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Adam se congeló cuando el alfa frente a él lo empujó contra la pared.

Ni siquiera logró emitir un sonido de dolor. Se sentía incapaz de reaccionar, de actuar y empujar al otro hombre, que se creía con el derecho de sacar a Adam del bar para llevarlo a un callejón y maltratarlo por solo haberle invitado una bebida.

Era absurdo cuan aterrorizado se sentía ante una situación que había experimentado muchas veces antes. ¿Cuántas veces no había aceptado la bebida de algún extraño bien parecido para después aceptar llevar las cosas más allá? ¿Cuántas veces no había entrado a algún callejón para comenzar la diversión antes de llegar a la cama más cercana posible?

Adam se sentía tan absolutamente incapaz de defenderse.

¿Dónde estaba el omega temerario y orgulloso que era antes? ¿Cómo se había convertido en un omega tan asustado y cobarde?

Lo sabía, simplemente se negaba a pensar en eso.

Un pequeño sonido angustiado escapó de su boca cuando le apretaron el trasero y el ácido olor del alfa inundó sus sentidos, asqueandolo. Adam intentó retroceder pero no había escapatoria, estaba entre la pared y ese alfa, sintió las lágrimas comenzar a caer a medida que su pánico se desbordaba, pero al alfa no le importó.

Cuando el alfa llevó una mano al cuello de Adam y apretó intentando someterlo, Adam lo perdió.

Su cuerpo tembló y su respiración se volvió errática, combinada con sollozos, no podía respirar, no podía hacer nada, se sentía abrumado por el miedo y el olor del alfa que continuaba tocandolo.

Un especie de bufido enojado lo hizo reaccionar y repentinamente cayó al suelo cuando el alfa fue arrancado de su cuerpo. Jadeo, tocando su cuello, respirando con fuerza para mirar hacia arriba y encontrar que otro alfa había entrado al callejón, el alfa lanzó al atacante de Adam contra la otra pared y sin dejarlo reaccionar lo golpeó con un… con un rodillo de cocina en la cabeza, dejándolo inconsciente. Un rodillo que parecía haber sacado de su trasero.

Adam parpadeó aturdido ante la escena, se sentía tan confundido por lo que había visto que su miedo, su pánico comenzaron a disminuir.

–¿Qué? –susurró Adam, frunciendo el ceño, mirando del alfa inconsciente al alfa con el rodillo en la mano–, ¿qué acaba de pasar?

–Te salve –declaró con orgullo, un momento después pateó al hombre en el suelo, murmurando un sin fin de groserías en otro idioma.

–Yo… yo… ¿Tenías ese palo metido en el culo?

El alfa lo miró como si fuera un tonto, frunciendo el ceño en una expresion petulante.

–No seas absurdo. Lo tenía metido entre las nalgas solamente.

Adam se paró lentamente.

–Claro, si, por supuesto. Tonto de mi –murmuró, poniendo los ojos en blanco.

Adam miró al alfa en el suelo, un ligero temblor recorrió su cuerpo. Tocó su cuello, aún con la sensación de estar siendo estrangulado, aunque la sensación era diferente, un pedazo de cuero en lugar de la mano de alguien.

Se sacudió de sorpresa al darse cuenta que el alfa se había acercado, pero su sorpresa venía de no sentirse en peligro.

–Aleja eso de mi.

El alfa torció la boca, moviendo el rodillo en un gesto aleccionador.

–Eres demasiado quisquilloso.

Adam frunció el ceño.

–Discúlpame por no querer cerca tu palo de culo.

–Grosero –masculló el hombre, su ridículo bigote temblando.

Ambos se miraron largamente, estudiandose uno al otro, el hombre debía estar a mediados de sus cuarenta, era unos diez años mayor que Adam, también era más grande y alto que él, pero no de una forma exagerada que hablara de ejercitarse, estaba vestido como un abuelo, con un cabello rizado descuidado. Sus ojos caramelo y sus pómulos eran su único atributo.

Era un alfa, pero su olor no era intimidante. Ante la mirada embobada se burló.

–Olvidalo, amigo –declaró, barriendolo con la mirada–, gracias por salvarme, pero esta no es una mala película porno alfa/omega donde te pago con mi cuerpo.

