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01. El reloj que aprendió a correr

Brenda:

21:58 hs:
Lo está haciendo de nuevo, pero esta vez es más dolorosa. No soy la única víctima, también lo son ellos. Hoy no es el día para darme la cara con la realidad, que sea mañana, en dos semanas, a fin de mes, incluso en Navidad; cualquier otro día menos hoy. Lo único que me falta es ser la burla de mi hermano, escuchar a la enana repetir su nombre para molestarme hasta que empiece a llorar porque le grité, el cuestionario de mamá y en menos de una semana otro cuadro patéticamente hermoso para la colección de «Disculpas aceptadas».


Debe de estar llegando. Relajate. Respiramos... 1... 2... 3... Soltamos. Muy bien.

Intento olvidar el asunto, pero teniendo frente a mis ojos el reloj de la pared marcando cada maldito segundo que llevamos de espera no ayuda.

Escucho a mamá musitar la melodía de alguna balada romántica cuando regresa a la sala.

—Hija —me aleja de las agujas del reloj.

—¿Qué? —pregunto, algo inquieta.

—Te preguntaba si estás segura de que viene.

—Sí, ma, se lo recordé todo el día, seguramente se le hizo un poco tarde. Hoy iba a pintar al lago.

—Bueno, lo esperamos —dice, sonriente, y se dirige a la cocina nuevamente.

—A lo mejor ni le importa —habla mi hermano mellizo buscando pelea sin apartar sus ojos de su nueva revista de tecnología.

—O no existe —le responde mi hermana de tres años.

—Callate, lo conoces —le digo a Selena—, y sí, va a venir. —Esta vez me dirijo al chico.

—Sip —habla lentamente chasqueando su lengua contra el paladar—. Pero, puede ser un amigo que se hizo pasar por tu novio. —Finaliza la enana sacando la lengua.

—Se le hizo un poco tarde, va a llegar.

—A las 20:30 tenía que llegar... —Luca ve su reloj de pulsera—, son las 22:00.

Decido ignorarlo y escribirle a Joaquín:

Yo: vas a venir?

Sin respuesta, ni siquiera le llega el mensaje.

Lo llamo. Otra vez, sin respuesta. Esperaré un rato para volverlo a llamar, total falta para la comida.

Dejo el celular arriba de la mesa y voy para la cocina por si mi mamá necesita ayuda con lo que falta.

Va a llegar. No les hagas caso. A Luca le encanta molestarte, y Sele le sigue el juego porque lo tiene de ejemplo, como vos en su momento.

Va a llegar. Va a llegar. Va a llegar y van a tragarse sus palabras.

 ︱ღ︱

22:13 hs:
—¿Nerviosa? —pregunta la castaña teñida entre risas, al ver mi cara llena de preocupación y como estrujo el repasador de los nervios— Tranquila hija, todo va a salir bien.

—Sí, lo sé. —Me dirijo a la salida de la cocina—. Me inquieta que no haya llegado aún —comento, asomándome por la estantería abierta de ambos lados que divide la cocina del comedor para ver el reloj situado por encima del sillón—. Casi dos horas y cuarto —comienzo a murmurar para mí—; ¡Vaya que el reloj aprendió a correr! O él se retrasó más de lo que cualquiera hubiera imaginado.

—Mi amor, despreocúpate, viste como es, ni se habrá dado cuenta de la hora.

—Arreglamos un horario, lo debería de cumplir. —Giro sobre mi propio eje para sentarme nuevamente en el taburete frente a la barra.

—Tenés razón, cuando venga le preguntas el porqué de la demora.

—No me gusta la impuntualidad y lo sabe, además de que es venir a comer con ustedes —gruño.

 —Bueno, corazón —pretende tranquilizarme con la suavidad de sus palabras y con una media sonrisa—, ya lo conocemos. Están juntos desde hace tres años.

—Pero es la primera vez que viene a comer a casa estando los cuatro, debería de actuar como si los vaya a conocer esta misma noche. —Escucho una sutil risa proveniente de ella. Con esas palabras y su sobado sobre mi espalda se da por terminada la conversación.

