Capítulo XIII
-¿Andrew?-digo con la boca abierta.
Está con la misma chica pelirroja (Sophie creo que era) con quien le vi en la universidad. Pero esta vez, Andrew acorrala a Sophie contra la pared y la besa.
Cuando Andrew oye mi voz (la cual había sonado algo rota) se separa bruscamente de ella y Sophie pone una mueca hasta que me ve.
Los dos se quedaron pálidos, como si hubiesen visto a un fantasma.
-¿Qué significa...- hago un gesto rodeándoles a los dos.-...esto?
-Li-lilliet, puedo explicártelo- me cruzo de brazos esperando la explicación. Los ojos comenzaron a escocerme, pero no quería llorar.
Enarco una ceja haciéndome la dura. Casi puedo ver los engranajes de su cerebro girando a toda velocidad.
Al parecer consigue lo que estaba buscando, porque cambia su expresión a una relajada y me dice:
-Nos estábamos abrazando-.
¿Eso era todo lo que se le había ocurrido?
Menuda excusa de mierda
-¿Te crees que soy imbécil?- espeto con tono borde.
-¿Qué te crees? ¿Que nos estábamos besando?
-Sí, es precisamente lo que creo.
-Eres una paranoica Lilliet, solo nos abrazábamos- Andrew se acercó a mi y comencé a recapacitar.
Quizá no se estaban besando. Hay que tener en cuenta que soy miope y hoy no llevaba las lentillas.
Sí, a lo mejor lo había visto algo borroso y me he confundido.
Andrew se postra en frente de mi y me agarra el mentón con dos dedos, obligándome a mirarlo a esos ojos verdes que un día tanto me gustaron.
Ahora había otros por delante.
Espera, ¿por qué he pensado eso?
Él me dedica una de sus sonrisas encantadoras y mira fijamente a mis ojos azul mar.
-Sabes que no hay otra mujer a la que mire más que a ti- me acaricia la mejilla lentamente y sonrío de medio lado.-Tú eres la única que ven mis ojos-.
Tras eso, junta nuestros labios en un beso dulce que se convierte en salvaje en cuestión de segundos, pero yo me aparto.
No sé por qué lo he hecho, pero me aparto.
-Me tengo que ir- miento rápidamente. De repente tenía un impulso de alejarme de él.
Andrew me mira con cara rara, pero asiente.
-Vale. Te llamo luego, me dice con una sonrisa.
-Yo también me voy- anuncia Sophie. Me sonríe, aunque es una sonrisa que no llega a sus ojos verdes, y me sigue, despidiéndose de Andrew con la mano.
Una vez Andrew está lejos, Sophie me toca el hombro.
-Tenemos que hablar, pero no ahora- saca un boli de su chaqueta y un papel. Apunta una dirección y me la da.-Ven aquí mañana a las seis y media de la tarde. Necesito contarte algo importante-.
Frunzo el ceño, extrañada, pero asiento igualmente.
-Está bien. Pero, ¿con quién tiene que...?-.
No pude terminar la frase porque Sophie ya estaba caminando a paso rápido hacia la dirección contraria a la que yo debo de dirigirme.
Me pongo las gafas que llevo en el bolso y observo la dirección. Es un café que estaba a unos diez minutos de mi casa, así que no me venía tan mal.
Me pongo una alarma en el móvil para no olvidarme y continúo caminando hacia el metro.
Llego a mi casa veinte minutos más tarde y, una vez allí, me tumbo en el sofá.
Tabitha viene enseguida a recibirme y se acurruca en mi lomo, y Heidi no tarda en llegar a lamerme la mano.
Sí, ya sé que Heidi parece más un perro que un gato, pero la quiero igual.
Mis gatas me suben el ánimo y saco el teléfono para encontrarme notificaciones de mis videojuegos.
Genial. Ciro me ha jodido tres de mis aldeas.
Suspiro pesadamente y me pongo a restaurarlas hasta que llaman a la puerta.
Me levanto y mis gatas me bufan, ya que estaban muy cómodas. Sonrío ligeramente y abro la puerta.
Era Willow.
Aún estoy un poco enfadada con ella, pero el enfado se me va de golpe al encontrar que tiene sus lindos ojos verdosos rojos e hinchados. Había estado llorando.
Está cabizbaja. Llevaba una camiseta algo ajustada y unos vaqueros rotos, y su pelo estaba algo despeinado en una coleta mal hecha.
Levanta la mirada y me mira con ojos vidriosos.
-Siento lo que hice en casa de Ciro. No quería hacerte sentir incómoda. De verdad que lo lamento-.
Sonrío de lado y Willow hace lo mismo, solo que su sonrisa no llega a sus ojos.
-No pasa nada Willow. Sólo es que... perdí los nervios. Yo también lo siento-.
Ella esboza una gran sonrisa y me abraza. Yo hago lo mismo, feliz de poder estar bien de nuevo con mi mejor amiga.
La invito a pasar y nos pusimos a hablar de todo de lo que no habíamos hablado esta semana, y , cómo no, Willow se puso a hacerme peinados como siempre. Esta vez no me quejo, ya que tengo aprendido que no sirve de nada.
Acabo con una linda trenza que me cae por el lado derecho y que me queda bastante bien.
Entonces le hablo de que Sophie dice que tengo que hablar con ella, y frunce el ceño, extrañada.
-¿Vas a ir?- me pregunta.
-Pues claro, ella dijo que era importante- digo con tono seguro. Ella se encoge de hombros y cambiamos de tema.
Pasamos toda la tarde juntas hasta que se hizo tarde y tuvo que irse a su casa. Me lo pasé especialmente bien, y cuando se fue jugué con mis gatas hasta que me entró el sueño y me fui a la cama.
Escuché un sonido que venía de la puerta principal. Acababa de abrirse.
Mi padre y el hombre raro estaban fumando y no estaban muy conscientes de lo que ocurría a su alrededor, así que, con paso cauteloso, me dirigí a la entrada de la casa abandonada.
Los pies me dolían, debido a que estaba descalza y los cristales se me clavaban en las plantas de los pies, pero ignoré el dolor. Había pasado por cosas peores.
Cuando llegué a la entrada, vi a mi madre, que tenía una expresión de terror.
Aterrada, comencé a repetirle que no entrase, que estaban armados, mientras ella evaluaba mis heridas.
-Hola, bonita- dijo el hombre extraño detrás mía.
Con expresión de horror, me giré hacia el hombre que me decía que era solo suya, que ahora miraba a mi madre como un depredador que está a punto de matar a su presa.
-¿Quién es ella?- me espetó el hombre. Me quedé callada hasta que me pegó un bofetón y me repitió gritándome -¿¡Quién es ella!?
-Es mi madre- dije con voz temblorosa.
La mirada del hombre se dirigió de nuevo hacia mi madre, la cual parecía segura de si misma.
Pero yo no lo estaba. En absoluto.
Él sacó una pistola y la apuntó directamente a la cabeza.
Ella palideció, pero de pronto gritó:
-¡Kazumi, ahora!-.
Una patrulla de policías entró a la casa. Kazumi los encabezaba, y me miró con cierto espanto, pero sacó una pistola.
-Zorra mal parida...- murmuró el hombre. Mi madre me sujetó las mejillas y me dijo con tono suave:
-No te rindas nunca. Hazlo por mi, ¿vale?- acto seguido, un disparo resonó por la casa, y el cuerpo de mi madre cayó inerte a mis brazos.
Me despierto de golpe, sobresaltada.
Una capa de sudor frío me cubre la frente, y estoy temblando. Mi respiración está muy agitada, y apenas puedo respirar.
Me duele la cabeza, y un nudo en la garganta se había instalado. Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante.
Intento respirar hondo, pero una presión en el pecho me lo impedía.
Estuve 30 minutos tratando de superar el ataque de ansiedad, hasta que comencé a calmarme. El corazón aún me late demasiado rápido, pero al menos puedo respirar.
Miro la hora. Las ocho de la mañana.
Suspiro y me visto para ir a la universidad, sin olvidar que hoy tenía que hablar con Sophie.
Salgo de la universidad con las manos doloridas de apuntar, con mi coleta hecha un desastre y agotada mentalmente. Además, tenía que pasar a limpio los apuntes, porque estaban con una letra que yo a duras penas entendía.
Mi móvil vibra, recordándome que tengo que ir a la cafetería en treinta minutos, pero como está a cinco minutos de aquí no me preocupa llegar tarde.
Entro a la cafetería y veo a Sophie sentada en una mesa tomando una galleta.
Me acerco a ella y me siento enfrente suya. Ella me mira, algo seria, y llama a la camarera.
-¿Qué te apetece?- pregunta Sophie.
-Una porción de tarta de zanahoria y un té matcha- respondo. La camarera lo apunta y se va.
Nos quedamos un rato en silencio incómodo hasta que decido romperlo.
-¿Qué era eso de lo que tenías que hablarme?- pregunto con curiosidad.
Ella me mira, dudando sobre si contármelo o no. Debe de decidirse, porque al final me dice:
-Andrew si te está poniendo los cuernos-.
Me quedo procesando la información durante unos segundos.
-¿Eh?- digo, con voz temblorosa.
-¿Te acuerdas de que ayer nos viste muy juntos y Andrew te dijo que no nos estábamos besando? Pues es mentira. Me estaba besando- explica ella, cabizbaja.-Yo... Yo no sabía que seguíais juntos. Él me dijo que habíais roto porque el me amaba solo a mi. Pero ayer vi como te besaba y lo confundida que estabas... Y supuse que no era cierto. Solo quería decírtelo-.
Mis ojos están empañados, mi boca muy abierta (la cual cierro al instante) y no me lo podía creer.
En ese momento, la camarera vino con mi té y con mi tarta, pero se me había ido el apetito.
-No... No es verdad- digo.-Él nunca me haría eso, él...
-¿No me crees?- dice ella, como si ya lo hubiese anticipado. Entonces se inclina hacia mí.-Hay una fiesta hoy a las diez y media de la noche. Si quieres te apunto la dirección y lo compruebas tú misma-.
Asiento lentamente y ella me lo apunta en una servilleta. Me lo tiende y se levanta.
-Ha sido un placer hablar contigo, Lilliet. Te espero en la fiesta- se despide y se marcha por la puerta, dejándome confundida y con lágrimas en los ojos.
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