Capítulo XXIII
Despierto poco a poco de mi ensoñación, y siento a alguien moviéndome el hombro violentamente.
“Cinco minutos más” pienso, antes de que los recuerdos me azoten en la cara y me incorpore de golpe, dándole un cabezazo a algo en el camino.
-¡Auch!- escucho una voz masculina quejarse, y rápidamente me giro para comprobar que esté bien. Me encuentro al chico de ayer, que ahora se está sujetando la nariz con una mueca de dolor.
Intento tocarle el hombro con mi mano derecha, pero no puedo. Me giro para comprobar que está atada a una cuerda de una tubería que sobresale de la pared del sótano. Perfecto
Mi pecho se agita a cada respiración entrecortada, y trato de calmarme sin éxito.
-¿Estás… bien?- consigo murmurar, y el chico (¿Connor? No me acuerdo muy bien del nombre) se gira hacia mí, y al ver mi estado me sostiene las manos.
-Hey, no pasa nada-“sí, sí que pasa. Acabo de joderlo todo” quiero decirle, pero estoy más centrada en respirar- mírame a los ojos- me repite con voz calmada.
Hago lo que me dice, y enseguida unas nauseas me suben por la garganta. Dios, se parece tanto a mi padre… Casi son la misma persona.
Al no poder aguantar más, giro la cabeza y echo lo poco que tengo encima. Él me agarra del pelo hasta que las arcadas cesan, y entonces me abraza.
-No te voy a decir que vamos a estar bien, porque ni yo lo sé. Pero estamos juntos-la bofetada de realidad me sienta como un jarro de agua fría. -No estás sola, ¿me oyes? Ahora, céntrate en respirar. Inhala…- lo intento con todas mis fuerzas.- Eso es- me anima- y suelta el aire poco a poco-.
Tras unas cuantas respiraciones más, consigo calmarme, y giro la cabeza para investigar el entorno.
Conozco esta casa como la palma de mi mano, y eso incluye el sótano. Las estanterías que llegan hasta el techo, la lavadora que hace un ruido insoportable cuando funciona, la luz titilante de la pobre lámpara que hay en el centro de la habitación, y esa esquina que me daba tanto miedo de pequeña…
En esa esquina está mi madre, que yace de lado, profundamente dormida y con lágrimas secas en sus demacradas mejillas, donde distingo varias cicatrices y un par de cortes abiertos.
Con la mano que aún me queda libre, sostengo la suya con cariño, y las lágrimas vuelven a mis ojos. Aún sigo sin creerme que siga viva.
Sus ojos se abren poco a poco, y se iluminan al ver mi cara. Al sonreírme débilmente, le sale su habitual hoyuelo que tanto me hacía reír, y le devuelvo la sonrisa.
-No puedo creerme que estés aquí- dice con voz ronca, y enseguida Connor le pasa una de las muchas botellas de agua que hay cerca de la esquina.
Tras beber un poco, me la ofrece, y bebo un poco antes de dejarla en el suelo.
-Pensaba…-la voz se me rompe, y me la aclaro antes de volver a hablar.- Pensaba que estabas muerta.
-Lo sé, cielo- me acaricia la mejilla con su mano libre, ligeramente temblorosa.
Entonces caigo en la cuenta. Connor no está atado.
Me giro hacia él con el ceño fruncido.
-¿No estás atado?- Connor niega con la cabeza. -¿Por qué?-.
Él y mamá comparten una mirada.
-Deberíamos contárselo. Está aquí con nosotros, merece saberlo- dice mi madre. Connor niega con la cabeza.
-Pero ¿tú has visto cómo está? Que, a ver, no la culpo, sobre todo en esta situación, pero tal vez deberíamos esperar un poco.
-Connor, díselo. Lilly es fuerte. Podrá soportarlo.
-¿Estás…?
-Sigo aquí- espeto, algo molesta. Ambos me miran avergonzados. -Preferiría que me lo contaseis.
-Antes que nada, tengo que advertirte que es… fuerte, por llamarlo de alguna manera- me dice Connor, algo preocupado.
-Díselo ya- le reprende mi madre.
-¿Decirme el qué?- pregunto, frustrada.
Connor coge aire y lo suelta, antes de decirme:
-Somos hermanos-.
Me quedo callada unos segundos, tratando de asimilar la información.
-¿Eh?- digo, confundida.
-Somos hermanos- me repite, como si no lo hubiese escuchado. -Verás, yo tengo 13 años. Cuando pasó… lo que pasó- un escalofrío me recorre la espalda de solo recordarlo- mamá estaba embarazada de mí-.
Comienzo a atar cabos. Tiene 13 años, justo el tiempo que ha pasado desde que mi padre (si es que aún puedo seguir llamándolo así) trató de venderme. Y nunca encontraron el cuerpo de mi madre, así que supusieron que su cadáver se quemó en el incendio posterior…
Pero, ahora que lo pienso, ¿cómo es posible que mi madre esté viva? Yo estaba ahí, la sostuve en mis brazos, yo lo ví, lo recuerdo demasiado bien…
Entonces caigo en un detalle en el que nunca me había parado a pensar. No hubo sangre. Ella no sangró después del balazo que le perforó la cabeza… ¿o tal vez fue el cuello?
Mi memoria está borrosa, como si mi cerebro tratase de bloquear esos recuerdos con todas sus fuerzas como una manera de mantenerme a salvo de esa experiencia.
Connor y mamá me miran con empatía, como si pensasen que estoy procesando el que él y yo seamos hermanos (que en parte es lo que estoy haciendo) y no esté maquinado cómo es posible que mi madre continúe con vida. Me giro hacia ella.
-¿Cómo…?- trago saliva antes de formular la pregunta. -¿Cómo es posible que sobrevivieses al disparo?
-No fue una bala lo que me atravesó el cuello- me explica ella. -Sino un sedante. Uno bastante potente, en concreto. Caí rendida en cuanto la aguja me atravesó el cuello. El cabrón de tu padre tenía una muy buena puntería.
-Pero ¿cómo llegaste aquí? La casa se incendió…
-Al parecer, después de que los policías te sacasen de la casa, algún socio de Edward me sacó de allí. Hoy en día sigo sin saber por qué, pero tengo una seria sospecha de que fue por Connor- Edward era el nombre de mi padre. Antes era un nombre que consideraba bonito. Ahora lo aborrezco.
Apenas podía procesar toda la información. O sea, de la nada, la madre que creía muerta no lo está, y, por si fuera poco, tengo un hermano.
¿En qué momento mi vida se ha torcido tanto?
Connor baja la mirada a sus destrozados zapatos. Parecen de hace bastantes años, por lo desgastados que están.
Escucho ruidos en la puerta del sótano, y dejo de respirar por unos momentos.
Que no sea quien creo que es, por favor…
Pero, como obviamente la suerte no está de mi lado, Andrew se asoma por la puerta con una bandeja con comida. Hasta ahora, no me había dado cuenta de que tenía hambre, pero al ver la comida, mi estómago me recuerda que llevo tiempo sin comer. Sin embargo, al ver la cara de Andrew, esa que tantas veces he besado, esa que tanto amé y admiré, se me quita el apetito.
Mi madre lo mira con indiferencia, como si ya estuviese acostumbrada a su presencia, pero a Connor se le aprecia el miedo en sus ojos azules, del mismo tono que tanto yo como Kazumi compartimos con él. Me permito un momento de paz para preguntarme cómo reaccionará Kazumi cuando se entere de que tenemos un hermano, antes de que Andrew comience a bajar las escaleras y el pánico vuelva a mi mente.
Me obligo a mantenerme fuerte, con la barbilla en alto y aparentando una seguridad que no estoy ni cerca de sentir.
Andrew baja los peldaños con aire de superioridad, y nos mira como si no fueramos más que… objetos. Como si no le importásemos lo más mínimo, que es, probablemente, lo que más se acerca a la realidad.
Al llegar abajo, suelta la bandeja de cualquier manera entre mi madre y yo, y mi madre coge con algo de precaución uno de los trozos de pan que hay. Pero yo no me muevo ni un centímetro.
Andrew se pone de cuclillas para quedar frente a mi cara, y me sonríe de una manera que me pone los pelos de punta.
-Mira a quién tenemos aquí- me dice, poniendo dos dedos en mi barbilla y elevándola para que sólo pueda ver sus ojos.
El corazón me late tan deprisa que temo que lo pueda escuchar. Trago saliva, tratando de mantener una expresión serena.
No me atrevo a hablar. Tampoco es que pudiese si lo intentase. Estoy totalmente paralizada a causa del miedo.
Él suelta una carcajada seca al ver mis intentos en vano de tranquilizarme.
-Eres igualita a tu madre- dice con desprecio. -No te podías quedar quietecita, ¿verdad? No podías hacernos caso y quedarte tranquila con la rubia esa…
-Se llama Juno- replico, con la rabia bulléndome en las venas. ¿Cómo se atreve a hablarme así, como si fuese un puto perro?
Me lanza una mirada severa antes de continuar.
-En fin, debería haber sospechado algo. También eras así cuando estábamos juntos. ¿No te cansas de meter las narices donde no te llaman, creyendo que ayudas cuando, en realidad, sólo condenas a todos?- auch. Directo al corazón. -Pasó lo mismo con tu madre. Si le hubieses hecho caso a tu padre, ahora ella no estaría aquí. Y Connor tampoco- se acerca a mi cara. -Haznos un favor a todos, y para de intentar saberlo todo. Si no, más de una persona sufrirá- se da la vuelta, pero parece recordar algo y se vuelve a acercar. -Y otra cosa. Intenta escaparte, e iré a por ese amiguito tuyo… ¿Ciro? Como se llame, y lo mataré. ¿Entendido?-.
Tras eso, coge a Connor de la muñeca y se lo lleva a rastras afuera del sótano.
Me quedo quieta durante unos segundos, tratando de absorber el golpe de Andrew sin venirme abajo. Al final, paro de luchar y me derrumbo.
Todo es mi culpa. Aunque intente negarlo, Andrew tiene razón. No paro de complicarlo todo, de hacerlo todo más difícil. Si no hubiese venido aquí, ahora estaría con Juno. Si me hubiese quedado con mi padre, ahora mi madre y Connor vivirían una vida feliz y sin problemas.
Todo es mi puta culpa.
Mi madre se acerca y me pone una mano en el hombro, y comienzo a llorar en su pecho mientras ella me acaricia el pelo lentamente.
Estamos así unos minutos, hasta que me recompongo de nuevo.
-¿Estás mejor?- me pregunta mi madre, con la preocupación reflejada en sus ojos verdes.
-Sí- me obligo a decir.
Nos quedamos en silencio durante ornato mientras yo como un poco, y decido que no me voy a venir abajo.
Puede que nos esté poniendo en riesgo a todos, pero tengo que encontrar una manera de escapar, de salir de aquí. Y, aunque sea una metomentodo, esa es mi manera de ayudar a la gente. Y a las personas que me quieren no les importa que lo sea.
O, al menos, eso me digo a mí misma
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro