Día 3.
Día 3: Crisis.
Quedan 4 días.
Ciertamente habían dos cosas que odiaba Boruto.
La primera, la deshonestidad.
La segunda, él mismo.
Sentía que era una basura al no tener el valor de confesarse con Mitsuki. Le gustaba, lo admitía, realmente estaba enamorado de él.
Era miércoles, hoy entraba un poco más tarde a la escuela.
Así que podía seguir pensando en una manera de confesarse e irse sin arrepentimientos. No, todavía estaba indeciso respecto a eso.
Desde que había tomado su decisión de suicidarse, quería dejar todo arreglado. Algo así como lo que ocurre cuando una persona se vuelve vieja y muere por causas naturales. Un testamento.
Aunque él no trabajaba aún, pero si dejaba cuentas pendientes con las personas que quería no se sentiría bien y probablemente, seguiría dudando.
Con lo sucedido el lunes, ya lo veía suficiente y si es posible lo haría en ese momento, pero ¿qué diría su mamá?
¿Y sí Himawari se siente culpable?
Boruto suspiró y arrugó la hoja de papel en la que escribía su ensayo de ciencias. Mientras más intentaba realizar sus tareas, los pensamientos lo invadían y lo hacían sentir terrible.
¿Quién era el verdadero culpable en eso?
No podía saberlo y tampoco quería cuestionarlo porque acabaría peor, incluso tampoco pasaría a tercero.
—Si tan solo fuera menos indeciso...
Ya habría acabado con todo. Quizá le hubiera confesado sus sentimientos a Mitsuki. Hasta habría enfrentado a su padre para que terminara con su ignorancia.
Pero era imposible.
—¿Por qué no puedo decírselo? —susurró entre dientes, estaba molesto—. Mitsuki es amable, considerado... Él entenderá.
Incluso si su respuesta era negativa y lo miraba mal por tener sentimientos así, Boruto debía soportarlo.
Necesitaba dejar de llorar y actuar, se quedaba sin tiempo.
Levantó su azulada mirada hacía los portarretratos que estaban en su escritorio. Allí se notaba cuan feliz era su familia, él tenía 13 años en ese entonces y su padre ni siquiera parecía querer odiarlo.
¿De verdad era todo su culpa?
Respiro profundamente, se sentía mal. Mareado.
Si él solo se suicidara, tal como le pedía Sarada, ¿sus problemas realmente se irían? Es decir, hasta su padre le dijo que era un inútil.
¿De qué servía su presencia ahora?
Soltó el lápiz y dirigió su mano derecha a su pecho. Le comenzaba a doler, pero los pensamientos no cesaban.
Sus pastillas para dormir habían desaparecido por promesa de su madre, así que no pudo dormir bien anoche. Ayer había faltado a clases todo el día y llamarían pronto a su madre por sus bajas calificaciones. Estaba envuelto en muchos problemas.
Boruto realmente estaba mareado y angustiado por sus pensamientos. Era terrible.
Ya no podía más.
—¿Boruto? —exclamó Hinata—. Hijo, ¿podrías abrir la puerta?
La dulce voz de su madre detuvo su tormento y por un instante, su pecho dejó de doler. Estaba un poco aliviado.
Se levantó de la silla y corrió toda la cortina iluminando más su habitación, luego le quitó el pestillo a su puerta y finalmente dejo entrar a su madre.
Ella se veía preocupada, quizá había pasado algo malo.
—Boruto, necesito que cuando vuelvas de la escuela compres unos medicamentos para Hima —Pidió—. Al parecer, empeoró más que antes.
Uzumaki suspiró, se sentía un poco relajado al saber que solo se trataba del resfriado de su hermana y no algo que él haya hecho. No quería preocupar a Hinata, así que esconderlo más era lo mejor que podía hacer.
—Claro, regresaré rápido para dártelo —Aceptó con su típica voz—. ¿Qué es lo que necesitas?
Eran medicamentos de venta libre, así que no tendría muchos problemas a la hora de comprarlos. Eran para bajar la fiebre y para aliviar el dolor de garganta.
A pesar de que entraba un poco más tarde, Boruto esperaba no encontrarse con Sarada a la entrada de la escuela. La única forma de no hacerlo era irse un poco temprano.
