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24 | Descargando

—No has hecho uso de mi SOS.

La imprevista aparición de Tae Hyung me dio un susto de muerte. Ya eran cerca de las tres de la madrugada, un manto de oscuridad inmensa se ceñía sobre la balsa de agua marítima, reflejando en ella centenares de puntitos brillantes que tintineaban y el murmullo del oleaje era lo único se escuchaba en todo el perímetro. No había contado con que alguien andara desvelado como yo.

—¡Dios mío! —Me llevé la mano al pecho, con teatralidad, y él me mostró la dentadura al completo—. ¿Qué haces aquí tan tarde? Pensaba que todos dormíais.

—¿Y tu? —me devolvió la pregunta—. ¿No te parece que es igual de tarde para ti?

—Soy una persona nocturna —respondí—. Me gusta la quietud de la noche. Me ayuda a relajarme y a aclarar las ideas.

—¿Y qué te inquieta tanto como para que no te importe que mañana vayas a aparecer en el desayuno en "modo panda"?

Demasiado.

Por una parte estaba lo de Yoon Gi. Su confesión me había impactado una barbaridad y, aunque le había visto terminar la velada chapoteando como un niño pequeño en el agua, sabía que ese estado no duraría mucho y me preocupaba que la verdad que tanto miedo le daba revelar le terminara destruyendo. Por otra, que Jimin siguiera aferrado a esa tendencia de ayuda abnegada tampoco me parecía lo mejor pero no podía decírselo sin meter de alguna forma la pata. Pero, sin duda, el que más me agobiaba, y con diferencia, era Jung Kook.

Había vuelto a desaparecer. A eso de la una habíamos empezado a jugar al "responde o bebe" y se había escabullido sin decir nada y, por supuesto, sin contestar al teléfono, exactamente como el día de la carrera. Y, también como entonces, me habían saltado todas las alarmas.

De verdad, pero qué maldita manía tenía de perderse por ahí. Y eso que ahora sabía lo que me preocupaba. Lo sabía y le daba igual. ¡Le daba igual! De lo contrario, no lo seguiría haciendo. Qué coraje. Jung Kook, maldito desagradecido.

—Digamos que tengo en mente varias cosas —opté por ser difusa.

Salí de la terraza y dejé que mis pasos, contenidos entre el enojo y la ansiedad, me llevaran a la orilla de la playa. La humedad del viento me azotó el cabello pero la bofetada del aire en la cara me resultó fresca, reconfortante.

—¿Te fue mal la conversación con Jung Kook? —Tae Hyung me siguió.

—No, para nada. —Rocé el agua con los zapatos—. Aceptó mi compañía e incluso escuchó mis consejos.

—No sé. —Él arrugó la boca, en un mohín—. Suena demasiado estupendo para proceder de él.

Pese a la mesura del tono, el comentario me molestó. ¿Por qué me lo tenía que estar recordando a cada rato? ¿Por qué no me daba ni un poco tregua? Me hacía sentir estúpida por estar enamorada y, aún peor, por sugerirme sin parar que interpusiera una barrera que ya no tenía ganas de interponer. Tenía claro lo que ocurría con Jung Kook, sabía lo que esperar de él (y lo que no) y también lo que quería hacer.

—He traído el dinero —abordé el tema de forma directa—. Voy a devolvérselo y luego veré qué hago.

—¿Ah, sí? —Su mirada de extrañeza me dio a entender que nunca había contemplado que de verdad fuera a hacerlo—. ¿Y le dejarás una nota, como habías planteado en un principio, o solo el sobre, para mantener la cabeza bien alta?

—Ninguna de las dos cosas. Se lo voy a dar cara a cara.

—No sé si sea buena idea. —Arrugó la frente—. Se puede mofar y darte dónde más te duela para sentirse poderoso. —Y añadió—: No exagero. Lo he visto. Fue lo que le hizo a Gi Oh.

