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Capítulo 4

El baile se ha puesto divertido luego de media hora cuando el ron que Ares y Hades pusieron en el ponche hizo efecto.

Por supuesto que de todos los ebrios, los más alcoholizados son los dioses, pues no han necesitado del ponche ya que han traído botellas de contrabando.

Y yo aquí como la embarazada responsable que soy, sólo miro como se divierten mientras bebo la soda que Ares salió a comprarme, pues claramente ponche tampoco puedo beber.

El profesor Alexander sube al escenario, y tras darle unos golpecitos al micrófono para asegurarse de que está prendido habla:

—Atención todos, es hora de presentar a los nuevos rey y reina del baile — como si fuera algo real y extraordinario y no simbólico, todos gritan emocionados.

Y yo que pensaba que esto era sólo cosa de películas.

—La votación se llevó acabo la semana pasada en la página oficial de Umbra, y fue mediante un cuestionario secreto para que nadie pudiera sospechar del resultado — explica sacando un sobre blanco del saco y abriéndolo impaciente. Lee el resultado y hace una cara pícara para generar emoción en el público —. Y el resultado es...

—Algo me dice que no quiero oír esto — comento.

—¡Eros Fenix y California Kendrick!

—Se los dije — compruebo.

Como si fuéramos las personas más agradables y queridas de Umbra, el público enloquece por la noticia.

Una prueba más del gusto que las personas tienen de ser gobernadas por hijos de puta.

Fenix se pone de pie, acomoda su saco y me tiende una mano para ir al escenario como la pareja perfecta que se supone deberíamos ser al ser elegidos para esta mierda.

Nuestro brazos se entrelazan y andamos lado a lado.

Bueno, por un lado me siento halagada y caigo en cuenta del reconocimiento que tengo, pues de ser cualquiera no habrían votado por mí.

Pero claro, después de toda la polémica que causamos en el último mes, quién no conoce nuestros nombres.

Mientras andamos entre todos para llegar al lugar me siento nerviosa de tener tantas miradas encima, y a pesar de ser probable que siempre haya sido así, antes estaba muy ocupada atacando al enemigo como para notarlo.

Mi tensión me lleva a tomarle la mano a Eros y nuestros dedos se entrelazan por primera vez, siento como me transmite seguridad y termina siéndome agradable el agarre.

Me deja subir los escalones primero y se mantiene detrás de mí en todo momento.

Como es algo común en Umbra, los arreglos para la coronación son lujosos, el par de sillas de madera donde nos debemos sentar son grandes y tan parecidos a un trono que casi se ven reales.

Dos chicas que no conozco se acercan a cada lado de nosotros una vez que estamos sentados, traen sobre las manos una almohadilla de terciopelo rojo y azul, en las que descansan dos coronas brillantes y de metal con pedrería fina aunque quizá no es real.

Me colocan la corona con mucha cautela, cuidando de no desacomodarme el cabello que ni siquiera está peinado en forma.

Le sonrío a la chica que lo ha hecho y se retira completamente maravillada, como si acabase de coronar a la reina Isabel y no a una simple mortal como yo.

Eros me toma de la mano y no me dan ganas de rechazarlo.

Los gritos comienzan a los pocos segundos, veo flashes y no puedo imaginarme siendo fotografiada por primera vez junto a Eros.

Pero finjo a la perfección aunque por dentro me está cargando el carajo por los nervios.

—Tómatelo en serio — habla Eros por lo bajo inclinándose hacia mí —. Acabas de coronarte en Umbra.

Me estremezco al escuchar sus palabras... y se siente bien.

Pero eso me asusta.

Mi vida ha dado un cambio radical, conseguí lo que quería, he depurado a Olympus y hecho de sus cenizas un nuevo Olimpo prometedor en el cual no me desagrada estar.

Y ahora, mientras estoy literalmente sentada en el trono de Umbra puedo sentir esa superioridad que llevó a los dioses a gobernarla.

Y se siente bien.

No estar en la oscuridad de Umbra, a la sombra del Olimpo, sino sobre el.

Quizá no volverá a ser igual, puedo encargarme de no permitir más injusticias para el resto por parte de los dioses por la superioridad que poseen.

Pero hemos llegado a un nuevo nivel. Uno que promete situaciones reales, con objetivos inverosímiles y peligros mortíferos.

(...)

El baile se ha convertido en la terrible versión de una fiesta de fraternidad desenfrenada con vestidos largos y ropa fina.

El ponche se terminó, y cuando sirvieron más, el par de rubios volvieron a hacer de las suyas para alcoholizarlo.

Ahora ningún profesor puede neutralizar a los estudiantes ebrios, un chico del club de música ha resultado ser Dj y se ha apoderado de la música, lo que ha fomentado el enloquecimiento del baile.

Y sí, es divertido. 

Pero me siento cansada y no en las condiciones adecuadas para continuar aquí.

Decido sentarme por un momento y miro de lejos todo el caos que una botella de ron puede causar.

Eros nota que me he separado del grupo y sale también. Se acerca a donde me encuentro, toma una silla y la pone frente a mí para sentarse allí.

