25. Un sueño cumplido
Capítulo 25
Un sueño cumplido
Habían pasado varios minutos desde que la discusión había comenzado.
Mark le estaba reclamando a Sharon lo que me había hecho horas antes, las calumnias que había inventado para dañarme. Ella, sin embargo, no hacía otra cosa que excusarse; decía que seguramente yo la había entendido mal, que las cosas no eran cómo parecían y que ella no había hecho nada malo.
La verdad es que eso me enfurecía. ¿Cómo podía ser tan mentirosa?
Ella sabía perfectamente de lo que Mark estaba hablando, pero seguía haciéndose la desentendida, como si realmente no tuviera nada que ver en el asunto.
- ¡Sabes perfectamente lo que has hecho, no lo niegues! -inquirió Mark, perdiendo ya la poca paciencia que parecía estar conteniendo minutos antes.
- No, ya te he dicho que no entiendo nada... -dijo ella como si nada, observándonos a Caroline y a mí con una expresión de profundo desprecio.
- ¡Pídele perdón ahora mismo a Hanna! -expresó Mark algo más alterado- ¡Si no lo haces, voy a hablar con mis padres ahora mismo para que te despidan!
Sharon iba a decir algo, pero justo en ese momento, la señora Elisabeth y María, que seguramente habían escuchado los gritos, salieron de la cocina, la cual estaba bastante cerca de la sala, y se acercaron de inmediato al lugar de los hechos, para así, poder ver lo que ocurría.
Caroline y yo estábamos un poco más alejadas, pues ni siquiera nos habíamos atrevido a acercarnos al lugar de la discusión.
La señora miraba a Mark algo confundida, sin saber qué decir.
Por otro lado, María observaba a Sharon algo apenada; una expresión de gran cansancio y desconsuelo llenaba su rostro, pues ya se imaginaba que la chica había hecho alguna de las suyas y que era por su causa el comienzo de la discusión.
María sabía la verdadera razón por la que Sharon se comportaba siempre de esa forma tan cruel, tan desalmada.
Ella me lo había comentado en una ocasión. Me había asegurado que Sharon, a causa de su pasado, se había convertido en una persona amargada, llena de resentimiento.
Pero lo más extraño era, sin duda, que también parecía saber la razón por la cual esa chica sentía ese gran desprecio y odio hacia mí.
María conocía el pasado de Sharon a la perfección, yo estaba segura. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a darme ningún detalle sobre lo que sabía, ni siquiera el por qué del odio de esa chica hacia mí.
¿Tan negro era el pasado de Sharon? ¿Tan oscuros eran sus recuerdos, al punto de haberla convertido en una persona sin sentimientos? ¿Y qué tenía que ver yo con ese pasado? ¿Por qué me había convertido en la principal víctima de su resentimiento?
De nuevo esas preguntas me atormentaban. Sin embargo, por más que lo pensaba, no encontraba una respuesta coherente a ellas.
La única que parecía tener esa respuesta era María, pero ella no estaba dispuesta a dármela.
- ¿Qué está pasando aquí, chicos? -preguntó la señora extrañada, mirando a su hijo y a Sharon.
- Mamá, qué bien que estás aquí... -comenzó a decir Mark un poco más tranquilo, para luego, volver a alterarse- ¡Tienes que despedir a esta chica! ¡No para de molestar a Hanna!
La señora pareció sorprenderse enormemente ante las palabras de su hijo, pues lo observaba con una expresión de profundo desconcierto.
María, que segundos antes había clavado la mirada en Sharon, también lo hizo, pues de inmediato desvió la mirada hacia Mark, que respiraba aceleradamente tras la rabia que aún contenía y que, al parecer, no iba a poder retener por mucho más tiempo.
- ¿Qué problema hay, Sharon? -preguntó entonces la señora, mirándola fijamente- ¿Por qué dice mi hijo que no paras de molestar a Hanna?
- Señora, verá... -trató ella de excusarse, pero Mark la interrumpió de inmediato.
- ¡Esta chica se ha propuesto hacerle la vida imposible a Hanna! -inquirió Mark, demasiado molesto- ¿Sabes cual ha sido su última hazaña?
- ¿Qué, hijo...? -preguntó la señora algo aturdida, mientras que Sharon parecía no inmutarse.
- ¡Le ha hecho creer a Hanna que yo la engañaba con otra! -Mark apretó con fuerza los puños antes de continuar- ¿Y sabes con quién? ¡Con Caroline! ¡Con MI hermana!
La señora miró entonces a Sharon con total desconcierto, tratando de asimilar las palabras de su hijo.
Por el contrario, María se llevó las manos a la cabeza, mirando a Sharon con una especie de decepción y tristeza que, a ella, no parecía afectarle lo más mínimo.
- ¿Tú has hecho eso, muchacha? -inquirió entonces la señora, mirándola confundida.
Sharon se quedó completamente callada, sin decir nada; únicamente observaba a la señora de reojo, sin dejar que una sola palabra saliese de su boca.
- Sharon. -continuó la señora ante su silencio, esta vez con un tono más serio- ¿De verdad has sido capaz de cometer semejante falta? -ella bajó la mirada, acción que me sorprendió por completo- ¿Realmente has podido hacerlo?
Todos los presentes observábamos la escena algo incómodos, sin saber qué hacer.
María parecía realmente apenada; al parecer, a ella le afectaba bastante la actitud de Sharon y cualquier cosa que le ocurriera. Caroline también se encontraba algo inquieta, pues no dejaba de observar a su madre y a Sharon consecutivamente, aunque sin mostrar intención alguna de actuar o entrometerse en el asunto.
Mark, por su parte, que tampoco daba señales de intervenir, escuchaba atentamente la conversación, o más bien, discusión, que se estaba formando a su alrededor, pues él se encontraba justamente al lado de su madre y Sharon.
Un gran silencio se había formado en la sala en pocos minutos, dónde la aludida seguía sin contestar las preguntas de la señora, que a su vez, parecía estar impacientándose un poco.
- Tu silencio lo dice todo. -habló de nuevo la señora, notando que la chica no iba a decir nada- Hablaré entonces con mi esposo, no me dejas otra opción. Y si él está de acuerdo... -hizo una pausa antes de finalizar- Entonces serás despedida de esta casa, y por supuesto, de tu trabajo.
Yo me quedé algo impactada ante las palabras de la señora. La verdad es que nunca me imaginé que ella fuera capaz de tomar una decisión como esa, pues siempre se había mostrado muy paciente y sumisa ante cualquier acto que ocurriese a su alrededor.
Sin embargo, ella había actuado ahora de una manera muy diferente. Y no era para menos, pues la falta que había cometido Sharon en esta ocasión, sin contar todas las anteriores, había rebasado ya el límite de la maldad.
Todos los demás parecieron sorprenderse también mucho con las palabras de la señora, pues la observaban fijamente, sin quitarle la vista de encima.
Pero, sin duda, la más sorprendida de todos fue Sharon, pues enseguida alzó la vista hacia la señora, que la miraba con pesar.
El rostro de Sharon era todo un poema. Minutos antes, ella parecía verdaderamente tranquila, como si nada le afectase. Sin embargo, en el mismo instante en que la señora pronunció esas palabras, ella se tensó por completo.
Su expresión denotaba una enorme preocupación, un gran desconcierto. Al parecer ella no se esperaba, en absoluto, que la dueña de la gran mansión en la que trabajaba, le hubiera dicho todas esas cosas.
Sharon observaba a María con una mirada suplicante, como si a través de ella le rogara que le ayudase. Sin embargo, ella no mostraba ninguna intención de hacerlo, pues simplemente miraba hacia el vacío, negando con la cabeza, con una expresión de completa decepción y tristeza que casi habían hecho aguar sus ojos.
Pero mucho más húmedos se notaban los de Sharon, que, al parecer, se había percatado de que su presencia en esta casa no iba a durar mucho tiempo.
La señora hizo ademán de encaminarse hasta el despacho, donde se encontraba su esposo, para así, expresarle su decisión y contar con su aprobación antes de despedir a la chica.
Y seguramente él no se iba a oponer, pues aunque nunca había mostrado ninguna muestra de cariño o afecto hacia mí, después de que me hubiera aceptado cómo la novia de su hijo, sí me trataba con cierta cordialidad, por lo que, a mi parecer, no pensaba que pudiera pasar por alto que la chica me hubiera hecho eso.
La señora estaba saliendo ya de la sala, mientras que Sharon, no podía hacer otra cosa que bajar la mirada, tratando de disimular unas lágrimas que amenazaban con salir ya de sus ojos.
Entonces yo no pude evitar sentir una especie de lástima y compasión hacia ella. La verdad es que nunca la había visto así, tan hundida, con la cabeza baja. Ella se sentía humillada, pero su orgullo no le había permitido poner ninguna objeción o queja a las palabras de la señora, porque, la verdad, éstas no tenían realmente justificación.