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac...
Tic-tac, los mimos de mi madre sobre mi espalda son calmados.
Tic-tac, nuestras respiraciones están unidas, inhalamos y exhalamos a la par.
Tic-tac, el sonido de la carne que se sofríe estruendos impide clamar.
Tic-tac, el ligero tic, tac, tic, tac, tic... del comedor inunda mis oídos.
Tic-tac, ya han empezado a correr Segundero y sus deudos.
Tic-tac, la veloz y delgada aguja ya ha pasado otra vez.
Tic-tac, el abrazo se divide, la comida de la olla requiere que la muevan con rapidez.
Tic-tac, cuento los últimos minutos para que esté la cena con pesadez.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac...

 ︱ღ︱

22:34 hs:
Al frente de mí se encuentra de espaldas mi mamá apilando los platos para llevar a la mesa.

Intento no pensar tanto en el retraso de mi novio girando lo más lento que puedo un tenedor sobre la barra, como si eso pausaría el tiempo. Media vuelta para un lado y media para el otro. Así sucesivamente.

La presencia de Luca invade la cocina. Me da mi celular, sus ojos chocan con los míos, vuelve su mirada al dispositivo, y nuevamente su mirada café se encuentra con la mía, no hace falta que hable para comprender su mensaje; le vuelvo a escribir al chico de los ojos verdes botellas.

Yo: te está esperando mi familia, si se te complicó avisa

Le llegó, ninguna respuesta. ¿Y si le pasó algo?

—Luca, ¿me llevas esto a la mesa? —le dice mamá al morocho, que está sumergiendo un pedazo de pan en el tuco— ¡Deja de comer antes de la cena! Vamos a comer todos juntos.

—¡Voy! —Se lleva el pedazo de pan a la boca—. ¡¿Nunca vas a entender que soy el catador de alimentos de esta casa?! —bromea.

—Vas a ser el catador, ¡pero de comida de perros! Si seguís comiendo antes de que sirva todo en la mesa —Su tono no es para nada agresivo, al contrario, es pícaro.

¿Por qué siento que eso sería algo que diría cualquier mamá?

—Si tan solo tuviéramos uno —balbucea, desilusionado. Luego me mira, señala su reloj y empieza a llevar los platos a la mesa.

—Bren... hija, ¿viene? —Se acerca a mí.

—Sí, hoy hablamos de eso. Ahí le escribí, no lo quiero llenar de mensajes porque seguro de que está manejando.

—Bueno, mejor no le escribas más. No te preocupes que lo vamos a esperar. —Me dedica una sonrisa despreocupada.

«—Obvio que voy a ir, no me lo perdería por nada, y no te pongas nerviosa porque tengo modales en la mesa, ¿sí? Te amo».

Ibas a venir, no me decepciones, por favor.

 ︱ღ︱

22:58 hs:
Yo: te enojaste por algo? al menos responde

Yo: mi vieja cocinó

Yo: otra vez me fallaste, sabías que esto era importante para mí

«En línea», algo de esperanza me quedan, capaz que hay mucho tráfico en el camino.

«Últ. vez hoy a las 22:59», se me llenan los ojos de lágrimas. Lo que más me duele es que le tengo que dar la razón a Luca, aunque no se lo diga exactamente con esas palabras, lo voy a hacer con el silencio o con un «callate» amargado.

Corto algunas servilletas del cilindro que está sobre la barra y con ellas me limpio las lágrimas sin que el maquillaje se mueva. Nuevamente, tomo el rollo y me encamino al comedor para dejarlo en la mesa.

Se acerca mi mamá y me hace la misma pregunta que me está haciendo desde las 21:00 hs:

—¿Estás segura de que viene? —Niego con la cabeza—. Lo esperamos diez minutos más, ¿sí? —asienta con la cabeza.

︱ღ︱

23:20 hs:
—Selena, espera a que venga Joaquín, vamos a comer todos juntos —reprende mi mamá al ver que la más chica de la familia está tratando de robar un poco de carne picada del tuco.

—Mamá, es chica, déjala —suaviza la situación mi hermano.

—No peleen, voy al baño y empezamos. —Me levanto rápido de la mesa para no darle la oportunidad a mi mamá de decir que lo esperemos un poco más.

Una vez ya en el baño le vuelvo a escribir al chico que me está dejando plantada junto con toda mi familia.

Yo: ni te gastes en venir, ya estamos comiendo

Yo: ni sé por qué me enojo con vos, tendría que estar enojada conmigo por confiar en vos

«Entregado: 23:23 hs». Le llegó, pero no lo vio. Minutos antes se había conectado y ni se molestó en contestar alguno de mis mensajes, tras todo eso se desconectó en cuanto me vio en línea, o después de mandar o ver un mensaje más urgente de lo que fue el mío.

Me quedo sentada en la tapa del inodoro, pensando en todo lo que ocurre, viendo como todo a pasos gigantes se desmorona. Necesito meditar, o tal vez, intento engañarme para darle una ventaja de minutos a Joaquín para responder o para que llegue a tocar el timbre con algún pretexto razonable, cosa que no estaría ocurriendo.

Pasan varios minutos, mis pocas esperanzas murieron con la espera, el tiempo de ventaja llegó a su fin. Me miro a través del espejo y seco con unos de mis dedos la lágrima que recorre mi cachete, mi mirada se queda fija en el reflejo de mis ojos ámbares llenos de desilusión. Finjo una sonrisa mientras me acomodo la ropa para regresar a la mesa.

Cuando estoy a punto de sentarme veo a mi izquierda el plato vacío, aquel no se usaría, estaría durante toda la cena sin cumplir algún propósito. Voy con el plato a la cocina para dejarlo en su lugar.

Traicionero ¡Lo prometiste para después no venir!

Hacelo conmigo las veces que quieras, pero con mi familia no. ¿Por qué con ellos? ¿Qué culpa tienen?

Brenda, calmate.

No. Nunca le hubiera hecho lo mismo o algo similar. Un poco de responsabilidad afectiva.

Soy yo la que tiene que ver durante toda la cena a su familia sin saber qué decir o cómo verlos.

El cartel de «Me dejaron plantada» en la frente lo tiene toda mi familia, no solamente yo.

︱ღ︱

01:23 hs:
No puedo dormir, no sé si es por el calor o por como dejo Joaquín a mi mamá. No me importa el hecho de como traicionó mi confianza, me importa como la hizo sentir, aunque ella no me dijo nada, sé que está mal, preparó la comida y el postre pensando exclusivamente en Joaquín para que a él no le importe en lo más mínimo.

Decido que lo mejor es cocinar. Cuando estoy estresada, angustiada, enojada o cuando no puedo dormir, cocino. Por lo general son cosas dulces, pero de vez en cuando preparo algo salado.

Estoy humedeciendo las vainillas en la mezcla del café cuando aparece mi hermano.

—Si venís a joder...

—No vine a eso —me interrumpe.

—Ah, agua ya no queda en la heladera, fíjate que hay en...

—¿Podés dejar de hacer como si nada pasó? —habla, encima de mí— No vine a molestarte, ni a tomar agua, y antes que preguntes, tampoco a esperar a que termines de hacer lo que sea que estás preparando para comerlo... Bueno, en parte sí, pero vine para ver cómo estás. —Dicho eso empieza a acariciar mi espalda en forma de consuelo—. ¿Te puedo ayudar? —Señala las vainillas y asiento con la cabeza.

Mi hermano ve la oportunidad de robar una vainilla ya sumergida en la mezcla de café y la aprovecha.

—Eu, no es para que comas ahora, si vas a ayudarme de esta forma mejor anda a jugar a la compu o a dormir.

—Bueno, perdón. —Apoyado sobre la mesada mira un punto fijo de la cocina. Puedo sentir como está debatiendo internamente, de sí decir algo o no—. Che, ¿me perdonás por lo que te dije antes de la cena? Era para molestar, seguramente se le compl...

—Sí. Ya está, y no lo defiendas, me podría haber avisado. No es tan difícil llamar o escribir «se me complicó» o dando el motivo por el cual no vino. —Suspiro—. Esto era importante para mí y lo sabía.

—Chiqui, ¿por qué no lo llamas? Así hablan y te explica, seguramente no lo hizo de malo. —Mueve una de sus manos con espontaneidad al hablar.

—No sé ni me importa, no es la primera vez que me hace algo similar, esta vez lo hizo con ustedes, me cansé.

—No sé qué decirte.

—No digas nada, estoy bien. —Dirijo mi mirada a la mesada con los alimentos.

—Te conozco, no lo estás.

—Vení, ayúdame con esto —digo, rápido, señalando el pote de la crema, la cual la tenía que batir con el azúcar.

︱ღ︱

01:42 hs:
Hemos acabamos de terminar de poner el Tiramisú en el freezer, de esta manera quedará fresco y matamos el calor de la madrugada con él.

Estamos en el sillón, mi hermano con su celular y yo haciendo zapping hasta que encuentre algo que me entretenga, de pronto noto su cambio de expresión repentino en la cara.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Nada —contesta, rápido, queriendo ignorar el tema. Vuelvo a remarcar la pregunta—. No, te vas a enojar.

¿Enojarme? Pensé que se trataba de alguna chica, o que lo habían invitado a salir.

Quiero descifrar su expresión. Poder leer lo que pasa por su mente, pero es un libro muy difícil de leer.

—Con más razón. Si me decís ahora no me voy a enojar tanto. —Niega con la cabeza—. Mostrame, Luca.

—Es algo sin import...

Le saco el celular de las manos y lo primero que veo son historias de Joaquín en una fiesta.

—¿Esto era lo que no querías que viera? ¡Toma! ¿Te das cuenta de que lo puedo mirar desde el mío? —Agarro mi dispositivo para mostrarle, pero la última que aparece es una de las 16 hs.

—¿Sabías? —interrogo.

—¿El qué?

—No te hagas, ¿sabías o no que me ocultó las historias?

—¿Qué? ¡No! ¿Te volviste loca?

—Entonces, ¿por qué no me dejabas verlas desde tu celular?

—Porque supuse que al estar enojada con él no le ibas a mirar las historias, no te oculto nada.

—Está bien —digo, pesadamente, para luego suspirar—. Te creo. Si vas a comer el postre, llámame para comerlo juntos.

—¿A dónde vas?

—A mi pieza —articulo con insignificancia.

—No, te quedás acá. —Hace un intento de trote hacia mí, me toma de espaldas para luego hacerme sentar a su lado en el sillón. Seguramente sabe que me iba a esconder para llorar.

¡Es un imbécil!

¡Soy una imbécil!

Nunca tuve que haber confiado en él, debí esperarlo hasta que terminará de pintar y yo misma haberlo acompañado hasta acá. Por su culpa, ahora me estoy desgarrando internamente y comiéndome la cabeza. En realidad, para ser honesta, no es su culpa, es la mía por haber depositado mi confianza en él.

Nunca tuvo que haberme fallado, ¡y menos por una maldita fiesta! ¿Cómo se atrevió? ¿Qué le costaba cumplir sus estúpidas palabras?

Lo que más impotencia me genera es que yo se lo había permitido infinidad de veces, ¿por qué esta vez iba a ser diferente? ¿Por qué era una cena con mi familia? ¡Qué ingenua!

¡Lo odio!

Con ese pensamiento doy por acabado el tema —al menos por un par de horas—. Vuelvo a poner toda mi atención —parte de ella— en la televisión antes de que mi furia salga al exterior, o peor, que se convierta en llanto delante de Luca. Sea como sea que se manifiesten mis emociones, sería un horroroso espectáculo si mi hermano se encuentra presente.

_______________ღ_______________

¡Holaa! Estoy muy feliz (y SUPERNERVIOSA) porque hoy oficialmente comienza el principio de esta historia.

Si alguien se encuentra del otro lado, le quiero dar la bienvenida a la historia de Brenda, y regalarle mis más sinceras gracias por darle una oportunidad a mi historia. Espero que sea de tu agrado hasta el final ❤️.

Un beso con cariño
-Ruʃ!tos.

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