22. ¿Una aceptación?
Capítulo 22
¿Una aceptación?
Mi corazón latía desbocado ante el miedo que estaba sintiendo. El bandido que se había metido en mi habitación me había agarrado por la cintura, y acto seguido había tapado mi boca con sus manos.
Yo estaba demasiado asustada y no sabía qué hacer. Entonces me deshice de sus manos como pude y grité totalmente desesperada:
- ¡Socorro...! ¡Hay un ladrón en mi cuarto...!
Me alejé lo más que pude de él mientras gritaba, esperando que alguien viniese en mi ayuda.
Quise gritar de nuevo, pues cada vez me sentía más nerviosa y asustada. Sin embargo, no pude hacerlo al ver cómo la sombra de esa persona se acercaba a mí y me hablaba:
- No te asustes, pequeña...
Yo me quedé paralizada ante esas palabras, ante esa voz... Porque me acababa de dar cuenta de que el ladrón al que yo le estaba temiendo, no era otra persona que Mark...
- ¿M-Mark...? -musité yo aún algo confusa- ¿Eres tú...?
- Claro que soy yo... -contestó él dulcemente mientras se acercaba más a mí- Perdona si te he asustado...
- Mark... -suspiré aliviada a la vez que encendía la luz- ¿Qué haces aquí...? Creía que ya estabas dormido...
- La verdad es que no podía dormir... -dijo él tomando mis manos- Necesitaba estar contigo, mi pequeña...
Yo me sentía tan feliz ante sus palabras... Él había venido a buscarme hasta mi cuarto porque me necesitaba; porque me necesitaba tanto como yo a él. Y pesar del susto que me había llevado, ahora me sentía realmente tranquila y segura con él a mi lado.
- Mark... -musité yo aferrándome a su cuerpo- Yo también tenía muchas ganas de verte, de estar contigo... Te extrañaba demasiado...
- Mi pequeña... -me abrazó él con fuerza- He estado muy preocupado por ti desde que te fuiste con mi padre... ¿Qué te ha dicho? ¿Qué quería hablar contigo?
Yo me quedé callada entonces, sin saber qué decir... La verdad es que me daba un poco de vergüenza contarle a Mark la "propuesta" que me había hecho su padre...
- Hanna. -habló él de nuevo tras mi silencio- ¿Qué te ha dicho...? ¿Te ha vuelto a humillar? Dímelo, por favor...
Seguí dudando por unos segundos, pero finalmente accedí ante su insistencia.
- Está bien, te lo voy a contar... -dije suspirando a la vez que llevaba a Mark hasta mi cama para que se sentara- Tu padre me hizo una propuesta...
- ¿Qué clase de propuesta? -preguntó él enseguida, algo confuso.
- Tu padre me propuso que... -me costó mucho continuar la frase pero finalmente pude hacerlo- Me propuso una gran cantidad dinero a cambio de que te dejara; a cambio de que desapareciera de tu vida para siempre...
Vi entonces cómo la expresión de Mark cambió por completo. Ahora su rostro no reflejaba confusión, sino una gran furia que había hecho que sus puños se cerraran fuertemente y todo su cuerpo se tensara.
- Mark... -musité yo asustada ante su expresión.
- ¡No puedo creerlo...! -exclamó él indignado, levantándose de la cama- ¡¿Cómo es posible que mi padre te haya propuesto algo así...?! Ahora mismo voy a ir a hablar con él...
- ¡No, Mark...! -lo agarré yo del brazo al ver que lleno de ira trataba de salir a buscar a su padre- Tranquilízate, por favor...
- Hanna... -dijo él con la respiración agitada- Déjame ir... No puedo dejar que esto se quede así...
- Mark, por favor... -supliqué yo mientras lo sentaba de nuevo en la cama- No lo hagas... Al menos no por ahora... Estás muy alterado y sólo vas enfurecer más a tu padre...
Él se quedo en silencio por unos segundos. Al menos había logrado que se quedara sentado junto a mí, y parecía un poco más tranquilo.
- Está bien, Hanna... -accedió él al fin- No haré nada... por ahora.
- Gracias. -dije en un suspiro, echando mi cabeza sobre su hombro- Sabes... -continué diciendo algo pensativa- Mis padres siempre trabajaron muy duro para sacarnos adelante a mi hermana y a mí... -hice una breve pausa antes de seguir- Nosotros nunca vivimos con comodidades, ni lujos... No teníamos dinero para comprar el tipo de cosas a las que tu padre está acostumbrado, y a veces apenas teníamos para comer... -mi voz empezó a sonar entonces demasiado apenada- Pero aún así, ellos siempre nos enseñaron buenos valores... Nos enseñaron a ser personas de bien, a respetar a los demás y a ser agradecidas... -Mark empezó entonces a acariciar mi cabello, con una expresión de tristeza- Por eso yo nunca aceptaría lo que tu padre me propuso... Porque yo no soy la persona que él piensa que soy... -me separé entonces un poco de Mark, para así poder verlo mejor- Porque además... yo nunca te dejaría, Mark... -mis ojos empezaron a humedecerse- Tú eres el amor de mi vida y jamás podría alejarme de ti...
Un leve silencio se apoderó entonces de nosotros. Mark me abrazó con fuerza y besó mi frente con dulzura, obsequiándome así con ese consuelo que tanto me reconfortaba.
- Hanna... -susurró él muy tiernamente, sin dejar de abrazarme- Yo se perfectamente cómo eres, no hace falta que me lo digas... -sus palabras me hicieron sentir mejor- Se que nunca aceptarías un trato así... Y también se que nunca me dejarías...
- No, Mark... -volví a decir yo- Yo nunca podría dejarte... Nunca podría estar lejos de ti... No lo haría porque te quiero demasiado... Porque no podría vivir sin ti...
- Yo también te quiero, mi pequeña... -susurró él sin dejar de acariciar mi cabello- Eres lo más importante de mi vida y quiero estar siempre contigo...
Nos quedamos varios minutos así, abrazados el uno al otro... Dándonos todo el amor que nuestros corazones albergaban bajo nuestro pecho y entregándonos la calidez que estos anhelaban cuando no estaban juntos.
- ¿Qué hora es? -preguntó entonces Mark, sin separarse de mí.
- A ver... -me acerqué entonces hacia el reloj que había sobre la mesita de noche que estaba junto a la cama- ¡Son casi las doce de la noche!
- ¿De verdad? -dijo Mark algo asombrado- Qué rápido se me ha pasado el tiempo...
- Sí, a mí también... -confesé yo sin dejar de mirarlo- ¿Te acompaño a tu cuarto?
- ¿A mi cuarto? -espetó él alzando una ceja- Yo tengo una idea mejor.
- ¿Q-qué idea...? -musité yo algo nerviosa.
- ¿Me dejas quedarme contigo? -preguntó él muy dulce, de manera que yo me sobresaltara.
- ¿Q-quedarte aquí, conmigo...? -volví a preguntar con apenas voz.
- Sí, Hanna. -afirmó él de nuevo- Además, no sería la primera vez que dormimos juntos... ¿No es cierto?
- Pues si... -contesté yo algo tímida.
- Entonces... -dijo él con cautela- ¿Puedo quedarme...?
- Está bien. -accedí yo, aunque algo nerviosa- Puedes quedarte.
Mark sonrió entonces ampliamente, haciendo que yo también me sintiera muy feliz.
La verdad es que a mi me encantaba la idea de dormir junto a él, a su lado, sintiendo su calor, su tibieza, su cuerpo cercano al mío...
