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Capítulo 10

California

Mis vacaciones han mejorado considerablemente.

Después de todo, al parecer salir a la casa del abuelo ha resultado muy bien.

Los ánimos se han calmado, mis padres están tranquilos, veo a mamá contenta y relajada.

Eso es suficiente para preservar el orden y paz del entorno en el que me encuentre.

Mi abuela a recibido a Hera con mucho amor y lágrimas. Ya sabía de su existencia, y tenerla al fin aquí la ha hecho un mar de llanto.

Y la chica parece... feliz.

Eso es.

En los meses que llevo de conocerla jamás la había visto sonreír tantas veces seguidas.

Incluso ya no parece querer asesinar a todo el que se le ponga enfrente.

Su familia ahora está completa.

No solo Olympus, también su propia sangre.

Ya está donde pertenece.

Y yo donde pertenezco también.

Jamás hubiera pensado que mi lugar era junto a los dioses, pero se siente bien.

Me siento tan plena y a gusto que incluso la "fatal noticia" no me molestó.

No solo pasaremos el fin de semana aquí, sino lo que resta del año.

Algo así como... seguramente un mes.

Pero esta bien, eso seguro mantiene a mi madre abstraída respecto a la idea del aborto, y yo puedo vivir tranquila una corta temporada.

—¿No es hora de desayunar ya? — cuestiono acercándome a la sala de estar.

—Cuando lleguen tus primos — contesta la abuela con una sonrisa.

—Vamos, seguramente Ashton y James ya han hasta comido algo — protesto imaginándome al par comiendo algo en medio de las compras.

—Habla...

—Llegaron — mi madre le interrumpe cerrando el libro que leía y poniéndolo en la mesita de centro.

—¡Llegaron! — la abuela reafirma con un entusiasmo genuino y se pone de pie emocionada.

Sale de la casa mucho antes de que un Mercedes Benz se aproxime al resto de autos aparcados y no sabemos si seguirla o no.

—Escuchen — mi madre se pone de pie rápidamente y camina hacia nosotras, nos guía lejos de la entrada y la noto nerviosa —. Las cosas son así: su padre tiene un medio hermano.

—¿Qué? — cuestiono enseguida.

—Shh, lo tiene... bueno, en realidad es su hermanastro, el abuelo tiene un hijo, y vivieron juntos cuando se casó con la abuela. El punto aquí es que Vikram y su hermanastro no se llevan — y lo deja muy claro —. Por eso mismo no lo conocen ni saben de él. Según su padre es un engreído pesado, pero no se hagan ideas, después de todo lo odia. Mientras tanteamos la situación quiero cuidado. Además, por lo que sé tiene uno o dos hijos, quiero mucha cautela mientras sabemos quienes son estas personas.

Ambas asentimos y esperamos a que se marche. Ella retoma su lugar en el sofá y sigue su lectura.

—Podemos con esto — supongo.

—Sí, podremos — asegura Hera.

Por favor, si pude con el Olimpo, dos hermanos y dos tíos no serán nada.

Caminamos a la par hacia la puerta, escucho que los motores son apagados y los saludos comienzan.

Salimos al fin, sin mirar directamente al lugar y muy desinteresadas.

Echo un vistazo y no puedo evitar hallarle familiaridad a la camioneta recién llegada.

Una Jeep negra.

La puerta del conductor se abre y éste baja.

Alto, vestido de negro y libera una gran cantidad de humo por la nariz.

Detrás de mí oigo una copa hacerse añicos en el piso.

Volteo rápidamente y veo a mi madre hecha piedra en la entrada de la casa.

Cuando vuelvo a mirar Eros está observando a Hera estupefacto.

Y sus ojos se posan sobre mí.

Esto va a ponerse muy feo.

(...)

En medio de gritos, protestas y peleas, al fin consiguen poner orden.

Mi padre y el padre de los Fenix han conseguido acallar a todos.

—¿Qué está ocurriendo aquí? — protesta el tipo y parece que regaña a sus hijos realmente —. ¿Pueden decirme qué puta cosa hicieron esta vez?

—Yo voy a decírtelo — interviene mi madre y se me acerca.

—Basta — ordeno deteniéndola —. Esto no es asunto tuyo.

—¿Qué pasa? — interroga él.

—Tus pequeños dioses dejaron embarazada a mi hija — suelta.

Me pellizco el puente de la nariz con fuerza.

—¡Dije que no era tu maldito asunto! — reclamo a mi madre —. ¿Por qué carajo no dejas de meterme en mi vida? ¡Deja de meterte en lo que no te importa!

Alza la mano y está por golpearme cuando mi padre reprende su muñeca.

—¡Acordamos que mantendrías cerrada la boca! — le grita.

—¿Debo callarme y dejar a ese par de delincuentes libres? — discute.

—¡Tienen veintitrés años, Verónica! Pueden solucionar sus problemas solos, si California te necesitara te pediría ayuda, ¡pero jamás va a hacerlo porque no sabes quedarte callada y ayudar!

—¡Sólo quiero que mi hija no quede manchada con esto!

Y hacer estas escenas nos deja en muy buena posición.

—¿Pueden explicarme lo que está ocurriendo? — apenas y alcanzo a escuchar la pregunta que les han hecho a los gemelos.

Ambos están más blancos de lo normal, y nunca había visto que le tuvieran miedo algo.

Ahora parecen aterrados.

—¡Por supuesto que abortará! — el grito de mi madre me distrae de la otra discusión por un momento.

—¡Ya basta! — El grito de Eros calla a todos de nuevo —. Estoy harto de estas mamadas. California está embarazada, puede que sea el padre o puede que Ares lo sea, y no creo necesario dar explicaciones de cómo ocurrió. Eso es lo que sucede, ahora todos lo saben con certeza. Los tres hemos hablado de ello ya, California ha decidido tener al bebé y nosotros estamos de acuerdo con ello. No hay más, la decisión fue tomada y no hay nada que ninguno de ustedes pueda hacer.

—Me niego a que mi hija engendre algo con su sangre — ataca mi madre.

—Pues le guste o no, California tiene algo nuestro dentro, y no importa quien sea el padre, después de todo somos gemelos.

La información golpea a mi madre mucho peor que un puñetazo en la cara.

Y de verdad quiero reír.

Volteo y me escondo en los brazos de Hera, esbozo una sonrisa e intento que ninguna risa se me escape de la boca.

—¿Ustedes dos enloquecieron? — brama el hombre a los dos chicos —. ¿Cómo sucedió esto?

—Creí haber dicho que no eran necesarios los detalles — recuerda el castaño.

—¡¿Acaso se acostaron con la misma chica sin importar que el otro lo hiciera también?! ¿O esto fue cosa de una locura e hicieron un trío con ella?

Ambos vacilan varias veces sin saber cómo responder a ello.

—¿Nuestra vida sexual cambia algo del presente? — inquiero y todos me miran —. Me acosté con ambos durante algunos meses, y en una fiesta hicimos un trío. Ahora que hemos aclarado los detalles, ¿qué sigue?

Veo a Eros sonreír satisfactoriamente.

Y camina.

Llega hasta mí sin quitar la sonrisa y provocándome sonreír también.

—Sabes que me encantas, ¿no es cierto? — dice y se inclina a besarme pese al problema que nos rodea.

—Comienzas a gustarme — musito y vuelve a sonreír.

—¡Basta ya! —mi madre nos separa.

—Vamos, ya está embarazada, ¿qué caso tiene separarlos? — interviene la madre de Eros y casi me echo a reír otra vez.

Es de las pocas personas que no parece estar echando humo por la cabeza.

—No pienso permitir que ese delincuente se le acerque de nuevo — determina.

—No vuelvas a llamarle delincuente a ninguno de mis hijos — advierte la mujer sacando el carácter —. Quizá no sean los mejores muchachos del mundo, pero no son tan bajos como tú.

Aquí van a haber golpes.

—¿Estas enterada de las cosas que tus chicos han hecho? — cuestiona mamá.

—Cada cosa — confirma la otra —. ¿Y tú te imaginas la clase de cosas que tú pequeña puede hacer? — y con eso pone tensa a mi madre —. ¿Puedes imaginar lo que sentirías si yo culpase a tu hija de esto y asegurara que solo ha querido amarrar a alguno de mis hijos?

—No te atrevas...

—No — niega rápidamente —. Esos no son mis pensamientos, como ya lo dije, ni mis hijos ni yo somos como tú. Pero antes de señalar a los demás mira lo que tienes.

Hay un gran silencio después de ello, al parecer los ánimos se han calmado, pero los problemas se han dado y es difícil adivinar cómo volver a la normalidad.

—¡Voy a ser bisabuela! — y esa es la forma más adecuada.

Mi abuela corre a abrazarme, también abraza a Eros y no pasa de felicitarnos.

—Ya lo quiero ver, va a estar precioso — asegura.

Mientras tanto mi madre entra a la casa enfurecida, papá va detrás de ella y todo comienza a fluir.

La abuela entra a la casa también junto con Artemis y mi hermana.

El padre de los chicos está siendo amansado por su mujer, y cada que quiere discutir ella lo mete en cintura al instante.

Al final cede y va a su auto por sus cosas.

Ella llama a Ares con el dedo índice, y luego viene hacia nosotros.

Eso me pone nerviosa.

No he conocido a mi posible suegra de la mejor manera.

—Escucha, cariño — me habla muy dulce —. Cuando tuve a este par no estaba muy lejos de tu edad. Y a diferencia de ti, yo no se lo dije a su padre, pues estaba a poco de terminar su carrera y un embarazo lo impediría. Sin embargo estos dos no tienen una carrera importante por terminar, haz que se responsabilicen.

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Siguiente actualización, martes 03 de noviembre. 🧿

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