—Puede —admití—. Pero creo que si no me enfrento a ello no pondré nunca en orden mis emociones —reflexioné—. Que se ría, se jacte o me insulte me hará poner los pies en la tierra de forma firme, sin margen a retrocesos. —Le mostré el teléfono—. Además, tengo a alguien en mente que quizás que me pueda ayudar después a superar la debacle.

—¿Alguien? —Se quedó en suspenso—. ¿Qué alguien?

—Hay una persona que sigue mi deseo. —Cielos; era asombroso descubrirme contándole lo que ni siquiera le había dicho a mis amigos—. Me escribió y me pidió reunirnos y, aunque al principio desconfié y lo rechacé, no sólo no me ha quitado el seguimiento sino que hemos hablando un poco y todo. De hecho, esta tarde me ha escrito otra vez.

Había sido a la hora de los juegos pero me había pillado tan desasosegada por la ausencia de Jung Kook que apenas le había echado un vistazo rápido por encima. El suficiente para recordar que había dejado su propuesta sin contestar y el suficiente también para entender que el chico era más comprensivo aún de lo que ya le consideraba.

"Hola, Verónica" —leí, en voz alta—. "Disculpa, creo que me apresuré. Que dijeras que te confundiste en cuanto a Jung Kook me alivió al principio pero después he entendido lo que realmente querías decir: nunca estuvisteis juntos porque él se deshizo de ti en seguida" —continué—. "Lamento haber sido tan insistente. Entiendo que seguramente aún le quieras. ¿Te parece bien que nos veamos como amigos? Así no te sentirás mal ni presionada. Puedo esperar a que te recuperes todo el tiempo que haga falta".

—¡Madre mía! —Los ojos de Tae Hyung se abrieron con exageración—. ¿De verdad te ha escrito eso? —Y, antes de que me diera tiempo a responder, siguió—. ¿Tienes idea de quién es? ¿Pero qué tipo de deseo has puesto? ¿Es de amor?

Trató de meter la cabeza pero, por supuesto, cubrí la pantalla y le aparté.

—Date por satisfecho con que te lo haya contado. No preguntes más.

—¡Pero eso es como tirar una piedra y esconder luego la mano!

—Si tu lo dices...

Tae Hyung, con signos de evidente frustración, se cruzó de brazos y su rostro se volvió hacia el mar, unos segundos en los que fingió una indignación que le salió solo a medias. La sonrisa que se le escapó por la comisura de los labios le delataba.

—¿Entonces vas a aceptar? —Me miró por el rabillo del ojo.

—¿Por qué? ¿No debería? —revalué—. ¿Lo ves muy loco?

—Algo —admitió—. Pero igual te va bien.

—Creí que me dirías algo así como que no me fiara de los mensajes que dejan los desconocidos por Internet.

—Y lo diría pero entiendo que no tendrás problema ninguno porque, en caso de que algo te ocurra, me mandarás un "Socorro o sea Sálvame". —Su rostro se inclinó hacia mí, medio enfurruñado—. ¿Verdad que lo harás, chica problemática y lianta?

—Oh, claro, chico chismosillo. —Se la devolví—. Te prometo mantenerte al tanto de todo para que no te aburras.

Se echó a reír y yo hice lo propio, y así, tras un paseo que me dejó pringada de arena hasta las orejas, nos despedimos en el hostal y subí a mi habitación, de puntillas. Eran las tres y media y seguía con los ojos como platos. En "modo panda", había dicho Tae Hyung que me vería después. ¡Un panda! ¡Qué graciosete!

Me puse cómoda, me tumbé en la cama y empecé a leer (sí, me había llevado la novela pastelosa. Los protagonistas estaban a punto de volver y mi yo bobalicón estaba deseando llegar al momento del "gran beso"). Jung Kook me saltó a la cabeza. Ya eran la cuatro y cuarto. ¿Habría máquinas de agua por alguna parte? Al lado de la recepción me había parecido ver algo. Tenía sed. Y nada de sueño. Y esperaba que Jung Kook estuviera bien.

Bajé. Encontré un dispensador de snacks y otro de refrescos. No tenían agua pero sí zumos. Apreté las teclas correspondientes, con los ojos pegados a Último Deseo.

Bienvenido, usuario.

Hola, Seok Jin. ¿Algo nuevo?

Tienes 5 puntos acumulados en tu perfil.

Tendría más si no hubieras puesto unas cantidades tan desorbitadas para canjear los chats, timador.

Usuario PsycoP, ¡te recordamos que tienes a tu disposición el parche de grado de consecución!

La idea de aceptarlo me volvió a la cabeza, esta vez con mucha más fuerza. Era un asco pero también una verdad más grande que una catedral que tenerlo me ayudaría y... Y... No, no. Mi planteamiento era mejor. ¿Sí? ¿Lo era? Pero, ¿y mi confidencialidad? Si lo bajaba, le daría mis datos a ese tipo inmoral aunque, ¿realmente tenía algo tan íntimo que no pudiera compartir? No, no lo tenía.

¿Deseas descargarlo ahora?

Clip a "aceptar".

Descargando parche versión 2.1...

Lo había hecho. ¡Dios mío, lo había hecho! Eso decía mucho sobre el estado de mi salud emocional. Debía de estar loca. No, loca no, enferma.

Espera un momento, por favor.

Sí, sí. Y dos y tres.

Descarga en proceso... 0.1% completado... Tiempo de descarga estimada... 3 horas y 35 minutos.

¿¡Qué!?

Vaya fiasco. Claro, tenía datos limitados y ninguna red wifi disponible.

—¿Qué haces aquí?

La pregunta me pilló tan desprevenida que di un salto y me apresuré a esconder la pantalla. Lo que menos quería era que alguien me descubriera metida en Último Deseo con la expresión de desesperada que seguro tenía.

—¿Cómo es que no estás roncando? —Jung Kook, con los ojos apagados y signos evidentes de haberse metido otra buena tunda a llorar, me revisó de arriba a abajo—. ¿Qué haces? ¿Estás leyendo novelas eróticas a escondidas? ¿Viendo porno?

—¿Y tu qué? —Ignoré su intento de desviarme de lo importante—. Te has marchado sin decir nada.

Iba a soltarle mil y un improperios pero la impresión de verle tan derrumbado otra vez me hizo dejar a un lado toda barrera y me atreví a acercarme y a rozarle la mejilla con la mano. Su piel parecía de hielo.

—Estás muy frío. ¿Has estado todo el tiempo fuera caminando por la playa?

No respondió. Tampoco me apartó. Solo se quedó ahí como una estatua.

—He visto una tienda de veinticuatro horas en la estación de autobuses —improvisé—. Me apetece comer ramen. ¿Me acompañas?

—Vero...

Una lágrima se le escapó y resbaló hasta mi mano.

—Vero... —repitió—. No sé qué hacer... Ya no lo sé... No lo sé...

Lucía desarmado. Más aún que en el parque. Más que nunca.

—Me siento como si estuviera dentro de un charco de lodo que trata de succionarme —explicó, medio ahogado—. Intento que no me trague pero soy consciente de que tarde o temprano lo hará. —El velo acuoso en sus ojos se acrecentó—. Es difícil aguantar cuando no tienes nada de valor que mantener. ¿A qué mierdas me agarro? ¿A qué? Creía que el deporte me salvaría pero resulta que lo que ha hecho ha sido hundirme más.

—Ayer brindamos por un primer puesto que seguro que vendrá —le recordé—. Sigue luchando. Un tropiezo no tiene por qué hundirte.

—Y me habías convencido pero resulta que no sirve. —Ahogó un sollozo—. Mi madre no quiere que regrese a casa.

—¿Qué?

—Dice que no quiere verme nunca más.

