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32 | Te esperaré

Aquella revelación me sacudió el cuerpo de arriba abajo. De todas las personas posibles, Jung Kook había sido el único al que no había considerado ni una sola vez. Quizás porque su apariencia y su fingido ego eran lo opuesto a lo que debería mostrar una persona deprimida. Y quizás también porque me había estado ayudando. Y me había estado ayudando para desviar mi atención de él.

Ay; Dios.

Se había ido.

Lejos.

Con todo eso en la cabeza.

Solo.

—¿Verónica?

El corazón me dio un salto de ciento ochenta grados. ¡No se había ido! Parecía un milagro pero le tenía ahí, delante, con la maleta a cuestas, ropa deportiva y una camisa de tirantes que dejaba al descubierto su brazo de tatuajes y, de paso, mi colgante enganchado a su muñeca.

—¿No deberías estar en clase? —Me observó con los ojos como dos platos—. ¿Qué haces aquí?

—Yo...

Me sacudí las lágrimas, con todo el disimulo posible. ¿Se lo decía? No, mejor no. No quería dañarle. Ahora que sabía quién era, entendía que ya lo estaba demasiado. Lo mejor era dejarlo correr y mantener mi idea inicial.

—He venido porque quería preguntarte algo.

—¿Algo? —repitió, incrédulo.

Le mostré la pantalla del teléfono, con Último Deseo abierto y las lamentables barritas de estadísticas descompensadas del parche expuestas.

—Dime que esto que está aquí es mentira. —La emoción me pudo al pronunciar las palabras—. Quiero creer en lo que dijiste la noche del hotel. —Cogí carrerilla—. Quiero creer también que de verdad te gustaría que te acompañara en las carreras, aunque no te atrevas a pedírmelo directamente, y en el colgante que me regalaste porque querías que tuviera algo tuyo y que ahora llevas en la muñeca.

Se quedó en silencio. Mi explicación le había dejado bloqueado.

—Te quiero y no me interesa lo que diga un programa. —Le di al botón de desinstalar y borré la aplicación en un solo movimiento. Se acabó, Seok Jin. Fuera. —Solo dime que sientes lo mismo.

—Vero... —murmuró—. Verás... Hay algo... Un fuerte motivo por el que no deberías...

Sus ideas de suicidio. Ya.

—No te he preguntado si hay motivos o no por los que no deba fijarme en ti —adiviné sus intenciones—. Solo necesito saber si me amas, pese a que Último Deseo diga que no. Lo demás da igual.

—Es obvio que lo hago —reconoció, casi molesto—. Siempre lo he hecho y te lo he dicho varias veces pero pareces nueva y, por alguna razón que no comprendo, se te olvida y me pides que te lo vuelva a decir.

—Si se me hubiera olvidado no estaría aquí.

—¿Y entonces por qué lo preguntas?

—Porque eres incapaz de decirlo espontáneamente.

—No es verdad —negó—. Si no te lo he dicho es solo porque creo que no es bueno que estés conmigo.

Mi respuesta fue tirarme en sus brazos. Lo hice en medio de la terminal, ante los ojos de un montón de viajeros que se nos quedaron mirando como si estuviéramos rodando una película. Pero a mí no me importó. Simplemente le eché los brazos al cuello y pegué mi rostro al suyo hasta que detecté mi propio brillo en su mirada.

—Que sea bueno o malo lo decidiré yo —susurré—. Ya sea discutiendo, retándonos o riéndonos, has estado a mi lado una gran parte de mi vida. ¿Crees que podría estar bien ahora sin ti?

— Deberías —musitó.

—¿Tu lo estarás?

—No. —Por fin, suspiró, bajó los hombros y sus manos me rozaron la espalda—. No, no lo estaré pero insisto en que...

—Todo lo que te ronde por la cabeza se superará mejor con la compañía correcta —me anticipé. No quería que usara lo de Lonely como argumento—. Yo quiero estar contigo y, si tu también quieres, esperaré a que regreses.

—¿Esperarás? —La fragilidad que percibí en él me hizo comprender que mi decisión le había pillado de sorpresa—. ¿Me esperarás?

Asentí y, después de eso, la conciencia se me perdió por unos minutos. Unos minutos en los que se inclinó y buscó mis labios, con decisión, con ternura y con ansiedad, y en los que yo hundí los dedos en su cabello y reaccioné de la misma manera.

—Entonces volveré mucho mejor de lo soy, ya lo verás —dijo, pegado a mi boca—. Porque la verdad es que no quiero dejarte.

—Ni yo a ti. —Escondí la nariz en la curvatura de su cuello—. Después de todo, cuando obtengas un primer puesto quiero ser la primera en abrazarte.

Media hora después me encontraba tras la cristalera de las pistas, contemplando con los ojos llorosos como el avión en el que iba el que había sido mi gran pesadilla pero también mi gran amor, se perdía a lo lejos, en un horizonte plagado de nubes.

Le iría bien. Estaba segura. En Nueva York le esperaba una gran oportunidad. Aprendería mucho. Regresaría fuerte, orgulloso, y se plantaría con dignidad ante su madre. Además, fuera de las influencias nocivas, su mente se relajaría. Las ideas de suicidio desaparecían. Encontraría un sentido propio para vivir y ser feliz.

Y yo estaría ahí, a su lado, para verlo.

N/A: 19.07.2024

Acabo de terminar la edición de la historia. Me ha sorprendido bastante leerla porque tenía en la cabeza que habría muchas cosas a mejorar y resulta que en verdad no he realizado apenas modificaciones.

Me gustó cómo quedó. Y sí, como dije en la notita previa que tenía aquí, mantengo que narrar la personalidad de Jung Kook fue difícil porque él encarna lo que se conoce como trastorno depresivo no especificado, o, lo que es lo mismo, de síntomas atípicos. Y es un diagnóstico difícil de entender por la sociedad porque son personas que sufren mucho pero que generan también mucho rechazo.

La Depresión genera tristeza, apatía y pérdida de disfrute personal. La mayoría de la gente tiende a encamarse y llorar pero hay un pequeño grupo que muestra irritabilidad casi continua contra el mundo, que adopta posturas defensivas, se meten en malos pasos y que se comportan como unos narcisistas pese a que sienten todo lo contrario. Y ahí resalta la ambivalencia de Jung Kook, que quiere a Verónica pero a la vez no se considera bueno para ella. No se puede separar pero al mismo tiempo no la puede aceptar. Y, lejos de ser capaz de decirle lo que le pasa, se comporta como un hijo de su madre la mayor parte del libro.

Todo tiene que ver con sus vivencias familiares. Y de ahí que cobre especial importancia la beca. En una familia insana la única salida es irse. Esa es la razón del final. Jung Kook debe curarse primero a sí mismo para poder estar con Verónica y por eso ella decide no decir nada sobre Lonely y deja que simplemente todo fluya solo. Es lo mejor y también lo más realista. Lo contrario hubiera sido una relación ultra tóxica sin solución.

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