El alfa, indignado, lo barrió de arriba a abajo también, queriendo aparentar se sentía despectivo.

–No estoy interesado, y no soy tu amigo. Además ese es un mal agradecimiento, ¿qué aquí en Londres no enseñan modales?

Adam lo ignoró.

–Gracias por esto –señaló con la barbilla al alfa inconsciente–, de verdad.

Tras decir eso pasó a su lado para salir, cruzándose de brazos mientras avanzaba por la acera iluminada por las farolas. Se detuvo en la esquina para esperar un taxi, sintiendo que cada vez hacía más frío. Su chaqueta se había quedado en el bar, pero no tenía intención de regresar por ella. Sacó el celular de sus jeans para revisar la hora, consideró llamar a un servicio de taxis a medida que pasaban los minutos y no veía a ninguno en la calle.

–No puedes irte simplemente así.

Adam saltó ante la voz, miró detrás de él al alfa que aún sostenía el rodillo, con un ligero temor retrocedió. No se le había ocurrido que podría estar tratando con otro imbécil, se había relajado de forma inconsciente ante ese alfa.

El alfa lo observó y al percibir su miedo retrocedió de inmediato, viéndose claramente amedrentado por haberlo asustado. Levantó su mano izquierda abierta en un exagerado gesto tranquilizador, que increíblemente funcionó. También ayudaba a que oliera a tristeza y arrepentimiento.

–Lo siento, no quería… no quería asustarte.

–¿Qué quieres? Te agradecí, ¿no? –masculló.

El alfa, movió sus pies nerviosamente.

–No puedes irte así, necesitas denunciar lo que te hizo.

Ni siquiera se le había ocurrido hacer eso.

–No importa, le diste una lección, está bien.

–No, no está bien. Necesitas ir a la policía y dar una declaración, para que sea castigado.

Puso los ojos en blanco ante semejante cursilería.

–No, no servirá de nada, seguramente al final lo dejen ir, solo perderé el tiempo.

Adam solo quería llegar a su departamento, darse una larga ducha y llorar tendido boca abajo en su cama, para después fingir que esa noche no había ocurrido. Llevaba haciendo algo similar durante los últimos meses.

Adam le hizo una señal a un taxi, cuando el auto se detuvo se acercó rápidamente a abrir la puerta.

–Pero, ¿pero y si se lo hace a alguien más? ¿Y ese alguien no tiene a un fuerte, guapo y valiente alfa que lo salve?

Se detuvo apunto de subir.

–Probablemente ya escapó.

–No, le pegue muy fuerte y até sus manos con mi cinturón.

Adam suspiró, pasando una mano por su cara.

–¿Vas a subir o no? –preguntó el conductor.

Se debatió durante un segundo aunque ya había tomado su decisión.

–No.

Vio al taxi alejarse por la calle para luego dar media vuelta y enfrentar al cursi alfa.

–No eres guapo, fuerte ni valiente. Que no se te suba a la cabeza.

El bigote del hombre pareció temblar debido a lo ofendido que se sentía.

–Vamos –avanzó de regreso al callejón, temblando ligeramente, no completamente por el frío.

Adam se detuvo cuando poco después una cálida chaqueta fue puesta sobre sus hombros, el alfa se encogió de hombros cuando lo miró interrogante.

–Estás temblando como un pollo… aunque es un poco sexy.

Conmovido, sintió sus mejillas arder por el gesto, bajó la barbilla hacia un lado, oliendo la cálida chaqueta.

–Huele horrible.

–Mentiroso, huele a mi y al suavizante del borreguito.

–Al del puerquito, querrás decir.

Indignado, el alfa se acercó con clara intención de recuperar su chaqueta, Adam se la terminó de poner y subió el cierre.

–Lo que se da no se quita.

–Que tontería.

Adam hizo oídos sordos y retomo el paso, metiendo las manos en sus bolsillos, encontró un rollo de papel usado que decidió ignorar, bajó la barbilla fingiendo se protegía del viento cuando en realidad quería oler el aroma del alfa, sintió sus mejillas arder todavía más al darse cuenta de lo seguro que se sentía envuelto en su aroma.

🐃

Adam estaba dormitando sobre una incómoda silla de plástico, cuando se sintió resbalar, despertó de inmediato y limpió la humedad que sentía en su mejilla, uhg, pensó.

Parpadeó, mirando a las pocas personas en la zona de espera así como a los policías que había por allí, esperando nadie lo hubiera visto babear, no tuvo suerte, se topó con la embobada mirada de Elias Thanatos en la fila del frente. Pensar que hasta su nombre había resultado bobo.

–Espeluznante.

–No te estaba viendo dormir, Adam.

–Si, claro.

Pasó una mano a través de sus rizos, sabiendo que serían un desastre, aunque no uno tan feo como el de Elias.

Revisó su celular, preguntandose cuanto más se tardaría todo el proceso, llevaba casi cuatro horas en la estación y no se veía ni rastro de la policía que los había atendido al llegar. A pesar de haber sido despedido hacía casi una hora, Elias había decidido quedarse a acompañarlo, alegando solo quería ver realmente se hiciera justicia.

Adam se había encogido de hombros, fingiendo no estar conmovido por la compañía.

Aún tenía puesta la fea chaqueta de Elias, sin tener intención de quitársela ni entregarla, era sorprendemente calidad, además la forma en la que lo miraba el alfa por usarla era una a la que estaba acostumbrado, pero que, sin embargo, lo sorprendía, porque cuando había ido al baño se había dado cuenta se veia ridiculo y horrible, pero la manera en la que Elias lo miraba parecía indicar todo lo contrario.

Durante las horas en las que no habían sido interrogados o habían estado llenando papeleria, Elias le había estado dando miradas pequeñas y cautivadas, pero cuando Adam lo enfrentaba con una ceja alzada, fingía no saber porque Adam lo enfrentaba y solo se irritaba, era divertido, pero también exasperante.

Y hacía que se sintiera cálido y confuso, por lo que pretendía nada sucedía.

–¡Adam Towers!

–Por fin –murmuró, acercándose a la oficial Jones y siguiéndola a su escritorio.

Detrás de él, Elias lo seguía de cerca, casi protectoramente, Adam se sintió secretamente relajado por eso.

La oficial, una beta morena de mirada cansada, miró de Elias a Adam con cejas alzadas tras sentarse, ambos la imitaron al sentarse también.

–Señor Thanatos, veo que sigue por aquí.

–Quiero asegurarme que ese tipo reciba su merecido.

–Por supuesto, y el bonito omega al que salvó no tiene nada que ver –masculló, moviendo algunos papeles.

Adam se sintió ligeramente avergonzado. Lo cual era ridículo, había hecho cosas peores en su vida por las cuales no se había sentido avergonzado jamás.

–Adam no es bonito-

Sintió su expresión decaer y se preguntó si había imaginado las miradas del alfa.

–Si, si lo que sea –interrumpió Adam.

–No interrumpas, interrumpir es grosero –le lanzó una mirada ceñuda y continuó–. Adam no es bonito, es hermoso.

La oficial Jones rió ante la mirada pasmada y sonrojada de Adam.

–Lo que sea. Hemos terminado, lamento la espera, hay menos personal en el turno de noche y el sistema arrojó mucho sobre ese tipo. Tenía más de cinco denuncias en su contra, pero había estado evadiendo a la policía. Gracias a ustedes por fin pudimos atraparlo.

–De nada –dijo Elias con extrema presunción–, ¿hay algún premio por hacer su trabajo?

La beta miró significativamente a Adam, como diciendo, ¿de dónde lo sacaste? Hizo como si no hubiera entendido y procedió a firmar las hojas que le entregó.

🐃

Fuera de la estación, Adam fingió que nadie lo seguía y continuó tranquilamente su camino, eran más de las cinco y Londres comenzaba a despertar.

Cuatro cuadras después, al llegar a la entrada del tren, se detuvo dando un profundo suspiro. Giró sus pies y enfrentó al alfa que al ver su cara pretendió una actitud exageradamente casual, manos en los bolsillos y mirada en la acera, fue tan lejos como para comenzar a silbar.

–¿Por qué me estás siguiendo?

–Adam –comenzó como si tratara con un niño–, que vaya por el mismo camino no significa que te esté siguiendo.

Se echó a reír ante su desvergüenza.

–Casi puedo sentir tu respiración en la nuca, Elias. No estás siendo nada sutil en lo que quieres.

–¿Y según tu qué es lo que quiero?

Adam movió su cabello y alzó la barbilla.

–A mi por supuesto, y no puedo culparte, grandote, pero reitero, no sucederá. Estoy muy fuera de tu liga.

–¿Que tiene que ver el fútbol en esto?

–No seas obtuso.

–Adam, eres tan narcisista –se lamentó, moviendo la cabeza.

–Bueno, si no hubiera alfas gordos y torpes que me llamaran hermoso, tal vez no lo sería.

–No soy gordo ni torpe, estoy en forma, y tengo un doctorado en química.

–¿En serio?

–No, pero antes trabajaba en una farmacia.

–Eso.. eso… ¡ah! –se quejó– Eres ridículo.

–Y tu un presumido.

–¿Qué es lo que quieres?

El alfa se movió incómodo, rascó su cabeza y miró del piso a Adam.

Adam sintió un revoloteo en su estómago y suspiró, tenía una idea de lo que Elias diría, esperó se decidiera, pensando que no sería tan duro al rechazarlo cuando pidiera cortejarlo.

–Es que quiero mi chaqueta… es la única que tengo.

Adam abrió y cerró su boca, negandose admitir se sentía apenado por su propia presunción, peor aún, negándose a admitir se sentía decepcionado.

Se quitó la chaqueta para lanzarla.

–Bien, si eso es todo –se frotó los brazos, evitando los ojos del alfa.

Pretendió no sentirse repentinamente desprotegido.

–¿Tendrás algo de dinero que me des?

Adam respiró hondo, ahora sintiéndose molesto.

–Si querías pagará tu ayuda con dinero simplemente tenías que decirlo. ¿Cuánto quieres?

–Um… lo suficiente para comprar un boleto de avión a Dinamarca.

Lo miró sin poder creerlo.

–Perdí mi maleta y billetera –compartió lastimero.

Adam se tocó la frente, sintiéndose agotado.

–¿Por qué perdiste tu maleta? –habló, con voz falsamente suave.

–Cuando me echaron del hotel ayer, fui a un parque a dormir, cuando desperté ya no estaba.

–¿Y tu cartera? –Su voz era aún más suave.

–Me la robó un mapache.

Adam asintió, como si esa explicación fuera completamente normal. Apostaba que a uno de sus primos le encantaría esa historia.

–Claro. Entonces, digamos que te doy el dinero, ¿dónde está tu pasaporte?

–En la maleta.

Sonrió y movió sus manos en un gesto universal de obviedad.

–Claro, tonto de mi por preguntar.

–Si, Adam. Necesitas mejorar tu pensamiento crítico.

Miró al alfa durante un largo momento antes de dar media vuelta y alejarse.

–¿Adam? –lo llamó, su voz reprimiendo el miedo.

Lo ignoró.

Pero poco después se detuvo, cerró los ojos y suspiró.

🐃

Luego de acompañar a Elias de regreso a la estación, esta vez para denunciar el robo de sus cosas, Adam lo llevó a su departamento, le dio un breve recorrido, un poco orgulloso de la clara admiración con la que el alfa había mirado cada decoración y mueble en su hogar. Sobre todo cuando Elias se había quedado boquiabierto en la sala de estar frente a la fotografia en blanco y negro de Adam, una donde estaba de espaldas y semi desnudo, mostrando la mitad del trasero mientras miraba sensualmente sobre el hombro.

Elias había declarado necesitar una ducha de inmediato, desapareciendo en el baño, el rastro de excitación había sido dejado a su paso.

Había sido la reacción más halagadora que había recibido esa foto.

Poco después, Adam tocó la puerta del baño.

–Traje algo de ropa.

–Dejala afuera –dijo en un gruñido. Un gruñido sensual que sacudió el centro de Adam.

Recordó el olor cítrico de la excitación del alfa y tragó saliva. Al darse cuenta de su acción huyó a su habitación.

Llevó al sillón algunas mantas y una almohada, fue a la cocina para tomar su celular de la barra y buscar el número de la embajada de Dinamarca.

Se apoyó en la barra y pensó en que exactamente lo habia llevado a invitar a Elias Thanatos a su casa, Adam no era del tipo tomara decisiones por la bondad de su corazón, cosa prácticamente inexistente si le preguntaran a alguien de su círculo social, así que suponía todo se debía a la lastima y a un genuino agradecimiento por haber sido salvado.

Dios santo, Adam podría haber sido violado.

Se estremeció al recordar el miedo impotente que lo había invadido, apoyando sus codos sobre la barra se cubrió el rostro con las manos.

Al recordar la presión en su garganta sintió que su respiración se volvía entrecortada.

Había muchas formas de someter a un omega, el cuello o la nuca siempre parecían la primera opción elegida por los alfas y betas imbéciles. Antes del incidente a Adam le había gustado que lo follaran con un agarre firme en su garganta, algo lo suficientemente kink para ser recordado y alabado por sus amantes, sin saber ese gusto en particular se convertiría en la venganza perfecta de un psicópata.

Tres meses de terapia y vuala, había creído estar listo para salir y volver a las andadas, y lo había logrado, había estado con una feroz omega unas semanas atrás, con un gentil beta el sábado pasado, cuando había decidido intentarlo con ese alfa la noche de ayer, se había demostrado lo equivocado que estaba.

El ataque que había sufrido por ese pendejo ni siquiera había sido sexual, su terapeuta le había recomendado esperar un poco más, pero tras la omega y el beta, había creído estar listo para volver a los alfas también. Probablemente cuando se lo contara a su terapeuta está diría que se había topado con otro alfa pendejo y que no era su culpa.

Sin embargo, sentía que era su culpa. La primera vez lo había sido.

Adam sacudió la cabeza, rodeo la barra para dirigirse al refrigerador.

Cuando percibió a Elias acercarse, terminó de servir los huevos y las salchichas, sacó el pan del tostador y tomó asiento en uno de los bancos a cada lado de la barra.

–Estoy hambriento, supongo que tú también –deslizó el otro plato hacia el lado opuesto y levantó la mirada.

Adam se atragantó con nada más que su propia saliva ante la vista que recibió.

Se había equivocado, Elias no tenia un abdomen marcado, pero estaba lejos de ser obeso, no estaba esteticamente en forma, poseia un cuerpo del tipo obtenias con trabajo duro solamente, nada de gimnasios y rutinas pretenciosas. Sus hombros eran anchos, capaces de sostener cualquier tipo de piernas, sus brazos eran fuertes, del tipo aseguraban no se cansarian mientras sostenía a alguien en ellos y lo follaba de pie, sus muslos eran robustos bajo los pantalones de chándal, apostó se sentirá divino sentarse en ese regazo. Los pantalones no podían ocultar lo que claramente sostenían ahí.

Y lo mejor de todo, el pelo en su pecho, que bajaba en una línea intrigante hacia su entrepierna.

A Adam se le hizo agua la boca.

Elias pasó una mano a través de sus rizos húmedos, llevándolos hacia atrás.

Su estómago dio un vuelco.

–Gracias –Elias se sentó frente a él, miró su plato y tomando un tenedor movió la comida, como si buscara algo al fondo–. ¿Tendrás algún plato con imagen de perro? La comida sabe mejor en ellos.

Ni siquiera se molestó en analizar dicha declaración.

–No, lo siento.

El alfa hizo un puchero pero aun así se llevó el tenedor a la boca. Un movimiento que a Adam le pareció increíblemente sensual.

Entonces Elias frunció el ceño.

–Adam –suspiró, como si sufriera en su nombre–, pareciera nunca has visto a un alfa tan irresistible como yo. Pobre de ti.

Y así, se rompió el encanto.

🐃

Cuando despertó, eran pasadas  las seis de la tarde, el sonido de la televisión venía desde la sala de estar, luego de ir al baño salió en busca de Elias.

Encontró al alfa con el pelo esponjado y una sudadera ajustada, sentado en la alfombra en lugar del sillón.

No lo imitó, se sentó en su bonito sofá como una persona normal.

–En la embajada dijeron que no podrán ayudarme hasta el lunes.

–Mira eso, pasaré dos días en tu adorable compañía –masculló sarcástico.

–Que afortunado eres.

–Aha. Pediré algo para cenar. No aceptó sugerencias.

Creyó que eso le valdría otra refutación risible, pero el alfa no dijo nada, solo lo estudió con el ceño fruncido.

Adam se pasó una mano a través de su cabello, su cabello era un desastre debido a que no se lo había secado antes de irse a la cama, se miró en su pijama de seda verde, preguntándose si realmente se veía tan mal.

–Adam, ¿eres bueno o estupido?

–¿Lo siento, qué?

–Me dejaste entrar a tu casa sin conocerme, te dormiste dejándome andar libremente. No sé si eres bueno o estupido –suspiró con pesar.

–Pudrete. Pediré pizza.

–Champiñones y aceitunas.

–Uhg, no.

Pidió las pizzas y dejó su celular en el sofá, notando que Elías veía una caricatura infantil, sonrió divertido, hasta ahora Elias solo había demostrado ser tan ingenuo y bobo que era absurdo sospechara de él.

–No soy bueno, ni estúpido. La policía que nos atendió sabe que estás aquí. Serías el primer sospechoso.

–Eso no importa, para cuando revisará ya podría haberte lastimado.

Frunció el ceño y se encogió de hombros.

–Decidí correr ese riesgo. Además si hubieras querido robarme o hacerme daño no me habrías ayudado.

–Podría ser un asesino en serie.

Puso los ojos en blanco tan fuerte que casi dolió.

–Yo también.

Elías lo estudió, su mirada de “esta pequeña cosa”, entonces rió a carcajadas.

Adam lo golpeó en el hombro y procedió a subir sus pies al sofá, apoyó su barbilla en sus rodillas y abrazó sus piernas.

Elías tenía razón, había sido increíblemente descuidado, el haber pasado por situaciones como esas debía haberlo detenido de invitar a un alfa extraño a su casa, ¿debería darle dinero a Elías y pedirle que se fuera? La idea de alejar al otro no le sentó bien por alguna razón.

Elías lo había salvado, lo había acompañado a la estación de policía y se había quedado, tuviera a donde ir o no, pero desde el momento de conocerse se habían presentado una infinidad de oportunidades para que el alfa le hiciera daño, pero no lo había hecho.

Miró el perfil de Elías. Elías le regresó la mirada.

–Nunca lo haría.

Aunque sin saber como lo había sabido, Adam le creyó.

Apartó la mirada aclarándose la garganta. El ambiente se había vuelto pesado e incómodo.

–¿Qué te trajo a Londres?

–Vacaciones. Sin embargo, estoy increíblemente decepcionado, solo hay lluvia y autobuses de dos pisos.

–¿Cómo te atreves? Blasfemo.

Elias se burló, pero poco a poco su risa se desvaneció, mostrándose inseguro, no le quedaba para nada. Adam movió una pierna y lo pateó suavemente antes de volver a su posición original.

–Adam, ¿realmente puedo quedarme aquí?

–Si, no tengo problema.

–Tu… tu compañero, ¿no se molestara? –preguntó tentativo, mirando nerviosamente de reojo.

Adam ocultó una sonrisa traviesa.

–No, él no se molestara. Está en un viaje de negocios –mintió descaradamente.

Esperó una ridícula reacción celosa de Elias, lo que obtuvo en su lugar fue una implacable cantidad de decepción que lo trastocó.

–No, no tengo un compañero –aclaró de inmediato, moviendo su pie para tocar el hombro de Elias. El deseo de consolarlo estaba haciendo mella en él.

–Estoy soltero.

La radiante y esperanzada sonrisa lo hizo sonrojar y apartar la mirada. Dios, estaba comportándose como un adolescente.

–¿Soltero? –pareció un cachorro emocionado, el entusiasmo salía de él en oleadas.

–Aha, soltero y buscando un buen momento –declaró, mirándolo de arriba a abajo.

Elías abrió mucho los ojos, se movió para subirse al sofá junto a Adam, sus acciones exageradamente casuales resultaban ridículas.

–Soy un experto en dar buenos momentos –comentó, asintiendo profusamente.

Sonrió burlón. Elías hizo un puchero.

–Estás jugando conmigo.

–Eres tan fácil de molestar…

Apoyó su mejilla en sus rodillas y lo miró sintiéndose más que divertido, sintiéndose enternecido.

Los ojos de Elías se quedaron prendidos a la cara de Adam, su aroma inundando la sala.

Elías se inclinó hacía su espacio personal, cautivado Adam se movió para encontrarlo a medio camino. Elias lo miraba como si Adam hubiera colgado la luna y las estrellas, y olía como la seguridad en un día soleado en el campo.

Cuando sus labios se encontraron, suspiraron a la par, el toque suave pareció iluminar algo en el interior de Adam, llenándolo de una calidez suave y arrebatadora, se encontró guiando el beso, un beso lento y casi aterciopelado que poco a poco comenzó a volverse algo húmedo y profundo. Metió una mano entre el cabello de Elías, encontrándolo tan enredado que resopló contra los labios del otro, obtuvo un jadeo necesitado cuando tiró.

En ese momento el timbre sonó, anunciando la llegada del repartidor.

🐃

Adam se limpió la boca con una servilleta, lanzándole una mirada al frustrado alfa sentado frente a la mesa de centro, no había esperado que la cena fuera tan incómoda para el otro, pero lo había sido.

Pero había sido entretenido ver a Elias comer una pizza entera haciendo ojos de cachorrito mientras había una gran tienda de campaña en sus pantalones.

Le dio un tragó a su cerveza al sentir su boca seca y dejó la botella en la mesa.

Se levantó del sofá e inmediatamente sintió la intensa mirada de Elías.

–Me voy a la cama…

La excitación de Elias pareció volverse espesa en el aire.

–¿Vienes? –susurró, estirando la mano.

Elias tropezó en su prisa por llegar hasta Adam.

Y en lugar de tomar la mano de Adam, lo levantó en sus brazos, soltó una exclamación de sorpresa y lo rodeó con sus piernas, sintiendo la dureza del otro, mordió su labio inferior y se sostuvo de su cuello, mientras comenzaba a avanzar rápidamente hacia la habitación.

Dentro, cayó sobre sus pies y comenzó a desvestirse bajo su atenta mirada.

–¿Lo haces con ropa? –cuestionó divertido.

Elias se desvistió en tiempo record.

Adam estudió su cuerpo con una calma que no tenía idea de dónde venía, centró sus ojos en la entrepierna de Elías, y efectivamente era grande, casi preocupantemente grande.

La excitación de ambos se había combinado, sacudiendo los sentidos de Adam, casi tanto como la intensa mirada de Elías.

Si antes la forma en la que lo miraba lo había conmovido, ahora lo calentaba desde el interior, lo hacía sentir poderoso e increíblemente hermoso, lo hacía sentir sería defendido ante cualquier cosa, lo hacía sentir tan primariamente deseado que lo hizo gemir a pesar de no haber recibido ni un solo toque todavía.

Cuando Elías lo llevó a la cama y lo tocó, fue como si estallaran fuegos artificiales.

🐃

Apoyado en el pecho de Elias, Adam se acurrucó contento, tan jodidamente satisfecho como ni siquiera sabía que podía estarlo.

Había recibido la mejor follada de su vida, llena de falsas decepciones y sorpresas alucinantes, como la resistencia casi infinita de Elías y la forma en como al inicio se había venido tan solo al entrar en Adam.

Elías se lo había follado largo y tendido, rápido y lento, había sido tan jodidamente bueno que en algún momento lo había hecho gritar sin ningún sentido. No había usado ninguna técnica o posición extraña, solo había sido Elias y su polla implacable.

Elías lo envolvió en sus brazos, ambos sin querer salir de la cama a pesar de ser mediodía.

Adam tarareo contento,se movió sobre su costado para enterrar su cara en el pecho del alfa y respirar.

–Eso fue genial.

–Si –reconoció Elias, aún sin aliento–, sabía lo sería.

Sonrió complacido.

–¿Ah si?

Elías se quedó quieto durante un largo momento antes de relajarse, curioso, Adam buscó su mirada.

–Adam, tú… nosotros...

Ante la pesada mirada, bajó la cabeza para volver a ocultarse en su pecho. Ignoró a su corazón y ese sentimiento tirante en su interior.

–Me debes una caja de condones.

–Pero Adam, es tu culpa.

Adam sonrió contra su pecho, depositando un besito sobre su pezón.

Comenzaba a sentirse somnoliento.

–Gracias por limpiarme…

Sintió la mano de Elías acunar su cabeza.

–Duerme.

Sintiéndose completamente a salvo como no la hacía en mucho tiempo, Adam lo hizo.

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Gracias por leer, me encantan estos dos.

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