11. Una tarde maravillosa contigo
Capítulo 11
Una tarde maravillosa contigo
HANNA
Salí corriendo de la habitación de Mark. No podía quedarme ahí, estaba tan nerviosa, tan asustada... Él me decía todas esas cosas y yo no podía evitar emocionarme... Él era tan bueno, tan agradable, tan dulce conmigo... Pero no podía ser porque me quisiera, no... Seguramente él era así con todas las personas, solo que yo me había enamorado de él, y eso no podía ser... No podía ser porque él, siendo el hijo de los señores de esta casa, nunca podría fijarse en una simple empleada como yo, nunca podría quererme como quisiera yo...
Miré el reloj después de estar un largo tiempo pensando. ¡Ya era casi la hora de recoger a Lucy!
El tiempo se me había pasado volando y no me había dado cuenta. Terminé de hacer unas cosas y me fui entonces al colegio a recoger a mi hermana.
Esta vez no tuve ninguna complicación por el camino. Llegué al colegio y recogí a Lucy, que parecía muy animada después de haber estado jugando con sus amiguitas.
- ¡Hanna! -me decía ella- ¿Hoy puedo ir a jugar con Mark?
- No, Lucy... -la verdad es que yo no podía aparecerme hoy de nuevo en su habitación, me daba demasiada vergüenza...
- ¡Por qué! -replicó ella- ¡Yo quiero ir...!
- Porque no Lucy... -dije para que me entendiera- No puedes ir todos los días que tú quieras, ya te lo dije...
Después de eso ya no hablamos más del tema. Ella me siguió contando sobre las cosas que había hecho en el colegio, a las cuales yo no prestaba mucha atención, pues mi cabeza estaba en otra parte, en otra persona... En una persona que jamás me podría corresponder...
Llegamos entonces a la casa y nos dirigimos directamente a la cocina, pues el almuerzo ya estaba servido. Lo había preparado María, con la ayuda de Sharon, que por cierto, me miraba con gran desprecio.
Habiendo terminado de comer, fui a dejar a Lucy a la habitación, y le puse la tele para que se entretuviera.
Yo volví a la cocina, pues tenía que fregar todos los platos y cubiertos que se habían ensuciado. Sharon también estaba, pero más alejada de mí, haciendo otras cosas.
Entonces, vi que María se acercaba a mí para tratar de decirme algo.
- Muchacha... -me susurró ella- Tengo algo que decirte.
- ¿Sí, María...? -pregunté intrigada- ¿Qué es?
- Verás, -continuó diciéndome muy bajito- Mark te está esperando en la habitación... Me ha dicho que se te ha olvidado algo ahí.
¿Cómo? Mark me estaba esperando de nuevo... ¿Por qué...? ¿Para qué me necesitaría...? ¿Qué se me había olvidado...?
- Está bien, María... -contesté yo con apenas voz- Ahora mismo voy...
La verdad no tenía ningún ánimo de ir, no podía, no después de lo que había pasado... Pero no podía negarme, María me había dicho que fuera porque él me lo había pedido y yo debía de obedecer cualquier orden que se me diera, pues ese era mi trabajo...
Entonces me dirigí a su habitación y con miedo toqué la puerta.
- Joven Mark... -dije con inseguridad- ¿Puedo pasar...?
- Pase. -dijo él sin más.
- María me ha dicho que... -entonces me detuve enseguida cuando entendí la razón por la que me había llamado, ¡se me había olvidado el gatito!
- Le ha dicho que viniera, ¿verdad? -dijo con una voz firme, nada parecida a la dulce con la que me habló por la mañana- Se le ha olvidado esto...
- J-joven Mark... -mis labios temblaban al hablar- L-lo siento mucho... Se me había olvidado por completo lo del gatito...
- Sí, ya me di cuenta... -su voz sonaba apenada ahora- Se le olvidó porque se fue corriendo de mí, escapando de mí...
Oh no... Qué le iba a decir, cómo le iba a explicar la razón por la que me fui así, sin decir nada...
- ¿Por qué? -siguió él ante mi silencio- ¿Por qué se fue así...? ¿Acaso dije algo que la molestara...? ¿No le agrada mi compañía...?
Pues claro que me agradaba su compañía... Me encantaba estar con él, escuchar su voz, contemplar su sonrisa...
- No joven Mark... -pude decir yo al fin, algo nerviosa- Usted no ha dicho nada que me haya molestado... Y claro que me agrada su compañía...
- ¿Entonces...? -parecía confuso- ¿Por qué se fue así...? ¿Qué le ocurrió...?
Yo no dije nada. Simplemente no podía... No podía decirle la verdadera razón por la que me fui corriendo de su habitación... No podía decirle que era porque lo quería... Porque lo quería tanto que me dolía estar a su lado mientras él me decía esas cosas que mi corazón no resistía...
- Está bien... -dijo suspirando- No la voy a forzar si no me lo quiere decir... Ahí está su gato, en la cama, debe de estar dormido...
- Joven Mark, yo... -me sentía tan apenada con él, no sabía qué decirle, él ahora se veía triste, decepcionado...
- Cójalo usted misma... -siguió él con voz triste- Yo no puedo dárselo, ya sabe que no veo nada, que no sé por donde camino, que no sirvo para nada...
Entonces un inmenso dolor inundó mi corazón. Él estaba triste de nuevo y todo por mi culpa, por haberme ido así y no poder contarle la razón... Ahora él volvía a recaer en su tristeza, volvía a pensar que no podía hacer nada él solo, volvía a sentirse hundido...
- Joven Mark... -dije aguantándome mis lágrimas mientras me acercaba a él- Por favor, no hable así... No diga esas cosas... Usted es una persona muy buena, demasiado buena... Por favor, no se ponga así por mi culpa... Por favor, perdóneme...
Entonces no pude evitarlo. De nuevo mis lágrimas empezaron a derramarse y la tristeza me invadió por completo.
- Señorita Hanna... -dijo él preocupado, levantándose de su sillón y buscando a la vez mis manos- ¿Por qué llora...? ¿Por qué se pone así...?
- Porque todo es por mi culpa... -musité sin parar de llorar- Usted está de nuevo triste, y todo es por mi culpa...
- Señorita Hanna... -susurró él mientras me estrechaba entre sus brazos- Perdóneme, perdóneme a mí por ponerme así... Lo que ocurre es que pensé que hice algo mal, algo que no le gustó... O que quizá no se sentía a gusto acompañando a un pobre ciego como yo...
- No, no diga eso... -dije aún llorando, mientras él me seguía abrazando con fuerza, con una fuerza que me hacía sentir protegida, que me hacía sentir bien...- Ya le dije que usted no me hizo nada, no me dijo nada malo, al contrario... Cuando yo estoy con usted me siento bien, me siento alegre, disfruto de su compañía...
Un silencio inundó la habitación entonces. Él seguía abrazado a mí, mientras que yo aún sollozaba apoyada en su pecho, llenándolo de lágrimas.
- Está bien... -dijo él muy dulce esta vez, sin separarse de mí- Pero ya no llore más, por favor...
Yo asentí con mi cabeza, que aún estaba pegada a su cuerpo. Me quedé así por unos minutos, hasta que estuve más tranquila.
- Joven Mark... -musité ya más calmada, separándome un poco de su cuerpo- No quiero que vuelva a decir esas cosas... No quiero que vuelva a decir que es un ciego que no sirve para nada... Eso no es cierto, ya se lo dije una vez... Usted es una persona que vale mucho, que vale demasiado... Y como le dije yo le voy a ayudar, le voy a enseñar que sí puede hacer muchas cosas por sí solo, que puede hacer todo lo que se proponga...
De nuevo nos quedamos los dos en silencio. Su expresión cambió por completo. Ahora su rostro no reflejaba la amargura ni la tristeza de antes, sino que ahora se veía más tranquilo, más conforme y de nuevo se portaba cariñoso conmigo.
- Señorita Hanna... -dijo él entonces con voz muy dulce- Gracias por sus palabras... Y perdone por el mal rato que le he hecho pasar...
- No se preocupe, joven Mark... -dije yo más tranquila- Pero quiero que sepa que cuenta conmigo... Que lo voy a ayudar... ¿Y por qué no empezar ahora?
- ¿Empezar ahora...? -dijo él sorprendido.
- Sí... -musité yo aún algo nerviosa- ¿Por qué no practicamos caminar por su habitación? Sólo si a usted le apetece, claro...
- Claro que me apetece... -dijo sonriendo después de una pausa- Me pongo en sus manos, señorita Hanna...
De nuevo una serie de sentimientos invadían mi corazón. Al menos había conseguido quitar su pena, volvía a estar animado y había aceptado que lo ayudara...
- Bien... -dije yo al instante, mientras admiraba su sonrisa- ¿Se acuerda más o menos de cómo era su habitación? ¿De cómo y en qué lugar estaban las cosas?
- Sí, cómo no recordarla... -decía él algo melancólico- Aunque ahora todo está casi pegado a la pared. Mis padres quisieron que se pusiera así para que fuera más cómodo para mí, para que pudiera moverme con un poco más de facilidad...
- Ya veo... -dije observando la habitación y luego a él, que de nuevo parecía algo triste- Pero así será más fácil para usted, así que vamos a empezar, ¿le parece?
- Como usted diga. -dijo él más animado.
Entonces, muy lentamente cogí sus manos y las agarré con firmeza.
- Primero yo lo voy a guiar por toda la habitación. -dije mientras notaba cómo él también se aferraba a mis manos con fuerza- Así se podrá hacer una idea de cómo está ahora mismo.
- Está bien, yo la sigo... -dijo él asintiendo- Sólo espero que esta vez no nos tropecemos con la cama...
- N-no... -me puse tan nerviosa de sólo recordarlo.
- Señorita Hanna, era una broma... -decía él mientras reía- No se ponga nerviosa...
Pues claro que me ponía nerviosa y mucho...
- Bueno, vamos a empezar a caminar... -dije tratando de relajarme- Vamos a partir desde aquí, justo al lado de su sillón.
- Entendido. -asintió él- ¿Y ahora?
- Ahora vamos a girarnos y vamos a dar unos pasos a la derecha -lo conduje yo con mis manos, esta vez con más cuidado- y aquí está la cama...
- Sí, del sillón a la cama es fácil, ya me lo he aprendido...
- Bien, -continué yo guiándolo- ahora, desde aquí, vamos a contar los pasos que hay hasta la pared.
Lo llevé entonces, muy lentamente, hasta la pared que había enfrente mientras que íbamos contando los pasos que dábamos hasta llegar.
Y así lo hicimos con toda la habitación. La recorrimos muy despacio, de pared a pared, de esquina a esquina... Yo le iba diciendo dónde estaba puesta cada cosa, en qué posición... Le intentaba decir todo con el mayor de los detalles...
Entonces, cuando estábamos recorriendo la esquina superior, nos encontramos con la estantería, dónde estaban todos los libros.
- Mire... -dije yo poniendo sus manos sobre esta- ¿Sabe lo que es esto?
Él palpó con sus manos muy lentamente toda la estantería, pasando sus manos entre los montones de libros.
- Sí... -en su rostro se dibujó una sonrisa pero su voz se escuchó apenada- Es la estantería donde están todos mis libros...
Entonces él se quedó en silencio por unos minutos... Yo no quise decir nada, no quise interrumpir sus pensamientos... Él ya me había dicho en otra ocasión que le gustaba mucho la lectura, que era una de sus aficiones... Y ahora, él no podía hacerlo...
¿O sí podía? Sí, claro que era posible.
- Joven Mark... -dije yo, un poco insegura- ¿Le gustaría que yo le leyera un libro?
- ¿Usted...? -parecía sorprendido- ¿Usted haría eso por mí...?
- Por supuesto que sí. -dije con entereza- Puedo leerle lo que usted quiera.
- Pero no quisiera darle esa molestia...
- Ninguna molestia. -lo miré entonces fijamente, dulcemente- Le leeré el libro que usted quiera con mucho gusto...
- Muchas gracias, señorita Hanna... -su tierna sonrisa me hizo estremecer- Coja entonces el que usted quiera, el que más le llame la atención.
Miré de reojo toda la estantería, que verdaderamente estaba repleta de libros. Cogí entonces uno que tenía una portada muy llamativa, de color rojo, en el que aparecían el rostro de un hombre y una mujer que se miraban.
Llevé entonces a Mark, de nuevo, hacia su sillón. Yo me senté en la silla blanca que estaba justo al lado, en la cual me había sentado también días atrás, cuando estuvimos hablando sobre nuestras vidas.
Y así, estando los dos cómodamente sentados, el uno al lado del otro, comencé a leer el libro.
MARK
Hanna me había guiado por toda la habitación, enseñándome dónde estaba cada cosa, describiendo todo cuanto había... Ahora me estaba leyendo un libro, un libro que ella misma había escogido y que me leía tiernamente sentada a mi lado. Realmente era una chica extraordinaria, era tan dulce, tan atenta, tan cuidadosa en todo... Yo le estaba tan agradecido... Desde el día en que ella apareció en esta casa, mi vida había cambiado por completo... Ahora la espero impaciente cada día, espero con ansia escuchar su voz, su risa... Pero sobre todo sentirla cerca, tomar sus manos, tenerla abrazada contra mi cuerpo... Y todo eso se había convertido en una necesidad para mí... Una necesidad que únicamente saciaba cuando estaba con ella, con Hanna...
HANNA
Ya había leído casi la mitad del libro. Entre cada pausa que yo hacía, me gustaba admirar su rostro, su expresión... Me encantaba mirarlo a él... A ese hombre que, en poco tiempo, se había convertido en mi gran y único amor; aunque, sin embargo, nunca podría ser para mí...
- Señorita Hanna... -me sobresaltó él, a pesar de que su voz se oyó muy dulce- ¿Estará ya cansada, verdad?
- No, joven... -nunca me cansaría de hacer algo junto a él, para él- Puedo seguir.
- No, señorita Hanna... -dijo él muy suave- Ya está bien por hoy, no quiero que se canse...
- Como quiera... -dije yo dejando un marcador en la página y cerrando el libro- Voy a ponerlo en su sitio.
Me levanté entonces y llevé el libro a la estantería, dejándolo justo donde estaba antes de haberlo cogido. Al instante, volví hacia la silla y me senté.
- Listo. -dije tras sentarme- Ya puse el libro en su sitio.
- Gracias, señorita Hanna... -decía él con una gran sonrisa- Gracias por haberme leído ese libro, por todo lo que ha hecho hoy por mí...
- No tiene nada que agradecer, lo hago con mucho gusto... -dije sonriendo mientras, de repente, noté cómo algo rozaba mis piernas- Ohh, mire quién hay aquí...
- ¿Qué hay? -dijo Mark, intrigado.
- Es el gatito... -dije mientras lo cogía- Ya se ha despertado.
- Déjeme cogerlo... -dijo él con ternura, de modo que se lo puse en las manos- ¿Y ya ha pensado qué nombre va a ponerle...?
- Pues no... -me quedé pensativa- Pero de lo que sí me he dado cuenta es que es una hembrita...
- Bueno, entonces tenemos que pensar nombres de chica... -dijo él mientras acariciaba su pelo- ¿No se le ocurre ninguno?
- No, la verdad no se me ocurre cómo la puedo llamar...
- Bueno... -dijo entonces él- ¿Por qué no hacemos una cosa? Usted escribe varios nombres en un papel, los nombres que más le gusten y yo cogeré uno al azar. ¿Qué le parece?
- Sí. -dije ansiosa- Me parece buena idea.
- Mire, ahí en la mesita que está junto a la cama, en el segundo cajón, debe de haber un cuaderno y un bolígrafo... -dijo él también animado- Cójalo y escriba los nombres.
Entonces me dirigí, tal y como Mark me dijo, a la mesita que estaba al lado de su cama. Abrí el cajón y al instante divisé el cuaderno y un bolígrafo.
- Ya está. -dije volviendo a su lado- Aquí lo tengo.
- Bien... -continuó él- Ahora escriba los nombres, lo más separados posibles que pueda, para que después no haya duda de cual he señalado yo.
Y así lo hice. Escribí los nombres más bonitos y que más me gustaban, dejando suficiente espacio entre uno y otro, y le entregué la hoja a Mark.
- Aquí la tiene... -dije al entregársela- Ahora es su turno.
Mark cogió la hoja con una mano y, con la otra, empezó a deslizar su dedo índice por toda ella, hasta que finalmente paró en uno de los nombres.
- Ya está. -dijo él emocionado- Ya lo he elegido, ahora dígame qué nombre ha tocado.
- A ver... -me acerqué hacia la hoja para poder ver mejor- Y el nombre que ha tocado es... ¡¡Mimosa!!
- Mimosa... -decía él asintiendo con una sonrisa- Me parece un nombre muy bonito.
- ¿De verdad? -lo miré con dulzura, se veía tan guapo sonriendo...- Ese es uno de los nombres que más me gustan entre los que había puesto en la lista.
- Pues ya está... -decía él alzando a la gatita- Bienvenida a casa, Mimosa.
Yo me quedé mirándolo embobada. Mark era tan tierno, tan dulce, tan cariñoso... Podría pasarme las horas simplemente admirando su hermosa sonrisa...
Entonces, noté cómo mi estómago se quejaba de hambre... Oh, no... Miré la hora y eran casi las ocho...
