Hace diez años.

Un golpe tras otro, todos mis huesos y músculos adoloridos.

—¡Anda! ¡Defiendete!— grita uno de los dos tipos.

Los golpes no paraban, ya me sentía parte del suelo, intentando cubrirme las costillas y la cabeza.

Patadas y patadas, y yo no sabía defenderme.
Solo tenía once años contra dos gigantes de catorce, ¿Cómo iba a saber eso?

Se sumó un golpe más, pero esta vez no fue hacia mi.

—¡Déjalo en paz!— escuché el grito de un tercero.

Uno de los chicos que me había golpeado ahora estaba en el suelo siendo atacado por el que apareció, y el otro corrió a defenderlo.

Me alejé rápidamente arrastrándome, viendo la escena entre el callejón.

Era un chico alto, posiblemente de la edad de ellos o más grande, de eso no tenía idea, y a un lado estaba un cachorro, un Golden Retriever, el cuál corrió a mi, se colocó enfrente gruñendo, como protegiéndome.

Apenas podía ver la escena, ese chico castaño podía con los dos, golpe tras golpe sin detenerse.

Fueron golpes seguidos entre los tres, pero al final, los dos tipos de antes terminaron en el suelo, adoloridos.

Él se quedó de pie, limpiando sangre que cayó de su labio, el cachorro se acercó a él, y el chico lo acarició.

—Bien hecho, Dakar.

Me miró y se acercó lentamente, moviendo su hombro para acomodarlo.

—¿Qué hacías con dos dinosaurios como estos?— preguntó.

No respondí, estaba temeroso de que también él quisiera hacerme daño.

Bajé mi cabeza abrazando mis rodillas, hasta que en mi vista apareció una mano, y el cachorro por un lado.

El can se acercó a olerme, pero al final terminó lamiendo mi brazo de una forma juguetona.

—Respóndeme— volvió a exigir, no hice caso.

Miré hacia arriba, él estaba dándome la mano para levantarme. La tomé con cuidado y me puse de pie.

Quedé enfrente de él, era terriblemente más grande, y cómo no, él se ve de catorce seguros y yo solo once.

Los tipos no se movían, es decir, estaban respirando, pero seguramente esperando a que uno de nosotros dos se fuera

Pero mis ojos fueron a los suyos directamente, ojos dorados. Un hermoso color dorado los hacía brillar. Sangre de su ceja y labio corrían. Además de ser un poco moreno, y rizos castaños abundaban su cabeza.

Frunció el seño y habló. —Vete de aquí antes de que alguien más te haga daño.

Me soltó.

Me quedé quieto viéndole detenidamente, no podía dejar de ver sus ojos.

—¿No me escuchaste?— lanzó —¡Largo!

—Yo...— pronuncié frágil —lo siento, lo siento.

Analicé todo y salí de ahí con rapidez y miedo.

La adrenalina me consumía, impregnada en cada gota de sangre de mi cuerpo.
Pero esos ojos no los podía hacer desaparecer de mi mente.

Y desde hoy, desde este preciso momento, prometí jamás volver a dejar que en una pelea yo sea la víctima o quién no tiene la culpa. Jamás.

Las personas son crueles, eso ya lo sabía, pero también aprendía que hay personas buenas aún, que aún existen humanos que se disponen a ayudar aunque jamás se hayan visto.

También supe que desde ese día, nunca olvidaría a ese chico de ojos dorados.

.............................................

¡Ojalá les guste!

Recuerden que a veces actualizo en algunos días y a veces muy rápido, depende de qué tan bien vaya formando la historia.

Apartir del prólogo, todos los capítulos serán hechos con esfuerzo y estimación hacia ustedes que poco a poco nos vamos sumando.

Y creo que ya, disfruten.