Después de que su madre le diera las indicaciones, esperaba que ella se fuera para arreglar sus cuadernos e irse.
Sin embargo, Hinata continuó ahí.
—Anoche... ¿Pudiste dormir, Boruto? —preguntó, apuntando sus ojos—. Tienes ojeras.
Iba a poner la típica excusa de estar haciendo las tareas y quejarse sobre su maestro, poner la misma cara de su yo habitual. Lo habría hecho, de no ser, porque estaba cansado de fingir.
Si Boruto se iba a matar, quería demostrarle la verdad a su madre.
—No, estuve despierto casi toda la noche —dijo la verdad, por primera vez—. ¿Por qué la pregunta?
Se sentía bien decir la verdad, de esa forma, podría conseguir esas pastillas otra vez y al menos, tener una noche decente.
Porque el día siempre era un desastre.
—Ayer, después de que te fuiste a la escuela, hablé con Temari —reveló— sobre las pastillas.
Eso lo asustó un poco, no creía que su madre fuera tan rápida para preguntar eso. Estaba seguro que de no ser por lo que le dijo a Shika, lo más probable es que habría estado en muchos problemas.
Si hubiera dicho la verdad, su padre y madre pensarían que era un drogadicto. Pero gracias a la mentira, solo esperaba que Shikadai hubiera inventado algo muy convincente.
—Si te sentías mal, debiste decirlo, Boruto. No hay nada de malo que quieras dormir o utilizar pastillas para dormir —comprendió, mientras le daba un bote de pastillas—. Estas son menos dañinas que las otras, de seguro, te ayudaran a dormir.
—Gracias, mamá...
La verdad es que convencer a su mamá de ir donde su abuelo ahora sería complicado, pero tendría que comprobarlo si en verdad funcionaban.
Buscaría por internet y verificaría su eficacia.
—Te veo después, Boruto.
Luego se despidió y se retiró dejándolo solo.
Miró el bote que su madre le había dado y suspiró cansado. Sin importar cuánto lo intentara, nada funcionaria para arreglar su problema.
Ya lo había intentado en el pasado, aunque fue solo una vez. Cuando quiso hablar de sus sentimientos con su tía Hanabi.
En resumen, sus consejos no le funcionaron mucho. Él tampoco había dicho muchas cosas, así que no lo pudo ayudar.
¿De verdad existía algo que lo hiciera?
Dejó el bote de pastillas sobre su escritorio y recogió su bolso del suelo, ya era hora de irse y si quería evitar más problemas, tenía que hacerlo.
Los miércoles eran sus días menos preferidos por una sola razón: las horas de clase sobre estudio independiente.
No había ningún profesor en ese horario disponible más que el inspector principal, a veces era Kakashi-sensei o incluso, nadie. Se suponía que esas clases son para mostrar avances en las siguientes horas, era una instancia muy productiva para las tareas pendientes si se pensaba bien.
Sin embargo, el problema era la falta de un profesor.
Nunca podía evitar a Sarada en esos momentos.
—No creo que Sarada salga muy temprano de su casa hoy...
Esa fue su conjetura antes de salir de su casa.
***
Realmente debía dejar de fantasear en las nubes, él no era como Shikadai. Y tampoco, era súper habilidoso cómo Mitsuki.
Si tan solo fuera más fuerte mentalmente, podría evitar sentirse mal escuchando las palabras de Sarada.
No es como que se hubieran encontrado a propósito, fue pura casualidad y muy mala suerte. Ese día, con exactitud, todos debían llegar más temprano y con más razón, nadie lo olvido más que él.
Por supuesto, sus amigos le habían escrito por mensaje que debió llegar más temprano, pero no vio ninguno.
Y ahora, pagaba las consecuencias.
—¡Sarada, esto ya es pasarse! —Golpeó la puerta—. ¡Déjame salir, ahora mismo!
No vio quién, pero alguien más había ayudado a Sarada para cerrar la puerta del baño con llave.
Ella lo había golpeado en su pómulo y como no lo vio venir, había caído mal en el suelo. De inmediato, Sarada aprovechó de patear en su estómago unas tres veces quizá, solo se reía de él¹.
¿En serio existía alguien tan malo como para hacer eso?