—¿Te encuentras bien? — pregunta.

—Por supuesto, estoy un poco cansada — explico restándole importancia.

—Vayamos a la residencia — propone tomando una de mis manos.

—No, no sería justo sacarte de aquí sólo por mi cansancio.

—Por favor, es de las cosas más ridículas que te he oído decir — se burla y vuelve a pararse tirando de mi mano para que le siga.

Y aunque consigue ponerme de pie me niego a andar.

—Hablo en serio, no es justo que salgas del baile por mí — insisto.

—Cariño, es el baile de nuestro primer año de universidad, y mínimo nos quedan otros cuatro, créeme, bailes habrá muchos más.

Busca con la mirada a alguien dentro de la fiesta, alza una mano llamando su atención, y veo que es Angus quien le mira.

Eros le hace una seña, y el rubio asiente rápidamente.

Me toma de la mano nuevamente y nos ponemos en marcha, salimos del baile y el frío de la noche me eriza la piel.

El chico lo nota al instante y se quita la chaqueta de piel, me la pone encima y se asegura de que me cubra bien los hombros para que no vaya a caerse.

—¿Podrías volver al baile luego de dejarme en la residencia? — sugiero intentando no cuartar su noche.

—California, ya te dije que no, no insistas.

—Vamos, ¿ni siquiera lo harías por mí?

—No.

—¿Por qué no?

—Al diablo el baile, prefiero ir a dormir contigo que estar allí.

Vaya, vaya...

—Dormirás conmigo — observo.

—Por supuesto.

—Que oportunista eres.

—Mira quien lo dice — ríe.

—Pero en eso me ganas.

—En realidad te gano en cualquier cosa — se enaltece.

Aquí viene otra vez Cupido petulante.

—Sí, claro, eso es tan real que hace dos horas admitiste oficialmente mi victoria sobre ti y tus amigos.

—Te doy tus méritos por tu excelente trabajo.

—¿Por qué, Eros? — pregunto en tono serio y fuera de nuestro plática inicial.

—¿Por qué qué?

—¿Por qué necesitaste llevar a todos al límite al para al fin aceptar esto?

—A veces las personas necesitamos tocar fondo para salir a flote. No estaba preparado para aceptar mi realidad, y de hecho, ninguno de nosotros lo estaba. Nos convertimos en personas egoístas entre nosotros mismos, y necesitamos de ti para notarlo.

—Necesitas dejar de ser tan idiota.

—Trabajo en ello.

Entramos a la residencia que se encuentra vacía en su totalidad.

Las luces están prendidas pero el silencio es casi incómodo.

Subimos las escaleras tranquilamente, y el chico me sostiene muy cuidadoso para que no vaya a caer con los tacones y acabe matándome aquí mismo.

Pero vamos, si estas escaleras las he subido con tacones y ebria y jamás ha pasado nada.

—Vayamos a mi habitación — propone.

—Tengo que cambiarme esto — señalo mi atuendo.

—Vamos, California, no es la primera vez que llegas a mi habitación en vestido y con tacones.

A fin de cuentas hago lo que quiere y vamos hasta el final del pasillo, entramos a su pieza en silencio y voy a sentarme a su cama al instante.

Me deshago de los zapatos y me siento muy liberada por ello.

—¿Podemos charlar un segundo? — pide sentándose en la orilla de la cama de a un lado.

—¿Hay más? — creí que la plática del baile había sido todo.

—Sí — asiente.

—Hablemos — accedo.

—Sé que he sido el más grande estúpido que te has topado en la vida — comienza —. Me he comportado de una manera despreciable e hice cosas muy idiotas en todo este tiempo, pero hay algo que... pues, no le he dicho a nadie. Bueno, solo a Artemis — sonríe nervioso —. A pesar de nuestra guerra y enemistad del pasado, tú...

Definitivamente Eros nervioso no me gusta, prefiero mil veces al bastardo desalmado que dice cualquier crueldad sin piedad.

—Vamos, Cupido, ¿dónde quedó ese dios cruel que soltaba cualquier cosa sin tacto?

—Ese dios debe morir porque es incontrolable y suele hacer estupideces — explica —. Lo que quiero decir es que desde hace bastantes meses comenzaste a gustarme — confiesa tan repentino y valiente como quería —. Jamas lo dije, lo sé, y mis acciones demostraron lo contrario a cada segundo, pero sólo quería conseguir con ellas que te rindieras y así poder decírtelo al fin. Pero nunca lo hiciste, y mi ego me inhabilitó para detener las cosas por mi cuenta.

—Vamos, Fenix, ¿por qué tenías que ser tan idiota? — reprocho fastidiada del tema y vuelvo a odiarlo un momento —. Cuando comencé a conocerte a fondo me agradaste, sabía que lejos de ese enemigo en el que te habías convertido eras una persona interesante y afín a mí. Me agradabas demás hasta que comenzaste a enloquecer y hacer tus escenas cada cinco minutos.

—¿No era notorio que estaba celoso? — inquiere irónico.