Sharon había cometido un acto demasiado bajo; había jugado con mis sentimientos y me había hecho pasar un mal momento, simplemente, con el propósito de hacerme daño deliberadamente.
Pero verla así me produjo una serie de sentimientos que no pude contener, haciendo que unas palabras saliesen casi por inercia de mi boca:
- ¡Señora, espere...! -exclamé yo antes de que ella cruzara el pasillo para ir en busca de su esposo.
- ¿Qué ocurre, muchacha? -preguntó ella algo extrañada, a la vez que se acercaba de nuevo a nosotros.
Todos los presentes clavaron entonces su atención en mí; sobre todo la señora, que ya estaba de vuelta, y ahora se encontraba justo a mi lado.
Yo estaba un poco nerviosa; no sabía por qué exactamente, pero haber llamado a la señora, deteniendo su paso y evitando así que hablara con su esposo, había producido en mí un gran alivio, el cual, ni yo misma podía describir.
- ¿Qué pasa, Hanna? -volvió a preguntar la señora, mirándome algo confusa.
- Señora... -tragué saliva antes de continuar- N-no hable con su esposo, por favor...
Ella se quedó completamente extrañada, al igual que todos los presentes, que me observaban con total desconcierto.
- ¿Que no hable con mi esposo? -inquirió la señora, aún más confundida- ¿Por qué me pides eso, cielo?
- No le cuente lo ocurrido a su esposo... -musité yo con un tono casi suplicante- Olvide todo lo que ha pasado con Sharon, no tiene importancia... Y no la despida, por favor...
La señora me miró fijamente, entrecerrando los ojos, con una expresión de total confusión.
- Pero, cielo... -trató de hablar de nuevo la señora, pero yo impulsivamente la interrumpí.
- De verdad, olvide todo lo ocurrido... -volví a decir yo, mirándola levemente- Todo ha sido un malentendido, no la despida...
La señora seguía observándome bastante confundida, procesando todas las palabras defensoras, a favor de Sharon, que habían salido de mi boca.
Todos los demás, que habían estado muy atentos a la conversación, me observaban también con gran extrañeza, sin entender mi procedimiento. Sobre todo Sharon, que alzó su mirada hacia la mía con una especie de asombro y estupefacción, pues ella no se esperaba, para nada, que yo hubiese salido en su ayuda.
- Está bien, Hanna. -accedió al fin la señora, aunque no muy convencida- Pero... ¿Estás segura que es eso lo que quieres...?
- Sí, señora. Estoy convencida.
La señora asintió algo confundida, y tras dedicarme una última mirada, salió de la sala para volver hasta la cocina.
María también hizo lo mismo, siguiendo los pasos de la señora hasta la cocina, con la única diferencia de que, además de observarme a mí antes de irse, también lo había hecho con Sharon, la cual, seguía con la cabeza baja, sin atreverse a decir nada.
Y así, nos quedamos de nuevo en la sala Mark, Caroline, Sharon, y yo.
El ambiente se notaba bastante tenso, pues ninguno de nosotros había mostrado intención alguna de romper el incómodo silencio que, en pocos segundos, se había formado.
Yo me encontraba junto a Mark y Caroline, que parecían estar verdaderamente sorprendidos, al parecer, deseando preguntarme el por qué de mi proceder, acción que no se atrevían a realizar.
Sharon, por su parte, que se encontraba a unos pasos de nosotros, me observaba de reojo, con una expresión que yo, realmente, no podía descifrar con exactitud.
Su mirada hacia mí era de total desconcierto, cómo si quisiera preguntarme, agradecerme, y a la vez, reprocharme, todo lo que yo había hecho.
El ambiente se notaba cada vez más cargado y nadie se animaba a romper el hielo que parecía estar congelando todo el lugar.
Sin embargo, todo pareció destensarse un poco cuando, de repente, Sharon salió de su enorme desconcierto, haciéndola reaccionar, y provocando que sus piernas, las cuales parecían estar pegadas contra el suelo, se movieran lentamente, para así, dar paso a su salida del lugar.
Ahora, yo me encontraba a solas con Mark y Caroline, la cual, después de ver que Sharon había desaparecido de nuestro campo de visión, no había dudado en mirarme fijamente para, acto seguido, hacer la pregunta que, inevitablemente, yo iba a tener que responder.
- ¿Por qué no has dejado que despidan a esa chica, Hanna? -me preguntó ella con bastante cautela, sin dejar de observarme.
- P-Pues, la verdad es que...
- ¿Hanna, por qué lo has hecho? -inquirió Mark antes de que yo pusiera responder- ¿Acaso esa chica te ha amenazado? Porque si es así, yo...
- No, ella no me ha amenazado... -lo interrumpí yo antes de que prosiguiera, observando su gran confusión.
- ¿Entonces...? -preguntó de nuevo Caroline, sin desviar su mirada de la mía.
- Lo que ocurre es que he sentido, no sé... lástima por ella. -admití yo entonces, dejando que, a continuación, una serie de palabras saliesen solas de mi boca- María me había asegurado que Sharon se comporta de esa forma tan malvada a causa de su pasado... Al parecer, ella cuenta con una razón poderosa por la cual se ha convertido en una persona tan fría, tan amargada...
- ¡Pero tú no tienes la culpa de sus problemas, y ella merece ser despedida de aquí por lo que te ha hecho! -me sobresaltó entonces Mark, que parecía realmente indignado.
- Sí, Hanna, es cierto... -asintió Caroline- Ella siempre te está molestando, ¿verdad? Entonces deberías haber dejado que la echasen, ella se lo merecía.
- Es verdad que Sharon se propuso hacerme la vida imposible desde el día en que yo llegué a esta casa con mi hermana... -musité yo a la vez que recordaba los múltiples desplantes que había recibido por su parte- Y yo nunca le he hecho nada, nunca le he causado ningún problema para que me trate así... -suspiré antes de continuar- Sin embargo, ella me odia, y al parecer hay una razón...
- ¿Una razón...? -inquirió Mark, algo confuso.
- Sí, eso parece. -asentí yo, pensativa- María parece conocer la razón de su desprecio hacia mí... Pero ella se niega a contármelo, no entiendo por qué, pero de su boca nunca va a salir esa respuesta que desde hace tiempo yo he querido saber.
Todos nos quedamos en silencio por varios minutos. Mark y Caroline parecían estar asimilando mis palabras, tratando de entender y buscar algún dato que les permitiese entender mejor la situación.
Yo también me encontraba algo pensativa. ¿Habría hecho lo correcto dejando que Sharon se quedara en la casa? ¿O quizá ese habría sido mi más grande error?
- Pero, Hanna... -habló entonces Mark- No puede haber ninguna razón para que Sharon te odie, porque tú no le has hecho nada. -Caroline asintió ante las palabras de su hermano, dándole la razón a estas- Lo único que está claro, es su insistencia en hacerte daño, en hacerte la vida imposible. Y por eso mismo... ¿No crees que deberías reconsiderar tu decisión, y dejar que esa chica salga de esta casa?
- Es cierto, Hanna. -continuó Caroline- Si esa amargada se va de la casa, se acabarían todos los problemas. No tienes por qué sentir lástima por ella. ¿Acaso ella se ha tentado el corazón alguna vez, antes de hacerte alguna de sus jugarretas?
De nuevo me quedé algo pensativa tras las palabras de Caroline. La verdad es que ella tenía razón; Sharon nunca se había preocupado por el daño que me causaba con sus actos malintencionados, y lo que es más, nunca había sentido un ápice de arrepentimiento tras haberlos llevado a cabo.
Pero, aún así... La expresión de gran preocupación que Sharon había mostrado antes, cuando estaba a punto de ser despedida... Esa expresión tan asustadiza, tan llena de miedo... Inexplicablemente esa expresión había producido que, dentro de mí, un sentimiento de gran compasión desvaneciera un poco la rabia que había sentido minutos antes, haciendo que fuera inevitable mi intervención, y por consiguiente, asegurando que la estancia de la chica, que día tras día estaba haciendo imposibles mis días, pudiera ser conservada en esta casa.
- Sé que ella no merece esta oportunidad... -hablé entonces yo, después de varios minutos pensando- También sé que no me lo va a agradecer, y que, seguramente, dentro de un par de días va a seguir molestándome... -suspiré levemente antes de continuar- Pero, aún así, mi decisión ya está tomada y no hay vuelta atrás.
- Está bien. -asintió Mark, aunque no muy convencido- Pero, entonces, ¿por qué no le insistimos a María, para que nos cuente lo que sabe? Si ella está enterada de la situación de Sharon, si sabe la razón por la que te trata así... ¿No crees que deberíamos averiguarlo?
- Sí, claro que vamos a averiguarlo. -contesté yo enseguida- Esa también es una razón de peso por la que necesito que Sharon no se vaya de aquí. Yo no me voy a quedar tranquila hasta saber la verdad, hasta conocer las razones que le han llevado a odiarme. Y por eso mismo, aunque tenga que seguir peleando con ella, no voy a descansar hasta descubrir sus razones.
