19. Teatro, helado y una misión cumplida
Brenda:
17:57 hs:
Estamos en la casa de Megara buscando las entradas para ir a ver una obra de teatro.
—Se la tendrías que haber dado a Kira.
—¡Ya me di cuenta, Vanesa! Ahora ayuda buscando en el tercer cajón de la cómoda.
—¡No me grites!
—¡Vos estás gritando!
—Se callan las dos —Kira interviene— ¿Ya revisaron en la mesita de luz?
—Sí, antes que vengan. —La respuesta de Megara se escucha con un tono de duda.
Dejo de buscar en las cajas de zapatos para ir hacia la mesita de luz que se encuentra al costado de la cama, cerca de las largas cortinas cremas de la ventana.
—¿No son es…? ¡¿Esta es la letra de mi hermano?!
Y tal como si estuviera viendo una película de acción en la que la protagonista se tira al suelo y comienza a rodar, veo a Meg haciendo lo mismo sobre su cama para cerrar el cajón.
—¡Qué genia! Ya las encontró Bren. ¿Vamos? —Sonríe para ocultar el nerviosismo en su voz.
—Nos vas a tener que explicar muchas cosas —digo cuando me incorporo.
—¿Yo? No tengo nada para contar. Ahí solo hay papeles sin importancia. —Hace un ademán para que olvide el tema.
—Papeles sin importancia que tienen la letra de mi hermano —termino su frase.
—Te habrá parecido. —Con cuidado pasa un brazo sobre mis hombros y me obliga a salir de la habitación. Kira y Vanesa nos escoltan sin emitir sonido alguno.
Cada una se asegura de tener sus pertenencias y encaminamos a la salida, a mi espalda escucho a Kira pedirle las entradas.
Es lo mejor que puede hacer.
El teatro queda un poco lejos de la casa de Meg así que para que cada oportunidad que encontramos para reírnos lo hacemos.
Llegamos al edificio y Kira saca las entradas de las cuatro para entregárselas al chico que se encarga de recibirlas. Él las toma, las observa con pereza —o tal vez, ya las conoce de memoria—, su mirada se vuelve al frente, dándonos una mirada general y sonríe para luego indicarnos la sala.
Entramos a la sala teatral correspondiente y buscamos nuestros asientos. Una vez que nos acomodamos esperamos con entusiasmo a que las luces se apaguen y los reflectores que van directo al escenario se enciendan. Y por supuesto que a los minutos los actores salgan detrás del telón.
Las luces se apagan acompañadas de un chasquido que resuena en toda la sala. Con mis amigas intercambiamos miradas llenas de sonrisas una con las otras, mientras nos removemos con emoción en las butacas; volvemos la visita al frente, al telón rojo cerrado que poco a poco las cortinas del mismo se van despegando una de la otra, dando lugar al actor que tiene el papel principal.
—Me sorprendió y eso que no me gusta la ambientación de la Edad Moderna —Vanesa habla, sorprendida.
—Yo sí tenía expectativas altas. Antes había leído reseñas sobre la actuación de los actores y la escenografía —responde Kira.
—¿Siempre vas a hacer lo mismo? ¿No podés dejar que te sorprendan una vez? —inquiere Meg desde el enojo. Kira hunde los hombros— ¿Bren? ¿A vos qué te pareció?
—Me gustó y mucho. La vestimenta me pareció hermosa. ¡Y ese final! Cuando ambos se casan en el bosque a escondidas; muy rom…
—¿Brenda? —Kira se preocupa por mi repentino silencio—. ¿Estás bien?
Aunque las voces de mis amigas pasan a segundo plano, escucho como Vane llama la atención de Kira para que se percate de lo que estoy viendo. A quién estoy viendo.
A Joaquín.
No tenía pensado verlo otra vez, y menos cruzarlo por acá. Nunca le gustó el teatro.
Como casi siempre, camina despreocupado, balanceando sus brazos de adelante hacia atrás, una, dos, tres, cuatro, cinco veces. Pausa. La cuenta empieza otra vez.
Su ancha espalda perfectamente recta comienza a agitarse como si fuera un corazón bombeando; sus pulmones se contraen y relajan una y otra vez. Es en este momento que me doy cuenta de que no se encuentra solo —algo bastante obvio, ya que no está loco para reírse solo—. A su lado se encuentra Octavio, haciendo su numerito de bufón para hacerlo reír.
Cuando Joaquín termina de reírse y recompone la respiración, pasa una mano despreocupada sobre su melena negra sin forma alguna. Lo conozco lo suficiente para saber que ese movimiento no fue un reflejo, no fue algo que surgió en el momento, sino que lo había planeado, incluso me atrevo a suponer que lo tenía decidido antes de terminar de reírse.
—Bren… ¿Vamos? —sugiere Meg, aunque no espera respuesta para abrazarme por los hombros y obligarme a caminar a su ritmo.
Balbuceo tanto que apenas soy capaz de escucharme y entender mis propias palabras.
Las tres chicas voltean a verme con la incertidumbre en sus rostros, en sí deberían o no preguntar. Les ahorro el momento; carraspeo y repito mis palabras.
—Hoy es la exposición de arte para cerrar el verano. Desde hace meses me hablaba únicamente de eso. Creo qu… No lo vi con ningún cuadro. Creo que esta vez se conformará con ser espectador.
Noto la mirada de conmiseración con la que me mira Meg.
Kira agacha la cabeza, en parte sé que lo hace para no demostrar el dolor que tiene al verme en este estado, mientras su cerebro va a mil por hora para encontrar una distracción o solución.
Vanesa es la que toma las riendas de la situación tomando una de mis manos y señalando una heladería.
—¿Helado como merienda? —Su mirada de cachorrito bajo la lluvia de invierno no tarda en aparecer.
Muevo la cabeza de abajo a arriba e intento sonreírle en agradecimiento.
︱ღ︱
18:56 hs:
—Chi… Gracias —agradezco con la mirada fija en la cuchara que hundo entre los gustos de helado del cuarto kilo.
Luego de que Vanesa saca la cuchara de su boca, hace una seña con la mano mientras sostiene el utensilio de metal.
—No agradezcas. —Una sonrisa limpia hace presencia en su rostro. Repito su gesto.
—Me dolió verlo… No por la ruptura, sino por lo que hizo después; por lo de la foto.
—Bren, si no querés hablar es…
—No. Está todo bien, Kira. Quiero contarles. Necesito. —Por inercia, tomo una bocanada de aire y hablo—. Solo fue una, antes de mi cumpleaños. Los últimos días de junio. Todavía me pregunto por qué lo hice… su… Supongo que fue porque lo sentía distante; ya no tenía detalles conmigo, no salía de él decirme cosas lindas, si yo no proponía algún plan no nos veíamos, y a veces ni eso porque me cancelaba. Quería que me viera.
—Está bien Bren, no nos tenés que dar explicaciones —Las palabras de Kira son cálidas, al igual que sus caricias en forma de círculos en mi espalda.
—¿Creen que soy una tonta? —Mis palabras son invadidas por la duda y el miedo.
—¡No! Brenda, ¿Cómo vamos a pensar eso de vos? El tonto es él, y ni eso, porque la palabra le queda corta. —Kira me abraza con fuerza.
—Claramente no sos una tonta. Solo confiaste en un tonto.
Meg no es muy buena aconsejando. Nunca lo fue, pero sé que está haciendo el mayor de sus esfuerzos para animarme.
Sonrío.
Y las lágrimas empiezan a presentarse de a una, luego de a pares, y luego de a montones.
Las chicas me abrazan y por la fuerza que imponen sé que no me soltarán por nada en el mundo.
Y de repente me siento como el protagonista de un cuento que leímos en primer año de secundaria. No recuerdo mucho de él, a excepción de que la chica tenía que abrazar y no soltar a un chico por nada del mundo mientras este se iba convirtiendo en distintos objetos. Incluso, no lo hizo cuando se convirtió en hierro caliente y la quemaba, con tal de romper el hechizo que le habían puesto al pobre joven.
—Después de recibir la foto estuvo más atento. Logré mi cometido, pero como era de esperarse no duró mucho, volvió a imponer esa distancia entre nosotros al saber que estaba esperando algo que no iba a recibir por un tiempo.
Los brazos de las chicas se cruzan más que antes alrededor de mi cuerpo y me abrazan con más fuerza cuando termino de hablar.
Ya no lloro.
Estoy cansada de llorar. Mis ojos dejaron de tener lágrimas para dedicárselas a Joaquín.
Me duele su deslealtad, pero no puedo hacer nada para girar las agujas del reloj para la izquierda y escribir otra secuencia sobre la original.
Ya no lloro, solo me lamento —menos que los primeros días, pero ese sentimiento sigue vivo—.
Soy la única que puede apagar la llama de fuego de la culpa. Y aunque sea como las velitas de cumpleaños que cada tanto se vuelven a prender, la apagaré otra vez.
Y otra.
Y otra más.
Y una más para comprobar que no vuelva a prenderse.
—Ya está —digo luego de varios minutos en silencio—. Terminemos los helados que se van a derretir.
Las chicas afirman mis palabras liberándome de a poco.
—Creo que no les conté… Fui al gimnasio a la semana de haber terminado con Joaquín y… Y Octavio me invitó al cine al aire libre. —Asienten sin interrumpir—. Cuando me estaba por dejar en mi casa hizo un comentario que me hizo enojar y le pedí que estacionara. Salí del auto sin el bolso, ¿me acompañarían a ir a buscarlo? A su casa.
—Sí, claro —responde no muy convencida Kira cuando percibe que las otras dos no quieren responder.
—Le puedo pedir a Luca. No hay problema —respondo.
—Si él no puede te acompañamos —acota Vanesa con una sonrisa.
Acepto con un movimiento de cabeza y una media sonrisa.
—¿Meg? ¿Estás bien? —pregunto
—¿Mmm…? Sí, sí. Todo bien.
—¿Segura? —inquiere con una ceja alzada Vanesa.
—Segura.
—Casi me olvido; Luca preguntó por vos.
—¡¿Por mí?!
—Sí. Por vos.
—Y… ¿Qué dijo?
—No mucho. Solo si habías preguntado por él. Por el juego.
—¿Qué juego? —pregunta extrañada.
—El juego. El que te iba a instalar en la computadora.
—Ah, sí. —Pasa sus manos por la parte trasera de su cuello para después deslizarlas por sus hombros—. El juego… ¿Dijo algo más?
—No… que más tarde te llamaba para acordar y venir a instalarlo.
—Ah, gracias —su voz se apaga a medida que pronuncia cada letra.
—Hablando de Luca. —Sonríe Vanesa—. ¿Qué era lo que encontró Bren en tu mesa de luz?
Kira no dice nada, pero de la nada sube la mirada de su celular a la tenida de mechas de fucsia, expectante a una respuesta. A una buena respuesta.
—Eso… Me escribió una lista de videojuegos que me recomienda. Yo se la pedí.
Nuevamente, su gesto nervioso se hace presente. Sus manos alrededor del cuello.
Una rápida mirada pasa de los ojos de Vanesa a los míos, y yo se la doy a Kira.
Al no haber preguntas al respecto, Megara baja sus manos a sus respectivos hombros, con lentitud, como si un movimiento brusco rompiera el pacto de miradas con las otras dos chicas.
—Si es solamente por un juego, ¿por qué te tensas tanto?, entonces —pregunta entre risa Vanesa.
Kira y yo reímos.
La tintura de Megara pareciera que se expande por toda su cara, incluso parte de su cuello.
Un almohadón cae directo en la nuca de Vane, provocando que su pelo se infle y despeine por el golpe.
Las risas aumentan.
Un nuevo almohadón aterriza, pero esta vez entre la cabeza de Kira y mía por la mala puntería de Vanesa.
Siempre existe la probabilidad que una broma termine en almohadones —o almohadas— por los aires por una guerra.
︱ღ︱
20:29 hs:
—Voy a buscar a Selena al pelotero —dice tomando las llaves del auto.
—¿Me alcanzas a un lugar? Por favor.
—Otra vez hacer de chófer en el centro no. Siempre me miran raro, principalmente las abuelitas.
—No, no es ahí… ¿Te acordás de Octavio?
—Mhjm… El nabo 2. ¿Qué pasa con él?
—Necesito ir a buscar un bolso… A su casa. —Cierro los ojos con fuerza a la espera de que se enoje.
—¿Ustedes…? —No es capaz de terminar la frase por sí mismo.
—¡No!
—Nada más preguntaba. —Ríe.
—No, Luca. ¡No! Es largo de explicar, pero cuando fui al gimnasio sin querer él se llevó el bolso deportivo.
—Sin querer… —una de sus cejas se alza.
—Sí, sin querer. —Sin darme cuenta, lo mato con la mirada.
—Solo bromeaba. Voy bajando. Dos minutos te espero, ni un segundo menos ni un segundo más.
Sale del departamento.
Yo: al final Luca me acompaña a lo de Octavio
Yo: no se preocupen
Quiqui: Si necesitas algo escribinos 💕
Vans: Si, escribi
Pink: okii. avisa cualquier cositaa
Pink: despues vamos a tu casa si queress
Vans: Todo por ver a Luca vos ja, ja, ja
Pink: no
Vans: Sii
Quiqui: Vayan a pelear al priv
Quiqui: Igual, si no se pelean se los agradecería
Yo: ey!!! más respeto, sigo acá
Yo: qué asco
Yo: @Pink los chicos no están extintos para que te fijes en mi hermano
Pink: tenés razón
Pink: pero es muy lindo
La obsesión por mi hermano solamente fue superada por Vanesa y Kira. Siento que Megara a los ochenta iría al mismo asilo exclusivamente para verlo.
Guardo el celular en el bolsillo de atrás del short y salgo del departamento. Cierro la puerta con mi nueva copia de llaves —ya que la anterior quedó en el bolso deportivo— y bajo por las escaleras.
—Si el otro llega a estar ahí no prometo controlarme —dice en cuanto subo al auto.
Tardo unos segundos en entender que se refiere a Joaquín.
—No vas a hacer nada.
Silencio.
Pone en marcha el auto.
—Luca, prometeme que no vas a hacer nada.
—Chiqui, no puedo prometer nada que no voy a poder cumplir. Mamá nos lo enseñó desde chicos.
—¡Luca! ¡Prometelo!
—Está bien —dice con resignación—. Lo prometo.
—A ninguno.
—Al dueño de la casa. —Recibe un golpe en su pierna. Él ríe—. ¿Qué?
—De verdad.
—Te estoy hablando en serio. —Voltea a verme—. Ahora decime la dirección.
—No —responde mirando al frente.
—Bren…
—Prometelo.
—Está bien. Nada de golpes para el nabo 1 y nabo 2. ¿Contenta?
—Nada de cruzar los dedos.
—No estoy cruzando nada. Pero te advierto, si cualquiera que esté en esa casa se pasa, salgo del auto e intervengo. Y esto no lo negocio.
—Bien, papá —digo medio en broma, medio a regañadientes.
—Bien, hija. —Sacude mi cabello.
Llegamos a la dirección, Luca estaciona el auto a dos casas de la de Octavio para darme mi espacio.
Bajo del auto y camino pensando en lo que diré, cuando quiero acordar estoy frente de ella.
Toco el timbre.
Espero tambaleándome en el lugar.
Espero.
Me tambaleo.
Cuando voy a tocar de nuevo el timbre, la puerta se abre frente a mí.
—Ah. Hola, ¡cuánto tiempo!
—Hola.
—Hola… ¿Puede ser que la otra vez haya dejado un bolso deportivo en tu auto?
—Puede.
¿Más específica tengo que ser?
—Lo necesito con urgencia. ¿Me lo podés dar? Por favor.
—No. —Amaga a cerrar la puerta en mi cara.
—Octavio. —Pongo una mano sobre la puerta—. Por favor. Lo necesito.
—No es tan importante si lo venís a buscar ahora, luego de semanas.
—Creeme que sí lo es.
—En ese caso… te acordaste muy tarde de él. Ya no está… ni el bolso ni tus pertenencias.
—¿Qué?
—Lo tiré. Pero tal vez la situación cambie si… —Aunque deja la frase incompleta, sé a lo que se refiere por la forma en la que me mira de arriba a abajo—. Joaquín me mostró la foto, nada mal a decir verdad, ¿usaste Photoshop?
—¡Basta! El bolso. Ahora.
Comienza a reírse.
—¿Me vas a decir que me veías como amigo? Estoy segura de que hubieras corrido a mis brazos a la primera que estuvieras decepcionada de él.
—¡Porque eras mi amigo!
—No éramos amigos, nos juntábamos por Joaquín… pero, Joaquín no está ahora. —Intenta acercarse. Por reflejo camino un paso hacia atrás.
Choco. Mi espalda choca contra algo.
Miro sobre mi hombro y me encuentro con un pecho. Al subir la vista me encuentro con la cara de Luca.
Está lleno de ira.
Suspiro y agradezco su instinto.
—¿Algún problema, Bren? —Una de sus manos se apoya en mi hombro.
—N-no. Estaba por darme el bolso, ¿no cierto?
—Sí. Solo nos habíamos quedado hablando.
Camina al lado nuestro, y aunque Luca quiso que su gesto sea disimulado para mí, percibo el momento exacto en el que lo choca con su brazo.
Octavio no voltea ni dice nada. Solamente se dedica a caminar hasta su auto. Abre el baúl del auto, saca el bolso y lo extiende.
Luca lo toma y con un movimiento de cabeza le agradece.
—Gracias —digo a seca.
—¡Tomá! Llevalo al auto. —Sonríe—. Yo me quedo hablando con nuestro amigo. Octavio, ¿cierto? —Voltea a verlo con una sonrisa y pasa un brazo sobre sus hombros.
Tomo el bolso dudando sobre las palabras de mi hermano.
Dudando si dejarlos solos es la mejor de las ideas. No porque me importe el que hace minutos tenía el bolso en su coche, sino por el bienestar de mi hermano.
Cuando Luca me guiña el ojo comprendo que estará todo bien, pero unos granitos de miedo siguen en mí. Le devuelvo su acción con una sonrisa.
Ni me preocupo en saludar a Octavio.
Cuando estoy en el auto trato de ver a los dos chicos desde mi asiento. El asiento del acompañante.
Y aunque mis intentos son varios, cada uno de ellos es en vano, ya que caminaron hacia la puerta de la casa de Octavio, dejándome ver un brazo de Luca.
A pesar de que su brazo derecho está en el aire, lo noto tenso. Tan tenso que puedo percibir sus venas sobresalientes.
El izquierdo, a diferencia del otro, no está al lado de su torso, este está un poco más elevado, un poco más abajo que sus pectorales. Lo que me hace pensar que podría estar sosteniendo el hombre del otro chico.
Dando una advertencia, pero sutil.
Un gesto de amigos, pero apretándolo con la suficiente fuerza para dejar en claro que nunca habló tan serio en su vida.
—¿Qué le dijiste? —pregunto cuando sube al auto.
—Nada. Solo hablamos… Temas triviales.
—Luca, te conozco. —Ruedo los ojos.
—¿La verdad o la mentirita piadosa?
—La verdad. Siempre.
—Que ni se le ocurra hacerse el vivo otra vez, porque va a ser la segunda vez que hablemos y la última. Puede ser que no haya escuchado lo que te dijo, pero me di cuenta por tu postura y expresiones que no estaba resultando fácil que te diera las cosas. —Cuando termina de hablar se pone el cinturón.
—¿Qué te dijo?
—Casi se larga a llorar. —Ríe a carcajadas y comienza a conducir para el salón del cumpleaños.
—Lu, gracias. De verdad.
No responde, pero sonríe mirando el espejo para que lo vea.
—¿Te molesta si invito a las chicas a comer? Mamá llega más tarde hoy —pregunto, mirando el chat con ella.
—No, no me molesta.
—Si querés le digo a Meg que traiga la compu y le instalas los jueguitos.
—¿Qué videojuegos?
—Los que le anotaste en, no una, sino dos listas. —Lo miro.
—Ah, sí… —Traga seco— Los jueguitos. —Sus manos sobre el volante se tensan.
—¿Le digo?
—Como quiera ella.
Aparto la vista hacia mi ventana mientras niego.
Estos dos… Algo ocultan.
_______________ღ_______________
Capítulo bastante tranquilo.
Puntito para que Octavio se vaya del plano físico.
El siguiente va a estar narrado desde el punto de vista de un personaje que ya conocemos bien, pero que no ha tenido su POV...
Gracias por leer. Recuerden votar y comentar ❤️.
Sin más que decir, les dejo mis redes sociales. A veces dejo algún adelanto del próximo capítulo en Instagram y Twitter [X], también hago dinámicas con ustedes.
Instagram/Tiktok/Twitter [X]: @enuntulipan.
Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.
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