Un nudo de lágrimas se me atascó en la garganta. La mente se me nubló y, sin darme ni cuenta, me acerqué y le abracé. Lo hice con todas mis fuerzas y sin valorar si mi gesto le molestaría. Lo hice porque deseaba decirle que me gustaría ser parte de su agarre pero no podía. Porque le quería. Y él, en contra de mis previsiones, no solo se dejó tocar sino que, tras unos segundos, terminó hundiendo la nariz en mi cuello, y entonces rompió a llorar.

—Me llamó después de la cena —continuó—. Estaba muy seria, casi arisca, y no le tembló la voz a la hora de dictaminar que mi posición en la carrera era un fracaso y que la decepción le impedía querer tenerme a su lado.

Dios mío.

—Lo siento. —Le apreté aún más—. No sabes cuánto lo siento.

—No me quiere, Vero... No me quiere... —Me pareció que temblaba—. Me cuesta admitirlo pero es así y, por desgracia, esa es la constante que domina mi vida.

—No, Jung Kook.

—Sí —me contradijo—. Empezando por mi padre alcohólico, al que nunca le importé una mierda y que, en cuanto pudo, se largó, continuando por mi madre, que prefiere recibir palizas diarias a cambio de un gran fajo de billetes, y terminando por las putas personas de la facultad que se me acercan solo porque creen que soy "tal" o "cual" y que estar cerca de mí les beneficiará de alguna manera. Y las chicas no son menos, ¿sabes? Se me enganchan por mi físico y luego dicen amarme cuando la realidad es que ni una sola de ellas me preguntó ni una maldita vez qué tal me fue el día, si comí o qué cosas me gusta hacer.

—Eso no es cierto. —Me faltó tiempo para replicar—. No es verdad que nadie te quiera.

—Vero, es que tu no lo sabes, no tienes ni idea. —Se separó, lo justo para mirarme a los ojos. Estaba inundado en llanto—. Hasta Tae Hyung, que es tan genial y siempre muestra afecto, ha iniciado una campaña de odio en mi contra. Ha hecho que todo el grupo deje de hablarme.

¿Ah? Tenía entendido que había sido al revés. ¿Me había mentido? Pero no, un momento. ¿Y lo que les había oído yo sobre invitarle al Club y sobre Eun Bi?

—En resumen, no soy buena influencia, lo tengo presente, pero tampoco nadie lo es conmigo y es una putada.

Respiró con fuerza, tratando de contener un llanto que parecía no querer abandonarle. Era extraño sentirle tan vulnerable y al mismo tiempo tan sincero y abierto. Y dolía. Dolía comprobar de primera mano lo atormentado que tenía el corazón.

—Es un puto círculo de mierda —concluyó—. ¿Se te ocurre alguna genialidad salvamentes? ¿Crees que puedo hacer algo?

—Si la gente de la que te rodeas no es buena influencia, supongo que deberías arrimarte a quien sí lo sea —medité la respuesta—. Así harás un círculo nuevo y podrás cambiar también tu comportamiento.

Se soltó de mi abrazo, congestionado.

—¿Y si la jodo? —Su inseguridad me sorprendió; no se creía capaz de hacerlo bien—. A la persona buena, digo —aclaró—. Estoy acostumbrado a ser un cabrón. Podría hacerle mucho daño.

—Eso no lo sabes.

—Sí lo sé.

—¿Y cómo?

—Porque ya lo he hecho. —Me reflejé en sus pupilas—. Te lo hice a ti y resulta que tu eras mi buena influencia.

Empecé a ponerme nerviosa. Muy nerviosa.

—Tampoco te pongas dramático. —Me hice la tonta (con las piernas como flanes pero, por fingir, que no quedara)—. Vale que me hayas gustado un tiempo pero tampoco he estado llorando a raudales por ti.

—Yo sí.

Creo que en ese momento dejé de respirar.

—Por favor, no me quieras ver la cara de tonta.

—No lo pretendo.

—No me lo creo.

—Tampoco me importa si me crees o no —replicó y, sin darme opción a nada, prosiguió—: Puedes pensar lo que te parezca y hacer también lo que te parezca. Solo quería decirte lo que siento.

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