11.- "Clave del Internet"
Wen Sopha
Hoy es un excelente día para atender clientes.
Abrir el café es algo que siempre se disfrutaba, a pesar de ser el único trabajo que Mei y yo tenemos, nos gustaba bastante.
Era la misma rutina monótona de todos los días, quizá podía volverse tediosa y hasta irritante, pero aún así, nos gustaba cuando llegaba el momento de servir lo que fuera.
Tomando en cuenta eso, estar de mal humor no era raro en mi, pero tampoco era algo que solo era por instinto por lo repetitivo de mis días.
Y sí, probablemente era cierto que ya necesitaba algo nuevo en mis días. A comparación de mi hermana, yo preferí seguir una rutina de despertar, trabajar y regresar a casa. Mientras que ella hacia diversas cosas antes de trabajar o después, simplemente ella no conocía el aburrimiento.
Mucho menos iba a conocerlo ahora que tenía una nueva amiga que venía todos los días a visitarnos junto con Myles, y justo como ahora, es que Tabatha llega antes que el mismo Myles.
Yo estaba en la caja, esperando a cualquier cliente, y ambas chicas estaban en el cuarto de servicio.
Visto que no llegan muchas personas entre las dos y las cuatro, decidí ir a echarles un vistazo.
Para cuando entré al cuarto, observé como la del cabello gris lloraba, y mi hermana la consolaba.
—¿Por qué está llorando?— pregunté a Mei.
—Su artista favorito sacó una nueva canción— me respondió con seriedad —está sensible ahora.
La miré serio. —Por una canción.
—¡Él es tan bonito!— dijo Tabatha entre lágrimas —¡¿POR QUÉ NO ESTÁN LLORANDO?!
—Solo no llores tan fuerte— le advertí —van a pensar que maltratamos gente.
Asintió limpiando sus lágrimas. —Pon la canción de nuevo.
Iba a volver a cuestionarle su decisión, porque no entendí, si una canción la pone a llorar, ¿Por qué la vuelve a escuchar? La gente es muy exótica.
La campana de alguien entrando se hizo oír por el café, rápidamente me regresé para atender a la persona.
Ante mis ojos, se encontraba un chico impresionantemente alto, con algunos rasgos asiáticos, su cabello era castaño oscuro el cual le llegaba hasta los hombros. A primera vista, alguien muy guapo.
Vestía con una ropa muy costosa a mi parecer, no era que estuviera en contra de que la gente portara cosas que puede tener, solo que no acostumbraba a ver personas así en el café, eso es bueno, más publicidad para nosotros.
Su perfil era demasiado rudo pero atractivo, y varias personas del café lo miraban ¿Quién será?
Recordaba haberlo visto en algún lado, pero no recuerdo dónde.
Y él parecía disfrutar las miradas, era algo así como un chico que era sexy, y él sabía que era sexy.
Qué fastidio.
—Hola, ¿Podrías darme la clave del wifi?— preguntó directamente, casi como una orden.
Asentí. —Tienes que ordenar primero.
Me miró con seriedad y suspiró irritado, para después volver a hablar.
—Bien, eh, dame un capuccino.
Alcé los brazos sin importancia, me giré y serví su café casi sin apuros.
A primera impresión, puedo ver qué no es muy paciente. Últimamente han venido muchas personas impacientes, y Myles está de acuerdo.
Luego de unos diez minutos o menos, dejé la bebida en la barra.
—¿A nombre de quién pongo el recibo?— pregunté seriamente.
—Viktor Hall— respondió igual, ¿Me está haciendo competencia?
—Tres dólares— dije con la más hipócrita de mis sonrisas.
Sacó su billetera rápidamente, negando por lo bajo, me dió un solo billete... De cincuenta dólares.
Muy gracioso.
Odiandolo en lo más profundo de mi, tuve que darle el cambio, lo recibió con tanta maldad y felicidad, que pude notar su sonrisa diabólica, y a decir verdad, tiene una sonrisa malvada muy bonita. Pero no quita el hecho de que es molesto.