—¿Eh...? Sabes, lo único que puedo escuchar es tu lloriqueo —Se burló—. Vamos, eres un hombre. Derriba la puerta.
—¿Qué?
—Ja, ja —Se rió, mientras negaba con la cabeza—. ¿Qué estoy diciendo? Alguien tan patético como tú, en su vida, podría derribar una puerta. No te lo tomes personal, no mucha gente puede. Solo era una broma.
No sonaba como una, ni siquiera daba risa.
Boruto apoyó su puño–ya maltratado– sobre la puerta e inspiró frustrado. Nadie, más que él, podía sacarlo de esa tontería.
Podía detenerla, sabía que podía.
Entonces, ¿por qué ya sentía miedo cuando oía a Sarada?
—¡Uchiha! ¡Déjame salir de aquí, ahora mismo!
Golpeó una vez más la puerta, con gran fuerza por su molestia. Ya nada estaba saliendo como él quería y su impotencia solo se hacía más dolorosa con cada segundo que pasaba.
Podía escuchar que los latidos de su corazón se aceleraban aún más que antes.
—Y sí no lo hago, ¿qué harás? —preguntó sin inmutarse—. Todos creerán que este baño está fuera de servicio y nadie, absolutamente nadie, vendrá por ti. ¿No es eso divertido?
Y su voz tan burlona, le causaba demasiada furia. Hoy no era su día.
Ese día parecía estar más cerca que nunca de convencer su pensamiento más común.
—Escucha, seré amable y te recordaré por qué nadie vendrá por ti —Se apoyó sobre la puerta, viendo la llaves—. Este año, ¿no recuerdas que los de tercero van a graduarse? Fuimos invitados para tener un ejemplo de cómo es la ceremonia.
Era cierto. Estaba tan metido en todo lo que sucedía por su mente, su familia y el acoso que había olvidado lo importante que era este año.
Ya había pasado a segundo de preparatoria, le quedaba un solo año y pronto estaría entrando a la Universidad.
Bueno, si es que lograba superar su propia miseria.
Pero lo veía demasiado difícil, se volvió todo más complicado que antes. Aún recordaba cuando podía seguir sintiéndose feliz sin estar pensando en algo malo, o que la culpabilidad lo comiera por dentro.
¿Lo recordaría como un mal momento de su juventud?
No tenía manera de pensar en el futuro.
—¿Me oíste? —repitió Sarada—. Me voy a asegurar de que no puedas pasar a tercero y logres graduarte. ¿Por qué deberías?
Sí, tampoco estaba seguro de que podría pasar ese año con facilidad. Por lo poco que había visto, una vez el año escolar terminara tendría que dar exámenes finales.
Un exámen que definiría si era capaz de pasar a tercero.
—¡Detén esta tontería, Sarada! —Exclamó, otra vez—. Ambos sabemos que esto es inútil.
Estaba seguro que de alguna manera podía convencer a Sarada de molestarlo. De hecho, él sabía que tenía la oportunidad y capacidad de detener a la Uchiha.
Pero ¿de verdad estaba en su total capacidad?
—Yo pienso diferente, ¿sabes? —respondió—. Desde que te dije eso en secundaria, no me arrepiento. Estás en la miseria, yo no. ¿Quién debe ganar este juego?
Boruto apartó su mano del pomo y suspiró.
No quería rendirse. Esa era la verdad.
Deseaba con todas sus fuerzas que alguien lo sacara de esa tristeza tan eterna, pesada. El quererlo ya no existía, lo había perdido hace mucho tiempo y aunque parecía ridículo, se dio la oportunidad de esperarlo en 7 días.
Habían sido semanas en los que lloró, golpeó y sufrió; meses en que las lágrimas se acabaron y dos años enteros ocultando la verdad.
Lo ignoró hasta que el acoso de Sarada le pasó la cuenta y ahora, estaba en esa posición.
Era totalmente doloroso.
Pero ¿a quién le diría algo tan molesto como eso?
—¿Esto es un juego para ti? —habló, totalmente enfadado—. ¿Mi vida es un simple juego para ti?
Ante sus palabras, escuchó una risa sarcástica por parte de Sarada.
—¿Acaso eres mi marioneta? Yo no controlo tu vida, idiota —espetó—. Ahora mismo, ¿crees que no sé lo que planeas? Eres tan predecible que es gracioso.
