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Capítulo 19

Eros

Tengo la mente repleta de tantas ideas que no puedo atender ninguna.

Es cierto que no me asusta morir, pero de igual manera no quiero hacerlo aún.

Y no pierdo de vista el hecho de que, las posibilidades de que ocurra esta noche en la próxima media hora son numerosas.

Hay un mínimo ápice de nervios en mi pecho, pero sigo sin sentir miedo.

—Cupido — la llamada de Ares me despierta de una laguna mental y mis ojos finalmente son conscientes de su presencia frente a mí —. Todo va a salir bien esta noche.

—Además de lo que ya salió mal — dudo ligeramente pesimista.

—También arreglaremos el problema con California, pero primero la carrera — extiende un casco completamente negro para mí, un segundo después veo que lleva otro entre las manos.

—¿Vas a ir de mi copiloto? — encuesto asombrado.

—No — niega cerrándose la chaqueta de piel negra —. Voy a competir contra ti igual que el resto, pero yo no tengo intenciones de ganarte.

—Eres un cebo — identifico —. Y no pienso arriesgar tu vida por la mía.

—Tú no la arriesgas, eso lo hago yo y lo decido yo.

Tiene esa actitud insolente que anuncia determinante que no habrá cambios en su plan.

Porque por sorprendente que parezca, está vez, el plan no lo he creado yo.

No discuto.

Si hay una persona a la que conozco tanto como a mí, es Ares, iniciar una pelea sería iniciar algo sin fin.

Así que accedo.

Me cierro la chaqueta también y cruzamos miradas por algunos segundos.

—No planeo ganar esta carrera — informo mientras caminamos a la salida.

—Tendrás que fingir muy bien para que Russ no se de cuenta que su victoria es falsa.

—Todo está preparado, Ares — menciono satisfactoriamente y siento su mirada clavárseme.

—¿Qué significa eso? Eros, no estamos para tus estupideces.

—Nada de eso, Russ competirá en el auto más rápido del garage, será difícil alcanzarlo de igual manera.

—¿Y el lo sabe?

—Bueno, en teoría no tiene que saberlo. Pero al menos los detalles técnicos están solucionados.

Antes de estar fuera del cobertizo ambos nos detenemos, el casco que llevamos colgando del brazo pasa a cubrirnos la cabeza y mantener secreta nuestra identidad.

Erguimos bien la espalda y retomamos el camino andando exactamente iguales, tanto el vestir como el caminar. Pareciendo auténticas máquinas.

Fuera y a la orilla de la carretera el público comienza a arremolinarse en diferentes grupos: los que quieren apostar. Los que solo quieren mirar. Y los que no tienen una puta menor idea de dónde están pero la curiosidad les gana.

Lo interesante es notar que sin importar cuantos estén en cada grupo, la cantidad de espectadores aumentó a nuestra última fiesta.

Al parecer nuestro embrollo de un par de meses con California acrecentó la fama de Olympus.

—¿Dónde está Fenix? — oigo la voz dura de Russ en mi busca.

Puedo percibir en ella la incredulidad de que siga aquí, sé bien lo que piensa. A diferencia de su mejor amigo Uriah, Russ jamás fue bueno para ocultar sus emociones.

El mulato está parado junto al BMW que planeé en un principio darle a California.

Por supuesto que luego de esta noche la idea ha terminado de descartarse.

—Aquí — tanto Ares como yo respondemos al unísono con voces idénticas.

—¿Quién de los dos es Fenix? — cuestiona ciertamente desencajado.

Como lo dije, es transparente.

Ambos giramos la cabeza para "vernos", aunque el casco lo evite.

—Yo — respondemos al unísono de nuevo y seguimos de largo rodeando a Russ.

Y pensar que nos ha salido natural y no fue previamente practicado.

Esto comienza a gustarme.

Subo al Mustang de Ares y prendo el motor enseguida, no me quito el casco, pues es importante que nadie descubra quién va en qué auto.

Enciendo la radio y la última canción que mi hermano escuchaba reanuda su curso.

Billie Eilish.

Salto a la siguiente enseguida.

The Weekend.

Genial, la única cosa de Ares que no va con Ares, es su terrible gusto musical de mierda.

Miro el entorno para certificar que aún tengo un minuto antes del comienzo, y lo ocupo enlanzando el móvil al auto para poner algo pertinente para una carrera.

Por mucho que lo aborrezca, sólo voy competir para no ganar, algo no común en mí, pero que estoy forzado y dispuesto a hacer para preservar a Olympus y sus integrantes.

Después de todo, ni una victoria coronará a Ashes, ni una derrota tirará el Olimpo.

Pronto los segundos previos a la salida corren eternos hasta que la señal es dada.

Salimos disparados, acelerando a fondo e intentando ganar terreno, la carretera no es lo suficientemente ancha como para que más de tres autos consigan estar lado a lado.

Pero por supuesto que nadie quiere a otro a su lado.

Por largos segundos Ares va a la cabeza a mi lado, ambos distanciados. 

Y es suficiente para que Russ se abra paso entre nosotros.

Aún faltan algunos kilómetros para que lleguemos a la meta, y pese a que mi idea sobre perder no ha cambiado, tampoco voy a dar una victoria fácil sin pelea.

No dejo de acelerar, el motor aún podrá aumentar la velocidad un poco más.

Sin embargo, en poco tiempo comienzo a perder ventaja, y aunque Ares resiste ir a la par del Audi, éste aumenta la velocidad abruptamente y sigue de largo.

Bien, lo logró como quería.

Porque sí, mi maldito ego tiene que entender que debía ganar, y nosotros perder por conveniencia.

No dejamos de acelerar, tiene que parecer que de verdad queremos ganar.

Pero es imposible, la menta está a quizá un kilómetro.

Y cada vez menos.

Hasta que Russ atraviesa la línea de meta primero.

Ares es el segundo y yo entro solo un instante después.

Disminuyo la velocidad y doy un largo suspiro.

Sin importar cómo, estamos vivos.

Comenzamos a dar vuelta para volver a dónde el resto nos esperan.

Zeus debe estar aquí, y supongo que alguno de los amigos de Russ, además del resto de espectadores que decide ver el final de la carrera y no el inicio.

Y cuando me aproximo reconozco mi camioneta a pocos metros de distancia.

Busco con la mirada al responsable, y no tardo demasiado en identificar el cabello azul de Hera.

Al instante encuentro a California.

Vaya cosa, está tan enojada conmigo que ha venido tras de mí en la carrera.

Detengo el auto a orilla de carretera y salgo tras apagar el motor.

Los ojos verdes de la chica miran en mi dirección intentando adivinar quien soy. Y finalmente decido deshacerme del casco.

Veo que suspira y tras dudarlo un momento viene hacia mí.

—Creí que algo iba a pasarte — dice cuando la tengo a pocos pasos, y se echa a mis brazos asustada.

—Yo también lo creí — admito ahora y siento como niega sobre mi pecho.

—No lo habría soportado.

Vaya, me gusta esto del embarazo, ha resultado eficaz para sacar a flote las emociones sensibles de California.

—Con que no soportarías perderme, eh — denoto satisfecho y la veo rodar los ojos.

—Eres insufrible, Cupido — refunfuña cruzándose de brazos y alejándose un paso de mí.

—No me hagas rabietas, muñeca — advierto acercándola nuevamente a la fuerza y rodeándole bien con los brazos para que no escape.

Ares viene caminando en nuestra dirección con el casco en la mano y mirándonos sonriente.

Creo que le alegra ver que al parecer California me ha perdonado.

Y el Audi negro se detiene a poca distancia de dónde estamos.

Russ baja del auto deprisa y mi intuición se pone alerta, tensando mi cuerpo y preparándolo para saltar en cualquier segundo.

—Quiero mi dinero, Fenix — reclama de un ladrido y me separo de la castaña, avanzando un paso para recibir a Russ antes de que pueda acercarse a ella.

—Como deberías saberlo, el premio se cobra en la línea de salida, seguramente Hades está avisado de que has sido el ganador, ¿por qué no vas o envías a alguien por el?

Lo veo sonreír de manera cínica y saca el móvil para marcar un teléfono.

—Melissa, ve con Hades a reclamar el dinero del primer lugar — ordena —. Nos vemos en casa.

Ares ya se ha reunido con California, y reviso quién más vino con ella.

Artemis está aquí también, y por un momento maldigo las grandiosas ideas que las tres chicas suelen tener para poner sus vidas en riesgo.

Doy la vuelta y no demoro un solo instante más en solucionarlo todo, apenas tomo el brazo de California ya voy dando órdenes.

—Artemis, Hera — llamo fuerte para que me escuchen, y lo consigo exitoso mientras California comienza con los reproches —. A la camioneta ahora.

Prácticamente entrego a la chica con mi hermana y ésta no cuestiona una sola cosa antes de llevarla a donde ordené.

Al segundo siguiente, la bomba de tiempo llega a su límite y explota.

Oigo que una riña comienza, y al mirar veo que es Ares quien participa en ella.

Para mi "fortuna" Hera sin hacer preguntas obedeció mis palabras, la parte mala quizás, es que mis órdenes fueron tardías.

En su camino a la puerta del piloto uno de los acompañantes de Russ la reprende, y no demoro en identificarlo como parte de Ashes y no solo un amigo de la fraternidad.

Cuando salgo disparado a su rescate, el mulato me intercepta, impide que avance y tan pronto como me tiene a una distancia considerable me suelta un puñetazo en la mandíbula.

Pero no pierdo el equilibrio ésta vez y regreso el golpe.

Miro de nuevo a Hera y la veo subiendo a la camioneta. Pese a que noto que Zeus se encarga de aquel tipo, supongo que ella se liberó por sí misma de él antes que ser rescatada.

Y consiguen marcharse sin que nadie se los impida.

Así que mi atención por fin puede centrarse en lo que debe, y gracias a ello esquivo el siguiente golpe de Russ y saco ventaja dándole un puñetazo en el pómulo.

El siguiente va a su barbilla y Ares interviene para que nos retiremos.

Han dejado de pelear y los bandos están separados otra vez.

—Ya ganaste la maldita carrera, ¿qué más quieres además de ello? — reclamo.

La risa amarga que escapa de los labios de Russ me parece amenazante.

—¿Tú crees que una victoria soluciona lo que hiciste? — discute —. ¿Piensas que una estúpida victoria y unos cuantos dólares valen lo mismo que la vida de Uriah?

—No, pero tampoco creo que él merezca tanto por haber muerto — confieso —. Sé cuanto lo querías, incluso el peor asesino puede tener un mejor amigo, pero debes separar tus sentimientos de la realidad. Sabes bien quién era Uriah, incluso mejor que yo, su muerte vale más que su vida, es hora de afrontarlo, Russ.

Mis palabras lo enfurecen, pero consigue mantenerse en su lugar.

—No creo que tu novia piense eso — opina.

—California ha decidido vivir en su fantasía y prefiero no sacarla de ahí, creo que lo poco que pudo conocer de Uriah en un mes es suficiente como para hacerla enfrentarse con la realidad de lo que era.

—Esto no va a quedarse así, Fenix — advierte lanzando las llaves del Audi de vuelta hacia mí.

Se marcha con sus amigos en un auto negro y va en dirección contraria a la fiesta.

—Superaremos esta mierda, Eros — apoya Angus posando una mano en mi hombro —. Russ cree que dará la talla para liderar Ashes como lo hacía Uriah, pero no podrá con ello. Van a venirse abajo pronto, el Olimpo está bien acostumbrado a resistir tempestades.

—Solo es cuestión de tiempo — confirmo.

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