15. Rota en pedazos, pero rearmando(se)
Kira:
—¿Dónde está? —le pregunto a un Luca medio dormido y con el pelo revuelto, sobre la puerta.
Nos mira perplejo. Pestañea varias veces como si no pudiera creer del todo que estamos frente a él.
Su única reacción es bostezar.
—¡Luca! —La voz chillona de Vanesa hace eco en el deshabilitado pasillo del cuarto piso—. ¿Dónde está tu hermana? —habla suave y pausado cuando Megara aprieta con una mano su hombro para que se percate del horario y del tono al modular.
Bosteza nuevamente. Esta vez pasa las manos por su cara hasta terminar en su pelo, lo cual termina desarreglando más de lo que ya estaban sus negros mechones.
—¿Brenda? —habla, finalmente. Asentimos desesperadamente— ¡Son las cinco de la madrugada! Supongo que durmiendo como lo deberíamos hacer nosotros. —Da media vuelta y vemos que dobla a la derecha. Se dirige a la cocina.
Intercambiamos miradas entre las tres y entramos. Al pasar Megara cierro la puerta.
—Permiso —decimos en un susurro al unánime.
No nos escuchó.
—Permiso —levanta el tono Vanesa.
Gira a vernos. Está tomando agua del pico de una botella.
—Pasen. Como en sus casas —dice, sobresaltado, limpiando el borde de sus labios con el antebrazo descubierto—. Si necesitan algo lo agarran. Me voy a volver a acostar —dice en plural, pero sus ojos se dirigen exclusivamente a los de Megara.
Ella le devuelve la mirada.
De un segundo a otro siento como con Vanesa empezamos a sobrar. Probablemente de no ser porque estamos al lado de Megara, ya estarían hablando. O incluso haciendo algo más.
Carraspeo.
—Luca, ¿Cómo viste a tu hermana? —pregunto con suma suavidad.
—Bien, tomamos un café y hablamos antes de acostarnos. ¿Pasó algo?
Entre las tres intercambiamos miradas.
—Pasar como pasar, no —toma la palabra Vanesa. Inmediatamente la interrumpo.
—¿No te llegaron?
—¡Se acordaron! —De pronto su cara de cansado se difumina— No, no me llegaron. Creo que me llegan la semana que viene los videojuegos.
—No, Luca. Kira no está hablando de jueguitos —habla Megara—. Hablamos de tu hermana... y de la filtración... La filtración de la foto de Brenda.
Delante de nosotras vemos a Luca apoyando sus brazos tensos sobre la mesada a su espalda.
—Nos llegó hace como una hora, por eso vinimos a verla —informo.
—¿Saben quién fue?
—Sí —afirma Mega.
—¡No! —niego rápidamente—. No, no sabemos, pero tenemos nuestras sospechas.
La cocina se mantiene en silencio por unos segundos hasta que Luca lo corta.
—Qui... ¿Quién piensan que fue? ¿Joaquín?
Ninguna es capaz de afirmarlo con palabras, pero el silencio que se produjo al nombrarlo lo dio por hecho.
—Yo lo mato. —Lo oímos murmurar antes de ir a la sala por la campera que estaba colgada en el perchero.
—¡No!, Luca mirame. ¡Mirame! —llama su atención Megara tomando su cara con ambas manos—. Mirame, por favor. Así no vas a solucionar nada. A lo mejor estamos equivocados y no fue él. —Busca nuestras miradas en un intento de obtener cooperación de nuestra parte para calmarlo.
Vanesa y yo afirmamos sus palabras con movimientos de cabeza.
—No vamos a solucionar nada ahora, anda a dormir y por la mañana hablamos con ella —le dice Vanesa.
Luca se rinde y relaja su cuerpo, luego busca los ojos marrones de nuestra amiga. Ella está frente a él dedicándole una sonrisa comprensiva mientras baja una de sus manos por un brazo y la extiende delante de él.
Él la acepta, y ella lo acompaña a su habitación.
Yo apoyo mi mano sobre el hombro de Vanesa y le hago señas que voy por agua.
Al volver con el vaso en mano me siento en el sillón, dicha acción es repetida por Vane con un suspiro pesado.
—¿Vos pensás que fue él? Yo dudo que haya sido, aunque no la veo a Brenda pasándole la foto a alguien más.
—No sé —respondo con la vista fija en la pared.
—Ya se durmió —habla Meg a la par que se sienta al lado de Vane—. Si me decís de otro chico te creo, ¿pero de Joaquín?
—Justo le decía a Kira que dudo que sea él.
—Yo no. El domingo me escribió preguntándome por Brenda y por el chico de las magdalenas, supongo que lo hizo por celos —cuenta Megara.