—Bien, ahora sí, ¿Puedes decirme la clave?— volvió a pedir.
Sonreí de la misma manera que él.
—Tienes que ordenar primero— me acerqué a él, apoyando mis brazos en la barra —con mayúsculas y sin espacios.
Le di una última mirada triunfante, y con el ego y triunfo creciendo en mi cada vez más.
—Gracias por su compra, que tenga buen día— finalicé, y ahora sí sonreí con burla.
Elevó una ceja, justo cuando creí que empezaría a gritarme y a reclamar, solo tomó su café y bebió de este.
—Sabe bien— finalizó, giró sobre si mismo y caminó a una de las mesas.
Tarado.
Quité cualquier gesto feliz que pudiera haber en mi rostro, ya estaba harto de lo mismo. Simplemente necesitaba experiencias nuevas, mi vida es muy aburrida pero aún así no hacía mucho para cambiarla.
La campana sonó de nuevo, pero ya no era ningún cliente desconocido, ahora era la sonrisa y el alma de muchos, era simplemente el chico que a todos les caía bien y de tan solo verlo ya te ponías feliz.
—Llegas tarde, Myles— apunté al reloj.
—Me atrasé con una tarea, pero llegué— dijo con ese optimismo que tiene, pasando rápido al cuarto de servicio.
Pasó a cambiarse rápidamente, nunca entenderé cómo es que siempre tiene positivismo todos los días, ¿Qué acaso no hay un día que diga que quiere matar a todos si se le acercan?
—Por cierto, dos cosas, la primera, Tabatha es rara. La segunda, pienso salir temprano, aún tengo varias cosas qué hacer— comentó saliendo con el uniforme puesto.
—¿Hoy no irás con tu hombre?— preguntó Mei curiosa.
—¡Que no es mi hombre!— se quejó con nervios —somos amigos... Y no, no iré, quizá vaya a visitarlo luego.
Se apresuró a ordenar algunas cosas, hasta que se dió cuenta de que alguien estaba en el café, mientras que yo solo observaba.
—¡Vik!— gritó el rubio, subió por la barra y caminó hasta el chico de pelo largo, para sentarse enfrente de él.
—¿Es en serio?— dije para mí mismo —¿Hay alguien en esta ciudad que Myles no conozca?
—Tab se quedó viendo una serie— salió Mei por la puerta —es como cuidar a una niña pequeña, me cae bien, dentro de pocas, es una excelente amiga.
—Pocas, dices— solté con amargura —tienes demasiados amigos pero solo sales con cuatro.
Se cruzó de brazos indignada. —Porque me caen mejor, además, yo tengo de dónde elegir, ¡Tú ni siquiera te preocupas por eso! Debes empezar a socializar más.
Reí amargamente. —Con el señor internet quizá.
—¿Quién?— preguntó más curiosa.
—Olvídalo.
—¿Cuándo se te irá a quitar ese feo humor?— finalizó para poder desaparecer al baño.
Mientras Myles y el otro hablaban, yo solo atendía varias personas, las dos chicas que estaban en el cuarto de servicio solo estaban esperando a que mi turno terminara. Y en el trascurso, veía como algunas personas que entraban, le pedían fotos a ese chico. Quién quiera que sea, no me agrada.
No soy amargado, solo me divierto con cosas diferentes, ¿Verdad? Es decir, no siempre hay que estar por ahí alegres.
Entre más lo pienso, más tedioso y cansado es.
Me quedé limpiando algunas cosas de la barra, hasta que llegó de nuevo, mi mano derecha.
—Ese chico no te quita la mirada— dijo discretamente, señalando a otro lado —¿Lo conoces?
Elevé la mirada, y mi hermana señalaba a dónde Myles y el chico estaban sentados.
—No lo conozco— dije anotando algo en una libreta sobre los gastos —y tampoco quiero.
—Necesitas amigos urgentemente— soltó muy inconforme —aprovecha que Myles lo conoce.
—¿Por qué no vas a ver si no está llorando tu mejor amiga?— solté reclamando.
Tomó el mismo pañuelo con el que yo estaba limpiando hace segundos y me golpeó en el hombro. Agresiva.
Seguí en lo mío sin prestar atención a sus nada pacíficos consejos, yo no necesitaba tantos amigos como se podía creer, solo necesitaba en qué mantenerme ocupado.
De reojo me dió por ver hacia ellos dos, y efectivamente, el castaño miraba hacia acá como si fuera lo único que estaba aquí para ver.
Ignoré eso y me concentré en lo demás, pero ya ni siquiera sabía que estaba escribiendo, porque tenía esa sensación de que me estaban mirando demasiado. Llegó hasta un punto que comencé a ponerme nervioso.
Y ahí ya estaba desesperado, no me gustaba que me miraran demasiado.
—¿Tengo algo en la cara?— pregunté en voz alta, suerte que ya se habían ido todos los clientes.
El castaño me miró sonriente, y Myles con miedo.
Sabía que mi cara no era la más amable, pero en verdad estaba enojado porque me viera tanto.
Myles soltó una risa nerviosa y caminó a mí con rapidez.
—Debes encontrar a tu yo interno para relajarte— dijo entre dientes —¿Qué pasa con él?
—K̄heā pĕn khn ngī̀ ngèā— respondí más molesto.
(Es un idiota).
Pestañeó varias veces. —¿Eso fue un insulto?
Iba a alejarme mejor, no valdría la pena quedarse a discutir.
—Læa khuṇ ǹā rạk māk— fue la voz del mismo chico sentado, quién cuando volteé solo tenía un rostro victorioso, parecido al que usó cuando me dió el billete grande.
(Y tú eres tan lindo).
Se acabó.
—¡¿Me dijiste lindo?! Yo te voy a enseñar qué tan lindo soy— subí por la barra para tirarme contra él, ¡¿Quién se cree?!
—¡Alto ahí, loco!— gritó Myles deteniéndome —solo fue un cumplido.
—No me agradan sus cumplidos— dije sin despegar la mirada de él.
—Ya contrólate, Brent Jones— dijo en burla —regresa al cuarto, yo atenderé, y Vik ya se va.
Ví por última vez al castaño, que solo me guiñó un ojo, lo peor es que se ve que lo hace para molestarme. Yo lo sé, y él lo sabe.
Si me daban a escoger entre pelear o enojarme en mi soledad, prefería la soledad.
Salí maldiciendo en mi idioma natal que espero el señor internet me haya escuchado bien. Usualmente cuando estoy en un punto de enojo que sé que puede durar tiempo, prefiero irme del café, no porque fuera a causar daños a alguien, solo porque me gustaba estar solo, sé que Mei y Myles tendrían todo bajo control.
Ni siquiera me había molestado en quitarme el uniforme, con tal de no ver a Viktor.
Salí solo a caminar, cuando de pronto, pareciera que el universo hoy me dijo, te odio.
—Disculpa— me dijeron.
—Vete— informé sin detenerme o verlo.
—Espera— se coló enfrente de mi el alto, demasiado alto quizá —creo que no nos presentamos bien.
—¿Quién dijo que me quería presentar contigo?— cuestioné —te recuerdo que por ti es que debo salir a calmarme.
—Viktor Hall— tendió su mano a mi, con una sonrisa cínica.
Lo miré negando, pero él no cedía, al contrario, solo parecía que su sonrisa aumentaba, pero no de una forma tierna, de una forma más burlona.
Al final, tuve que responderle el saludo. —Wen.
—Wen— repitió —bonito nombre.
—Sí, si, ya sé— dije casi como una despedida.
—Oye, aún no termino— dijo acercándose —¿Al menos un cómo estás?
Lo miré. —¿Te parece que estoy contento?
Negó. —Creo que no.
Caminé pensando que ya iba solo, pero no, a un lado de mi estaba él, observando la ciudad, se notaba de primera que acababa de llegar, ya sea de viaje o de mudanza.
—¿Puedes decirme por qué sigues aquí?— pregunté —hay muchos lugares para ir.
—Eres muy interesante— empezó —desde que entré al café, no has sonreído para nada, solo para engañarme con la clave del internet.
—Mi estado de ánimo estaría mejor de no ser por alguien que paga con un billete de cincuenta cuando son tres dólares, en serio, ¿Qué tan podrido tienes el corazón?
Rió abiertamente, él en verdad cree que quiero hablar con él.
Era lógico que mi cara no iba a cambiar por una más feliz, él solo estaba aquí para molestarme.
Seguimos caminando, pero no hablábamos más que algunas preguntas que él hacía, las cuales no tenía mucho entusiasmo de responder, pero él era muy insistente y con muchas ganas de querer entablar conversación.
No fue hasta que regresé al café que me despegué de él, o bueno, ya estaba apunto de.
—Y entonces, repíteme por qué crees que podemos ser amigos.
—Bueno, creo que nunca está de más conocer a alguien nuevo— rascó su nuca —y creo que podrías ser un amigo real.
—¿Y eso lo dedujiste solo?
Asintió seguro, con mucha fe en si mismo. —Has visto cómo muchas personas se han acercado a mi por una foto, y ni siquiera me has preguntado a qué me dedico, normalmente muchas personas solo vienen a mi por interés.
Se le veía triste al contar eso, ya era hora de que apagara sus ánimos.
Y de nuevo inconforme con la felicidad de otros. No agradas, Wen.
—Es curioso cómo estás tan seguro de que no soy de ese tipo de personas— comenté arreglando mi cabello —tienes mucha seguridad.
—Eres muy expresivo con tu rostro— agregó —podrás ser muy discreto con tus palabras, pero tu cara te delata con tu inconformidad, y como dije... Eres lindo.
Desvié la mirada nervioso, no supe qué decir.
El tema del amor o de atracción hacia las personas es algo que aún no sabía cómo tratar, porque podían tacharme de gruñón y distante, pero tenía una muy mala condición que era no saber cómo actuar ante los cumplidos, cualquier cumplido me causaba diferentes cosas
Me ponía nervioso demasiado fácil.
—Ya debes irte— aseguré.
—¡Oh, cierto! Espera— se detuvo un momento, sacó un plumón de algún bolsillo y dirigió su mano a mi —tu muñeca.
Negué.
—Por favor— hizo un puchero fingido.
Estiré mi muñeca resignado, con tal de deshacerme de él.
La tomó con gentileza y descubrió parte de la manga. Seguidamente, retiró la tapa del plumón con la boca y comenzó a escribir en mi brazo.
Cuando finalizó volvió a colocar la tapa de regreso.
Y yo, al ver su número anotado, no sabía qué decirle, ¿Gracias?
—Mándame mensaje cuando quieras— finalizó —o, cuando te acuerdes.
—Probablemente me lavé el brazo al llegar, que tengas buen día— dije por último.
Seguí la ruta que yo debía tomar, quería alejarme lo suficiente para que ya entendiera que no quería que me siguiera.
En todo el camino, estuve viendo mi brazo, después me quedé pensando, cómo alguien con esa apariencia es tan, ¿Tierno?
Inconscientemente, me reí de él, pero más que nada fue una sonrisa de boca cerrada.
Llegando al café, me llevé la noticia que Myles tuvo que irse por proyectos de la universidad.
Al cerrar el café, también recibimos la visita de Brent que casualmente preguntaba por mi amigo. Mmh, ¿Qué se sentirá que alguien pregunte por ti?
No lo sabía con claridad, no había podido concentrarme en todo el día después de haber salido del café. Y nunca me limpié el brazo.
Bueno, supongo que esto era bueno, tanto bueno como malo, malo porque no quiero que mi bajo carácter con los cumplidos me llegara a crear ideas ilusas de él, y bueno porque, ya hay algo nuevo.
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Escenas antes de la tragedia.
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