- Estoy de acuerdo. -afirmó Caroline- Pero entonces, tal como dice mi hermano... ¿Por qué no tratamos de insistirle a María? Quizá si lo hacemos, ella acabe contándonos todo, ¿no te parece?
- No lo creo. -contesté yo algo pensativa- La otra vez que le pregunté, ella me dejó claro que no podía hablar... Ella no va a decir nada por mucho que le insistamos, estoy segura de ello. Al parecer trata de guardar el secreto de Sharon, quizá ella se lo ha pedido... no sé. Además, me he dado cuenta que entre ambas hay una especie de unión. -hice una leve pausa antes de continuar- Bueno, no es que se traten con cariño, ni siquiera con amistad... Pero si he notado que María, en varias ocasiones, ha tratado de justificar a Sharon, de excusar sus malos actos.
- Sí, yo también lo he notado en varias ocasiones, cuando venía a pasar las vacaciones aquí. Además, me he dado cuenta de la mirada suplicante que Sharon le estaba lanzando a María antes. -expresó entonces Caroline, al parecer recordando el momento.
- Así es... -asentí yo- Pero en esta ocasión ella no había actuado, no había hecho nada para defenderla. Y la verdad es que eso me ha parecido un poco extraño...
- No tiene nada de extraño. -inquirió entonces Mark- María es una persona sensata, y seguramente se habrá dado cuenta que no merece la pena seguir defendiendo a una chica sin sentimientos. Sobre todo porque esa chica nunca se ha arrepentido de sus actos de maldad, y que, según parece, nunca lo va a hacer.
De nuevo, un leve silencio se apoderó de todos nosotros. Mark y Caroline parecían pensativos de nuevo, al igual que yo.
Ellos me habían sugerido que hablara con María, pero yo estaba segura que ella jamás me daría una respuesta a mis preguntas. Por eso, la única opción que me quedaba era, sin duda, que Sharon siguiera trabajando aquí, de forma que yo, en algún momento, pudiera obtener la respuesta a la gran incertidumbre que me producía su actitud.
Pasaron varios minutos más, en los que ninguno de los tres abrió la boca para decir algo.
Sin embargo, ese gran silencio que se estaba volviendo ya algo incómodo, fue interrumpido por el señor John, que al parecer ya había terminado los asuntos que tenía pendientes en su despacho, y ahora, se dirigía a paso ligero hacia nosotros.
- ¿Aún no está lista la cena? -preguntó el señor muy cordialmente, mirando con una leve sonrisa a sus dos hijos.
- No, papá, pero ya no debe tardar. -aseguró Caroline, dedicándole una leve sonrisa a su padre.
- Ya veo. -asintió él, clavando ahora su mirada en Mark y en mí- Por cierto. ¿Ocurre algo? Os noto algo serios.
- N-no ocurre nada, señor. -respondí yo al instante, aunque un poco nerviosa.
- ¿Estáis seguros? -volvió a preguntar él, mirándonos a ambos.
- Claro, papá. -afirmó entonces Mark, aunque algo pensativo aún- Todo está bien, no te preocupes.
El señor asintió algo más conforme, observando, antes de que pudiera decir algo más, cómo su esposa, que acababa de salir de la cocina, se acercaba ahora hacia nosotros.
Ella nos dijo que la cena ya estaba lista, y nos invitó cordialmente a que nos sentáramos a la mesa.
Y así lo hicimos. Cada uno de nosotros ocupó su lugar en la mesa, esperando que la comida fuera servida, para así, darle el gusto a nuestros paladares de probar la exquisitez que la señora, junto a María, y seguramente Marlene, había preparado.
Efectivamente, a los pocos minutos María había llegado hasta nosotros para repartirnos el menú, el cual, mantenía una presentación impecable, y desprendía un aroma realmente exquisito que lo hacía mucho más irresistible.
Todos empezamos a degustar la comida tranquilamente, la cual gozaba de un gusto tan extremadamente delicioso, o quizá más, que su propia apariencia.
Al principio la situación se mostró un poco tensa, pues ninguno de los presentes había dado comienzo a una conversación.
Sin embargo, a los pocos minutos, el silencio que había llenado la sala se esfumó por completo, cuando el señor, muy animadamente, comenzó a hablar con su hija, preguntándole multitud de cosas sobre su estancia fuera del país desde la última vez que la había visto.
Todos escuchaban atentamente todas las anécdotas que Caroline nos contaba sobre su estancia en Italia. Yo también le prestaba mucha atención a sus palabras, pues estaba mucho más tranquila y animada. Y eso era gracias a ella, pues la verdad es que la hermana de Mark era una chica muy simpática y risueña, capaz de hacer sentir cómoda a cualquier persona.
- ¿Entonces te vas a quedar aquí para siempre? -le preguntó el señor a su hija, con una voz esperanzada.
- Sí, papá. -respondió ella enseguida- De momento, ya que he terminado mis estudios, no tengo excusa para volver a irme de esta casa.
- Eso me alegra mucho, cariño. -habló entonces la señora, dedicándole una dulce sonrisa a su hija- Te hemos echado mucho de menos. Sobre todo tu padre, ya sabes que eres su niña consentida.
Todos sonrieron ampliamente, pero sobre todo el señor John, que se veía inmensamente feliz, tanto cómo nunca lo había visto.
Desde luego, la llegada de su hija había provocado una gran alegría en él, haciendo que la estancia de todos los presentes fuera mucho más agradable.
Y no es que el señor fuera desagradable o algo parecido, no desde que me aceptó y empezó a verme con otros ojos. Pero, aún así, yo me sentía algo intranquila cada vez que él estaba entre nosotros, pues todavía, a pesar de tratarnos con cordialidad, no poseíamos la confianza suficiente cómo para hablar amistosamente de algo, por lo que eso me hacía sentir, la verdad, un poco incómoda.
Pero hoy era un día especial. El señor estaba tan concentrado y feliz con su hija, que no quedaba un ápice de incomodidad que pudiese afectarme.
- Por cierto, hija. -habló de nuevo el señor- Hay una cosa que quiero decirte. Es algo que ya habíamos hablado antes, sólo que nunca profundizamos en el tema porque no habías acabado aún tus estudios.
- ¿Sí, papá? -lo animó ella, emocionada- ¡No me digas que...!
- Ahora que has terminado la carrera, puedes venir a trabajar conmigo.
- ¡Sí...! -exclamó Caroline con gran alegría- ¡Sabes que me encantaría!
- Lo sé, hija. -asintió el señor con una sonrisa- Desde hace unos meses dejé listo el puesto que tú ibas a ocupar. Sabía que ibas a terminar tu carrera por estas fechas, por eso lo dejé todo preparado.
- ¿De verdad, papá? -Caroline se levantó entonces de la mesa, observando a su padre con gran emoción.
- Claro que sí, cariño. -respondió enseguida el señor, dejando entrever una amplia sonrisa- El puesto como diseñadora de moda es todo tuyo.
- ¡Gracias, papá! -exclamó Caroline a la vez que corría a los brazos de su padre para abrazarlo- ¡Ya verás que voy a ser la mejor!
- No lo dudo, hija. -asintió el señor con gran felicidad, dejando un cariñoso beso sobre su frente.
Finalmente terminamos de comer. También devoramos todo el postre, el cual fue servido por Marlene, que me hizo señas de querer hablar conmigo, seguramente, porque también había escuchado el escándalo de hacía unas horas y tenía curiosidad por saber lo que había ocurrido.
Por supuesto, durante todo el postre Caroline y su padre siguieron hablando sobre el tema del trabajo. Ella parecía realmente ilusionada con el puesto, y el señor también parecía encantado con la idea de que su hija trabajara con él.
Así, después de varios minutos, siendo ya casi las diez de la noche, todos los presentes nos levantamos de la mesa.
El señor se despidió amablemente de todos nosotros, por supuesto, mucho más con sus hijos, a los cuales dejó un beso antes de retirarse.
Al parecer iba de vuelta al despacho, dónde solía pasarse las horas trabajando y cuestionando asuntos que tuvieran que ver con su trabajo. Sin duda, ese era un factor muy importante en su vida.
La señora también se retiró, pues dijo que tenía algunos pendientes que resolver antes de acostarse.
Ella, por el contrario de su esposo, sí dejó un cariñoso beso en mi frente, al igual que a sus hijos.
Eso me hizo sentir realmente halagada, emocionada. La señora era una mujer muy dulce, y siempre me trataba con mucho cariño.
Su esposo era muy diferente conmigo, aunque con sus hijos, sobre todo con Caroline, era realmente afectuoso.
