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Capítulo 3

California

Sigo algo sorprendida de que Eros esté ahí arriba cantando, pero disfruto de escucharle.

Ya le había oído anteriormente, pero el hecho de verlo cantar en un baile frente a toda la escuela es diferente por completo.

Hera se aproxima a ofrecerme un trago de su bebida.

—¿Qué es? — investigo.

—Ron.

—Ah, gracias, no puedo beberlo — niego luego de creer que quizá sería algo como un inofensivo ponche.

—¿No? — indaga.

—No.

Quizá los hermanos son los primeros en enterarse de los embarazos, pero aún sigo acostumbrándome a verla como eso y no una enemiga peligrosa.

—¿No te gusta el ron? Vamos, no vas a decirme que importa mucho el sabor.

—No es eso, me gusta el ron —apunto —. Pero no puedo beber ahora.

—¿No puedes...? ¿Por qué no...? Oh... — mira en dirección a mi vientre y asiento cuando hace una mueca —. ¡Oh por Dios! ¿Lo estás?

—Lo estoy — afirmo —. No se lo diga a nadie, ¿sí?

—Por supuesto, pero, ¿de quién es?

Suspiro.

Esa misma pregunta es la que me he estado haciendo a cada segundo.

¿Quién es el padre?

—Eros... o tal vez Ares — Hera palidece ante la incógnita y yo no puedo más que sonreír incomoda por la situación.

—Estás diciéndome que...

—Sí, eso mismo, no sé de quién es.

—Joder, ¿qué vas a hacer? — su expresión angustiada me confunde.

Y aún no asimilo que pueda compadecerse de mí.

—Esperar con ansias a que un trailer me arrolle y acabe con esto.

—¡California!

—Ya va, era broma — me retracto —. Es sólo que a veces quisiera que la broma fuera esto.

—Te tiraste a dos tipos sin la menor protección, ¿qué esperabas? ¿Chocolates?

—¿Trajeron chocolates? — Eros interviene en la plática y veo que sus ojos brillan al mencionar la golosina.

—No seas idiota, era parte de un comentario sarcástico — suelta Hera y me echo a reír.

—¿Dónde están los demás? — pregunta el castaño.

La chica mira alrededor en busca de ellos.

—Ares está con Hades vaciando una botella de ron en el ponche — comienza —. Zeus arrasa con la comida, Angus en plena conquista con una rubia y Hermes platica con Rebecka.

—¿Podrías ir por todos? Necesito que hablemos.

Ella asiente y desaparece entre la multitud. Eros me toma de la mano y me guía lejos de donde estamos. A un lugar más solitario y privado.

—Te ves maravillosa con ese vestido — admira.

—Debemos agradecer que mi padre tenga buen gusto con ello.

—¿Él lo eligió?

—Sí, no planeaba venir esta noche.

—California, lo... lo siento.

¿Oí bien? ¿O es que hay una canción llamada "California, lo siento" y apenas me entero.

—¿Qué cosa? — cuestiono.

—Todo. Todo lo que te hice, lo que provoqué, la manera en la que te lastimé... llegué demasiado lejos.

Y eso vuelve a traer a mi mente a Uriah, y el recuerdo abre la herida que comenzaba a sanar un poco.

—Puedo perdonarlo, perdonar lo que me hiciste, lo que causaste, pero... jamás voy a perdonar que lo asesinaras — confieso.

—Yo tampoco podré perdonármelo — concuerda con un claro arrepentimiento nada común en él —. Pero no puedo hacer nada por cambiarlo, sólo me queda cargar con ello.

—Lo sé, por eso mismo estoy aquí contigo, porque sé que no tendrás mayor castigo que ese. Levantarte cada mañana sabiendo que te diste el derecho de arrancarle la vida alguien que no debías. Supongo que ese será peso suficiente sobre tus hombros, no hace falta torturarte más.

—Tienes razón.

—Quería a Uriah.

Admitirlo me quema la garganta como el fuego.

—También lo sé.

—Pero ya ni siquiera importa, él no está aquí.

—¿Me odiarás por siempre?

—Creo que... una parte de mí siempre va a odiarte, pero al menos el resto podrá sobrellevarlo.

Los demás llegan y nuestra plática queda terminada.

Ares se pone junto a mí, y ya que el castaño no reacciona a tiempo él me abraza.

—¿Pasa algo, Fenix? — cuestiona Hades cruzándose de brazos y observa muy analítico todo.

—Muchas cosas en realidad — confirma con una nota de gracia, pero se mueve un poco mientras piensa

—¿Nos reunimos aquí para fingir frente al baile que aún somos algo...? — continúa.

—Déjalo pensar, Hades — defiende el rubio a su hermano.

Y le miran intrigados por la acción repentina y anormal.

—¿Me equívoco o eso sonó a defensa? — interroga el rubio de cabellos crecidos entrecerrando los ojos.

—¿Quieres darte prisa? — presiona a Fenix para no tener que revelar nada.

—Ya voy — refunfuña con nervios —. Bien, no sé por donde comenzar.

—Novedad — apunta Angus.

—Gracias por la ayuda, mejor amigo — se queja.

—Lo siento — carraspea —. Vamos, cariño, comienza por donde mejor te parezca — apoya con voz dulce y maternal.

