19.- "Promesa"
Myles Young
No fue el sol, o el dolor de espalda lo que me despertó, fue el tacto de besos sobre toda mi cara, con suavidad y en diferentes partes.
Lo malo de despertar en otra cama sobrio, es que recuerdas perfectamente lo que pasó ayer.
Recordaba a pie de letra todo lo que pasó y sentí ayer por la noche, y mucha parte de la madrugada. Estaba muy seguro que sería un momento que se quedaría en mi memoria un largo tiempo.
Pero, ya no me molestaba. No con todo lo que dijimos ayer, –bueno, gritamos–.
Mientras yo intentaba abrir los ojos, sentía como permanecía abrazado por Brent, y sus labios y nariz rozando mi cara.
—Tengo sueño— dije en queja.
—No te dije que despertaras— me corrigió.
Siguió dejando besos en mi frente, mis mejillas, nariz, en todas las zonas de mi cara, eran besos cortos pero rápidos.
—¿Me despiertas a propósito?— renegué.
—No es mi culpa— dijo en defensa —eres muy bonito como para que me digas que debo contenerme, en todo caso, la culpa es tuya.
—Oh, pues lo siento— finalicé sarcásticamente.
Entre si decidía volver a dormir o no, la respuesta final fue que ya debía despertar, porque él seguía llenándome de besos, pasó de mi rostro a mi cuello, y luego a mis hombros.
Sí, ahora le daba la razón a Ricky, Brent era demasiado cariñoso.
—Ven acá— reclamó pegándome a él aún más, y mi cabeza terminó recargada muy cerca de su rostro.
Abrí los ojos completamente, y esos ojos dorados vieron los míos enseguida. Eran demasiado brillantes cuando me veían, solo cuando estaba yo enfrente de él, ¿Cómo no amar a Brent así?
—Mmh, ¿Sabías que tienes al sol en tus ojos?— pregunté curioso —es un lindo color.
Sonrió y asintió. —¿Sabías que tienes a la luna en los tuyos?
Pensé por un momento e hice una mueca.
—¿Eso es bueno? Yo creí que no te gustaban.
Me miró sonriendo ligeramente, como si estuviera recordando algo, o más bien pensando algo de esto.
Simplemente dejó un último beso en mi cabeza y se levantó de la cama.
Puse rápidamente mi cabeza debajo de las almohadas, iba a estar un buen rato aquí recostado.
—¿No vas a levantarte?— preguntó.
—Tengo miedo que al moverme me duelan lugares que no deberían doler— confesé, y escuché bien como rió burlándose.
—Si así lo quieres, prepárate para dar los buenos días— concluyó y abrió la puerta de la habitación.
Se hicieron oír los ladridos emocionados de Dakar y sus pisadas hasta que llegó a la habitación y sentí como subió a la cama emocionado.
Solté un quejido porque pisó justamente arriba de mi, pero empezó a ladrar contra mi y querer lamer mi cara buscándola entre las almohadas.
—¡Buenos días para ti también!— grité saliendo de estas.
Me acosté aún con las cobijas cubriendo mi cintura, y Dakar subía, daba vueltas, se recostaba y paraba en la cama.
—Aprovecha que va a explotar de la felicidad por verte aquí— finalizó el moreno antes de cerrar la puerta del baño.
—¡Una prueba más de que me prefiere!
Me entretuve luchando por controlar a Dakar, pero se veía muy feliz, incluso escuchaba algunos llantos de él.
—Eres muy inquieto— comenté acariciando sus orejas después de tiempo, luego lo obligué a verme cerca —debes estar muy orgulloso de ti mismo por lo que hiciste ayer.
Lamió mi cara y se recostó en mi regazo moviendo la cola, mientras que a mí me dolía cada vez más mi parte baja.
Sonreí. —Honestamente, yo si estoy orgulloso de ti, y te agradezco.
Lo abracé con fuerza y besé su cabeza. Tenía tanto que agradecerle a él, desde la primera vez que nos encontramos me ha ayudado. Y siempre logró que Brent y yo nos volviéramos a topar.
No sé cuánta inteligencia e intuición tenga, pero sé que era demasiado considerando que decidió escaparse de casa solo para hacer que lo acompañara de vuelta.
—Eres un genio, pero eres malvado, apuesto a que casi le da un infarto cuando no te encontró— dije en mi intento de "regañarlo —no puedo enojarme contigo y lo sabes.
...
—¿Tienes algo qué hacer hoy?— preguntó Brent mientras comía fruta junto conmigo —¿No deberías estar en la escuela? Es viernes.
Negué. —Mostré el brazo que construimos, me dió mucho crédito y dijeron que no era necesario que hiciera prácticas ahora.
—¿Regresarás a clases luego?
—Dentro de ocho meses, o menos— confirmé —es muy raro no ver a tantos estudiantes en la universidad como antes, extraño a mis amigos.
Asintió comprendiendo y siguió comiendo, ya habíamos pasado el proceso de bañarnos y cambiarnos, ahora, no teníamos nada qué hacer, yo trabajaría más tarde.
Sonreí de solo pensar y recordar que amanecí en sus brazos, ¿Cómo sería amanecer así todos los días? Bajo la protección de Brent, sentir sus besos por la mañana hasta despertarme.
—¿Puedo pedirte un favor?— preguntó.
—Dime.
—Hoy en la noche iré a casa de Ricky para arreglar unas cosas, ¿Puedes acompañarme?— soltó —no tardaremos, pero, sería mejor si estuvieras conmigo.
Puse mi mano sobre la mesa y saqué mi meñique. —Solo con la promesa, de que nunca buscarás a mi hermano ni me harás volver a golpearte por querer golpearlo a él.
Levantó los hombros despreocupado y cerró el trato con su meñique.
—Lo prometo— aseguró.
El resto del día no tuvimos mucho qué hacer, la pasamos un tiempo en su departamento, y luego decidimos salir a tomar aire.
Usualmente, a todos lados íbamos caminando, nos agradaba ir por las calles a pie, al igual que a Dakar.
Y además, ahora sabía bien la razón por la que Brent no manejaba, era lógico, su condición no le permitía hacer algo como conducir, sería muy peligroso que al manejar lo hicieran enojar tan fácil como se puede pensar.
Hoy tuve desventaja en nuestra ya tradicional carrera, pies contra patineta y contra perro.
Una carrera que habíamos acostumbrado a hacer al salir, que casi siempre yo terminaba perdiendo. Pero si antes perdía en patineta, hoy que no la tenía, llegué mucho más tarde.
De ahí, simplemente seguimos caminando, hasta llegamos a una calle bastante silenciosa, pasamos más de la mitad del día caminando.
Todo estaba yendo normal, de la nada, Brent sin siquiera avisar volvió a besar mi mejilla. Sonreí nervioso, ya había perdido la cuenta de todas las veces que en el día Brent solo me besaba sin avisar, era muy cariñoso cuando quería.
—¿Cuánto pagas por vivir en los dormitorios?— preguntó pasando su brazo por mi espalda y abrazarme desde la cintura, sin detenernos de caminar.
Recargué mi cabeza en su hombro. —No es correcto decir los precios de las cosas que alguien gasta. ¿Para qué necesitas saber?
—Curiosidad— respondió.
—Jamás me dijiste en qué trabajas, y a decir verdad, tienes mucho dinero como para no trabajar— confesé —¿Acaso vendes armas?
—No soy un mafioso, Young, solo es un buen trabajo— dijo —pero, de hecho, hay algo que quiero iniciar, es un plan de Ricky, ¿Te gustaría participar? Sería tu primer trabajo.
—Solo si... Me das otra promesa— sugerí, mirando hacia él, solo podía ver su perfil desde un poco abajo —promete que si algo pasa entre los dos, no vas a irte, o no vas a no decirme.
—Seguro— concluyó.
—Es en serio, Brent Jones— lo llamé, sabía que al decir su nombre completo él iba a comprender cuán en serio hablaba.
Me puse enfrente de él, viendo de reojo a Dakar pasar por un lado de nosotros sin problemas.
Subí mis manos a sus hombros, en mi intento de mirada amenazante.
—Promete que no vas a ocultarme nada, ¡Nada!— exigí.
Me miró sonriendo, y sus manos hicieron que las mías dejaran sus hombros y se colacaran abrazando su cuello, enseguida fue que él me abrazó por la cintura y me acercó más a él.
—Ya no ocultaré nada— dijo besándome varias veces —a menos que sea por protegerte, hay peleas incluidas en el trato.
—Brent— me quise alejar, pero no me lo permitió.
—Myles— imitó mi tono de voz, y dejó su cabeza en mi hombro —no sé hasta cuándo vas a entender que yo pelearía con uno y mil hombres para que te quedes conmigo.
Sin darme cuenta me olvidé que no cerró su promesa, todo recuerdo de eso fue removido por la ternura que él me causaba, y lo peligrosamente enamorado que me encontraba.
—¿Vamos con Ricky?— añadió —de acuerdo, iremos.
Tomó mi mano y ahora caminamos apresurados a la dirección del otro moreno.
En el camino, fue que tuvimos que llamar a Dakar, ya que se había quedado junto con otro chico en una silla pública. Un chico de cabello azul y morado que parecía estar leyendo algo.
Él mismo vino corriendo con el silbido de Brent, y el chico de cabello de colores se despidió de Dakar dejándole un pedazo de comida.
—¿Consiguiendo comida gratis?— preguntó Brent a Dakar, pateandolo gentilmente —estafador.
...
—¡Voy!— escuchamos del otro lado de la puerta de la gran casa de Ricky.
Realmente, era muy grande, ¿En qué trabajan estos dos que su dinero rinde demasiado?
Se abrió la puerta, y puse una gran sonrisa para saludarlo, ya que Ricky también acostumbraba a sonreír la mayor parte del tiempo.
La parte buena era que, apenas era de noche, habíamos llegado a tiempo.
—¡Sonrisita!— dijo sorprendido, jaló de mi brazo y me hizo entrar rápidamente —bienvenido a Richard's House.
—Gracias— contesté —¿Cómo has estado?
—¡Muy bien! Sorprendido y necesitado de una explicación— dijo entre dientes cuando Brent pasó sonriendo inocentemente.
—Sobre eso, necesitamos hablar del asunto— respondió Brent naturalmente.
—¿Cuál asunto?— volvió a hablar el castaño, mientras yo me ocupaba de vigilar a Dakar que enseguida fue a parar al sofá —buenas noches, Dakar.
—¿De verdad son ustedes?— pregunté levantando una foto de un mueble.
En ella estaban nada más y nada menos que Brent y Ricky, parecían ser canchas de universidad.
Ricky portaba un uniforme de fútbol soccer, mientras que Brent se veía con vendas en las manos y ropa más primaveral.
Claramente sus facciones eran más jóvenes, es decir, ahora no se veían viejos, pero antes parecían adolescentes entrando a su juventud.
—Por si aún tenías dudas que también fuimos universitarios— dijo Ricky.
—¿Qué carreras tienen?— pregunté observando a ambos.
—Ingeniería robótica y administración de empresas— contestó el mismo, señalando a Brent y luego a él.
—Entonces... ¿Ya tengo una pista sobre tu trabajo?— cuestioné.
Brent asintió. —Pronto lo sabrás.
—¿No le has dicho?— añadió Ricky en susurro a él.
Miré enseguida al de ojos dorados, pero su reacción solo fue llevarse a Ricky del cuello de la camisa a otra habitación.
Desaparecieron completamente de la sala principal, dejándome solo con Dakar.
—¿Tú entendiste algo?— le dije.
Me senté a un lado de él, empezando una conversación, intenté de muchas maneras que me diera respuestas sobre las dudas que tenía ahora mismo, e incluso parecía que él ya me respondía a su manera. Pero aunque quisiera, no sabía nada.
Mi celular vibró en mi pantalón y lo tomé para contestar, viendo en él, el nombre de quién menos me esperaba.
Arvel.
Me quedé congelado. Y enseguida el miedo vino a mi, Arvel no me había llamado al celular dentro de los recientes dos años.
Pasé saliva con pesadez, y terminé respondiendo.
—¿Hola?— contesté.
—Myles— escuché —yo, necesito un favor.
—¿Qué tipo de favor?— respondí, se escuchaba más nervioso de lo que él suele ser.
—Bien, es un favor para los dos, ¿Puedes venir mañana detrás de tu facultad? Pienso que, podría ser una oportunidad para llevarnos mejor.
Todo mi cuerpo recibió una carga de felicidad e ilusión, y sin querer, de pronto tenía ganas de llorar.
Arvel nunca había dado el primer paso para tener una mejor relación de hermanos. Y pensaba que esta era la oportunidad que ambos necesitábamos, y que ambos comprendieramos el punto de vista del otro.
—Ahí estaré, eh, ¿A qué hora?— dije acariciando a Dakar, dejando el celular en altavoz.
—A las nueve está bien— pronunció —y Myles, ven solo, es momento de hermanos, de familia.
Dakar empezó a gruñir al dispositivo, su vista se quedó fija en él.
—Ahí estaré— afirmé alegre —te veo mañana, hermano.
—Sí, adiós.
Colgó primero, no me parecía raro, de hecho, hasta hubiera sido raro que no quisiera colgar primero.
—¿No te agrada su voz?— hablé con Dakar —ya verás que todo saldrá bien, es mi hermano después de todo— dije ilusionado —quizá quiere arreglar las cosas.
Yo esperaba que sí, esperaba que por fin pudiéramos llegar a un acuerdo y ser familia, e ir por Megan.
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Oiloooo.
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