Él me trataba a mí con cordialidad, sin ningún tipo de recelo. Sin embargo, yo tenía la esperanza de que algún día, el señor, al igual que su esposa, llegara a verme con un poco de cariño, pues eso era algo que me haría realmente feliz.
De nuevo, me quedé a solas con Mark y su hermana.
Los tres nos retiramos de la mesa, en la cual seguíamos justo al lado, y nos sentamos en el sofá que había a pocos pasos de esta, en el centro de la sala.
Caroline no podía dejar de hablar sobre el mismo tema: el trabajo.
Ella estaba muy emocionada, tanto, que sus palabras salían una detrás de otra, sin dejar casi espacio para que sus pulmones respirasen.
Mark y yo la escuchábamos atentamente, preguntándole algunas cosas sobre el mismo tema, las cuales, ella respondía alegremente y con gran soltura, dejando entrever su dominio sobre este.
La verdad es que parecía toda una experta en la cuestión.
Y no era para menos, pues tal cómo me había contado, ella había terminado su carrera en una de las universidades más prestigiosas de Italia. Una de esas en la que la enseñanza debía de ser más que óptima y donde la matrícula e inscripción debían de haber costado una fortuna.
Aunque claro, ese no era un problema para el señor John. Él era un gran empresario ejecutivo que poseía una enorme fortuna, con la que, tranquilamente, podía darse cualquier tipo de lujo durante toda su vida.
La verdad es que, después de haber escuchado atentamente todas las cosas que Caroline nos estaba contando, yo no pude evitar sentir, además de una gran alegría por ella, una especie de frustración, pues a mí también me hubiera encantado estudiar una carrera y tener unos estudios para el futuro.
Pero eso había sido algo imposible, pues a causa de la situación económica en la que siempre me había encontrado, además de haber tenido a una niña de cinco años a la que cuidar, nunca me había podido permitir cumplir ese sueño.
Caroline seguía contándonos, muy animada, todos los planes y aspiraciones que contemplaba al empezar su trabajo. Sin embargo, después de casi una hora de charla, dimos por finalizada la conversación, pues ya se nos había hecho un poco tarde.
- Bueno, chicos. -expresó Caroline a la vez que bostezaba- Creo que yo me voy a dormir, hoy ha sido un día bastante agitado.
- Claro, hermana. -asintió Mark enseguida- Debes estar cansada del viaje.
- Sí, un poco. -afirmó ella con una sonrisa- Pero mañana seguiremos hablando, aún tengo muchas cosas que contarte.
- Que pases buena noche. -intervine yo, aunque un poco tímida.
- Gracias, Hanna. -asintió ella con una sonrisa- Un placer haberte conocido. -entonces se acercó mucho más a mí, susurrándome unas palabras al oído- Eres una chica muy especial, y se que vas a hacer muy feliz a mi hermano.
Yo no pude evitar sonrojarme ante sus palabras, al grado de sentirme un poco nerviosa.
En un principio, cuando Mark me llevó con ella para presentármela, tuve un poco de miedo al pensar que yo no le agradaría. Sin embargo, desde el mismo instante en que empezamos a hablar, todo ese miedo desapareció, haciéndome sentir verdaderamente cómoda con su compañía. Y aparte de todo eso, ahora me había dedicado unas palabras de verdadera aprobación, pues me acababa de decir que estaba segura que yo iba a hacer muy feliz a su hermano.
La verdad es que no podía sentirme más contenta. Caroline era un amor de chica; era realmente simpática y amigable, haciéndome sentir siempre cómoda y tranquila ante su presencia.
Así, Caroline se retiró hasta su habitación, la cual, ahora que lo pensaba, debía ser una de las que estaban cerca de la de Mark y los señores, pues cuando yo trabajaba como empleada, limpiando y ordenando las habitaciones, siempre me había llamado la atención una que estaba decorada con unos muebles y adornos muy bonitos.
Pero claro, en ese momento yo pensaba que la habitación estaba destinada a los invitados que, en alguna ocasión, llegaran para quedarse en la casa unos días, pues en ese tiempo no tenía la más mínima idea de la existencia de la hermana de Mark.
Me quedé pensando varios minutos más, sin poder evitar entonces, que, de nuevo, llegaran a mi mente todas las anécdotas y sueños que Caroline nos había contado sobre el que sería su primer y nuevo trabajo.
Ella nos había relatado con tanta ilusión sus aspiraciones y sus ganas de trabajar en aquel lugar, dónde haría lo que tanto le gustaba, que inevitablemente me había hecho sentir una especie de deseos y esperanzas, pues a mí me hubiera encantado hacer lo mismo que ella, y quizá no era algo tan imposible.
Mi cabeza parecía muy entretenida pensando en cómo sería mi vida si, además de tener todo lo que tenía ahora, sobre todo, el amor de Mark, que era lo más importante para mí, tuviera la posibilidad de llegar a ser, algún día, una mujer con un trabajo al que le prestara una dedicación digna a ser el empleo que realmente me gustase.
Pero finalmente llegué a la conclusión de que debía bajarme de esa nube a la que estaba subiendo. Aspirar a poder ser alguien tan importante como cualquiera de esta familia, era algo imposible para mí.
Sobre todo porque mis posibilidades aún no me permitían pagar la serie de gastos que implicaba estudiar en un centro tan prestigioso como al que había asistido la hermana de Mark. Y aunque estudiara en una universidad más modesta, seguramente tampoco me alcanzaría, además de que tampoco sería lo mismo.
- ¿En qué piensas, pequeña? -me sobresaltó entonces Mark, sacándome por completo de mis pensamientos.
- N-nada importante... -musité yo, algo nerviosa.
- Dime qué es, anda... -insistió Mark, que ya me conocía perfectamente, por lo que era imposible que yo le ocultara, incluso, mis pensamientos.
- Bueno, verás... -titubeé un poco antes de continuar, pero finalmente pude seguir- Lo que ocurre es que estaba pensando todo lo que tu hermana nos había contado. Ella parecía muy feliz con el empleo que le ha ofrecido tu padre, se nota que de verdad le gusta esa carrera que ha estudiado.
- Sí, le encanta. -asintió Mark con una leve sonrisa- Ella estaba decidida a estudiar diseño de moda desde pequeña, siempre le gustó mucho.
- Ya veo... -musité yo, algo pensativa.
- Pero te noto un poco triste, ¿por qué?
- N-no, no estoy triste... -traté de disimular- Todo lo contrario. Me siento muy feliz por ella, pues aunque acabo de conocerla, se nota que es una chica muy agradable, y de verdad me emociona que esté tan contenta.
- Sí, Carol es una chica estupenda, y estoy seguro que te vas a llevar muy bien con ella. -hizo una breve pausa antes de continuar- Pero, entonces, ¿por qué te noto tan apagada?
- P-por nada. Es una tontería... -le aseguré yo.
- Ninguna tontería. -afirmó él, tomando mis manos con fuerza- Yo necesito estar enterado de cualquier cosa que te ocurra, que te ponga triste. Porque yo quiero que siempre estés feliz, mi pequeña. Así que dime. ¿Qué te ocurre?
La verdad es que me daba un poco de vergüenza confesarle a Mark las cosas que habían pasado por mi cabeza. No era nada malo, por supuesto, pero aún así me apenaba un poco contarle mi frustración de no haber podido estudiar para tener, en un futuro, ese trabajo que tanto me gustaba.
Sin embargo, entre nosotros no había secretos, y al igual que a mi me gustaba estar enterada sobre cualquier cosa que a él le preocupase o afectase, él también tenía todo el derecho de estar enterado de lo relacionado conmigo.
- Bueno... -tragué saliva antes de continuar- La verdad es que a mí me hubiera gustado hacer una carrera, disfrutar con una que de verdad me gustase... Y pues, lo que ocurre es que me he sentido un poco desanimada al pensar que yo no he podido realizarme de esa forma, estudiando algo que, en el futuro, me permitiera encontrar un trabajo acorde a lo que me gusta.
- Ya veo. -asintió Mark después de estar unos segundos meditando mis palabras- Pero, Hanna, eso no es algo que tenga que preocuparte. Tú puedes conseguir eso y todo lo que te propongas. -él se quedó, de nuevo, unos segundos en silencio, al parecer algo pensativo- Es más, acabo de recordar algo... Tú le dijiste a Caroline que la carrera que ella había terminado, era una de las que a ti te gustaban, ¿no es cierto?
- Pues sí... -contesté yo algo nerviosa- La verdad es que siempre me había llamado la atención.
- Perfecto, entonces tengo una propuesta para ti. -aseguró él con una gran sonrisa, apretando mis manos con fuerza.
- ¿U-Una propuesta? -pregunté yo algo confusa, mirándolo fijamente.
- Sí, Hanna. -reafirmó él con una alegre expresión- Caroline va a trabajar en la empresa de mi padre, que es una de las grandes superficies empresariales de más categoría y ganancias de todo el país. Y él es la máxima autoridad del lugar, es decir, el dueño y empresario ejecutivo por excelencia de toda la empresa.