Quiero soltar una carcajada y tengo que aguantarme las ganas.

—Estoy rifando una paliza y te estás comprando todo los boletos... — advierte Fenix muy burlón.

—Bueno, pues ya está, ¿comienzas o salgo al rescate? — ahora es Hera quien se ofrece voluntariamente a salvarlo.

—Ares al fin me dijo "te quiero", y yo lo he llamado hermano — suelta finalmente.

—Ridiculizarnos más era imposible — piensa el rubio.

—Ooow, el pequeño Eros al fin se siente querido — Hades se mofa haciendo pucheros.

No me había dado cuenta de cuan insoportable puede ser cuando se lo propone.

—¿Qué te dije sobre atacar al niño? — defiende Ares.

—¿No hablamos acerca de la anulación del puesto a hermano mayor? — cuestiona Eros.

—Eros, soy tres centímetros más alto que tú, sin importar que naciéramos pegados, eso significa que el gemelo mayor soy yo.

—¿Dato basado en tus bolas?

—Eso es cierto, los gemelos mayores son más altos — apoya Hades.

—Y más gordos — ataca Angus como defensa a Cupido.

—Y más guapos también — termina Ares.

¿Soy yo, o las peleas varoniles son sencillamente ridículas?

—No hablábamos de eso — les recuerda Hera.

—Bueno, antes de que continúen — decido intervenir —. Hoy recibí la terrible y peor noticia de mi vida. Y es que Hera es mi hermana perdida — los rostros de los presentes palidecen y la miran sorprendidos —. Y yo sí soy la hermana mayor.

—No hay preguntas — añade ella rápidamente.

—Creo que ya hemos pasado por mucho — Eros retoma entonces la plática —. En los últimos meses y en términos diferentes, en toda nuestra vida. A últimas fechas las cosas no marcharon bien y terminamos viviendo en carne propia las destrucciones que causábamos a otros. Ahora debo reconocer la victoria de California, y aunque no nos guste cargaremos siempre con nuestra única derrota. Pero al menos yo no quiero que esto muera — veo que todos lucen mortificados y miran al suelo —. Sé que conocimos nuestros límites, que dividimos nuestro grupo y acabamos peleando una guerra contra nosotros mismos, pero... no tiene que ser el fin. Lo que quiero decir es que, a la mierda con todo esto, California destruyó el viejo Olimpo, en el que nos habíamos convertido, pero podemos ser uno nuevo.

Hay intercambio de miradas entre todos, al parecer es una decisión en la cual deben pensar, pues ahora que son libres quizá duden en volver al régimen.

—Yo sigo mirándolos como mi familia — piensa Hera.

—Yo estoy dentro — decide Angus.

—Igual yo — sigue Hermes.

—También — se incluye Zeus.

Hades mira a Ares en busca de una decisión, pues estoy segura que si el guerrero no entra, su amigo tampoco lo hará.

—Estoy dentro — elige Ares.

—También lo estoy — apoya su mejor amigo.

—Solo falta alguien — habla Eros, y cuando me mira me entran nervios.

—¿Yo? — inquiero asombrada por la invitación.

—Sí, tú — confirma.

Está bromeando. Fenix jamás permitiría tenerme de su lado y en su propio Olimpo.

—Joder, no me digas que pasé mases destruyéndolos para acabar siendo parte de ustedes — me quejo.

—No si no quieres.

Me miran esperando una respuesta, y no puedo más que pensarlo.

Hera ha resultado ser mi hermana, ya no nos odiamos y creo que comenzamos a llevarnos bien, con Hermes nunca he tenido problemas, y con Hades comencé a tener buena relación cuando el Olimpo se separó y caí en el bando que él. A Angus casi lo considero un amigo, pues fue quien me brindó ayuda en la misión. Zeus pasa desapercibido en realidad, y al final quedan sólo dos.

Los que bien podrían hacerme rechazar la idea.

Ares y Eros. Los para mi conocimiento repentinos gemelos. El rubio que a pesar de todo siempre intentó cuidarme.

Y Cupido, mi verdadero dolor de cabeza en todo esto y quien hizo una mierda parte de mi vida.

Ambos los posibles padres del invasor que crece en mi vientre.

—De acuerdo, estoy dentro — accedo.

Veo sonrisas, hay intercambios de miradas y es perceptible una diversión en el ambiente.

Eros extiende una mano al frente, con la palma hacia arriba y al centro del círculo.

Angus es el primero en corresponder, y pone la mano derecha sobre la de su amigo.

Le sigue Hermes, luego Zeus, después Hera, sigo yo, Hades, y al final Ares.

Demostrado que los dos hermanos son el verdadero soporte del Olimpo.

Las sonrisas en los rostros de los otros siete son fascinantes, algo que jamás había visto. Sus expresiones reflejan una emoción sensacional por el comienzo de una nueva y prometedora etapa.

Siento que comienzan a mover ligeramente las manos hacia arriba y abajo, noto complicidad en sus ojos y al cabo de unos segundos lo hacen.

—¡Olympus! — pronuncian, y sueltan un sonoro grito profundo que consigue escucharse como un rugido.

Sí, lo necesario para hacer temblar los muros de Umbra.

Y dejarle claro que Olimpo solo cayó para alzarse de nuevo, con más fuerza, sin grietas, y una diosa más.

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