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Capítulo 9

Eros

Algo helado entra en contacto con mi espalda y brinco de la cama antes de terminar de despertar.

Artemis suelta una carcajada y a mí comienza a calentárseme la cabeza.

—¡¿Qué te ocurre?! — reclamo al mirar los hielos que hay sobre las sábanas.

—Nos vamos en media hora — informa saliendo del lugar.

—¿Media hora? — tomo el móvil del buró y miro la hora —. ¡Apenas y son siete treinta!

No hay respuesta a mi queja, y tengo que echar los hielos al piso para que no mojen la cama.

Sin ganas y de mal humor voy hasta el ropero, me quito los pantalones de pijama y me pongo jeans negros.

Un suéter negro de cuello alto y botas del mismo color.

Entro al baño a asearme rápidamente, lavo mis dientes, me peino y reviso que todo esté en orden.

Tomo una maleta del suelo, la cuelgo en mi hombro y salgo de la habitación.

Anoche mi padre nos dio la maravillosa noticia de que pasaremos el fin de semana en casa de la abuela. Nosotros hoy le daremos la noticia de que será abuelo.

Veamos quien le arruina más el fin de semana a quien.

Entro a la cocina con mala cara, pues tengo la intención de que todos comprendan lo mucho que me molesta tener que hacer esto.

Sin embargo al ver la escena no puedo evitar sonreír en mi camino al refrigerador.

Ares está sentado a la mesa, con la mejilla recargada en la mano, una cara de muerto y hace el intento por comer cereal.

Veo que igual a mí sonríe.

Abro la puerta del refrigerador, luego uno de los cajones y saco un puño de chocolates para guardarlos en la chaqueta.

—¿No crees que son demasiados chocolates para el fin de semana? — cuestiona mi madre con delicadeza.

—Estos son para hoy — repongo dándole una mordida a uno y conservando mi expresión seria.

—De acuerdo... — acepta ella sin discutir.

Creo que mi madre es una mujer demasiado buena para los hijos tan cabrones que tiene.

Apenas comienzo a darme cuenta de ello.

—¿Crees que la diabetes tiene cura, o por qué estás desayunándote un snicker? — mi padre por otro lado se merece tener otros veinte hijos como yo.

—Por supuesto, ya me la he curado dos veces — mi comentario lleno de sarcasmo le saca una carcajada a Ares.

—¿Y tú desde cuando te ríes de los chistes de tu hermano? — ladra papá.

—Malas noticias, Estefan, ya no nos molesta que nos llamen hermanos — informa Ares.

—¡Felicitaciones, niños! Han llegado a un nuevo y muy avanzado nivel de madurez. Un par de años más y alcanzan a su hermana.

—¿Estefan, te gustaría actuar como el padre de los chicos y no un hermano más? — interviene mi madre y únicamente Ares y yo reímos.

—Es una pena, aún no consigues joder a mamá — me burlo en su cara y me toma de las mejillas con brusquedad, pero no de mala gana.

Ares termina y se pone de pie.

Decido abandonar la cocina con él y volvemos a subir.

—Debemos llevarnos uno de los autos — dice.

—Por supuesto.

—¿El tuyo o el mío?

Ambos lo pensamos un momento.

—Yo — decido mientras él me elige también —. ¿Jeep?

—Por supuesto, odio tu Camaro.

—Es mejor que tu puto Mustang.

Le acompaño hasta su habitación y me recargo en el marco de la puerta.

Toma una maleta igual a la que cargo, pero la suya es negra y la mía verde militar... en realidad es militar.

—Toma eso — señala hacia el piso junto a mí.

Hago lo que pide y recojo una mochila.

Pesa, y no parece estar llena a comparación de su peso.

Por curiosidad le abro.

—Cabrón — digo mientras ambos reímos.

—Me vale una mierda, no pienso pasar un fin de semana encerrado sin alcohol y hierba.

—Hay más de esto en la jeep — informo mientras salimos a las escaleras.

—Y yo soy el cabrón.

Cuando estamos abajo la puerta de la casa está abierta, Artemis fuera y mis padres en la entrada.

—Iremos en mi auto — informo.

Salimos a la par y nos encaminamos al estacionamiento sin esperar a nadie.

—Cupido... — llama Art.

—Puedes venir — acepto antes de que haga la pregunta, y oigo sus pasos corriendo detrás.

Quito los seguros de las puertas y subimos a la camioneta, mi hermana atrás y Ares de copiloto.

Ambos pasamos las maletas con Artemis y nos preparamos para marcharnos.

Espero a que mi padre salga, pues quiero que tome la delantera ya que no recuerdo hacia donde ir.

Hace mucho que no visito a la abuela Florence. Y pensándolo bien, no tengo idea de por qué iremos ahora.

En la familia hay unas cuantas complicaciones.

Los padres de mi padre se divorciaron cuando él era muy pequeño. El abuelo se casó con otra mujer que tenía dos o tres hijos, pero mi padre decidió quedarse con su madre.

Sin embargo, a pesar del desapego de papá y su padre, nosotros crecimos con la idea de tener tres abuelas y dos abuelos.

En este día iremos de visita con la segunda mujer del abuelo Preston.

Eso es muy extraño.

—Art — nombro mientras conduzco por las calles vacías de la ciudad.

—¿Sí?

—Hay algo que... debes saber.

—¿Qué cosa?

Vacilo un segundo y noto que Ares me mira esperando que suelte la noticia.

—California está embarazada.

Tras un par de segundos suelta un grito agudo que me hace cerrar los ojos un momento.

—¡Eso no es posible!

—Basta, tranquila, no tienes que enloquecer...

—¿Vas a ser papá? — cuestiona.

—En realidad puede que yo sea el padre — infiere Ares.

—¡Oh, Dios! — se echa para atrás y se tapa la boca sorprendida.

—Lo sabemos, es una noticia difícil de digerir — apoyo —. Pero quería que te enterases antes que mis padres.

—¡Papá los va a matar!

—Estaremos bien — asegura él.

(...)

A pesar de que llevo una hora intentando relajarme no lo consigo.

Tengo la cabeza hecha humo, un mal humor que no soporto y ganas de maldecir al mundo.

A mis padres de les ocurrió que sería buena idea notificarnos de algo a dos horas de salir de casa.

No iremos a casa de la abuela, en vez de ello vamos a la casa de campo de los abuelos.

—Préndelo y quita esa cara de culo — Ares me ofrece un porro, y no lo pienso mucho para aceptarlo.

Prendo la punta y doy una larga calada que llena mis pulmones de humo.

Regreso el porro a mi hermano e intento aguantar el mayor tiempo posible sin exhalar.

—¿Qué tan probable es que te estrelles ahora? — interroga Artemis.

—Imposible — respondo al fin.

—Eso espero.

Comienzo a relajarme, pero no es suficiente.

Vuelvo a darle una calada y me concentro en tranquilizarme.

—Míralo por el lado bueno — habla Ares —. Papá dijo que habrán tres primos allí, la atención no va a centrarse solo en nosotros.

—Sí, esperemos que no termine siendo una desventaja tenerlos allí.

Más les vale ser agradables y saber seguir órdenes, de lo contrario las cosas van a ponerse pesadas.

—Llegamos — Artemis se asoma entre los dos asientos delanteros.

Me desvío a la izquierda, entramos a un camino de tierra rodeado y cubierto por árboles frondosos.

El lugar es precioso, no lo niego.

Vamos a una velocidad bastante alta, andando metros y metros hasta que por fin vislumbro una construcción a lo lejos.

Es una casa de gran tamaño, casi es nueva para mí.

Fuera hay tres autos estacionados y hay claro movimiento en el lugar.

Bien, hora de iniciar el fin de semana.

—Comencemos con esto — decide Ares.

—Dame eso — le quito el porro de los dedos antes de que logre apagarlo y vuelvo a fumar una ultima vez.

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Sigue leyendo. 🔮

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