—¿Cómo se lo decimos...? —pregunto, interrumpiendo la charla que estaban teniendo mis amigas—. A Brenda.
Al cabo de una hora y media, la mamá de Bren se apareció en la sala con la más chica de sus hijas. Se preparó su típico té, nosotras la ayudamos ocupándonos de Selena. Escribió una notita para Luca y Brenda y la dejó en la heladera pegada con un imán y se fue a trabajar no sin antes saludarnos.
No preguntó por nuestra presencia tan repentina, pero supongo que pensó que ayudaríamos a su hija a entregar las cajas al comisionista para devolver las pertenencias a su ex.
En la espera de que Brenda se despierte jugamos con Sele, incluso nos dio una muñeca a cada una para que seamos parte de su juego.
Está de más comentar que ella se quedó con la más linda —según su criterio y el nuestro— y por esa razón Vanesa la peleó un gran rato.
El primero en salir de su cuarto por los ruidos del televisor fue Luca.
—Hola. Br... ¿Sigue durmiendo? —pregunta señalando detrás de él.
Las tres movimos la cabeza en forma afirmativa.
Suspiró aliviado a la par que se acercaba a su hermanita.
En un ligero movimiento la abrazo de atrás y le hizo upa. Ella le correspondió el abrazo y respondió a las preguntas que le hacía su hermano yendo a la cocina sobre él.
Por nuestra parte, nosotras decidimos esperar en el sillón a que Brenda salga de su habitación o a que los hermanos Acosta vuelvan de la cocina. Lo que primero pase.
Por el angosto pasillo podemos visualizar la figura de Brenda queriendo peinarse con la mano.
—Hola —saluda Megara cuando nuestra amiga se dirige a la cocina sin percatarse de nuestra presencia.
—Hola. ¿Qué hacen acá?
—Vinim....
—Pasamos por acá y decidimos pasar — interrumpo a Meg antes de que diga algo de más que puede hacer que Brenda sospeche de nuestra repentina visita.
—¿Desayunaron?
—Sí. Con tu mamá —responde Vanesa.
—Con m... ¿Desde qué hora están?
Por suerte Luca llegó al rescate.
—Bren, el agua ya está hervida, ¿vas a hacerte un capuchino?
—Emmm... Sí. Ya voy —habla sin apartar la mirada de nosotras para irse a la cocina.
—Salvadas —susurra el chico a nuestro lado.
—Gracias. —Sonríe Meg.
—¿Ya saben cómo se lo van a decir? —inquiere antes de tomar un sorbo de café.
—No. —Suspiro—. No, ¿tenés algo en mente?
Sele sale de la cocina apurada.
—¡Lu!
Él la ve esperando a que diga algo.
Ella se acerca hasta llegar a su lado y le dice algo en el oído, inmediatamente Luca se pone de pie y se dirige a la cocina.
Con Vane y Meg intercambiamos miradas una con otra intentando saber qué fue lo que le dijo Sele a Luca para que este se comportará de tal forma.
—Bonita—intento llamar la atención de la pequeña—, ¿qué pasó?
—Es Brenda —dice—. Está llorando. Me dijo que me fuera y no le diga nada a Luca ni a ustedes, ¿hice mal? —pregunta casi arrepentida.
—No, no. No hiciste nada mal —respondo con dulzura.
Luca sale de la cocina, se sienta al lado de Megara y le dice a su hermanita con entusiasmo «¿Vamos a la placita?» inmediatamente Selena salta en el lugar gritando positivamente ante la pregunta de su hermano.
—Vamos a cambiarnos. —le dice tomando su mano. Mientras camina, voltea a vernos y señala la cocina con la cabeza. Las tres asentimos sin pronunciar palabra alguna.
Cuando Selena y Luca salieron del departamento nos detuvimos delante de la cocina.
—Pasen —habla con voz áspera, sin vernos—. Ya lo sabían, por eso vinieron, ¿o me equivoco?
—No, no te equivocas —dice Vanesa sentándose en la silla a su lado.
—¿Cuándo fue?
—En la madrugada, queríamos saber cómo estabas —Esta vez es Megara la que habla—. No quisimos despertarte.
Brenda asiente con la cabeza baja.
El timbre comenzó a sonar.
—Voy yo —anuncio—. Seguro es Luca con Sele que se olvidaron las llaves.
Al abrir la puerta me encuentro con un chico de castaño.
Al no encontrar a la persona que esperaba detrás de la puerta, mira el número del departamento.
—¿Está Brenda? —pregunta, tartamudeando.
—¿De parte de quién?
—Diego. Diego Balai. Kira, ¿no?
—S... Sí. ¡Diego! ¿Sos vos?
—Él mismo.
—Brenda ahora no está para ver a nadie... Le podés escribir y acuerdan para verse un día de estos —hablo con cuidado de no dar información de más.
—Lo supuse. —Baja su mirada a sus pies—. Solo quería saber cómo estaba. Mandale un saludo de mi parte, por favor.
Asiento.
—¡Diego! —lo llamo cuando da media vuelta—. Gracias por preocuparte. Seguramente le hará bien verte, ¿querés pasar?
—Gracias, pero no. Ahora necesita de sus amigas. Cuando puedás, decile que estuve acá, ¿sí?
—Sí, claro —alcanzo a decir antes que comience a bajar los escalones.
—¿Quién era? —pregunta sin muchas ganas Brenda cuando volví a la cocina.
—Diego.
—¿El de la primaria? ¿Tu enemigo? —pregunta Vanesa que se había perdido de una parte por la resaca de hace unos días.
—Seguramente vino por Selena, ayer le prometió que vendría a jugar con ella.
—No preguntó por ella.
—¿No?
—No, Brenda, pero sí por vos.
—¡Se enteró! Le doy lástima.
—Lo noté preocupado.
—Kira, ¡no seas ingenua! Es obvio que vio la foto sino no hubiera venido. No le importa si estoy bien o no —habla, enojada, reteniendo las lágrimas en los ojos—. Si hubiera sido una foto con pijama ni hubiera aparecido. —No puede contener el llanto por más tiempo.
—Bren, no creo que sea tan así. Entien...
—¡Si es así! —Levanta varios tonos su voz—. Perdón, no te quise gritar. Quiero estar sola —dice a la par que se encamina a su habitación.
—Vamos a estar en el sillón por si nos necesitas. —logra decirle Vanesa antes de que llegue al pasillo que lleva a las habitaciones.
*
Brenda:
11:10 hs:
Todos tienen en su poder la foto.
Pasó una semana desde la filtración de la foto.
Supongo que una parte de mí no lo logra asimilar del todo; la otra es la que me ayuda a aislarme, a estar en cierto modo protegida; el viernes no salí de mi habitación, dejé de llorar cuando sentí que no tenía más fuerzas para hacerlo y cuando no tenía más lágrimas para soltar. Fue el día más difícil. El sábado y el domingo tampoco quise hablar con nadie, solo salía de mi guarida cuando sabía que no había nadie en la sala o en la cocina. El lunes fue diferente, si bien me daba asco toda la situación, me armé de valor y decidí entregarle yo misma a Joaquín sus pertenencias, en cuanto me vio detrás de la puerta se rio en mi cara y me confesó que él lo había hecho para que volviera con él. Quise romperle la cara, pero no pude. Casi logró que me escondiera el martes, sin embargo, sus comentarios me dieron más impulso para hacer la denuncia acompañada por mamá, su profesión sirvió de mucho, al ser abogada su asesorar sirvió de mucho. Recién el miércoles me sentí bien para dejar pasar a mis amigas. Las estaba ignorando desde el sábado a la noche —cosa que en el momento pensé que me haría sentir mejor—. Sé por Luca que vinieron varias veces durante la semana para hacerme compañía. No podía escapar de ellas. No otra vez.
Por desgracia, con mi valentía, la vergüenza no se esfumó cuando las vi cara a cara.
Y tampoco lo hizo cuando tuve que ver a Diego saliendo de su departamento cuando fui a buscar a Sele a la casa de una compañera del jardín.
Hoy es jueves hace dos semanas, estaba en una cita con el chico que me clavó un puñal por la espalda hace siete días. Mamá quiso pedir unos días en el trabajo por mí, pero le supliqué que no lo haga porque lo que menos quería era que sintieran pena por mí.
—¡Ya voy! —grito dejando el saquito de té en la taza cuando escucho que tocan la puerta.
—Hola.
—Ho... Hola, ¿qué hacés acá, Diego? Si viniste a reírte de mí y a decirme que soy una ingenua por confiar en alguien o a preguntar si hago algún tipo de servicio como los tarados que me escriben mejor andate.
—Veo que tu opinión sobre mí no cambió desde los cuatro, ¿eh?
—¿A qué viniste? —insisto, cansada.
—Realmente siento lo que pasó. Joaquín es un boludo.
Suena muy sincero, tanto que me deja perpleja. Ante su reacción dejo relajar mi cuerpo y con eso bajar mi escudo y espalda, quedando un poco descubierta, pero en alerta.
—¿Viniste a decir eso?
—No. Me escribió tu hermano preguntándome si podía ver a Sele, y aprovecho para demostrarte mi empatía y decirte que de mi parte no va a ser filtrada.
—Preferís tenerla para vos, entiendo. No sé po...
—¡No! La eliminé en cuanto me la pasaron, y te juro que no la vi.
Estoy sorprendida. Sus palabras en mí provocaron el mismo efecto que si me hubieran tirado un balde de agua fría en pleno invierno.
—No te creo.
—Está bien, pero no lo hice —afirma mirándome profundamente a los ojos.
Por unos segundos no pestañea, y me da la impresión que es su forma de decirme que está siendo sincero. Confío en él, su expresión es casi igual a la de Luca, mamá o las chicas cuando me ven.
Intento cerrar la puerta porque sé que en este mismo momento la foto acaba de llegar a alguien más y aunque no es mi culpa ni debería de darme vergüenza es lo único que pienso. Diego pone un pie entre el marco y la puerta.
—¿Puedo pasar?
—Selena no está. Tiene clases de natación.
—Supuse que no estaba cuando pasaron más de dos minutos y no vino a saludarme. —Ríe—. ¿Puedo pasar?
—No seas engreído —digo luego de unos segundos, dejándole espacio para que pase.
—Permiso.
—¿Querés algo? Yo estaba por desayunar.
—¿Es tu forma devolverme el desayuno?
—No. Estaba siendo amable, por dentro deseaba que me des la negativa.
—Si me lo pedís de esta forma no me puedo negar. ¿Qué tiene para invitar la casa?
—Café y capuchino —respondo entrando a la cocina.
—Y té —dice señalando la taza con el saquito dentro.
—Y té —respondo.
—¿Me lo estás ofreciendo o es tu forma de decir «si te acercas a un solo saquito, te corto una mano»? —pregunta tratando de imitar mi voz.
Ambos reímos.
—¡Yo no hablo así!
—¡Yo no hablo así! —repite.
Niego un par de veces.
—No te ofrecí porque dudo que te guste el té.
—Tomé con vos —retruca.
—Sí, pero antes ibas por un café.
—Quise cambiar de menú —dice a la par de que se acerca a mí.
—En... Entonces hago otro para vos —logro decir tomando distancia.
Asiente.
—Gracias —digo dejando las tazas sobre la mesa—. Gracias por venir.
—No fue nada.
—Creeme que para mí sí lo es.
—No voy a preguntarte cómo estás —se adelanta después de tomar un sorbo—. Me imagino como te podés llegar a sentir y dudo que quieras hablar del tema, y más si es con un chico. —Baja la mirada a la taza y comienza a marcar el borde de la misma con un dedo—. Pero si necesitas hablar con alguien de lo que te pasa me gustaría que puedas contar conmigo. De lo que sea.
—Die...
—Sé que en el pasado tuvimos nuestras diferencias, a veces me pregunto que hubiera sido de nosotros si no te hubiera tirado la pintura.
—Lo más seguro es que hubieras hecho algo más, me hubiera enojado y todo hubiera sido igual.
—Probablemente —afirma y levanta la vista hasta encontrar la mía—. El punto es que, en su momento, te vengaste... Y no sé... tal vez noso...
—¿Ser amigos? —lo ayudo e inmediatamente llevo la taza a mis labios. Me quedo mirándolo sobre esta.
—Sí... —duda.
—Está bien —acepto yendo por el bizcochuelo antes de que se queme—. Kira me contó que viniste el otro día, sé que fue porque se lo habías prometido a Sele, pero fue un lindo gesto preguntar por mí. —Por instinto, me giro a ver su reacción, me sonríe y hace un gesto vago con la cabeza quitándole importancia a mis palabras.
—¿Bizcochuelo para celebrar la amistad? —le ofrezco, levantando el plato con la torta esponjosa.
—¿De qué es? —pregunta, implorando súplica, cuando me siento dejando el plato en el medio de la mesa.
—Chocolate y vainilla.
—Entonces sí. —Reímos mientras corto dos porciones.
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DEJA TU "." SI QUERÉS IR A MATAR A JOAQUÍN
Narró Kira por primera vez.
¿Les gusta que haya dos puntos de vista en los capítulos?
Estoy muy agradecida con ustedes porque el miércoles de la semana pasada (18/01) llegamos a las 300 lecturas. Gracias por todo.
Gracias por leer. Recuerden votar y comentar.
Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.
Importante:
Lo que le está pasando a Brenda es un tema delicado y lo trataré con absoluto respeto. Confíen en mí.
Lxs leo en Instagram, a veces dejó algún adelanto del próximo capítulo, también hago dinámicas con ustedes.
Instagram/Tiktok @enuntulipan.
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