10. ¿Yo, importante para él?
Capítulo 10
¿Yo, importante para él?
Me levanté muy temprano como siempre. Aún no eran las seis y media, pero ya me sentía lo bastante descansada para empezar el día.
De ahora en adelante tendría que seguir una rutina un poco más agitada pues tenía que llevar a Lucy al colegio todas las mañanas.
Así, después de haber limpiado un poco y siendo ya las siete de la mañana, comencé a preparar el desayuno.
Sharon aún no se había aparecido por la cocina, así que pude prepararlo tranquilamente.
Serví el desayuno y fui a por Lucy para que comiera también aquí. A Mark se lo llevaba María, como siempre.
Cuando todos acabaron el desayuno, me puse a lavar los platos, pues todavía quedaba un poco de tiempo antes de llevar a Lucy al colegio.
Mientras tanto, Sharon, que ya estaba por aquí, me observaba todo el tiempo. Parecía estar esperando a que yo cometiera cualquier mínima falta para así poder reprocharme. La verdad es que era una chica insoportable...
Y llegó la hora de irnos. Cogí a Lucy de la mano, que ya estaba lista con su mochila colgada a la espalda y nos dirigimos hacia el colegio.
Llegamos y dejé a Lucy dentro, junto con sus demás compañeros y la maestra.
Y me dirigí entonces de vuelta a la casa.
Iba a paso ligero, pues quería tardar lo menos posible. No tuve ninguna complicación por el camino, hasta que, de repente, oí algo que me hizo pararme: era el maullido de un gato.
Miré hacia todos lados y entonces vi que era un pequeño gatito que estaba colgado a una rama, a punto de caerse.
Sin pensarlo dos veces, me subí por el tronco para intentar rescatarlo, pues la rama no estaba muy alta.
Agarrada al tronco con una mano, alcé la otra para alcanzar al gatito, el cual estaba muy asustado, por lo que me costó un poco cogerlo.
Cuando al fin conseguí tenerlo seguro entre mis manos, bajé como pude, con mucho cuidado para no caerme.
Estando ya en el suelo, observé más detenidamente al pequeño.
Era apenas una cría de gatito, de color blanco y ojitos azules, una hermosura realmente.
Aún lo tenía entre mis brazos y notaba cómo temblaba de frío. Seguramente también tenía hambre, pues se veía muy débil y no dejaba de maullar.
Lo acurruqué entonces contra mi pecho, tratando de darle un poco de calor, y se quedó mucho más tranquilo.
La verdad es que me conmovía tanto el pobre gatito... Era tan pequeñito y estaba tan solito, en plena calle, sin nadie que lo cuidara...
Entonces se me ocurrió que, al menos, podía llevarlo a la casa y darle algo de comer y luego ya vería qué hacer con él.
Llegué entonces a la casa, con el gatito entre mis brazos y me dirigí hacia la cocina para buscar algo que poder darle.
Iba llegando cuando, justo entonces, me topé con Sharon, que me miraba con una mezcla asombro y desprecio y la vez.
- ¡¿Pero qué es esto?! -exclamó ella mirándome de arriba abajo- Hace un hora que te fuiste, se supone, a llevar a tu hermana al colegio... ¡Y ahora vuelves con esas fachas, con el uniforme asqueroso y con un gato pulgoso entre los brazos...!
Oh no, es cierto... Con lo del gatito no me había dado cuenta de la hora, ya hacía rato que debería de estar aquí... Y mi ropa, tampoco me había percatado de que se había ensuciado tanto al haber trepado por el árbol... Y para colmo, tenía que ser Sharon la que me viera así... La que me esperaba...
- ¿Y qué? -continuó ella- ¡¿No vas a decir nada?!
- Lo siento... -dije con la cabeza baja- Yo solo intentaba...
- Nada. -me interrumpió ella- Tú no intentabas nada que no fuera escaparte a pasear por ahí, porque eso es lo que haces siempre, aprovechar que no están los señores para hacer lo que te da la gana.
- Eso no es cierto... -dije abatida- Yo hago mi trabajo lo mejor que puedo, sólo que hoy me ha pasado esto y no me he dado cuenta de la hora...
- ¿Qué te ha pasado qué? -continuó con su discurso- ¡Lo único que te va a pasar es que cuando vuelvan los señores, te van echar sin contemplaciones, porque aquí se viene a trabajar, no a pasear!
Realmente me quedé fría con lo que me dijo. Ni siquiera tuve el valor de defenderme. Solamente tenía ganas de llorar...
- ¿Qué pasa aquí? -llegó entonces María- ¡¿Por qué esos gritos?!
- Pues lo que pasa es que esta chica, -saltó Sharon sin que yo pudiera decir nada- en vez de trabajar, se dedica a perder el tiempo recogiendo animales de la calle y encima los trae aquí.