- Joven Mark... -dije yo apurada- Ya son casi las ocho y yo estoy todavía aquí... Se me ha pasado el tiempo volando con usted...
- ¿En serio, ya son las ocho? -él también parecía asombrado- Pues a mí también se me ha pasado el tiempo muy rápido, demasiado rápido... Y supongo que eso significa que ya se tiene que ir...
- Así es... -él parecía apenado- Pero mañana volveré, se lo prometo...
- Eso espero... -dijo ahora con una leve sonrisa- Tome, aquí tiene a Mimosa.
- Gracias... -sonreí a la vez que cogía a la gatita- Hasta mañana, joven Mark...
- Hasta mañana. -dijo él muy dulce- Que pase una buena noche... Y... Muchas gracias por esta tarde tan maravillosa que me ha dado...
Yo no dije nada más. Simplemente me quedé mirándolo fijamente, totalmente embelesada, admirando su hermoso rostro, su hermosa sonrisa...
Y me retiré entonces de su habitación. Realmente el tiempo se me había pasado tan rápido... Estar con él era como estar en el paraíso... Era como estar en un sueño... En un sueño del que nunca querría despertar...
Pero ya no podía seguir pensando más en esas cosas. Tenía que centrarme en el trabajo. Seguramente en este momento Sharon debería de estar preparando la cena. Yo no tenía ganas de verle la cara, pero no tenía otra opción, tenía que ayudarle a prepararla.
Primero fui a dejar a la gatita en la habitación, donde también estaba Lucy. Entré por la puerta y puse a Mimosa sobre mi cama.
- ¡Hanna! -exclamó Lucy al verla- ¡¿Es un gatito?!
- Sí Lucy. -parecía muy contenta- Es una gatita y se llama Mimosa.
- ¡Qué bonita! ¡¿La puedo tocar?! -preguntó impaciente.
- Sí Lucy, puedes acariciarla... -afirmé- Yo tengo que ir a la cocina, así que tú quédate con ella y cuídala, ¿está bien?
- ¡Sí, Hanna! -dijo ella emocionada- ¡La voy a cuidar muy bien!
- Bueno... -dije dándole un beso- En un rato vengo a traer tu cena y algo para Mimosa también.
Me dirigí, ahora sí, hacia la cocina. Como supuse Sharon estaba preparando la cena, así que yo me puse a ayudarla, eso sí, sin decir palabra.
Fue raro pero ella tampoco dijo nada en todo el tiempo, aunque a veces sentía que me miraba de reojo, algo común en ella...
Terminamos de hacer la cena y yo me dispuse a servirla mientras ella hacía otras cosas.
Yo comí lo más rápido que pude para llevarle después su comida a Lucy y algo para la gatita.
Busqué entonces algo en la nevera para darle a la pequeña Mimosa. Cogí, en una mano, unas cuantas lonchas de embutido, que pensé que le gustarían, mientras que con la otra agarré el plato de Lucy.
Llegué a la habitación y abrí la puerta como pude a pesar de tenerlas ocupadas.
Lucy aún estaba jugando con la gatita.
- Lucy, mira... Aquí te traigo tu comida. -dije mientras le llevaba su plato- ¿Se ha portado bien Mimosa?
- ¡Sí...! -exclamó ella- ¡Y me gusta mucho!
- Me alegro de que te guste... -dije con una sonrisa- Ahora ponte a comer, antes de que se te enfríe.
Dejé a Lucy comiendo y me acerqué hacia la gatita. Le di las lonchas en pequeños trocitos que yo misma partí con mis manos para que le costara menos masticarlas. A pesar de ser tan pequeña se lo comió todo y muy rápido, sin dejar ni un pedacito.
Después de que Lucy terminara también su cena, la dejé acostada en la cama y me fui de nuevo a la cocina para dejar el plato y lavar los demás.
Cuando terminé, me dirigí de nuevo a la habitación. Lucy ya estaba dormida y la pequeña gatita también, sobre los pies de mi cama. Entonces, yo también me acosté.
A pesar de lo cansada que me encontraba, no me pude dormir fácilmente. No podía dejar de pensar en todo lo que había pasado hoy. Fueron tantas emociones juntas... Desde la gran tristeza y angustia que pasé al entrar en la habitación de Mark, encontrándolo desolado y hundido, hasta la alegría de ver su gran sonrisa cuando todo quedó arreglado... Y por supuesto, el consuelo, el cariño y la gran ternura que sentí cuando él me estrechó entre sus brazos...
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