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❄ 12 Days Before Christmas ❄
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Con ligeras sombras bajo sus ojos a causa de aquellos pensamientos que rondaron su cabeza toda la noche, el joven omega puso una gran taza de café caliente sobre el escritorio de su oficina. Acercando su asiento se dispuso a abrir su computadora portátil para comenzar a trabajar y ocupar su mente en algo más que no fuera su pasada vida personal. Y es que no era cosa sencilla. Fuera de su hermana y su cuñada, casi nadie sabía a fondo sobre su pasado. Ciertas cosas habían quedado ocultas incluso de sus pocos amigos más cercanos.
El omega acuñó su propia mejilla al recargarse del escritorio. Una sonrisa iluminó su rostro, haciendo formar pequeñas líneas sus ojos al ver de fondo de pantalla a su amada hija. Miró hacia la puerta de su oficina, algunos compañeros caminaban por fuera, atentos a sus propios asuntos laborales. Se dio a sí mismo el permiso de holgazanear un momento, abriendo una de las carpetas que había cargado de la última navidad el año pasado. La pequeña Jian, su hermana Moonbyul y su cuñada Yong-sun celebraban su primer nochebuena juntos.
Su cuñada había aceptado ir a vivir junto a ellos luego de mucho tiempo de estar saliendo con su hermana. Ellas llevaban una linda relación desde hace casi cinco años, pero no fue hasta hace un año que por fin formalizaron en una pequeña ceremonia con unos cuantos amigos. Nada extraordinario, pero muy significativo. Yong-sun había sido una gran ayuda y cómplice de su hermana al motivarlo a regresar a servicio. Sí fuera por él, seguiría cuidando alegremente de su hija hasta que esta se graduara y terminara una carrera. Sin embargo, ser padre soltero no significaba abandonar todos su sueños, y ser policía fue un sueño desde la infancia.
Park Jimin era un gran agente, sus méritos había ganado trabajando y demostrando sus aptitudes en el medio. Un joven destacable por su desempeño desde la academia. El concepto de ser omega jamás lo detuvo, sin importar aquellos que no estuvieron de acuerdo. Eso incluye a su padre... Aquel huraño alfa de familia. El comandante Park Siwon no aprobaba su deseo por incorporarse junto a su hermana a la academia de entrenamiento policial. Decía que Moonbyul estaba mejor capacitada por ser alfa.
Joder, su padre era un desgraciado alfista.
Pero contra viento y marea Jimin no se dio por vencido. Aún contra su enojo y desagrado logró hacerle ver su error. Un omega podía ser un gran policía, sin mirarse por debajo de nadie y sin rebajarse ante nada. Él y su hermana eran buenos activos en el departamento, a pesar de que su grado es mayor como agente, ambos Park eran respetados.
Jimin suspiró mirando otra fotografía de su hija y él, cada uno estaba usando aquellos suéteres navideños con un muñeco de nieve y un reno respectivamente. La pequeña Jian tenía una diadema con cuernos marrones de reno, sonriendo a la cámara mientras abría sus obsequios. Su rostro era tan lindo, tan... Tan parecido al de... Él. ¿Por qué debían parecerse tanto?
Podía mirar sus pequeños ojos oscuros, su fina boca rosa, su bonita piel clara y su cabello oscuro. Pocas cosas o ninguna en su rostro le recordaban a sí mismo. Jian no se parecía tanto a él, por el contrario, era idéntica a su otro padre.
El omega cerró la carpeta y deslizó el cursor hacia su buscador de archivos y expedientes. Escribiendo un nombre que hace años no escribía y mucho menos pronunciaba. El expediente digital del caso se abrió en la pantalla, frente a sus ojos en la primera hoja, un par de imágenes tomadas el día de su arresto. El rubio mordió su labio inferior intentando retener a toda costa una sonrisa inoportuna. ¿Seria muy tonto admitir que incluso en esas fotografías monocromáticas sosteniendo la ficha con su nombre lucía atractivo?
Bastardo y guapo delincuente.
Había logrado colarse más allá de sus piernas. Y, aunque su hija fuese obtenida gracias ese pequeño error, no sé arrepentía para nada. Tenerla, fue lo mejor que le pasó en la vida. Una de las cosas que le agradecería a ese sinvergüenza. Su misión era llevar a ése delincuente a la cárcel y no a su cama. Su misión era recaudar pruebas, no enredarse en sus brazos y comerse los labios. Su misión era ponerle las esposas y enjuiciarlo, no terminar esposado él mismo a una cama mientras se sometía placenteramente al alfa.
Joder, ¿por qué solo recordarlo le erizaba la piel?
Llevó su mano a su nuca estremecido. Si sus jefes supieran que convirtió su ficticio personaje encubierto, en verdadero affair con un criminal rompiendo las reglas del protocolo, lo habrían declarado incompetente, incluso su puesto habría tambaleado. No habría regresado con los honores que regresó. Si supiera que su hija, era hija de ese tipo al que encarceló.
— ¿Recordando viejos tiempos? —preguntó Moonbyul a su lado. Haciéndolo saltar de un susto y regresar al presente.
— Moon... Dios... —gritó por lo bajo. El rubio cerró de inmediato la computadora y miró a su hermana con disgusto fingido. — ¿No sabes tocar? —siseo. La alfa rió mientras acercaba una silla para sentarse cerca.
— Toqué dos veces antes de entrar, pero estabas tan concentrado en tus lagunas mentales que no me escuchaste. ¿Qué tienes aquí? —murmuró tomando sin permiso la computadora. Al instante Jimin atrapó la misma con sus manos, aferrándose a ella.
— Nada importante... Solo... —trató de persuadirla. El omega jaló el aparato intentando quitárselo, pero la alfa no lo soltó y logró tirar más fuerte arrebatándoselo. — Moon... —la reprendió apretando los labios.
— ¡Pareces un niñito! —le dijo molestando.
Jimin se acomodó el cabello y respiró profundo para después exhalar. Moonbyul abrió la computadora y miró fisgoneando. Había visto un par de veces o dos aquel expediente pero no había puesto demasiada atención al hombre.
— 1,75... Altura promedio. —masculló desinteresada. Jimin rodó los ojos mientras fingía ordenar su escritorio. — Hmm... Es, lindo. Bastante. IQ de 129. —dijo sorprendida. — Eso explica por qué Jian es tan inteligente. —murmuró con una sonrisa ladina, una ligera burla juguetona a su hermano.
— Ja, ja. —masculló sarcástico.
Moonbyul puso la computadora nuevamente en el escritorio. Suspirando, se reclinó de brazos cruzados en su asiento y miró a su hermano fijamente.
— Se parece mucho a él. Es casi una gota de agua. —le dijo seria. Jimin cerró el expediente y la miró. — ¿Estuviste pensando lo que te dije anoche? ¿Le contarás a Jian? —inquirió. Jimin frotó su frente con algo de frustración.
— No lo sé... —admitió sincero. — ¿Y si me pregunta más? ¿Si quiere conocerlo? ¿Si me pregunta por qué está en la cárcel? ¿Cómo le digo que yo fui el que lo puso ahí?
— No es tu culpa que esté ahí. Él se lo buscó, estafó a personas, robó millones a empresas multinacionales... Que aunque no es la mínima parte de lo que ganan, es un delito. Tú no lo encausaste en ese mundo. Él ya estaba viviendo la vida que eligió. Tu solo hacías tu trabajo. —le dijo.
Como siempre, su hermana tenía la razón. Jimin recibió ese caso en sus manos, era bueno, muy bueno para su carrera. Vigilar y acercarse a él, ganarse su confianza para conocer todos sus próximos golpes. Pasar información de aquellos desfalcos e inversiones falsas. Cada engaño a personas que envolvió para robar millones de wons. A pesar de eso, Jimin logró conocer también una parte benévola de aquel ladrón. Pues aunque robó y lavó mucho dinero, también fue testigo de como una buena parte quedó en distintas obras benéficas. Desde hospitales, hasta orfanatos.
Quizá fue por ello que sus barreras profesionales se debilitaron al grado de olvidarlas. O simplemente fue el primer beso al que cedió en aquel club donde el alfa solía ir noche tras noche durante tres semanas para verlo bailar. Su personaje había sido un encantador y sensual omega llamado Kitty gang, un coqueto y pelirrosa bailarín de clubes nocturnos que poco a poco logró engatusar a ese astuto lobo. Un inolvidable beso que le hizo flaquear. El primero de muchos, más allá de su personaje.
Jimin cayó bajo el hechizo de sus labios, bajo el toque de sus manos que gradualmente y tras varias copas lograron nublar su moral y perderse como jamás lo había hecho por alguien más. Probó repetidas veces de sus encantos que lo llevaron a la luna sin pensar en las consecuencias. Dejó que su omega gobernara sobre su profesionalismo y sucumbió a sus instintos. Podían decir o pensar lo que quisieran de él, pero se sintió tan bien ser sometido de aquellas formas en que él lo hizo. Se sintió tan bien romper las reglas y ceder ante lo incorrectamente bueno. Le hizo sentirse... Vivo.
Moonbyul lo miró levantando la ceja con una idea navegando en su mente. Su hermano se había quedado en silencio, al parecer recordando profundamente.
— ¿Aún sientes algo por él? —le preguntó sin filtros en la lengua, tomándolo desprevenido.
— Que dices... —balbuceó, mirando hacia otra parte.
— No me evadas la mirada. Park Jimin... Mirame. —le ordenó. Bufando y rodando los ojos, la miró. — ¿Sigues enamorado de ese tipo?
— Han pasado ocho años...
— No me salgas con rodeos. —lo interrumpió. — ¿Aún sientes algo por él? —volvió a preguntarle.
El omega maldijo por lo bajo a la inquisitiva y asertiva personalidad entrometida de su hermana. En algunas ocasiones llegaba a ser molesto. ¿Había algo en lo que pudiera equivocarse?
— ... No. —susurró. Moonbyul entornó la mirada, desconfiada. — Quedó en el pasado. Solo era mi trabajo, tú lo has dicho. Ahora, tengo que trabajar. ¿Se te ofrece algo más? —añadió cortante. Su hermana chasqueó con la lengua y se levantó de la silla sabiendo que la conversión no iría hacia ningún lado.
— No. Nos vemos cuando seas más honesto, o la hora de salida... Lo que ocurra primero. —masculló burlona. Sabía que molestaría a su hermano pues él bien sabía que lo que negaba era verdad.
Jimin bufó dejando salir el aire de sus pulmones una vez que ella se fue. Ocho años... Habían pasado ocho largos años. En ese entonces tenia solo veintiún años, era un chico joven. Era tan relativamente fácil "enamorarse" y él... Lo hizo.
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Yong-sun esperaba pacientemente, recargada en su auto estacionado en la calle frente a la escuela. La hora exacta en el reloj en la que la campana sonó, dándole fin al horario de clases. La omega miró salir ordenadamente al grado menor junto a su profesor para entregar a los niños más pequeños con sus padres. Esperó hasta que el segundo grado saliera para acercarse a la entrada. En cuestión de segundos encontró con la mirada a su sobrina, quien al verla levantó su mano saludándola. Yong-sun le saludó de vuelta con una sonrisa mientras sus compañeros salían conforme era su turno.
— Muchas gracias maestra Jung. —le agradeció en la entrada con una leve reverencia. — Feliz navidad. —le deseó.
— ¡Feliz navidad maestra! —exclamó la pequeña, con una reverencia respetuosa hacia su profesora.
— Disfruta tus vacaciones. Feliz navidad Jian. Señorita Kim. —le dijo amable a ambas.
La pequeña tomó de la mano a su tía mientras se despedía de su amiga con la mano. Caminando hacia el auto como en cada ocasión, ambas subieron y tras poner su cinturón de seguridad partieron.
— ¿Iremos hoy al centro comercial? —preguntó desde su asiento.
— ¿Quieres ir hoy? —le preguntó interesada. La rubia no quitó la vista del camino pero alcanzó a notar como asentía repetidas veces.
— Quiero pizza. —dijo.
— ¿Pizza?
— Ujum.
— Podemos comprar pizza en la pizzería cerca de casa. —le propuso.
La niña negó con su cabeza. Tenía otros planes además de comprar pizza. Una de sus compañeras le había contado que hoy era el último día en que el buzón estaría disponible en ese centro comercial. Después de ahí, no sabia a donde se lo llevarían. O eso escuchó decir a su padre pues el trabajaba ahí. No quería perder la oportunidad de hacer realidad su anhelado deseo.
— La que venden en el centro comercial es más deliciosa tía, además a papá le gustan más. —decretó astuta. Yong-sun sonrió.
¿Qué más daba? Igualmente estaban de paso. No tomaría mucho tiempo, además le evitaría cocinar esa noche.
— De acuerdo, vayamos entonces.
La niña aplaudió alegre por su cometido. Tan solo unos cuántos minutos y calles después, aparcaron en el estacionamiento del centro comercial más cercano. Con su mochila en su espalda caminaron hasta la entrada, subieron a las escaleras eléctricas que llevaban a la segunda planta. Dirigiéndose a la izquierda donde varias cafeterías y zonas de comida rápida se encontraban, la niña miró al otro lado, donde cerca de la enorme fuente había una gran decoración con obsequios en un costal rojo y un enorme buzón colorido con destino al polo norte donde los pequeños podían ir y dejar sus cartas.
Siguió caminando junto a la mayor hasta la pizzería donde algunas personas ya esperaban. No eran demasiadas, quizá cinco antes que ellas así que formándose en la fila se dispusieron a esperar su turno. Una y después otra persona. La pequeña estaba impaciente por ir a dejar su carta al buzón antes que se lo llevaran. Miró a su tía entretenida con su teléfono mientras esperaban en la fila y luego miró que aún faltaban tres personas antes que ellas. Tal vez si corría rápido podía ir a dejarla y volver... ¿Cierto?
Miró atenta cuando su tía le echó un vistazo y le sonrió. La pequeña pelinegra le sonrió mostrando sus dientes un poco nerviosa. Yong-sun volvió a lo suyo, pues estaba platicando con Moonbyul, acerca de su hora de salida. Tan entretenida que no notó cuando la niña se apartó de ella y corrió perdiéndose entre la gente que transitaba de compras.
Jian corrió veloz, escabulléndose entre los mostradores y maniquíes cercanos. Mirando de vez en vez hacia la pizzería dónde su tía solo avanzaba cuando otra persona se fue. Más decidida que nunca, Jian corrió hasta la fuente respirando profundo. Se quitó la mochila y la puso en el suelo mientras la abría. Buscó la carta que se hallaba entre sus cuadernos y la sacó para después cerrarla y ponérsela nuevamente.
Mirando hacia atrás, sólo faltaba una persona antes del turno de su tía. Se apresuró hasta el gran buzón rojiblanco y puso la carta en el interior sin soltarla.
— Por favor Santa... Quiero conocer a mi otro papá. —pidió con fervor, cerrando los ojos.
Su mano se abrió y la carta se fue al fondo del buzón mientras su pequeño corazón aún latía con fuerza. Deseaba con toda esperanza que su deseo que cumpliera. Dio la vuelta y corrió de nuevo cuidadosa. Escondiéndose de la vista, se ocultó tras un enorme pilar que llevaba a un resquicio bajo unas escaleras. La niña vio como ahora era turno de pasar y aún no estaba junto a su tía.
Iba a correr hacía ella cuando una mano cubrió su boca y otra la sujetó de la cintura, llevándosela hacia aquel lugar tras las escaleras. La pequeña pataleó y trató de gritar pero aquella persona que cubría su boca la llevó hacia un lugar oscuro en el que puso algo sobre su cabeza antes de correr con ella.
Yong-sun miró a su lado al llegar su turno de pedir la pizza y notó que estaba sola.
— ¿Jian? —le llamó. Mirando hacia todos lados. — ¡Jian! —le gritó, entrando en pánico al no hallarla ni verla por ninguna parte. — ¡JIAN! —gritó desesperada.
Su corazón se detuvo, sus manos temblaban y el color abandonó su rostro. No... No podía ser... No podía ser.
Se acercó hacia las personas que pasaban angustiada.
— ¿Ha visto una niña de este alto... —le dijo a un señor de cabellos blancos. — T-tiene el cabello negro y largo...
— No, lo siento. —dijo disculpándose.
Le preguntó a varias personas que circulaban sin recibir una respuesta. Nadie había visto a la pequeña. Por dios... ¿Qué le diría a su padre?
Su padre...
Buscó de inmediato su teléfono nuevamente. Marcando con dificultades pues sus manos no dejaban de temblar mientras mira hacía todos lados. El lugar estaba lleno de personas pasando, hablando, la música. Dios, sentía que se desmayaría justo ahora, justo ahí, todo la daba vueltas cuando la voz de su cuñado se escuchó a través del altavoz.
— ¿Sun? ¿Qué pasa? —preguntó despreocupado, apilando en orden algunas carpetas para después llevarlas al archivero.
— J-jimin... —balbuceó mortificada.
— ¿Estás bien? —preguntó al escucharla. El omega cambió de oreja su teléfono.
— Jimin es Jian... —vaciló nerviosa.
— ¿Qué pasa con ella? ¿Está bien?
— N-no... Dios... L-lo siento Jimin... Yo... Solo la descuidé un momento y... Y...
— ¿Y qué? ¿Sun? ¡¿Sun?! Dios mío, habla... Me estás asustado... —exclamó preocupado.
— ¡No está! ¡Jian no está! No la veo por ninguna parte... Estaba a mi lado y solo, ¡desapareció! —sollozó desesperada.
El suelo del omega se movió, debilitando sus rodillas y haciéndolo acercar la silla para sentarse.
— No... —jadeó con dificultad. Su respiración se entrecortó mientras escuchaba la voz de Yong-sun en la bocina.
No... No su hija... No su pequeña... No ella...
🎁MIN∆BRIL
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