Capítulo 17
Eros
La noche ha caído, y con ella los grandes grupos de chicos se hacen presentes para entrar a la última y más esperada fiesta.
Para llevar apenas hora y media de comienzo ya hemos superado un récord de asistencia.
Como lo predije, será una gran noche, y ahora comienzo a creer que mucho mejor de lo que había contemplado.
Pero los problemas vienen llegando en motocicletas y una Jeep verde.
Debo admitir que casi extraño ver a Uriah bajándose de una de esas motos, sin embargo no está aquí.
Russ sale de la camioneta seguido de una chica de cabello rubio con puntas verdes, cuyo nombre no recuerdo.
Soy el primero al que ven todos, y las miradas cargadas de odio no se hacen esperar.
El mulato se deja venir en mi contra y lo tengo encima en un parpadeo. Me suelta un puñetazo en el pómulo que consigue derribarme y apenas alcanzan a intervenir antes de que continúe.
—¡Eres un maldito asesino! — me escupe como preveía.
Me pongo de pie sin intenciones de corresponder el ataque, no tengo derecho a hacerlo.
—¿Algo que no sepa?
—¿Cómo puedes ser tan cínico? — ladra liberándose —. Mataste a Uriah. Lo asesinaste a sangre fría, ¡dime cómo puedes dormir tan tranquilamente por las noches sabiendo lo que hiciste!
—Eso es fácil, Russ, maté a Uriah, no a Patch Adams, no tengo que cargar con ningún arrepentimiento ya que, prácticamente asesiné a un asesino — recalco profundamente encarándolo antes de dar la vuelta.
—Mataste a Uriah solamente porque no pudiste soportar que California se quedaría con él — agrega.
Y eso consigue detenerme.
—¿De qué hablar, Russ? — inquiero riéndome burlón.
—¿No lo sabes, Fenix? — cuestiona y comienza a sembrar duda en mi interior —. Un día antes de la carrera Uriah y California hablaron, él le prometió que ganaría y solucionaría con ello todo, después de eso podrían estar juntos — se me hace un nudo en el estómago al escucharlo —. Iba a llevarla a vivir con él... era una sorpresa que jamás podrá darle por tu culpa.
La culpa y la ira están en plena guerra dentro de mí sin saber quién me controlará de plano.
—Es una pena — me repongo segundos después, o al menos eso intento demostrar —. Ahora no hay de que preocuparse, California irá a vivir con nosotros, a un buen lugar y una buena vida, no la clase de sitio al que alguien como Queen podría llevarla.
Russ ríe amargamente y me mira con desprecio.
—Siempre has sido un idiota petulante, Fenix... California no pasará mucho tiempo a tu lado con eso.
—De eso me encargo yo.
—¿Qué hay con la carrera de esta noche? — interviene antes de que pueda irme.
—Ah, sobre eso, ha habido una minúscula modificación — informo —. Esta vez no vamos a competir a dos ruedas, sino a cuatro.
—No puedes decidirlo y ya — aboga.
—Ya lo hice.
No cambia en mucho, al menos será más interesante.
—¿De donde crees que voy a sacar un auto para ello? — interroga.
—Nosotros te lo daremos — respondo —. Angus, llévalo a elegir alguno.
El rubio asiente y hace un movimiento de cabeza para que le siga.
Yo me dirijo al interior de la casa sin más interrupciones.
Iré por California, si no lo hago y no me matan en la carrera ella lo hará.
Entre las pocas personas dispersas en el lugar mis ojos se posan sobre un rostro familiar.
Cabello rojo, ojos azules, labios carnosos.
Nuestras vistas se encuentran y puedo notar que me reconoce, sin embargo, a pesar de que no recuerdo quién es, ni siquiera me interesa demasiado descubrirlo y subo las escaleras.
Entro silencioso a la habitación y me encuentro a la chica dormida y descubierta.
Como ya se me hizo costumbre, cuando le miro el culo me caliento y las ganas por follar me atacan.
Pero no es algo que no pueda controlar.
Me siento en la orilla de la cama y toco delicadamente la cintura de California.
—Despierta, muñeca — susurro.
Al instante se mueve, tarda unos segundos en girar y sonríe al verme.
—¿Qué hora es? — pregunta.
—Pasan de las ocho treinta.
Asiente y se incorpora.
—Ahora bajo — dice para que me marche de una vez.
Cierro y me saco un chocolate del bolsillo.
No me apresuro, doy pasos lentos y bajo las escaleras de la misma forma.
Llego a la planta baja otra vez y vacilo entre esperar a California o vagar cerca hasta que baje.
—¿Eros? — una voz femenina irrumpe la indecisión.
Es la pelirroja que vi hace un par de minutos.
—Sí...
—¿Me recuerdas?
—Te me haces conocida, pero, para ser franco no recuerdo quien eres.
—Soy Jules.
Cientos de recuerdos de mi juventud inundan mi mente al escuchar su nombre.
En la mayoría está chupándomela.
—Vaya... llevaba años sin verte — expreso sin saber qué más decir.
—Veo que la pubertad hizo un buen trabajo contigo... — admira coqueta y da un peligroso paso hacia mí.
Joder, comienzo a ponerme nervioso al instante, y es algo que no me gusta para nada.
Estoy en una posición nueva y diferente a lo que era antes, donde ya mismo estaría subiéndole la falda para follármela como lo hacía.
Pero solo quiero huir, ahora siento que las mujeres para mí representan el más grande peligro y no deseo que ninguna se me acerque.
Pero tengo a Jules encima, se aproxima a mis labios y me he quedado petrificado en vez de hacer algo para evitarlo.
No obstante, justo cuando está por rozarme me retiro.
—Este no es un buen momento, Jules — niego haciéndola a un lado sin ser brusco.
—¿Por qué no, Eros?
—Porque suelo ser celosa con mis cosas — la voz dura y amenazante de California me da un escalofrío y la reprendo cuando está pasando frente a mí.
Es capaz de echarse contra la pelirroja y olvidarse de que no puede entrar en peleas.
—No te exaltes, California — tranquilizo.
—¡Suéltame!
Comprendo que debo sacarla de aquí y la cargo en contra de su voluntad para salir de casa.
Y no me detengo hasta estar muy dentro del cobertizo.
—¡Estaba ya sobre ti!
—Pero la rechacé — abogo sin perder la calma.
—Estaba muy dispuesta a seguir.
—¿Y eso qué diablos importa? ¡No habría accedido!
—¡Por favor! Eres Eros Fenix, ¡tú no rechazas ni las cachetadas!
—No me jodas con esto, California.
¿Celos?
Nunca.
Si la "muñeca caprichitos" quiere hacerme una escena de celos no pienso quedarme a mirar.
—¡No me des la maldita espalda!
—¡No voy a soportar tus estúpidas escenas de celos, Kendrick!
La veo hacer una rabieta y tiene los puños bien cerrados, pasan algunos segundos hasta que decide marcharse echa una furia.
Suspiro.
<<Bien, hecho, Eros, esto va a salirnos muy, muy caro>>.
Además, tenía derecho a hacerme una escena y así no fuese el caso, yo debía callarme y soportarlo.
Soy un idiota.
Veamos que ha hecho ya mi muñeca caprichitos.
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