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04. "Impulso Incontrolable"

Myles Young

La alarma suena constantemente, invadiendo mi sueño y mi descanso, me obliga a abrir los ojos poco a poco, buscando mi celular con la mano por toda la cama, para apagar la ruidosa aplicación.

—¡Cállate!— grité antes de aplastar la pantalla con mi dedo y apagarla.

Restregué mi cara con mis manos, buscando que por fin despertara, tomé el celular en mis manos para ver la hora, y era lo suficientemente temprano para no querer levantarme aún.

En contra de mi voluntad, empecé a levantarme poco a poco, mi primera parada fue directo al baño, el agua fría sobre mi cara tenía que ayudar en algún aspecto.

Mis ojos se mantenían aún entrecerrados cuando intentaba ponerme la ropa para poder salir, tomar el turno de la mañana en el café no es la mejor opción que creí en su momento.

Casi sin ganas de salir por un productivo día, me alisté, con ropa que cualquiera usaría un día normal, las llaves de la habitación, dinero, celular, todo listo.

Y con eso fue suficiente para que saliera del dormitorio, revisando el celular mientras caminaba.

Por alguna razón, la red social que más utilizamos en la facultad es Twitter, y realmente, nos gusta usarla, inclusive junto con Alek y Leandro, pusimos nuestras biografías parecidas, después de todo éramos tres mejores amigos y nos conocían bastante por aquí.

Pero hoy, hace poco, revisé el perfil de Alek, sacándome una risa burlona por su último tweet.

Idiota.

Lo más probable, era que el chico con el que se besó ayer fue el culpable de todo.

Eventualmente iría a hablar con él, no ahora, justo en estos momentos debía llegar pronto al trabajo.

Mientras caminaba pensaba en los dos sencillos motivos por los que hoy estaba muy nervioso; el primero, que luego de un año volvería a ver a Viktor, y no sabía cómo reaccionaría, tenía miedo que la fama pudiera cambiarlo.

Y segundo, que hablaría otra vez con Brent, por este lado, lo que temía era que me amenazara de nuevo, usualmente junto con mis amigos somos bastante altos y fornidos, pero Brent, él es demasiado grande, sea el ejercicio que haga, debe ser muy bueno en él.

Mientras más lo pensaba, más ganas tenía de ser su amigo, quería entenderlo y saber por qué tiende a perder el control tan rápido.

Debía encontrar una manera para que pasáramos más tiempo juntos. Porque pensaba con gran fuerza que Brent no iría.

Entre tantos pensamientos, por fin salí de la universidad y fui directo al café.

...

—¿Me repites por qué hay tantas personas hoy?— pregunté apresurado, preparando varias bebidas a la vez.

—Porque olvidamos que hoy todos los café cierran, ¡Somos el único puesto abierto!— respondió mi compañero de trabajo, Wen.

—Es un enigma saber cómo es que eres el jefe— finalicé.

—Orden setenta y tres— dijo mi amigo tailandés, sirviendo la bebida en caja.

Giré la rosca de la tapa de una agua fresca, cuidando que no se cayera.

—¿Y se puede saber dónde está Mei?— pregunté alterado.

—¡Aquí estoy!— hizo acto de presencia aquella tailandesa, saliendo del cuarto de servicio con más vasos y tapas.

Los hermanos Sopha.

Wen y Mei Sopha, dos hermanos tailandeses con el sueño independiente. Gracias a ellos es que tengo un trabajo estable aquí.

Ambos han estado toda su vida juntos, dicen que tú hermano siempre será tu mejor amigo, y ellos lo comprueban, así que juntos decidieron formar su propia vida aquí, en Arizona, con el único propósito de romper con el encarcelamiento que sus padres querían para ellos.

Mei Sopha es sin duda una chica demasiado hermosa en toda la expresión de la palabra, sus rasgos eran tan delicados y atractivos, que más de un chico o chica terminaba queriendo su número de celular. Mei además de linda, tiende a ser muy dulce y a la vez independiente, no recuerdo haberla visto buscar a un chico alguna vez.

Ella me tendió su mano desde la primera vez que nos conocimos, asegurándome que tendría el trabajo, ya que a Wen parece ser que le caí mal en un inicio por decir que era japonés.

Y Wen Sopha, se podría decir que era bastante popular entre las mujeres que llegaban al café y lo veían por la calle, no era mentira que ambos atraían enseguida. No sé qué tienen los asiáticos que son tan apuestos.

Pero Wen muchas veces era bastante gruñón, y tenía un buen balance, tres días estaba de buen humor, y dos no, y era perfecto ya que esos dos días en los que no estaba de buen humor, yo trabajaba menos.

A pesar de ello, Wen es muy amable y humanitario, más de una vez ha acogido a personas, niños, animales de la calle que necesitan un poco de alimento.

Y realmente, no son mellizos o algo así, pero se parecen demasiado, Mei es mayor por tres años, están casi a la altura, y ambos poseen ese cabello castaño y ojos oscuros por igual, su piel es pálida, lo que si comparten con mucha coincidencia, es una marca de nacimiento en sus brazos, como una mancha en forma de hoja de árbol.

Solo que, ¡Son muy burlones estando juntos!

—¿Puedes servir otra malteada de vainilla? O se te caerá como antier— preguntó Mei riéndose y acomodando vasos en las máquinas.

—Anda, búrlate, ¡A ti no te amenazaron!— me defendí.

—Yo no acoso a los clientes viéndolos como bichos raros— dijo ella.

—Y tampoco los sigue cuando está anocheciendo— la defendió Wen.

Hablé indignado. —Esto es un complot.

Rieron al mismo tiempo y seguimos laburando.

Pasada una hora, pudimos terminar de atender a todos, la mayoría pidió café o bebidas con leche, pero había personas que querían bebidas alcohólicas tan temprano.

Al final dieron las once de la mañana, y estábamos demasiado cansados, los únicos clientes que llegaban eran los habituales, la fila poco a poco se fue acabando hasta que no quedó ni uno solo que entrara seguido de otro.

Los tres terminamos con una sesión de brazo, servir, enroscar, entregar y cobrar, al final del día terminaremos con más brazos que cuerpo.

Mi mirada estaba dando la espalda a los demás, todo por estar entretenido en un bonito cuadro de una playa tailandesa que, me parece que Wen y Mei pintaron. Si no mal recuerdo, Wen hizo el boceto, y Mei agregó las acuarelas, en realidad son un buen equipo.

La campana de la puerta fue sonada, alguien más llegó.

Acomodé mi gorra mejor, suspirando, me giré con una sonrisa forzada, ya estaba cansado.

—Bienvenido, ¿En qué le puedo ayud...?— levanté la vista, sonreí enseguida —Brent, viniste.

—Eso querías que hiciera— comentó sencillo -no tengo mucho tiempo, tengo que buscar trabajo.

—Oh, claro, siéntate por allá— señalé una mesa —¿Café?

Pensó. —Mmh, ¿Será gratis?

—Solo si encuentras una mosca dentro de él— respondí.

Su rostro no era muy diferente al de estos dos días, ¿Siempre está enojado?
Es decir, es demasiado apuesto, eso es un hecho, pero pienso que si sonriera más, enamoraría a cualquiera.

Y hoy, venía menos agresivo, eso era un avance, portaba ropa normal, una simple sudadera gris, pantalones deportivos negros y sus zapatillas de correr igual. Quizá venía de hacer ejercicio.

Mi primer contacto visual fue a los ojos luego de ver su aspecto, creo que sus ojos era lo que más me atraía, puede que sea por el hecho de que con ellos recuerde quién es, pero veía algo más en ellos, como misterio y secretos.

—Americano, por favor— sugirió y pasó a sentarse.

—¡Sale un americano!— dije.

Vi rápidamente como no venía solo, la barra no me dejó observar, pero su perro vino con él, tenía qué preguntarle también sobre él, puesto que, aquel día en el callejón, su perro también me protegió.

Preparé rápidamente lo que me pidió, creía firmemente que no vendría, y pensé que me estaba haciendo ilusiones que seguramente iban a estar rotas.

Quité mi gorra nada más, cuando el café estuvo listo, lo serví en una taza negra para después salir de la barra e ir con Brent, no sin antes pasar por una pequeña bolsa con algunas galletas para perro en ella, son galletas que muchas veces Wen les da a los perros que ve.

Dejé la taza enfrente de él, con una sonrisa, dicen que la mejor manera de agradarle a alguien es sonriendo, y por más vanidoso que sea, me han dicho que mi sonrisa es bonita.

—¿Para qué me querías aquí?— preguntó acercando el café a él.

—Oh, bueno, pensé que podríamos conocernos más, para ser amigos, y esas cosas.

Elevó una ceja. —Me viste una sola vez aquí, ¿Por qué querrías ser mi amigo?

Porque me salvaste de ser golpeado y no lo recuerdas.

—Me gusta hacer amigos— confirmé.

El perro se acercó a mí oliendo mi pierna, saqué de la bolsa las galletas y comencé a dárselas, las cuales aceptó moviendo la cola, Brent solo miraba y bebía, con una expresión de duda inmensa.

—¿Cómo se llama?— pregunto.

—Dakar— respondió secamente.

—Qué lindo eres, Dakar— opiné acariciándolo, tenía un pelaje muy lindo, me puse más feliz aún cuando quiso acercarse más a mi.

—Traidor— escuché el susurro de Brent.

Yo seguía en mi mundo con el animal, y es porque, de solo pensar en ese cachorrito que no le tomó importancia a su corto tamaño hace algunos años, para mí ya era algo qué deber, un perro sin importar mucho, siempre son tan leales.

Quiero un perro ahora.

Mientras seguía jugando, me di cuenta de la mirada penetrante del chico de enfrente, así que me abstuve de seguir con el perro y puse atención a él, su mirada era una de curiosidad e intriga.

—Entonces, ¿Qué es de tu vida? Además de, trabajar aquí— preguntó.

—Soy estudiante de universidad, estoy en último año— respondí —ingeniería biomédica.

Alzó las cejas con interés. —Vaya, eso es bueno, ¿Qué has diseñado?

Ya te tengo, Brent Jones.

Había avanzando considerablemente, ya me pregunta por mi carrera, eso era mejor a qué me amenazara, seguramente algo en su vida tiene que ver con mi carrera. Y por la manera en la que me preguntó con tanto interés, sí, literalmente ya lo tenía.

—No mucho— dije —solo réplicas de prótesis que ya existen, pero más pequeñas y con fallas, una vez una de ellas casi me arranca el dedo.

Rió.

Brent se rió.

¡Ah!

Lo hice reír, ¡Yo lo hice reír!

Esto iba avanzando cada vez mejor, y he de decir, que se ríe demasiado lindo. ¿Por qué todo de él es lindo? Además, es un lindo raro, porque además de eso también da miedo.

—Deberías intentar hacer una prótesis que además pueda ajustarse— sugirió tomando —acorde al peso y medida de la persona quizá.

Asentí con cautela, era una muy buena idea.

—¿Qué te gusta hacer a ti?— pregunté recargando mi barbilla en la mesa, mirándole.

Brent Jones era más apuesto de lo que quisiera, porque ya le estaba prestando mucha atención a ello.

—Nada raro— dijo mirando a la derecha —eh, ¿Boxeo?

—¡Sabía que practicabas un deporte!— dije alegre.

Pensé rápido, una manera sencilla de estar más tiempo con él, ya que ahora, si me interesaba saber más de Brent.

—Hey, a mí me gustaría practicar boxeo— dije —no sé, puede que me haga falta hacer ejercicio.

Me miró de arriba a abajo, aunque la mesa no lo dejé ver completamente y el uniforme tampoco.

—Estás en perfectas condiciones como para decir que te hace falta ejercicio— soltó.

Balbucé. —Quizá, pero, no sé nada de boxeo, y en serio quiero aprender, ¿No crees que sería mejor que fueras mi entrenador o algo así? Ambos ganamos, yo gano deporte y enseñanza, y tú ganas dinero.

—No.

—¿Por qué no?— reproché —tiempo de caridad, ¿Al menos tienes una razón para no serlo?

—Sí— contestó obvio —tengo de hecho varias razones para no ser tu entrenador.

—Por ejemplo— lo incité a seguir.

Levantó su mano y bajó un dedo por cada cosa que empezó a mencionar con mucha seguridad.

—Número uno y más importante, no me agradas— soltó —número dos, no soy profesional en clases de boxeo, yo aprendí en las calles, número tres, por motivos mentales, el peor trabajo que puedo tener sería enseñar, y número cuatro, de ser paciente y profesional, eres universitario, no voy a quitarte tu poco dinero.

—Por el dinero no hay problema, soy becado— dije orgulloso —el dinero que junto aquí lo ahorro por si acaso lo necesito para casos como este.

De un último sorbo, terminó de beber el café, dejándolo con fuerza en la mesa.

—Ya te lo dije, no soy buen maestro, no me conoces y no sabes lo que puedo hacerle a las personas si me agotan la paciencia— opinó entre dientes.

—Me hago una idea— solté.

Se levantó de repente para salir, la cagué.

Así sin más, salió del café con Dakar detrás de él, y ahí mi cerebro tuvo que trabajar, no podía dejarlo ir así como así.

Fui corriendo a perseguirlo, suerte que no se había alejado tanto, y que no había personas en la calle ahora mismo.

—¡Espera!— dije acercándome.

No se detuvo, aquí que seguí atrás, ¿Por qué tiene tan poca paciencia?

Y no fue hasta que se detuvo y de giró rápido para tomar el cuello de mi blusa.

—¡¿Qué parte de "no seré tu entrenador", no entendiste?!— gritó —¡¿Tan pequeño es tu cerebro para comprender que no me agradas?!

Apretó aún más, a nada de golpearme.

—¡YO NO QUIERO SER TU AMIGO!

Las palabras entraron como un cuchillo, pero no debían importarme, no ahora.

Un ladrido provino de abajo, miramos al mismo tiempo, Dakar estaba en dos patas, intentando empujar o llamar la atención desde las piernas de Brent.

Otro ladrido, Dakar estaba alejándolo de mi.

—Ahora descompusiste a mi perro, te agradezco— soltó con sarcasmo.

—Yo solo quería conocerte mejor— solté firmemente —porque quizá tú no me conozcas, pero yo a ti si, desde hace diez años.

—No sé quién seas, y no me interesa— respondió con crueldad.

Volvió a caminar en solitario, y Dakar pareció darme una última mirada antes de ir con él.

Los ví alejarse a ambos, entonces mis impulsos me atacaron. Fue una sensación de impotencia nueva.

Siempre supe controlarme, pero, esta vez, simplemente actué.

Cuando menos acordé, ya estaba corriendo hacia ellos, a una cuadra de distancia.

Fue como un imán que me atrapó rápido, ni siquiera yo supe porqué, pero al acercarme totalmente, giré a Brent, y de un jalón desde su cuello, lo besé.

Algo despertó en mi interior, una nueva emoción de adrenalina. Pero sus labios eran tan exactos a los míos, y sobre ellos había una ligera capa de sabor café.

Solo que no fue eso lo mejor, lo mejor vino cuando abrió su boca y me dió acceso a ella, me siguió el beso. Lo estaba disfrutando de una rara manera, ya que sus manos no fueron detrás de mi, iban directo al cuello de mi blusa otra vez.

Me separé poco a poco, ví directo sus ojos dorados, esos dos hermosos ojos que brillaban.

Creí que algo en él había surgido y si fue así; surgió el enojo.

Sus manos que tomaban el cuello, lo sostuvieron, y luego su puño derecho tomó un rápido impulso para luego golpear mi labio en seco.

Caí para atrás soltando un quejido de dolor.

—¡Agh!— grité tocando mi labio.

—Aléjate de mi, o te mataré— amenazó de la forma más fría que he escuchado, luego desapareció por la calle.

Y ahora estaba confundido con un labio sangrante.

¿Le gustó?

¿Lo odió?

¿Fue solo una distracción?

Ya no entendía nada, el dolor físico era aún más.

Además del dolor de la caída de mi dignidad, fue duramente golpeada al igual que yo.

Muy bien, Myles, te ganaste a alguien que te odie.

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Y que pongo tailandeses porque andaba bien aburrida.

Alek es mi mood, así es.

Ojalá les haya gustado🤡

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