María me miró confusa y, al parecer, se dio cuenta de mi expresión desolada a causa de los reclamos de Sharon.
- Sharon... -dijo María- ¿Por qué no vas a ordenar los baños? Creo que se han acabado algunas cosas que hay que reponer.
Tras esto, Sharon se fue, pero no antes sin echarme una de sus miradas asesinas, pues había que estar ciego para no darse cuenta de que María le había pedido eso para quedarse a solas conmigo.
- Ahora sí muchacha... -dijo María dirigiéndose hacia mí- Cuéntame qué ha pasado.
- María es que... -suspiré yo antes de hablar- Cuando venía de vuelta a casa tras dejar a Lucy en el colegio, me encontré con este gatito... Yo lo recogí y como me dio mucha pena decidí traerlo para, al menos, darle algo de comer, y por eso he llegado tan tarde...
- Y por eso Sharon te estaba regañando... -dijo María en modo de haberlo entendido.
- Así es...
- No te preocupes, muchacha. -dijo ella, quitándole importancia- Yo le voy a dar algo a este gatito para que coma y luego ya veremos qué hacer... Tú ve a la habitación de Mark, te está esperando desde hace rato...
¿Mark? ¿Él me estaba esperando a mí...?
-Sí, María... -respondí yo después de una pausa- Ahora mismo voy...
¿Qué querría Mark...? ¿Por qué querría verme...? Me preguntaba yo misma mientras me dirigía hacia su habitación.
Llegué a la habitación y toqué la puerta.
- Pase, señorita Hanna... -dijo él, sorprendiéndome.
- ¿Cómo sabe que soy yo...? -dije con voz tímida.
- Porque ya me he aprendido su forma de tocar... -decía él mientras reía- Sólo usted toca la puerta así de suave, con esa inseguridad...
- Ya veo... -respondí yo, aún apenada por las réplicas de Sharon.
Entonces se hizo el silencio por unos segundos.
- Señorita Hanna... -dijo él muy suave- ¿Le ocurre algo...?
- N-no joven... -intenté disimular- ¿Por qué me pregunta eso?
- Porque la conozco... -me impresionó de nuevo- Sí, señorita Hanna. A pesar del poco tiempo que hemos compartido juntos yo he llegado a conocerla más de lo que usted cree...
Yo no dije nada, simplemente me quedé mirándolo fijamente.
- Además... -continuó él- Que sea ciego no significa que no perciba las cosas... Así que dígame qué le pasa...
- Joven Mark... -dije tras un leve suspiro- Lo que ocurre es que hoy, tras volver de dejar a Lucy en la escuela, me he encontrado con un gatito que estaba a punto de caerse de una rama... Entonces yo lo he recogido y lo he llevado a la casa para darle algo de comer porque el pobre estaba hambriento...
- Señorita Hanna... -decía algo confundido- ¿Y qué hay de malo en eso...?
- No... -continué yo- Lo malo es que he llegado tarde a causa de eso y Sharon me ha dicho que le va a decir a los señores que me despidan, que yo no cumplo con mi trabajo...
Mientras le contaba todo lo ocurrido, no pude evitar empezar a sollozar y mis lágrimas empezaron a caer sin que yo pudiera evitarlo.
- Señorita Hanna... -dijo él con voz preocupada- ¿Está llorando?
- N-no...
- Por favor, no se ponga así... -su voz seguía sonando angustiada- No me gusta que llore...
Yo lo miré fijamente, sin poder aún contener mis lágrimas.
- Señorita Hanna... -continuó él- No le haga caso a esa chica, a usted nadie la va a despedir...
- Pero es que... -traté de seguir- Ella me ha dicho...
- Acérquese... -dijo él sin más- Venga aquí un momento, por favor...
Entonces, muy despacio, me dirigí hacia él, que, como de costumbre, estaba sentado en su sillón.
- No importa lo que ella le haya dicho. -dijo esta vez con voz más firme, mientras tomaba mis manos- Ella no manda en esta casa, así que no se tiene que preocupar...
- Joven Mark... -dije con un hilo de voz- Gracias por sus palabras, es usted tan bueno...
Y lo quiero tanto... Pero eso no podía decírselo.
- Solamente soy justo... -dijo él, aún sujetando mis manos- Pero mejor cuénteme, ¿qué pasó con el gatito? ¿aún está aquí?
- Sí... -dije un poco más tranquila, o más nerviosa... porque Mark aún no soltaba mis manos- María iba a darle algo de comer...
- Señorita Hanna... -dijo él con una voz muy cálida- ¿Sabía que tiene usted un corazón muy noble?
- Yo...
- Porque no solamente ayuda a las personas... -continuó él- Si no que también es capaz de compadecerse de un animalito callejero...
