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8.- "Paseo Agradable"

Myles Young

—¡Por favor!— rogué alargando la "o", jalando del brazo a la chica de cabello gris.

—¡Ya te dije que no!— gritó Tabatha resistiéndose a mi agarre —hoy es el final de mi serie y me niego no ver el estreno.

—¡Puedes verlo en el café!— rogué —¡Yo te salvé la vida en primer año!

Dejó de resistirse, aligeró su cuerpo y rodó los ojos agotada.

—Repíteme qué quieres que haga— pidió.

Acomodé mi ropa más convencido, listo para usar el poder de las palabras y lograr que ella accediera a hacerme un pequeño favor.

—Tengo que ir a un asunto de vida o muerte a las seis— empecé —pero olvidé que hoy trabajo extra ya que Wen sacó una nueva bebida que al parecer promete mucho... No puedo faltar a dónde tengo que ir ¡Me van a matar!

Me miró confundida. —¿Y por qué no vas un poco a trabajar y luego a ese lugar?

Tomé sus hombros desesperado, agitandola con rapidez.

—¡Él sabe dónde trabajo! Me da miedo que me intercepte a mitad de una malteada— solté.

Ahí si, me puso atención, tomó mi rostro entre sus manos y me acercó a ella con seriedad.

—¿Es una cita, con un "él"?— dijo casi en susurro.

Balbucé. —Si es un él, pero no es una cita, solo vamos a entrenar.

Se alejó de nuevo, inspeccionandome, en verdad necesitaba que ella me cubriera.

Anteriormente, no planeaba ir al entrenamiento, pero luego de la amenaza de Brent, mis planes cambiaron totalmente, algo en su hablar me hacía querer obedecer todo lo que dijera si es que no quería salir lastimado.

Le había avisado a Wen y Mei que probablemente alguien iba a cubrirme, no tuvieron problema con eso, el problema pasó cuando no pude pedirle a Alek o a Leandro que me ayudaran.

Leandro, una cita con alguien. Alek, visita a su madre.

Mi única opción era Tabatha, y yo sabía que ella me debía un favor enorme.

—¿Cuánto me pagarás por eso?— preguntó cruzada de brazos.

—Quédate con todo lo que gane.

Alzó los hombros. —Lo haré, pero, al menos dime con quiénes debo fingir amabilidad.

—Oh, sí si, eh, verás, Wen y Mei son hermanos tailandeses abrieron el café hace tiempo y realmente ellos son...

—Espera— me detuvo —dijiste, ¿Tailandeses?

Asentí sencillamente. —Sí, de Tailandia.

Calló unos momentos, momentos en los que creí había entrado en un shock.

Pero luego empezó a saltar como resorte.

—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!— gritó eufórica —¡¿Sabes cuánto tiempo he esperado poder conocer a alguien de Tailandia?! ¡¿LO SABES?! ¡Yo amo las series de allá y tú jamás me lo mencionaste!

—¡Nunca me preguntaste!— me defendí cuando mis hombros fueron agitados.

—¡Gracias, gracias!— besó mi mejilla, y luego se fue corriendo por el pasillo hacia la salida del estacionamiento, apenas habían acabado las clases —¡Voy a tener amigos tailandeses!

Con demasiada confusión me resigné a acomodar mi ropa de las mangas, agradecía interna y eternamente que haya accedido.

No es que le tuviera miedo a Brent, simplemente prefería no arriesgarme a que pudiera hacerme daño. Por una parte, no tenía lógica, él no sabe dónde vivo o estudio, pero no quería dudar, algo me hacía creer que de alguna manera iba a descubrirlo. Tampoco quería ir al café hoy, ¿y si él estaba esperándome afuera?

Mientras caminaba por el pasillo a los dormitorios, casi no prestaba atención a mi alrededor, inconscientemente saludaba a algunas personas que me saludaban, pero nunca tomándoles mucha importancia.

Y realmente, no estaba en el edificio de mi facultad, para llegar a los dormitorios de arquitectura, por lógica tenía que cruzar este edificio. Y ahora había muchas personas aquí, debía caminar lento y con cuidado si no quería dañar sus planos o lo que estuvieran haciendo que parecía importante.

—Estás más distraído de lo normal, ¿Qué le ocultas a Brunito?— escuché por un lado del pasillo.

