05. "Descargo"
Myles Young
Las carcajadas de Wen y Mei se hacen presentes por todo el café.
Sí, siempre se burlaban de mí.
—Entonces, lo besaste— dijo Mei palpando el algodón en mi labio sangrante con suavidad, intentando no reírse más.
—Fue un impulso... Un impulso muy estúpido— respondí.
—¡Creíste que sería romántico y terminaste con el labio partido!— gritó Wen estallando a carcajadas.
Mi cara era seria, no me causaba ningún tipo de gracia mi situación.
—Necesito saber porqué solo estás de buen humor cuando me pasa lo malo— dije en queja.
Ya no se escuchaban las carcajadas, ahora literalmente era una risa de tetera, el puro sonido chillante, estaba tocando su estómago, y probablemente en cualquier momento se orine.
Realmente, no me molestaban sus burlas, los conocía perfectamente para saber que no eran con malas intenciones, y nuestra amistad se basaba en reírnos unos de otros. Además de que, ellos acostumbran a reírse casi por todo.
Pero detrás de todas las risas que ellos producían, aún seguía en mi, la textura de los labios de Brent.
Yo no entendía cómo fue que tuve el valor para besarlo, fue un impulso porque regresara, y no se me ocurría nada más. También entendía el golpe de Brent, que alguien que casi no conoces te bese así como así, es motivo para estar en defensa.
Lo que si era verdad, era que por más corto que haya sido, fue dentro de muchos el mejor beso que he tenido, sus labios eran deliciosos y perfectos, su lengua había jugado con la mía como si fueran hechas especialmente una para la otra. Así lo sentí yo.
De tan solo imaginarme a él dominando el beso, más vergüenza me daba haberlo hecho, probablemente él jamás se cruzaría de nuevo aquí por mi, y jamás pude agradecerle, eso era lo único que tenía qué hacer y lo arruiné.
—Estás pensando mucho— dijo Mei más suave a mi, siguiendo con el algodón, mientras que Wen atendía a alguien en la caja —¿Ese chico te dijo algo?
Bueno, me amenazó de muerte.
Sonreí. —No, nada de eso, fui yo quién se dejó llevar.
—Si me lo preguntas— soltó tiernamente —considero que, si te dejaste llevar fue por algo, nadie besa a una persona solo porque si, a menos claro que sea acoso. Pero te conozco, él debe ser muy especial para ti como para haberte arriesgado tanto, ¿No crees?
—No tanto— confesé —es decir, él una vez hizo algo por mi pero, ya pasaron años y... apenas lo volví a ver.
Se alejó guardando lo que utilizó para curar mi labio, por un momento, juraba que Brent iba a sacarme los dientes, o la mandíbula
—Si yo fuera tú, me disculparía cuando lo viera de nuevo— dijo sonriendo.
—Ajá, como si volviera a verlo de nuevo— respondí chasqueando la lengua.
Se alejó y empezó a hacer otras cosas, como contar el dinero que habíamos juntado, según Wen, hoy cerraremos mucho más pronto.
Tomó una silla y quedó justo enfrente de mí, sin pedírmelo, detuve algunos billetes por ella para que no se confundiera tanto.
Wen atendió al último cliente y comenzó a decirle a los demás que salieran por motivos laborales, ya habíamos terminado, qué alegría.
—No estés tan seguro— opinó la tailandesa —si lo volviste a ver luego de años, ¿Quién asegura que no volverás a verlo después? Muchas veces el destino se encarga de poner a las personas en tu vida que valen la pena, no importa cuántas veces sea necesario que se aparezcan hasta que lo entiendas.
Bajé mi cabeza, pensando en qué hacer, yo no quería algo serio con Brent, solo quería saber qué lo llevó a ayudarme ese día, y a agradecerle como ya lo tengo planeado.
—Aparte, puedes pedirle disculpas, muchas veces una disculpa ayuda más de lo que esperas— dijo contando.
No entendía cómo podía hablarme y contar al mismo tiempo, decir que las mujeres pueden hacer varias cosas a la vez, resultó ser verdad, al menos en Mei.
—Eso sería una opción, pero hay un detalle— comenté —no sé dónde vive.
Siguió contando rápidamente, billete por billete, pasando de uno en uno con mucha agilidad.
—¿Quieren apurarse?— dijo Wen atrás, despojándose del mandil del café —no he dormido en toda la semana.
—H̄ubpāk s̄eīy s̄māṭhi c̄hạn— gruñó Mei a él.
—Traduce— ordené a Wen.
—Que me calle— finalizó con un gesto de desacuerdo.
Mi amiga terminó de contar el dinero y dejó una parte justo en un lugar privado, un lugar donde solo nosotros tres sabíamos por si acaso se necesitaba hacer un gasto muy urgente.
Apenas sería medio día y nosotros ya íbamos a cerrar, por órdenes de algunos inspectores, era obligatorio cerrar todos los café hoy, ¿Razón? No sé, pero hoy no podíamos trabajar, quizá era el día del café o algo parecido.
Juntamos mesas y limpiamos el lugar, hasta que por fin salimos de ahí con cansancio, Wen y Mei curiosamente no eran mellizos pero tenían un estilo de vestir similar, así que los dos iban vestidos con sudadera roja.
Ver su relación de hermanos me recordaba mucho al mío, ¿Qué estará haciendo ahora? Seguramente enseñándole a su hijo a caminar o cualquier cosa que hagan los bebés.
—¿Volverás a la universidad ahora?— preguntó el tailandés.
—No lo creo— dije caminando con ellos a la esquina de la cuadra —tengo que ir por alguien al aeropuerto, es más tarde pero, no quiero regresar ahora.
Seguimos caminando hasta llegar a la justa esquina de la calle, aquí era donde nuestros caminos iban en diferentes direcciones.
—Suerte con tu amigo, y con no volver a besar a alguien sin permiso— soltó el castaño antes de irse por la derecha, cruzando la calle.
Mei rió. —Mejor dicho, suerte con tu salvador.
Señaló con la mirada detrás de mi, a la dirección contraria de la que ella iba, volteé discretamente, y ahí estaba, Brent, sentado en una silla larga de madera pegada a un edificio en la calle.
Debajo de él estaba Dakar sentado, mirándose fijamente ambos, y, hablándose, al parecer.
—Voy a morir— le advertí rápido a Mei.
—No vas a morir— me corrigió —si está aquí entonces debe estarte esperando.
Levanté mis brazos. —¡Sí, para matarme!
Rodó los ojos cansada. —¡Sé lo que te digo! Solo ve.
Se alejó completamente alcanzando a su hermano, mientras yo, daba vuelta con todo el terror del mundo, la valentía que puse hace rato para besarlo, se cayó junto con la sangre que él sacó de mi labio.
Caminé lentamente hacia su dirección, aunque por el otro lado de la calle, para prevenir más que nada.
—Si no lo veo no me ve— murmuré entre dientes para mí mismo.
Un ladrido de nuevo sonó por la calle, y luego la voz de Brent detrás de mi.
—Myles— dijo en voz alta, aceleré el paso antes de que me alcanzara, si tengo suerte creerá que soy otra persona.
Antes de que pudiera seguir alejándome, mi brazo fue detenido por su mano, obligándome a girar a él.
—¿De qué huyes?— preguntó confundido, ladeando su cabeza, igual que Dakar, incluso pude imaginar dos orejas de perro en él moviéndose.
—De nada— contesté firme.
Era evidentemente un poco más grande que yo, pero tenía su rostro más cerca que las otras veces que hemos hablado, sus ojos desprendían ese dorado que tanto hipnotizaba.
Y particularmente, ahora su rostro era más atractivo de lo que recordaba, ¿Habrá sido efecto del beso?
El beso.
Desvié rápidamente la mirada, avergonzado y con miedo.
—Recuerdo haber escuchado de ti que ya no debía acercarme— dije mirando un poste.
Su mano seguía tomando mi brazo, cada vez con más firmeza. Y sus ojos fueron directo a mi herida.
—Déjame hablar— ordenó —solo vine a disculparme por haberte golpeado, no quise hacerlo— hizo una pausa —bien, si quise hacerlo, pero me dijeron que me disculpara.
Lo miré con duda. —¿Quién te dijo?
—No me vas a entender y tampoco te pienso explicar— sacó —solo, perdóname, ¿Bien? Yo, te daré clases.
Abrí la boca impresionado, ¿Quién es él y qué pasó con Brent?
—¡¿De verdad?!— dije feliz —¡Excelente! ¡Seré un gran alumno lo prometo!
—Sí está bien, cállate— ordenó.
—¡Lo juro! Haré caso a todo lo que me enseñes, seré el mejor alumno que hayas tenido— hablé con mucha rapidez —probablemente sea el primero y el último ¡Pero seré el mejor!
Yo hablaba de la felicidad, me sentía bien de saber que accedió a ser mi entrenador, pero de su boca solo salía la palabra "Cállate" en susurros.
Su agarre estaba siendo más fuerte, empezó a tensar la quijada, negando con su cabeza, se estaba irritando.
—¡GUARDA SILENCIO, maldita sea!— gritó con mucha rabia apretando más.
Cerré la boca asustado, su puño izquierdo ya estaba arriba, listo para golpearme, por instinto me cubrí el rostro y el estómago, sabía cosas básicas para pelear.
Solo que, aún permanecían los recuerdos, las sensaciones de los puños y patadas sobre mi, de esos días en los que mi físico no me permitía defenderme de los demás.
Y comencé a temblar, de miedo.
—Brent, mi brazo— dije con la voz muy temblorosa.
Me soltó lentamente, agarrando su cabello con algo de frustración, yo en cambió acaricié la zona en donde me estaba lastimando.
—Lo siento— dijo —puedo ser tu entrenador el tiempo que necesites, pero tengo condiciones.
De un momento a otro, se me olvidó la palabra dolor.
—¡Dime!— exigí alegre —no hay impedimento para el boxeo.
—Número uno, quiero quince al día, no te quitaré todo tu dinero— empezó —número dos, no hay ningún gimnasio, será en mi casa, así que tienes que avisarme cuando vayas para allá.
Asentí por cada cosa que mencionaba, con un saludo militar.
—Número tres, harás lo que te diga, cuando te diga, y así tú no acabas con mi paciencia y yo no te rompo la cara— continuó.
—No me pudo quedar más claro— aseguré viendo sus ojos.
—Número cuatro, no esperes un buen servicio, y número cinco...
Se acercó más a mi, manteniendo la mirada fija.
—No me vuelvas a besar— advirtió con un toque sádico
Pasé saliva nervioso, me pidió que no hiciera algo que podría estar haciendo ahora mismo.
Quería besarlo de nuevo, ahora que lo veía mejor, sus labios eran bastante agradables a la vista para querer ser besados apasionadamente.
—Claro, yo igual lamento eso— pronuncié —entonces, ¿Dónde vives?
Se alejó y estiró su mano. —Dame tú celular.
Con duda lo saqué del bolsillo del pantalón y se lo entregué, esperando que no saliera corriendo con él.
Tecleó algunas cosas en aquel aparato, la duda me consumía, ¿Qué estaba haciendo?
Un rato después me lo entregó sin ningún problema.
—Tienes mi número y la dirección— dijo —si no necesitas nada de mi, no me llames, nunca.
Asentí. —Sin llamadas, muchas gracias.
Colocó sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, exhausto.
—No hago esto porque quiera, no me agradezcas a mi— finalizó señalando con la mirada a Dakar, quién solo se quedó sentado a un lado de él.
Bajé un poco hasta llegar a su altura, solo tres días, y este perro ya se había ganado mi cariño.
—No sé qué pudiste haberle dicho— hablé con el perro —pero gracias.
Entre otras caricias, el can lamió mi mejilla feliz, moviendo su cola. Reí por la baba, era tan tierno y alegre, desearía tener este ánimo todos los días.
—Llega mañana después de las seis— pronunció Brent con un tono demandante, casi como si quisiera atención.
—Claro— finalicé levantándome, le di una última sonrisa, una de las más honestas que podría darle a alguien —¡Hasta mañana!
Me giré para seguir mi camino, lleno de energía.
Y detrás de mi, se escuchó ellos aún iban a conversar.
—¿En serio? ¿Qué tiene él que no tenga yo?— preguntó Brent detrás de mi con indignación —infiel, traicionero, repíteme por qué te hago caso.
Qué tierno.
Mi tranquilidad ya era mayor, estaba alegre de que pude conseguir pasar más tiempo con él, y esta vez ya no lo iba a arruinar al dejarme llevar de esa manera.
Luego de salir del trabajo, solo deambulé por la ciudad, no era nada nuevo, era mi manera de aclarar mi situación, en la soledad.
Ir caminando jamás me molestó, e ir solo viendo a las personas regresar a sus hogares o ir a sus actividades diarias, de alguna manera, me relajaba.
...
Las cinco de la tarde llegaron pronto, y yo iba camino al aeropuerto, luego de un mensaje de Leandro.
Era verdad que yo no quería ir, por miedo a cómo iba a reaccionar el chico que iba a llegar.
Pero cuando menos me di cuenta, ya estaba llegando a ese lugar, y también era agradable pasar por aquí. Normalmente, ver los aviones siempre fue un calmante para mí, desde pequeño, no sabía porqué, simplemente me gustaba ver aviones ya sea volando o sobre la pista.
En cuestión de quince minutos, ví el cuerpo del castaño acercarse a mi desde la entrada de toda la zona.
—Ya viniste, ya me voy— dije apunto de salir caminando.
—No huyas— dijo Leandro tomando mi brazo —prometo no dejarte solo con él, aparte ya está apunto de llegar.
Apreté los labios con fuerza, ya no podía negarme, ya estaba aquí, y se trataba de Leandro, así que no podía fallarle ahora.
Me crucé de brazos para sentarme en una de las sillas que están en medio de toda la construcción.
—¿Qué te pasó en el labio?— preguntó señalando su labio inferior.
—Nada— respondí, no me sentía con la necesidad de contarle sobre lo que pasó con Brent, ya que de cierto modo, fue mi culpa —me caí cuando venía para acá.
Asintió sencillamente, yo solo quise desviar el tema del golpe, y de Viktor. Pero él no cooperaba.
—Pensé que las cosas estaban bien entre ustedes— comentó tomando lugar a un lado de mi.
—Lo están— apreté los labios en una mueca —pero, ¿Cómo te sentirías si volvieras a ver a alguien que quieres demasiado y no sabes cómo reaccionará?
—Feliz— contestó obvio —muy feliz.
Suspiré. —No me vas a entender, y tampoco te voy a explicar.
Y a mi mente vino; Brent.
Inconscientemente repetí lo que él me dijo a mi, ¿Qué acaso no puede dejar de atormentarme un momento?.
Cada vez, haberlo buscado luego de todo este tiempo, parece que fue una mala idea.
Mientras esperábamos, Leandro se mantuvo mensajeando en su célula, yo siempre tengo la sospecha que está con alguien, últimamente se le ve más alegre y risueño, no es el mismo Leandro de todos los días que se mantiene al margen, aquel que finge ser educado y con una sonrisa amable pero forzada.
No, realmente, Leandro era alguien mucho más serio que todo eso, y no lo culpaba, así es como lo acostumbraron ser mucho tiempo de su vida, para bien o para mal, el carácter del rubio siempre fue de fingir una sonrisa con los demás, y ser bastante preciso.
Solo que, en estas semanas, ese Leandro que finge, no está, ahora su sonrisa es real cuando está enfrente del celular, he decidido esperar a que el me cuente, pero estaba muy feliz de saber que probablemente había una persona que lo estaba sacando de ese oscuro pozo en el que se cae todas las noches.
—¿Cómo te ha ido con el chico que nos contaste?— preguntó luego de quince minutos.
Apreté los labios. —Bien, ¿Y tú?
Levantó la cara confundido, mirando hacia acá.
Antes de que pudiera preguntarme algo más, su vista fue detrás de mí, y una sonrisa cubrió su rostro.
—¡Vik!— gritó alegre.
Me quedé estático en ese momento.
No me moví, no hablé, ni siquiera respiraba o parpadeaba.
Reed se levantó de su asiento y caminó un poco hasta la dirección a donde él veía.
Los nervios llegaron con más intensidad, y mi cuerpo respondió por mi, giré lentamente sobre mi lugar para confirmar que se trataba de él.
Frente a mí, venía con dos maletas, el modelo, joven empresario, influencer y por si fuera poco, el chico que hace tan solo unos años estaba en mi cabeza a todas horas, Viktor Hall.
—Risitas— dijo sonriente, acercándose a mi lugar, para esto, Leandro ya venía caminando con él.
Me levanté de mi lugar y sequé mis manos del sudor en mi pantalón, sin poder despegar un segundo mi vista de sus ojos marrones, su larga cabellera castaña y ese rostro de facciones asiáticas que fácilmente llaman la atención.
Miles de emociones cruzaron por mi ser, era alegría, nostalgia, paz y un poco de emoción por verlo de nuevo. Solo que, ya no apareció ese sentimiento de mariposas en el estómago.
—Vik— mencioné, justo antes de lanzarme a él en un abrazo.
Me recibió con los brazos abiertos, y en medio del aeropuerto me sostuvo por la cintura, porque, sin duda alguna, Viktor era la persona más alta que yo conocía y nadie puede abrazarlo sin tener que ponerse de puntitas.
La preocupación así como vino, se fue, dejando en su lugar una euforia incontenible.
—Ya no eres el mismo Myles pequeño de hace tiempo— dijo simpático mientras me bajaba.
Negué. —Han cambiado las cosas.
Señaló su labio. —¿Con quién te peleaste?
—¿Eh?— dije confundido, y luego comprendí —oh, esto, no es nada, solo tropecé por ahí.
Asintió poco convencido, pero terminó aceptando.
Él me miraba sonriente, pero reconocía el sentimiento entre nosotros, esa atracción amorosa se había ido, probablemente mis nervios eran solo por como iba a reaccionar al verme.
Pero su mirada solo decía que estábamos felices de vernos, más no de tenernos.
—Vamos— ordenó Leandro con todas las maletas en él.
Asentimos al mismo tiempo y salimos del aeropuerto, hablando sobre todo, sobre qué ha pasado con nuestras vidas, lo que ha logrado personal y laboralmente él en este tiempo, algunas personas lo reconocían y querían saludarlo o tomarse fotos con él.
La verdad era que Viktor era más conocido de lo que yo esperaba, supongo que haber influido en muchas redes sociales con su empresa y su modelaje le sirvieron para estar donde está.
Solo esperaba, que en algún momento de mi vida, tuviera un éxito enorme al igual que él, quizá no entre las redes, pero si al punto de estar completo conmigo mismo.
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Ando bien malviajada escuchando Humo en la Trampa, sale bai.
Ojalá les haya gustado :).
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