Mark se metió entonces en la cama, y acto seguido, yo hice lo mismo, quedando justo al lado de él.
La cama quedaba un poco pequeña para dos personas, de modo que Mark y yo estábamos muy juntos.
Yo me puse mirando hacia el lado de fuera de la cama, pues me sentía demasiado nerviosa con él tan cerca.
Traté entonces de relajarme un poco, pero eso fue algo imposible cuando, de repente, sentí el brazo de Mark rodeándome por la cintura.
Mi corazón empezó a latir entonces con mucha fuerza. Sentir su cálido brazo rodeándome, su cuerpo tan pegado al mío y su respiración sobre mi nuca, era algo que me ponía realmente nerviosa, haciendo que mi respiración se alterara de manera sobrenatural.
- Hanna... -susurró Mark entonces, haciendo que yo me sobresaltara.
- ¿S-sí...? -respondí yo con voz temblorosa.
- Te quiero.
Esas palabras realmente me emocionaron. A pesar de que me lo dijera cada día, constantemente... cada vez que yo escuchaba esa frase no podía evitar sentir algo demasiado especial y hermoso.
Yo me di la vuelta entonces, para así quedar mirando hacia él. Su brazo seguía rodeando mi cintura, y entonces yo no pude evitar hacer lo mismo: lo envolví con mi brazo enérgicamente, haciendo que nuestros cuerpos quedaran mucho más juntos, y sintiendo así la tibieza que estos nos proporcionaban el uno al otro.
Él me abrazó aún con más fuerza, haciéndome sentir protegida, querida... Yo estaba realmente feliz, los nervios que hace un momento sentía se habían convertido ahora en una inmensa tranquilidad y paz de la que nunca querría despertar.
Mark se había alejado de repente de mí. Yo le había causado un gran dolor que nunca podría reparar, y ahora él me despreciaba profundamente. Se iba de mi lado, de mi vida... Él ya no quería saber nada más de mí y yo era la única culpable, había destruido su vida y nunca iba a obtener su perdón.
- ¡No...! ¡No te vayas, Mark! ¡Yo te quiero...!
MARK
Me desperté sobresaltado tras los gritos de ¿Hanna? Sí, ella estaba gritando desesperada, pero parecía estar dormida. Yo aún la tenía sujeta bajo mi brazo, pues no había dejado de abrazarla en ningún momento. Ella debía de estar teniendo alguna pesadilla, en su delirio decía entre sollozos que no la dejara, que ella me quería.
Yo la apreté entonces muy fuerte contra mi pecho, besando su mejilla tiernamente, tratando de tranquilizarla. Ella seguía muy inquieta, pero a los pocos segundos pareció despertarse.
- Hanna, pequeña... -susurré sin dejar de abrazarla- Tranquila, todo está bien...
- M-Mark... -oí que decía ella entre sollozos con una voz demasiado asustada a la vez que temblaba.
- Tranquila, mi vida... Yo estoy contigo... -la abracé aún más fuerte contra mi pecho- Sólo ha sido una pesadilla... Cálmate, mi pequeña...
Ella parecía ahora tan frágil, tan indefensa... Su cuerpo seguía tembloroso y su llanto parecía ser incontenible. Yo me sentía demasiado impotente ante la situación, se me rompía el alma de sentirla de esa forma.
- Hanna, estoy aquí, a tu lado... -volví a decir muy suavemente- Cálmate, por favor...
- M-Mark... -ella se aferró con fuerza contra mi pecho- N-no me dejes nunca, por favor...
- Claro que no, preciosa... -susurré con un nudo en la garganta por las ganas que yo también tenía de llorar tras sentirla así- Yo nunca te dejaría... ¿Por qué dices eso...?
- Porque acabo de soñar que tú me dejabas, que ya no me querías... -dijo ella tras una leve pausa, aún entre sollozos.
- No, mi pequeña... Sólo ha sido una pesadilla... Yo nunca me alejaría de tu lado...
- P-pero es que... -siguió diciendo ella entre sollozos- No es la primera vez que me pasa...
- ¿Cómo que no es la primera vez, pequeña? -pregunté yo sin dejar de abrazarla, dándole todo el consuelo y la protección que ella necesitaba.
- He soñado lo mismo varias veces... -musitó ella con un llanto desgarrador, aferrándose con más intensidad a mi cuerpo- Y en esos sueños tú no me quieres, me desprecias porque yo te he causado un daño demasiado grande...
Sentía que el corazón se me encogía tras escuchar su voz tan rota y asustada. Ella seguía aferrada a mí con fuerza, y todo su cuerpo temblaba sin control, haciéndome sentir un gran dolor en el fondo de mi alma por no poder mirarla a los ojos y darle la seguridad que ella requería.
- Cálmate, mi vida... -volví a decir yo mientras acariciaba suavemente su cabello- Sólo ha sido una pesadilla... Yo jamás te dejaría.
- ¿D-De verdad...? -musitó ella con apenas voz, sin separarse de mi lado.
- Te lo prometo, mi pequeña. -dije con firmeza, a la vez que de nuevo la estrechaba entre mis brazos- Yo te quiero con todo mi corazón y nunca te voy a dejar. -besé su frente con dulzura- Además, tú nunca harías nada que me dañase... Sólo ha ido un mal sueño, no te preocupes...
Hanna se había quedado un poco más tranquila ante mis palabras. Su respiración parecía menos agitada y el temblor de su cuerpo había desaparecido casi por completo. Ella seguía aferrada contra mi cuerpo, con su cabeza apoyada sobre mi pecho. Yo la seguía abrazando con fuerza, con intensidad... entregándole todo mi cariño y haciéndole sentir que estaba conmigo, a mi lado... y que siempre iba a ser así.
Poco a poco el cansancio y el sueño terminaron ganándola, de forma que se quedó dormida entre mis brazos.
Yo la tuve así por un largo tiempo, acariciando dulcemente su cabello, su suave rostro... Pero entonces decidí recostarla en la cama, pues así iba estar más cómoda.
Muy despacio la recliné hasta la almohada, sujetando su cabeza con la mayor suavidad para que no se despertara. Luego la cubrí con el edredón para que no tuviera frío y besé con ternura sus labios, los cuales estaban un poco húmedos por las lágrimas que anteriormente había derramado.
Entonces yo también volví a recostarme a su lado y la abracé fuertemente, dándole la tranquilidad y seguridad que ella necesitaba y velando su sueño para que nada lo interrumpiese de nuevo.
HANNA
Abrí los ojos muy despacio, lo rayos del sol ya entraban por la ventana y anunciaban el amanecer del nuevo día.
Lo primero que pude observar fue la mano de Mark rodeando mi cintura, acción que me transmitió una inmensa felicidad y calma.
Él se había quedado toda la noche a mi lado, abrazándome fuertemente y entregándome todo ese cariño que yo tanto necesitaba.
Recordé que en la madrugada me había levantado por la pesadilla de siempre... Esa pesadilla en la que Mark me despreciaba profundamente y se alejaba de mí a causa de un daño que yo le había causado.
Esas pesadillas cada vez me asustaban más. Ya habían sido varías veces que soñaba lo mismo, y cada vez eran más intensas y reales.
Yo me había despertado totalmente aterrada, llena de miedo. Pero Mark me estrechó enseguida entre sus brazos, haciéndome sentir tranquila, segura y protegida junto a él.
- Buenos días, mi pequeña. -la voz de Mark me sobresaltó entonces- ¿Cómo has pasado la noche?
- Buenos días, Mark... -dije con una sonrisa mientras me reincorporaba un poco, al igual que él.