De nuevo me quedé mirándolo... Él era tan tierno, tan amable, tan dulce... Era capaz de consolarme y hacerme sentir mejor con tan solo unas palabras...
- La verdad es que no pude dejarlo ahí... -continué yo tras una pausa- Me dio mucha pena ese pobre gatito, se veía tan indefenso...
- Sí, la entiendo... -siguió él con su dulce voz- ¿Le gustan mucho los animales, verdad?
- Sí... -dije tímidamente- Sobre todo los gatitos, me dan tanta ternura...
- ¿Y por qué no se lo queda? -dijo él al instante, sorprendiéndome de nuevo- ¿No le gustaría?
- Claro que me gustaría... -dije con un hilo de voz, sin dejar de mirarlo- Pero eso no es posible, no me dejarían tenerlo aquí...
- Señorita Hanna... -de nuevo su voz tan tierna- ¿Y quién no le dejaría tenerlo aquí?
- No podría... -mi voz sonaba apenada- Yo estoy aquí para trabajar y no puedo quedarme con un animalito sólo porque yo quiera...
- Pero yo sí quiero. -dijo con rotundidad- Y yo sí le dejo que lo tenga.
Ahora sí que me dejó asombrada... ¿Cómo podía ser tan bueno conmigo, tan generoso? ¿Por qué...?
- Pero, joven Mark... -dije algo asustada- ¿Qué dirá María...? ¿Y Sharon...?
- Señorita Hanna... -él parecía muy tranquilo- Por María no se tiene que preocupar, si yo se lo pido no se va a oponer. Y Sharon... ¿Qué importa lo que ella diga? ¿Acaso ella puede interferir sobre las decisiones que yo tome?
- No, joven Mark... -dije tras un suspiro- Pero aún así...
- Pero nada, señorita Hanna... -siguió insistiendo él- Si a usted le ha gustado ese gatito, yo le permito que lo tenga aquí y punto.
- Joven Mark... -sentí que de nuevo mis lágrimas iban a salir, pero esta vez por una razón muy distinta- No sé qué decirle...
- No tiene que decirme nada... -continuó él- ¿Por qué mejor no me trae el gatito? Quisiera conocerlo...
- Sí, joven... -dije con apenas un hilo voz- Ahora mismo voy a buscarlo...
- Está bien... -dijo él sonriendo- Aquí la espero...
Salí entonces de la habitación de Mark, emocionada, en busca del pequeño gatito.
MARK
Hanna salió de la habitación y yo me quedé pensativo... Era una chica tan dulce, tan solidaria, tan sensible, tan llena de vida... Ella había rescatado un gatito y yo no podía decirle que lo volviera a dejar donde estaba, no después de escuchar cómo hablaba de él con tanta ternura, con tanto cariño... Además, a mí no me desagradaba la idea, pues también me encantaban los animales... Y, por supuesto, si era algo que a ella le hacía feliz, no podía negarme, no quería...
HANNA
Me dirigí entonces hasta la cocina, que era donde había dejado el gatito, con María.
Miré por todos lados, pero no los vi... El gatito no estaba y María tampoco.
- ¿Qué te pasa, muchacha? -oí entonces la voz de María, que se acercaba a mí- ¿Buscas al gatito?
- Sí, María... -dije mientras seguía buscándolo con la vista- Pero ya he mirado por toda la cocina y no lo encuentro...
- No te preocupes, Hanna... -dijo ella enseguida- Ven, sígueme un momento.
María dio unos pasos acercándose a la mesa, luego se agachó un poco y señaló con el dedo una de las sillas.
- Míralo. -dijo señalándolo- Ahí está.
Me asomé y vi entonces al pequeño gatito, que estaba dormido debajo de la silla.
- Se quedó dormido hace un rato... -siguió María- Le di un poco de leche y algunas sobras de pollo de ayer y se las comió ansioso, parece que tenía mucha hambre...
- Sí, pobrecito... -dije yo, aún mirándolo- Gracias por cuidarlo María.
- De nada muchacha. -dijo ella amablemente- Por cierto... ¿Ya has decidido qué vas a hacer con él?
- Bueno pues... -me daba un poco de vergüenza decírselo, pero tenía que hacerlo- El joven Mark me ha dado permiso para quedármelo, pero si a usted no le gusta la idea...
- No te preocupes, Hanna... -me interrumpió ella- Si Mark te ha dado permiso, no hay ningún problema, yo no voy a poner ninguna objeción... Además, él es hijo de los señores, así que él es quien decide las cosas.
- Gracias María...
- No tienes nada que agradecer, muchacha... -dijo con una leve sonrisa- Yo tengo que salir un momento, así que nos vemos más tarde.
- Sí, María... -dije despidiéndome- Hasta luego.
Yo seguía agachada, observando al pequeño gatito, que ya parecía estar despertando. Lo acaricié suavemente y se puso a ronronear, jugando a la vez con mi dedo cuando yo lo movía. Era tan adorable...
Entonces lo cogí con mucho cuidado y me dirigí hacia la habitación de Mark, que ya debía de estar cansado de esperar.
- Joven Mark... -musité tocando la puerta- Ya estoy aquí...
- Pase...
- Siento la tardanza... -dije yo, un poco apenada- Me quedé un rato hablando con María...
- Creí que ya no iba a venir... -decía él ¿triste?-
- Lo siento...
- No pasa nada... -parecía más conforme- ¿Me ha traído el gatito?
- Sí. -dije emocionada mientras me acercaba a él- Aquí se lo traigo...
Llegué hasta él y puse entonces al gatito sobre sus piernas.
- Acarícielo... -dije mientras miraba como él lo tocaba cuidadosamente- Verá que suave es...
- Sí, tiene un pelo muy suave... -dijo él sonriendo- ¿Cómo es? Descríbame cómo es...
- Pues mire... -me dispuse entonces a explicarle- Es muy pequeño como ya habrá notado... Es de color blanco, muy peludo, y con unos hermosos ojitos azules...
Mark sonrió y siguió acariciando al gatito. Yo también lo hice, acaricié suavemente al gatito mientras observaba su hermosa sonrisa.
Entonces, en algún momento nuestras manos se cruzaron, de modo que mis dedos quedaron entrelazados en los suyos... Yo me quedé mirándolo fijamente y mi corazón empezó a latir de nuevo con fuerza...
Tras unos segundos de silencio y con nuestras manos todavía unidas, Mark dijo algo, algo que fue inesperado para mí y que me puso aun más nerviosa:
- Señorita Hanna... -empezó a decir él, algo inseguro- Ya me ha descrito al gatito... Pero hay algo que también me gustaría saber...
- ¿S-sí...? -mi voz sonó entrecortada- ¿Q-qué quiere saber...?
- Quiero saber... -musitó él, también nervioso- Quiero saber cómo es usted.
Entonces me quedé paralizada. Mark me estaba preguntando cómo era yo... ¿Quería saber cómo era yo...? ¿Sería simple curiosidad...? ¿O podría ser que él también sintiera, aunque fuera solo un poco, algo de lo que yo sentía por él...? No, no podía ser... Simplemente debía de ser por curiosidad... Sí, eso debía ser...
- Y-yo pues... -apenas me salían las palabras.
- ¿Cómo es su cabello? ¿De qué color son sus ojos? -preguntó él entonces, tratando de animarme.
- Pues, a ver... -dije tras un suspiro, al tiempo que nuestras manos se separaban- Tengo el cabello largo, color castaño y mis ojos son marrones...
- Seguro que es hermosa... -dijo él dulcemente mientras acariciaba mi pelo, de forma que mis manos empezaron a temblar.
Yo no dije nada, estaba demasiado nerviosa y no sabía qué decir...
- Porque por dentro lo es y mucho... -siguió entonces él, agarrando de nuevo mis manos, pero esta vez con más fuerza- Es una persona muy bella porque es capaz de hacer sentir bien a los demás, capaz de ayudar desinteresadamente, de dar cariño a quien lo necesite, de alegrar los días que parecen oscuros... Porque eso es usted para mí: una luz que se apareció en medio de mi oscuridad y que ahora alegra todos mis días, alguien tan importante que necesito todos los días...
Yo lo miraba fijamente, paralizada, con lágrimas en los ojos... ¿Por qué me decía todas esas cosas tan bonitas? ¿De verdad yo era para él una luz dentro de su oscuridad? ¿De verdad yo era alguien importante en su vida...?
No sabía qué hacer, qué decir... Estaba demasiado impactada, demasiado asustada, demasiado nerviosa... Sentía tantas cosas a la vez, tantas emociones juntas... Pero no podía dejar que él notara como me sentía, no podía dejar que se diese cuenta de mis sentimientos hacia él, no... Entonces, impulsivamente me solté de sus manos y sin pensarlo, me fui corriendo de su habitación.
MARK
Se ha ido. Ella se ha ido corriendo, sin decir nada... ¿Por qué...? He notado que estaba muy nerviosa mientras yo sostenía sus manos, mientras yo le hablaba... Pero ahora se había ido, y yo sentía un vacío muy grande dentro de mí, un vacío que solo podía llenar ella, Hanna... Porque así era... Ella se ha convertido en alguien tan especial para mí, alguien que me llenaba, que me hacía sentir bien, alguien que me animaba los días y me contagiaba su alegría, alguien que me daba su cariño, su confianza, alguien que me había hecho ver que la vida sigue aún en medio de la oscuridad... Y todo eso lo hacía ella, esa chica que, poco a poco, sin que yo apenas me diera cuenta, se estaba metiendo en lo más profundo de mi corazón...
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