—Lo era, pero te conocía tan bien que se me hacía imposible que sintieras celos y no podía imaginar que fueran reales y no un simple plan para confundirme.

Me doy cuenta que todo estaba más revuelto de como parecía, pero al menos no fui más predecible que ellos.

—¡Por favor! Moría de celos cada que te veía con algún chico. Eliot era un tipo demasiado bueno y sabía que se ganaba tu corazón fácilmente, y Ares a pesar de ser un cabrón tiene un encanto único para conquistarte. Me hervía la sangre cada que se iban juntos.

—Por eso lo hacía — aclaro con gracia.

—Lo sé, eso me ponía peor. Y cada que llamaba al teléfono con la esperanza de escuchar que estaban en algún lugar, el simple hecho de escucharlo jadear me enloquecía. No podía aceptar que él estuviera contigo y yo no pudiera hacerlo.

—Pudiste, tú solo te privaste de la oportunidad.

—Ya lo sé.

Y se lleva la cabeza entre las manos con frustración.

—Pudiste tener más oportunidades que tu hermano, pero preferiste ser un cabrón.

—California — llama y se hinca frente a mí tomando mis manos y mirándome a los ojos —. Estoy enamorado de ti.

No estaba lista para esa confesión, y me ha golpeado como un puñetazo en la cara.

Fenix está enamorado.

Lejos de conseguir su destrucción, conseguí que el dios Eros se enamorara de mí.

Vaya cosa, le gusta el masoquismo.

—Y yo pensaba que no podías enloquecer más — murmuro.

El chico sonríe.

—¿Por primera vez podrías no rechazar la propuesta que voy a hacerte? — cuestiona.

—Eso depende de que clase de propuesta sea.

—Sé mi novia — pide.

Que decisión tan difícil.

Hay muchas imposibilidades de por medio.

Ahora que no estamos a pie de guerra y he aceptado la amistad del chico, puedo darme la libertad de decir que me gusta también, cosa que antes por orgullo o odio no hacía.

Pero hay unos cuantos motivos que me detienen al querer aceptar.

A pesar de haber cerrado el ciclo de enemistad que tuve con todos ellos, Eros dejó secuelas en mi vida que me cuesta trabajo superar.

He dejado de lado la mayor parte de las cosas malas que hizo, pero aún me pesa demasiado el crimen que cometió.

Sé que no es remediable, que aún lo deseara no puedo traer de la muerte a nadie, y quiera o no, Eros pagará tarde o temprano lo que hizo, y su castigo inicial es tener que lidiar con el cargo de consciencia y el peso de una muerte sobre sus hombros. El destino y la vida se encargarán de él después.

Así que una parte de mí quiere excusarlo. Aunque en esos momentos no tenía conocimiento, ahora sé que Ares es su hermano, y a pesar que denotaran lo contrario, el cariño que le tenía hizo que quisiera protegerlo de un peligro a cómo diera lugar.

Y su gemelo estaba en peligro de muerte por un enemigo.

No sabía que yo había solucionado dicho problema y había conseguido ponerlo a salvo, y no puedo culparlo de no saber algo que yo me guardé por mi propia seguridad.

Pero incluso con ello, el dolor que aún sigue vigente en mi corazón pone resistencia en cuanto tener algo sentimental con Eros.

Y eso es simplemente el tema emocional de la situación.

La otra parte que no se atreve a darle el sí, es la identidad incierta del padre del bebé que espero.

Quizá sea él.

O tal vez ser su hermano.

Pero no puedo saberlo, esa es una respuesta que lamentablemente mi organismo no puede detectar por sí solo.

Y tomando eso en cuenta, sería injusto darle una oportunidad a uno de los gemelos cuando en realidad ambos quieren estar conmigo.

—Sabes que no puedo decirte que sí — hablo tras el análisis profundo —. Incluso no es que no quiera, pero ya no estoy en una posición en la que pueda tomar decisiones alevosas.

—Sé que el bebé te pone en una situación complicada — acepta comprendiendo la razón —. Pero creo que a pesar de lo que sus genes digan, tú no estás obligada a ir a los brazos de quien resulte ser su padre.

Sí, eso también es cierto.

—Ares me preocupa — admito —. Lo quiero y no quiero romper su corazón. Pero el problema de esto es que la decisión que tome traerá consigo un corazón roto de todas formas.

—Está bien si no quieres darme el sí — apoya —. Pero al menos permite que demuestre mis sentimientos por ti. Ares te ha mostrado su encanto, deja que haga mis propios méritos con eso.

Eso es fácil de aceptar y algo bastante justo en realidad.

—Adelante.

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Hola, criaturas. 🙋🏻‍♀️💖

Perdón por el atraso con la actualización, estuve algo ocupada en fin de semana. ☹️

También quiero informarles que ya tenemos un grupo de WhatsApp para mis lectores. ❤️

En unos minutos publicaré en mi tablero de mensajes un link para que puedan entrar a mi Instagram, donde encontrarán en la biografía el link para el grupo (no lo pongo directamente en Wattpad porque no me permite publicarlo).

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