- ¿Ya estás más tranquila? -preguntó él a la vez que acariciaba mi mentón con dulzura- ¿Has podido dormir mejor?
- Sí, he pasado el resto de la noche mucho más tranquila... -confesé sin dejar de observar su tierna expresión- Me he sentido muy segura entre tus brazos...
- Me alegro, preciosa. -su tierna sonrisa iluminaba toda la habitación- Así quiero que te sientas siempre, segura y protegida entre mis brazos.
- Así me siento siempre que estoy contigo... -dije mientras me acercaba a él, a la vez que alzaba mi mano para acariciar su rostro.
- Te adoro, mi pequeña... -susurró él a la vez que se acercaba a mis labios- Eres mi vida, la razón de mi existencia... Y te quiero tanto como no te imaginas...
Yo sonreí ampliamente ante sus palabras. Mark era tan tierno, tan dulce... y yo no podía evitar emocionarme cada vez que lo escuchaba decir esas cosas.
- Yo también te quiero, Mark... -dije tiernamente, muy cerca de sus labios.
- Hanna... -susurró él muy despacio, con sus labios ya rozando los míos y sin dejar de acariciar suavemente mi rostro.
- ¿S-sí...? -pregunté yo a la vez que inconscientemente cerraba los ojos al sentirlo tan cerca.
Pero su respuesta no fue otra que un tierno beso sobre mis labios.
Su boca atrapó la mía con intensidad, con una efusividad y un anhelo que me hacía sentir querida, deseosa, amada... Yo le correspondí entonces con esa misma ansia, y sin control alguno devoré cada rincón de sus labios, explorando cada lugar con la misma pasión y locura que los suyos me transmitían e inspiraban.
Finalmente los dos acabamos jadeantes ante ese beso tan pasional y deseado; ante ese beso tan lleno de amor, en el cual nos entregamos sentimientos tan puros y verdaderos como los que sentíamos el uno por el otro.
- Te quiero, mi pequeña. -volvió a decir él tiernamente, a la vez que ambos nos separábamos un poco- Nunca lo olvides.
- Te quiero, Mark. -expresé yo también con una inmensa felicidad mientras pasaba mi mano entre su cabello.
Ambos nos quedamos en silencio por unos minutos. Yo observaba fijamente su hermoso rostro, el cual relucía mucho más ante su amplia sonrisa.
Aún no podía creer lo afortunada que yo era en estos momentos: estaba junto al hombre más bello y tierno de todo el mundo; estaba junto al hombre de mis sueños... Junto a ese hombre que era mi vida y que me hacía sentir la mujer más dichosa del planeta.
- ¿No tienes hambre? -me sobresaltó entonces Mark- Porque yo sí tengo.
- Sí, yo también. -contesté con una sonrisa- ¿Vamos a la cocina?
- Vamos. -dijo él con una tierna expresión a la vez que tomaba una de mis manos- ¿Me llevas?
- Claro que sí. -sujeté su mano con fuerza y me levanté junto a él de la cama- Yo te llevo, mi hermoso novio.
Nos dirigimos entonces hacia la cocina. Mark iba felizmente de mi mano, y por supuesto yo también, pues de ninguna otra forma podía sentirme más feliz y dichosa que estando a su lado.
Llegamos hasta la cocina, donde se encontraba ya María, terminando de preparar el desayuno.
Ella nos saludó amablemente y nos invitó a sentarnos a la mesa.
Nosotros estábamos a punto de hacerlo, pero justo entonces, la voz de alguien nos lo impidió.
- Mark, Hanna... -era la señora, que se dirigía hacia nosotros- ¿Vais a desayunar?
- Sí, mamá. -respondió Mark enseguida- Vamos a comer aquí, en la cocina.
- ¿Aquí? -expresó ella mirándonos a ambos- ¿Y por qué no desayunáis conmigo en la sala?
Mark se quedó callado por unos segundos y pude observar cómo su cuerpo se tensaba. Seguramente en este momento él se había acordado de su padre, al igual que yo.
Anoche se había quedado con las ganas de reclamarle la propuesta que me había hecho, y yo estaba segura que hoy no se iba a poder contener.
- Mamá... -espetó Mark aparentemente tranquilo- ¿Papá está aquí...?
- No, hijito. Tu padre se encuentra en la oficina y no volverá hasta la hora del almuerzo. -esas palabras realmente me tranquilizaron, yo estaba demasiado nerviosa y no quería presenciar de nuevo un enfrentamiento- Así que... ¿Por qué no me acompañáis a desayunar?
- Está bien, mamá. -contestó Mark tras una pausa.
- Y tú, Hanna... ¿Qué dices? -se dirigió a mí la señora, con una expresión bastante agradable- ¿Nos vas a acompañar, verdad?
Yo me quedé un poco inquieta ante su invitación. Nunca me había sentado en la mesa principal, y aunque ahora era la novia de Mark, aún no me sentía preparada.
- Claro que nos va a acompañar. -expuso Mark con una sonrisa mientras agarraba mi mano con firmeza.
- P-pero yo... -tragué saliva antes de continuar, pues estaba muy nerviosa- No sé si deba...
- No te preocupes, cielo. -me interrumpió la señora al ver mi estado de inquietud- Acompáñanos a la sala sin miedo. Eres la novia de mi hijo, así que desde ahora tienes todo el derecho a tener un puesto en la mesa.
Yo observé entonces a la señora con una expresión de enorme agradecimiento. Ella era muy buena y agradable conmigo, siempre me hacía sentir cómoda y trataba de suavizar la situación cuando era necesario.
- Está bien, señora. -dije con timidez- Muchas gracias.
- No tienes nada que agradecer, cielo. -expuso ella con una sonrisa- Te aseguro que te has ganado mi aprecio y mi cariño. -puso entonces su mano sobre mi hombro - Ahora tú eres un miembro más de la familia y quiero que te sientas cómoda junto a nosotros.
Yo me emocioné entonces demasiado ante sus palabras. La señora me veía ahora como una más de la familia, y me había asegurado que me había ganado su cariño.
Eso me había hecho sentir realmente feliz, pues aunque ganarme la confianza del señor John iba a ser casi imposible, la generosidad de la señora opacaba ese pequeño punto en contra, el cual yo aún tenía la esperanza de que algún día pudiera desaparecer.
Así, sin más dilación, nos dirigimos los tres a la sala.
La señora se sentó en el puesto de siempre; Mark iba a sentarse a su lado, pero antes retiró la silla que estaba junto a la suya e hizo ademán de que yo me sentara.
Al poco tiempo apareció María y nos dijo que en unos minutos nos traía el desayuno.
Y así fue. Pasados unos minutos el desayuno venía hacia nosotros, aunque no traído por María, sino por Sharon...
Ella iba caminando con la bandeja con una expresión seria, como siempre, aunque apacible.
Sin embargo, en el mismo instante en el que me vio sentada a la mesa junto a la señora y Mark, su expresión cambió bruscamente para convertirse en una de completa insatisfacción y rabia, haciendo que sus ojos echaran chispas.
Yo no pude evitar sentirme cohibida ante su expresión. Sharon me observaba con un odio demasiado grande y eso hacía que me sintiera realmente incómoda.
Ella dejó los alimentos de mala gana en los puestos de la señora y de Mark. Luego se dirigió a mí, y tras lanzarme una de sus miradas asesinas, dejó caer el plato con la fruta que este contenía, haciendo que casi se cayera toda.