Yo me quedé algo impresionada, pero a la vez confusa, al escuchar las palabras de Mark. Sabía que el señor John era un empresario muy importante y conocido, pero nunca me imaginé que lo fuera tanto, al grado de ser el dueño de una empresa tan grande y acaudalada.
Por otra parte, mi extrañeza se debía a que no lograba adivinar, realmente, lo que Mark trataba de decirme con esas palabras. Me sentía un poco confusa, y la verdad es que también me había picado una leve curiosidad de saber qué estaba pensando Mark, por lo que, sin pensarlo dos veces, decidí preguntárselo.
- ¿Y entonces...? -lo animé yo para que continuara, observando fijamente su expresión divertida ante mi nerviosismo y ansiedad, la cual había sido provocada por la gran curiosidad de saber lo que había pasado por su cabeza.
- Bueno, pues he pensado que... -tornó una leve sonrisa en su rostro- Mi padre puede darte un puesto en su empresa.
- ¿C-Cómo...? -musité yo con la voz algo temblorosa, sin acabar de entender la propuesta de Mark.
- Eso mismo. -reafirmó él con naturalidad- Mi padre es el dueño de esa empresa, y si yo se lo pido, estoy seguro que te ubicará en algún puesto que sea de tu agrado. -yo observaba a Mark con los ojos como platos- Además, no importa que no hayas estudiado la carrera, ni tampoco que trabajes todo el horario laboral. Estoy seguro que puedes ser de utilidad, porque eres una chica muy inteligente y vas a aprender rápido.
Yo no daba crédito a las palabras de Mark. ¿Él me había propuesto que yo trabajara en la empresa de su padre? ¿Se había vuelto loco?
- ¿Qué me dices? -preguntó Mark con una amplia sonrisa- ¿No te gusta la idea?
- B-Bueno, la verdad es que... -mi voz sonaba algo temblorosa, dificultando que mis palabras saliesen de mi boca.
- Yo estoy seguro que lo vas a hacer muy bien y que te vas a distraer mucho, ¿no te gustaría probar?
- Claro que me gustaría... -musité yo con un hilo de voz, tratando de que mis palabras salieran sin que se atrancasen en mi garganta- Pero esa proposición es una locura, ¿no te parece?
- ¿Por qué iba a ser una locura, pequeña? -preguntó él algo confuso, cómo si lo que me acababa de proponer fuera lo más normal del mundo.
- Yo no he estudiado una carrera que me permita tener un puesto en esa empresa. -suspiré levemente antes de continuar- No tengo ningún tipo de experiencia, tu padre jamás me aceptaría...
- No digas eso, Hanna. -susurró él a la vez que acariciaba dulcemente mi cabello- Aunque no tengas experiencia, yo sé que vas a aprender rápido. Y por mi padre no tienes que preocuparte... Él te ha aceptado como una de la familia, ¿recuerdas? Ya no se opone a nuestra relación y no te guarda ningún tipo de recelo, ¿o acaso me equivoco?
- No, no te equivocas... -un suspiro necesitado escapó de nuevo de mi boca- Pero aunque tu padre me haya aceptado y me trate con cierta cordialidad... aún no he podido ganarme su confianza, su cariño. Y no creo que me acepte siendo tan inexperta en el tema.
- Pequeña, ya te he dicho que no te preocupes por esas cosas. -expresó Mark a la vez que dejaba un dulce beso sobre mi frente- El cariño de mi padre te lo vas a ganar muy pronto, ya lo verás. Y eso de que no tengas experiencia, acabamos de hablarlo. Tú vas a aprender muy rápido y le vas a demostrar a todos lo inteligente que eres.
Aún no podía creer todo lo que me había propuesto Mark. ¿De verdad yo podría trabajar en la empresa de su padre? ¿Realmente podría hacerlo?
La verdad es que esa idea, por más que la pensaba, me seguía pareciendo una verdadera locura.
Mark me había asegurado que su padre aceptaría, que no pondría ninguna objeción... Sin embargo, a mí no me parecía algo tan fácil, y más cuando yo no tenía ningún tipo de estudio universitario.
Pero la verdad es que, aparte de la inseguridad y el desconcierto que me había producido escuchar la propuesta de Mark, también se había apoderado de mí una especie motivación, alegría y esperanza, que hacía que todo mi cuerpo temblara de la emoción.
La verdad es que me encontraba atrapada en una especie de encrucijada.
Yo sentía realmente unas ganas inmensas de entrar a trabajar en la empresa y probar la experiencia. Sin embargo, sentía el gran miedo de que estando en el lugar, todo me saliera mal debido a mis nervios. Aunque claro, eso sólo podría ocurrir en el hipotético caso de que el señor John me aceptara, cosa que yo dudaba enormemente.
- ¿Qué dices, pequeña? -me preguntó entonces Mark, sacándome así de mis pensamientos- ¿Vamos a buscar a mi padre para contarle sobre mi propuesta?
- P-Pues... -titubeé yo sin saber qué decir, pues yo sí quería, pero no sabía si sería capaz.
- Dime que sí, por favor... -suplicó él como si fuera un niño pequeño, haciendo que yo no pudiera evitar que una leve risita escapase de boca.
- Está bien. -contesté yo, casi por inercia.
Mark tornó entonces una amplia sonrisa en su boca, para, acto seguido, agarrar tiernamente mi nuca entre sus manos, acercando su cabeza hasta la mía, y besar dulcemente mis labios, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera ante el contacto que por tantas horas estaba ya anhelando.
Yo lo correspondí deseosa, saboreando dulcemente esos labios que eran sólo míos, probando cada rincón de esa boca que me incitaba a seguir besándolo sin ningún tipo de reparo, disfrutando de ese momento tan hermoso que me brindaba el sentirlo tan cerca, tan unido a mí.
Así, después de unos intensos minutos en los que nuestros labios parecían aún insaciables, ambos nos separamos un poco, respirando el aire que ya nos estaba faltando, y, en consecuencia, dando paso a un breve silencio.
Un silencio que, sin duda, decía más que cualquier palabra.
- ¿Te ha gustado el premio? -inquirió Mark con una gran sonrisa.
- ¿Eso ha sido un premio? -pregunté yo, con una voz pícara.
- Sí, esa ha sido tu recompensa por ser una chica tan valiente y aceptar hablar con mi padre.
- Entonces voy a tener que aceptar cualquier cosa que me digas de ahora en adelante... -susurré con una sonrisa, mirándolo con dulzura- Un premio así no se puede desperdiciar.
Mark sonrió ampliamente ante mis palabras, rodeándome entre sus brazos y transmitiéndome así toda la calidez que su cuerpo proporcionaba al mío, haciéndome sentir demasiado bien, verdaderamente querida.
Ambos nos amábamos con locura, esa era la más grande verdad. Y yo estaba muy feliz a su lado, tanto como nunca lo había estado en mi vida.
Con él me sentía tranquila, protegida, con la seguridad de que nada malo me iba a pasar. Y por eso mismo... ¿Por qué no correr el riesgo de proponerle al señor la idea de Mark? ¿Por qué no intentarlo, si nada íbamos a perder por ello?
- Entonces, mi pequeña valiente... -susurró Mark con una voz demasiado dulce, a la vez que acariciaba mi mejilla- ¿Vamos a buscar a la fiera de esta casa?
Yo asentí sonriente ante la ocurrencia de Mark, que, indudablemente, había levantado mi ánimo, inyectándome, además, una dosis de confianza y seguridad que acrecentaba mi autoestima y me daba fuerzas para seguir adelante y no arrepentirme de la decisión que había tomado.
Ya no había vuelta atrás. Ambos nos estábamos dirigiendo hacia el despacho, donde se encontraba el señor John, teniendo presente, por supuesto, que su respuesta podía llegar a ser negativa.
Pero ya no había nada que pudiera detenernos, ni que nos hiciera cambiar de opinión. Habíamos llegado justo frente a la puerta del despacho, de modo que sólo nos quedaba tocar en ella. La suerte estaba echada.
SHARON
Encerrada entre las cuatro paredes de una cochina habitación, descargando mi incontenible rabia contra todos los muebles usados y visiblemente más baratos que los del resto de la mansión, y observando desde la ventana a los mugrientos pájaros que revoloteaban el cielo a pesar de que ya había caído la noche.
Mi furia no podía ser más grande, más infinita. Todo me había salido absolutamente mal desde que esa niña llegó a esta casa, desde que se cruzó en mi camino.
Yo contemplaba aún la posibilidad de mantener, o mejor dicho, de sobrepasar mi posición en esta casa, tal como yo merecía. Pensaba que poco a poco todo iba cambiar, que yo iba a convertirme en la persona tan importante que debía ser y que iba a gozar del respeto que me correspondía.
