23. Palabras maliciosas
Capítulo 23
Palabras maliciosas
Abrí los ojos lentamente, la luz del sol anunciaba ya el nuevo amanecer y los rayos de este cubrían toda la habitación.
Mi despertar no podía ser más hermoso: estaba entre los brazos de Mark.
Él se había quedado, de nuevo, toda la noche conmigo, haciéndome sentir como en el mismo cielo y entregándome toda esa protección y bienestar que su cuerpo me proporcionaba.
Yo no podía estar más feliz. Anoche todo parecía haberse solucionado; el señor John me había aceptado y yo aún no lo podía creer.
La verdad es que todo parecía un sueño. Ya no había impedimentos para nuestra relación, pues los padres de Mark, ambos, aunque cada uno con un grado distinto de conformidad, estaban de acuerdo con nuestra relación.
De ahora en adelante todo sería felicidad para nosotros, nada ni nadie podría separarnos y podríamos ser felices para siempre. O al menos, eso quería yo pensar...
- Buenos días, mi hermoso novio... -dije con una sonrisa al ver que Mark ya despertaba.
- Buenos días, preciosa. -me correspondió él con una voz demasiado dulce- ¿Cómo has dormido?
- Muy bien a tu lado, como siempre. -respondí yo mientras pasaba mi mano por su cabello.
- Me alegro. -susurró él a la vez que besaba mi frente para luego levantarse de la cama- ¿Me esperas un momento?
- ¿Adónde vas? -pregunté yo extrañada.
- Tú no te preocupes. -inquirió él con una sonrisa mientras caminaba hacia la puerta- Espérame ahí tranquila, no tardo.
Yo asentí casi por inercia, viendo cómo Mark caminaba hasta salir por la puerta, desapareciendo por completo de mi campo de visión. ¿Dónde habría ido? La verdad es que no se me ocurría una respuesta.
Me quedé unos segundos pensativa, pero justo entonces me percaté de la presencia de Mimosa, que estaba rondando toda la habitación, paseándose por todos los alrededores de esta y curioseando cuanta cosa se encontrase.
Yo la llamé por su nombre, haciendo que enseguida corriera hasta saltar a la cama y acto seguido, se tumbase sobre ella.
La verdad es que era una gatita realmente adorable. Siempre se acercaba a saludar, te obsequiaba con sus tiernas muestras de cariño y además era muy buena y tranquila.
Comencé entonces a acariciar su suave pelo, el cual se veía cada vez más brillante y bonito, notándose así la gran diferencia de cuando vivía en la calle y no estaba correctamente cuidada ni alimentada.
Seguí acariciándola por varios minutos, hasta que ella se bajó de la cama para ir en busca de su comida, la cual tenía en el cuenco que estaba puesto sobre el suelo a unos pasos de dónde yo me encontraba.
Yo la observé detenidamente mientras degustaba su comida con gran ansia, haciendo parecer que en su vida hubiera probado bocado.
Estaba absorta mirando a la gatita, cuando, de repente, algo me sobresaltó.
La puerta se estaba abriendo y por ella estaba entrando Mark. ¿Con una bandeja de comida...?
- Ya estoy aquí. -dijo él con una gran sonrisa a la vez que se acercaba a mí- Te he traído el desayuno.
Yo me quedé mirándolo absorta. Realmente Mark llevaba una bandeja con diversos alimentos para desayunar. ¿Él había ido hasta la cocina a por todo eso para mí? ¿Había tenido ese detalle tan bonito a pesar de no poder ver?
Él se acercó de nuevo hasta la cama y dejo la bandeja sobre esta, luego se sentó a mi lado.
- Aquí tienes. -volvió a decir él con una gran sonrisa- Espero que te guste.
- Mark... -lo observé yo tiernamente mientras él se acomodaba a mi lado- Muchas gracias, aunque no debiste haberte molestado... Yo podría haber bajado.
- No ha sido ninguna molestia. -negó él con la cabeza mientras acariciaba mi cabello- Lo he hecho con todo mi amor.
Sus palabras me hacían tan feliz... Mark siempre estaba al pendiente de mí, me protegía de todo y nunca dejaba de sorprenderme.
- Gracias... -volví a decir yo sin dejar de mirarlo- Eres el hombre más tierno del mundo...
- ¿De verdad? -una media sonrisa se formó en sus labios, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera.
- Sí... -asentí yo mirándolo con ternura- Por eso y muchas cosas más es que te quiero tanto...
- Yo también te quiero, mi pequeña. -susurró él muy cerca de mí- Eres todo para mí.
Yo no podía dejar de observarlo. Su tierna expresión me hacía sentir tan feliz, tan llena de vida... Mark era el hombre de mis sueños y de ahora en adelante iba a poder disfrutar toda una vida con él, iba a poder verlo todos los días, tenerlo cerca, y además, ahora, iba a sentir la tranquilidad de que nadie se opusiese a nuestra relación.
- Bueno, señorita... -me sobresaltó entonces Mark, sacándome así de mis pensamientos- ¿Va a empezar a desayunar ya? ¿O necesita que yo la ayude?
- Creo que sí necesito ayuda... -expresé yo con una sonrisa- Así que si no le importa...
Mark sonrió ampliamente y enseguida agarró el tenedor para así pinchar en los múltiples pedacitos de fruta que llenaban el plato.
Así, con gran cautela, llevó el tenedor con la fruta hasta mi boca, esperando a que yo la atrapase para, de nuevo, alcanzar otro pedazo y llevarlo de nuevo hacia mis labios.
- ¿Están ricas? -preguntó él mientras seguía pinchando la fruta.
- Sí, mucho. -respondí yo cuando pude tragar las que aún masticaba- Y creo que saben mucho mejor porque me las estás dando tú.
- ¿Ah, sí? -inquirió él mientras soltaba el tenedor- Eso es porque aún no has probado lo mejor.
- ¿Lo mejor? -pregunté haciéndome la inocente- ¿Y qué es lo mejor?
- ¿No lo adivinas? -paso una de sus manos por mi mejilla, acariciándola con dulzura- Ahora mismo te lo voy a mostrar.
Mark alzó su otra mano hasta mi nuca, haciendo que ambas sujetaran esta con gran ternura, con extrema suavidad. Su cabeza comenzó a acercarse a la mía, de forma que nuestras bocas ya se rozaran y comenzasen a deleitar el primer contacto entre ellas.
Nuestros labios comenzaron entonces a impacientarse, haciendo que estos ya no pudieran esperar más y dando paso a que el contacto entre ellos fuese mucho más intenso, más acelerado.
Sus labios besaron los míos con desesperación, haciendo que estos le correspondieran de la misma forma, despertando en nuestros cuerpos un cúmulo de sensaciones que hacían que estos temblaran de forma inexplicable y nuestros corazones latiesen demasiado acelerados.
Tras unos intensos minutos en los que nuestros labios parecían no saciar su deseo de ser uno solo, estos se separaron un poco para así tomar el aire que a nuestros pulmones empezaba a faltarles.
Nos quedamos unos segundos en silencio, escuchando únicamente nuestras respiraciones agitadas al tiempo que respirábamos ese aire que, hace unos instantes, estaba acaparado por la intensidad de nuestro beso.
- Te quiero, mi pequeña... -susurró él a la vez que acariciaba suavemente mi cabello.
- Yo también te quiero... -musité algo temblorosa tras el cúmulo de sensaciones que aún albergaba mi cuerpo a causa del intenso beso que, minutos antes, habían degustado nuestros labios.
Mark agarró entonces mis manos con gran suavidad, haciendo que todo mi cuerpo se calmase al sentir la calidez que estas me proporcionaban.
- ¿Y qué quiere hacer hoy mi princesa? -preguntó él con una expresión demasiado tierna, sin soltar mis manos.
- ¿Me acompañarías a un lugar? -expuse yo tras una pequeña pausa, mirándolo fijamente.
- Claro que sí, preciosa. -contestó él con una sonrisa- ¿Dónde quieres ir?
- Bueno, hoy es sábado... y me gustaría ir al colegio a ver a Lucy.
- Sí, es cierto. -asintió él- Hoy podemos ir a ver a tu hermanita.
- ¿Eso significa que me vas a acompañar? -pregunté a la vez que una sonrisa se tornaba en mi boca.
- Por supuesto. -asintió él enérgicamente- Yo siempre te voy a acompañar a donde tú quieras... Además, yo también tengo ganas de ver a Lucy.
Yo me sentí verdaderamente feliz ante sus palabras. La verdad es que me encantaba que Mark hubiese aceptado tan gustoso acompañarme a ver a mi hermana, a la cual yo sabía que él le había tomado un gran cariño el tiempo que ella estuvo en la casa.
Las visitas a ese colegio sólo estaban permitidas los fines de semana, así que yo no iba a desaprovechar la oportunidad de ver a mi hermanita, a la que por cierto, ya echaba mucho de menos.
Entonces, sin más dilación, nos dirigimos hacia la sala para buscar a la señora y pedirle permiso para salir, pues aunque yo no era ya una empleada de la casa, me gustaba que ella estuviera enterada de mis salidas, sobre todo si estas incluían a su hijo.
Llegamos a la sala, y tal como habíamos imaginado, ahí se encontraba la señora, sentada sobre el lujoso sofá que adornaba el centro del lugar.
Mark y yo, que íbamos de la mano, nos dirigimos hacia ella, que justamente nos acababa de ver y ahora nos saludaba con una expresión agradable.
- Buenos días, chicos. -nos saludó la señora- ¿Ya habéis desayunado?
- Sí, mamá. -respondió Mark enseguida- Y ahora íbamos a salir.
- ¿Ah, sí? -inquirió ella- ¿Y adónde pensáis ir?
- Vamos al colegio a ver a mi hermana. -hablé yo entonces, aunque un poco tímida- ¿Nos da permiso para ir?
- Claro que sí, cielo. -respondió ella tras una pequeña pausa- Sólo hay un pequeño problema...
- ¿Qué problema? -preguntó Mark algo confuso.
- El chofer no se encuentra en la casa, ha ido a llevar a tu padre al trabajo como de costumbre... -la señora nos miró a ambos antes de continuar- Pero el problema es que no va regresar ahora pues él lo necesitaba toda la mañana para desplazarse a diferentes lugares.
- Entiendo. -dijo Mark al instante- ¿Pero entonces no volverá hasta la hora de comer, verdad?
- Así es, hijo. -respondió la señora.
El chofer no volvía hasta la tarde y el colegio no permitía visitas a esas horas, sólo por las mañanas... ¿Qué íbamos a hacer entonces?
- Bueno, no importa. -inquirió entonces Mark- Podemos tomar un taxi.
- Está bien. -habló la señora tras pensarlo un poco- Pero tened cuidado, por favor.
- No te preocupes, mamá. -dijo Mark enseguida- Iremos con cuidado.
- Sí, señora. -pude decir yo entonces- No se preocupe, no me separaré ni un segundo de su hijo.
La señora asintió, al parecer algo más conforme, y se despidió de nosotros.
Entonces, Mark y yo nos dirigimos hasta la salida, dónde nos esperaba un pequeño trayecto para así llegar a una parada de taxis en la que podríamos tomar uno para llegar hasta el colegio.
Llegamos hasta el lugar, donde por suerte, quedaba un vehículo libre para nosotros.
Nos metimos adentro y le indicamos al conductor el lugar de nuestro destino. Este asintió y enseguida puso el coche en marcha para llevarnos hasta el colegio.
El hombre que llevaba el coche, que por cierto parecía algo mayor, arrancó a una velocidad moderada, para después, acelerar la marcha de una manera desmesurada que a mí me asustó demasiado.
Iba a demasiados kilómetros por hora, seguramente más de los que estaban permitidos, adelantado a cuanto vehículo se le ponía por delante, y a veces, saltándose los semáforos que estaban en rojo.
Yo estaba realmente atemorizada, aquello no era nada bueno, el coche corría demasiado y a mí eso no me gustaba nada.
Por suerte llegamos a nuestro destino ilesos, pues por la forma de conducir que tenía ese tipo, yo llegué a pensar que no llegaríamos vivos para contarlo.
Nos bajamos del coche, el cual nos había dejado justo enfrente del colegio, y tocamos el timbre con el fin de que alguien nos abriese.
Al poco tiempo llegó el conserje y nos abrió la gran reja que resguardaba el lugar.
Mark y yo nos dirigimos entonces hacia el edificio para así, llegar hasta el despacho de la directora e informarle de nuestra visita.
Estando ya frente a la puerta, tocamos en ella para, enseguida, ser recibidos por la directora.
Ella nos hizo pasar, haciendo ademán con la mano para que nos sentáramos en las dos sillas que había junto a su escritorio.
- ¿Vienen a ver a Lucy, verdad? -preguntó ella cordialmente a la vez que se sentaba en su lugar, justo frente a nosotros.
- Así es. -contesté yo al instante- ¿Todo va bien con ella?
- Sí, Hanna. -asintió ella con una leve sonrisa- Tu hermana cada vez se adapta mejor al lugar y está muy contenta.
Yo me sentí mucho más tranquila ante esas palabras. Aunque la última vez que la vi parecía contenta, yo sabía que me echaba de menos, igual que yo a ella, y no quería pensar que había pasado una semana triste o desanimada sin que yo pudiera consolarla.
- Ahora mismo mando a que la traigan. -habló de nuevo la directora, sacándome así de mis pensamientos.
- Gracias. -pude decir yo a la vez que observaba cómo tomaba el teléfono para decirle a alguien que trajera a mi hermana.
Debieron pasar menos de cinco minutos cuando, de repente, la puerta del despacho se abrió para dar paso a una Lucy emocionada y radiante de alegría que corría hasta mis brazos nada más haberme divisado.
- ¡Hanna! -exclamó ella a la vez que se abalanzaba a mis brazos- ¡Te he echado mucho de menos!
- ¡Lucy! -le correspondí yo en su abrazo a la vez que besaba su frente con dulzura- ¿Cómo estás?
- ¡Bien! -dijo ella enseguida a la vez que miraba hacia el lado- ¡Mark! ¡También has venido...!
- Sí, Lucy. -asintió él con una amplia sonrisa- ¿No me vas a saludar?
Lucy se deshizo rápidamente de mis brazos para, acto seguido, ir corriendo a los de Mark, que la esperaba bastante ilusionado.
Ella lo abrazó fuertemente y Mark la correspondió enseguida, dejando así ver el gran cariño que le guardaba.
- ¿Te lo estás pasando bien aquí, Lucy? -preguntó Mark después de haber dejado un cariñoso beso en su frente.
- ¡Sí, muy bien...! -exclamó ella enseguida- ¡Tengo muchos amigos y jugamos a muchas cosas!
- Me alegro mucho. -dijo Mark dedicándole una sonrisa- ¿Y te gustaría que ahora jugáramos nosotros contigo?
- ¡Sí...! -asintió ella con energía, dando saltos en el suelo- ¡Vamos a jugar...!
Tras pedirle permiso a la directora, Mark y yo llevamos a mi hermana hasta los inmensos jardines del colegio para así, poder jugar un rato con ella.
Nos adentramos hasta donde el césped era más abundante y los grandes árboles nos cubrían con su sombra. Decidimos entonces sentarnos bajo uno de ellos y ahí empezar a charlar amistosamente de los temas que Lucy comenzaba.
- ¡Hanna! -llamó ella mi atención después de que nos hubiera contado ya miles de cosas sobre las que hacía en el colegio- ¿Cuándo voy a volver a la casa?
- ¿Cómo...? -quise preguntar yo para mí misma, aunque mi hermana me escuchó perfectamente, enfatizando a lo que ella se refería exactamente.
- ¿Cuándo podré volver a la casa? -volvió a decir ella con un tono suplicante- ¡Yo quiero estar con vosotros todos los días, y también quiero ver a la gatita, a María, a todos...!
- Lucy, lo que ocurre es que... -pero no pude continuar la frase, pues ella me cortó entonces.
- ¿Por qué no pude quedarme en el otro colegio donde volvía todas las tardes a la casa? -preguntó ella mirándome fijamente, sin que yo supiera qué contestarle- ¿Por qué tuve que venir aquí?
Yo me quedé inmóvil ante sus palabras. ¿Cómo decirle que ella había tenido que cambiar de colegio para entrar a uno en el que nunca podía salir a causa de que el señor John no la quería? ¿Cómo explicarle que, si por mí fuera, ella seguiría viviendo conmigo? No podía decirle las verdaderas razones por las que ella estaba aquí, no podía contarle que para el señor ella era una carga y que por eso no la quería en su casa.
Lucy me observaba intrigante, esperando una respuesta que yo no sabía de qué manera darle.
Yo me estaba empezando a poner cada vez más nerviosa. Mi hermana no me quitaba la vista de encima y yo ni siquiera podía pronunciar unas palabras, aunque lo intentara no me salían.
- Verás, Lucy... -intervino Mark entonces al notar mi estado de shock- Te inscribimos en este colegio porque pensamos que aquí te lo ibas a pasar bien, porque ibas a hacer muchos amigos... ¿No ha sido así?
- Sí, me lo paso muy bien... -dijo ella al instante- Pero también quiero volver a la casa...
- Lo sé, Lucy. -prosiguió Mark- Y por eso mismo, te prometo que muy pronto vas a regresar a ella.
¿Cómo? ¿Qué estaba diciendo Mark?
- ¡¿De verdad?! -exclamó Lucy con gran felicidad- ¡¿De verdad voy a volver a la casa?!
- Sí, Lucy. -reafirmó él, haciendo que yo me desconcertara aún más- Muy pronto estarás de vuelta con nosotros.
- ¡Bien...! -gritó mi hermanita de felicidad a la vez que se levantaba del césped para corretear y dar saltos por este.
Lucy siguió celebrando, ya un poco lejos más de nosotros, pues estaba recorriendo todos los alrededores brincando de alegría.
Entonces yo me acerqué a Mark, tratando de obtener una respuesta a sus palabras.
- ¿Por qué le has dicho eso a Lucy...? -pregunté yo algo confusa, mirándolo fijamente- ¿Por qué le has dicho que muy pronto va a volver? Sabes que eso no es posible...
- ¿Cómo que no es posible? -inquirió entonces Mark, acercando más su cabeza a la mía para que mi hermana no pudiese escucharnos- Claro que Lucy va a poder volver a la casa.
- ¿Por qué dices eso...? -volví a preguntar yo demasiado confusa.
- Hanna... -habló entonces él con una calma que yo en estos momentos no tenía- Mi padre ha cambiado, te ha aceptado como mi novia... Ya no debería haber problemas para que tu hermana regresara a la casa. ¿No te parece?
Yo me quedé algo pensativa ante sus palabras. Era cierto que el señor John me había aceptado, pero eso no significaba que pudiera llevar a Lucy de vuelta a casa, yo no pensaba que él aprobara esa idea.
- Pero, Mark... -suspiré levemente antes a continuar- Aunque tu padre me haya aceptado, eso no quiere decir que también acepte a Lucy... Mi hermana es una niña muy inquieta y no creo que sea bienvenida de nuevo en la casa, no después de haber roto ese jarrón tan preciado...
- No te preocupes, Hanna. -volvió a decir él con un tono muy suave- Eso fue un accidente, mi padre lo tiene que entender... Y aunque Lucy sea una niña algo inquieta, yo estoy seguro de que va a tener más cuidado y que va a saber comportarse delante de mis padres... -tomó entonces mis manos y las apretó con fuerza, entregándome así la seguridad que yo necesitaba en esos momentos- Además, yo sé que a ti te haría muy feliz que tu hermana regresase a la casa... Así que no te preocupes, voy a convencer a mi padre para que Lucy vuelva con nosotros, ya verás que lo consigo.
Yo me quedé absorta ante las palabras de Mark. Él hacía todo por mí, se exponía a discutir de nuevo con su padre únicamente para verme feliz, para complacer mi deseo de estar junto a mi hermana.
- Mark... -musité sin dejar de mirarlo- Yo no quiero causar una discusión con tu padre después de que todo había quedado arreglado...
- No, Hanna. -negó él con la cabeza, aún sosteniendo con fuerza mis manos- Tú no vas a causar ninguna discusión... Mi padre está arrepentido de las cosas que ha hecho y yo estoy seguro de que va a aceptar mi petición...
- ¿Tú crees...? -pregunté yo con un hilo de voz.
- Estoy convencido. -asintió él con una sonrisa a la vez que dejaba un tierno beso en mis labios.
En ese momento, observé cómo Lucy se acercaba de nuevo hacia nosotros, haciendo que ambos nos separáramos un poco y volviésemos a dejar el espacio en el que ella se encontraba sentada antes.
- ¡Mark! -se dirigió Lucy a él, a la vez que se sentaba de nuevo- ¿Cuándo volveré a la casa? ¿Hoy? ¿Mañana?
- No seas impaciente, Lucy. -inquirió él con voz dulce mientras una media sonrisa se tornaba en su boca- Tienes que esperar unos días y entonces podrás volver.
- ¡Sí...! ¡Voy a volver pronto a casa! -exclamó ella con gran felicidad.
Mark y yo no pudimos evitar sonreír ante la alegría de mi hermana.
La verdad es que me sentiría muy dichosa de que Lucy pudiera volver a la casa. Si lo que había dicho Mark resultase, y su padre la aceptara, yo no podría sentirme más satisfecha y complacida, pues tener a mi hermana junto a mí era lo único que me faltaba para ser completamente feliz.
Miré entonces el reloj y me di cuenta de que ya era casi la hora de la comida. Ya tenía que entregar a Lucy, pues las visitas sólo estaban permitidas hasta esa hora y además ella tenía que ir a almorzar.
Así, Mark y yo cogimos a Lucy de las manos y la llevamos de nuevo hasta el despacho, donde la directora la estaba ya esperando.
- ¡Adiós, Hanna! -se despidió ella de mí con un sonoro beso- ¡Vuelve pronto para recogerme!
- Pórtate bien, nena. -besé yo también su mejilla con dulzura- Nos vemos en unos días.
- Hasta pronto, Lucy. -Mark se acercó a ella y le dio un abrazo, acción que ella correspondió con gran efusividad.
Nos despedimos de la directora, agradeciéndole su labor de habernos dejado unas horas con Lucy en el jardín, y salimos del edificio para ir de vuelta a casa.
Cruzamos todo el patio hasta llegar a las rejas que resguardaban el lugar, las cuales, de nuevo, el conserje abrió para que saliésemos.
Una vez fuera del colegio, empezó el dilema de cómo volver a la casa.
- Yo no quiero volver a tomar un taxi... -expuse yo como si fuera una niña pequeña- El de antes casi nos mata, aún le doy gracias a dios de que estemos vivos.
- Vamos, Hanna... -inquirió él mientras reía con ganas, haciendo que yo me avergonzara- Si cogemos un taxi no va a estar ese mismo conductor, no te preocupes...
- No, no quiero... -negué yo con la cabeza- Tengo miedo de que nos encontremos con otro loco al volante...
- Bueno, está bien... -accedió al fin Mark, aunque sin borrar la expresión divertida de su rostro- ¿Entonces qué hacemos? ¿Volvemos caminando? La casa queda un poco lejos de aquí...
Eso era cierto. La casa quedaba un poco lejos para ir hasta ella a pie, pero yo estaba demasiado asustada con lo de antes y no me fiaba de ningún conductor de taxis...
- ¿Vamos caminando entonces? -preguntó Mark con una expresión más calmada.
- ¿No te importaría...? -musité yo algo apenada por obligarlo a caminar a causa de mis traumas.
- Claro que no, preciosa. -dijo él con voz muy dulce a la vez acariciaba mi mejilla- Además, no nos vendrá mal caminar un rato.
Una sonrisa de satisfacción se debió tornar en mi rostro ante sus palabras. Mark era un amor de hombre, siempre tan paciente y comprensivo conmigo, tan atento y complaciente.
- ¿Vamos? -volvió a preguntar él tras dejar un dulce beso en mi frente.
- Sí, vamos. -asentí yo con una sonrisa a la vez que tomaba su mano con fuerza.
Nos dirigimos entonces de vuelta a casa. La caminata hasta ésta iba a durar más de media hora, pero aún así, estando los dos juntos, yo estaba segura de que se nos iba a pasar muy rápido el tiempo.
Estuvimos caminando unos quince minutos, y aunque yo no quise reconocerlo antes, la verdad es que me había perdido entre las transitadas calles de la ciudad y no tenía la más mínima idea de cómo volver a casa.
- Mark... -musité yo a la vez que me detenía en medio de la acera, haciendo que él también lo hiciese- Creo que tenemos un problema...
- ¿Un problema? -preguntó él algo confuso- ¿Qué ocurre...?
- Yo... -titubeé un poco antes de continuar- Creo que me he perdido...
Mark pareció quedarse pensativo por un momento, seguramente procesando en su mente las palabras que acababan de salir de mi boca.
- ¿De verdad? -preguntó él alzando las cejas- ¿O es una broma?
- Es verdad... -reafirmé yo avergonzada- No sé donde estamos...
Mark se quedó de nuevo callado, que nos perdiéramos no era algo que estuviera en nuestros planes.
La verdad es que antes de que yo llegara a la casa de los Layton, nunca había salido mucho por la ciudad.
Cuando yo vivía en el pequeño pueblecito, donde estaba la humilde casita en la que habitaba con mi hermana, siempre había recorrido las calles en busca de algún trabajo con el que mantenernos, pero nunca había caminado demasiado por las calles de la gran ciudad. Porque indudablemente, Londres era demasiado grande y yo apenas conocía una pequeña parte de ella.
- Bueno, no te preocupes... -me sobresaltó entonces Mark a pesar de que habló con una voz muy dulce- Podemos preguntar a la gente, ya verás que llegamos a casa sin ningún problema.
- Lo siento... -musité yo tras un leve suspiro- Esto no hubiera pasado si yo no me hubiese negado a tomar de nuevo un taxi...
- No, mi pequeña... -Mark alzó su mano para acariciar suavemente mi mentón- Tú no tienes la culpa... Además... ¿Te cuento un secreto?
- ¿Qué secreto? -pregunté yo algo intrigada, mirándolo fijamente.
- Yo también tenía miedo de subirme de nuevo a un taxi... -susurró él muy cerca de mi oído, haciendo que una leve sonrisa escapara de mi boca al escuchar la manera en que lo decía.
- No es cierto... -musité yo frunciendo el ceño, mirando su expresión divertida- Lo dices para que no me sienta mal...
- Sí es cierto. -insistió él queriendo parecer serio, cosa que no conseguía.
Nos quedamos así varios minutos, "discutiendo" tiernamente sobre el mismo tema a la vez que buscábamos una solución.
Decidimos entonces caminar un poco más, y finalmente nos sentamos en un banco que había a las afueras de un pequeño parque.
La única opción que nos quedaba, tal como había sugerido Mark antes, era preguntar a la gente por la dirección.
Por la acera en la que estábamos sentados pasaban muchas personas, así que decidí probar suerte con alguna de ellas.
- Ahora mismo vuelvo. -le dije a Mark mientras me levantaba del banco- Voy a preguntarle a alguien si conoce la dirección de la casa.
- De acuerdo. -asintió él- Aquí te espero.
Iba a preguntarle a una chica que justamente se había parado para buscar algo en su bolso. Sin embargo, antes de que pudiera acercarme a ella, observé cómo a un joven se le había caído la cartera al suelo por accidente y no se había dado cuenta.
Yo tomé la cartera, que se había caído muy cerca de mí, y llamé la atención del chico para que se detuviera un momento.
- ¡Joven...! -exclamé yo mientras daba un par de pasos largos antes de que él se alejara más- ¡Se le ha caído la cartera...!
El chico se volteó entonces, mirando en el bolsillo de su pantalón para así darse cuenta de que, efectivamente, se le había extraviado la cartera.
- ¡Mi cartera! -expuso él al ver que se trataba de la suya- Muchas gracias, jovencita.
- De nada. -asentí yo algo tímida- Pero tenga más cuidado la próxima vez.
El chico, que aparentaba tener quizá un par de años más que Mark, me dedicó una amplia sonrisa de agradecimiento.
La verdad es que ese joven no pasaba desapercibido. Iba vestido con un traje muy elegante, dejando entrever una corbata color verde que hacía juego con sus ojos. Su cabello era color castaño claro, casi rubio, y sus facciones estaban muy bien marcadas. Sin embargo, su expresión denotaba una cierta tristeza, sobre todo en su mirada, que dejaba ver en lo más profundo de ella una especie de melancolía que sólo algunas personas tenían el poder de identificar.
- Muchas gracias, de verdad. -volvió a decir él- No sabes cómo te agradezco el detalle de haberme avisado, y por supuesto, de haber recogido la cartera antes de que otro con no tan buena moral lo hiciese.
- Ya le he dicho que no ha sido nada. -expuse yo de nuevo, con una leve sonrisa.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti para devolverte el favor? -preguntó él con una expresión que parecía bastante sincera.
- No, gracias... -contesté yo al instante, pero titubeé al recordar que sí había algo en lo que me podía ayudar- Bueno, sí... -él me observó con atención entonces- La verdad es que mi novio y yo estamos un poco perdidos... -señalé a Mark con la mirada, haciendo que el joven mirase también hacia él- Y nos sería de gran ayuda si nos indicase el camino hacia una calle...
- Por supuesto que sí. -asintió él con una amplia sonrisa- ¿No sois de aquí?
- Sí, sí somos de Londres... -lo miré yo de reojo, un poco tímida- Lo que ocurre es que yo viví hasta hace poco en un pequeño pueblecito, y no conozco nada de la ciudad... Y mi novio, Mark, es ciego... así que tampoco me puede guiar.
- Entiendo. -me observó él con una expresión algo abatida- ¿Y cual es la dirección?
- Calle Las Fuentes nº 12. -respondí yo mirándolo levemente- ¿La conoce?
- Sí, claro. -asintió él enseguida- Pero aún queda un poco lejos... -hizo una breve pausa antes de volver a hablar- ¿Qué os parece si os llevo en mi coche? Lo tengo aquí mismo aparcado.
¿Cómo? ¿Llevarnos él en su coche? Aunque parecía buena persona era un completo desconocido para mí, no podía aceptar algo así.
- Muchas gracias, pero no es necesario... -traté de sonreír para ocultar mi nerviosismo- Con que nos indique cómo llegar es suficiente.
- Por favor, permíteme que os lleve a ti y a tu novio a vuestro destino... -dijo él con voz suplicante- Me siento en deuda contigo y creo que es lo menos que puedo hacer en agradecimiento...
- Pero yo no... -quise excusarme de alguna forma, pero él enseguida me interrumpió.
- No me digas que no, por favor... -imploró el chico de nuevo- Me voy a sentir muy mal si rechazas mi ofrecimiento... Yo necesito agradecerte lo que has hecho de alguna forma...
Un leve suspiro escapó entonces de mi boca. ¿Qué debía hacer? La verdad es que ese chico parecía sincero y a mi parecer no denotaba que tuviera segundas intenciones.
- Bueno... -suspiré de nuevo antes de hablar- ¿Me puede esperar un segundo? Tengo que preguntarle a mi novio si está de acuerdo.
- Por supuesto. -asintió él con una sonrisa- Aquí te espero.
Me dirigí entonces hacia Mark, que parecía ya un poco inquieto. La verdad es que yo había tardado más de lo previsto hablando con ese joven, así que era normal que él estuviese algo ansioso.
- Mark... -me agaché yo frente a él, que seguía sentado en el banco sin dejar de mover el pie ya nervioso- Siento haber tardado tanto...
- ¿Con quién hablabas tanto tiempo? -inquirió él entonces- Te he estado escuchando, aunque no he llegado a entender nada de la conversación... ¿Ya te han dicho cómo llegar...?
- Bueno, verás... -tragué saliva antes de continuar, la verdad es que Mark parecía algo molesto y eso a mí me dolía profundamente- Hay un joven que nos quiere ayudar... Ha dicho que nos puede llevar en su coche... ¿Tú estás de acuerdo...?
Una mueca de extrañeza se torno en el rostro de Mark. Al parecer se había quedado bastante desconcertado con lo que le acababa de decir.
- ¿Cómo que nos quiere llevar en su coche? -habló él con un tono frío, nada parecido al que me hablaba siempre- ¿Un desconocido? ¿Qué es lo que pretende...?
- N-No pretende nada malo... -musité yo con un nudo en la garganta al escuchar la forma tan fría en la que me hablaba- Lo que ocurre es que antes de eso se le cayó la cartera sin darse cuenta y yo se la entregué... -no pude evitar que un leve sollozo escapara de mi boca- Por eso quiere llevarnos a casa en forma de agradecimiento...
Unas lágrimas resbalaban ya por mi rostro, acrecentando más los sollozos que eran ahora incontenibles. Mark se debió percatar entonces de cómo me sentía, pues su expresión de dureza e inconformidad cambió a una de preocupación y arrepentimiento.
- Hanna, pequeña... -habló él entonces con una voz mucho mas suave a la vez que tomaba mis manos con fuerza- ¿Qué ocurre...? ¿Por qué lloras...?
Pero yo no dije nada, estaba demasiado dolida cómo para poder hablar y me sentía demasiado apenada.
- Hanna, mi vida, perdóname... -me sobresaltó él entonces- No era mi intención hablarte así, de verdad... -su expresión tan abatida me conmovió demasiado- Lo que ocurre es que me preocupa que un desconocido te haya propuesto algo así...
- Entiendo... -musité yo algo más tranquila, percatándome entonces de que el chico estaba observado toda la escena desde atrás- Pero ese joven está esperando... -hice una breve pausa- Además, yo creo que no es una mala persona... Sólo quiere agradecerme de alguna forma que haya rescatado su cartera...
- Está bien. -me desconcertó entonces Mark cuando, al cabo de unos segundos, acabó por aceptar- Yo confío en tu intuición, pequeña... y si tú crees que es una buena persona, seguramente lo es. -suspiró levemente antes de finalizar- ¿Me llevas hasta él?
- S-Sí, claro... -asentí yo enseguida, algo nerviosa- Está aquí mismo, a unos pasos...
Llevé a Mark hasta el chico, que se encontraba muy cerca de nosotros con una expresión algo confusa, pues había estado observando nuestra charla con disimulo.
- Buenos días. -saludó Mark algo serio después de que yo le hubiese indicado que ya estábamos frente al chico- Me ha comunicado mi novia que usted se ha ofrecido a llevarnos hasta nuestra casa.
- Así es. -asintió el chico mirando a Mark- No poseo ninguna mala intención, te lo aseguro. Tan sólo quiero ayudaros a llegar a vuestro destino, sobre todo porque me siento agradecido con la chica.
Mark pareció dudar unos segundos, pero finalmente su respuesta fue afirmativa.
- Está bien. -accedió Mark con una voz algo más serena- ¿Ya sabe la dirección?
- Sí. -afirmó el chico enseguida- Tengo el coche aquí mismo. ¿Vamos?
Yo asentí ante el silencio de Mark, pues él parecía encontrarse algo pensativo. Lo tomé entonces de la mano y seguí entonces al chico, que tal como había dicho, tenía su vehículo aparcado muy cerca de dónde nos encontrábamos.
Llegamos a este, que era un coche de color negro, al parecer bastante nuevo y moderno. El chico nos abrió entonces la puerta e hizo ademán de que entrásemos, y aunque Mark se mostró algo renuente al principio, finalmente optó por entrar.
El joven cerró la puerta y se dirigió hacia la delantera, para después de abrirla, ocupar su asiento como conductor.
Mark y yo nos abrochamos los cinturones. Lo único que yo deseaba era que, al menos, este chico no condujera cómo el tipo del taxi que casi nos estrellaba.
El vehículo comenzó a arrancar, y después de unos minutos, un suspiro de alivio escapó de mi boca al comprobar que ese joven sí conducía con la prudencia que requería manejar el coche.
La situación dentro de este era cada vez más incómoda. Un silencio aterrador llenaba todo el espacio, haciendo que yo me sintiera bastante nerviosa.
- Hoy hace una espléndida mañana, ¿verdad? -el chico inició la conversación entonces, haciendo que la enorme tensión llegara disminuir un poco.
- S-Sí... -asentí yo con voz nerviosa- La verdad es que asoma una temperatura muy agradable hoy...
- Así es. -prosiguió hablando el chico, aunque sin desviar la vista de la carretera- Tanto que el traje me está dando un poco de calor.
Mark no decía nada, me estaba dejando a mí sola con el marrón de seguir el hilo de una conversación que no tenía sentido alguno, pues estábamos hablando por el simple hecho de romper el hielo y suavizar un poco la incomodidad del silencio que hace unos minutos nos tenía a todos demasiado tensos.
- ¿Y el traje es por alguna ocasión especial? ¿O es la vestimenta de su trabajo? -pregunté entonces yo en una especie de impulso, tal vez porque era lo primero que se me había venido a la mente.
- ¿El traje? Pues la verdad es que normalmente siempre lo llevo. -contestó él mientras se paraba en un semáforo en rojo- Digamos que es mi uniforme de trabajo.
- Ya veo... -bajé un poco la mirada al observar que el chico giró su cabeza unos segundos para verme- ¿Y trabaja en una empresa o algo así?
El chico arrancó de nuevo el coche, pues el semáforo ya había cambiado a verde. Entonces me percaté de la indiscreción de mi pregunta; él era alguien a quién apenas había conocido, que simplemente nos estaba llevando a Mark y a mí a la casa, y yo le estaba haciendo unas preguntas que no deberían de importarme...
- Exactamente. -contestó él con un tono bastante agradable tras unos segundos, cuando yo me estaba muriendo de la vergüenza y creía que no iba a obtener su respuesta- Trabajo en una empresa de lácteos.
- Qué bien... -musité yo aún más avergonzada, sin saber qué más decir.
- Por cierto, déjame que me presente. -me sobresaltó entonces el chico- Mi nombre es Alexander Brown. -hizo una breve pausa antes de continuar- ¿Podría saber el tuyo?
- M-Me llamo Hanna... -contesté yo un poco nerviosa, de nuevo bajando la mirada.
- Bonito nombre. -expuso entonces él, haciendo que yo me sonrojara- Y bueno... Creo que ya hemos llegado.
Miré entonces por la ventanilla y, efectivamente, pude ver que estábamos justo en la calle que pegaba a la casa.
- Muchas gracias por traernos. -dije con una cordial sonrisa a la vez que miraba Mark, que no parecía enfadado, pero tampoco se veía muy feliz.
- No ha sido nada, de verdad. -inquirió el chico- Gracias a ti por lo de la cartera.
- Bueno, adiós entonces... -expuse mientras salía del coche con Mark- Que tenga un buen día.
El chico esbozó una sonrisa a la vez que agitaba levemente la mano como señal de despedida, para, acto seguido, arrancar de nuevo el coche y así desaparecer entre las extensas y transitadas carreteras de la ciudad.
La expresión de Mark seguía algo seria, aunque él parecía querer ocultarlo. Yo lo miraba tímidamente, sin saber qué decir o qué hacer... Seguramente todavía estaba un poco molesto por tener que haber aceptado que ese joven nos llevara a casa. Pero yo creo que no nos podíamos quejar, pues tal como yo intuía, el chico no tenía ninguna mala intención y nos había llevado hasta la casa sin que hubiéramos tenido ningún problema por el camino.
- ¿Sigues enfadado? -pregunté yo al fin, con apenas un hilo de voz.
- No, preciosa. -respondió él enseguida- Perdóname si he estado un poco serio por el camino... Lo que ocurre es que no quería que nos expusiéramos a que ese chico pudiera tener otras ideas en la cabeza en vez de llevarnos hasta la casa, por eso es que he estado un poco intranquilo todo el camino... -yo lo miré fijamente, escuchándolo con atención- No quería pensar que alguien quisiera propasarse contigo aprovechando que yo no puedo ver para defenderte como se debe... -esas palabras me entristecieron, yo no quería que Mark volviese a pensar que él no podía ofrecerme lo mismo que otro únicamente por no poder ver- Porque yo te quiero demasiado, con todo mi corazón... y no soportaría que nadie te hiciera daño.
Esas últimas palabras realmente me emocionaron. Mark me repetía constantemente lo mucho que me quería, y además, siempre me lo demostraba. Porque en cuanto lo que había ocurrido hoy, su expresión de inconformidad no se debía a otra cosa que la preocupación que sentía tras sentirse impotente por no poder ver, por no poder asegurarse con sus propios ojos de que todo estaba bien y por lo tanto no estar convencido de la seguridad de los lugares, y sobre todo, de las personas con las que nos podíamos encontrar en nuestras salidas.
- Mark... -musité yo aferrándome a su pecho- Yo también te quiero mucho, y de verdad te agradezco que siempre quieras protegerme... -él me abrazó con fuerza, a la vez que dejaba un tierno beso sobre mi frente- Gracias por quererme así, por cuidarme, por consentirme... por todo.
- Te quiero, mi pequeña... -volvió a decir él con una voz demasiado dulce, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera- Gracias a ti por estar a mi lado, por corresponder a mi amor y por hacerme tan feliz...
Ambos nos quedamos así por varios minutos, abrazados mutuamente, entregándonos todo ese amor que habitaba en nuestros corazones y reconfortándonos con ese calor que nuestros cuerpos tan pegados se daban el uno al otro.
En momentos como este el tiempo parecía detenerse; no importaba nada de lo que había a nuestro alrededor, tan sólo estábamos Mark y yo, unidos por un amor tan grande que nunca nadie podría romper, un amor tan intenso y verdadero que quedaría marcado para siempre en nuestros corazones, sin posibilidad de que este fuera ocupado nunca por otra persona.
- Bueno... -habló Mark entonces, aunque sin separarse de mí- ¿Entramos a la casa?
- Sí, vamos. -contesté yo alzando mi cabeza para mirarlo, observando así la tierna expresión que ahora mantenía todo su rostro.
Nos separamos un poco, y cogidos de la mano, nos encaminamos a dar los pocos pasos que nos separaban de la casa.
Llegamos hasta la puerta, y acto seguido entramos, para luego, dirigirnos hasta la sala y buscar a la señora para así avisarle de que ya habíamos llegado.
- Ya estamos aquí, señora. -dije yo un poco nerviosa a la vez que nos acercábamos hasta el sofá, donde ella estaba sentada ojeando una revista.
- Hola, chicos. -nos saludó ella con una agradable sonrisa- ¿Habéis visto a Lucy? ¿Cómo está?
- Sí, señora, la hemos visto y está muy bien... -contesté yo tras una breve pausa, al parecer Mark quiso decir algo pero finalmente no lo hizo.
- Me alegro. -me miró a mí con una expresión afable, para luego, mirar también a su hijo- Ya casi van a servir la comida... ¿Me vais a acompañar a la mesa, verdad?
Yo observé entonces a Mark, esperando a que él diera una respuesta, pues yo aún no me sentía con la suficiente confianza como para decidirlo.
- Claro, mamá. -contestó entonces Mark, haciendo que un suspiro de tranquilidad escapara de mi boca- ¿Vamos, Hanna?
- S-Sí... -asentí yo algo nerviosa, comer en la sala junto a la familia era algo a lo que aún no me acostumbraba.
Nos dirigimos entonces hasta la mesa, donde cada uno de nosotros se sentó en el mismo lugar que la otra vez.
Unos minutos de silencio llenaron por completo la sala, haciendo que yo me sintiera demasiado nerviosa.
Sin embargo, en ese momento, todos pudimos oír cómo alguien entraba por la puerta. Yo giré la cabeza entonces, tratando de ver de quién se trataba. Pero todo mi cuerpo se tensó enseguida al ver que la persona que se acercaba y que estaba ya dentro de la sala, muy cerca de nosotros, no era otra que el señor John.
Yo me puse muy nerviosa entonces. Él me había aceptado como la novia de su hijo, pero aún así no lo había hecho de la misma manera que la señora, por lo que apenas compartíamos confianza.
El señor se acercó mucho más a la mesa, observando levemente a todos, haciendo que yo impulsivamente agachara la cabeza en señal de mi nerviosismo.
- Buenas tardes. -saludó entonces él, con una voz bastante cordial.
- Hola, cariño. -la señora le dedicó una grata sonrisa a su esposo, haciéndole ademán con la mano de que se sentara a su lado.
Mark también saludó a su padre con una leve sonrisa, a lo que él le correspondió de la misma forma.
Yo estaba aún muy nerviosa, mirando hacia todos lados, tragando saliva con dificultad y tratando de tranquilizar mi nerviosismo, acción que no conseguía. Sin embargo, después de un enorme suspiro que inconcientemente salió de mi pecho, y que sin duda alguna tuvo que ser escuchado por todos los presentes, pude lograr que unas palabras saliesen de mi boca.
- Buenos días, señor... -saludé yo con apenas un hilo de voz- ¿Cómo le ha ido el día...?
Él giró la mirada hacia mí, haciendo que todo mi cuerpo temblara sin control a la espera de una respuesta dirigida con sequedad o indiferencia. Sin embargo, fue grande mi sorpresa cuando el señor me respondió de una forma muy diferente a la que yo pensaba.
- Buenos días, Hanna. -me miró él con una expresión bastante tranquila, cosa que me sorprendió y a la vez me alegró profundamente- He tenido un magnífico día. -comentó el señor, esta vez mirando también a su esposa y a su hijo- Al fin he podido firmar un contrato muy importante que desde hacía meses había estado persiguiendo.
La verdad es que me sentí bastante aliviada ante su posición. Había llegado a pensar que quizá él no iba a estar de acuerdo en que yo estuviera en la mesa, y por eso mismo estaba tan nerviosa. Sin embargo, el señor parecía de lo más tranquilo y conforme con mi presencia, pues su expresión no había delatado en ningún momento signos de desaprobación o desacuerdo.
No sabía si era por el simple hecho de que estaba de muy buen humor por el contrato que decía haber firmado, o si por el contrario, estaba empezando a verme con otros ojos, cabiendo la posibilidad de que, tal como Mark me había asegurado, un día no muy lejano su padre llegara a considerarme como un miembro más de la familia.
Yo no podía asegurar nada, pero al menos, estaba contenta de que el señor me hubiera aceptado y ya no se opusiera a nuestra relación. Porque la verdad es que, a pesar de que la tarde anterior él ya me había deleitado unas palabras que me emocionaron, transmitiéndome una aceptación que días atrás nunca me hubiese imaginado, yo aún no podía creerlo, todavía pensaba que aquello podía haber sido un sueño. Pero no, la aceptación del señor era verdadera, pues ahora mismo lo estaba demostrando, acción que me hizo sentir verdaderamente feliz.
- Papá... -habló entonces Mark, captando la atención de todos los presentes- Quisiera pedirte algo...
- ¿Sí, hijo? -preguntó el señor alzando las cejas- ¿De qué se trata?
- Verás... -Mark parecía un poco nervioso, pero aún así continuó hablando- Es sobre Lucy, la hermana de Hanna...
¡Oh, no...! Mark iba a preguntarle a su padre sobre la posibilidad de traer de nuevo a mi hermana a la casa. Eso era algo que ya habíamos hablado, sí... pero aún así yo me sentía muy nerviosa con ese tema, pues el señor podría pensar que yo estaba abusando de su confianza por el simple hecho de que ya me hubiera aceptado.
- ¿Qué ocurre con ella? -preguntó el señor tras unos segundos a la vez que fruncía el ceño en calidad confusión.
- Bueno, lo que ocurre es que... -Mark titubeó antes de continuar, yo baje de nuevo la cabeza, llena de nervios- Quería preguntarte si estarías de acuerdo en que ella regresara aquí, a la casa.
El señor John abrió mucho los ojos, se quedó mirando fijamente a Mark y luego hacia mí, para segundos después, desviar la mirada hacia ningún punto en concreto, al parecer procesando aún las palabras que su hijo había vocalizado.
- ¿Me estás pidiendo que esa niña vuelva a la casa? -su mirada volvió a clavarse en Mark, haciendo que yo no me pudiera sentir más apenada, pues él le había formulado una pregunta que, en todo caso, me correspondía haber hecho a mí.
- Así es... -contestó Mark tratando de parecer tranquilo- Hanna extraña mucho a su hermana, y todos los demás también... -yo lo escuchaba atentamente, con el corazón a punto de salirse de mi pecho a causa de los nervios- Además... Lucy es una niña muy buena, y aunque a veces sea un poco revoltosa, yo estoy seguro de que no va a dar ningún problema... -el señor lo miraba fijamente, igual que la señora y yo- Dale una oportunidad, por favor... Estoy convencido de que no te vas a arrepentir... Si aceptas me vas a hacer muy feliz, de verdad... Voy a estar dichoso de compartir la felicidad que va a sentir Hanna, porque ella es mi vida y yo la quiero con todo mi corazón... y por eso mismo deseo hacerla feliz.
Noté entonces cómo mis ojos empezaron a humedecerse. De nuevo Mark me demostraba cuánto me quería y yo no podía evitar emocionarme.
El señor John se quedó con los ojos en blanco ante las palabras de su hijo; la señora también lo miraba atentamente, haciendo que en su boca se tornara una tierna sonrisa. Yo intenté retener mis lágrimas, me froté los ojos para limpiar unas pequeñas gotas que ya habían resbalado por mi rostro y traté con todas mis fuerzas de contenerme.
- Déjame pensarlo. -habló entonces el señor, captando la atención de todos- Dame un par de días, y para entonces tendré una respuesta.
- Está bien, papá. -respondió Mark tras una leve pausa- Gracias.
La sala quedó envuelta en un gran silencio después de esas palabras, al parecer ese tema estaba zanjado por hoy, pues el señor había pedido unos días para pensarlo.
Y aunque su respuesta no había sido afirmativa, tampoco había sido negativa, por lo que aún seguía viva la posibilidad de que Lucy regresara.
La verdad es que yo estaba muy nerviosa cuando Mark le hizo la pregunta sobre si mi hermana podía volver a la casa. Pensé que el señor iba a reaccionar de otra manera, llegando al punto de discutir con su hijo. Pero por suerte no fue así, él no debatió el tema gritando ni nada parecido cómo lo habría hecho hace unos días. Ahora el señor John parecía otra persona, otra completamente distinta que intervenía en las conversaciones con serenidad y cabeza fría.
Todos seguíamos en silencio, esperando a que alguien rompiera esa situación algo incómoda que se había creado. Por suerte, la tensión pudo desvanecerse un poco cuando vimos aparecer a María, que se acercaba hasta la mesa a la vez que miraba a todos los presentes.
- Ya está lista la comida. -habló entonces ella, dirigiéndose a todos nosotros- ¿Quieren que la sirva ya?
- Sí, María, por favor. -contestó la señora enseguida, con una leve sonrisa.
María asintió y se dirigió de nuevo a la cocina para, en pocos minutos, aparecer junto con Marlene y servir el almuerzo.
Marlene se ocupó de dejar mi plato y el de Mark en nuestros puestos, María se encargó de los señores.
La comida de hoy constaba de pescado al horno con patatas, acompañados de una salsa a base de pimienta que tenía muy buen color. Además, en el centro de la mesa había una fuente con diversos vegetales y pedazos de carne, los cuales también tenían muy buena pinta.
Empezamos a degustar la comida y nadie de los presentes pronunció palabra durante esta.
A pesar del silencio que aún reinaba entre nosotros, la situación ya no era tan tensa como la de minutos antes, por lo que yo pude comer con cierta tranquilidad.
Terminamos de llenar nuestros estómagos con la deliciosa comida que todos habíamos degustado, pues la verdad es que todo había quedado muy rico.
El panorama se encontraba ahora bastante tranquilo y agradable. El señor John había comenzado entablar unas palabras con su esposa y yo también lo había hecho con Mark, así que la situación estaba mucho más suavizada y cómoda.
Todo iba demasiado bien hasta que, entonces, observé cómo Sharon se acercaba a todos nosotros para repartir el postre.
La gran tranquilidad que hasta hace unos segundos estaba sintiendo, se había convertido ahora en una enorme inquietud e incomodidad.
Sharon se acercó hasta la mesa, mirando todo el panorama de reojo y dedicándome a mí una incontenible mirada de odio.
Yo me sentí de nuevo bastante cohibida, pero traté de calmarme para que Mark no se diera cuenta, pues no quería ocasionar un problema parecido al del día anterior.
Ella se dispuso a colocar el postre de cada uno en su correspondiente lugar. Primero lo hizo con el señor, al cual parecía guardarle también una especie de recelo según había estado observando yo en varias ocasiones. Aunque claro, eso era una cosa normal en Sharon, ella no se llevaba bien con nadie y trataba a todos con extrema dejadez y antipatía. Pero la verdad es que su trato con el señor era algo diferente al que, por ejemplo, tenía con la señora Elisabeth o con María. Con ellas no era amable ni nada parecido, pero al menos las trataba con la cordialidad que su persona le permitía. Sin embargo, yo me había dado cuenta de ciertas miradas de reproche, incluso de odio, que sus ojos dejaban ver cuando miraba al señor. Eso sí, sin que él se diera cuenta.
Pero, por supuesto, conmigo era mucho peor. Sus miradas maliciosas hacia mí nunca tenían el más mínimo propósito de ser escondidas o disimuladas, llegando hasta el punto de que sus ojos casi se saliesen de sus órbitas de la furia que se podía contemplar en ellos.
Sharon sentía un odio hacia mí demasiado grande, una repulsión que la llevaba a cometer actos demasiado maliciosos que, a veces, se pasaban de la línea de lo no permitido.
Terminó de servir todos los platos con el postre, incluido el mío, el cual dejó con mucho más cuidado que la última vez, aunque no sin dedicarme una mirada demasiado asesina, que incluso me llegó a asustar, antes de retirarse y volver la cocina.
Yo traté de olvidar esas miradas que, hacía apenas unos minutos, Sharon me había lanzado maliciosamente, y entonces intentar comer el postre, que por cierto, esperaba no estuviera envenenado.
Todos habíamos concluido ya con el postre, y el primero que se levantó de la mesa fue el señor, que pasó a retirarse tras unas palabras:
- Me voy a mi despacho, tengo algunas cosas que hacer. -inquirió él mirándonos levemente a todos- Nos vemos más tarde.
Yo asentí con una tímida sonrisa; la señora le dedicó un signo de aprobación y Mark hizo lo mismo.
- Bueno, chicos. -habló entonces la señora a la vez que se levantaba- Yo también me retiro, voy a mi habitación a leer un poco.
- Está bien, mamá. -asintió Mark con una media sonrisa.
- Hasta luego, señora. -me despedí yo también con una leve sonrisa, observando cómo ella caminaba hasta desaparecer de la sala.
Y de nuevo nos quedamos Mark yo solos... La verdad es que el almuerzo no había ido tan mal como yo había pensado. El señor John había estado muy tranquilo y no parecía haberle incomodado mi presencia en la mesa.
Eso me tenía muy feliz. Haber almorzado tranquilamente en la sala, con toda la familia, incluido el señor, era como un sueño hecho realidad.
Ahora todo parecía seguir su cauce de manera natural y las cosas tomaban el rumbo que yo siempre había deseado: Tenía una relación de lo más hermosa con Mark y sus padres la aceptaban conformes.
Únicamente me faltaba Lucy. Si el señor finalmente aceptara que ella volviera a vivir en la casa, yo no podría sentirme más feliz. Entonces sí, todo sería completamente perfecto y no habría nada que interfiriese en nuestra felicidad.
Bueno, la verdad es que todo sería mucho mejor si no tuviera que soportar a Sharon... Ese sí que era un problema difícil de solucionar, pues esa chica, a mi parecer, no tenía remedio.
Pero yo no iba a permitir que ella fuera un obstáculo para mi relación con Mark o en cualquier otra cosa. Yo tenía que tratar de ignorarla, de no prestarle atención a sus miradas de desprecio... quizá así se cansaría y dejaría de molestarme.
- ¿En qué piensas, preciosa? -me sobresaltó entonces Mark, sacándome por completo de mis pensamientos- Te noto algo distraída.
- Sí, bueno... -musité yo algo nerviosa a la vez que notaba la mano de Mark agarrado la mía con fuerza- Estaba pensando en todo lo que había pasado en la comida... La respuesta de tu padre en cuanto a lo de Lucy, su reacción tan tranquila al verme sentada en la mesa...
- Entonces deberías de estar contenta. ¿No te parece? -susurró él con una amplia sonrisa al tiempo que alzaba una de mis manos para dejar un dulce beso en ella- Mi padre te ha aceptado de verdad, por eso está conforme en que compartas la mesa con nosotros, tal como debe ser. -yo lo miré fijamente, su voz era tan tierna como siempre- Y en cuanto a lo de Lucy, estoy seguro que va a aceptar que vuelva a la casa. -lo miré entonces con más atención- Si mi padre no estuviera conforme en que ella volviera, lo habría dicho en el mismo momento en que yo le pregunté... Pero él me ha dicho que quiere unos días para pensarlo, y eso significa que, simplemente, está de acuerdo, sólo que su orgullo no le deja ser tan transigente ni comprensivo cómo los demás quisiéramos... -esas palabras me esperanzaron profundamente, al punto que una sonrisa se tornara en mi boca- Así que no te preocupes, preciosa... Yo conozco muy bien a mi padre y sé que su respuesta va a ser afirmativa, permitiendo que Lucy vuelva.
No pude sentirme más emocionada ante las palabras de Mark. Si todo salía como él pensaba y su padre aceptaba a Lucy de nuevo en la casa, yo podría sentirme completamente tranquila y feliz.
- Gracias, Mark... -musité yo posando mi cabeza sobre su hombro- Gracias por tus palabras. De verdad me han hecho sentir muy bien...
- De nada, pequeña... -susurró él con una voz demasiado tierna a la vez que acariciaba mi cabello- Ya verás que en unos días vas a tener a tu hermanita aquí contigo.
Nos quedamos varios minutos en silencio, sin decir nada. Yo seguía con la cabeza apoyada sobre el hombro de Mark, y él me llenaba de mimos y arrumacos constantemente, haciéndome sentir querida y protegida entre sus brazos.
La verdad es que no podía ser más feliz al lado de Mark. Él me daba todo el amor que yo necesitaba, me hacía sentir segura, protegida... y además siempre hacía todo lo posible para que yo fuera feliz.
- ¿Qué te apetece que hagamos ahora? -habló entonces Mark, captando la atención que segundos antes estaban acaparando mis pensamientos- ¿Quieres que salgamos a dar un paseo?
- Sí, eso me parece bien. -contesté yo con una sonrisa a la vez que lo miraba con ternura- ¿Vamos ahora?
- Bueno, la verdad es que primero me gustaría tomar una ducha... -respondió él a la vez que ambos nos levantábamos de la mesa- No voy a tardar mucho, así que puedes esperarme en tu cuarto. Yo voy por ti en cuanto termine.
- Está bien. -asentí yo enseguida, retirándome de la mesa junto a él- ¿Quieres que te acompañe?
- ¿No te molestaría? -preguntó él con una expresión divertida a la vez que tomaba mis manos con fuerza.
- Claro que no. -respondí yo al instante- Con mucho gusto te acompaño.
Mark sonrió ampliamente y ambos nos dirigimos hacia su habitación, en la cual se encontraba un baño independiente, al igual que casi todas las habitaciones de la casa.
Lo dejé entonces en la puerta, pero no sin antes recibir un tierno beso suyo sobre mis labios, acción que hizo estremecer todo mi cuerpo.
Con una sonrisa en la boca, me encaminé a mi habitación para, de esa forma, esperar a Mark.
Salí del pasillo en el que se encontraba su habitación y llegué al punto intermedio que separaba uno de otro. Sin embargo, antes de internarme en el pasillo que llevaba a mi cuarto, una Marlene con bastantes ganas de charla me lo impidió, expresando una mirada suplicante de que me quedara con ella.
- ¡Hanna! -exclamó ella con entusiasmo- ¿Cómo estás? ¡Tienes muchas cosas que contarme!
- Tranquila, Marlene... -hice ademán con la mano para que se calmara, de verdad se veía ansiosa.
- ¡No, nada de tranquila! -expuso ella cruzándose de brazos y poniendo morritos como una niña pequeña, acción que me hizo bastante gracia- Hace una semana que no te veo y antes en la comida no hemos podido hablar así que...
Marlene, tan curiosa como siempre... Yo estaba segura de que me quería preguntar por mi relación con Mark, pues la última vez que nos vimos se quedó bastante impactada con la noticia de que él y yo éramos novios, y entre las cosas que pasaron ese día no pudimos conversar.
Y bueno, la verdad es que a mí no me incomodaba contarle sobre nuestra relación, no ahora que los señores ya lo sabían.
Además, Marlene era una buena amiga para mí, y la verdad es que a mí me hacía falta una confidente, alguien con quien pudiera hablar de la felicidad que sentía al lado de mi hombre amado.
- Está bien, está bien... -suspiré yo después de soltar una breve carcajada- ¿Y qué quieres que te cuente?
- ¡Cuéntame lo de Mark, por supuesto! -exclamó ella enseguida, aunque yo ya sabía que esa iba a ser su pregunta- Bueno, antes de eso quiero preguntarte si estás bien... Es que me enteré por María que ayer te sentiste muy mal y que de desmayaste...
- No te preocupes, ya estoy bien... -asentí en forma de agradecimiento ante su pregunta- Y en cuanto a lo de Mark...
- ¿Sí...? -me alentó ella con entusiasmo- ¡Cuéntamelo todo, Hanna!
Yo no pude evitar reír de nuevo ante la insistencia tan alocada de Marlene por saber tanto cuanto pudiera.
- Desde hace tiempo yo me había enamorado de él... -empecé yo a contarle con cierta añoranza, recordando esos primeros días en los que empecé a concebir ese sentimiento que hacía que todo mi cuerpo temblara al ver a Mark- Al principio yo pensaba que él no me correspondía, pero entonces, un día no pude controlar mis sentimientos y le confesé todo lo que sentía por él... -en realidad eso fue a causa de que Mark pensara que yo estaba enamorada de su amigo, cuando él, por accidente, escuchó a Marlene cuando decía por equivocación que a mí me gustaba él... pero yo no quería comentarle eso, pues no quería que ella se sintiese mal, ya que, al fin y al cabo, ella no tenía la culpa de nada.
- ¡Qué emoción! -gritó ella verdaderamente entusiasmada- ¿Y luego? ¿Qué pasó?
- Pues él me confesó que también me quería... -continué yo entonces- Me dijo que yo era la mujer de su vida y muchas más cosas hermosas...
- ¡Qué romántico! -exclamó de nuevo ella- ¿Y luego...?
Me imaginaba lo que quería decir con esa pregunta, y la verdad es que yo no podía contenerme en confirmárselo.
- Luego... -puse una voz intrigante, ella me miraba atentamente- ¡Me besó...!
- ¡Ohh, lo sabía...! -gritó ella con emoción- ¡Qué tierno!
- Sí, tanto cómo no te lo imaginas... -expuse yo con gran felicidad recordando ese momento- Y ahora los dos somos muy felices juntos...
Marlene parecía no salir de su asombro, me había estado escuchando con una enorme atención, y su grado de emoción era tan alto que parecía cómo si ella estuviese viviendo todo lo que le había contado.
- Me alegro mucho por ti, Hanna, de verdad. -dijo ella con una amplia sonrisa, con un tono ya más tranquilo.
- Gracias, Marlene. -le dediqué yo también una sonrisa satisfactoria- Y bueno... Tengo que ir a mi habitación porque Mark va a ir a buscarme cuando termine de darse una ducha...
- Claro, Hanna. -asintió ella conforme- En otro momento seguimos hablando.
- Sí... -contesté yo mientras le hacía un gesto con la mano de despedida- Hasta luego, Marlene.
De esa forma, me encaminé a paso firme hasta mi habitación, para así poder esperarlo e irnos de paseo.
Llegué hasta la habitación y me senté en la cama. Mark estaría seguramente a punto de llegar, pues habían pasado ya casi veinte minutos desde que lo dejé en la habitación, así que en cuestión de poco tiempo, ambos nos encontraríamos fuera de casa, paseando de la mano como dos enamorados.
Sin embargo, pasaron otros diez minutos y Mark no había venido a recogerme. Y no podría haber venido cuando yo estaba hablando con Marlene, pues en ese caso yo lo hubiera visto, ya que, para pasar hasta mi cuarto, tenía que caminar obligatoriamente por el punto que separaba a ambos pasillos, que era donde yo estaba en ese momento.
La verdad es que llegué a impacientarme un poco. ¿Le habría pasado algo? No, no podía ser... Seguramente se había entretenido un poco, pues la verdad es que tampoco es que hubiera pasado tanto tiempo.
Traté entonce de tranquilizarme, pensando que en unos minutos él estaría aquí, a mi lado, dándome los abrazos y los besos que tanto estaba ya anhelando.
Me levanté para estirar un poco las piernas, pues sentía que empezaban a quedarse dormidas. Entonces, en ese instante me percaté de que la puerta de la habitación se estaba abriendo.
Seguramente era mi querido Mark, pues era el único que no tocaba para entrar a mi habitación, ya que yo misma se lo había sugerido.
Mi expresión debía de estar radiante de felicidad en ese momento; aunque llevábamos menos de una hora separados, a mí me había parecido una eternidad, y por eso cada vez que lo veía no podía evitar ilusionarme demasiado.
Sin embargo, mi expresión de gran felicidad tuvo que cambiar radicalmente a una de desconcierto y extrañeza cuando, justo entonces, me di cuenta de que la persona que había entrado a mi habitación no era Mark.
Yo abrí mucho los ojos entonces, tratando de buscar una explicación a lo que estos estaban viendo.
Pero la verdad es que no había mucho que explicar. Sharon era la persona que había entrado a mi habitación, haciéndome sentir demasiado desconcertada y enfadada, pues ella no tenía derecho para entrar así a mi cuarto, y mucho menos, si era para molestarme.
- ¿Qué quieres? -pregunté yo con voz cansada, observando cómo ella se acercaba mucho más, quedando justo frente a mí.
- Tranquila, niña. -esbozó ella con una sonrisa maliciosa- No vengo a hacerte nada malo...
- ¿Se te ofrece algo? -volví a preguntar yo sin mirarla a los ojos, mostrando mi indiferencia hacia ella.
- Pero no me hables así, me vas a hacer llorar... -su tono tan irónico me enfurecía demasiado, pero traté de contenerme para no darle el gusto de ver que me alteraba ante sus palabras- Bueno, a lo que yo venía... -dijo simulando un suspiro a la vez que se sentaba en MI cama- Ya sé que te sientes muy importante y feliz por ser la novia del hijo de los señores pero...
- ¡Ya basta! -la interrumpí entonces yo, dejándome llevar por la ira- ¡Si has venido para molestarme, insultarme, o cosas parecidas... ya te puedes ir!
- ¡Uy...! Qué carácter... -espetó ella con un tono burlón a la vez que una sonrisa maliciosa escapaba de sus labios- Pero mira, yo sólo vengo a contarte algo para que no te hagas demasiadas ilusiones... Sólo quiero ayudarte...
¿Ayudarme? ¿Pero qué se creía esta chica? ¿Acaso no le bastaba con molestarme todos los días? ¿Su grado de aburriendo era tan grande que necesitaba venir hasta mi cuarto para fastidiarme? Indudablemente, esto era el colmo...
- Mira, niña. -continuó ella hablando, haciéndose la ofendida- Es mejor que te vayas haciendo a la idea de que Mark, el hijo de los señores, no es para ti...
- ¿Qué estás diciendo? -mi enfado era cada vez más palpable, cosa que seguramente a Sharon le divertía, pero que yo no podía contener.
- ¿Acaso creías que el hijo de una familia tan rica como los señores Layton estaba enamorado de ti? Pues siento desilusionarte, pero no es así... -mis puños se cerraron fuertemente, tratando de contener toda la furia que estaba sintiendo en ese momento- Para él, tú solamente has sido un juguete, un mero entretenimiento... -ella clavó sus ojos en los míos para, acto seguido, pronunciar unas palabras que a mí me desconcertaron demasiado- A ver, dime... ¿Por qué crees que tu amado novio no está ahora aquí contigo?
- ¿Q-Qué quieres decir...? -musité yo nerviosa, Sharon había logrado su objetivo de inquietarme.
- No es tan difícil, niña... -espetó ella negando con la cabeza- Pero bueno, te lo voy a decir con todas las letras para que lo entiendas.
Yo me quedé inmovilizada ante las palabras de Sharon. ¿Qué sería lo que iba a decirme? La verdad es que yo no debería estar tan nerviosa, ella simplemente me estaba diciendo esas cosas para molestarme, para hacerme dudar... Pero aún así, yo estaba ya demasiado inquieta. No sabía exactamente por qué, pero las palabras de Sharon me habían afectado demasiado, y ahora no me quedaba más remedio que escuchar lo que me iba a decir.
- ¿Qué...? -quise preguntar yo de nuevo, pero justo entonces ella me interrumpió.
- Mark, tu novio, está en la habitación con otra mujer... Y no te imaginas lo cariñositos que se encuentran...
Esas palabras me dejaron totalmente impactada. ¿Mark con otra mujer? No, no podía ser... Seguramente esos eran inventos de Sharon para sembrar dudas en mí, porque ella era demasiado malvada y perfectamente capaz de inventar eso con tal de hacerme sufrir.
- Si no me crees, puedes comprobarlo tú misma. -espetó ella antes de irse, dejándome demasiado impactada.
Yo me quedé completamente paralizada ante esas palabras. Sharon me había asegurado que Mark estaba en su habitación con otra mujer... ¿Podría ser eso cierto? ¿Mark me estaría engañando? No, claro que no. Él me quería de verdad, estaba tan enamorado de mí como yo de él y jamás se atrevería a hacerme algo así...
Todo lo que me había dicho Sharon debía de ser una trampa, sí... Ella quería hacerme daño y había inventado una historia muy cruel con el fin de lograrlo.
Comencé a repetirme a mí misma que Mark no podía haberme hecho eso, que él no era esa clase de persona... yo lo conocía muy bien y estaba convencida de que su amor hacia mí era verdadero.
Sin embargo, por más que trataba de olvidar lo sucedido, las palabras de Sharon seguían retumbando aún en mi cabeza:
"Mark, tu novio, está en la habitación con otra mujer... Y no te imaginas lo cariñositos que se encuentran..."
"Si no me crees, puedes comprobarlo tú misma"
Y entonces algo más aterrorizador pasó por mi mente. Ya había pasado mucho tiempo y él no había venido a buscarme tal como había prometido. ¿Podría ser que de verdad estuviera con otra? ¿Por eso no había venido a por mí?
Muchas cosas empezaron a pasarme entonces por la cabeza. Lo que más me desconcertaba, era que Sharon me había dicho que yo misma podía comprobarlo... ¿Y si era verdad?
Una mezcla de sensaciones no demasiado buenas recorrieron todo mi cuerpo entonces. El corazón me latía completamente desbocado, mi respiración era demasiado acelerada y todo mi cuerpo temblaba sin control. Mark era el hombre de mi vida, y si él me estaba engañando, esta ya no tendría sentido para mí. Él era alguien demasiado importante en mi existencia, se había convertido en mi más preciado tesoro, en el amor de mi vida... y jamás soportaría que hubiese jugado conmigo, que en realidad nunca me hubiese querido.
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