—¡Tú no has parado de acosarme! —gritó, apegándose a la puerta—. ¡¿Piensas que soy el único culpable?!
—¿Acaso no lo eres? —Interrumpió—. Te he golpeado. Muchos lo han hecho. Te humillé públicamente cuando vinieron visitas. Sin embargo, no has hecho nada. Soy una chica, Boruto. Nada más que eso.
¿De verdad se oía así de vergonzoso?
Es cierto que las posiciones del acoso que él tenía eran poco comunes, pero podía ser posible. Es decir, ella tenía un carácter fuerte y mucha gente lo sabía.
Había un punto a favor.
—Si le dices a alguien, ¿crees que te van a tomar en cuenta? Simplemente eres Uzumaki Boruto, tu popularidad se demuestra por tu apellido —comentó—. Sin él, seguirías siendo patético y tal vez, habrías tomado tu decisión.
¿Decisión?
—¿De qué hablas?
—El de tu muerte, por supuesto —respondió, como si fuera un logro—. Llevas más de un mes deseando morir, ¿no es así?
El día que llegó a la conclusión de querer morir no lo recordaba muy bien. Pero sí sabía lo agobiante que es aquel sentimiento.
Fácilmente, puede tomar un cuchillo; colgarse, saltar desde un edificio. Todo con tal de cumplir su objetivo, más bien, el objetivo que intentaba realizar últimamente.
—¿Por qué simplemente no acabas con esto, Sarada? —preguntó, parecido a una súplica—. No conseguirás nada de esto, entonces dime, ¿para qué seguir?
Aún existía una forma de arreglar esta situación. Podía permitirse conversar con Sarada e intentar convencerla de que todo su acoso se detuviera porque así, al menos, nadie le echaría la culpa de ser débil ante una chica.
Y tampoco le preguntarían nada a la Uchiha.
—Porque es divertido ver cómo te destruyes —reveló, a través de la puerta—. Es cierto que te provoque muchos problemas, pero estás tan mal que ya no piensas en hacer algo. ¿O me estoy equivocando?
Parecía que Sarada sabía demasiadas cosas, no, más bien, ella tenía muy claro su objetivo. Le haría la vida miserable hasta que él tomara el siguiente paso.
—Realmente no me importa lo que hagas ahora, o después. Solo será tu problema y tú, deberás tomar responsabilidad de eso —concluyó—. Si tanto quieres morir, hazlo. ¿Acaso eres bueno en algo? Tu presencia es molesta y tú, más que nadie, lo sabe.
—¡Maldita seas, Uchiha! —exclamó, golpeando con fuerza la puerta—. ¡¿Acaso nunca te importó nuestra amistad?! ¡¿Serás siendo insensible hasta el final?!
Y los golpes continuaron, solo que sus nudillos comenzaron a magullarse por la fuerza que utilizaba. Pero ni aún así, Sarada pareció inmutarse al otro lado.
—Por más que quieras gritar, nadie te va a oír. Todos están en el gimnasio, estás perdido —murmuró— y solo. ¿Crees que tus amigos vendrán? Llevas media hora aquí y por lo que escucho, ninguno te ha escrito. ¿No es eso algo gracioso?
Tenía razón, demasiada.
—¡Sarada, déjame salir!
Ahora mismo, se sentía extraño. Incluso podría decirse que estaba eufórico, no podía controlarse y quería salir. El baño lo estaba ahogando.
Su respiración estaba más agitada que antes, no solo por la ira, si no, porque estaba ansioso.
Habían veces que Sarada, simplemente, llevaba muy lejos su acoso.
Con todo su esfuerzo intento evitarla esa mañana y fue en vano. Ella lo odiaba, sin importar cuán amigos fueron en primaria y parte de la secundaria.
—Piérdete, Boruto.
Y fue lo último que escucho de ella, luego fueron sus pasos y después, no había ningún ruido.
Solo silencio. El aterrador y terrorífico silencio que lo inundaba en los peores momentos.
Justamente anoche pasó por esa misma sensación, cuando los pensamientos parecían ahogarlo más y más hasta que no pudo dormir.
Podía llamar a uno de sus amigos para que lo viniera a buscar, informarle al inspector lo que hizo Sarada y probablemente, estaría a salvo de ella.