—Nada, solo estoy pensando— respondió el casi dios de la facultad de aquí, Frank Walker, ambos esperando a que el pelinegro sacara cosas de su casillero para algún partido de fútbol.

—Pensando en... la pulga— insistió el pelirrojo.

—Ayden, se llama Ayden— lo corrigió con firmeza.

—¡El amor cambia a le gente!— soltó con indignación.

Seguramente era el chico de la fiesta de quien hablaban.

—¿Qué no tienes que molestar a mi hermano?— se defendió Frank antes de golpearlo con la palma de su mano en la cabeza.

Y así, ambos caminaron a otra dirección, olvidaba que pronto habría partidos de nuevo contra otras escuelas, y esperaba que eligieran al equipo de arquitectura o al menos a varios de ellos, ya que usualmente ganan muchas veces.

Seguí mi camino, tiempo después de esquivar estudiantes, pude llegar al dormitorio, listo para dejar mis pertenencias y testamento por si acaso Brent Jones está de malas cuando llegue.

...

Había disfrutado el camino de la universidad hasta acá, hace mucho no usaba mi skate, y ya era justo y necesario volver a utilizarlo.

Miro el celular, miro el edificio. Miro el edificio, miro el celular. Y así cuatro veces seguidas, los nervios me consumían, ya había llegado al edificio que Brent había anotado en mi celular, ahora solo faltaba tener el valor de pasar con él.

Por un momento pensé en que sería mejor huir, alejarme de aquí y luego hacerle creer que tuve que irme de urgencia.

Pero, hubo algo que no me dejó, no tenía por qué tener miedo, solo me va a ayudar a saber pelear, eso es todo. Además, poco a poco, iba descubriendo su parte no tan aterradora.

Quizá era que, yo solo quería ser su amigo, visto que no tiene muchos de los cuales presumir. Pero quería imaginar que Jones no era malo, solo un poco impulsivo.

Todo lo iba pensando mientras entraba al edificio y caminaba hacia su habitación, no sin antes haber preguntado por él en recepción, mi skate estaba detrás rodeado por mi brazo, solo quería terminar con esto.

¿Por qué fue qué se me ocurrió la idea de clases particulares? No lo sé, quizá no pensé en el momento, solo quería estar con él para hacerlo mi amigo.

Y aquí estoy, enfrente de la puerta cincuenta y nueve, esperando no arrepentirme, o en el peor de los casos, recibir golpes.

Toqué dos veces la puerta temeroso, limpiando mis manos del sudor, al costado de mis pantalones.

—¡Devuélveme eso!— escuché la voz de Brent dentro del departamento y varias pisadas.

Un rato después, supuse que era una pelea entre Dakar y el moreno, hasta que la puerta fue abierta.

—¡Hola!— dije sonriendo ampliamente.

—Te dije que me avisaras antes de llegar— dijo Brent con desagrado, solo vestía un pantalón de chándal y una sudadera, nada fuera de lo normal.

—Lo olvidé— agregué un poco arrepentido, no empezamos bien.

¿Qué no era él quién quería que viniera a fuerza?

No le dió tiempo de volver a reclamar, cuando Dakar pasó por la puerta a recibirme, y parecía que tenía algo para mí.

—¿Cómo estás?— me agaché para saludar al perro —mejor dicho, ¿Por qué no haces caso a tu dueño?

Acaricié las orejas de Dakar, pero él parecía querer darme lo que había en su boca.

—¿Qué tienes aquí?— lo tomé sin dejar de sonreír, ni entendía como este perro con tan solo tocarlo ya me provocaba felicidad.

En mis manos ahora de encontraba un collar y una correa, me levanté rápidamente, viendo que Brent solo estaba recargado en el marco de la puerta.

—No sabía que ibas a ir a pasear con él— le tendí el collar —tampoco que le ponías correa.

Rodó los ojos. —Quiere que vayas con nosotros, y la correa no es para él.

—Eh... No estoy comprendiendo mucho, creí que íbamos a...

—Cuando supo que habías llegado fue por la correa y él quería recibirte— me explicó sin interés —cuando lleva la correa significa que quiere que salgamos a pasear, así es como lo dice, pero no la usa.

—Ya veo— volví a acariciar sus orejas —eres muy inteligente.

Me perdí un segundo entre el espacio tiempo de Dakar y yo, de alguna forma, ya le tenía un afecto desde antes, y probablemente él si lo recordaba.

No escuchaba nada en mi entorno, solo veía las piernas de Brent de reojo, y él aún seguía en el marco de la puerta.

—Le agradas— comentó con un tono más pacífico —y aún no sé por qué.

—¿Será un misterio?— dije evadiendo el tema, luego volví a levantarme —bien, entonces si vas a pasear con él, debería irme.

Negó. —¿No me oíste? Él quiere que vayas, entonces vas con nosotros.

Por menos emocionado que estés.

Cerró la puerta detrás de él, parecía que ya tenía la llave del departamento.
Caminó por un lado de mi, y Dakar le iba siguiendo el paso, no me quedó de otra más que seguirlos.

...

Brent está raro.

No soy quien para decir que conozco mucho a Brent, ya que lo único que sé de él es su nombre, su mascota y su dirección.

Se ha mostrado como alguien directo y que no tiene ningún problema al hablar con alguien. Y ahora no era así, normalmente en estos días, cuando él hablaba conmigo, siempre mantenía su mirada en mi, cosa que lo hacía para verse muy demandante, y lo conseguía.

Pero hoy no, hoy parece que ni siquiera puede verme a la cara para hablarme, y me preguntaba qué debió haber sucedido con él, ¿Habré hecho algo?

Y a decir verdad, su compañía mientras caminábamos por la ciudad no me molestaba, los pocos temas que hemos hablado, han sido muy naturales.

Y mientras Dakar caminaba entre los dos, nos guiaba a algún lugar que creo recordar el camino.

—Si tienes una patineta, ¿Por qué no la usas ahora? Tienes la calle libre— dijo el moreno.

—No quisiera dejarte atrás, la calle está un poco inclinada, lo suficiente para tener más impulso— dije en broma.

—¿Me estás diciendo lento?— preguntó indignado —no soy un señor.

Reí. —Ajá, seguro.

—¿No me crees?— volvió a decir ahora en reto.

Giré a verlo, y automáticamente desvió la mirada a otro lado. Raro.

Alcé los brazos. —Bueno, si así lo quieres.

Tomé el skate y lo coloqué sobre el suelo, asegurándome que su dirección estuviera bien.

—Te veo al final de la calle— dije con rapidez, mucho antes de tomar el impulso y subir a la patineta.

Solo escuché una risa burlona detrás de mí, y pasos correr.

Sintiendo el aire, Dakar igual es nos unió a la carrera, ahí estábamos los tres a mitad de la calle en una carrera.

Por primera vez, me empecé a divertir con Brent, en todo el camino supe que se podía hablar con él de forma pacífica, solo se necesitaba paciencia.

Estaba feliz, realmente lo estaba.

Las ruedas debajo de la patineta empezaban a tomar velocidad, pero en ese instante, los cuerpos de Dakar y Brent aparecieron por un lado de mi.

—¡¿Cómo es que corren tan rápido?!— dije apresurado.

Totalmente confundido, solo ví a ambos arrebazarme y llegar a la esquina de la cuadra.

¡¿Cómo pasó esto?!

Con más rapidez me iba acercando, y ellos dos solo estaban ahí, tomando aire de nuevo.

Pero yo ya no podía detenerme, estaba avanzando muy rápido.

Le hice señas a Brent para que se quitara, ya que iba a ser un aterrizaje forzoso.

—¡Si no te quitas te atropello!

Pude ver su expresión de confusión hasta acá, seguí arriba de la patineta, y justo antes de seguir toda la calle colina abajo, Brent Jones se interpuso en el camino.

Con un solo brazo, rodeó todo mi abdomen por delante con su brazo derecho, eso me detuvo por completo, luego con el izquierdo me abrazó por detrás.

La patineta salió volando.

Y nosotros también.

Caímos por un lado cerca de la banqueta, pude sentir como me raspé varias partes de mis brazos.

Todo pasó rápido, y solo recapacité cuando ambos estábamos en el suelo.

—Perdón— dije tapando mi cabeza en posición fetal.

No hubo queja.

Solo la risa de Brent.

Empezó a reír a carcajadas, Dakar al parecer había ido al rescate de mi patineta.

Y Brent no se enojó. ¡¿Dónde está el verdadero Brent?!

—¡Casi te vas con todo y patineta!— soltó riendo.

—¿No me vas a golpear?— pregunté aún cubriéndome.

—¿Por qué debería?— escuché como volvía a ponerse de pie.

Solo ví otra vez, como aquel día en el callejón, Jones hizo visible su mano a mi.

Bajé la guardia poco a poco, observando solo algunos raspones en ella, no, ya no era la misma mano joven de hace años, ahora era una mano más grande, y varias venas se notaban de ella.

La tomé con más confianza que ese día, ahora sí estaba seguro que él me ayudaría.

—Nada, solo pensé que ibas a golpearme, ya sabes, a veces te excedes un poco en lo enojado— contesté simple, casi en broma.

Su semblante cambió a uno totalmente diferente, serio, y ahora deprimido.

—Ah, ya veo— opinó asintiendo, y luego empezó a hablar con ese desprecio —bien, si no te lastimaste, es mejor que dejemos la clase para luego, puedes irte.

—Oh, pero, puedo quedarme más tiempo, no tengo probl...

—Te dije vete, Myles— ordenó ahora, ambos vimos a Dakar llegar con mi patineta en su boca después.

La dejó enfrente de mí, moviendo su cola.

—Gracias por la clase— solté ahora yo con un poco de decepción y coraje.

Tomé la patineta, sabía que de algo debió haberse roto, no iba a arriesgarme a pasar vergüenza y caerme delante de él.

Casa quién iría por su lado, pero escuchamos el ladrido de Dakar.

Incluso yo giré, y el perro estaba ladrando a un callejón repetidas veces. Me dije a mi mismo que no debía ir, pero hasta Brent fue con duda, tuve que seguirlos, estos ladridos de Dakar parecían querer llamarnos a ambos.

Para cuándo nos acercamos, fue que lo ví.

El mismo callejón de hace diez años, dónde yo había visto a Brent por primera vez.

Automáticamente, adoré más a este perro, pues solo estaba sentado, moviendo su cola satisfecho por lo que hizo.

—¿Qué viste?— preguntó el moreno al perro.

—Brent— lo llamé yo —tú... ¿Recuerdas este lugar?

Asintió despreocupado. —Pasé muchas veces por aquí antes.

—Es solo que, yo también he estado aquí— dije.

Ni siquiera me miró, solo se mantenía preocupado, como si buscara algo con la mirada.

Ya dile, Young.

—Una vez, yo salí de la escuela, ví un animal esconderse en el callejón cuando pasé, lo seguí pero, cuando llegué al fondo y quise volver, ya me estaban esperando unos chicos para, ya sabes, no ser muy amables— comenté temeroso.

—¿Eso qué tiene que ver con qué mi amigo haya advertido de algo aquí?

Suspiré irritado. —¿Tú acaso no recuerdas algo parecido?

Tardó demasiado en pensar, lo entendía, todas sus neuronas empezaban a trabajar a la par, pasados cinco minutos, me miró.

—Recuerdo que una vez ví a unos chicos golpear a un niño, carajo, jamás entendí porqué lo hicieron— renegó —me alegra haber llegado antes de que hicieran algo más.

—Sí... También me alegro de que hayas aparecido— agregué decaído —y Dakar igual apareció en el momento justo.

—Seguro que si— soltó despreocupado.

Si se pudiera calificar mi cara del uno al diez en una escala de no saber qué hacer, estaría en un catorce.

Duré casi dos minutos esperando a que se diera cuenta, parecía eterno, ¡¿Qué es lo que tanto pasa por su mente que no lo deja descifrar la indirecta?!

—Brent— lo volví a llamar, mi única opción era darle una mirada indiscreta —solo quería decirte, que gracias, por haberme defendido.

Juntó las cejas, y todo empezó a balbucearlo y tatamudearlo —Espera, eras, ¿Eras tú? Él, él niño.

Elevé una ceja obvio. —El mismo que se estaba con esos dos dinosaurios.

Retrocedió un poco, parecía que quería decir muchas cosas, pero nada salía de su boca, solo sonidos.

—¡Eres tú!— gritó por última vez, y así fue que me dió la primera sonrisa abierta que he visto, una sonrisa real.

Estoy. Muy. Jodido.

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Bebesitos bebe lines. :(

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