva, hoy parece ser uno de esos días, de los segundos, así que lo más probable es que con Luca almorcemos juntos y cuando mamá sale de trabajar busca a Sele y comen juntas. Al menos que mamá termine un rato antes, vaya a buscar a Selena y lleguen para comer con nosotros.
Selena a diferencia de nuestros horarios actuales, va al jardín a la tarde, como nosotros hicimos en su momento.
A lo lejos escucho como mamá y Selena se despiden de mí, les devuelvo el saludo y lo siguiente en escuchar es la puerta de entrada cerrarse, opacando la voz de Selena que canta una canción de un programa infantil.
Después de arreglarme para ir a la facultad lavo las tazas, cucharitas y la licuadora que se usaron para desayunar. Veo la hora en el teléfono, tomo el bolso que llevo al campus y las llaves y bajo por el ascensor para ir a la parada del colectivo una vez que cierro la puerta con llave.
Mientras estoy en el ascensor le escribo a Kira que estoy saliendo para que ella haga lo mismo y le escriba a su amiga para que lo tomemos las tres juntas.
El día está nublado y el frío del otoño cada vez es más fuerte acompañado con sus ráfagas de viento que obligan a las copas de los árboles bailar todo el día; lo poco que queda del verano está teñido de un grisáceo oscuro.
Aunque anoche no llovió, la humedad se siente en el aire como si hubiera pasado, alertando que pasará hoy a tarde o a más tardar a la madrugada.
Por unos segundos reparo a ver mi elección de hoy, un buzo totalmente blanco —sin contar la espalda que tiene palabras en inglés—, un chaleco puffer negro, jeans clásico celeste con unas zapatillas negras; «Bonita forma para combatir el frío», pienso llegando a la parada de siempre.
A lo lejos veo a las chicas, ambas también me ven y me lo hacen saber levantando una mano en forma de saludo.
Al rato llega el colectivo, nos sentamos en uno de los asientos de atrás, Kira y su compañera juntas delante de mí y yo sola, le guardo un lugar a Juliana al lado mío apoyando el bolso.
︱ღ︱
Cuando salgo de mi última clase del día me encuentro con unos mensajes de Mamá.
Má: Coman tranquilos las pechugas de pollo que están en el freezer
Má: Yo como en la oficina, una compañera va a pedir hamburguesas para festejar su cumpleaños
Má: Los abuelos están llevando a Sele a casa. Les pido por favor que alguno de ustedes dos la lleve al jardín
Má: Pórtense bien. Besos, los ❤️
Le respondo rápido a mamá en el grupo que tenemos con Luca y busco a Juliana para hacer los minutos de trayecto del campus hasta su patada juntas; después yo tengo que seguir sola un poco más, pero al hablar un rato durante el camino a casa con ella se hace más llevadero.
Llego a casa y lo primero que percibo es el olor que sale de la cocina, Luca está cocinando, Sele está a su lado contándole su mañana con los abuelos.
—Hola —saludo al entrar a la cocina—. Huele bien, eh.
—La primera vez que no criticas lo que cocino. Estás muerta de hambre, ¿no? —bromea.
Choco mi hombro con el suyo y sonrío. Él repite mi último gesto.
Me siento al lado de Selena y le hago repetir lo que hizo con los abuelos para esta vez yo escucharla, ella emocionada empieza a contar desde el segundo en el que mamá se subió al auto para irse al trabajo. Me quedo con la felicidad en sus palabras al decir que tuvo desayuno doble, uno en casa con nosotros y el otro con los abuelos.
Cuando terminamos de comer espero a que se lave los dientes y la llevo al jardín. Vamos caminando porque el auto se lo llevó mamá para ir a trabajar, además de que no tengo la licencia de conducir; por suerte el jardín no queda muy lejos.
Cuando llego a casa lo ayudo a Luca a organizar la casa como la mayoría de los días. Él empieza lavando los platos y yo barriendo la sala, cocina y el largo pasillo que lleva a las habitaciones. Después él pasa por el baño para limpiarlo y acomodarlo y en el camino juguete que encuentra fuera de lugar, juguete que deja en el baúl que tiene Selena en su habitación; yo por mi parte tiendo las camas de Sele y la mía, con la de Luca ni hago el amague porque no le gusta que toquemos sus cosas; tampoco lo hago con la de mamá porque es lo suficiente ordenada para dejar la suya ya tendida antes de ir a trabajar.
A mí no me da el tiempo.
Cuando parece que terminé decido ordenar y cambiar de lugar algunos muebles de mi habitación y después estudiar para alguna materia.
Son las cuatro menos cuarto estoy estudiando en mi habitación. Luca toca la puerta y espera a que le diga que pase para abrir la puerta, me avisa que están por llegar sus compañeros para avanzar con el trabajo grupal que les asignaron durante la semana y que van a estudiar en la cocina porque tienen más espacio que en la sala, además si les da hambre no tienen que trasladarse o guardar las computadoras y las carpetas para que no pasen accidentes. También me avisa que mamá volvió hace como una hora media y que ella se va a encargar de buscar a Sele al jardín y que después vuelve a la oficina.
Cuando vuelvo a querer concentrarme en el texto de «Historia de la Educación física, la actividad física y el deporte» que tengo delante de mí escucho el timbre del portero y no tengo dudas que son los chicos, los compañeros de Luca.
Una vez más intento memorizar el tema que marqué con resaltador para mantenerme ocupada en mi habitación para no tener que salir y distraerlos sin necesidad alguna.
Hoy es de esos días en los que no tengo ganas de hacer nada, el problema empieza cuando tengo que mantener la mente ocupada para callar los pensamientos sobre el sueño o sobre él, ¿y qué mejor que eso que estudiar? No le doy vuelta al tema y gano tiempo para cuando me toque rendir, «matar dos pájaros de un tiro».
Una hora y media después de que hayan venido los compañeros, la puerta del departamento vuelve abrirse.
Mamá y Selena.
A lo lejos escucho la voz de mamá y Luca, deduzco que están hablando entre ellos. Lo más probable es que le deje algo dicho para que hagamos más tarde. Al ratito se la escucha dando un saludo general y vuelve a salir, ya nos había dicho que a tarde después de retirar a Sele tenía que volver a la oficina.
El clima de estudiar encerrada en la pieza se rompe quince minutos después de que mamá se haya ido de nuevo a trabajar.
—Toc, toc. —La voz de Sele acompaña el ritmo de su puño golpeando la puerta.
—¿Qué pasó, Sele?
—Mamá se fue a trabajar y quiero una chocolatada.
—¿Le dijiste a Luca? —pregunto girando hacia las fotocopias con los textos remarcados de diferentes colores.
—No, está con unos compañeros y me da cosita. Antes me dijo que no molestara —habla con un tono apenado—. ¿Me la podés hacer vos?
—Sí, yo te la preparo. Vamos —digo apoyando una mano sobre su hombro para animarla a caminar.
—Me gusta cuando me la hacés vos.
Sonrío.
—¿Sí?
—Sí, la de Luca no tiene tanto sabor a chocolate.
Le agradezco internamente a Selena de haberme sacado de mi encierro para que le haga la merienda porque en el fondo sé —muy bien— que si me quedaba cinco minutos más leyendo las fotocopias iba a volverme loca.
Cuando entramos a la cocina me quedo quieta como una estatua de piedra.
Mi hermano está tecleando algo en una computadora portátil siendo rodeado por tres chicos, uno lee para todos, otro toma notas y el tercero solo escucha. De esos tres reconozco a uno. A Diego.
Sabía que vendrían compañeros de mi hermano pero nunca imaginé que uno de ellos podría ser Diego.
Mi corazón a diferencia de mí parece que está galopando para ganar en una carrera de 500 competidores.
Y todo lo que pensé a la mañana vuelve. Desde el arrepentimiento hasta el impulso de escribirle. Desde lo que sentí la noche que comió en la casa de los abuelos mientras se alejaba en el auto hasta cuando tome la decisión de ignorarlo. El chiste de la boda en el lago y cuando la seguimos dentro del auto de su mamá y todo lo que sentí y pensé durante. Todo.
Y mientras la tormenta de emociones que está por llegar, Sele me tironea de la mano para que me mueva. Para que no estemos paradas sin hacer nada. Sus ojos miran fijamente los míos como si me estuviera preguntando algo a escondidas, «¿Estás bien?».
Solo finjo una sonrisa y camino con ella a mi lado.
—Hola —es lo único que puedo decir.
Los chicos no se percatan de nuestra presencia hasta mi saludo.
—Hola.
Solo saludan dos, supongo que uno de ellos debe ser Tiago pero no lo logro diferenciar a la primera, después de unos segundos lo reconozco. Está muy cambiado desde la primaria, tengo entendido que la secundaria la hizo en la misma escuela pero en el turno contrario al nuestro.
—¡Ey! Saludá a las bonitas —dice el tercer chico, del que no tengo indicios de su nombre, pero siento que ya lo había visto antes.
Levanta la vista del cuadernillo y gira hacia nosotras, sé que me había escuchado perfectamente, primero porque no estaba escribiendo nada a pesar de haber tenido todo este tiempo la lapicera en la mano, segundo porque su espalda se tensa por mi saludo y tercero porque no sabe disimular en lo más mínimo.
—Ah, hola. —Su tono sale áspero, no solo eso, sino que desinteresado. ¿Cuál fue el último código de programación que nombraste? —habla con el chico cuyo nombre todavía no sé.
—¡Diego! —Sele corre a sus brazos cuando yo abro la heladera.
—¡Ey! Hola, nena. ¿Cómo estás?
—Bien, pero enojada con vos.
—¿Conmigo?
—Sí. No viniste más. La última vez que te vi fue después de la práctica de Bren en la casa de los abuelos.
—Estuve ocupado. —Por el sonido del cuadernillo golpeando suave la mesa, puedo suponer que lo tomó para darle a entender que fue por los estudios.
—¿Todos los días?
—Cuando vayas a la universidad me vas a entender.
Silencio total.
La tensión queda volando con el aire.
No sé si sus amigos saben lo que pasó, pero en el caso contrario se lo preguntarán después de que queden otra vez solos. Principalmente después de que la tensión al pasar cada segundo crece más y más.
Estoy segura de que si traigo una tijera de juguete de Sele, de esas que no cortan ni un pedazo de papel, podría cortar toda la sensación que quedó desde Sele le reprochó no haberlo visto. O como a mamá y a la abuela les gusta decir «Una servilleta cayendo al suelo absorbería toda la tensión acumulada».
—Sele —la nombro con cuidado—, la chocolatada.
—¿Me la traes?
—No, vení. Dejá que los chicos estudien. La tomás en mi habitación, ¿querés?
—¿Y si le hacés una a todos y la tomamos juntos?
—Creo que no tomen chocolatada ellos, Sele.
—No molestan, Bren —interviene Luca en la diferencia que estoy teniendo con nuestra hermana—, yo ahora iba a calentar agua para el mate. Se pueden quedar, ¿no cierto, chicos?
Diego es el único que no asiente con la cabeza, incluso no hace nada, parece perdido entre los escritos del cuadernillo. Está fingiendo, y muy mal, pero tampoco puedo decir nada.
Sele agarra una silla que está al lado de Luca y la corre arrastrándola hasta quedar al lado de Diego, aunque queda fuera de la ronda, ella parece satisfecha con solo sentarse al lado de él.
Los chicos comienzan a juntar los cuadernillos, útiles, fotocopias y la computadora que están desparramados sobre toda la mesa. Tiago que está entre Diego y el chico sin nombre, le da su lugar a Selena para que esté más cómoda y no haya tantas posibilidades de desastre cuando esté tomando la chocolatada, después traslada la silla que quedó fuera de lugar a donde estaba antes de que Sele la mueva y se sienta ahí, entre el otro chico y Luca, que vuelve de dejar todo en el living.
Sin muchas ganas le llevo la chocolatada caliente a Sele para que tome. Intento no cruzar mirada con Diego, ni siquiera verlo.
—Bren, sentate —habla Luca a mi espalda.
—Estoy bien, gracias.
—Sentate en mi lugar, yo quiero estar un rato parado y tengo que cuidar el agua.
Sin otra posibilidad lo hago.
Pretendo prestarle más atención a Tiago que está a mi izquierda y no al morocho que está a mi otro costado.
—No sabía que Luca tenía una hermana tan bonita —habla el chico cuyo nombre sigo sin conocer—. Te lo tenías bien escondido, ¡eh! —Esta vez habla con Luca.
—Gracias —dice Sele con una sonrisa.
Todos ríen, incluida yo.
—No te pases de vivo, Felipe —amenaza mi hermano, cebando el primer mate.
Así que su nombre es Felipe.
—No dije nada malo, tranquilo. —Un tono pícaro no tarda en aparecer—. Felipe. —extiende su mano hacia mí—. Feli o Pipe para los amigos, Lipe para las chicas lindas. Un placer.
—Brenda, Bren para los amigos.
—¿Y para lo...?
—Yo que vos no terminaría esa oración. Tomá, a ver si con esto te callás —Luca le ofrece de mala gana el mate.
Una mirada cómplice viaja para mí antes de aceptar el mate, y antes de darle un sorbo me guiña un ojo, algo que no pasa desapercibido para mi hermano, por lo que un golpe con la mano extendida aterriza en la nunca de Felipe.
Tiago ríe divertido y Diego se queda callado, solo mira la secuencia, serio. Analizo sus fracciones y noto su mandíbula rígida y marcada más de lo usual, está apretado los dientes, no quiere que esté acá.
Luca va a buscar una silla que quedó en la entrada desde anoche cuando mamá estaba revisando un nuevo caso y nuevamente el aire se contamina con la tensión que provocamos con Diego por ignorarnos mutuamente.
Con Sele merendamos con ellos y después la llevo a ver televisión para que puedan seguir con el trabajo sin distracciones. Desde que Sele me buscó para merendar no toqué ninguna fotocopia más. Estuve toda la tarde estudiando, así que me tomo todo el día por hoy y me quedo viendo con ella «Enredados».
︱ღ︱
20:02 hs:
Mamá está en la cocina con Sele preparando unas pizzas. Invitó a los amigos de Luca a comer, principalmente por Felipe, le dio cosita que sea un estudiante de afuera, que haya venido a estudiar sin familia o algún conocido.
Según contó él vive en una pensión con otros chicos más, algunos son unos años más grande que nosotros y otros son de nuestra edad pero no tiene mucho tema de conversación con ellos porque están en diferentes facultades.
Desde mi habitación se escuchan las risas en grupo, prefiero estar acostada revisando el celular antes que notar la indiferencia de Diego hacia mí y fingir indiferencia hacia él.
Tocan la puerta.
—¿Puedo pasar? Soy Luca.
—Pasá.
—Las pizzas ya casi están, vamos.
—Ahora voy.
—¿Pasa algo? —pregunta, preocupado.
—No, estoy cansada, eso es todo —miento muy desacaradamente.
—Bren... Soy tu hermano, te conozco. ¿Qué pasó con Diego?
—Nada.
—¿Lo de la tarde también fue nada? Ninguno de los dos disimula bien. Si no me contás no me queda otra que preguntarle a él.
Bastaba esa pregunta y en parte una amenaza como la que acaba de decir para que suelte todo. No lloro pero mi voz sale angustiada.
Nos quedamos hablando unos minutos más hasta que mamá nos pega el grito que vayamos a comer y eso hacemos, no sin antes obligarlo a prometer que no le contará nada de lo que dije a nadie, sobre todo a Diego. Los únicos que sabemos de esto somos y seremos nosotros dos; una vez que salimos para comer mi secreto se deshace entre las cuatro paredes de mi habitación.
Luego de comer los chicos se quedan un rato más aprovechando que mañana no habrá clases y que pueden desvelarse hasta muy tarde. Selena mañana tiene jardín, así que mamá es la que la acuesta mientras yo limpio lo que quedó sucio.
Cuando el cansancio empieza a llegarle a los chicos, Diego propone llevar a Tiago y Felipe hasta sus casas.
—Primero saludo a la hermana de Luca —escucho decir a Felipe desde la cocina.
Y cuando su cara aparece en mi panorama, veo que Luca lo está escoltando junto con los otros dos. Antes de que el chico se intente acercar, Luca le aprieta el hombro con una de sus manos en forma de advertencia.
Y cuando lo tengo frente a mí y caigo a ver sus ojos, comprendo por qué su cara me gritaba que lo conocía de antes.
Esos ojos verdes malaquitas podría reconocerlos en cualquier parte.
El chico de la fiesta, con el que salté el muro cuando llegó la policía.
Algo dentro de mí me dice que no me reconoce, yo tampoco hago algún comentario al respecto.
—Nos vemos, Bren —saluda antes de dejar un beso en mi mejilla.
—Brenda —lo corrige Luca—. Te dijo que Bren era para los amigos.
Un resoplido sale del chico.
Tiago me saluda, a diferencia del anterior él junta nuestros cachetes y hace el sonido de un beso en el aire.
Diego se acerca sin ganas, noto que lo hace por compromiso porque sus amigos, en especial mi hermano.
—Chau —opta por hacer lo mismo que Tiago, chocar nuestros cachetes.
—Chau... Die... —me quedo con el saludo en la boca porque sale rápido de la cocina.
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Hola, chiquis! Qué opinan de que hayamos llegado al ojo del huracán?
De corazón espero que les haya gustado el capítulo, fue más larguito de lo habitual porque las siguientes dos semanas ya son las fiestas y no sé si podré publicar; esperemos que pueda hacerlo el miércoles 27 y el 3, pero no prometo nada, les pido perdón por eso 🥺💗
Sé que no todas las familias festejan Nochebuena y Navidad, pero por si no llega a haber actualización antes les deseo unas lindas fiestas 🫂. No tiren cohetes que a los animalitos y a algunas personas les hace mal :)
Nos leemos sin falta el 8 de enero ✨✨
Sin más que decir, les dejo mis redes sociales. A veces dejo algún adelanto del próximo capítulo en Instagram y Twitter [X], también hago dinámicas con ustedes.
Instagram/Tiktok/Twitter [X]: @enuntulipan.
Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.
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