—¡Es la última vez que te hablo!

Me gritó, el maldito hijo de perra ya me tenía harto, a la mierda el jodido amor, miré con sumisión a la Horda Dorada, era... bastante guapo e intimidante, pero era un jodido mongol hijo del mongolito ese...

—¿¡Me estás escuchando!?

Moscovia lo miró asintiendo levemente con la cabeza gacha.

—Que me aleje de tus hermanos, si... ya lo sé, son el enemigo y esas cosas... bla, bla, bla.

Murmuró cansado, la horda lo miró con odio.

—Sabes perfectamente lo que no debes hacer... ¡Aún así lo sigues haciendo!

Le gritó y golpeó el estómago del moscovita el cual se agarró la parte afectada intentando recuperar el aire, lo miró con los ojos llorosos por el golpe.

—L-lo siento...

Susurró arrepentido, pero rápidamente recuperó la postura y miró un poco enfadado al mongol.

—Vate a la mierda Moscú.

La Horda Dorada le lanzó un golpe algo molesto, para sorpresa de ambos... Moscovia tomó el puño del mongol y se lo devolvió directo a la cara...

Me sentí... poderoso... bueno, cuando ese imbécil se volvió y me miró, me cague... y no de miedo.

Pero me sentí poderoso.

Cuando volví a golpearlo... descargué mi ira en el...

Lo mate, me hizo mierda... pero el murió.

Yo... no soy normal, no soy igual a los demás... soy... superior, en ese momento lo descubrí.

Moscovia miró el cadáver de la Horda Dorada, se agachó y tocó el pecho del mongol con una suavidad sorprendente.

Su propia mano abrió un agujero en el pecho del otro dejando expuesto su corazón.

Lo tomó en sus manos... lo observó...

—Tú corazón es mío.

Murmuró y... mordió el corazón, masticaba con desesperación la carne, saboreando el sabor que para el era simplemente adictivo y sabroso.

Quería más... lo siguiente que comió fueron las vísceras, había descubierto que los órganos sabían mejor que la carne, se notaba gustoso pero su mirada denotaba locura.

Amo el sabor del corazón, es mi comida favorita.