¿Por cuánto tiempo sería así?
Sarada era una alumna destacada, tal como lo era él en el pasado. Ella tenía un excelente promedio, rendimiento y asistencia escolar perfecto. Era imposible que la expulsaran o suspendieran, literalmente, mancharia la reputación de la escuela.
Entonces, ¿qué podía hacer?
Ni siquiera podía declarar sus sentimientos a Mitsuki.
¿Debía esperar algo bueno de él?
Dejó de golpear la puerta e intentó mirar sus nudillos, pero fue imposible. Su vista estaba borrosa, su respiración era irregular y sus pensamientos eran difusos.
El dolor de sus nudillos era distante, su mente parecía estar centrada en otra cosa ahora mismo.
¿Y qué sí moría ahora?
Caminó hacia el lavabo y vio su reflejo en el espejo que estaba arriba. Se veía diferente, ese ya no era él.
La persona que estaba en ese instante no se parecía a él.
Puso su mano sobre el espejo, considerando tomar el consejo de Sarada y simplemente morir. ¿Qué podía perder ahora mismo?
Su familia parecía estar destrozada, su vida escolar iba a peor y su primer amor jamás lo aceptaría.
Él era raro. Desde la primera vez que sintió un sentimiento distinto por Mitsuki, pensó que era repugnante. Luego, sus padres se distanciaron y creía que era su culpa. Ahora, dos años de los que llevaba en preparatoria no paraba de ser acosado y a veces, golpeado por influencia de Sarada.
¿Había algo que arreglar?
¿De verdad, en su ingenuidad, existía una razón para quedarse y no morir?
Según Sarada, no lo había. Y su mente, le decía lo mismo.
Entonces, sucedió.
*¡Craack!*¹
Con su propia mano derecha, rompió el espejo que mostraba su reflejo y miles de vidrios cayeron al lavabo. Su mano estaba sangrando, pero ni aún así lo sentía.
Se dejó llevar por sus impulsos, sus sentimientos y por fuerza mayor. Boruto no lo soportaba más, sin siquiera haber pasado el día miércoles a solo cuatro días de una decisión final, ya haría lo que se prometió no hacer.
Estaba asustado. Temeroso. Nervioso. Pero más que nada, fuera de sí.
Había llegado tan lejos, soportó tantas cosas y aún así, se estaba rindiendo.
¿Ese era él?
—Ayuda...
Por primera vez, en esos largos años, pidió ayuda.
Sus manos temblaban, la sangre corría por el lavabo y todo estaba lleno de vidrios. Era peligroso y por un momento, despertó.
Se dio cuenta de lo que trataba de hacer y quería que alguien más lo detuviera.
—¡Quién sea, ayúdeme, por favor!
Sería el primer y último signo de ayuda que pediría. Y aunque nadie viniera por él, sabía que de él salió algo así.
¿Era posible terminar de esta manera su vida?
Así que, ese sería la conclusión que tomó.
Ni la puerta ni su teléfono sonaron. Después de su grito, volvió a oírse el silencio que Sarada le había dejado cuando se fue. Aunque sabía que sería así.
No tenía el derecho de pedir ayuda cuando ya había perdido la oportunidad de hacerlo.
Volvió a mirar el lavabo y tomó uno de los vidrios repartidos por ahí, lo acercó a su muñeca y cortó horizontalmente su antebrazo.
Fue una línea larga, el pedazo de vidrio estaba muy afilado y perforó muy rápido su piel.
Largas líneas de sangre comenzaron a caer en dirección al lavabo y parte del suelo.
Resistió por tantos años y finalmente, quiso dejarlo todo.
Ya ni siquiera le dolía la enorme herida que se hizo con el vidrio, de hecho, se sentía distante.
Porque cuando estaba en secundaria, ya lo había hecho unas cuantas veces. El dolor, en ese entonces, era más insoportable que ahora.
Pero no era tan horrible como ahora.
Y volvió a cortar sobre la herida, empeorando la lesión. Otra vez y otra vez. Quedaría una cicatriz horrible si es que quedaba vivo, pero si estaba atrapado y encerrado, ¿quién le diría algo?
Su mano derecha sangraba y su antebrazo izquierdo también. Cualquiera diría que parecía una escena del crimen, pero Boruto se había rendido.
