
20. Un Ken para las nenas y videojuegos para instalar
Luca:
A la media hora que llegamos a casa con mis hermanas, tocan la puerta. Por supuesto que eran las tres caras que tanto conozco desde hace años.
—Hola. ¿Todo bien? Trajimos una tarta de frutas. —Kira me obliga a tomar el paquete y va directamente a la mesita ratona a saludar a Selena que está dibujando con crayones.
—Hola. —Vanesa se acerca y simula darme un beso en el cachete juntando el suyo con el mío mientras hace el ruido de un beso, a modo de saludo. Al mismo tiempo, imito su acción.
La última en saludarme es Megara.
—Holis. —Solo saluda con la mano—. Brenda nos escribió para que compremos un vino, creo... Está caliente. —Me lo ofrece, yo lo tomo.
Y justo cuando voy a decir mi primera palabra, sigue los pasos de Vanesa hacia donde está Brenda.
No se para a verme por más de dos segundos.
Atraviesa el living como si un fantasma amistoso hubiera abierto la puerta. Un fantasma amistoso del cual sabe de su presencia.
¿Qué tan mal se pueden malinterpretar las señales?
Entramos a la boca del lobo solos.
Nadie vio el crimen a mano armada. Tampoco grité, no llegué, todo fue de repente.
Ni siquiera le podemos echar la culpa porque nosotros armamos el escenario perfecto para que robe el último latido de Corazón.
Y sin darme cuenta cierro la puerta con un empujón de pie con más fuerza de la debida.
Dejo la botella de vino y la tarta en la heladera y antes que Brenda hable detrás de mí me encamino a mi habitación.
Me siento en la silla giratoria del escritorio e intento apartar los demonios de mis pensamientos mientras giro en el lugar.
—Toc, toc. —Selena repite el sonido de la puerta al golpearla.
—¿Qué pasa?
Escucho como intenta llegar al picaporte para abrir la puerta. Un suspiro largo y pesado sale de mí, me levanto de la silla y le abro la puerta.
—A comer. —Sonríe mostrando sus dientes de leche y extiende su mano a mi muñeca.
Antes de darle una negativa, comienza a caminar sin soltarme la mano, guiándome a la mesa. No tengo el corazón para negarme.
Justo entra Brenda por la puerta de entrada con dos cajas de pedido. Dos cajas de empanadas. Sus amigas la esperan sentadas mientras hablan de algún tema importante para ellas, pero insignificante para el resto del mundo; a excepción de la pobre chica que la dejaron por su prima y en su cumpleaños.
Al final no era un tema tan insignificante.
—Agarren la que quieran —dice Brenda dejando las cajas sobre la mesa—. Sele, ¿cuál querés? ¿Jamón y queso? —La otra asiente.
—De verdura —digo al tomar una—. Tus favoritas, ¿no? —hablo mirando a Megara, ella asiente, tímidamente.
Se la alcanzo.
Al agarrarla, las puntas de sus dedos rozan el dorsal de mi mano. Y como si su tacto sea un químico que me quema, aparto la mano nuevamente a la caja y agarro una empanada, esta vez para mí.
Por la forma que me mira la observadora —Kira— sé que mi intención al alcanzar una empanada a la dueña de la cabellera negra y fucsia y mi movimiento ante su roce no pasaron desapercibido para ella. Me guiña un ojo, divertida.
Un guiño que me hace pensar que mi secreto —ahora nuestro— está guardado bajo llave y que la tiró al fondo del océano Atlántico.
Una discreta sonrisa es dirigida a ella en agradecimiento.
No hace falta ser un genio para saber que de haber sido mi hermana se hubiera reído para luego tirar un chiste disimulado, pero con la amenaza de que las demás se enteren. Y Vanesa... ella hubiera tirado un comentario con su típica expresión seria, para que resuene más en mi cabeza, logrando que mis mejillas se vuelvan tan rojas como el vino que está esperando a que Selena se duerma para que sea abierto; tal vez las demás se hubieran reído en ese caso —probablemente Megui se hubiera reído por compromiso y agachado la cabeza para ocultar sus mejillas ruborizadas—.