Pero no, esa posibilidad se había desgastado por completo desde que esa estúpida se había entrometido en mi camino, convirtiéndose en el más terrible obstáculo que yo jamás hubiera imaginado.
¿Por qué no podía sentirme ligeramente tranquila, como hace unos meses, cuando esa estúpida no existía? ¿Por qué tuvo que cruzarse en mi camino, ganándose a todos los de esta casa con su carita de mosca muerta?
Y es que mientras más lo pensaba, más me enfurecía. Yo había tratado por todos los medios de sacarla del camino, había elaborado una serie de planes estrictamente maquiavélicos para librarme de ella, para zafarme de su presencia.
Pero no, esa niña tenía demasiada suerte y todo le salía demasiado bien. Ella había conseguido, en un corto periodo de tiempo, todo lo que yo jamás había podido alcanzar, todo lo que debería haber sido mío.
Todos estos meses habían sido un infierno. Todas las noches me rompía la cabeza con el único propósito de elaborar planes que obligaran a esa niña a salir de esta casa, que la instaran a desaparecerse de mi camino.
Pero todo había sido en vano. Ni siquiera, logrando que la mocosa insoportable de su hermana fuera echada de la casa, pude lograr que ella lo hiciera.
Tampoco sirvieron de nada los "percances" que alguna vez sufrió con la comida de los señores, los cuales debieron echarla a la vil calle en esos momentos, sin ninguna contemplación.
Además, siempre había tratado de intimidarla con una mirada llena de odio, con una mirada colmada de desprecio y repugnancia. Porque eso es lo que yo sentía por ella, un infinito asco y desprecio por haberse interpuesto en mi camino para robarme todo lo que me pertenecía.
Pero claro, no todo terminaba ahí. Yo había elaborado el más perfecto de los planes, aprovechando que, la estúpida de Caroline, había llegado a la casa sin siquiera avisar. Le había inventado a la imbécil de Hanna, que esa chica era una antigua novia del ciego, que la estaba engañando con ella y que siempre lo había hecho.
Todo iba tremendamente bien; la muy estúpida parecía haberse creído todo el cuento y sólo faltaba que se largase de ésta casa.
Pero no, ella tenía que salirse con la suya, así que, en vez de irse de una vez por todas, tuvo que aclarar las cosas con su amado ciego.
Y claro, para colmo, en vez de callarse la boca y fingir que había sido un malentendido, tenía que acusarme con él, de forma que la señora llegara a enterarse por culpa de los gritos tan escandalosos que, seguramente, este había repercutido a propósito para que ella saliese de la cocina, y así, al enterarse de lo ocurrido, me echase de la casa.
Lo que no llegaba a entender, es por qué esa estúpida había salido a mi defensa, por qué no había dejado a la señora que hablara con su esposo para que me echaran a la vil calle.
Claro, seguramente quería hacerse la buena con ellos, quería ganar más puntos y ahondar más terreno del que ya tenía. Y encima pensaría que yo le iba a dar las gracias, que yo iba a caer en su cuento de "Santa Hanna", la niña buena y bondadosa que salva a las empleadas a pesar de que han cometido una maldad en su contra.
Por su culpa, la señora Elisabeth y María me habían obligado a que me encerrara en mi habitación, y me habían hecho prometerles que no saldría en todo lo que restaba de noche.
Esa niña era una bruja. Había logrado que la señora, que siempre me había tratado con cierta cordialidad, se pusiese en mi contra, al punto de pensar en echarme de la casa.
Pero lo más grave era, sin duda, que había conseguido hacerlo también con María. Ella siempre me apoyaba de cierta manera, me protegía y resguardaba de ciertas cosas. Porque ella era la única que sabía mi secreto, era la única persona que conocía mi pasado, y en consecuencia, la única que me entendía y me defendía de los demás.
Sin embargo, quién sabe qué cosas le habría metido esa niña en la cabeza, que María no hizo nada por defenderme cuando, la señora, estaba a punto de echarme a la calle.
Ambas me habían dicho ya varias veces que dejara de meterme con Hanna, que ella no me había hecho nada para que yo la molestara o incordiara constantemente.
Pero eso no era así. Yo tenía claro que esa niña tenía toda la culpa de lo que me pasaba; tenía claro que ella había llegado a esta casa a importunarme, a robarme mi sitio. Y eso, yo no lo iba a permitir.
La muy estúpida creía que iba a hacerse la buena conmigo por haberme "salvado de ser despedida". Pensaba que con eso yo la iba a dejar de molestar, que se lo iba a agradecer infinitamente y que iba a entrar en su juego.
¿Acaso creía que yo era cualquier estúpida que iba a caer en sus redes?
Pues no, claro que yo no iba a caer en su trampa.
Ahora tenía que mantenerme sumisa por unos días, para no levantar sospechas y hacer creer a todos que estoy muy arrepentida. Pero muy pronto llegaría el momento de atacar de nuevo, y cuando ese momento haya llegado, esa niña va a desear con todas sus fuerzas no haber nacido.
MARK
Nos encontrábamos dentro del despacho, sentados frente a mi padre, esperando a que él se desocupase y terminara de revisar unos documentos que al parecer le hacían falta para mañana.
Él nos había hecho pasar cordialmente, invitándonos a sentarnos mientras acababa con ese pequeño asunto. Nos había preguntado a qué habíamos venido, pero yo preferí esperar a que se desocupara por completo, pues la propuesta que íbamos a contarle, era digna de ser escuchada con toda la atención correspondiente, y no al mismo tiempo que se concentraba en otra cosa.
Yo estaba convencido de que a Hanna le iba a hacer gran ilusión que mi padre aceptara la propuesta y la dejara trabajar en su empresa. Ella pensaba que era una locura, que mi padre no iba a aceptarla por el mero hecho de no haber estudiado para ese puesto.
Y la verdad es que yo también me sentía un poco inquieto, pues aunque había tratado de mostrarme muy positivo ante ella, yo también tenía mis dudas sobre que mi padre la aceptara.
Pero yo sabía la gran ilusión que en el fondo ella resguardaba; sabía lo feliz que se pondría si pudiera cumplir ese pequeño sueño de vivir la experiencia trabajando en algo que verdaderamente le gustara.
Ella era la mujer de mi vida, mi pequeña princesa, y yo quería que se sintiera feliz por sobre todas las cosas. Y por eso mismo, no había dudado en arriesgarme y tratar de convencer a mi padre para que ella pudiese hacer lo que quería.
Corría el riesgo de que mi padre rechazara la propuesta, lo sabía, y que entonces ella se desilusionara mucho más. Pero aún así yo había decidido intentarlo, me había propuesto conseguirlo. Tenía que convencer a mi padre de que la aceptara, y aunque sólo fuese por unos días, la dejase probar y ver, al menos, sí ella podía con el puesto. Porque yo estaba seguro de que mi pequeña era una chica muy inteligente, capaz de aprender con ligereza cualquier cosa, y mucho más cuando esa cosa fuera de su agrado.
- Listo, chicos. -habló entonces mi padre, que al parecer ya había terminado- ¿Qué se os ofrece?
- Verás, papá... -empecé a decir yo, aunque bastante nervioso- La verdad es que necesitaba preguntarte algo. Bueno, más bien quería hacerte una propuesta.
- Tú dirás, hijo. -expresó él enseguida, con una voz tranquila.
- Bueno, lo que ocurre es que a Hanna siempre le ha gustado lo relacionado con el diseño de moda, igual que a Carol. -hice una breve pausa antes de seguir- Pero ella no ha tenido la oportunidad de cursar esos estudios, no ha podido hacer una carrera.
- Ya veo. -espetó él con una voz sumisa, aunque algo seria- ¿Y entonces?
- Pues yo quería pedirte que... -tomé entonces la mano de Hanna, la cual había comenzado a temblar un poco- Quería sugerirte que le dieras una oportunidad en tu empresa, que le dieras un puesto para que ella aprendiera.
Después de haber pronunciado esas palabras, un incómodo silencio llenó el lugar por completo. Mi padre pareció quedarse bastante sorprendido con mi propuesta, pues ni siquiera podía oírse su respiración.
La mano de Hanna temblaba con más ímpetu. Se notaba lo nerviosa que ella se encontraba, sobre todo al percatarse del silencio que habían causado mis palabras en mi padre.
Aunque lo peor era que, quizá, él estaba mostrando una expresión de inconformidad o desapruebo, cosa que yo no podía ver, lo cual me inquietaba más aún.
Sin embargo, antes de que yo hiciera el intento de pronunciar, de nuevo, unas palabras, mi padre pareció reaccionar.
- ¿Cómo? -inquirió él con una voz confusa- ¿Quieres que meta a la niña en mi empresa?
- Sí, papá. -reafirmé yo enseguida- Quiero que le des una oportunidad a Hanna. Y no le digas niña, es toda una mujer responsable.
- Pero dices que no tiene los estudios necesarios, ¿verdad? -preguntó él tras tomarse unos segundos- Sabes que la empresa es algo serio, no se puede contratar a alguien que no tiene experiencia.