Yo no pude evitar tensarme demasiado. Una especie de rabia estaba recorriendo todo mi cuerpo y una gran impotencia hizo que mi respiración se acelerara más de lo normal.
Al parecer Mark se dio cuenta de la situación y enseguida se acercó con cautela hacia mí:
- ¿Qué pasa, Hanna? -me susurró él cerca del oído- ¿Es Sharon, verdad? ¿De nuevo te está molestando?
- No pasa nada, Mark... -traté de calmarlo- No te preocupes.
- Claro que pasa. -volvió a insistir él- Me he dado cuenta que te has tensado mucho por su presencia y he escuchado perfectamente cómo ha resonado el plato por haberlo soltado de mala forma.
Eso era cierto. Cuando Sharon dejó mi plato sobre la mesa, este hizo un leve estruendo tras ser soltado de forma brusca. Tanto que hasta la señora se giró para mirarme a mí, y luego a Sharon, con una expresión de cierta confusión y desconcierto.
Sharon seguía ahí parada, observándome con una mirada desafiante que no podía contener. Yo bajé la vista entonces, no podía evitar sentirme mal ante su mirada tan amenazante.
- ¿Se les ofrece algo más? -preguntó Sharon secamente, aún con la mirada clavada en mí.
- Sí. -habló Mark entonces, desconcertándome por completo y haciendo que todos lo miráramos fijamente- A mí se me ofrece algo.
- Dígame. -dijo ella con una expresión menos seria, pues al parecer no se imaginaba lo que le esperaba.
- Pídele perdón a mi novia.
Yo me quedé impactada ante sus palabras. La señora Elisabeth también lo miraba impresionada, pero no más que Sharon, que se había quedado con una cara de asombro y desconcierto difícil de describir con palabras.
- ¿No me has oído? -espetó Mark de nuevo a pesar de que yo tiré de su mano indicándole que parase- He notado la forma en la que has dejado caer su plato sobre la mesa, así que quiero que le ofrezcas una disculpa ahora mismo.
Yo sentía que me estaba muriendo de la vergüenza. Sharon se merecía eso y más, pero aún así no podía evitar sentirme un poco mal ante las palabras de Mark.
Ella lo miraba aún con expresión de total desconcierto, y acto seguido me observaba a mí con un odio todavía mayor al de hace unos minutos.
- ¿Entonces? -volvió a decir Mark, que seguía sin prestar atención a mis súplicas cuando agarraba su mano- ¿No vas a decir nada?
Sharon volvió a lanzarme una mirada llena de ira y rabia, mostrándome de esa forma lo mucho que me repudiaba y despreciaba.
Sin embargo, luego desvió la mirada hasta el final de la sala y unas palabras nada sinceras salieron entonces de su boca.
- Lo siento. -dijo ella secamente, por supuesto sin mirarme a mí.
La sala se quedó en completo silencio por unos segundos, los cuales a mí se me hicieron eternos.
- Está bien, puedes retirarte. -espetó Mark tras el silencio, haciendo que yo volviera a respirar después de que un suspiro ahogado escapara de mi boca- Pero no quiero que algo así se vuelva a repetir.
Sharon no dijo nada más. Con la cabeza baja y una expresión de indignación y furia, se fue a paso ligero de la sala hasta desaparecer de nuestra vista.
La señora Elisabeth nos miraba a ambos con una expresión algo confusa, al parecer esperando una respuesta de Mark.
Y efectivamente, esa respuesta llegó pronto, pues al poco tiempo Mark empezó a hablar con una expresión algo seria, aunque sumisa.
- Siento si te he hecho pasar un mal rato, Hanna. -dijo él entonces, tras suspirar levemente- Pero no voy a permitir que esa chica te siga molestando.
- M-Mark... -musité yo con un hilo de voz, sin saber realmente qué decir.
- Hijo. -habló entonces la señora- Yo también he visto lo que ha hecho Sharon, y se la forma en la que trata a Hanna sin que ella le haya hecho nada... Pero cálmate, por favor. Yo trataré de hablar con ella.
Él simplemente asintió con la cabeza y no dijo nada más. Yo me sentía realmente apenada ante la situación; aunque yo no tuviese la culpa, mi presencia siempre era motivo de discusión en esta casa, pues si no era por Sharon, era por el señor John.
- Y en cuanto a ti, Hanna... -se dirigió la señora a mí- Lamento mucho que tengas que pasar tan a menudo por estas situaciones, de verdad no sabes cuánto me apena...
- N-no se preocupe, señora... -respondí yo enseguida, algo nerviosa- Yo soy la que siente ser siempre el motivo de las disputas en esta casa...
- No vuelvas a decir eso, Hanna. -habló entonces Mark, a la vez que tomaba mi mano- Tú no tienes la culpa de que los demás se ensañen contigo... No tienes la culpa de que esa chica que está amargada la haya tomado contra ti, y mucho menos de que mi padre sea un testarudo y un descarado que se ha atrevido a hacerte una propuesta tan ofensiva e indignante como la de ayer.
La sala se quedó en completo silencio de nuevo. Yo me puse muy nerviosa al ver que Mark había sacado a relucir el tema de la propuesta, delante de la señora. Ella parecía también un poco incómoda ante la situación, pero tras varios segundos de silencio, sus palabras terminaron con este.
- Sí, Mark. Ya estoy enterada de la propuesta que le hizo tu padre a Hanna... -expresó la señora con un semblante algo apenado- De eso quería hablar con vosotros ahora, por eso os había pedido que me acompañarais a la mesa... -nos miró a ambos y tras un leve suspiro continuó- Ayer pude hablar con él, y me confesó el ofrecimiento que te hizo, Hanna. -ella me miró con expresión de pedirme disculpas- También me contó tu reacción... -yo la miré algo avergonzada- Y aunque él no me lo haya dicho con palabras, yo sé que está arrepentido.
Yo me quedé inmóvil tras escuchar eso. ¿El señor John, arrepentido?
- ¿Por qué piensas eso, mamá? -preguntó Mark algo confuso- ¿Qué te dijo?
- Nada. -respondió la señora enseguida- No me dijo nada, pero en su expresión pude ver que de verdad estaba arrepentido.
- Pero si no te ha dicho nada... -quiso continuar Mark, pero su madre lo interrumpió.
- ¿Sabes cómo reacciona normalmente tu padre, verdad? -Mark asintió enseguida, yo escuchaba a la señora atentamente- Pues anoche, cuando él me contó lo ocurrido, no lo hizo enfurecido, ni a gritos... -hizo una leve pausa antes de continuar- Él me narró todo lo ocurrido muy sereno, con una cierta amargura... Y yo estoy segura de que él está muy arrepentido, sólo que no se atreve enmendar su error.
Yo me quedé perpleja ante las palabras de la señora. ¿Tendría ella razón y su esposo estaría realmente arrepentido? ¿Acabaría esta lucha y podríamos Mark y yo disfrutar de nuestra relación sin que nadie se opusiese? La verdad es que yo lo dudaba mucho.
- Hanna... -habló de nuevo la señora, mirándome fijamente- Yo sé que mi esposo ha sido muy duro contigo... Sé que te ha tratado con demasiada severidad y que en varias ocasiones te ha humillado... -yo me sentía realmente mal tras recordar esos momentos- Pero, por favor, dale una oportunidad... A pesar de ser así de testarudo, mi esposo tiene un gran corazón... -sentí ganas de llorar ante las palabras tan apenadas de la señora, pero aún así me contuve- Y yo estoy segura de que poco a poco él te va a ir tomando cariño, y al igual que yo, te a va a aceptar como una más de la familia.