Cuando termino de hacer que Selena se duerma luego de leerle un cuento me uno a la conversación de las chicas en el living.
Solo basta que haya cuatro chicas; tres botellas de alcohol; dos horas antes de que empiece la medianoche y una pregunta inesperada para que mi corazón sea sanado o la víctima de otro crimen.
—¿Querés quedarte con nosotras? Vamos a hablar un poco de todo, las chicas van a tomar algo de vino y vamos a hacernos mascarillas en el pelo y en la cara —me habla Kira.
—No, gr...
—Te quedas un rato, si te aburrís te vas, ¿sí?
Si me invitas y más con esa sonrisa, ¿cómo te voy a decir que no?
—Un rato —respondo sentándome alrededor del círculo que armaron en el suelo al lado de Brenda y Kira.
—No tan rápido, Flash. La dinámica es la misma que teníamos a los nueve, solo entran chicos a la ronda, o sea vos, si tenés algún chisme o rumor relevante para nosotras y que no conozcamos.
—¿Es en serio?
—Sí —responde haciendo una pulsera.
—Brenda hace unos días invitó a comer a Diego con nosotros —digo como si nada esperando que las tres amigas de mi hermana se desesperen.
—Ya lo sabemos. Nos lo contó ella.
Tan agradable como siempre Vanesa.
Brenda se dirige a mí con su mirada de ganadora.
—Y no lo invité, fue mamá.
—Puede ser tuyo... —intenta ayudarme Megui— romance, amistad, cualquier cosa.
—No. Mío no tengo nada —niego su sugerencia—. ¿Vieron que la actriz esa, la morocha, engaña a su comprometido?
—No cuentan los de la farándula.
—Dale, Brenda —reprocho.
—Son las reglas. Y te queda una oportunidad.
—Total ni quería. —Amago a pararme. Una mano me detiene.
La mano de ella.
—Intentalo otra vez.
Me resigno a irme.
Me vuelvo a sentar cruzado de piernas.
—Que sé yo —divago por unos segundos—. Tiago terminó con la novia.
—¡¿Tu amigo Tiago?! —pregunta Vanesa.
—Sí. Mi amigo. Iba conmigo al club de fútbol.
Noto como la mirada de Vanesa vuela a años luz para encontrarse con las de sus amigas. Es ahí donde me doy cuenta de que fui aceptado a algo que de no haber sido por la chica del pelo bicolor ni lo hubiera pensado dos veces.
Ni siquiera una.
—Está bien —acepta mi hermana simulando piedad por mí a la par que le sonríe a Vanesa.
—Así que terminó con la chica... ¿Él te lo dijo? Borrar unas f...
—Sí, él me lo dijo, Kira. Somos amigos.
Vanesa mira a Kira con una expresión similar a la mía cuando le digo a Brenda «Te lo dije». Kira solo rodea los ojos.
Una vez que terminé de contar todo más de cuatro veces y responder las preguntas que me hacían, ellas comenzaron a compartir los chismes que se habían enterado en los últimos días.
Nunca llegué a imaginar que podían interesarse tanto por la ruptura de Tiago, principalmente Vanesa.
Son más chusmas de lo que creía. Todos los días logran sorprenderme más.
—¿Luca, querés traer el vino? —pregunta Brenda.
—Y la tarta —dice por detrás Kira—. Por favor.
Me levanto de la ronda en busca de la bebida y del postre. Cuando vuelvo veo a Brenda caminando hacia la puerta de su habitación. Busco una respuesta mirando a las chicas, la única en responderme es Megara.
—Va a traer mascarillas. ¿Querés una? —me pregunta con una sonrisa amable y tímida.
Caigo otra vez.
Aunque internamente me repito una y otra vez que me rehúse, de mi boca sale un firme «Sí». Sus gritos me aturden, a pesar de eso sonrío.