- Sí, papá. -continué yo tratando de no ponerme nervioso, pues yo tenía que conseguir que él aceptara, para así, darle esa alegría a mi pequeña- Pero Hanna es una chica inteligente, va a aprender rápido. Además, no te pido que la contrates, solamente que le des una oportunidad, que la dejes intentarlo.
De nuevo, un abrumador silencio se apoderó de todo el despacho. Mi padre parecía pensativo, pues aunque no podía ver su rostro, yo podía sentir que estaba considerando la propuesta. Quizá todo podía salir bien, y él acabara aceptando; sin embargo, también podía ser todo lo contrario, y su respuesta, después del largo silencio, podía convertirse en una rotunda negación.
Pasaron varios minutos más en los que el incómodo silencio parecía haberse expandido por completo. Sin embargo, al poco tiempo, una tímida, y a la vez nerviosa voz, había conseguido romperlo, captando así toda la nuestra atención.
- S-señor, disculpe la propuesta que hemos venido a hacerle. -Hanna se deshizo entonces de mi mano, levantándose del sillón- Yo sé que no tengo experiencia, y que por lo tanto no puedo gozar del privilegio de una oportunidad. De verdad le pido perdón por haberlo venido a importunar, cuando seguramente tiene mucho trabajo por hacer. -su voz sonaba verdaderamente triste, desilusionada- Pero, por favor, no se enfade con su hijo ni nada parecido. Él simplemente quería complacerme, porque sabía que me hubiera hecho ilusión hacer una pequeña prueba en su empresa. Yo sé que esto no es un juego, sé que pedirle una cosa cómo la que hemos venido a proponerle ha sido una auténtica locura, y por eso, desde el fondo de mi corazón, le vuelvo a pedir disculpas.
Yo me quedé verdaderamente impresionado ante las palabras de Hanna, quedándome casi paralizado, y sin saber qué decir. En su voz se había notado la gran pena y amargura que le había producido la desilusión, que por mi culpa, había tenido que sentir en este momento.
Mi padre tampoco había dicho palabra, pues al parecer también se había quedado bastante impresionado.
Yo busqué de nuevo la mano de Hanna, la cual se encontraba ahora mucho más temblorosa, hasta helada. Entonces ella hizo ademán de irse, arrastrándome también a mí, que por nada del mundo pensaba soltar su mano.
Al principio traté de detenerla, tirando ligeramente de su mano para que no se fuera. Sin embargo, en ese mismo instante pensé en cómo se estaría sintiendo ella, porque seguramente, después de la gran desilusión que se había llevado, lo único que pasaría en esos momentos por su mente debía ser, sin duda, salir de ese lugar donde había sido dictado, aunque no por palabras, sino por el silencio, la negativa ante la ilusión de mi propuesta.
Entonces yo también me levanté, dejándome llevar por ella, y caminamos hasta poder salir del despacho.
Sin embargo, justo cuando debíamos estar en la puerta de salida, una voz algo inquieta, nerviosa, y algo ronca, hizo que nos detuviéramos:
- ¡Esperad un momento! -exclamó entonces mi padre, captando toda nuestra atención.
- ¿Qué ocurre, papá? -pregunté yo, algo confundido.
- Sentaos de nuevo un segundo, por favor.
Yo me quedé algo sorprendido. ¿Por qué nos había detenido? ¿Acaso tenía algo más que decirnos? ¿Podría haber reconsiderado su silenciosa decisión?
No sabía exactamente qué hacer; Hanna no se había movido un solo centímetro, al igual que yo, que seguía tomando su mano con fuerza. Sin embargo, mi padre nos instó de nuevo a que nos sentáramos, y yo, casi por inercia, arrastré a Hanna para que volviésemos a hacerlo.
Ambos ocupamos de nuevo los mismos asientos, esperando a que mi padre comenzase a hablar.
Y por suerte no tuvimos que esperar mucho, pues su grave voz, en pocos minutos, volvió a llenar todo el espacio que amenazaba con ser cubierto por un nuevo silencio.
- Hanna, tengo algo que decirte. -se dirigió entonces a ella, que parecía estar mucho más nerviosa.
- ¿S-sí? -pudo preguntar entonces, aunque con una voz demasiado temblorosa.
- Verás. -mi padre pareció dudar un poco, pero finalmente se animó a hablar- Es cierto que la empresa no es un juego y que no se puede ir contratando a personas sin experiencia. Sin embargo, si me prometes que vas a hacer tu mayor esfuerzo y que vas a tomar el asunto en serio, puedo hacer una pequeña excepción.
- ¿C-cómo...? -inquirió ella con una voz de verdadera sorpresa- ¿Eso quiere decir que...?
- Quiere decir que puedo darte una oportunidad. -volvió a decir él con una voz algo seria, aunque yo notaba que, por dentro, era todo lo contrario- Puedo colocarte en algún puesto lo más parecido al que te agrade, y podemos probar unos cuantos días para ver que tal te defiendes. Además, no tienes que hacer un horario estrictamente laboral. Puedes empezar haciendo un par de horas por la mañana, y si todo va bien, puedes estar por más tiempo.
Las palabras de mi padre fueron verdaderamente impactantes. Él había acabado accediendo, lo había hecho.
Hanna también debía de estar muy sorprendida, pues en varias ocasiones parecía querer decir algo, pero unos simples balbuceos eran lo único que llegaba a salir de su boca.
Sin embargo, finalmente pareció calmarse un poco, de forma que unas palabras pudieran salir, aunque con cierta dificultad, de sus labios.
- M-Muchas gracias, señor, de verdad. -expresó ella bastante nerviosa, pero con gran emoción- Le prometo que no le defraudaré, que tomaré muy en serio la oportunidad que me está brindando y que pondré todo de mi parte para hacerlo lo mejor posible.
- No tienes nada que agradecer. -dijo mi padre con una voz algo más suave- Te doy esta oportunidad porque creo en tus palabras, porque me has parecido sincera. Estoy convencido que pondrás todo de tu parte, así que no veo inconveniente en que hagamos una prueba y podamos presenciar tus habilidades.
Un pequeño silencio se apoderó de nuevo de todos nosotros. Pero esta vez no era un silencio incómodo, sino uno lleno palabras internas que simplemente no salían de nuestras bocas, que se habían quedado atrancadas, pero que realmente no eran necesarias.
Luego, tras unos leves minutos en los que todo parecía ya haber quedado dicho, mi padre pronunció, nuevamente, unas palabras que, sin duda, debieron de emocionar mucho a Hanna, que se encontraba sentada justo a mi lado, con su mano aún entrelazada a la mía, sujetándola con intensidad y fuerza.
- Y, bueno... -la intensa voz de mi padre hizo que ambos prestáramos total atención- ¿Te parece bien empezar mañana mismo?
- ¿M-Mañana? -Hanna pareció sorprenderse, pero también alegrarse.
- Sí. ¿O te parece algo pronto?
- N-no, para nada. -respondió ella enseguida- Mañana me parece perfecto, gracias.
- Bien. -concluyó mi padre- Entonces puedes venir con Caroline y conmigo mañana. Saldremos de aquí sobre las siete y media, en cuanto terminemos de desayunar.
Y así, después de confirmar unos cuantos detalles más, y agradeciéndole a mi padre su aceptación, ambos salimos, felices, del despacho.
Luego caminamos lentamente hasta llegar a la sala, donde ambos nos sentamos, de nuevo, en el sofá que estaba justo en el centro.
Hanna estaba verdaderamente feliz; mi padre había aceptado colocarla en uno de los puestos de la empresa, concediéndole la oportunidad que ella, sin duda, se había ganado por ser la chica tan maravillosa y buena que era.
Estuvimos hablando durante varios minutos de todo lo ocurrido en el despacho. Ambos habíamos llegado a pensar, tras el silencio de mi padre, que él había rechazado la proposición, que no le había agradado para nada la idea, y que no quedaba ninguna posibilidad de que cambiase de parecer.
Sin embargo, cuando todo parecía perdido, él nos detuvo para pronunciar unas palabras que, indudablemente, nos llenaron de alegría.
La voz de mi padre fue bastante seria en todo momento, aunque en ella no denotaba signos de enfado. Algo dentro de mí me decía que él se sentía feliz y conforme con la decisión, pues yo tenía claro que mi padre, a pesar de intentar hacerse el duro, estaba comenzando a ablandarse con Hanna por dentro.
Seguramente no iba a ser algo rápido, pero cada vez estaba más convencido de que mi padre, iba a terminar por adorar a Hanna, que la iba a querer y a cuidar como si fuera su propia hija. Solo era cuestión de tiempo.
HANNA
Yo no podía sentirme más feliz. El señor John había acabado aceptando que yo trabajara en su empresa. ¡Aún no lo podía creer!
Mark y yo, que nos encontrábamos sentados sobre el sofá de la sala, no habíamos parado de conversar, durante múltiples minutos, lo dichosos que nos sentíamos después de que su padre hubiera accedido ante la propuesta sobre el trabajo.
Yo me aferré entonces contra su pecho, dejando que la calidez de este calentara el mío, haciendo que me sintiera totalmente arropada y querida por él.
- Gracias por todo, Mark. -expresé yo con una gran sonrisa, sin separarme de su lado.
- ¿Qué es todo? -preguntó él a la vez que acariciaba mi cabello.
- Pues, a ver... -sonreí mientras venían a mi mente una gran multitud de recuerdos- Primero de todo, gracias por haber hablado con tu padre y darme esa alegría de obtener la oportunidad que él me ha dado. También, gracias por defenderme hoy de Sharon, por enfrentarla y llamarle la atención por lo que me había hecho. -hice una leve pausa para enseguida continuar- Pero, sobre todo, gracias por ser mi hombre amado, por ser tan extremadamente dulce y tierno conmigo, y por ser el más grande amor de mi vida.
- Mi pequeña Hanna... -me estrechó entonces entre sus brazos, dejando un dulce beso en mi frente- No tienes nada que agradecerme. Yo soy inmensamente feliz a tu lado, y lo sabes. Tú eres mi pequeña princesa, la dueña de mi vida, de mi corazón... y así va a ser siempre. Porque tú y yo nacimos para estar juntos, y nada ni nadie nos va a separar jamás.
Las palabras tan dulces y llenas de amor que Mark había pronunciado, hicieron, como siempre, que yo me sintiera completamente relajada y feliz a su lado.
Ambos seguimos abrazados por varios minutos más, entregándonos toda esa ternura y cariño que abundaban en nuestros corazones, y que, instintivamente, nos dábamos el uno al otro.
Estando junto a Mark el tiempo pasaba volando, dando la sensación de detenerse por completo. Sin embargo, al mirar hacia el reloj que había sobre la pequeña mesita que estaba frente al sofá, pude percatarme de que, el tiempo, no se había parado en absoluto, pues, por desgracia, era ya mucho más tarde de lo que pensaba.
- Mark... -susurré yo in dejar de mirar el reloj- ¿Sabes qué hora es?
- ¿Las diez, podrían ser?
- ¡No...! ¡Son casi las doce de la noche! -exclamé yo, algo inquieta.
- ¿En serio? -preguntó él con una leve sonrisa- Bueno, no es para tanto. Yo me quedaría aquí contigo toda la noche, ¿tú no?
- Sí, yo también... -asentí yo con una sonrisa, observando su dulce expresión- Pero mañana es mi primer día de trabajo, ¿no querrás que llegue con unas ojeras espantosas, verdad?
- Es cierto, ya lo había olvidado. -afirmó él, algo pensativo- Entonces vámonos a dormir.
- Sí, vamos. -cogí entonces sus manos, de modo que ambos nos levantásemos al mismo tiempo.
Así, cogidos de las manos, ambos nos dirigimos hasta la habitación.
Ya habíamos llegado justo dónde se separaban ambos pasillos, para, así, ir hasta el que albergaba la habitación de Mark.
Sin embargo, antes de que pudiésemos continuar, Mark se paró en seco, provocando que yo también lo hiciese.
- ¿Qué ocurre? -pregunté yo, algo confusa.
- ¿No vamos a tu habitación? -expuso Mark, frunciendo el ceño.
- Primero iba a acompañarte hasta la tuya. -respondí yo, con la mayor naturalidad- ¿Por qué?
- Yo quería dormir contigo, abrazarte toda la noche... -contestó él, algo apenado.
- Sí, a mí también me gustaría... -expresé yo, un poco tímida- Pero no está bien que durmamos juntos todos los días, alguien podría vernos y pensar otra cosa...
- Está bien, entiendo. -accedió él un poco desanimado, aunque algo más conforme- Pero entonces, déjame al menos que te acompañe hasta tu cuarto. Te prometo que enseguida me voy al mío.
- Bueno. -asentí yo con una leve sonrisa, observándolo con ternura.
Así, ambos nos dirigimos hasta mi habitación.
Caminamos lentamente, con nuestras manos entrelazadas, disfrutando de los últimos momentos de la noche en los que ambos íbamos a estar juntos.
Finalmente, después de diversos arrumacos y muestras de cariño durante todo el camino, llegamos a la habitación.
Mark se despidió de mí con un dulce beso en los labios, recordándome lo mucho que me quería y lo inmensamente feliz que era a mi lado.
Yo también hice lo mismo, devolviéndole, efusivamente, ese beso tan lleno de pasión y ternura, digno del amor que había entre nosotros.
Mark estaba ya a punto de irse, pero, justo entonces, recordé algo importante, que inconscientemente, me hizo detenerlo.
- ¡Espera un momento! -exclamé yo entonces, captando por completo su atención.
- ¿Qué ocurre, pequeña? -preguntó él, volviendo de nuevo junto a mí- No me digas que lo has pensado mejor y quieres que me quede a tu lado...
- No, no es eso... -respondí yo con una leve sonrisa ante su ocurrencia- Lo que ocurre es que acabo de acordarme de un asunto que quedó pendiente...
- ¿Qué asunto? -preguntó entonces Mark, frunciendo el ceño.
- Eric.
Mark se quedó completamente callado al escuchar ese nombre, sin saber qué decir.
Él me había asegurado, hace unos días, que iba a hablar con él para aclarar las cosas y perdonarlo. Sin embargo, con todo lo que había pasado últimamente, esa cuestión había quedado un poco olvidada, y no habíamos hablado más del tema.
- Me prometiste que ibas a hablar con él para aclarar las cosas, para tratar de perdonarlo, ¿recuerdas? -expresé yo mirándolo fijamente, observando su expresión algo aturdida.
- Sí, es cierto. Lo había olvidado. -respondió entonces Mark, algo pensativo.
- Pues ya te lo he recordado. -expresé con una leve sonrisa, alzando las cejas- ¿Cuándo lo vas a llamar?
- Mañana mismo lo haré, no te preocupes. -aseguró él poniendo unos morritos, como si fuera un niño pequeño.
- Está bien, confío en ti y en que arreglarás las cosas. -asentí yo, sin poder evitar que una leve risita saliese de mi boca al observar su expresión.
Finalmente, después de hablar unos pequeños detalles sobre el tema, ambos nos despedimos de nuevo.
- Buenas noches, mi pequeña. -susurró Mark a la vez que dejaba un tierno beso en mi frente- Sueña con los angelitos.
- Buenas noches, Mark. -respondí yo con una sonrisa- Soñaré contigo.
Mark sonrió ampliamente ante mis palabras, y caminando a un paso muy lento, salió de mi habitación.
Yo me metí enseguida en la cama, arropándome con una ligera sábana, y recordando todo lo que había pasado el día de hoy.
La situación con Sharon parecía estar más difícil que nunca, pues ella seguía necia en comportarse de esa manera tan fría, haciendo daño a los demás, en concreto a mí, por causas que yo desconocía por completo.
Pero yo tenía que averiguar esas causas. No sabía cómo, pero de alguna forma tenía que averiguar su pasado, saber por qué me había convertido en su principal víctima y por qué guardaba ese resentimiento hacia mí.
Otro asunto que aún quedaba pendiente, era la vuelta de mi hermanita a la casa. El señor nos había pedido un par de días para darnos una respuesta, y aunque yo me moría de las ganas por preguntarle, o insistirle, sabía que lo mejor era, sin duda, esperar.
Sobre todo por lo que hoy había hecho por mí. Porque el señor John me había dado una oportunidad en su empresa, me había brindado la posibilidad de aprender y de sentirme realizada haciendo algo que me gustara, y eso me había hecho verdaderamente feliz.
Yo estaba muy agradecida con él, con el apoyo que me había prestado. Al fin, mi sueño de poder entregarme a una actividad que realmente me gustara, se había cumplido.
Estuve pensado, por varios minutos más, todo lo que había ocurrido el día de hoy. Sin embargo, mis ojos empezaron a cerrarse muy lentamente debido al cansancio que ya estaba sintiendo, pues hoy había sido un día realmente agotador.
De ese modo, casi sin darme cuenta, y con el último recuerdo de Mark en mis pensamientos, me quedé profundamente dormida.
*****
¡Holaaa! ¿Qué tal? ¿Os ha gustado el capítulo? Como habréis observado, en esta ocasión, y por primera vez, se ha podido ver la perspectiva de Sharon, de forma que poco a poco, se van a ir resolviendo varios asuntos sobre ella. Por supuesto, también quedan otras muchas sorpresas por suceder, así que... ¡no os las perdáis!
Bueno, dicho esto, me despido hasta la próxima ocasión. ¡Y no olvidéis votar y comentar el capítulo si lo habéis disfrutado! :)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro