Capítulo 11
Las cosas siguen muy tensas todavía.
Al parecer la noticia del embarazo no la ha caído bien a nadie. O no a muchos.
Sin embargo estamos en el entendido de que únicamente importa lo que nosotros queramos.
Estamos sentados a la mesa ya, esperando que los platos sean terminados de poner en ella.
Mi abuelo está en uno de los extremos de la larga mesa, en el siguiente lugar a su izquierda está la abuela, después mi tío Blake, Ashton, James, mi madre y papá está en el otro extremo al fin.
Junto a él está Ares, soportando las miradas directas y frontales de mamá. Sigo yo, Eros, Hera, Artemis, su madre y padre.
Nos mantenemos en silencio, pero la tensión es palpable. Y al menos yo estoy a la espera del primer comentario que inicie otra discusión.
Nuevamente todo se ha salido de nuestras manos.
¿Quien iba a imaginar que íbamos a pasar el fin de semana juntos y no separados?
Lo peor del caso, ¿quién iba a pensar que terminaríamos siendo "familia"?
Para como quieren pintar a nuestra familia, los gemelos terminan siendo mis primos.
Pero al menos no compartimos genes en lo más mínimo.
—Comencemos — anima el abuelo y los platos de comida comienzan a ser atacados.
Al menos ya hay un poco de ruido en la mesa aunque falte una conversación.
—¿Qué planean hacer ahora? — interroga mi madre como tanto lo predije.
—Mamá — Hera interviene en mi lugar.
—No está mal que lo pregunte, sólo quiero saber si están preparados para esto.
—Tu madre tiene razón, Hera — apoya el señor Fenix —. Seguro que hay muchas cosas que ni siquiera han contemplado — mira en nuestra dirección con dureza.
—¿Siquiera han planeado algo? — insiste mi madre.
—¿Podrían darnos el tiempo de contestar una pregunta antes de hacer otra? — cuestiono.
El ambiente vuelve a tensarse demasiado.
Creí que la explicación de Eros había sido lo suficiente clara.
—¿No me escucharon hace un rato? — interviene éste.
—Solo informaste la decisión tomada, en ningún momento hiciste mención alguna a como se harán cargo de las responsabilidades que conlleva dicha elección — infiere su padre.
Es cierto, pero creo que no deseábamos entrar en detalles.
Y tampoco es como que hemos hablado mucho de ello, solo me han pedido que confíe en ellos y lo he hecho sin pedir explicaciones.
Por eso mismo deseo quedarme callada, para enterarme también.
—Nos mudaremos a la casa de Manhattan — comienza Ares —. No abandonaremos la escuela, y vamos a esperar hasta el nacimiento para hacer las pruebas de paternidad y tomar las respectivas decisiones.
—Van a seguir en la universidad la cual nosotros, sus padres pagamos — especifica el hombre —. Van a mantener su casa con el dinero que también nosotros les damos. Y por lo que puedo adivinar, igualmente pagaremos el parto.
—A mí no me importa hacerlo, así que no me incluyas en la acusación — se deslinda mi padre —. Seguiré pagándolo todo sin importancia alguna, créeme, no se me vacía la cartera.
—Yo no pienso cargar con una responsabilidad que no me compete, ni pienso forjar niños incompetentes ante la vida real — dice el otro con crudeza.
—Eso es excelente, padre — opina Eros sin el menor rastro de preocupación o molestia —. Nos eliminaste el trabajo de pedirte que dejaras de brindarnos tus apoyos económicos y morales.
El hombre sonríe agrio y suelta una risa áspera.
—¿Piensan mantener una casa, tres bocas, un embarazo, tres colegiaturas de Umbra y el resto de gastos que los hechos conllevan? — consulta irónico —. No me creía eso de que su generación piensa que el dinero crece de los árboles hasta ahora.
—Tengo una mala noticia para ti, padre — inquiere el castaño —. A diferencia de los clásicos juniors como crees que somos, nosotros no despilfarramos el dinero que nos diste todo este tiempo. En vez de eso emprendimos un negocio que nos permitirá hacer más de las responsabilidades que mencionas.
Esa seguridad me encanta, espero que sea real.
Y finalmente el hombre se echa a reír descaradamente.
Es una risa genuina y llena de gracia que nadie acompaña.
Ni siquiera mi madre.
—Un pequeño de veintitrés años, fracasado y sin logros en la vida tiene un negocio que le da tanto dinero como a mí — menciona recobrando la seriedad —. Vamos Eros, eres el mejor mentiroso, pero las fantasías le quitan veracidad a las mentiras.
Y al fin logra pincharle el ego.
Veo que el chico aprieta los puños y el corazón me brinca en el pecho.
Tomo una de sus manos e intento hacer que guarde la calma.
—Ponme a prueba — le reta manteniéndose tranquilo.
—¿Estás seguro de lo que pides?
—Tengo un cobertizo lleno de máquinas que valen mucho más de lo que tu puto Mercedes Benz — escupe con superioridad —. Te ruego que no vuelvas a darme un solo dólar.
Al fin deja al hombre callado, y por lo que veo está trabado en su lugar.
—Bien... — masculla.
—Y antes de que me lo pidas, antes de fin de mes tendrás el dinero de lo que valió mi camioneta y mi auto — informa.
—Y abandonaremos tu casa cuanto antes — termina Ares.
Una nueva guerra ganada.
Y sólo he tenido que mirarla sin entrar en ella.
—¡Yo no voy a permitir que se lleven a mi hija! — mi madre se para golpeando la mesa con ambas manos y la vajilla entera tintinea.
—Pues lo siento — corresponde Eros parándose también —. Pero California es una adulta legalmente, y usted no puede impedirle nada, ni que viva con nosotros, ni que tenga al bebé. Puede amenazarme tanto como quiera por los delitos que cometí en el pasado, pero ya pagué por ellos, no puede usarlos en mi contra más; en cambio nosotros podemos hacer mucho contra ustedes por sus actitudes hostiles hacia nosotros y la integridad de la vida del bebé y de California.
Ya está por responder cuando el padre de los chicos interviene:
—¡Alto! — se dirige a ella —. No insistas más en esto, ambos sabemos que lo que dicen son fantasías suyas, déjalos solos y que cometan su error. Sé que tu hija es inteligente, en cuanto comprenda que se ha equivocado volverá corriendo a ti.
Y parece reparar en ello hasta que vuelve a sentarse y se relaja.
—Te hace falta un buen raspón en la vida, California — decide.
—Desde este momento ustedes dos se olvidan definitivamente de todo mi apoyo. Sus cosas pueden llevárselas, los autos son suyos, pero no habrá más de hoy en adelante — sentencia el hombre a los gemelos.
Miro a mi padre, y tras un segundo me guiña un ojo.
Creo que es el único con corazón aquí.
—Nos parece bien — confirma Fenix —. Y, ahora que hemos solucionado el conflicto les deseo un buen provecho. El brindis será después de la comida.
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Siguiente actualización, sábado 06 de noviembre. ☀️
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