Sus palabras y su forma de decirme todas esas cosas me emocionaron demasiado, al grado de no poder contener ya un par de lágrimas que resbalaban por mi rostro.
Mark también parecía bastante impresionado por las palabras de su madre, y no era para menos, pues tener la esperanza de que su padre me aceptara era algo también muy importante para él.
- Cielo, no llores... -la señora se levantó de su lugar y se acercó a mí- Yo estoy segura de que todo va a ir mejor de ahora en adelante... -suavemente limpió mis lágrimas con sus manos- Mi esposo te va aceptar porque eres una niña de muy buenos sentimientos y él ya ha empezado a darse cuenta.
- Hanna... -susurró Mark mientras cogía mi mano- Todo va a salir bien, ya verás...
La señora me dedicó una última mirada en la que me mandaba todo su ánimo, y tras eso se fue, dejándonos a Mark y a mí un espacio de intimidad.
- Hanna, no te preocupes... -dijo Mark muy dulcemente, acariciando mi mejilla- ¿Has oído lo que ha dicho mi madre? Todo va a ser distinto de ahora en adelante; todo va a cambiar para mejor, yo estoy seguro.
- ¿T-Tú también lo piensas...? -pregunté yo con un hilo de voz- ¿Piensas que tu padre me va a aceptar algún día?
- Claro que sí, mi vida... -besó dulcemente mis manos- Él te va a aceptar y te va a querer tanto como mi madre.
Las palabras de Mark me daban gran consuelo, me reconfortaban enormemente. Tanto él como la señora Elisabeth estaban convencidos de que el señor estaba arrepentido, que su actitud hacia mí iba a cambiar... Pero yo no estaba muy segura. El señor John era un hombre demasiado duro, y sus principios difícilmente le iban a permitir que me aceptara, y mucho menos que llegara a sentir hacia mí algo parecido al cariño.
- Ya no estés triste, mi pequeña. -volvió a decir Mark mientras acariciaba mi cabello- ¿Por qué no hacemos algo? ¿Quieres que salgamos a dar un paseo?
- ¿Un paseo? -inquirí yo un poco más calmada- La verdad es que no tengo muchos ánimos de salir...
- No te preocupes, no vamos lejos. -expuso él con una sonrisa.
- ¿Ah, no...? -pregunté algo intrigada- ¿Y adónde vamos entonces?
- Al jardín. -contestó él al instante, levantándome de la mesa- ¿No te apetece?
Esa no era mala idea. Salir al jardín y tomar un poco de sol me iba a tranquilizar y también me haría olvidar todas las cosas que tenía en la cabeza en este momento.
- Sí, me parece bien. -sonreí levemente- ¿Vamos?
- Pero antes tienes que darme algo. -me desconcertó él entonces.
- ¿Algo...? -pregunté yo pensativa- ¿Qué tengo que darte...?
- Tienes que darme algo que me ayude a desaparecer un dolor que estoy sintiendo...
- ¿Un dolor? -volví a preguntar algo alarmada.
- Sí. Me duele mucho toda la boca... -expuso él con una media sonrisa- ¿Puedes curarme?
Ohh, creo que ya empezaba a entender...
- ¿Te duele la boca...? Pobrecito... -dije en un tono muy dulce, a la vez que acariciaba su rostro- ¿Aquí te duele? -rocé entonces sus labios con mis dedos, él asintió- ¿Y aquí también...? -dije mientras deslizaba estos por toda su boca- Creo que va a ser una tarea difícil curar esos labios, pero lo voy a intentar.
Mis manos agarraron su nuca con suavidad. Yo me fui acercando entonces muy lentamente a él, de forma que poco a poco mi cabeza se fue aproximando a la suya, haciendo así que estas quedaran juntas, la una pegada a la otra.
Nuestros labios ya estaban a punto de rozarse, de entrar en contacto. Muy lentamente ambos se juntaron, accediendo a una entrega de pasión en el que nuestras bocas pedían más y más.
Nos seguimos besando con esa efusividad que reclamaban nuestros labios, con ese ardor que hacía que nuestros corazones latieran acelerados y nuestras respiraciones se alteraran más de lo normal, haciendo así que un cúmulo de sensaciones casi inexplicables, pero sin duda hermosas, se apoderaran de todo nuestro ser, convirtiéndonos así en uno sólo.
Finalmente nos separamos un poco, aunque nuestros labios aún parecían insaciables y reclamaban de nuevo el contacto.
Los dos acabamos jadeantes ante ese beso tan pasional, pero a la vez tan lleno de amor, que nos habíamos entregado hacía apenas unos segundos.
Mark reflejaba una amplia sonrisa en su rostro, y yo también estaba dichosa tras ese momento tan mágico en el que me había olvidado por completo de todos los problemas, habiéndome transportado así a un mundo nuevo, a un lugar mucho más bello y hermoso que el mismo cielo.
- Te quiero, Hanna... -susurró él apoyando su frente contra la mía- Eres mi más preciado tesoro, la mujer de mi vida, la dueña de mi corazón...
- Yo también te quiero, Mark... -musité muy despacio con gran emoción y felicidad- Gracias por estar siempre a mi lado y hacerme tan feliz...
Mark me estrechó entonces entre sus brazos, haciéndome sentir esa calidez que a mí tanto me gustaba y proporcionándome ese bienestar que sólo él podía darme.
Yo me aferré con gran efusión a sus brazos, dejándome llevar por el gran deseo que tenía de sentirlo tan cerca, de estar pegada a su cuerpo.
- ¿Vamos al jardín? -preguntó Mark con una gran sonrisa entonces- ¿O ya no te apetece?
- La verdad es que preferiría quedarme así, entre tus brazos... -dije yo muy bajito, sin separarme de él- Pero sí, vamos. Ahí te podré abrazar de nuevo...
- ¿De verdad te gustan tanto mis abrazos? -susurró él con demasiada ternura.
- Sí. Me encanta estar a tu lado, sentirte tan cerca... -expresé con gran emoción- Estando contigo me siento segura, protegida... Todo se ve mucho más hermoso cuando estoy junto a ti...
Mark sonrió ampliamente y me dio un dulce beso en la frente.
Luego, tras una serie de tiernos arrumacos y muestras de cariño, decidimos ir, finalmente, hasta el jardín.
Salimos de la sala y fuimos hasta la puerta principal, de la cual también salimos para adentrarnos así en el inmenso jardín de la casa.
Estábamos al lado de la puerta y ya nos íbamos a adentrar hasta este, cuando, de repente, vi algo que no me gustó nada.
Eric se acercaba a nosotros. Al parecer iba a tocar la puerta de la casa, pero al vernos, no dudó en aproximarse.
Yo me tensé entonces demasiado. Mark iba de mi mano y enseguida notó mi reacción, pues además yo me había parado en seco, quedándome totalmente inmóvil.
- ¿Qué ocurre, Hanna...? -preguntó Mark con semblante preocupado.
- Eric... -pude decir yo con apenas voz mientras él se acercaba cada vez más a nosotros.
- ¿Eric...? -preguntó él algo confuso- ¿Qué pasa con él...?
- Está aquí, delante de nosotros... -contesté mirándolo con los ojos desorbitados, sin saber qué hacer.
Mark pareció sorprenderse tanto como yo al saber de la presencia de ese sujeto. La mano que le quedaba libre se cerró en un puño con gran fuerza, haciéndome sentir miedo por lo que podría pasar en unos instantes.
- Bueno días, Mark. -habló Eric entonces, haciendo que el puño de Mark se cerrara con mucha más fuerza- Vengo a ofrecerte una disculpa... -continuó él con una voz muy seria- Pero sobre todo quiero disculparme contigo, Hanna... -me miró entonces a mí, con una expresión bastante apenada- De verdad siento...
- ¡¿Qué quieres?! -lo interrumpió entonces Mark lleno de ira- ¡¿Cómo te atreves a volver a esta casa después de lo que hiciste?!
- Perdóname, por favor... -siguió él con la cabeza baja- Yo estaba muy borracho ese día...
- ¡Cállate...! -espetó Mark de nuevo a la vez que soltaba mi mano, dejando que la furia envolviera todo su cuerpo- ¡No intentes justificarte! ¡Lo que hiciste no tiene perdón!
- Perdóname, Hanna, por favor... -se dirigió a mí tratando de esquivar las palabras de Mark- Yo no quería...
- ¡¡Basta...!! -inquirió Mark de nuevo, haciendo que yo me sobresaltara demasiado- ¡¡Hanna ahora es mi novia, y no quiero que te le vuelvas a acercar nunca!!
Yo empecé a sentirme demasiado mal ante la situación.
La verdad es que yo había sentido una gran repulsión hacia Eric desde el día en que vino a mi habitación para tratar de abusar de mí. Sin embargo, ahora que lo veía pidiéndome perdón de esa forma, con esa expresión de gran arrepentimiento... yo no podía evitar sentirme incómoda y apenada por él, pues Mark lo estaba echando sin dejarle oportunidad de hablar.
- Mark, por favor... -habló Eric de nuevo con una expresión de pena que a mí realmente me conmovió- No quiero que echemos a perder esta amistad de tantos años... Tú y yo éramos como hermanos...
- ¡¿Qué amistad?! ¡¿Qué hermanos?! -espetó Mark con gran indignación- ¡Eso es algo que ya no existe! ¡Tú lo echaste a perder!
Yo me sentía cada vez más abatida, pero no me atrevía a decir nada ni a interferir en la discusión que irónicamente, también tenía que ver conmigo.
- ¡¿A qué esperas?! -gritó Mark demasiado alterado- ¡¡Sal de mi casa en este momento si no quieres que yo mismo te eche...!!
Eric desvió entonces la mirada hacia el suelo, y a paso ligero se alejó de nosotros hasta desaparecer por completo.
Mark respiraba agitado tras las duras palabras que habían salido de su boca para ser dichas al que hace apenas unas semanas era su mejor amigo.
Yo no pude evitar entonces que unas lágrimas llenas de desesperación e impotencia empezaran resbalar por mi rostro.
Hace unas horas Mark había tenido un enfrentamiento con Sharon por mi causa, prácticamente todos los días lo tenía con su padre, y esta era la segunda vez que discutía fuertemente con Eric...
Mark estaba totalmente inmóvil junto a mí. Sus puños aún seguían algo apretados y su cuerpo todavía estaba tenso. Sin embargo, en su expresión se podía interpretar un semblante de gran tristeza y desolación que a mí me destrozaba por dentro.
La verdad es que verlo así me partía el alma. Yo sabía que Mark se sentía muy mal por haber perdido la amistad con Eric y haberle hablado de esa manera.
Ahora mismo estaba demasiado furioso y dolido por lo que Eric había tratado de hacerme en un arrebato causado por los efectos del alcohol, pero en algún momento ese resentimiento debía de desaparecer, y entonces tendría que perdonarlo. Porque efectivamente, Eric no se encontraba en un estado de lucidez como para poder controlar su cuerpo cuando cometió la acción de adentrarse en mi habitación y forzarme contra mi voluntad, y por eso mismo, de alguna forma, su comportamiento quedaba justificado.
- M-Mark... -musité yo entre sollozos- Perdona a Eric, por favor...
- ¿Qué...? -inquirió él con una expresión de enorme confusión- ¿Por qué me pides eso, Hanna? Él cometió una gran falta hacia ti y yo nunca lo voy a perdonar.
- Mark, por favor... -mis lágrimas brotaron con más desesperación- No quiero que pierdas a tu mejor amigo por mi causa...
- No digas eso, Hanna. -espetó él con una voz amarga- Ya te he dicho muchas veces que tú no tienes la culpa de lo que te hacen los demás...
- Pero Eric estaba borracho cuando hizo eso... -musité con apenas voz, sintiendo un gran dolor en el pecho- Tienes que perdonarlo, por favor...
- No, no puedo hacerlo. -volvió a decir él con una seriedad que me asustaba- Eric ya no existe en mi vida y no quiero volver a verlo jamás.
Yo me sentí demasiado mal ante esas palabras. Todas las discusiones y peleas que sucedían en esta casa eran por mi culpa... Mark apenas le dirigía la palabra su padre, y ahora había cortado todo lazo de unión con Eric...
Entonces sentí que ya no podía más. Una angustia sobrenatural empezó a recorrer todo mi cuerpo, haciendo que este temblara y que no resistiera su mismo peso.
Sentí que las piernas ya no me respondían y me dejé entonces caer al suelo, quedando de rodillas sobre el abundante césped del que este estaba cubierto y desvaneciéndome por completo.
Entonces no lo pude resistir más y empecé a llorar con una desesperación que me oprimía el pecho y casi me quitaba la respiración.
A los pocos segundos Mark se dio cuenta y preocupado se agachó hacia mí, buscándome con gran preocupación:
- ¿Hanna...? -dijo mientras me buscaba desesperado con sus manos- ¡¿Qué te pasa, mi vida?! ¡¿Estás bien..?!
Pero yo ni siquiera podía responder. Una ansiedad demasiado grande se había apoderado de todo mi cuerpo y mi respiración era cada vez menos palpable. Además me sentía tan mareada que la cabeza había empezado a darme vueltas, y la vista se me había nublado casi por completo.
MARK
Yo estaba totalmente desesperado. Hanna estaba tirada en el suelo y no me respondía. Ella parecía estar muy mal y yo ni siquiera podía verla, no podía ayudarla como debía.
La estreché entonces entre mis brazos tratando de reanimarla, esperando a que me dijera que estaba bien, que sólo estaba jugando... Pero no fue así. Por más que la llamaba y suplicaba, ella no me respondía ni daba señales de vida.
Cada vez me sentía más preocupado. Su respiración parecía ser muy débil y yo no podía cogerla para llevarla a la casa, no podía hacer nada porque yo no podía ver y solamente la iba a dañar más si trataba de ayudarla.
Mis lágrimas empezaron a brotar sin consuelo, haciendo que todo mi cuerpo empezara a temblar por el miedo tan grande que estaba sintiendo en ese momento.
Entonces no pude hacer otra cosa que gritar con una gran desesperación y angustia, suplicando que alguien viniera en nuestra ayuda:
- ¡Que alguien me ayude, por favor! ¡Hanna está muy mal!
Al poco tiempo llegaron mi madre y María, pues gracias a dios habían escuchado mis gritos de desesperación e inmediatamente vinieron para ayudarnos.
Ellas se asustaron mucho al ver a Hanna tirada en el suelo. María comentaba totalmente exasperada que no la sentía respirar, haciendo que mi corazón diese un vuelco al punto de detenerse.
Entre ella y mi madre llevaron a Hanna a su habitación e inmediatamente llamaron a un doctor.
Yo me arrodillé entonces junto a su cama, totalmente desarmado y con lágrimas en los ojos, esperando con gran inquietud la llegada del doctor antes de que pudiera ser demasiado tarde.
HANNA
Abrí los ojos lentamente. La cabeza aún me daba vueltas y me sentía algo fatigada. Yo me encontraba tumbada sobre mi cama, cosa que me confundió un poco. Traté entonces de hacer memoria y recordé que yo estaba en el jardín con Mark, cerca de la puerta principal. Yo empecé a sentirme muy mal entonces, tenía gran dificultad para respirar y lo último que recuerdo es que Mark gritaba mi nombre y me suplicaba que le hablara.
Sin embargo, ahora yo estaba aquí, sobre mi cama, y no tenía idea de lo que había pasado.
Pero justo entonces me di cuenta de la presencia de Mark.
Él estaba arrodillado junto a mi cama, con su cabeza puesta sobre esta y con una expresión de completa desolación. Al parecer estaba dormido, pero se notaba que había estado llorando, pues sus ojos se veían húmedos a pesar de estar cerrados.
Yo estaba totalmente desconcertada. ¿Qué habría pasado el tiempo que yo había estado inconsciente? ¿Cómo había llegado yo aquí? ¿Mark me habría traído?
Pero todos mis pensamientos se esfumaron al instante en el que vi a Mark moverse, al parecer estaba despertando.
- Mark... -musité yo con un hilo de voz, pues apenas tenía fuerzas para hablar.
- ¡¿Hanna?! -exclamó él enseguida con una voz desesperada a la vez que tomaba mis manos- ¡¿Estás bien, pequeña?!
- Mark... ¿Qué ha pasado...? -pregunté yo algo confusa, a la vez que observaba atónita su expresión de enorme preocupación.
- Empezaste a sentirte muy mal, el aire comenzó a faltarte y luego perdiste la conciencia... -contestó él con expresión alarmada, sin soltar mis manos- Yo me preocupé mucho, llegué a pensar que te iba a perder... -dijo amargamente con lágrimas en los ojos, haciendo que a mí se me encogiera el corazón- Pero gracias a dios solamente fue un susto y estás aquí conmigo, mi pequeña...
Yo sentía una gran angustia de verlo así, tan preocupado y con lágrimas en los ojos. Su expresión tan triste y agitada realmente me partía el alma, me destrozaba por dentro. Él había pasado quién sabe cuánto tiempo aquí, a mi lado, al pendiente de mí y esperando a que despertase.
- Hanna, mi pequeña... -susurró él con una voz demasiado apenada, sin soltar mis manos- ¿Te encuentras mejor? ¿Necesitas que te traiga algo? ¿Un vaso con agua?
- N-No, Mark... -musité yo con un hilo de voz, sintiéndome demasiado impotente ante sus palabras tan abatidas- Estoy bien, de verdad... -mis ojos empezaron a humedecerse- Lo único que necesito es sentirte a mi lado, que me abraces muy fuerte y que no me sueltes...
Él asintió con una media sonrisa y enseguida se metió en la cama conmigo, abrazándome con esa fuerza que yo tanto necesitaba, haciéndome sentir protegida y querida entre sus brazos.
Su cuerpo tan pegado al mío y sus brazos rodeando mi cintura me reconfortaron enormemente.
Todo estaba en completo silencio, únicamente se oían nuestras respiraciones y nuestros sollozos, los cuales eran incontenibles.
Sin embargo, a los pocos minutos la expresión de Mark se entristeció nuevamente, dando rienda suelta a unas palabras que hicieron que mi corazón se encogiese:
- Hanna, mi pequeña... -susurró él con una voz muy triste- Perdóname, por favor... Yo tengo la culpa de que te hayas puesto así...
- N-No, Mark... -dije yo al instante, observando su amarga expresión- Tú no tienes la culpa... ¿Por qué dices eso...?
- Tú me estabas suplicando que perdonara a Eric... -expresó él con una voz demasiado abatida- Pero yo únicamente te contradecía, no te hacía caso... -yo no podía reprimir que nuevamente unas lágrimas escaparan de mis ojos- Te sentías culpable de nuestra disputa, a pesar de que no ser así... -su voz tan triste me destrozaba el alma- Por eso te pusiste tan mal, porque yo no supe contener mi rabia, mi amargura... provocando que tú te extasiaras de esa manera, al punto de ponerte así.
Yo me quedé inmóvil ante sus palabras y su expresión tan desolada. Mi pobre Mark estaba deshecho, él se sentía culpable de que yo me encontrara ahora mismo en cama y de que me hubiera sentido tan mal.
- No, Mark... -musité yo con un hilo de voz mientras me aferraba con fuerza a su cuerpo- Yo no quiero que te sientas así... -hice una breve pausa antes de continuar- Tú no tienes la culpa de que yo me haya sentido mal... Únicamente tratabas de defenderme, estabas muy dolido y por eso no estabas dispuesto a perdonar a Eric... -suspiré levemente tratando de contener mis lágrimas- Y yo te agradezco mucho que hayas querido protegerme, de verdad... Pero yo necesito que hagas las paces con él, que lo perdones... Esa es la única forma en la que yo voy a poder sentirme mejor...
Mark se quedó callado por unos instantes, al parecer pensando en todo lo que yo le acababa de decir.
Sin embargo, al poco tiempo pareció tener una respuesta para mí:
- Está bien, mi pequeña... -habló él en un tono más tranquilo, acariciando suavemente mi cabello- Trataré de hablar con Eric... y de perdonarlo.
- ¿De verdad...? -lo miré entonces fijamente, sintiendo una gran esperanza de que todo se arreglara.
- Sí, Hanna. -contestó él besando mi frente- Te prometo que pondré todo de mi parte para enderezar las cosas.
- Gracias, Mark... -dije yo emocionada, con una gran sonrisa.
- Todo por que tú estés bien, mi pequeña... -me abrazó él con más fuerza entonces, haciéndome sentir demasiado bien entre sus brazos.
Nos quedamos varios minutos así, los dos abrazados.
Yo me sentía mucho mejor tras haber escuchado las palabras de Mark. Él había accedido a hacer las paces con Eric, y eso me había devuelto el alma al cuerpo.
Ambos nos encontrábamos ya mucho más tranquilos. Nuestros llantos habían cesado y la calma había llegado al fin hasta nosotros.
Pero algo nos sobresaltó en ese momento, alguien estaba tocando la puerta:
- ¿Puedo pasar? -era la voz de la señora.
- Sí, señora. -contesté yo al instante, aunque algo tímida- Pase...
La señora entró y enseguida se acercó hacia nosotros, que ya nos habíamos separado un poco, de forma que Mark únicamente estaba sentado sobre la cama y no entre mis brazos.
- ¿Cómo estás, cielo? -preguntó la señora con una sonrisa- ¿Ya te encuentras mejor?
- Sí, señora... -contesté yo algo nerviosa- Ya estoy bien, muchas gracias.
- Me alegro. -dijo ella con una expresión agradable- Nos habías tenido muy preocupados a todos...
¿A todos? ¿Quién más sabía de lo ocurrido? La verdad es que eso no se lo había preguntado a Mark, pues ahora que lo pensaba, él sólo no podía haberme llevado hasta mi habitación.
- El doctor ha dicho que tienes que guardar reposo y estar tranquila. -me sobresaltó entonces la señora, pues yo no sabía que había venido un doctor a verme.
- ¿Un doctor ha estado aquí...? -pregunté yo algo confusa.
- Sí, cielo. -contestó enseguida la señora- Ha dicho que has sufrido un ataque de ansiedad, por eso te sentiste tan mal y perdiste el conocimiento.
Yo me quedé inmóvil al oír esas palabras. ¿Un ataque de ansiedad? Claro, yo me sentía tan impotente y atosigada con todo lo que había pasado estos días... Me sentía realmente mal por todas las discusiones que se repercutían por mi causa, y por eso había llegado al extremo de sentirme tan fatigada, al punto de haber explotado.
- Hanna. -volvió a hablar la señora con una expresión algo más seria- Ahí fuera hay alguien que quiere pasar a verte.
- ¿Alguien quiere verme...? -pregunté yo confundida- ¿Quién...?
- Mejor voy a hacer que pase. -dispuso entonces la señora- Estoy segura de que te vas a sorprender cuando veas a esa persona, pero también estoy convencida de que su visita no va a ser en vano.
Yo estaba realmente intrigada. ¿Quién era la persona que quería pasar a verme? La verdad es que por más que lo pensaba, no podía adivinar de quién se trataba.
La señora se dirigió entonces hacia la puerta para hacer pasar a esa persona.
Yo miré fijamente hacia la puerta, esperando a ver de quién se trataba.
Finalmente pude ver cómo esa persona entraba, y acto seguido se acercaba a mí muy lentamente.
Yo me había quedado totalmente impactada. La señora se había quedado corta cuando me había dicho que me iba a sorprender al ver de quién se trataba.
Entrecerré los ojos varias veces para ver mejor, pues aún no daba crédito a lo que estaba viendo.
La persona que había entrado por la puerta y que ahora estaba muy cerca de mí, no era otra que el señor John.
Yo lo miraba fijamente, cada vez más desconcertada. ¿Por qué estaba él aquí? ¿Habría venido a interesarse por mí? ¿Estaría arrepentido tal como Mark y la señora pensaban?
Él ya estaba al lado de la cama, y me observaba con una expresión bastante sumisa. Yo no sabía cómo reaccionar, aún estaba demasiado impactada ante su presencia.
- ¿Cómo estás, niña? -habló entonces él, de forma que mi corazón latiera acelerado tras el impacto que sus palabras me producían.
- B-Bien, señor... -contesté yo con voz temblorosa a la vez que miraba a Mark, que también parecía muy sorprendido- Gracias...
Un incómodo silencio se apoderó entonces de toda la habitación. El señor John parecía bastante nervioso, y yo lo estaba aún más. La verdad es que todavía no podía asimilar que él estuviera aquí preguntando por mi salud, interesándose por mí.
- ¿Podría hablar unas palabras contigo? -me habló el señor de nuevo, sobresaltándome un poco.
- S-sí, claro. -asentí yo demasiado nerviosa.
Mark también tenía una expresión de gran asombro y parecía estar muy atento a lo que su padre iba a decir.
- Verás. -carraspeó el señor antes de continuar- Estoy aquí porque, en cuanto a lo de ayer...
- ¿Sí...? -traté yo de alentarlo al ver que dudaba en continuar.
- Discúlpame por la propuesta que te hice.
Yo sentí que estaba soñando. ¿El señor John me estaba pidiendo disculpas? ¿De verdad lo estaba haciendo?
- Se que te ofendí con esa propuesta, que me equivoqué contigo. -habló de nuevo el señor tras una pausa, desconcertándome por completo- También quiero que disculpes la forma tan severa e injusta con la que te he tratado siempre... -yo no podía creer todo lo que estaba escuchando- Me he dado cuenta de que quieres a mi hijo sinceramente, y se que él está feliz contigo... -no pude evitar emocionarme entonces ante esas palabras- Así que podéis estar tranquilos... -observó ahora también a Mark- No me voy a oponer a vuestra relación.
Yo me quedé totalmente paralizada, con lágrimas en los ojos. Aún no podía creer todo lo que había dicho el señor John; no podía creer que me hubiera pedido disculpas y mucho menos, que hubiera aceptado mi relación con Mark.
Una emoción demasiado grande empezó a recorrer todo mi corazón entonces. La señora Elisabeth y Mark tenían razón, el señor estaba arrepentido y ahora mismo lo estaba demostrando.
- S-señor, no se que decir... -musité yo en un sollozo irreprimible- Muchas gracias por sus palabras, de verdad... -él me observó por un instante pero enseguida desvió la mirada- Le prometo que no lo voy a defraudar... Yo quiero a su hijo con todo mi corazón, con todo mi ser... y deseo que sea feliz a mi lado.
El señor John asintió tras mis palabras, aunque su expresión seguía siendo un poco seria.
Yo no podía dejar de llorar ante emoción que estaba sintiendo. Mark había estado escuchando toda la conversación muy atento, y su rostro reflejaba ahora una expresión de inmensa felicidad y alivio que nunca antes había visto.
- En fin... -habló de nuevo el señor- Ya no tengo nada más que decir. -tragó saliva antes de finalizar- Espero que te mejores pronto, Hanna.
Tras esas palabras, el señor John salió de la habitación.
Yo me había quedado totalmente paralizada tras escucharlo. El señor me había dicho que me mejorara, pero sobre todo, lo que más me impresionó fue que por primera vez me había llamado por mi nombre.
Todo mi cuerpo temblaba de felicidad tras lo que acababa de ocurrir hace unos instantes. Aún no podía creer que el señor John me hubiera dicho todas esas cosas... Su expresión fue algo seria en todo momento, pero aún así sus palabras llegaron hasta el fondo de mi corazón, haciéndome sentir una dicha demasiado grande que llenaba todo mi pecho.
- Hanna... -habló entonces Mark con una gran sonrisa, a la vez que se acercaba de nuevo a mí- ¿Has oído lo que ha dicho mi padre...?
- Sí... -asentí con gran emoción, sin poder creerlo aún- Esto me parece un sueño... -dije sin poder contener mis lágrimas- Tu padre me ha aceptado... Lo ha hecho...
- Sí, mi pequeña. -dijo él con una expresión de gran felicidad a la vez que tomaba mis manos- Él te ha aceptado porque se ha dado cuenta de la persona tan maravillosa que eres... -acarició entonces mi cabello con dulzura- Se que te ha hablado con un poco de seriedad, pero eso es normal en él... Es un poco reservado en sus sentimientos, pero te aseguro que está feliz de que estés conmigo, y muy pronto te va a tratar con más confianza, incluso con cariño... estoy seguro.
Yo me sentí realmente bien ante las palabras de Mark. Como él acababa de decir, a su padre le costaba mostrar sus sentimientos, pero aún así ya había dado el gran paso de aceptarme, y hasta de llamarme por mi nombre.
La verdad es que no podía sentirme más feliz. Hoy había sido un día bastante duro, pero finalmente todo había tenido su recompensa.
Había podido convencer a Mark de que arreglara las cosas con Eric, y el señor John me había aceptado como la novia de su hijo.
Mark me abrazó entonces con mucha fuerza, transmitiéndome así toda la calidez que su cuerpo proporcionaba al mío y haciéndome sentir la mujer más dichosa del mundo. Lo abracé yo también con gran efusividad, haciendo que nuestros corazones latiesen al mismo tiempo y estimulando nuestra piel a que deleitara ese contacto tan cercano que ambos necesitábamos.
Yo me sentía un poco cansada tras el día tan intenso y agitado que hoy había tenido que afrontar. Eché entonces mi cabeza sobre Mark, y sin dejar de abrazarlo, mis ojos se fueron cerrando lentamente, recordando cada una de las cosas bellas que había vivido y aún me quedaban por vivir a su lado, y borrando todas las malas que, de ahora en adelante, esperaba no volver a tener que presenciar.
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