Su mirada azul, como el mismo cielo, regresó a lo que quedaba del espejo en la pared y vio la mitad de su rostro. Aún dentro de él, creía la oportunidad de ser salvado y comprendido.
Sin embargo, ya no había nadie. Tantos años así y nadie le dijo algo.
¿En serio era tan buen actor?
Y no fue hasta que, comenzó a doler.
—¡Boruto-kun!
Escuchó su nombre, alguien más había entrado y lo sacó de su trance. Por más repentino que fuera su llegada, ya era muy tarde.
Uzumaki Boruto no esperaba nada. Solo su muerte.
—Diablos, ¡¿qué hiciste, idiota?!
Habían más voces, quizá dos o tres, pero Boruto se desmayó. No lo resistió más.
[...]
Boruto despertó y abrió los ojos inmediatamente, viendo a su alrededor.
Estaba en la enfermería de la escuela.
Había sobrevivido en su patético intento de suicidarse. No, de hecho, lo habían salvado. Él no falló en nada, alguien más se atrevió a salvarlo y lo sacó por un instante de esa miseria.
Dirigió su mirada a la ventana y vio que no había pasado mucho rato, la luz del sol seguía en lo más alto. A pesar de todo, se sentía un poco mareado.
Se intentó sentar, pero alguien lo detuvo.
—¡No te levantes, Boruto! —habló Shizune—. Estás muy delicado, la ambulancia está por llegar y yo hice lo posible para detener el sangrado. Si te levantas ahora, es posible que la hemorragia regrese.
Podía insultar miles de veces si quería, pero había sucedido lo que menos pensó que pasaría. Si no detenía eso desde el principio, cuando llegara al hospital sería internado en un psiquiátrico.
Eso sonaba como la peor idea del mundo.
—¿Qué me sucedió? —Fingió haberlo olvidado—. Bueno, además de la enorme venda que rodea mi brazo.
—¿No lo recuerdas, Boruto? —preguntó, mirándolo—. Iwabe y Denki dijeron que los vidrios del espejo cayeron en tu mano. Además, la puerta del baño estaba cerrada y te vieron, solo quisieron ayudarte.
Boruto recordaba a medias lo que sucedió en ese momento. Su mente estaba nublada por completo y solamente, realizó el acto.
Aunque lo hizo, falló por sus amigos.
Morir, teniendo cerca a sus amigos, no sonaba como una buena idea. Ellos evitarían todo lo que pareciese dañino para él y era evidente, que mintieron a su propio beneficio.
—Sí, así fue —Asintió, continuando la mentira—. El espejo parecía un poco inestable y solo pasó.
—¿Seguro que no fue alguien más? Las heridas en tu antebrazo son graves —Presionó la venda—, estás un poco pálido. ¿Te sientes cansado?
¿Cansado? Claro, la pérdida de sangre debió ser importante. En su propia ceguera, perdió el tiempo y realmente estuvo a punto de conseguir su objetivo.
Pero podía echarse la culpa y decir la verdad. Después de todo, solo le provocaría una consecuencia mayor mentir e inventar más mentiras sobre su herida.
Sin embargo, no importaba lo mucho que quisiera salirse de ese dolor. La verdad es que se sentía decepcionado.
Nadie lo ayudaría, eso estaba más que claro y su problema no tenía significado.
—Sí, tengo un poco de frío también —respondió—. ¿Es por la pérdida de sangre?
—Pues sí, tal vez tengas una trasferencia de sangre —Lo pensó en voz alta—, pero es una buena señal que estés consciente.
—Es cierto, una muy buena señal —Lo susurró, con frustración.
Podía decirse que era su primer intento de suicidio, en más de tres años. Morir en el baño de la escuela no parecía una excelente anécdota que contar ni mucho menos, algo para decirle a su madre.
—Debieron ser los de primero —murmuró, asegurando la venda—, ellos siempre destruyen los espejos. No te preocupes, Boruto. Estarás bien.
Pues sí, es todo lo que el mundo le pedía a su alrededor.
—¿Cuánto más va a tardar la ambulancia?
Una vez su madre se enterara de lo que había hecho, estaría muy asustada. En secundaria ya le había provocado muchos problemas, y le prometió ser menos problemático en preparatoria, pero ahora había roto su promesa.
Qué decepción.
‘Cada vez más, decepciono a todos’, pensó volviendo a mirar por la ventana.
Tan pronto llegara el día final, estaba seguro que todos sus amigos se darían cuenta de su problema y quizá lo ayudarían. Podría salir de dónde estaba para siempre y finalmente, saber lo que significaba ser feliz.
Aunque tenía miedo. ¿Él sería aceptado después de que descubrieran sus verdaderos sentimientos?
Tuvieron que pasar muchos años antes de que los aceptará sin seguir sintiendo que eran molestos.
—Ya llegó, Boruto —comentó, viendo su teléfono—. Vendrán ahora por ti, relájate.
De seguro, Shizune pensaba que le preocupaba su salud, pero la realidad era distinta. ¿Y sí su corazón se detenía por la falta de sangre? No creía haber perdido tanto, es decir, no el suficiente para estar riesgo vital.
Pero podía suceder. Era una herida profunda, hubo perdida de sangre. Y él, se negaba a vivir y salir bien de esa situación.
Solo un médico diría su diagnóstico.
Lo cual, era un obvio intento de suicidio por su parte.
***
—Pero ¿estarás bien? —preguntó, una vez más Shikadai—. ¿Tendrás que quedarte en observación por hoy? Asumo que no vendrás en lo que queda de semana, ¿no?
Tan pronto Shikadai se enteró de lo que sucedió con Boruto, lo llamo por teléfono. Necesitaba saber que estaba bien.
—Pienso ir el viernes, tengo que entregarle algo a Kakashi-sensei —comentó—. Se lo debo desde abril, así que no quiero tardar más.
—No deberías forzar tu cuerpo, idiota —Suspiró—. Si quieres, mañana voy a tu casa y el viernes se lo doy a Kakashi-sensei.
—Sí, bueno, dijo que debía dárselo y si se enteraba de que había copiado, me haría reprobar su materia en lo que resta del año —Se quejó—. Es un sensei muy cruel.
—Te acompaño entonces, mientras Hinata-san viene a buscarte temprano para que puedas descansar.
—Shika, deja de preocuparte —Intentó ignorarlo—. Estoy bien, dijeron que solo necesitaba descanso. Tenía la presión baja, pero nada más. Shizune-sensei hizo un buen trabajo presionando la herida.
—Tch, qué fastidioso. Haz lo que quieras.
Era como hablar con la pared.
—Bien, bien, no te pongas así. Te dejaré.
—Entonces, mejórate y ten más cuidado. Nos vemos el viernes, Boruto.
Cortó la llamada y miró a sus amigos. En cuanto supieron que algo le había pasado a Boruto, la mayoría de ellos quiso saber la verdad.
Es decir, tanto Shikadai cómo Mitsuki creyeron que Boruto no había asistido hoy. Ayer, él les comentó que Himawari estaba enferma y se sentía preocupado. Así que, asumio que no vendría.
Lo que fue un grave error.
—¿Qué te dijo? —preguntó Inojin—. Denki e Iwabe aún no llegan, aún no podemos saber toda la historia.
—Me dijo que el espejo del baño se le cayó en su brazo —dijo, tal como Boruto le había relatado— y un pedazo de vidrio grande, provocó una hemorragia menor en su antebrazo.
—No pensé que esos accidentes sucedieran en la escuela —respondió Mitsuki—, somos de preparatoria, ¿no?
—Tal vez el espejo ya estaba roto, y cedió justamente cuando Boruto estaba ahí —agregó Inojin—, ¿puede ser posible, no? Y si fue un pedazo de vidrio, quizá rebotó y le hizo daño.
Era una posibilidad. Podía ser así de casual y que simplemente, se trató de un accidente escolar. Todos estaban en el gimnasio, así que era obvio que nadie lo notaría durante un rato.
—¿De verdad lo ves posible? El espejo no está tan alto, y fue una hemorragia.
—Pero también puede suceder —refutó Inojin—, ¿acaso nunca se te ha caído algún pedazo de vidrio o cristal? Esas cosas son super filosas.
—Es que, solo piénsalo —insistió Mitsuki—. ¿No te parece raro? Digo, hablamos de una hemorragia. Un corte así, sin ninguna fuerza externa, ¿de verdad provocaría una herida así?
Inojin guardo silencio y Mitsuki también. Ambos, en cierta parte, querían negar la posibilidad de que alguien le hizo eso. Los dos lo creían en el fondo.
—¿Fuerza externa, no? —Pensó—. Quizá alguien estuvo involucrado, no lo sé, ¿Sumire?
—¿No han pensado en la otra posibilidad? —habló, por fin, Shikadai—. Tienen un buen punto, ¿saben? Pero no podemos descartar nada.
—Estás diciendo que, ¿Boruto se lo hizo?
En ningún momento quisieron pensarlo. Mitsuki lo había dicho, pero Inojin y Shikadai trataron de negarlo. Sin Denki, quién salvó a Boruto, no estaba allí era imposible saber más.
—Sí, creo que no es simple casualidad.
Aunque no estuvo presente en ese momento, Shikadai lo sospechaba.
El ambiente entre los tres terminó siendo incómodo porque Inojin, yendo rápidamente en contra de Shikadai, le respondió.
—¿Desconfías de Boruto?
Y lo fue más, porque cuando Inojin se volvía serio, todo era complicado.
Se quedaron en silencio, nadie quería responder esa pregunta. De hecho, no pensaban en nada ahora mismo.
Últimamente, sobre todo, en este año.
Boruto se veía totalmente diferente.
—Denki no podrá venir —habló Yuino—, está teniendo muchos problemas con el Director.
Shikadai lo miró y regreso sus ojos a su teléfono. Boruto seguía diciéndole que estaba bien por mensaje, que solo fue un accidente.
¿Tenía que creerle?
—Oye, entonces, ¿para qué nos hiciste venir con urgencia? —preguntó Yamanaka, con cierta molestia—. Shika ya llamó a Boruto, así que no necesito saber más del chisme.
Inojin se iba a levantar, pero Mitsuki lo detuvo. De cierta manera, tenía una sospecha de que ese ‘accidente’ iba mucho más allá.
—Siéntate, Inojin —Ordenó Mitsuki—. ¿Piensas ser grosero como siempre?
Por alguna razón, la tensión entre los dos aumentó mucho. Shikadai no lo entendía, es decir, desde que llegaron en la mañana parecían estar peleados. Lo peor es que Inojin y Mitsuki no eran tan amigos como lo era él con Boruto.
—Tch.
Inojin se quedó de pie, pero miró a Iwabe.
—Supimos por Boruto que ustedes dos lo ayudaron, en ese momento, ¿qué pasó?
El Yuino frunció el ceño, no creyó que de verdad le preguntarán tan directamente. Era incómodo.
La tensión de hoy, estaba por todos lados.
—Inojin, contrólate, ¿sí? —Se quejó el Nara—. Si estás molesto, o algo así, no es nuestra culpa.
—¡¿Qué?! ¡Shika, no me tires toda la culpa! —exclamó alterado—. ¡Mitsuki también comenzó!
Shikadai también se levantó de la silla, pero con más calma.
Sin embargo, Iwabe los interrumpió.
—La puerta del baño estaba cerrada —Llamó la atención de los tres—, alguien la cerró desde fuera.
Mitsuki, más preocupado, preguntó:
—¿Y qué pasó después? ¿Boruto estaba bien?
Lo que Denki e Iwabe vieron fue un claro intento de suicidio por parte de su amigo, Uzumaki Boruto. Iwabe suspiró, no podía decirles toda la verdad.
Incluso Denki le dijo que no lo hiciera.
—No les contó toda la verdad, de hecho, Boruto fue golpeado y después lo encerraron —Mintió un poco—. No logramos preguntarle nada porque ya se había desmayado.
La realidad era distinta, Iwabe lo sabía. Boruto, por alguna razón, intento suicidarse en la escuela. No pudo ver mucho, pero el lavabo estaba repleto de sangre y vidrios.
Pero ¿por qué?
Esa fue su duda, la que todos tendrían. ¿Existía algo más?
¿Sería cierto que Boruto ya no era tan feliz cómo siempre lo demostraba?
––––
Maratón 1/10
¹: Boruto cree que Sarada disfruta burlándose de él y verlo mal. Piensa que solo lo hace por diversión y no por una razón.
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