Una sonrisa tonta.
—Perfecto. Ya tenemos a nuestro juguete —la burla de Vanesa no tarda en llegar.
—Nuestro Ken —la sigue Kira.
—Un Ken para cuatro —susurra Megara con una sonrisa cómplice.
—Un Ken para las nenas —le respondo risueño. Ella me da un suave empujón en el hombro mientras niega con la cabeza.
Brenda llega con una caja de madera y la apoya con cuidado en el centro de la ronda que formamos con nuestros cuerpos.
Cada una elige un sobre rectangular. Sin saber muy bien de que es cada una veo con determinación cada imagen, opto por tomar la de un koala tierno. Pero en ese momento Brenda la toma para ella.
—Esta te va a dejar la carita como bebé —dice Megara extendiéndome una sin dibujitos.
Una de miel y el único dibujo infantil es de una abeja.
Odio las abejas.
No obstante, la tomo y le sonrió.
Abro el paquete extrañado y comienzan los cuchicheos entre ellas.
—Te ayudo.
—Lo hubieras dejado un rato más —reprocha Brenda ante la reacción de su amiga de mechas fucsias.
Mega no la escucha y si lo hace no parece, sigue concentrada entendiendo la especie de tela húmeda que venía en el paquete.
—Mira para arriba —pide.
Lo hago.
Sus ojos encuentran los míos.
No soy capaz de apartar la mirada. Ella pareciera que tampoco o es lo suficiente amable para hacerlo y quedar como descortés.
Un mechón rebelde sin teñir cae sobre su cara, y antes de que ella pueda correrlo, lo hago yo. Rozando su cara con más cuidado del necesario para no alarmarla y que aparte la cara —y para que ninguna fibra de pelo la moleste— dejándola detrás de su oreja.
—Gracias —susurra tan cerca de mí que su aliento de madera mezclado con uvas choca con delicadeza en mi rostro.
Y sin notarlo, una sonrisa soñadora aparece mi boca desnudando cualquier sentimiento que pueda sentir por ella. Pero creo que no lo nota porque se incorpora y cubre mi cara con la tela traslúcida.
Las chicas comienzan a sobrar. Solo quiero que seamos ella, la luz de la luna y yo, que no exista nadie más.
Ella y yo en el balcón terminando el vino y la tarta frutal.
Ella y yo en el balcón escuchándola reír de mis malos chistes.
Ella y yo hasta que los rayos de Sol salgan.
Se aleja. Se sienta en su lugar, al lado de Vanesa y de Kira. Frente a mí.
Las miradas cómplices de las restantes tres chicas no se esfuman incluso hasta varios segundos después.
Incluso sigo viendo la de Brenda luego de haberme aclarado la garganta.
—¿Están seguras de que no se nos va a caer la cara con esto? —pregunto en parte para sacarme la duda y por otra para cortar con la tensión que quedó luego de mi cercanía con Megara.
—No.
—No confío en Vanesa, ¿seguro que no pasa nada?
—No, Luca —responde mi melliza.
Tomo el paquete donde había venido la mía y comienzo a leer los ingredientes, desconfiando de las palabras de ambas chicas con una mueca de miedo, esperando el destino de mi cara deteriorarse por culpa de la mascarilla.
Al no encontrar nada raro, vuelvo a preguntar una vez, sin cambiar mi expresión.
—¡Dejá de poner esa cara! No te va a doler. Todas tenemos una. —El tono de Vanesa se nota cansado de tantas veces que lo ha dicho.
En ese instante veo como Brenda se saca la suya —la de koala que tanto quería—, la deja en la mesa ratona y corre al baño a enjuagarse la cara luego de ver la notificación que le llegó.
—¡Ey! ¡¿Por qué se la sacó?! ¿Va a doler?
—No —niega divertida Megui.
—¿Arder?
—Tranquilo, ¿sí?
Su dulce voz logra tranquilizarme. Me relajo en el sillón a la par que cierro los ojos y dejó escapar un suspiro con todos los nervios que llevaba acumulado.
La voz de Brenda vuelve a resonar en la sala.
—Vuelvo en unos minutos —dice Brenda cerrando la puerta tras de sí.
Los cuatro nos quedamos mirando uno a otro, y en el momento en el que voy a abrir la boca Kira me frena.
—No sabemos, Luca.
Asiento dejando en claro que no intentaré averiguar al respecto —al menos hasta que venga Brenda—.
Pasados los veinte minutos que habíamos quedado en esperar a Brenda para terminar juntos la hora de skincare, lo hicimos sin ella, al igual que lo que quedaba de la tarta de frutas y del dichoso vino —a excepción de Kira— que las chicas habían traído.
Con Vanesa, Kira y Megara comenzamos a ver una película en la televisión, a los minutos me aburro, me despido de las tres chicas que se habían apoderado del sillón —aunque estoy casi seguro que no me escucharon ni lo harán si lo vuelvo a hacer— y voy a mi habitación, no sin antes pasar por la de Selena para comprobar que sigue dormida, y así es, con la iluminación de su lámpara que gira y proyecta imágenes en la pared veo su pequeño rostro relajado mientras debe de estar soñando con algo lo suficientemente estúpido, pero importante a esa edad como chocolate y helados infinitos para que tenga la boca entreabierta.
Por un segundo se me pasa por la cabeza la idea de apagar la lámpara y gastar menos electricidad, pero no soy el más suave de la familia para cruzar la puerta ida y vuelta sin despertarla, cuando venga mamá lo hará, como la mayoría de las noches.
Entrecierro la puerta de la habitación de la enana y abro la mía para cerrarla tras de mí.
No llego a quitarme la remera para dormir que unos nudillos golpean contra la madera de la puerta. Desconcertado por no escuchar la voz de Selena repitiendo el sonido como hace siempre, me apresuro a moverme para abrirla.
¿La habré despertado?
¿Por qué no imitó el sonido? ¿Estará llorando por una pesadilla?
Mi mano toma el picaporte y luego de abrirla me doy cuenta de lo brusco que fui.
No sé qué expresión se instaló en mi cara al encontrarme con lo inimaginable, pero soy consciente de ello cuando escucho su tímida risa mientras la quiere ocultar con una de sus manos.
—No te quise preocupar.
—Está bien —respondo todavía descolocado.
—¿Puedo pasar...? Digo, ¿podemos hablar? —Al no encontrar respuesta continua—, de eso.
Ambos sabemos perfectamente a lo que se refiere con «eso».
—Pasá. —Hago un ligero movimiento con mi mano, señalando el interior.
Ella entra y aunque es casi inaudible logro escuchar su «permiso» al ingresar.
—Sentate en la cama —digo con tanta franqueza que noto como sus ojos se abren algunos centímetros—. O en la silla. —Señalo la misma que se encuentra frente de la computadora—. Donde quieras.
Y como era de suponerse, toma asiento en la segunda opción. Deja su notebook sobre sus piernas, sigue con la mentira al pie de la letra.
—Yo... Recibí las cartas. Muy linda letra tenés.
—Gracias, pero me interesa más saber que opinás de todo esto antes que me halagues la caligrafía.
—Lu, esto no es fácil... para mí. No sé si te gustaba antes de la fiesta o si te confundiste esa noche... O si yo me confundí.
—Megu... Megara, no hubo razón para que nos confundiéramos, no pasó nada.
—Peroo... sí. No pasó nada, pero casi te beso, y...
—¿Y? —la apresuro a hablar.
Inmediatamente, me doy cuenta de mi error. La apuré, pero tengo una buena razón, o al menos eso pienso yo. Desde esa noche me ignora los mensajes y las llamadas, incluso he ido a su casa y no me ha abierto. El primer día hizo que la mamá me abriera para saber que necesitaba. «Hola, Lucas, ¿no? Creo que la buscás a mi hija; Meg no se encuentra en casa, pero me podés dejar dicho lo que necesitas y cuando vuelva yo se lo digo».
¿Qué se suponía que le dijera? Estoy seguro de que la pobre señora tuvo que memorizar mi nombre en dos segundos, y lo hizo, pero mal.
No me quedó de otra que escribirle una carta con la esperanza de que me respondiera. Me pasé una semana completa, atento al correo; lo único que había eran facturas por pagar.
—¡Que sos el hermano de una de mis mejores amigas! —se exalta—. No tendría que haberme tirado a tus brazos a la primera.
—¿Qué tiene que ver mi hermana en todo esto?
—Nada y todo a la vez. ¡¿No te das cuenta de que me gustas?!
—¿Qué?
—Eso. Me gustas. Y desde hace tiempo —reafirma sus palabras y esta vez se la escucha más segura. Me quedo callado, expectante a cada movimiento y palabra que tiene para decir—, y con lo del casi beso te confundí y... Y no estoy dispuesta a pagar el precio. No quiero que me lastimes y tampoco quiero lastimarte por culpa de un exabrupto provocado por el alcohol, estoy segura de que si no hubiera tomado no hubiera intentado besarte, y no porque no me gustaras, sino porque no me hubiera animado.
Se queda callada esperando a que diga algo, o tal vez está pensando sus siguientes palabras... A lo mejor es por ambas. De mi boca no sale nada, por lo que toma esto como una invitación a que siga hablando.
—Sigamos con nuestras vidas como hasta ese día... noche. Soy una más de las amigas insoportables de tu hermana con las que a veces pasas tiempo. Perdoname por provocar confusión en vos... por todo lo que me escribiste en la carta.
Toma con fuerza su computadora y se levanta de la silla, antes que pudiera dar un paso, tomo su muñeca, con cuidado de apretarla, pero con fuerza para dejar en claro que no estoy preparado para verla cruzar la puerta sin que antes me escuche.
—Megui, me gustas desde hace tiempo. Nunca llegué a imaginar que pudieras sentir lo mismo que yo sentía por vos, por eso no te lo había confesado... No te lo había confesado hasta hoy. Y lo que casi pasa esa noche para mí es lo que más anhelo desde hace mucho, pero mucho tiempo.
—No respondiste. Me corriste la cara, incluso.
—No, no lo hice. Me parecía imposible que quieras besarme. Pensaba que el alcohol te había hecho creer que era alguien más... O que por unos segundos me vieras lindo por su culpa, algo que no podía permitir. Si el beso pasaba y llegaba a preguntarte por él y me decías que fue un error, algo del alcohol, me hubiera sentido el chico más idiota del mundo por imaginar señales. No hubiera podido volver a verte a la cara.
Se deja caer en la silla procesando mi confesión.
Finalmente, luego de varios minutos que para mí fueron siglos, habla.
—Entonces... —La conozco tan bien que sé que deja la frase al aire para que responda.
—Entonces te propongo que salgamos por un tiempo. Es tu decisión, no tenés que darme una respuesta hoy, pero te pido que respondas mis mensajes, no te voy a presionar, pero necesito saber cuando decidas.
—¿Alg...? ¿Algo exclusivo?
—Completamente exclusivo. —Sonrío de lado.
La puerta de la entrada se abre y por el ruido que hacen las llaves al ser colgadas en su lugar, los zapatos de tacón con cada paso y el leve sonido que hacen las pertenencias al ser colgadas en el perchero, sé que es mamá antes de que salude al dúo del sillón.
—Lo pienso y te aviso. —Baja la mirada a la pantalla cerrada de su computadora y sonríe mientras dibuja los bordes de esta con uno de sus dedos.
Me paro de la cama para abrir la puerta, siento las ruedas de la silla moverse cuando la chica la acomoda para comenzar a seguirme.
—Gracias por el juego. —Guiña un ojo.
Un secreto entre nosotros.
—De nada. —Una sonrisa mostrando los dientes se expande en mi rostro.
Vuelvo a la acción anterior de que la presencia de Megui me interrumpa. Acostado sobre mi cama, mirando el techo.
Con todo lo dicho lo último que puedo hacer es dormir. Necesito su respuesta.
Su rostro se proyecta sobre mí como una película reproducida con un proyector cinematográfico.
La noche de la fiesta vuelve a mi mente saliendo de su caja al fondo del cuarto de los recuerdos. Sobre todo su acción y mi reacción sobre aquella secuencia.
Ella con mi campera sobre sus hombros, yo simulando que el viento no entraba por las mangas cortas de la remera hasta colarse por todo mi tórax.
«¿Tenés frío?», preguntó. «No.», respondí sin importancia para que no me devuelva el abrigo, mis palabras parecieron no convencerla. «Estoy bien... Más que bien.», afirmé, y no mentía, realmente estaba bien.
Bien por su presencia. Bien por el simple hecho de estar con ella, aunque no pasara nada entre nosotros —esa noche o cualquier otra—.
Su mano derecha me sorprendió acercándose a mi antebrazo con algo de torpeza y timidez.
«Tenés los brazos fríos.», habló bajo mientras su mano subía hasta el borde la manga de mi remera. Cortó un poco de nuestra casi inexistente distancia, sus hermosos ojos miraban los míos con un brillo singular. Uno que nunca había visto y que dudo mucho volver a ver.
Cuando su cabeza comenzó a acercarse y su cuello a torcerse para un lado, supe lo que iba a hacer.
Me hice el desentendido mirando para la profundidad del patio de aquella casa, «Esas flores son las favoritas de mamá», busqué un tema de conversación esperando que se incorpore. Lo hizo. «¿Sí?», preguntó antes de darle un sorbo al vaso que tenía en su mano, noté como sus mejillas tomaron color. Asentí con un sonido de garganta.
Un beso que pudo ser pero que no pasó por pensar que el alcohol estaba jugando.
Un beso que los dos queríamos que sucediera.
Un beso que no sabemos si tendrá paso en otra oportunidad.
Un beso que pudo haber cambiado el presente... para bien o para mal, pero al fin y al cabo cambiar la realidad del hoy.
Pudo haber sido un beso de dos almas vibrando en la misma sintonía.
Un beso calmando el peso interior.
Giro sobre mi cuerpo, mirando la silla giratoria, donde minutos antes se encontraba usada por ella.
—Si tan solo ella no hubiera tomado... —me sorprendo susurrando— ¿Un beso con Megui? —Suspiro con fuerza y por varios segundos más de lo que cualquiera hubiera creído.
Su presencia no quiere desaparecer, siento que está entre estas cuatro paredes conmigo, esperando a que duerma para apreciar mejor mi cuerpo sin pudor.
Harto me siento en la cama y giro la cabeza negando, posteriormente paso mis manos por mi pelo ahuyentando mis sueños. Las imágenes amenazan con desvanecerse con esos movimientos, pero ambos son inútiles.
—Casi su boca y la mía se tocan...
Despejarme en la habitación no sirvió de mucho, tendré que recurrir a la que nunca falla; levantarme a lavarme la cara y tomar agua, sabiendo que eso implica verla en el trayecto a la cocina y luego devuelta a la pieza. Luego me acostaré mirando la pared, dándole la espalda a la silla.
_______________ღ_______________
AAAAAH LA TENSIÓNNN DE ESTOS DOSSS. ME MUERO.
¿Quién más ama a esta pareja?
¿Del 1 al 10 que tan preparadxs están para el siguiente? Descubriremos dónde y qué hacía Brenda...
Gracias por leer. Recuerden votar y comentar ❤️.
Sin más que decir, les dejo mis redes sociales. A veces dejo algún adelanto del próximo capítulo en Instagram y Twitter [X], también hago dinámicas con ustedes.
Instagram/Tiktok/Twitter [X]: @enuntulipan.
Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro